Eugenio d'Ors | |
CALENDARIO LITÚRGICO |
|
FIESTAS DE TODOS LOS SANTOS Y DE LOS FIELES DIFUNTOS |
|
(El Debate, 3-XI-34, p. 5.) |
|
Todos juntos. Este sentido de totalidad de la fiesta, que ahora celebramos el primero de noviembre, no fue adquirido por la Iglesia de una vez. Está, naturalmente, ligado a su nota de romanidad. La Roma idolátrica, tenía un Panteón, que —signifique esto la palabra u otra cosa— fue consagrado a todos los dioses de las tierras unidas en el Imperio. Allí, es decir, al Panteón, hizo transportar el Papa Bonifacio IV los huesos de los mártires de las Catacumbas, el 13 de mayo del 608, en indistinto homenaje anónimo, que puede recordarnos hasta cierto punto el impío culto moderno, inventado en la Europa de la Trasguerra reciente, a lo que se llama «El Soldado Desconocido» y a su tumba. Una segunda dedicación, bajo Gregorio IV asoció a los Mártires todos los Santos. Ello ocurría en el segundo cuarto del siglo IX. Más tarde, la fecha actual fue adoptada con carácter definitivo, suprimiéndose la dedicación del trece de mayo. |
|
*** |
|
También están «aquí», y vivos y erguidos —erguidos y no yacentes— nuestros Fieles Difuntos… ¿Decíais que la muerte libraba al alma del cuerpo? Sí, pero es para ligarla a otra especie de cuerpo. A principios del siglo V, San Epifanio, contestando al hereje Arrio del Puente, decía que «la práctica de rogar por los muertos reposa en la convicción de que los miembros difuntos de la Iglesia existen todavía». Pero, si no sólo rogamos por algunos de ellos, sino por todos juntos, como hacemos el día segundo de noviembre, ello supone, sobre que existen, que existen dentro de una manera de grande sociedad. Sociedad en la que entramos nosotros también. Porque, en efecto, ¿qué significa el detalle de tener o de no tener los ojos y manos, en parangón con la solidaridad creada por el estar dentro de la Cultura, y, sobre todo, dentro de la Iglesia, cuyas manos no se paralizan jamás, a cuyos ojos nunca falta la luz? ¡Triunfo maravilloso sobre el tiempo! Levadura en el pan compacto que fabrica el Señor con nosotros, que somos sus mieses, son los muertos. Ni se distingue en la totalidad del pan la harina que procede de cada mies, ni ese fermento que a la harina de todos hincha y traba. Mezquina, la humanidad que se separa en individuos. Mentira, la historia que se reduce en sucesión. Lo otro, el cuerpo común, es lo que de veras nutre. Lo otro es lo apetitoso, lo que está diciendo comedme. «Fieles Difuntos»… ¿«Fieles», ellos o nosotros? ¿Qué más da, si todos somos unos; mejor dicho, «si todos somos uno»? La verdadera fidelidad empieza cuando ya no se sabe quién es fiel a quién. |
|
Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors | |
Última actualización:
5 de marzo de 2007
|