Eugenio d'Ors | |
DECÁLOGO
DE LA SENCILLEZ(1) |
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He aquí, puestas en diez partes(2) , a manera de los Mandamientos, las principales reglas del(3) arte de ser sencillo. | |
I |
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El
primer mandamiento de la Sencillez es el Diálogo. Cualquier silencio
prolongado se vuelve orgulloso o bien estúpido; es decir, acaba
por situarse por encima o por debajo(4)
de la sencillez.
Yerra el estoico cuando, para llamarse sencillo, se envuelve en su manto
de altanería. Como yerran el franciscano(5)
extremoso o
el eslavo nihilista, al confundir simpleza con simplicidad... Pero el
Diálogo mantiene siempre a flote nuestra conducta, con la continuada
disciplina del contraste. Todo monólogo es, por naturaleza, descabellado. Gracias al diálogo, el alma de(6) otros penetra intersticialmente en la nuestra; así el peine, en el remolino(7) de la cabellera en desorden. Penetra y, con desenmarañarla, la adecenta(8). |
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II |
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El
segundo mandamiento de la Sencillez es la Risa. Purga la risa a la mente,
y tal vez al cuerpo, de hinchazones y de tiesuras. Ablanda aquella rigidez,
que anunciaba una(9)
inminente mineralización(10).
Y, como de lo que se trata es de huir del Mineral —lo más
complicado, si bien se mira— y de acercarse al Ángel —si
bien se mira, lo más sencillo—, cuanto aligere nuestro ser
y lo propicie al vuelo debe ser mirado y buscado como un favor divino. Conviene decir, por añadidura, que risa acrecienta discreción. Afirmaba un estadista español muy ingenioso que todos los hombres nacen con la misma cantidad de broma en el cuerpo. Pero, si los(11) unos la sacan a(12) fuera y aplican a placenteros asuntos(13) , ingrávidos y apacibles, y éstos son los sanos y normales, otros se la guardan y, a su pesar, la broma(14) se les filtra a cosas que debieran ser íntegramente serias. Y que(15) , de estos últimos, hay que huir. ¡Gloria a la risa que descabalga! Este señor se daba tono. Andaba a.caballo a nuestra vera... Pero, ya se rió. Ya se ha desmontado. Ahora andará honradamente a pie el resto del camino. |
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III |
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A
pie, a pie conviene ir. En todo. En los paseos, en los oficios, en el
amor, en el estudio. En el estudio, sobre todo. Único modo de evitar
que el saber, con envanecer, desvanezca. Euclides, según la leyenda(16) , presentaba un día a Tolomeo Sotero el rollo o volumen que contenía sus "Elementos" inmortales. "¿No hay(17) —preguntaba el Monarca, tras de pasar los ojos, bastante abrumados(18) , por la cadena de principios y demostraciones (¡tan clara y económica, sin embargo, tan bien ordenada y sencilla!)—, no hay un camino menos fatigoso para aprender la geometría?" "No, poderoso señor —contestaba el sabio—; no hay, en matemáticas(19) , carretera real(20)". |
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IV |
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Entre
dos explicaciones, elige la más clara. Entre dos formas, la más
elemental. Entre dos palabras, la más breve. |
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V |
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Nada
de robinsonear. No estamos en una isla desierta, sino en una
ciudad —dentro de otra ciudad, que es la Cultura —dentro de
otra, a su vez, que es la Historia. Levantamos los párpados y vemos inmediatamente compañía. Tendemos el meñique y tocamos colaboración. Abrimos la boca y respiramos tradición. |
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VI |
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Te
apoyarás en tus prejuicios, como en el primer peldaño de
una escalera. Acaso más tarde descanses en ellos, como en un alto
belvedere. Joubert escribió: "Mis descubrimientos (y cada
cual realiza los suyos), me han devuelto a mis prejuicios". Sólo a precio de no querer empezar, podrás librarte de seguir. Mucho se ha hablado contra los rebaños de carneros. Pero, ¡qué decir de las desbandadas de carneros! ¿Y qué ganarás(21) , si eres carnero, con ser(22) carnero original? No habrá para ti más originalidad posible que la miserable(23) de tener cinco patas. |
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VII |
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La
miseria siempre es patética, contorsionada, sobrecargada(24)
… No seas miserable. Pero, no seas tampoco demasiado rico. Antes pasará un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre las columnas dóricas que sostienen el templo de la Sencillez. Hay que evitar, sobre todo, el "prosperar", por lo menos, el prosperar demasiado deprisa. Hacienda limitada, heredada y quieta es la más apta para llegar a la(25) maestría en el arte de ser sencillo. Prospera, si acaso, de tal modo, que el auge(26) de tus disposiciones preceda, en armonía casi ajustada, al incremento de tus necesidades. Ni respecto a lo que ayer eras, conviene que hoy puedas llamarte(27) "nuevo rico". Sólo a fuerza de años en una posición te moverás dentro de ella con cierto(28) desembarazo. Y, luego, que tu trabajo sea púdico. Sudar una fatiga en público(29) significa siempre un acto de cinismo. |
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VIII |
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Ne
quid nimis. La exquisita sobriedad en todo. Ni de la nobleza conviene abusar(30) . No seas demasiado antiguo. Remontarse al siglo xv, ¡qué bien! A las Cruzadas, tanto mejor. Pero, si eres antediluviano, siempre tendrás algo de mastodonte. Lo mismo cabe decir de otras complicaciones. Un triángulo, un cuadrado, cosa perfecta. Un pentágono está muy bien. Un hexágono, pase(31) aún. Pero, lo mejor que se puede hacer, cuando uno empieza a volverse dodecágono, es inscribirse en un círculo. Y(32) , lo peor, perder la cabeza. Pero también resulta bastante malo perder pie. |
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IX |
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El
noveno mandamiento de la Sencillez ordena no abusar de la llamada "vida
interior". No está el daño en tener(33)
una vida interior. El daño está en sentirla. El pecado,
en cultivarla. Quita, quita, vida interior. Siempre te quedará demasiada(34) . ¿No ves lo que ocurre con la salud del cuerpo? Quien ve perfectamente no siente el existir de sus ojos, no se acuerda de ellos. El hombre perfectamente sano no sabría, sino por referencia, que tiene pulmones, hígado o corazón. Así, en lo espiritual, alma perfectamente sana sería, la que, al sobrevenir la hora de la muerte y dejar el cuerpo, se quedase completamente sorprendida, al ver que era inmortal. |
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X |
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Haz
por llegar a viejo, candidato a la Sencillez. La Sencillez acabada exige
tiempo, para estar de vuelta de muchas complicaciones(35)
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(1)
Este decálogo procede de la conferencia pronunciada por Eugenio
d'Ors, con el título «El arte de ser sencillo», en
la Residencia de Estudiantes, de Madrid, y fue publicado originalmente
en «Glosas», ABC, 17-XII-1924. pp. 7-8. Posteriormente,
fue reproducido, con algunas variantes, con el título «Mensaje
de un buen europeo que se acerca nuevamente a América», en
Bolívar, año 1, núm. 2, Madrid, 15-II-1930,
p. 7, que es la versión que sigue su edición en Gnómica.
El manuscrito autógrafo de Gnómica, que, en agosto de 1941,
Eugenio d'Ors dedicó a Alberto Asencio, y en el que se introdujeron
algunas modificaciones respecto a la versión publicada originalmente
en Bolívar, presenta todavía algunas variantes respecto
a la versión publicada en Gnómica (también
en lo que se refiere a los signos de puntuación). |
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Última actualización:
23 de mayo de 2006 |