Y también vosotros, ideológicos fantoches, conceptos sin realidad. Idola theatri. Idola fori.
Aquí se ha levantado otra hoguera. Arde un tablado y una decoración y unos bastidores.
Autoridad, falsa autoridad, autoridad sin autor, sin obra de creación que la legitime. Libertad, libertad sin finalidad, libertad para nada… Un viento ligero, unas llamas ligeras: un poco de humo, un poco de ceniza.
¿Y esto, que ahora asoma por debajo, carbonizado ya(1) a medias? ¿No es la Democracia, la idea misma de Democracia?… ¡Cuánto papel!
Esos residuos(2), que por el suelo se retuercen, se llamaron(3) Sufragio universal. Arden ahora difícilmente, como(4) el mal tabaco. Hieden.
He aquí otra venerable antigualla. Un mueble con tres compartimentos carcomidos y un desagüe oxidado. Se llamaba «separación de poderes». Esta sombra, que un entrellamas deja ver; esta sombra velada(5) que con una mano se cubre el rostro, es la del muy pomposo y elocuente señor de(6) Montesquieu.
He aquí la «responsabilidad administrativa». He aquí las «garantías constitucionales». He aquí la «instrucción primaria gratuita y(7) obligatoria». He aquí, napoleónica, la «carrera abierta a los talentos». He aquí, suspendida, suspendida siempre, suspendida como un sombrero usado a una caña tordida, que ha sabido del higuí en(8) todos los carnavales — la Constitución.
De todo esto va formándose un humo negro, espeso y acre, que se agarra al cuello y hace toser.