¡Arde, sube tú(1), que, como discípula de algún Savonarola, consumes tanta diabólica(2) vanidad!
Premios del colegio y del certamen. Mustios laureles, cintas manchadas. Diplomas amarillentos(3), pecosos de pardas pecas, en que la tinta de lo escrito a mano ha ido empalideciendo y(4) destiñendose y casi no se deja leer(5) ya. Títulos facultativos, mentidores de suficiencias imaginarias(6), de excelencias tramposas. ¡Y esas firmas!… «Alejandro Groizard». ¿Quién era Alejandro Groizard?… «Luis Colomer y Masovens»(7). ¿Quién era ese(8) «Luis Colomer y Masovens», que(9) firmó aquí(10), después de las palabras «el Presidente»?

¡Al fuego, al fuego!

Uniformes. Bordados, brillantes, auríferos(11) uniformes. ¿Cómo pudimos vestirlos sin la excusa de una embriaguez? Éste quería decir valor; y tú, que lo endosaste, temblabas. Éste quería decir doctrina; y tú, que te pavoneabas con él, llevabas, dentro de su(12) bolsillo caudal, un repertorio o remedia-vagos para los apuros. Aún debe de andar el librillo por ahí; aún asoma, entre los andrajos del paño marchito, cuando la llama le va a lamer, antes de morderle.
Retratos. Fotografías, grabados, bustos. Groseros iconos, para el fetichismo versátil de las multitudes. ¿En ellos veneramos, ante ellos pudimos rezar también? ¿No era éste un orador, que tuvo almoneda en(13) arrebatos grandilocuentes? ¿No era éste un tribuno, traga-perras de las(14) romanzas peroradas? ¿No era éste un general, magnánimo en comunicados(15), pusilánime en encuentros? ¿No era éste un filósofo, que puso en la cerradura de la caja de caudales de una gran empresa el guarismo enigmático de la Razón pura? ¿No era ésta una soberana de quien(16) luego se supo que, ante la naturaleza, ni había acordado nubilidad con soltería, ni había quedado viuda jamás?
¡Cómo se tornan morenos(17) los iconos en la cercanía de las llamas!
Marchitas flores de las fiestas sin alegría, ¡al fuego! Enlutadas fustas de los funerales sin lágrimas, ¡al fuego! Árboles sin fruto, códigos sin eficacia, banderas sin combate, estatuas sin dignidad, ¡al fuego, al fuego(18)!