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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
LA RECETA
(La Vanguardia, 12-I-1944, p. 3; recogido en Novísimo Glosario, pp. 24-27)
Conocida es la anécdota del posesor de un viejo papel, cubierto por enrevesada escritura. Calígrafos, paleógrafos y hasta criptógrafos habíanse inútilmente desojado en descifrarla. Alguien propuso: «¿Y si llevásemos eso a un boticario, roto a interpretar el álgebra de las recetas?». Así se hizo. Tuvo el nuevo lector, en presencia de tal lectura, silenciosamente ofrecida, un momento de turbación. Pero fue brevísimo. «¡Ah, si!» — dijo al punto, dirigiéndose resueltamente a sus frascos.
En ciertas caricaturas de hace un siglo, en las del barroquísimo y graciosísimo Wilhelm Busch, por ejemplo, o en las del helvético Toepffer —que dicen inventor, ya que no del cinematógrafo, de la cinematografía—, las recetas de los doctores aparecían aún en forma de largo rollo, cuyo despliegue las dejaba ver investidas de caracteres góticos y símbolos de cábala. Su idioma fue durante mucho tiempo el latín. Después, y a medida que la extensión superficial menguaba, entraron ahí unos romances, que, a pesar de serlo, tampoco se calificaron de vernáculos. Vinieron últimamente las prescripciones de línea única. Contiene esta línea el nombre de un específico. Ni siquiera le acompaña firma de facultativo ni indicaciones de empleo; dejadas éstas a cuenta y función de los volantes prospectos que a botes y estuches acompañan, y también un poco a la discreción del cuitado paciente, presunto de bien surtido en ella.
Claro que tales usos representaban a la vez una extrema degeneración para la Terapéutica y para la Farmacia. Ésta pasaba, si, a una función análoga a la de un comercio cualquiera. El «Droguist» inglés o americano, ¿qué empacho puede tener en detallar simultáneamente aspirinas y jabones, cepillos de(1) dientes en promiscuidad con «sal de frutas»? En el aprendizaje de la Terapéutica, los jóvenes estudiantes apenas si paraban. La cuestión de las dosis, tenida antaño por delicadísima, se redujo, vagamente discernidas las del niño de las del adulto, a los pocos tipos de una munición. Así, modelos de pantalón en un almacén de confecciones, o pedagogía de adolescentes en un colegio particular de segunda enseñanza.
Parece que, entre otros resultados perturbadores, dio ello origen a una verdadera crisis en la consideración del valor sanitario de la quinina. Tenido por soberano a los comienzos de su difusión en el campo del arte de curar, hubo el precioso producto de sufrir, no ha mucho tiempo, mil objeciones de una crítica pesimista, armada contra el aprecio de su virtud por múltiples desastrosas experiencias. La moda, cuya fuerza, también dentro de la Medicina, hemos acabado por reconocer todos, venía volviéndole la espalda; a pique estuvo de entregarle a la proscripción. Ahora, que ha llegado a averiguarse que buena parte del mal venía en estos casos de falta de finura en el ajuste de las dosis… Acabo de escribir la palabra «finura»; también he escrito «arte»; no se olvide nunca la relación entre un término y otro. En arte, casi no cabe tercera solución entre el refinamiento y el desafinamiento. El empeño por aquél define cabalmente al artista. De lo que sale la persuasión de hasta qué punto la ruina de la Terapéutica, por efecto de su mecanización, representaría la muerte de la Medicina como arte.
Dios nos evite el luto, según ya ha acudido su providencia a evitar, «in extremis»(2), la completa desaparición de tantas y tan bellas y nobles tradiciones como, en el humano pensar o en el humano laborar, representaban la victoria del espíritu en lo cotidiano y el culto de la Obra-bien-hecha, frente a la vulgaridad de la producción en serie. Alguien me ha dicho que, en la misma América, donde la producción en serie ha llegado al colmo —y continúa, por otra parte, ganando batallas de toda índole—, un punto de contricción viene ya marcándose en este capítulo. Y que va aumentando allí el número de quienes saben por qué el taylorismo no podrá nunca reemplazar a la artesanía. Pues bien, si nos fijamos en el sentido inherente a la muy actual vindicación de la Artesanía, no nos sorprenderá que un movimiento paralelo, y obediente a las mismas razones, llegue a dibujarse, se dibuje ya, en favor de la Terapéutica y de la Farmacia de composición. Digamos, con toda generalidad, en pro de la Receta.
Si los encajes a máquina no alcanzan la calidad de los encajes a mano; si las letras de un título inventadas por un dibujante logran una elegancia que se buscara en vano para las compuestas por un impresor; si la clase de inglés del colegio no puede equipararse en eficacia con la conversación de la institutriz, ni el traje de bazar, en ajustada holgura, con el cortado por un buen sastre; si la munición y su limitado repertorio fracasan tan frecuentemente, ¿qué mucho(3) que, ante ciertas fallas del específico de quinina, se haya pensado en restaurar las recetadas prescripciones de quinina, que la finura del médico artista adaptará al estilo de mi personal complexión y al estilo de mi calentura? Ni que la Terapéutica y sus dosificaciones vuelvan, a última hora, a merecer nuevo estudio. Y el farmacéutico, que ha estado en un tris de reducirse a droguero, nueva dignidad.
Aún a riesgo de que las recetas se alarguen otra vez o se enrevesen. Y de que su intrincado hermetismo deje, en tal cual ocasión, a sus forzados interpretadores, bien en actitud de vacilación perpleja, bien en la de gratuita seguridad.

(1) de] para Nuevo Glosario
(2) add. de La Vanguardia
(3) mucho] modo Nuevo Glosario

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Última actualización: 29 de mayo de 2009