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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
NOBLEZA
(La Vanguardia, 26-XII-1944, p. 1; recogido en Novísimo Glosario, pp. 474-477)
PROVINCIA. — Es urgente la vindicación del término «Provincia», para que salga de la desconsideración en que le ha venido envolviendo, desde hace más de un siglo, el nacionalismo romántico, con su doble secuencia de absolutismo democrático y uniformista centralización. Aquel demérito respondía a la misma tendencia, hija de Babel —del Babel cuyo «eón» se opone constantemente al de Roma—, que hacía decir, en lo privado, al anárquico individualismo: «Vale más ser cabeza de ratón que cola de león»… Pero la fórmula de las almas auténticamente nobles es la contraria. Saben ellas que hasta la cola del león participa de la dignidad leonina; mientras que, en el ratón, sobre la misma cabeza, cae la infamia de la bajeza ratonil.
Nobleza igual fue la de los pueblos y gentes que de Roma, en tiempos, alcanzaban el honor de ser llamados «Provincia» y lo aprovecharon para participar en la superior vida romana. De aquellos entre los cuales nacía, con Trajano, un emperador; con Séneca, un filósofo romano; y hasta las puertas mismas de la Edad Media, con San Agustín, una figura definitivamente metropolitana en el Catolicismo. ¡Quisiera Dios que muchos pueblos sintiesen ya en la Europa moderna esta vocación de unidad, la vocación de ser Provincia de Europa! ¡Quisiera Dios que el número de los mismos creciese cada día!
Lo que a mí me importa es no ser excluido del Banquete o Simposio de la Cultura. El lugar en la mesa me importa menos. Tal vez, comiendo yo solo en otro comedor, fueran las tajadas mejores y yo me sintiera con más libertad. Pero no cambiaré nunca la primogenitura por un plato de lentejas. Y en las grandes horas unitarias de la historia, la condición de provincia tiene un valor de primogenitura.

EUROPA FELIX. ¡Dichosa Europa en el momento de Juan Luís Vives, de quien ahora traduce Lorenzo Riber los tratados políticos! ¡Dichosa en aquel momento en que, de Rotterdam a Valencia, de Oxford a Venecia, circulaban, como una sangre, aquellas epístolas que entre sí cruzaban los hombres ilustres; epístolas que adornaron fórmulas de la elegancia propia de los tiempos; una elegancia que había cesado ya de ser una franqueza, pero que no se había aún tornado en mentira!
A lo largo de una amistad que únicamente pudo romper la muerte de Erasmo, y que, diga lo que quiera Lange, el historiador del materialismo, y que puso en moda los estudios sobre Vives, no conoció eclipse ni intervalo, las epístolas de Vives a Erasmo prodigan a éste los títulos más dulces de la ternura y del reconocimiento: «dominus, proeceptor, pater», señor, preceptor, padre. Erasmo, por su parte, escribe, hablando de Vives a tercera persona —y por cierto otro gran amigo—, Tomás Moro: «Conozco apenas, en nuestro siglo, quién le pueda ser comparado».
El español, cuando su gran predecesor le consagraba en tales términos, no tenía más que veintiséis años. El otro escribe también de él: «Est unus de numero eorum quinomen Erasmi sint obscuraturi» —«Es uno de aquellos que van a oscurecer el nombre de Erasmo…»— Me atrevería a preguntar a mis jóvenes amigos de los Brabantes como de las Castillas, de cuál de sus maestros esperarían, en el tiempo que corre, ser tratados así.

EN LATÍN.— Adviértase que todo esto iba escrito en latín. Un lugar común de fuente romántica querría hoy que el empleo de una lengua sabia fuese menos propicio a las expansiones del corazón que el de una lengua vernácula… ¿Por qué? Sí, verdaderamente, hay que preguntarlo: ¿por qué? ¿Tan difícil es de concebir el estado de espíritu de un cierto número de hombres de estudio, entre los cuales las formas tradicionales y nobles de la expresión se vinieran naturalmente a los labios, en tanto que deberían hacer un esfuerzo y, como se dice, «una comedia», para hablar el lenguaje de los palafreneros? La afectación no viene siempre del mismo lado. El cínico puede emplear —el viejo apólogo nos lo dice— una especie de fasto para pisar las alfombras con su pie sucio. Y tanto como en las humanidades, puede haber pedantismo en el folklore.
En todo caso, yo creo fuertementeque Erasmo y Vives eran más sinceros, más verdaderamente fieles a la ley y al impulso de su alma, en el momento de emplear el latín en su comercio amistoso, que recurriendo a un vernáculo cualquiera, a algún «platt Deutsch» o a algún «vulgar llemosi», para las necesidades del otro comercio, aquel que, entre ellos, ni siquiera hubieran nombrado directamente, sino por instrumento de alguna perífrasis tortuosa, en que se tratase de Mercurio.
Es necesario habituarse a la idea de que el Renacimiento, como cualquier otro gran acontecimiento en la Historia de la Cultura —la Revolución inclusive—, fue un fenómeno aristocrático. Se ha dicho frecuentemente que el Renacimiento había permitido a las individualidades geniales dar todo su fruto. Si, como se quiera; pero a condición de no olvidar que eran estas individualidades geniales las que justamente hacían la época. Y que lo que llamarnos el Renacimiento, era en Europa un asunto en que se interesaban quinientas personas. Éstas eran nobles, eran libres y se expansionaban en latín. He aquí todo.

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Última actualización: 27 de agosto de 2009