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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
GLOSAS EPILOGALES A LAS FALLAS DE VALENCIA
(La Vanguardia, 25-III-1944, p. 3; recogido en Novísimo Glosario, pp. 70-73)
EL FUEGO NUEVO.—«…Y aun, veinticuatro horas más tarde, aguarda otra fiesta mayor para toda la huerta: las estrellas, que ayer temblaban atemorizadas sobre las carcasas(1), verán llegar esta misma noche las banderolas verdes de la primavera valenciana, a la que tan bien cuadra el rango de ser la primera de España». Tal asegura, metafórica pero formalmente, la Hoja del Lunes, de Valencia, el último 20 de marzo. Y yo, ante las categóricas precisiones de este vaticinio, no he podido menos de alojar mi Sorpresa en vecindad de la confesión oída a un hijo de la ciudad, hombre entre dos edades y amigo mío, de que, en sus tiempos de estudiante, cuando, al día siguiente de San José, veía por las calles, entonces menos prontamente aseadas que hoy, los escombros y rastros del incendio de la falla, venía por modo automático a punzarle la conciencia una avispa de inquietud, nuncio, con serlo del renuevo primaveral, de una inminencia de exámenes.
Quiere decir que algo liga, muy(2) por lo hondo, a la llegada de la primavera, los ritos del fuego. Se anticipa a veces su ocasión, como en los cirios de la Candelaria. O se retarda, tal vez, un poco, así en la liturgia del Fuego Nuevo, cuando el Sábado de Gloria. O espera hasta la Pentecostés, evocadora de un descenso de las lenguas del Espíritu Santo a la cabeza de los Apóstoles. O hasta San Juan, alumbrador de hogueras. Pero desde que el frío cede —o debiera ceder si temples supieran de liturgias— hasta que el estío se instala, toda la primera estación venial aparece, en las protoimágenes de nuestra subconsciente perennidad, surcada por múltiples llamas. Unas de estas llamas se votan a la Purificación. Otras, a la Orgía. No importa. La purificación puede ser buscada en la orgía también. Una tendencia fundamental humana —que tiene su versión delirante en mil impíos endemoniados, desde Prisciliano hasta Rasputín, pasando por el «¡Peca fuerte!» de Lutero y por la «sensibilidad» de Rousseau; pero que igualmente puede encontrarse en los más sublimes simbolismos del culto o en las más normales prácticas del folklore— se ha aplicado siempre a decorar con arduas enseñas de condenación las puertas del paraíso de inocencia, donde mana la fuente de la vida.
El antiguo iranio, en su altiplanicie helada, enciende un altar. Porque la primavera ha empezado a cantar en las aguas por donde se escurren las nieves, el, para apresurar su reino, ha echado a la leña la tarta de Soma, «Soma», la palabra con que se designa, a la vez, 1a carne, el pan, el fuego, la llama, la fuerza de la fecundación, el principio del bien. Y que también sirve de adjetivo: «Soma», el brillante, el puro. Y canta el himno de Soma: «¡Oh, fuego nuevo! ¡Consume las malas obras, las obras muertas de Arimán!»…. Y ahora, saltemos tierras y siglos. He aquí a un monje benedictino puntual. Acaba de arrancar del pedernal una centella, porque mañana es Pascua. Aquí se enciende una tea y, en la tea, un cirio. Y, en él, otro, y otro, y otro… Es el «Fuego nuevo». ¿Por qué nuevo? ¿Por qué no un fuego como el de Prometeo, que él prendió una vez y que por tradición se transmite? ¡Ah, por la Misma razón formal según la cual convino que la estirpe hereditaria del tronco de David fuese atajada por el Espíritu Santo! Porque si en el mundo éste individual del humano producir «todo lo que no es tradición es plagio», en el otro, en aquel que se nos alcanza por epifanía, conviene que se inserte, venida de lo alto, la fuerza sin preparativo de la pasmosa novedad. Y de ahí el pan ácimo, el pan sin levadura, que no es hijo de otro, que no le sucede, antes acontece con un poder de fuera recibido. Y de ahí el «Fuego Nuevo», que ha venido con la primavera y(3) como la primavera
«Nadie sabe cómo ha sido».
Y de ahí la revolución, que también puede cumplir la misión de limpiar de elementos hereditarios muertos, de «trastos»,.. Sí, también parece que entre en el plan divino un poco de revolución.
El viejo carpintero de Valencia, al acercarse San José, barría y limpiaba su tienda de maderamen inútil —entonces había madera inútil, de listones, de virutas, de serrín sobrero, de estorbos residuales, y con ello encendía una hoguera, que ardía alegremente, veinticuatro horas antes, según la Hoja del Lunes, de que entrase la primavera. Dicen que se encuentra aquí el origen anecdótico de las Fallas—. «Fém foc nou, fém foc nou!», decía aquél entonces. El fuego de la calle purificaba su tienda. También purificaba su corazón. Con el Fuego Nuevo había nacido el hombre nuevo. Y el mundo, a su alrededor, parecía, un instante, no contener trasto ni levadura. Y estalla revolucionariamente en una gozosa epifanía vegetal.

(1) carcasas] cenizas Nuevo Glosario
(2) muy] om. Nuevo Glosario
(3) y] om. Nuevo Glosario

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Última actualización: 22 de julio de 2009