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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
HISTORIAS NATURALES

(La Vanguardia, 9-VI-1943, p. 1; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp.1.003-1.007)

I.- GOLONDRINAS.— Han vuelto a abundar bajo nuestros cielos las golondrinas a todo lo largo de la presente primavera. Me refiero principalmente a Madrid. Pero lo mismo se me ha figurado acontecer en otros lugares recientemente visitados: en Barcelona, en Alicante, en Caravaca. Me han mostrado en Elche cómo una vivacísima pareja aprovechaba de nuevo cierto nido, desierto desde 1936. ¿Son los ocupantes de hoy los mismos de antes? ¿Son sus hijos, tal vez ilicitanos de nación? ¿Son unos advenedizos, sin más título al hospicio que el azar?… Cuando ya el nido rebose crianza, el jefe de la tierna familia podrá decir, ante cualquier eventual pretensión forastera o reclamación recuperadora: «Estos son mis poderes».
Un naturalista respondiera acaso, total o parcialmente, a las anteriores preguntas. Otro tal hubo de explicarme un día el porqué, en los penúltimos años, parecía ir reduciéndose, había disminuido mucho ya, la pululación estacional de tan simpáticas turistas. Yo le había consultado. «¿No advierte usted —le dije—, que cada año vienen en menor(1) número?… Se trata, por ventura, de una ilusión mía. Creo recordar que en mis tiempos de estudiante, a cada abril y mayo, al tenerse abiertos por el calor los balcones, ocurría que la inquietud de la luz, al caer de la tarde, por culpa de los vuelos profusos y el escándalo de la gárrula algarabía, llegasen a no dejarme trabajar». El bien informado naturalista me contestó: «Su observación es justa». Y la disminución se explica, en buena parte, al menos, por la fundación, florecimiento y ensanche de importantes centros urbanos franceses y españoles en el Norte de África. La golondrina tiene aficiones de veraneante ciudadano. No le atrae la rusticación, sino la habitación. Como en ciertos humanos, que yo me sé muy bien, si lo trashumante es el destino, lo sedentario fuera en ellos el gusto.
Antes, partida de su domicilio invernal hacia los climas templados, apenas si tropezaba la golondrina, en su migratorio trayecto hacía Europa, con torre, campanario, azotea ni balcón. Hoy lo halla y allá se queda. Las bandadas van dejando a todo lo largo del camino enflaquecido su contingente. Es probable que tampoco nos llegasen tantas aves de éstas, en tiempos de San Agustín. Las destrucciones guerreras del Islam debieron de suprimir bastantes estaciones intermedias, un poco a la manera como se han ido últimamente suprimiendo algunas, en las líneas del Metro de París. La colonización moderna las ha ido restableciendo y multiplicando. Culpemos a Liautey, culpemos a ciertas beneficiosas eficacias de la dictadura de don Miguel Primo de Rivera, si nuestros primaverales crepúsculos resultan hoy menos animados.
Esto, digo, me era contestado ayer. De ser válida semejante explicación, nos serviría ahora para explicar la recientísima abundancia. Sobre animal ciudadano, es la golondrina animal pacífico. En parajes donde ayer se acomodaba, hogaño retumba el cañón. Cuando una Pascua precoz en la temperatura, cuando una Ascensión tardía en el calendario, han abierto ahora sus balcones, el escritor, como en sus días de estudiante, ha podido ser estorbado por sombras movedizas sobre el papel o por chillidos demasiado alegres —y, sin embargo, ¡cuán sutil infiltración melancólica en esta alegría!— por unos cruzados, interminables chillidos.

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II.- MARIPOSAS. — De este modo, la Cultura entra en juego con la natura, la modifica y transforma, la somete a determinada estilización, ajena al que llamaríamos su designio inicial. Es algo de que raramente nos damos cuenta; y, menos que nadie, tanto naturista, panteísta, instintivista y primitivista, como andan por ahí barajando, más o menos líricamente, ideologías y literaturas. Aquel de los tales que se encuentra a gusto en un bosque, figurándose con ello estar en opuesto polo al de la civilización y de sus trabas y al de los artificios, que es costumbre oponer a la mal llamada libre espontaneidad, no se percata, por lo común, de que ese bosque tiene, por lo menos, senderos y caminos; o, aunque no los tenga, resulta de avanzar menos enrevesado de lo que sería, por culpa de una vegetación hostil, <si> ni mano ni pie de hombre, en estilos de marcha, de cacería o de trabajo, las hubieran hollado. Entre selvas vírgenes inclusive, caben aún matices más variados en la virtud que entre muchachas de los Estados Unidos. A orillas del mar bravío, se ven con las rocas grandes piedras, donde olas, tiempo y musgo no han alcanzado a borrar los restos de una talla humana. El régimen denubes, lluvias y granizo puede ser modificado por los ingenieros agrónomos. La forma de nuestros cuerpos desnudos depende, hasta por transmisiones hereditarias, de que los varones hayan cumplido o no faenas de esclavo; de que las mujeres hayan llevado o no llevado corsé. Y el escándalo teórico suscitado hace algún tiempo, cuando el alemán Sigerist o yo mismo lanzamos la especie de que las enfermedades podían tener «su estilo», como las obras artísticas —y de que tal entre aquellas correspondía al del Renacimiento, mientras que otras, como la tuberculosis, eran por definición románticas o se enlazaban, como el cáncer, con la Neue Sachlichkeit—, ha debido cesar, ante las confirmaciones decisivas de la Historia.
¿El estilo de la tuberculosis, dentro de la patología, ha sido el mismo que el de las mariposas, enHistoria Natural?… Me gustaría que algún erudito filólogo, atento a las finuras de lo literario, como Antonio Tovar o como Alvaro d'Ors, averiguara, para mi instrucción sobre el tema, cuándo y en qué formas comparece y se multiplica en el habitual repertorio figurativo de los poetas el prestigioso insecto. Lo de llamarle al alma psiquis me turba un poco; pero, al primer recordar y en bloque, no me parece que, entre los clásicos, haya gozado la mariposa del favor que la rosa, la paloma o la abeja. Mariposeros a ultranza han sido, al revés, los románticos. Nadie dejará de apreciar entre romanticismo y mariposeo un vínculo figurativo y conceptual bastante seguro.
Pues bien: parece que en lo histórico esta correspondencia se reproduce. Como con las golondrinas, pero aquí sin reacción de última hora, un fenómeno de disminución puede apreciarse en la realidad, más visible a cada primavera que nace. También en eso se evocará memoria de las horas estudiantiles. El menor rincón de jardín, el de más pobre floración, recibían entonces, de sol a sol, innúmeras visitas de gala polícroma, si ligera, brillante. Y las mismas ventanas de nuestras celdas… ¿Cuántas se han posado al borde de tus libros de texto, estudiante de 1943?
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III.- PECES. — Aquí, la mutación por la cual las historias naturales pasan a ser también «historia» a secas, resulta espantosa. La fauna ictiológica prospera terriblemente, en estos atroces años de guerra marítima. El incremento en la pululación de los peces, por la suspensión de tantas castigadoras pesquerías, su crecimiento individual por la antropofagia, empiezan a ser conocidos. A cada momento se habla de la proximidad a costas o de la caza de algún ejemplar monstruoso.
Imaginamos la posibilidad de un epílogo apocalíptico. La fauna del mar entrando en combate algún día con la fauna de la tierra, que desde los albores de la civilización, la navegación y la pesca lanzaron al mar. El ejército de los tiburones pudiéndole al fin al ejército de los marineros…

(1) menor] mayor Nuevo Glosario

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Última actualización: 19 de enero de 2009