volver
Eugenio d'Ors
presentación | vida | obra | pseudónimos | retratos y caricaturas | galeria fotográfica |dibujos |entrevistas| enlaces       
SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
BELLO Y RUBÉN, ACADÉMICOS DE LA ESPAÑOLA

(La Vanguardia, 3-VI-1943, p. 3; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.000-1.003)

A los medios académicos españoles ha traído cierta decepción la noticia de constituirse en Uruguay una «Academia Nacional de la Lengua», con abandono del sistema de filiales o «Academias Correspondientes», vigente en derecho para las otras Españas de Ultramar, con la única excepción, hasta ahora, de la Argentina… Digamos, desde luego, que tal instauración corresponde a un espíritu anacrónico. ¡A buena hora intentar localizaciones nacionales de la cultura, cuando hoy anda el mundo entre sangrientos conflictos por las localizaciones nacionales de la soberanía! Pero también es anacrónico el sistema con semejante instauración abandonado. En la pugna inacabable entre las fuerzas de dispersión operantes en la Historia, y cuyo símbolo es Babel, y las fuerzas de unidad, cuyo símbolo es Roma, las primeras han tenido hasta hace poco un turno de favor. Mil síntomas nos advierten ya de que la mano pasó a las segundas.
Hay, pues, que imaginar por nuestra parte otra cosa, más acordada con el nuevo sentido y con la nueva aspiración de unidad. Y me parece oportuna sugestión, ante la necesidad de renovación de los métodos, insistir en uno de los temas ya antiguos dentro de mi porfiar sobre las soluciones culturales que interesan primordialmente a España. Más de una vez, más de cien, en efecto, he aludido al ideal a cuyo tenor el saber lingüístico de un Andrés Bello o la prodigiosa vena verbal de un Rubén Darío o de un Leopoldo Lugones, hubieran debido en su día conducirles a sentarse —por derecho propio y a título de numerarios, se entiende, sin regateos ni cicaterías— en la Real Academia Española. Salvando así el mal efecto que, en países de entidad política independiente, ha de producir el ver sometidos a situación de aspecto secundario a los más egregios valores de su literatura.
Aun dentro de los casos donde no cabe que intervengan las pretensiones, más o menos disparatadas, a proveer de un(1) color especial el habla de cada uno de los países en cuestión; aun allí donde no se lucha con aluviones inmigratorios, pululación de «lunfardos» o trabajos de zapa de tercero; aun dentro de lenguas de la invariabilidad local del francés, pensemos en el precio a que paga la Academia francesa su excluir a figuras no exactamente nacidas dentro de los limites territoriales del Estado. Una «Academia Belga de Lengua francesa» invita y acoge, no sin aires de fronda, además de los escritores belgas de expresión francesa, a otros ilustrados en el cultivo de la misma; tal la rumana condesa de Noailles, el italiano Gabriele d'Annunzio o el portugués Eugenio de Castro. Hasta al autor de(2) las presentes líneas quiso un día llevar allí el buen Jules Destrée, su presidente; pero se(3) dejó pasar antes, como era debido, a Colette, la cual tampoco podía entrar en la Academia francesa, no por razón de territorialidad, sino de sexo.
Saludemos, en cambio, nosotros una perspectiva académica, fiel a las plenitudes de la Hispanidad, en que, por modo parecido al que se dijo de los soldados de Napoleón, todo mozo poeta, sea nacido en Valladolid o en Bilbao, séalo en Lima o, si me apuran, en Río de Janeiro; viva en la calle de Felipe IV o en Tenerife, lleve en su mochila la medalla de académico de la Real Academia Española. Y en que filólogos y críticos, aun antes de recibir el(4) titulo, sean llamados a colaboración en las publicaciones periódicas, que un instituto de esa índole no puede menos de editar, y en las Comisiones donde se trate de enlazar los comunes intereses literarios. De no hacerse así, nada tiene de extraño que mil querencias engañosas, ya instintivas, ya materia de solapado y extraño fomento, conduzcan a los varios espejismos nacionalistas. Siempre la primera intención(5) del que no es invitado al simposio es y será formar rancho aparte.
¡En cuantos casos la política del lamento puede ser ventajosamente reemplazada por la política del estímulo!… Vecina a la Academia Española está la de Bellas Artes de San Fernando. Negocio aun más frecuentemente traído a esta última que el de las Academias americanas a la otra, era el tristísimo de los desaguisados que, en materia de arte, de estética civil, de abandono y profanación para nuestros tesoros históricos, de negligencia en el cumplimiento de los deberes espirituales, cuando no de rebeldías hacia los mismos, cometen nuestras tantas veces desorientadas corporaciones públicas. Un día, hartos ya de lloros y protestas sobre hórridos casos, en su mayor parte sin remedio, nos dijimos que tal vez se hallara mejor medicina a tanta cuita, si, en vez de condenar, probásemos a(6) estimular. Un solemnísimo galardón, el premio de una medalla de oro, fue instaurado, ofrecido anualmente al Ayuntamiento, a la Diputación, a otra entidad cuya conducta respecto del arte se hubiese destacado. La recompensa acaba ahora de atribuirse, por primera vez, entre seis o siete concursantes, a la Diputación de Pontevedra, cuya labor en este capítulo resulta realmente extraordinaria. Atribución que, unánime en su justicia, ha permitido advertir, de todos modos, que aquélla, en este mérito, era suma, pero no sola. Y que, a su lado, otras corporaciones, el Ayuntamiento de Tarragona o el de Granada, por ejemplo, no hacían mal papel.
Y tal vez quepa incluir ya en el haber de la iniciativa estimulante un éxito alcanzado en Valencia, al salvarse por su Municipio, del destino desdichado que iba a darle un colegio particular de segunda enseñanza, las femeninamente deliciosas fábrica y fachada rococó del Palacio del Marqués de Dos Aguas. Belleza de la cual, por fin, andan ya tan orgullosos todos los valencianos como lo estarían todos los americanos de la que glorifica a la Lengua española, el día en que se otorgara feliz estímulo al cultivo de su perfección.


(1) un] om. La Vanguardia
(2) al autor de] a quien escribe La Vanguardia
(3) se] él La Vanguardia
(4) el] tal La Vanguardia
(5)
intención] tentación La Vanguardia
(6) a] de La Vanguardia

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 19 de enero de 2009