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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
LOS ENEMIGOS DE LA BELLEZA

(La Vanguardia, 28-XII-1943, p. 9); recogido, con el título «'Ethice, riparógrafo y grilo' o los enemigos de la belleza», en E. d'Ors, Mis Salones, 1ª ed., 1945, pp. 195-201 [reproducido parcialmente en 2ª ed., 1967, pp. 99-102].

¡Qué bien los clava el Catecismo a los enemigos del alma! Son tres: Mundo, Demonio y Carne. Esto ya no se le despinta a uno. Y cuanto más tiempo transcurre, más perfecta, más exhaustiva inclusive, le parece la enumeración.
También admiramos otra enumeración parecida, en el gran místico llamado por la tradición germánica maestro Eckhart. El cual decía haber tres cosas que nos impiden oír la Palabra Divina. La primera es nuestro cuerpo. La segunda, la pluralidad. La tercera, el tiempo.
A su escuela, decíamos un día nosotros que tres cosas adulteran y corrompen el sentido de la verdadera Tradición. En primer lugar, la apariencia anecdótica de los acontecimientos; por esto los eruditos son tan malos historiadores. Luego, el prejuicio de localidad, que nos finge una simple adición de historias particulares allí donde lo verdadero sería la Historia Universal, en su orgánica síntesis. Y, en fin, la ilusión de lo cronológico, que nos lleva a creer, valga el caso, que el siglo XV se acabó al empezar el siglo XVI. Y que, embriagados de mudanza, nos vuelve ciegos y cerrados a la permanencia. En cifra, que los enemigos de la Tradición se llaman: Erudición, Nacionalismo y Cronología.
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Pasemos hoy a otro campo de enemistad. A tres podemos reducir igualmente las contras con que tropieza, en las artes, la devoción a la belleza. Damos a aquellas tales los nombres simbólicos de Ethice, Riparógrafo y Grilo. Provéase a explicarlos.
«Aristide —se lee en los Comentarios de la Pintura, por el gentilhombre Felipe de Guevara—, Aristide, inventor de esas pinturas que los griegos llamaron Ethice, lo cual en nuestro castellano suena: pinturas que muestran las costumbres y afectos de los ánimos de los hombres»… A eso le decimos ahora «anécdota», y otros, con impropiedad, pero muy significativamente: «pintura literaria». La cual, toda junta, no vale un pito. Pero no vale mucho más el adjetivo aceptado como bueno, la que deberíamos así llamar «literatura literaria», aquella donde las intenciones morales o sociales se comen a la poesía. «Con los buenos sentimientos, se hacen las malas novelas», ha escrito André Gide. Con los malos sentimientos, añadimos nosotros, con los malos sentimientos tan sólo, no se hacen mejores.
Pues, ¿y la pintura hecha con malos sentimientos? Y la culpa es siempre de la «Ethice», enemiga de la belleza. La culpa viene de la adulteración introducida por un elemento bastardo, que desvía la obra del puro anhelo de perfección formal.
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Al segundo enemigo, al Riparógrafo, ya le conocemos, desde que trajimos a «Estilo y Cifra»(1) una referencia del Arte de la Pintura de Francisco Pacheco, aducida para estudio sobre la suerte del Bosco, por Xavier de Salas. Si el inventor de la Ethice fue en Grecia Aristide, el de la pintura riparográfica parece haber tenido por nombre Pireico.
«Pireico, según Pacheco, pintó cosas humildes, como barberías, tiendas, comidas y cosas semejantes». En lo moderno, han menudeado en esta sección las holandesas con cofia, sobre fondos con molinos de viento; los pescadores de Bretaña y los remeros vascos. Etnográfico repertorio, vernácula inspiración, información folklórica… Graves dolencias, tremendas crisis, pertinaces infecciones ha producido todo ello en el arte.
Riparógrafo, a fines del Ochocientos, ha actuado como insidiosa y tenaz bacteria. Cuando ya la endemia de Ethice andaba de capa caída y se estaba convaleciente del abceso de los cuadros de Historia y de la purulenta secreción de moralina, hete aquí a una epidemia de Riparógrafo estallando y pronto difusamente contagiada, sin posible muro de lazareto. Llegóse a fundar sobre Riparógrafo todo un sistema de crítica. Se trataba de averiguar, en cada caso, si el pintor gallego era bien gallego o el escultor mallorquín, más o menos catalán. Al artista que resultaba suspenso en asignatura de Riparografía, se le daba un palo y a otra cosa.
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Riparógrafo era una bacteria; Grilo es un monstruo. Del Grilo, enemigo público núme­ro 3 de la belleza; del Grilo, azote de las más prometedoras vanguardias, mucho habría que hablar. En el prurito de extravagancia, han naufragado mil aventuradas expediciones de la originalidad estética; salidas —cierto que, por lo general, con poco lastre— bien de puertos de lo barroco, bien de los del romanticismo, bien de los de tantas y tantas escue­las como hemos visto, pululantes, aparecer después.
«Escuelas» se dice aquí por optimismo. Mejor les cuadrara, las más de las veces, título paradójico de «recetas». Porque, todo lo que no es tradición es plagio.
Plagiarios del monstruo Grilo vienen siendo infinitos artistas, prole de aquel Dionisio, de jocosa memoria y olvido más jocoso aún, de quien nuestro Pacheco, según texto de Plinio, cuenta cómo pintó a un «hombre notable», con «hábito ridículo»; que dio a las gentes, con no poco para reír, demasiado para comentar. Ahora que la buena pintura, el buen arte, cortan siempre las alas a los comentarios. Ni es maravilla que, al revés, donde impera Grilo, las discusiones degeneren en grillera.
Ni que venga en correr mucha tinta donde el color acumuló muchas capas. Ni, dicho de otro modo, que estén siempre heridos por los más hórridos fragores los oídos del ve­cindario de una Casa de Fieras.
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Celebremos que, en torno a la recentísima «Exposición de Arte Francés Contemporá­neo» en Madrid, la discusión se haya producido tan parvamente.
El primero y principal encomio que, acerca de las obras allí reunidas, conviene hacer, es que en las mismas no se advertía la presencia de la Ethice. Ni la del Riparógrafo. Ni —apenas, apenas— la del Grilo.

(1) E. d'Ors, «Si el Bosco fue hereje», La Vanguardia, 1-XII-1943, p. 5; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.087-1.091.

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Última actualización: 9 de marzo de 2009