volver
Eugenio d'Ors
presentación | vida | obra | pseudónimos | retratos y caricaturas | galeria fotográfica |dibujos |entrevistas| enlaces       
SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
NOVELISTAS Y EDITORES

(La Vanguardia, 29-IX-1943, p. 5; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.065-1.068)

Mi desvío personal hacia la «novela-novela», paladinamente confesado en nota anterior, no estorba a un imparcial reconocer que, en el gusto público, el favor que se le consagra ha recrudecido en nuestro días… Mientras que en las exposiciones de arte la anécdota apenas si asoma y los «¡Pobre huérfana!» y los «¿Será difteria?», al hacer alguna aparición rezagada, provocan una rechifla casi general, en los escaparates de los libreros, los libros a esto correspondientes, es decir, las narraciones puramente anecdóticas de casos particulares, sin alcance ideal alguno, no sólo forman en batallones compactos, sino que se ufanan en prepotencias triunfantes. Y ya no digo en los quioscos, hormigueros de Rebecas atribuladas y avisperos de fríos detectives.
Intervienen, sin duda, en éxito y abundancia tales, causas diversas. Una de ellas, muy poderosa, el incremento del cinismo en las costumbres. Mientras años atrás, y a pesar de que tipos como Juan Jacobo Rousseau habían ya andado mucho camino, ningún André Gide se hubiera atrevido a insistir tanto en la confesión de su propia «fabricación de moneda falsa», ni, menos, ningún Jules Renard —el padre de Poil de Carotte lo hace en su Diario—, en la de ciertos personales accesos deenvidia, hoy abundan textos de calidad, y no destinados precisamente a la «Sección amarilla» de las bibliotecas, en donde el autor exhibe sin rebozo las taras mas depresivas. Pero a esta ausencia de pudor moral en los escritores, consuena en los lectores una ausencia de pudor estético. El gusto por la vulgaridad literaria ha existido siempre. Jamás como ahora se había llegado a alardear de él.
Es fama que el Duque de Rivas esperó la víspera de su muerte para llamar a los suyos cerca del lecho del dolor, y allí, con vozextinta, decirles, en solemne secreto, que «le cargaba el Dante». Darwin, sólo en las Memorias, escritas en la(1) ancianidad y cuando ya podía ofrecer, como compensación al saldo de su crédito intelectual, una obra científica gloriosa, se atrevió a hablar del momento, ya senil, de su vida, en que cesó de hallar placer en el repaso de Shakespeare y ordenó a su mujer que, en adelante, le leyese «libros de aventuras»… Pero hoy cada quisque se cree con derecho a declarar que, para él, nada como las historias policíacas; y de la maleta del viajante de yutes en el tren o del bolso de la niña bitonga en la playa, salen sin vergüenza las 2'25 pesetas de groseros bermellón, amarillo y añil de las cubiertas de cualquier «Novela para todos» o de cualquier «Aventuras y Crímenes», que luego, y sin apurar, serán abandonadas sobre el asiento o sobre la arena.
Y aquí aparece, era fatal, el editor. El editor, que sirve a las olas de la corriente popular y, a su vez, así que puede, las levanta. Nunca se dirá bastante cuánto hay de artificial en esas tendencias del gusto público; cuánto de industriosamente provocado por el fomento reclamístico. Si me dan mimbres y —apenas— tiempo; si se ponen a mi disposición los medios necesarios y, naturalmente, el primero(2), el que ya se llama «nervio de la guerra», yo me comprometo a hacer de los conciertos de música gregoriana un festejo tan popular como los toros. El caso es que en el asunto vengan a campear y complicarse muchos intereses. Entonces, el círculo vicioso nace y se desarrolla. Cada millar de ejemplares vendidos de la novela provoca la necesidad de dar al mercado unos millares más. El beneficio paga el anuncio y el anuncio(3) centuplica el beneficio. Incluso permite este juego partir del cero de la ficción.
El novelista argentino Hugo Wast editaba su producción él mismo. Alquiló en la calle Florida, de Buenos Aires, lo que llaman allí «una vidriera», es decir, un escaparate, y en medio de la vidriera colgó el autógrafo de un contrato, un contrato mirabolante, que él, bajo el nombre de una editorial imaginaria, se hacía a si mismo para un número astronómico de ejemplares y a razón de unos fabulosos honorarios por línea. La superchería era pueril. Pero de este juego de manos salió el éxito de Flor de Durazno y el de la traducción española de La Pimpinela escarlata, aquella Rebeca de hace un cuarto de siglo.
No salió, sin embargo, para el autor una prosperidad editorial durable. Y ésta es la falla del sistema, aquí como en los toros. Ya se dijo, bajo esta misma etiqueta de «Estilo y Cifra», cómo el triunfo de la novela no representa(4) el triunfo del novelista, ni siquiera en los casos en que el novelista procede por series. El fruto literario del señor Martínez(5) Zuviría, que éste es el nombre oculto tras del seudónimo(6) Hugo Wast, no debió de alcanzar, a pesar de su apoteosis de un instante, ni siquiera el nivel que lograra, con una propaganda infinitamente más oblicua y discreta, el profesor español Ortega y Gasset, que entonces viajaba por allí.
Me acuerdo de una frase, pronunciada un día por Caro Raggio, que era a la sazón el editor de su cuñado Pío Baroja y el de Azorín y el mío. Ello acontecía en tiempos en que la pornografía andaba suelta por ahí y en que, además, ciertos autores, ya de algún tono, entreveraban con finas dosis de ella una producción novelística, de carácter a la vez sentimental, y literario, y estilístico, y tal. Eran estos autores muy dados, disponiendo como disponían de los semanarios ilustrados de más difusión y de otros órganos de publicidad, a noticiar en ellos los éxitos que decían tener, sus grandes tiradas, los beneficios crematísticos que obtenían con ellas. Caro Raggio advirtió a nuestra eventual pelusa de que todo esto eran las cuentas del Gran Capitán. Sólo en tercer lugar pasaba, según él, la venta de aquellas híbridas novelas «Desengáñense ustedes —nos decía—. En primer lugar vienen, naturalmente, los cochinos. Y, después de los cochinos… ¡después de los cochinos, ya vienen ustedes!»

(1) la] su La Vanguardia
(2) el primero] en primer La Vanguardia
(3) el anuncio] om. Nuevo Glosario
(4) representa] representaba La Vanguardia
(5) Martínez] om. La Vanguardia
(6) seudónimo] apodo La Vanguardia

Diseño y mantenimiento de la página: Pía d'Ors
Última actualización: 5 de febrero de 2009