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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
MISTRAL

(La Vanguardia, 11-IX-1943, p. 5; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.053-1.056)

La costumbre se había implantado recientemente: databa de esta última estación de una paz, que ya sospechábamos precaria, pero que no sabíamos todavía entre paréntesis. Los peregrinos, al principiar septiembre, íbamos, venidos de los cuatro puntos cardinales, acercándonos a Aviñón. La cita era el 8, en un café, cerca del castillo de los Papas; un café bien oliente a café y a «pastisse». Para el día siguiente quedaban el «Mas du Juge» y el cementerio de Maillane. Pero ya desde Aviñon, y sin más espera, había empezado la pedrea de canciones. «Magalí» nos encantaba; nos halagaba la «Coupo Santo»; el «Relève-toi, Race Latine», la verdad, nos aburría un poco; pero todo era para la mayor gloria de Mistral.
Ya en 1930 se había celebrado el centenario del nacimiento del poeta. Entonces fue con gran pompa y con representaciones oficiales y mezclando la memoria de Mistral a(1) la de Virgilio, en una solemne conferencia(2) sorboniana, donde nos costó cierto esfuerzo, al futurista Marinetti y a mí, el compensar los efectos(3) de la gravedad erudita del profesor Carcopino y la casi luctuosa del académico Pierre de Nolhac. La verdadera compensación empezó el año siguiente. Ya las fiestas no fueron entonces de centenario, sino de aniversario. Ya nos reuníamos solamente, según escribía una hoja marsellesa hostil, «una treintena de personas y otros tantos(4) felibres». Vivíase en la intimidad, cantando día y noche. Se degustaba el «alioli», sin más inconveniente que el anejo a la dificultad de la conversación con Charles Maurrás, dirigida inmediatamente a su entrecejo. El cual Charles Maurrás iba a ser académico también; pero deliciosamente ha conservado toda su vida —y me dicen que por querer divino(5)—, maneras y gracias de estado a lo estudiante.
Bien pesado todo, quizá hubiese traído cuenta el renunciar a las facilidades y a los placeres de la intimidad, a cambio de subrayar en nuestro rito la trascendental significación del(6) homenaje consagrado —así el fuego perpetuo de una lámpara votiva— a la figura en quien los más(7) conscientes creíamos encontrar salvador asidero cuando las horas más intelectualmente peligrosas que haya conocido la Humanidad, y que no iban a tardar en serlo materialmente. Me ha ocurrido el evocar a propósito de la tumba de Fredéric Mistral en Maillane, tumba coronada, como es sabido, a la vez, por la Cruz y por la Estrella —la Estrella de los Magos, símbolo de la constante o «eón» histórico de la Sabiduría—, aquella otra tumba que allá, en Moscú, guarda la momia de Lenin, objeto de sempiterno culto por los fanáticos de su profecía. No es sólo que en tal evocación se opongan el gran poeta íntegramente tradicionalista y el gran propulsor de la destrucción revolucionaria. Es que, reveladoramente, nos aparece en aquélla la posibilidad, frente al mundo ideológico y político de lo proletario, de un mundo ideológico y político que podríamos llamar de lo paternal y patriarcal(8). Y acaso más entrañablemente aun: la Inteligencia, sal de nuestra Europa —el servicio de la cultura, en función de memoria y de claridad—, frente al asiático dinamismo, con todas sus místicas, rebeladas demoníacamente contra la razón. Y suscitadoras de aquellos monstruos, en exorcismo de los cuales nuestro Goya había puesto como leyenda al pie de un grabado: «¡Divina Razón, no dejes ninguno!».
¡Gran enseñanza, sobre muchedumbre de cosas, la de nuestra tesis de que las palabras del humano(9) de nuestro lenguaje, sobre tener una entidad material en la traza o en el sonido y una significación conceptual, susceptible de definición y revelada muchas veces por la etimología, tienen «un sentido», es decir, una carga imponderable de vitaminas históricas, no justiciables por el análisis, pero casi infalibles en la sugestión!… «Proletario», analíticamente, es el que tiene prole, el que tiene hijos. «Padre», igual. Una casi dramática contradicción, sin embargo, juega en el respectivo sentido inherente a tales términos. Inconscientemente adivina cualquiera que en «Padre» el acento carga en la figura de la primera generación, la del creador, la del autor, la del único; y que en «Proletario», al revés —¡sí, inclusive, algo resiste en nosotros a escribir la palabra con mayúscula!— lo que resalta(10) es la segunda y múltiple generación, la de los efectos, no todavía eficaces ni tal vez formados: el peso(11), no quien lo(12) sostiene. El Padre, por lo mismo que es «autor», tiene «autoridad»; la prole, porque menor, es irresponsable, y una fuerza fatal la empuja a lo díscolo. ¿No se percibe, por otra, parte, en el primer término, una dignidad, que se diría hacerle ya gravitar hacia lo civil, mientras que en el segundo, cierta naturalista calidad, que le avecina casi promiscuamente a lo zoológico?
Así, a la triste etapa de los siglos que viene empujando a todos —a los ricos como a los pobres, a los súbditos de un país como a los de otros; no nos hagamos ilusiones— hacia la universal proletarización, hemos querido algunos oponer un repertorio de ideas y de estilos, que probarán de salvar al mundo, mediante un recurso —general también— a la «paternalización», hacia la primacía de lo patriarcal. Y no estaría de más que, a la consigna a cuya voz se congregan los unos en(13) torno de la tumba del Profeta de la Hoz y el Martillo, respondieran los otros con otra consigna: la de comulgar, ritualmente asimismo, junto a la tumba del Mago de la Estrella. Y con el programa: «¡Padres del Mundo, uníos!», en réplica al «¡Proletarios del mundo, uníos!» de la destrucción revolucionaria.
Mientras llegaba la hora, y para que llegase, bien hablan(14) nuestras familiares y canoras asambleas de Maillane. Sólo que los terribles golpes de la realidad nos hacen dudar inclusive de si estas mismas podrán continuarse(15). Por de pronto, yo, este año, ya no he podido ir. Y he debido, como cuando los de la guerra en España, sustituir la presencia por un mensaje. En el cual confieso que una emoción nostálgica quiere privar el paso por mi garganta del vino que levanto en mi copa. Y consagro, como sea, al recuerdo y a la gloria de Mistral, de Maillane y de aquellas lecciones de belleza, dignidad y serenidad que han sabido verter sobre el mundo y, así lo espero, sobre mi propio espíritu.

(1) a] con La Vanguardia
(2) solemne conferencia] ceremonia La Vanguardia
(3) los efectos] el efecto La Vanguardia
(4) tantos] om. La Vanguardia
(5) por querer divino] gracias a Dios, conserva aún La Vanguardia
(6) del] de Nuevo Glosario
(7) quien los más] que los Nuevo Glosario
(8) y patriarcal] om. La Vanguardia
(9)
del humano] de nuestro La Vanguardia
(10) resalta] resulta Nuevo Glosario
(11) el peso] la carga La Vanguardia
(12) lo] la La Vanguardia
(13) en] om. Nuevo Glosario
(14) hablan] habían Nuevo Glosario
(15) continuarse] continuar La Vanguardia

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Última actualización: 3 de febrero de 2009