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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
«DE CÓMO EL VIZCONDE ESTABA VIVO»…

(La Vanguardia, 9-IV-1943, p. 3; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 980-983)

El famoso, el fecundísimo novelista de folletín dictaba a paso de carga a su secretario.
—«Parte quinta. Capítulo segundo… La puerta se abrió con estrépito y apareció un nuevo visitante. Era el vizconde de Beauregard»… ¿Ponemos: «se abrió», o bien: «abrióse?».
—¡Un instante! —se atrevió a interrumpir el amanuense (así eran entonces, y no dactilógrafos: se escribía a mano, todavía no a dedo)—. ¡Un instante! Me permitiré observar que al vizconde ya le hemos matado hacia el final de la tercera parte…
—¿Sí? ¡Qué contrariedad!… No importa. Titule usted este capítulo: «De cómo el vizconde de Beauregard, a quien el lector creía muerto, está vivo, y bien vivo».

* * *
Nunca la realidad histórica ha tenido corte más folletinesco que en los presentes calamitosos días. El «Fatum» nos va resultando un autor de folletín, de un folletín melodramático bastante pesado, confesémoslo; pero que no dejan de poblar las más sorprendentes truculencias. Uno de los trucos que emplea más frecuentemente, a favor, sobre todo, de las agitaciones de información y de la inseguridad de comunicaciones, es este de los muertos que luego resultan vivos.
Cien periódicos en naciones distintas —en Bélgica inclusive— dan cualquier día, por ejemplo, la nueva de que se ha extinguido en su Ostende la vida gloriosa del gran pintor James Ensor, castizo coloreador de raras diablerías flamencas, jovial octogenario de sempiterno macferlán. Y cátate a nuestro amigo y poeta Gerardo Diego publicando un artículo necrológico en un gran diario de Madrid. Y cátame a mí mismo remitiendo otro al de mi colaboración en Ginebra… Que luego hubo que detener por telégrafo, al averiguarse que el buen Ensor continuaba en vida y tan fresco, en el interior de su tiendecita playera, donde las sirenas deben de visitarlo periódicamente, llevando su maletín-muestrario de viajante.
Yo, sin embargo, tenía ya escarmiento, por haberme ocurrido poco antes cosa parecida con el joven poeta francés La-Tour du Pin. Al cual dijo LeFigaro fallecido en Alemania, donde estaba aquél prisionero. A tiempo, eso, de llegarme una carta de un editor barcelonés, pidiendo algunas páginas de minerva mía para su boletín bibliográfico. Yo admiraba —admiro— a La-Tour du Pin. Yo me alababa —alabo— de haberlo convertido a la devoción de los Ángeles… La elegía se me vino sola a la pluma. A los dos días se averiguaba su impía impropiedad. Aviso de suspensión urgente. Pero resultó entonces que quien se había muerto —éste, de veras— era cabalmente el editor. Y que ciertas cuestiones de sucesión muy complicadas impedían a la vez que el boletín saliera y que se le echase mano… Total, que a estas horas mi necrología sigue aún así, entre tierra y cielo, como los difuntos en el postrer acto del Tenorio. Con la diferencia de que se le puede aplicar a ella(1) un «pasad», pero no un «desvaneceos».

* * *
La inutilidad de los escarmientos ha dejado verse, más de una vez(2), con lo que acaba de pasarme, y aquí mismo, a propósito del geólogo monsieur Maurice Lugeon, dado por ido, según la información de una gaceta de su propio Lausana. No sé —¡se pierden tantos números!— si la Gaceta ha rectificado. Yo lo hago ahora, sobre la fe del otro sabio, cuyo nombre uní al de monsieur Lugeon, de don Agustín Marín. Gozosamente por el bien que esto significa para la Ciencia y para mi devota amistad.
Pero que no sea dicho de la ocasión que se perdió del todo. Retiradas las necrologías, nada nos impide, no en memoria de lo fenecido, sino en definición de lo eterno, consagrar al profesor Lugeon, al poeta La Tour du Pin, al pintor James Ensor, sendas recapituladoras lápidas, al estilo de las que dediqué un día a cada uno de los grandes colaboradores de los Reyes Católicos, donde se fije de cada uno la personal quintaesencia.
Para Maurice Lugeon:
ENTRE ESCLUSAS(3)
Y CATARATAS TONITRUANTES
FUE SU VIDA
CALLADO MANANTIAL.
Para Patrice de La Tour du Pin:
PRESO
EL COMBATIENTE
MAS LIBRE QUE NUNCA
EL POETA
Para James Ensor:
ASÍ LANGOSTA
DE SU OSTENDE
DIABÓLICAMENTE ERIZADO EL
CAPARAZÓN
ABRIGA
CARNE SABROSA
A esto(4), a la glorificación de una lápida, no podía llegar el otro resucitado, el folletinesco, el vizconde de Beauregard.

(1) ella] esa La Vanguardia.
(2) más de una vez] una vez más La Vanguardia.
(3) esclusas] presas La Vanguardia.
(4) A esto] … A esto no La Vanguardia.

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Última actualización: 9 de enero de 2009