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Eugenio d'Ors
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SERIES DE PRENSA DEL GLOSARIO
ESTILO Y CIFRA en La Vanguardia
Eugenio d'ORS, «Estilo y Cifra», La Vanguardia Española, Barcelona (24-III-1943—25-IX-1954)
«LA CULTURA DEL RENACIMIENTO EN ITALIA»

(La Vanguardia, 19-VI-1943, p. 7; recogido en Nuevo Glosario, vol. III, pp. 1.008-1.011)

Fue en ocasión del bimilenario de Virgilio cuando la Sorbona se acordó del santo de mi nombre para estrenarme en sus docencias. Yo había llegado por primera vez a París veinte años antes… Como algunos benévolos cofrades, al término de mí conferencia inicial, se acercaran en ánimo de felicitación, yo hube de decirles: «Menos merezco plácemes, ciertamente, que otro español, Raimundo Lulio, quien igualmente aquí vino, en sus días, según decir más o menos comprobado, y aquí enseñó. El debió de emplear en el viaje sus buenos dos o tres meses. Yo, desde Barcelona a aquí, catorce horas, Pero al día siguiente de llegar, a él ya le escuchaban en la montaña de Santa Genoveva. Y a mí me ha costado veinte años el que me escuchen».
¿Cuándo la celeridad y eficacia de las relaciones intelectuales, cuándo la vocación ecuménica de los espíritus han florecido mejor, en tiempo de las peregrinaciones a pie o a caballo, o en tiempo de los «raids» de expresos y de aviones? Las grandes catedrales góticas del centro de Europa han sido empezadas con diferencia tan corta entre las respectivas fechas, que se ha podido vacilar en atribuir al arte gótico un origen alemán o francés; esto sin contar con las hipótesis más modernas que le hacen escandinavo o sirio. Comparemos esta sincronización con lo ocurrido modernamente en la historia de la pintura impresionista. Las Exposiciones que en París lanzaron la escuela e impusieron su revolución, son anteriores al 1880. Medio siglo más tarde, los impresionistas de Munich se esforzaban todavía en vano por darla a conocer a su público.
Acordémonos también de lo acontecido cuando la publicación del Quijote. Una década distanció la aparición de la primera parte de la novela inmortal del momento de la segunda. Con impaciencia magnífica, no obstante, salieron en el intervalo hasta dos traducciones francesas distintas. Y se trataba de un libro largo en prosa difícil, lleno de escenarios y alusiones locales y destinado precisamente a contrariar el gusto del gran público de la época, estragado por los libros de caballería, como hoy lo estuviera por las novelas policíacas… A ver quién es en nuestros días el guapo que logra algo parecido con un libro español de aquellas condiciones.

* * *
Y a la recíproca. Ahora, por primera vez y sin que la haya precedido tampoco traducción alguna de otras obras de Jacobo Burckhardt, las prensas españolas acaban de darnos La culturadel Renacimiento en Italia. El libro original data de 1860. Burckhardt, que fue el único amigo con quien pudo contar Federico Nietzsche durante los años de su profesorado en Basilea, murió en 1897. Su nombre, en la misma Italia, que él tan apasionadamente había amado, que conocía entera en sus obras de arte y para cuyos viajes había dado, con un inapreciable «Cicerone», el arquetípico ejemplo de una obra donde las modestias de la utilidad práctica no empecían a los más altos vuelos del espíritu, tardó bastante en difundirse. Desde 1860 hasta hoy, sólo se ha publicado en Francia, a mi conocimiento, la traducción de una de las obras de Burckhardt, la misma que ahora ve entre nosotros la luz.
Me parece, por otra parte, que esta presente traducción española, debida a don José Antonio Rubio, es superior a la francesa. Más completa, desde luego. Enriquecida con la serie íntegra de las notas, donde el autor puso, tanto en las que incluía como en las que omitía, una discreción, un buen gusto extremadamente raros entre la gente erudita. Calcúlese hasta dónde hubiera podido llegar, tratándose del asunto de que se trataba, la prolijidad del último de nuestros opositores: las referencias de Burckhardt están(1) siempre llenas de substancia; aquí, como en no sé qué aceite famoso que se anunciaba para automóviles, «cada gota cuenta».
Poco después de las conferencias sorbonianas sobre Virgilio, otras de la misma minerva sobre «La Ciencia de la Cultura» fueron acogidas por la Universidad de Burdeos. Tuvieron un carácter bastante polémico; la Sociedad de Filosofía local prestaba a cada sesión al disertante los honores de una sabia y amplia discusión. El punto concerniente a la existencia autónoma de una «historia de la cultura», distinta de la historia política o de la historia en general, no era fácilmente aceptada por todo el mundo. Benedetto Croce la había negado, no sin cierta extraña furia. Con menos razón, pero con pasión todavía más enconada —hubo allí quien calificó, no sabemos por qué, nuestra tentativa de «clerical»—, la negativa se mantuvo por parte de los profesionales de la Historia en el claustro de Burdeos. Uno entre los mismos, positivista él, según declaración propia, hombre de fichero y de promiscuación colectivo-escolar(2), según todas las apariencias, hubo en un momento de lanzar, como un reto o como una pega, la siguiente solicitación: «Que me cite el disertante el ejemplo de un solo libro de historia que responda al ideal de los métodos por él preconizados»… La respuesta sobrevino al instante, sin vacilar: «Lacultura del Renacimienio en Italia, de Jacobo Burckhardt», repliqué.
Un embarazado silencio siguió a esta proclamación. Entre 1860 y 1932 la gran obra de Burckhardt todavía no había podido hacer el viaje entre las orillas del Rin y las del Garona.
* * *
Aquí, a las del Manzanares, el libro aparece dentro de una colección que ostenta el titulo genérico «Poesía y verdad», tan goethiano por la letra como por el espíritu. Y, ciertamente, ninguna inclusión mejor hubiera podido hacerse bajo el signo del doble lema. A condición de que éste no sea entendido como una alternativa, sino como un pleonasmo.
A veces lo de «Dichtung und Wahrheit» es traducido como «Ficción y realidad». Con lo cual no estamos conformes. Nunca ha podido legítimamente confundirse la «poesía» con la «ficción» —ni, por otra parte, la «verdad» con la «realidad»—. Dígalo si no todo el proceso sobre el asunto de las que se han llamado «biografías noveladas». En el cual precisamente he consumido un turno para demostrar —creo que prácticamente— cómo la «poesía» de una existencia humana ilustre nada tiene que ver con la «novela» con que la ficción pueda ornar su relato.
Concluyo. ¡Cuánto me gustaría que en la misma colección y con la misma enseña se publicara otro libro, también de ello merecedor, el escrito sobre Richelieu por otro Burckhardt, sobrino del anterior y además gran amigo de España y de Europa!… Parece que el Richelieu de Karl Burckhardt no ha podido traducirse al francés. Ignoro si por causas políticas o por aquellas que hubieran diferido mucho, posiblemente, de no mediar el truchimán de Virgilio, una llegada a la Sorbona, o de no mediar mi truchimán, otra llegada a la Facultad de Letras de Burdeos.

(1) están] son La Vanguardia
(2)
colectivo-escolar] colectiva escolar Nuevo Glosario

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Última actualización: 19 de enero de 2009