Eugenio d'Ors
GLOSARIO INÉDITO 
LA HIGIENE EN QUINIENTAS PALABRAS
(Destino, año V, núm. 206, 28-VI-1941, p. 3)
 

En la parte de mi Epos de los Destinos consagrada a El vivir de Goya, he subrayado la inspiración plebeya del imperativo que nos mueve a esforzarnos en el servicio provechoso de los demás, cuando estamos en la situación a que alude aquel dicho vulgar por donde se afirma de alguien que «con la cara ya paga»… Muy típicamente aristocrático, al revés, lo de considerar la sola y propia presencia como un valor y hasta como un favor. Viajando Goya con los Duques de Alba y como, en noche fría y lóbrego camino, un caballo hubiese perdido una herradura, se creyó obligado, por haber dicho que sabía hacerlo, a fraguar otra, con aquellas misma manos que tan gloriosa ocupación tenían en más suaves menesteres de arte; de lo cual, con el frío y el calor, le vino el quedar sordo. Por donde se ve que más le valiera haber hecho en la coyuntura lo que, más tarde, en su día, hizo el aristocrático Rubén Darío; el cual, como en un viaje de propaganda editorial, a gran rumbo de dietas y secretarios, visitara una institución barcelonesa, en el momento en que el presidente de la misma le alargó en ofrenda el folletito de un su discurso inaugural, murmuró, sin mover mano ni dedo y como si se tratara de algo de grave peso o embarazo: «Esto, al secretario».

El ejemplo de Goya, a pesar de haberle desentrañado el sentido, no acaba nunca de aleccionarme a mí, sin embargo. En otra parte, recordando una especie de silencioso pacto, por mí asumido, en una ocasión de niñez, con una oscura operaria de fábrica, he explicado el por qué. No se cansa, pues, esa vertiente plebeya de mi vocación, de acumular labores de modesto carácter utilitario. Tentado estoy, día por día, a hacer lo que el filósofo Berkeley, el cual, para sentar su teoría del idealismo absoluto, empleó un tratadillo donde, a la vez, recomendaba las virtudes higiénicas y terapéuticas del agua de alquitrán. Y no me empacha, prosiguiendo el camino que ha dado ya sinopsis de quinientas palabras a la Historia Universal y a la Metafísica, intentar lo mismo con los principios capitales de tan práctico y terrenal saber como la Higiene. Hela aquí, estrechamente acostada en mi lecho de Procusto.

§1. «Morir habemus»
.- Objeto de la Higiene es el logro de una muerte violenta. Inevitable el término, tráigalo siquiera azar, no razón suficiente. Ahórrense, en tanto, limitaciones, molestias, dolor.

§2. «Oportet haereses esse».- Sin excluirlos. Bienvenido, analgésico en cirugía; malvenido, a parto. Bienhaya, estupefaciente, cuando crisis; no, para el uso. Como herejes, según San Pablo, conviene que dolores haya. Cuanto a molestias, agenciárselas a placer llámase «hacer ejercicio»; agencia bienquista de la Higiene. Las limitaciones, asimismo en disciplina inteligente de sobriedad.

§3. «Lux, dux».- — Ante el dolor, sufrida; — de molestias, lúdica apetente; — sobre límites, vigil; — gobiérnete la Inteligencia. Gran sanidad, ser inteligente. Y, a poder, Ángel. Aun al «Pegé» retardan saberes el desenlace fatal; a todos, pensamientos acrecen calendas. Supremamente importa, entendidos aquellos males, dominarlos, ceñirlos, impedir que destiñan preocupación sobre el vivir. Exorcícelos, trazado entorno, mágico círculo de luz.

§4. «Voe soli».- Luz y aire pudieron al pez de Tobías; inmerso, asustó; pero extraído por las agallas, se le cobró el hígado. Esto gracias al Ángel compañero. Fuente es soledad de insania: ¡guay del solo! Dispersión también: ¡guay del disipado! Ángel te quiero, o sea, persona; individuo que asume especie. Asume, déjate asumir. Ama, sé padre, manda, sirve… Trabaja. El jubilado enferma.

§5. «Creator spiritus».- Trabajo, creación continua. Debe el espíritu, en su ascensión del mineral al Ángel, dilapidar en el camino, ahorrar únicamente en las posadas. Ponga cada paréntesis orden en la conducta, sin esclavizarla a sistema: menos aún a regímenes meticulosos y embarazantes. Vigilar, por ejemplo, el túnel de los interiores de la nariz. Antiguas hipótesis asentaron el alma en la glándula pineal; así multiplicó el pulido Setecientos catarsis de rapé. Vicio fue el abuso; pero la razón válida.

§6. «In corpore sano».- Ayude a cabeza despejada cadencioso y cumplido aliento, concienzudo mascar, ameno departir, post-prandiel reposo. Diviértete tras cena. Siestas, meriendas, ¿para qué? Dormir, esto sí, lo suyo. No lo ajeno que pega sábanas. Despéguelas baño jornalero: sin que el agua mate bacterias, las aturde; cuécelas vivas luego el hígado, como langosta en caldera. Combustible, cáptase a fuerza de trayectos en el tren de San Francisco.

§7. «Lucidus ordo».- El orden aconseja no catar nada que, instintivamente, repugne; no apechugar con nadie que no ilusione. Pero el sistema llevará a extremos tan detestables de ascetismo. Detestable igualmente el llamado naturismo, afectación pánica. Y, por ende, barroca. Quede el comercio con los agentes naturales entre paréntesis, en guisa de carnaval o vacaciones.

§8. «Ne quid nimis».- Suelen vegetarianos trompetear su adopción de régimen, nunca su abandono. Glorifícase José a cada capa caída. Propenden rigores a vanidades. Sociales o antisociales, que hay de todo. Si orgía viene de bravata, bulimia, de cerrazón: las grandes glotonerías son mudas. No alargues brazo más que manga ni sea tu corazón más joven que tú. Ni la cara, señora mía. Envejecer armoniosamente.

§9. «In cauda».- Venenos, a la cola. Llegada ésta, llámese a doctores. Corta atención exigirles, pero cabal. No acabó todo con lengua y pulso; ni con barateros Darsonvales: explórese temple, escreta, olores, blanco de ojo, labios, muelas, uñas inclusive. Para análisis, careo; para recetas, monarquía. Y turgir denuedos; no dimitir nunca. Sépase cómo hay, en todo morir, su poco de suicidio.


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Última actualización: 18 de junio de 2006