PEIRCE

Pedro S. Zulen (1924)

En la historia de la recepción del pragmatismo en el mundo hispánico ocupa un lugar singular Pedro Zulen, que en 1924 publicó el libro Del Neohegelianismo al neorealismo [sic]. Estudio de las corrientes filosóficas enInglaterra y los Estados Unidos desde la introducción de Hegel hasta la actualreacción neorealista [sic] que incluye una informada sección sobre Peirce y otros autores pragmatistas. Se reproduce aquí la sección dedicada a Charles S. Peirce (pp. 26-33), actualizando la ortografía. Agradecemos al prof. Pablo Quintanilla esta aportación.

Peirce es el maestro, James y Royce los discípulos, no solo en el pensamiento, sino en la banca estudiantil, cuando Peirce enseñó filosofía en Harvard. James relata la primera vez que escuchó a su maestro. Fue en el Club filosófico de Cambridge donde Peirce exponía su doctrina de la acción, del pragmatismo, por el año 1870. Cuenta Royce que Peirce enseñaba una ciencia nueva, de altas tecnicalidades, la que más tarde ha tomado el nombre de "Álgebra de la Lógica", que solamente Peirce ha manejado con maestría en todo el país.

Charles Sanders Peirce, nacido en Cambridge, Mass, en 1839, se educó en Harvard; en 1864-1865, enseñó Lógica en la misma Universidad; de 1869 a 1872 fue asistente en el Observatorio Astronómico de Harvard. Más tarde le hallamos enseñando Lógica en la Universidad Johns Hopkins, por los años 87 a 89. No le vemos figurar después en algún establecimiento universitario. No hubo en todo su país una sola Universidad que proporcionara un pequeño albergue a este hombre dotado por el genio. Cómo no estaría relegado a la solitud y el aislamiento, que en 1898, ante la Unión Filosófica de la Universidad de California, William James pudo lanzar su sentencia acusadora: Me atrevo a decir que la mayor parte de vosotros ignora que Peirce existe, o por lo menos que es filósofo; y sin embargo es uno de los más originales pensadores contemporáneos. A su muerte acaecida en 1914, no hubo publicación de carácter filosófico o científico que se ocupara de él. Solo The Nation de New York cumplió su deber1. Joseph Jastrow envió también una carta a este periódico. Lamentaban ambos que América no estuviera todavía en la edad de comprender el valor del genio2. Cerca de tres años después en 1916, el Journal of Philosophy dedicaba un número a su memoria y a su obra3.

Peirce no es un afiliado al hegelianismo, sino el elaborador original de un propio sistema. Se le considera siempre como el fundador del pragmatismo, pero este no es en verdad más que uno de los varios horizontes que él abrió a la filosofía. En un estudio publicado en The Monist, julio 1892, intitulado "La ley del espíritu", Peirce escribe: "Nací y me eduqué en la vecindad de Concord, quiero decir Cambridge, en aquellos tiempos cuando Emerson, Hedge y sus amigos diseminaban las ideas que ellos habían aprendido de Schelling —y Schelling de Plotino—, de Boehm, o de sabe Dios qué espíritus semejantes al monstruoso misticismo del Este. Pero la atmósfera de Cambridge contenía más de un antiséptico contra el trascendentalismo de Concord. Ignoro si fui poseído por aquel virus, pero es probable que algún cultivado bacilo, alguna benigna forma de la enfermedad se implantó de improviso en mi alma, y que ahora, después de larga incubación, viene a la superficie, modificado por las concepciones matemáticas y por el entrenamiento de las investigaciones físicas"4.

La primitiva concepción a que Peirce quiere referirse es a la de tychism5, que debe ser la base de "una cosmología evolucionista, en la que todas las regularidades de la naturaleza y del espíritu se consideran como productos de desenvolvimiento, y a un Schelling-modelado idealismo que tiene a a la materia por mero especializado y parcialmente apagado espíritu".

Tiquismo, diremos en nuestra lengua, expresado en términos peirceanos es la objetividad universal de lo fortuito, no como un recurso creado por incompletedness del conocimiento, sino como manifestación objetiva de la evolución. Hay, pues, eventos absolutamente sin causa.

"El paso siguiente en el estudio de la Cosmología debe ser examinar la ley general de la acción mental, basada en la idea de continuidad", en el sinechism6, término también sugerido y usado por Peirce. Pero el sinequismo no es una doctrina absoluta y metafísica sino un principio regulador de la lógica. La continuidad no es sino la perfecta generalidad de una ley de relación, y la verdadera generalidad no es más que una forma rudimentaria de la verdadera continuidad.

El pensamiento de Peirce es, a nuestro juicio, evitar que la mente considere lo accidental como inexplicable, que ella se declare insuficiente para comprenderlo y, por tanto, niegue la validez del principio sinequista. El sinequismo justamente quiere impedir que se produzcan todas aquellas hipótesis de que esto o aquello es inexplicable, dice Peirce. Suponer que una cosa es inexplicable es no solo fracasar en la explicación de ella y hacer así una hipótesis injustificable, sino algo peor, poner una barrera en el camino de la ciencia y prohibir todo intento de comprender el fenómeno. Pues el sinequista cree que lo que da justificación a una hipótesis es que ella da una explicación al fenómeno7.

Por esta teoría lógica de la continuidad, todo lo que es contingente en la naturaleza puede ser conceptualmente reducido a lo necesario.

En el orden psicológico tenemos todavía otra naturaleza de continuidad que explicar. Si examinamos hasta el fondo nuestras vidas, descubrimos que todo en nosotros gira alrededor de la creencia, es decir a la fijación del pensamiento; por consiguiente el pensamiento en actividad no persigue otra cosa que el reposo del pensamiento. Como este pensamiento en reposo va a ser realizado por el pensamiento activo; aquel deviene pues, una regla de acción. Pero su aplicación implica una nueva duda y una nueva reflexión, por consiguiente esta creencia, esta regla de acción es al mismo tiempo un punto de reposo y un punto de partida; es el pensamiento que se recoge para lanzarse a la conquista del futuro, "es la semi-cadencia que cierra una frase musical en la sinfonía de nuestra vida intelectual".

Esta concepción original y fecunda, que forma el fundamento del principio de la claridad de las ideas formulado también por Peirce, fue interpretado por James en el sentido de que la ejecución de una creencia es la prueba de su verdad, de su validez, y la verdad resultaba así algo que no era impuesto por el espíritu, sino decidido por la acción.

Todo el mundo ha seguido a James en esta interpretación. En realidad Peirce no puso como tesis el hecho de que la creencia se realice en su condición de verdad, sino simplemente mostró que el pensamiento en su esencia, es su objeto, aun si voluntariamente falseado, solo tiende a producir la creencia, a fijar verdades con el objeto de realizarlas, puedan estas realizarse o no; pero Peirce no quiso decir que por el hecho de no realizarse dejaban de ser verdaderas. El pensamiento real de Peirce es, insistimos, reconocer al espíritu su facultad de crear reglas de acción. Una regla de acción no se realiza, no porque no sea regla de acción, o sea falsa, sino porque no ha habido oportunidad de aplicarla. Lo que hace el pensamiento es reconocer que no era ella la conveniente y entonces la archiva en la memoria.

Si la intención de James hubiera sido reconocer verdadera toda idea que llega a realizarse no importa cuándo, el pragmatismo no tenía para qué haber sido creado.

La concepción del objetivo perseguido por el pensamiento puede dar lugar a dos órdenes de verdades: verdades que se realizan y verdades que no se realizan; las primeras resultaron adecuadas, las segundas no lo fueron, pero ello no las despoja de su virtud de realizarse si les llega su turno de adecuación. James sólo concedió valor a las primeras y rechazó las segundas. Royce las acogió.

 



Notas

1. Editorial de abril 30, 1914.

2. Carta de Joseph Jastrow, The Nation, May 14, 1914.

3. La bibliografía de sus escritos apareció primero en ese periódico, October 10, 1918, preparada por Irving Smith Crawford. Recientemente se ha publicado un tomo reuniendo sus principales escritos bajo el título de "Chance, Love and Logic. Philosophical Essays, by the late Charles S. Peirce. Edited with an introducion by Morris R. Cohen with a Supplementary Essay on the Pragmatism of Peirce by John Dewey, New York, 1923". Se halla al fin un bibliografía razonada y completa de sus producciones.

4. Chance, Love and Logic, pp. 202-203.

5. Según una palabra griega que significa chance en inglés, accidental en castellano.

6. De una palabra griega que significa continuo.

7. Baldwin's Dictionary of Philosophy and Psychology, Artículo Synechism.

 


Fecha del documento: 2 de marzo 2008
Ultima actualización: 11 de abril 2008

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