RECENSIÓN DE PRINCIPLES OF PHYSIOLOGICAL PSYCHOLOGY


Charles S. Peirce (1905)

Traducción castellana de Martha Rivera Sánchez (2006)


Recensión de Principles of Physiological Psychology de W. Wundt, publicada en The Nation el 20 de julio de 1905, 229-232.

 

Edward Bradford Titchener (1867-1927) ejerció una gran influencia en el desarrollo de la psicología americana. Realizó un Bachelor of Arts en Oxford en 1890, y más tarde estudió con Wilhelm Wundt en la Universidad de Leipzig. En 1892 fue nombrado profesor adjunto de psicología en la Cornell University. Titchener dictó clases en la Universidad de Virginia, en Columbia University, en la Universidad de Illinois y el Lowell Institute. Fue el editor americano de Mind desde 1894 hasta 1920 y editor del American Journal of Psychology desde 1921 hasta 1925.

En 1862, cuando Wundt surgió del laboratorio fisiológico con su "Beiträge zur Theorie der Sinneswahrnehmung", dos años después de la "Psychophysick" de Fechner, hubo estudiosos en este país que vieron en el pequeño volumen al precursor de una nueva ciencia de psicología experimental, y el año siguiente sus esperanzas parecieron coronarse en "Vorlesungen über die Menschen- und Thierseele", del mismo autor, sobre el cual, dicho sea de paso, debería señalarse que, como otros de los libros de Wundt, ha perdido mucho de su sabor original en una segunda edición corregida, y que la traducción inglesa representa esta edición posterior. Sin esta explicación, sería incomprensible la primera sensación que causó. Sus lectores oyeron en ella la promesa de que la nueva ciencia seguiría el ritmo de las otras ciencias estrictamente experimentales y aventajaría rápidamente a todas aquellas (más numerosas entonces que ahora) en las cuales la experimentación no había llegado a ser viable. Lamentablemente, hoy en día somos 40 años más prudentes y una sombra glacial se asienta en los corazones de los entusiastas de los 60, quienes ahora comparan el avance que ha alcanzado la psicología –¡indiscutible, pero qué modesto!- con los saltos sin precedentes que han realizado todas las demás ciencias, sean experimentales o no. Desde 1860, se han reconstruido los fundamentos de las matemática puras, se ha desarrollado la lógica exacta, la física ha alcanzado una teoría óptico-eléctrica y se han establecido concepciones radicalmente nuevas de las fuerza moleculares; la química orgánica ha desarrollado la doctrina de los compuestos aromáticos, y se ha enriquecido con la doctrina del átomo de carbono asimétrico; en su división inorgánica se ha puesto al descubierto la clasificación de los elementos, se ha añadido el grupo de elementos de helio-argón, y Madame Curie ha pronunciado su mágico "¡Ábrete Sésamo!". Además de todo esto, se ha iniciado una nueva y más científica clase de química. Se ha revolucionado igualmente la biología, la astronomía tiene sus nuevas astrofísicas, y la geognosia ha seguido el ritmo de las otras ciencias. Incluso en el ala psíquica, la lingüística, la etnología, la arqueología, la historia de la alta antigüedad, han encontrado y desarrollado todas nuevos métodos. En resumen, no hay una ciencia que no haya dejado a la psicología en la retaguardia, y la pregunta candente de hoy en día es, ¿por qué esto debería ser así? ¿Quién diagnosticará la enfermedad de la psicología?

Se ha señalado que, en el presente, no hay nada que cumpla en el ala psíquica de la ciencia esa función que la ciencia de la dinámica cumple en el lado físico. Todo el mundo sabe cuál es esa función. Todo intento de explicar físicamente algún fenómeno consiste en proponer primero alguna hipótesis respecto a la existencia de condiciones dinámicas designadas a partir de las cuales, según los principios de la dinámica, tendrían lugar fenómenos tales como los que se han observado, y luego continuar sometiendo a la hipótesis a la prueba de convertirla en la base de predicciones relacionadas con experimentos no probados.

Ahora bien, es una circunstancia muy significativa para la lógica de la ciencia, que esta ciencia de la dinámica, sobre la cual todas las ciencias físicas se apoyan, cuando se la define de la manera estricta en la que sus fundadores la entendieron y no cuando abarca la ley de la conservación de la energía, no es ni ha sido nunca una de las ciencias especiales que apuntan al descubrimiento de fenómenos novedosos, sino que, simplemente, consiste en el análisis de las verdades que la experiencia universal nos ha obligado a reconocer a cada uno de nosotros. Por lo tanto, la prueba de Arquímedes del principio de la palanca, en la que Lagrange basa de manera sustancial toda la rama estática de la ciencia, consiste en demostrar que ese principio es virtualmente asumido en nuestra concepción ordinaria de dos cuerpos de igual peso. Tales experiencias universales pueden no ser verdaderas con exactitud microscópica, pero todos los que idean un experimento asumen que son verdaderas en lo principal y, por lo tanto, son más ciertas que cualquier resultado de un experimento de laboratorio.

La clase de ciencia que se funda en la experiencia común de todos los hombres fue reconocida por Jeremy Bentham con el nombre de cenoscopia, en oposición a la idioscopia, que descubre fenómenos nuevos. Pero, mucho antes de la época de Bentham, se entendía lo suficientemente la situación como para crear un movimiento en los países más progresistas que proporcionara a las ciencias físicas un fundamento analítico análogo. Los innumerables grados en la nitidez del pensamiento nos impiden dar fechas, pero uno puede decir que la idea estaba luchando por salir a la luz en el "Essay" de Locke de 1689, y que su desarrollo fue el mejor fruto del siglo XVIII. Se trasladó a Italia, a Francia y especialmente a Escocia. La economía analítica de Adam Smith y de Ricardo fueron ejemplos de ello. Toda la doctrina en su totalidad es correctamente calificada como Filosofía del Sentido Común, de la que son ramas la mecánica analítica y la economía analítica. Ese pragmatismo, del cual tanto se ha dicho en los últimos años, es sólo un intento de dar a la Filosofía del Sentido Común un desarrollo más exacto, enfatizando especialmente el punto de que no hay valor intelectual en el mero sentimiento per se, sino que toda la función del pensamiento consiste en la regulación de la conducta. Es muy necesario comprender todo esto para asignar a Wundt su verdadera categoría en la historia de la filosofía.

Physiological Psychology es el trabajo más imponente y monumental de Wundt, pero ningún hombre de ciencia lo llamará su obra maestra. Ese rango sólo puede otorgarse a una producción, su "Untersuchungen zur Mechanik der Nerven und Nervencentren", cuya primera parte apareció en 1871; la segunda, que es menos fundamental, pero quizá no menos importante, se atrasó por causas accidentales hasta 1876, después de que hubiera aparecido la primera edición de Physiological Psychology. Cuatro rasgos de "Mechanik der Nerven" inspiran admiración. Uno de ellos es un don natural, dos son resultado del entrenamiento científico, y el otro es una virtud moral. El don es una asombrosa sagacidad relativa a la fisiología nerviosa: una propensión subconsciente a las premoniciones noeto-meteorológicas [noeto-meteorological] de una granizada de evidencia que, cuando estalle, será fría, fuerte y lo suficientemente cortante.

La más sorprendente de las dos perfecciones científicas es el pre-estudio maduro de los métodos que se ejercieron o que podrían haberse ejercido en la investigación. El otro es el escrutinio vigilante de todos los detalles de los fenómenos, especialmente de los que, por ser inesperados, podrían fácilmente haberse pasado por alto. Pero el rasgo más admirable de todos -esa digna cualidad de Wundt que ninguna debilidad puede oscurecer- es su genuina preocupación por corregir las opiniones que él abriga en ese momento, y abandonar sus más brillantes teorías en el momento en el que los dictámenes de la experiencia parecen estar en contra de ellas -una cualidad en la cual contrasta tanto con todos los charlatanes metafísicos y admiradores de sí mismos como con la quintaesencia de todo extracto de mezquindad. El gran servicio de Wundt a la humanidad, aparte de esa investigación especial descrita en "Mecanik der Nerven", ha consistido en enseñar a los estudiantes de cenoscopia la belleza de aquellas virtudes en las que han insistido siempre los estudiantes de idioscopia, especialmente los de la rama física: las virtudes que necesariamente resultarán de todo deseo bien considerado de conocer la verdad. Que ese ha sido el servicio de Wundt, a pesar de algunos fallos, es indudablemente verdadero.

Pero el trabajo cuya traducción está publicando el Profesor Titchener no debe ser catalogado como un resultado de idioscopia, y la idioscopia es poco dada a expresarse a sí misma en grandes obras. No es un trabajo de ciencia heurética de ninguna clase. Es un producto de esa útil labor de reunir, organizar y compendiar las deducciones de matemáticas, los análisis de la cenoscopia y los descubrimientos de la idioscopia- un servicio cuya carga han asumido los alemanes y que, al ser la "sistematización del conocimiento" ellos, así como el público en general, son demasiado propensos a confundir con la tarea de la ciencia. Desde la fecha de la publicación de este trabajo, Wundt ha doblado una esquina en su carrera y ha seguido un curso no determinado por las afinidades intrínsecas de su trabajo anterior. Sus principales publicaciones (aparte de las revisiones y de los artículos en su periódico Philosophische Studien) han consistido en un extenso tratado sobre lógica, otro sobre ética y un "System der Philosophie". Éstas son materias a las que la mayoría de sus adeptos han sido llevados por un deseo de asentar sus creencias sobre Dios, la libertad y la inmortalidad, pero los estudiantes de ciencia son bastante dados a pensar que la teoría pura es más propensa a hacer que los hombres se equivoquen sobre religión que a hacer que acierten, mientras que la religión nunca ha hecho teoría más bien que mal. Las dudas que impulsaron a los pocos hombres de ciencia que fueron llevados a algún estudio riguroso de filosofía han tenido que ver casi siempre con los límites del valor de verdad de los resultados científicos. Pero Wundt nunca ha abrigado tales dudas generales. Él dice explícitamente que todo lo que no se basa en los resultados de las ciencias especiales no tiene base real en absoluto. No hace excepción en favor de la dinámica, sobre cuya verdad se apoya todo su propio trabajo. Pero, para él, el sentido común no es más que una clase imperfecta de ciencia; y es notable que su fisiología no reconozca ninguna diferencia muy esencial entre las funciones de la corteza cerebral y aquellas de los órganos en la base del cerebro. A la pregunta de cuál podía haber sido el motivo de Wundt para proponerse a sí mismo como un líder en filosofía, para la que nunca había manifestado ninguna genialidad sino más bien al contrario, la respuesta a la que debe conducir el estudio de sus escritos es que los resultados de la psicología experimental, aunque sean escasos cuando se comparan con aquellos de otras ciencias, deslumbraron de tal manera la imaginación de Wundt, como para hacerle pensar que sólo ese estudio debía erigirse como la reina de las ciencias, y le indujeron a tratar de probar que la lógica, la ética y la filosofía bien podrían basarse en esa ciencia especial.

Las publicaciones filosóficas de Wundt no han encontrado las aclamaciones que indudablemente él esperaba en un principio; ni tampoco puede decirse que los dos méritos científicos arriba mencionados estén aquí un ápice mejor ejemplificados que en la corriente general de tratados filosóficos de segunda fila de su época. Más bien caen por debajo de ese promedio. En la cuestión de la preselección deliberada de métodos, por ejemplo, uno no se encontrará a menudo con algo más débil que la admisión de Wundt de que parece evidente que no debería hacerse depender la metafísica de los resultados de la ciencia especial, mientras que se defiende a sí mismo diciendo que, al venir la filosofía de la ciencia física por el camino de la psicología experimental, es natural que él sea incapaz de seguir las investigaciones filosóficas por ningún otro método más que aquel que le sugirió su propia secuencia de estudio. ("¡Barco a la vista!" – "¿Dónde está usted yendo?" "Rumbo al puerto de la filosofía". "Entonces, ¿por qué, en nombre del cielo, está usted navegando en ese curso, capitán Wundt?". "Bien, la verdad es que éste es el camino al que la nave se estaba dirigiendo en el momento en que se me ocurrió alcanzar ese puerto").

Podrían señalarse fácilmente otras desviaciones igualmente flagrantes de los ideales científicos. Si hubiera sido posible para Wundt, en caso de que hubiera poseído alguna virtud analítica, imaginar que podía basar algunas materias como la dinámica, la geometría y la aritmética en sus experimentos fisiológicos, o si en tal caso él podía haber fracasado al percibir el valor del análisis pragmatista al unirlo a la fisiología nerviosa y la psicología, deben permanecer como cuestiones opinables. Pero, desafortunadamente para su buena fama, existen divisiones de la lógica que él había tocado que no caen más dentro de los límites de la opinión de lo que caen el principio de la palanca o la doctrina de límites; y aquí él simplemente se coloca a sí mismo donde Hobbes se colocó en sus intentos de razonar sobre materias exactas; y aquellos que, no obstante, hablan de Hobbes como de un "gran lógico" serán libres de abrigar la misma opinión de Wundt y de Lord Timothy Dexter.

Con respeto a Ethics y System of Philosophy, diremos simplemente que ninguna persona de criterio demostraría esa cualidad colocándolos entre los trabajos de primer orden. No decimos más, porque tales desviaciones de una gran carrera son demasiado desagradables de contemplar. Por supuesto que incluso en Logic hay capítulos brillantes; no podría ser de otro modo, habiendo logrado su autor tales cosas como él había logrado, aunque en un campo lejano. Con respecto a Physiological Psychology, no habrá ruptura en la unanimidad de que es el monumento más importante de la nueva psicología experimental. La traducción del Profesor Titchener se ha esperado con ansiedad durante largos años. Explica el retraso en su prefacio. Parece que hizo tres traducciones completas del trabajo que fueron invalidadas dos veces por las revisiones del original. Él es de la opinión de que la tercera es la menos buena de la tres, pero uno no ve cómo eso podría ser posible. Ya se había demostrado su inusual destreza para hacer agradable el inglés de una fiel traducción del desagradable alemán -un logro psicológico que ha perfeccionado el entrenamiento de Oxford, la experiencia en el laboratorio psicológico y la práctica en eso mismo. No está contenido en la expresión verbal. Se ha ejercido un juicio certero en la edición tanto del presente volumen como de los otros. Los errores del autor, aunque no demasiado numerosos, tienen que corregirse, mencionándolos o no según las circunstancias. Si los caracteres de los gráficos continúan representando las palabras alemanas o no, si las figuras malas se cambian por otras mejores, etc., son cuestiones acerca de las cuales el más mínimo talento para juzgar equivocadamente se hubiera delatado a sí mismo si éste hubiera estado escondido en el traductor. El presente volumen, el primero de tres, incluye sólo la primera y quizá la más interesante de las seis secciones del trabajo original. Se refiere a la materia en la que las opiniones de Wundt tienen el mayor peso, y es una materia cuyos corolarios prácticos serán evidentes para todo lector: "El sustrato corporal de la vida mental".


Fin de: Recensión de Principles of Physiological Psychology de W. Wundt. Traducción castellana de Martha Rivera Sánchez, 2006.

Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es

Fecha del documento: 12 de diciembre 2006
Ultima actualización: 9 de enero 2011


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