RELIGIÓN Y POLÍTICA

Charles S. Peirce (c. 1895)

Traducción castellana de Teresa Oliva (2003)


Este texto corresponde al MS 894 "Religion and Politics", c.1895; al parecer se trata de una carta para un periódico. Fue publicada bajo el título "The Church" como CP 6.449–451, excepto el primer párrafo y la primera frase del segundo párrafo.


Todos los periódicos importantes de la ciudad de Nueva York expresan desprecio hacia uno de los senadores, criatura del partido Demócrata, por permitir que su liderazgo desaparezca al adherirse a la plataforma de Chicago -lo que es contrario a sus creencias- o al declarar la guerra a la organización a la que debe su posición política. Es interesante destacar lo que la gente concibe que un político debe hacer en tal caso. No puede respetarse a quien piense que fuera una decisión fácil. El partido Demócrata es más que un mero rótulo para un conjunto de opiniones: es una entidad. ¿Cómo puede un protegido predilecto de esa organización traicionar al seno que le dio de mamar? Es cierto, pero el país también es una entidad y el hombre le debe a su país aún más de lo que pueda llegar a deberle a su partido. Pero un niño, cuyo padre y madre hayan peleado violentamente, odiaría tomar parte activa a favor de cualquiera de los dos lados, a pesar de que podría ser obligado a expresar su sentido de justicia. Sin embargo, el veredicto general, parece ser y quizás sea correcto [...]. Cuando un partido defiende aquello que en esencia es contrario a los propósitos de su formación, el deber de todos los seguidores, que no creen en el cambio, es declararse en su contra.

Confieso que esto me ha dado una lección con respecto a la religión. [CP 6.449] Muchos científicos y estudiantes de filosofía reconocen que la Iglesia Cristiana los ha hecho hombres entre los hombres. A ella le deben sus consuelos, alegrías, la salvación de grandes peligros, y cualquiera que pueda ser su rectitud de corazón y propósitos. A los monjes de la iglesia medieval les deben la preservación de la literatura antigua; y sin el renacimiento del aprendizaje apenas hubiera sido posible ver el resurgimiento de la ciencia. A ellos les deben el marco de su sistema intelectual y, si hablan inglés, una parte muy importante de su expresión cotidiana. La ley del amor, aun poco observada, que consideran el alma de la civilización llegó a Europa a través del Cristianismo. Además, la religión es quizás el factor más significativo de aquella vida social que se extiende más allá de nuestro propio círculo personal de amistades. Esa vida es todo para una civilización humana elevada y democrática. Y si uno renuncia a la Iglesia, ¿de qué otra forma puede poner en práctica de forma tan satisfactoria la capacidad de fraternidad con nuestro prójimo?

450. Por otro lado, sea lo que sea lo que uno debe a la Iglesia, la verdad exige una fidelidad suprema; y por encima de la importancia de cualquier verdad particular, o conjunto de verdades, está la de los métodos correctos para alcanzar la verdad. Ahora bien, la Iglesia requiere la aceptación de un programa –un credo- ¿Y cómo se ha realizado dicho programa? Sin duda con la regularidad de un grupo estricto. Aún así, ya fuera el de Trento, Lambeth, Ginebra, o cualquiera, no existe en él un principio, históricamente hablando, que no haya sido concebido con la idea de proclamar la condenación y de conseguir la persecución de algún grupo de cristianos convencidos. Por lo tanto, la doctrina central del amor no se encontrará en ninguno de ellos. Suponiendo momentáneamente que la teología exacta fuera una cuestión vital - como todos los credos están de acuerdo en convertirla - (aunque si hubiera sido tan cuestionada por el fundador del Cristianismo, él hubiera establecido su propia forma en términos determinados), ¿puede alguien que entienda el procedimiento de la ciencia, o que haya leído el primer libro del Novum Organum de Bacon, afirmar por un momento que cualquier ciencia, ya sea teológica o de cualquier especie, pueda desarrollarse debidamente bajo los impulsos de la ambición eclesiástica y la condenación de los sacerdotes? La verdad es el fruto de la libre investigación y de tal docilidad hacia los hechos que nos hará estar siempre deseosos de reconocer que estamos equivocados, y ansiosos de descubrir que lo hemos estado.

451. La raison d'être de una iglesia, es conferir a los hombres una vida más amplia que sus estrechas personalidades, una vida arraigada en la misma verdad de ser. Para lograr esto debe basarse y referirse a una experiencia definida y pública. Los temores del infierno y las esperanzas del paraíso no tienen dicha referencia; son temas sobre los que todos los hombres en su sano juicio confiesan que no saben nada; incluso para los más grandes santos los motivos para actuar no eran dichas esperanzas y temores, sino la perspectiva de dejar tras ellos semillas fértiles de frutos deseables aquí en la tierra. No se cuestiona si los milagros y las respuestas a la oración son posibles abstractamente. Se cuestiona si realmente son constituyentes relevantes de las experiencias humanas, si merece la pena tomarlos en cuenta en comparación con aquellos grandes hechos de la vida que ningún hombre duda o dudará jamás.




Fin de: "Religión y política". Traducción castellana de Teresa Oliva, 2003. Original en: CP 6. 449-451

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Fecha del documento: 28 mayo 2003
Última actualización: 27 de febrero 2011
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