Problemas de la filosofía

William James (1911)

Traducción castellana de Juan Adolfo Vázquez (1944)



CAPÍTULO III. EL PROBLEMA DEL SER

¿Cómo es que el mundo llega a existir en vez de la inexistencia que uno puede imaginar en su lugar? Las observaciones de Schopenhauer al respecto pueden considerarse clásicas. "Aparte del hombre —dice— ningún ser se extraña de su propia existencia. Cuando el hombre llega a ser consciente él mismo se da por supuesto, como algo que no necesita explicación. Pero no por mucho tiempo, porque con la primera reflexión comienza el asombro que es madre de la metafísica y que hizo decir a Aristóteles que los hombres filosofan ahora y siempre debido al asombro. Mientras más bajo se encuentra un hombre en la escala intelectual menos enigmática le parece la existencia [... pero mientras más clara se hace su conciencia más se siente sobrecogido por la grandeza del problema. En realidad, el desasosiego que mantiene en perpetuo movimiento el reloj de la metafísica es el pensamiento de que la inexistencia de este mundo es tan posible como su existencia. Más aún: pronto concebimos el mundo como algo cuya existencia no es sólo concebible sino que en verdad sería preferible a su existencia, de manera que nuestro asombro se convierte fácilmente en una triste meditación en torno a la fatalidad que, pese a todo, pudo traer a la existencia un mundo semejante y malgastar así la inmensa fuerza capaz de producirlo y mantenerlo en una actividad tan contraria a nuestros propios intereses. El asombro filosófico se transforma así en una triste sorpresa y, como la obertura de Don Giovanni, la filosofía comienza con un acorde menor1.

Uno no tiene más que encerrarse en una habitación y comenzar a meditar sobre el hecho de su propia existencia, de la rara forma del propio cuerpo en la oscuridad (cosa que hace gritar a los niños, como dice Stevenson), del fantástico carácter de uno mismo, etc., para que el asombro se deslice sobre todos los detalles y sobre el hecho en general del existir, y ver que sólo la familiaridad con este hecho lo dulcifica. No sólo que cualquier cosa exista, sino que precisamente esta cosa exista es misterioso. La filosofía fija sus ojos en el problema; pero retorna con las manos vacías, porque de la nada al ser la lógica no puede tender puentes.

A veces se trata de desterrar la cuestión más que de darle respuesta. Se dice que quienes preguntan extienden indebidamente a la totalidad del ser la oposición de una inexistencia que solamente se manifiesta en la particular existencia humana. Los seres humanos no existían y ahora existen; pero se sostiene que el ser en general, o en alguna forma, siempre existió y por tanto es imposible poner al todo en relación con una inexistencia primordial. En forma de Dios o de átomos materiales, el ser siempre es primario y eterno, no faltarán filósofos que nos agravien con la paradoja inherente a nuestro supuesto. ¿Se ha completado la eternidad pasada?, preguntan. Porque si así fuera, continúan, debe haber tenido un principio, porque aunque nuestra imaginación la recorra de atrás hacia adelante o de adelante hacia atrás, ofrece idéntico contenido o materia a la meditación y si la totalidad concluye en una dirección, también deberá tener término en la otra. Dicho de otro modo: puesto que ahora vemos su fin, algún momento del pasado debe haber asistido a su origen. Sin embargo, si tenía origen ¿cuándo ocurrió y por qué?

Se encuentra uno así de nuevo frente a la nada previa u no se ve cómo jamás pudo convertirse en existencia. Este dilema de tener que elegir entre un regreso —que, aunque llamado a infinito, ha tenido término— y un principio absoluto, ha tenido un papel muy importante en la historia de la filosofía.

Todavia se intenta exorcizar la cuestión por otros caminos. El no-ser no es, decían Parménides y Zenón; solamente el ser es. De aquí que lo que es, es necesariamente el ser. En una palabra: que el ser es necesario. Otros, diciendo que la idea de inexistencia no es una idea real, han sostenido que la ausencia de una idea no puede ser nunca el fundamento genuino de un problema. Y la cuestión ha tenido un tratamiento aún más breve: todo el asombro ontológico ha sido llamado enfermedad, un caso de Grübelsucht como sería, por ejemplo, preguntar ¿por qué yo soy yo? o ¿por qué un triángulo en un triángulo?

Por diferentes partes los espíritus racionalistas han buscado debelar el misterio. Algunos han creído que algunas formas del ser son más naturales que otras, por así decirlo, o más inevitables y necesarias que otras. Los empiristas de tipo evolucionistas —Herbert Spencer parece un buen ejemplo— han supuesto que cualquier cosa que tuviera el mínimo de realidad era lo más débil, frágil, imperceptible, incipiente, lo más pronto a nacer y a suceder a la inexistencia. De este modo se podría haber alcanzado paulatinamente los grados más altos del ser hasta que todo el universo hubiera sido alcanzado.

Para otros el origen primero que debe aceptar el intelecto es el máximo de ser, no el mínimo. "La perfección de una cosa no le impide existir —decía Spinoza—; por el contrario, funda su existencia"2. Es puro prejuicio suponer que a lo grande le es más difícil existir que a lo pequeño y que lo más fácil de todo es no ser nada. Lo que dificulta las cosas en cualquier respecto es el número de obstrucciones externas que encuentran, y mientras más pequeñas y débiles son las cosas más poderosas se hacen las obstrucciones. Algunas cosas son tan grandes y comprehensivas que la existencia está implicada en su misma naturaleza. La prueba de la existencia de Dios dada por San Anselmo —o prueba ontológica, a veces llamada también prueba cartesiana— criticada por Santo Tomás, rechazada por Kant y reeditada por Hegel, sigue esta línea de pensamiento. Lo que se concibe como imperfeto puede carecer de existencia entre sus otras deficiencias; pero si Dios, que es expresamente definido como ens perfectissimum, careciera de alguna cosa, contradiría su propia definición: Por consiguiente no puede carecer de existencia: es ens necessarium, ens realissimum así como ens perfectissimum3.

Con su manera señorial, dice Hegel: "Sería extraño que Dios no fuera suficientemente rico para abrazar una categoría tan pobre como la del ser, la más pobre y abstracta de todas". Esta afirmación está en la línea de aquella de Kant que decía que un peso real no contiene ni un centavo más que un peso imaginario. Al principio de su Lógica, Hegel trata de mediar entre la inexistencia y el ser por otro camino. Puesto que el ser es abstracto, el mero ser, no significa nada en particular, no se distingue de la nada; y parece que Hegel piensa, oscuramente, que esto constituye una identidad entre las dos nociones, que puede utilizarse para pasar de una a la otra. Intentos más raros aún muestran bien el temple racionalisa. Matemáticamente se puede deducir 1 de 0 por el siguiente proceso: 0/0 = 1­1/1­1 = 1. O, fisícamente, si todo ser tiene (como parece tener) una constitución "polar", de suerte que cada una de sus partes positivas tiene una parte negativa, obtenemos la siguiente ecuación simple: +1 —1 = 0, "más" y "menos" significan aquí los signos de polaridad en física.

No es probable que el lector quede satisfecho con ninguna de estas soluciones. Los filósofos contemporáneos, aún los de orientación racionalista, en general admiten que nadie ha desterrado inteligiblemente el misterio de los "hechos". Bien que la nada original se haya hundido en Dios y desapareciera como la noche desaparece absorbida por el día, y Dios fue entonces el principio creador de todas las cosas menores, o bien que las cosas se hayan deslizado o formado imperceptiblemente hasta adquirir plena existencia, a la postre el filósofo debe suponer y aceptar que la misma totalidad de existencia. Triturar una dificultad no es aniquilarla. Podría decirse gráficamente que el racionalista quiere de inmediato un kilogramo de ser; en tanto que el empirista desea mil gramos sucesivos; pero en cada caso se pide la misma cantidad y el resultado es el mismo. Queda intacto el enigma lógica de cómo puede entenderse inteligentemente la aparición de todo lo que es haya llegado de golpe o por partes4.

Si el ser creció por grados su cantidad no fue, naturalmente, siempre la misma y no puede ser la misma en adelante. Para la mayoría de los filósofos esta concepción ha parecido absurda, pues se suponía que ni Dios, ni la materia primordial, ni la energía, admitían aumento o disminución. La opinión ortodoxa afirma que la cantidad de realidad debe conservarse a toda costa y que el crecimiento o decrecimiento de nuestras experiencias fenoménicas debe ser considerado como fenómenos superficiales que dejan intacta la profundidad.

Sin embargo, dentro del ámbito de la experiencia, los fenómenos van y vienen. Hay novedades y hay pérdidas. El mundo parece crecer realmente, por lo menos en su nivel próximo y concreto. Y así reaparece la cuestión: ¿cómo nacen nuestras experiencias de momento en momento? ¿Por inercia? ¿Por creación continua? ¿Aparecen las más nuevas a causa de las más antiguas? ¿Por qué no desaparecen todas?

¿Quién podría contestar de improviso? El problema del ser es el más oscuro de toda la filosofía. Todos somos aquí aprendices y ninguna escuela puede hablar desdeñosamente de las demás. Para todos nosotros por igual los hechos constituyen un dato, algo dado, un Vorgefundenes [algo que ya estaba] que no admite rodeo ni explicación. Su presencia es algo y nuestra tarea consiste mucho más en decir qué es, que explicar de dónde viene y por qué es así.

 



Notas

1. El mundo como voluntad y como representación: apéndice 17, "Sobre la necesidad metafísica del hombre", abreviado.

2. Ética, parte I, proposición XI, escolio.

3. San Anselmo: Proslogium, etc., traducido por Doane, Chicago, 1903; Descartes: Meditaciones metafísicas; Kant: Crítica de la razón pura, Dialéctica trascendental, "Sobre la imposibilidad de una prueba ontológica", etc.

4. En un lenguaje más técnico se puede decir que los hechos o las existencias son contingentes, o asunto de azar, en lo que respecta a nuestro intelecto. Las condiciones de su aparición son inciertas e imprevisibles cuando todavía no han ocurrido, y fugaces cuando han pasado.


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Fecha del documento: 8 de mayo 2008
Ultima actualización: 8 de mayo 2008

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