Problemas de la filosofía

William James (1911)

Traducción castellana de Juan Adolfo Vázquez (1944)



CAPÍTULO II. LOS PROBLEMAS DE LA METAFÍSICA

NO es posible una definición exacta del término "metafísica" y la mejor manera de alcanzar el significado de la palabra es nombrar algunos de los problemas que trata. Metafísica significa la discusión de varios problemas oscuros, abstractos y universales que la ciencia y la vida en general sugieren pero no resuelven; cuestiones postergadas, por así decirlo; cuestiones, todas ellas muy amplias y profundas, y que, se relacionan con todas las cosas, o con sus últimos elementos. En vez de una definición deseo citar unos pocos ejemplos, al azar, sobre tales cuestiones:

¿Qué son los pensamientos y qué son las cosas, y en qué relación se encuentran?

¿Qué queremos decir cuando hablamos de la verdad?

¿Hay una materia común de la cual se componen todos los hechos?

¿Cómo es que existe el mundo? ¿No sería posible que no hubiera existido?

¿Qué clase de realidad es la más real de todas?

¿Qué es lo que uno todas las cosas en un universo?

¿Qué es más fundamental: la unidad o la diversidad?

¿Tienen todas las cosas un mismo origen o varios?

¿Están todas las cosas predestinadas o hay algunas cosas (nuestras voluntades por ejemplo) que son libres?

¿Es el mundo finito o infinito?

¿Qué es Dios, o los dioses?

¿Cómo se encuentran unidos alma y cuerpo? ¿Actúa uno sobre otro?

¿Qué son el espacio y el tiempo?

¿Cómo entra el objeto en el sujeto de conocimiento? ¿Cómo alcanza el sujeto al objeto?

Conocemos por medio de nociones universales. ¿Son también éstas reales? o ¿sólo las cosas particulares lo son?

¿Qué quiere decir "cosa"?

Los principios de la razón ¿son innatos o adquiridos?

El bien y la belleza ¿son meramente asuntos de opinión o tienen validez objetiva? Si así fuera, ¿qué significan esas palabras?

Todos estos son ejemplos de las llamadas preguntas metafísicas. Kant dijo que las tres preguntas metafísicas fundamentales eran:

¿Qué puedo conocer?

¿Qué debo hacer?

¿Qué me es permitido esperar?

Basta arrojar una mirada a tales cuestiones para descartar una definición de la metafísica como la de Christian Wolff, que la llamaba "la ciencia de lo posible" —como distinta de lo real— pues la mayoría de las preguntas consideradas se refieren a hechos reales. Se puede decir que la metafísica indaga la causa, substancia, significación y resultados de todas las cosas. O se la puede llamar la ciencia de los principios más universales de la realidad (experimentados o no), en su mutuas conexiones y en relación a nuestras facultades de conocimiento. "Principios" puede significar aquí entidades, como átomos o almas, o leyes lógicas, como "una cosa debe existir o no existir" o hechos generalizados, como "las cosas sólo pueden actuar si existen". Pero los principios son tan numerosos, y la ciencia que los estudia está tan lejos de haber completado su tarea, que tales definiciones sólo tienen un valor decorativo. El trabajo serio de la metafísica se realiza en las cuestiones separadas. Si éstas fueran dilucidadas se podría comenzar a hablar de la metafísica como de una ciencia unificada. Este libro se propone manejar tan sólo unos pocos problemas separados y dejar otros intactos.

Estos problemas son en su mayor parte reales; esto es, sólo unos pocos resultan del mal uso de los términos al plantearlos. Las "cosas", por ejemplo, están o no están compuestas de una misma materia; tienen o no tienen un mismo origen; están o no están completamente determinadas, etc. En realidad puede que sea imposible decidir entre estas alternativas; pero hasta que esta imposibilidad esté probada de modo concluyente las alternativas nos enfrentan con toda legitimidad y alguien debe encargarse de ellas y anotas las soluciones propuestas aún cuando el que lo haga no agregue por sí mismo ninguna novedad. En una palabras, las opiniones de los autorizados deben ser clasificadas y discutidas con responsabilidad. Por ejemplo, ¿cuántas opiniones hay con respecto al origen del mundo? Spencer dice que el mundo debe haber sido eterno, o una autocreación, o creado por un poder exterior. De modo que para él hay solamente tres. ¿Está bien? Si así fuera ¿cuál de las tres concepciones parece la más razonable? Y, ¿por qué? En un momento ya estamos metidos en la espesura de la metafísica. Tenemos que ser metafísicos aún para decidir con Spencer que ninguna de las formas propuestas acerca del origen del mundo es pensable y que todo el problema es irreal.

Algunas hipótesis pueden parecer absurdas porque se contradicen a sí mismas. Si, por ejemplo, infinito significa "lo que nunca puede ser completado por síntesis sucesivas", resulta absurda la noción de algo formado y completado por la adición sucesiva de partes infinitamente numerosas. Otras hipótesis, por ejemplo de que todo en la naturaleza contribuye a una sola finalidad suprema, pueden no ser susceptibles de prueba ni a favor ni en contra. Por otra parte, otras hipótesis, como la de que el vacío existe, pueden ser susceptibles de solución probable. Es, por tanto tan necesario clasificar las hipótesis como los problemas y se debe aceptar que ambas ocupaciones constituyen serias ramas del saber1. En una palabra, que debe haber metafísicos. Propongo al lector hacernos metafísicos por un rato.

Al recorrer la historia de la metafísica nos damos cuenta enseguida de que dos actitudes espirituales bastante distintas la han ocupacdo en su guerrear. Llamémoslas la actitud racionalista y la actitud empirista. Dice al respecto el conocido aforismo de Coleridge que cada hombre nace o platónico o aristotélico. Al decir aristotélico quiere significar empirista; al decir platónico quiere significar racionalista; pero aunque existe el contraste entre los dos filósofos griegos en el sentido señalado por Coleridge, ambos eran racionalistas comparados con la especie de empirismo desarrollado por Demócrito y Protágoras. Hubiera sido mejor que Coleridge hubiese escogido alguno de estos nombres como ejemplo de empiristas, en vez del de Aristóteles.

Los racionalistas son hombres de principios; los empiristas, hombres de hechos; pero como los principios son universales y los hechos particulares, quizá la mejor manera de caracterizar las dos tendencias sea decir que el pensamiento racionalista procede con el mayor gusto al marchar de los todos a las partes, en tanto que el pensamiento empirista prefiere ir de las partes a los todos. Platón, archirracionalista, explicaba los detalles de la naturaleza por su participación en las "ideas", todas las cuales dependían de la suprema idea del "bien". Protágoras y Demócrito eran empiritas. Este último explicaba la totalidad del cosmos, incluyendo dioses y hombres, pensamientos y cosas, por su composición atómica. Protágoras explicaba la verdad, que para Platón era el sistema absoluto de las ideas, como un nombre colectivo de las opiniones de los hombres.

Los racionalistas prefieren deducir los hechos de los principios. Los empiristas prefieren explicar los principios como inducciones de hechos.

¿Existe el pensamiento para la vida o la vida para el pensamiento? El empirismo se inclina hacia la primera alternativa; el racionalismo, hacia la segunda. Según Aristóteles y Hegel la vida de Dios es teoría pura. Este modo de admiración es natural en el racionalismo. Sus teorías son generalmente optimistas; suplementan el mundo de la experiencia con limpias y puras construcciones ideales. Platín y Aristóteles, los Escolásticos, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant y Hegel son ejemplos de esta actitud. Pretenden que sus sistemas son completos y que en su noble arquitectura la verdad ha sido embalsamada para siempre, como los creyeron sus autores. Este rasgo de cosa acabada es extraño a los espíritus empiristas. Pueden ser dogmáticos en cuanto a su método de construir contando solamente con los "hechos innegables", pero gustosos adoptan una actitud escéptica acerca de las conclusiones a que los ha llevado el método en un momento dado. Tratan más bien de lograr exactitud en los detalles que redondear el todo; se contentan con ser fragmentarios; son menos confortantes que los racionalistas; tratan a menudo los aspectos superiores de una cosa como si fuera mezquina e interesada; pero generalmente están más en contacto con la vida real, son menos subjetivos y poseen más espíritu "científico", en la trillada acepción del término. Sócrates, Locke, Berkeley, Hume, los Mill, F. A. Lange, J. Dewey, F. C. S. Schiller, Bergson y otros contemporánesos son representantes de esta actidu. Por supuesto que encontramos abundancia de espíritus intermedios y pocos filósofos son exclusivos de una clase. En este caso está Kant, y también Lotze y Royece. El autor de este volumen tiene escasas dotes de racionalista y su libro ha de mostrar la fuerte parcialidad por el empirismo. En todo el libro se subrayaría la oposición entre las dos maneras de situarse ante las cosas2.

Penetraré ahora en el interior del tema discutiendo problemas especiales como ejemplos de la investigación metafísica y, a fin de no hurtar el cuerpo filosófico a las críticas corrientes, comenzaré enseguida con el problema más difícil: el llamado "problema ontológico", es decir, la cuestión de cómo es que existe algo.

 

 



Notas

1. Consúltese Paul Janet: Principes de Métaphysique, etc., 1897, lecciones 1 y 2.

2. Véase W. James: "The Sentiment of Rationality" ["El sentimiento de racionalidad"] en The Will to Believe [La voluntad de creer], 1899, p. 63 y ss.; Pragmatism [Pragmatismo], ibid., cap. I; A Pluralistic Universe [Un universo pluralista], ibid., cap. I.


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Fecha del documento: 8 de mayo 2008
Ultima actualización: 8 de mayo 2008

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