LA PRIMERA REGLA DE LA RAZÓN
MS 825


Charles S. Peirce (c.1899)

Traducción de Martha Rivera Sánchez (2006)





Este breve texto escrito alrededor del año 1899 corresponde al MS 825. Fue publicado en CP 1.135-40 y en él Peirce expone la que considera primera y única regla de la razón: no bloquear el camino de la investigación, así como los cuatro modos más importantes en los que el conocimiento puede quedar bloqueado.


135. A esta primera, y en cierto sentido única, regla de la razón, que para aprender se debe desear aprender, y al desearlo, no quedarse satisfecho con lo que ya se está inclinado a pensar, le sigue un corolario que por sí mismo merece ser inscrito en cada pared de la ciudad de la filosofía:

No bloquear el camino de la investigación.

136. Aunque es mejor ser metódicos en nuestras investigaciones y tener en cuenta la economía de la investigación, no hay sin embargo un pecado positivo contra la lógica en probar cualquier teoría que nos pueda venir a la cabeza; siempre y cuando se adopte de tal manera que permita que la investigación continúe sin impedimento y sin decaer. Por otra parte, instaurar una filosofía que obstruya el camino de un mayor avance hacia la verdad es la única ofensa imperdonable en el razonamiento, así como también es la única a la que los metafísicos se han mostrado más adictos en todas las épocas.

Permítaseme llamar la atención sobre cuatro modos muy conocidos en los cuales este venenoso error ataca a nuestro conocimiento.

137. El primero es el modo de aserción absoluta. Que no podemos estar seguros de nada en la ciencia es una verdad antigua. La Academia pensaba eso. Sin embargo la ciencia ha sido infestada de una aserción demasiado confiada, especialmente entre los hombres de poca categoría, que, en todo tiempo, han estado más preocupados de enseñar que de aprender. No hay duda de que algunas de las geometrías enseñan todavía como una verdad evidente por sí misma la proposición según la cual si dos líneas rectas en un plano se cruzan con una tercera línea recta de forma que la suma de los ángulos internos de un lado sea menor que dos ángulos rectos, estas dos líneas se encontrarán en ese lado si se prolongan suficientemente. Euclides, cuya lógica era más cuidadosa, solamente reconoció esta proposición como un postulado, o como una Hipótesis arbitraria. Aun así él coloca entre sus axiomas la proposición según la cual la parte es menor que el todo, y, en consecuencia, cae en varios conflictos con nuestra más moderna geometría. Pero, ¿por qué necesitamos detenernos a considerar casos en los que se requiere cierta sutileza de pensamiento para ver que la aserción no se puede garantizar, cuando cada texto que aplica la filosofía a la conducta de vida formula como proposiciones de certeza positiva lo que es casi tan fácil dudar como de creer?

138. El segundo obstáculo que los filósofos erigen a menudo a lo largo del camino de la investigación consiste en afirmar que esto, lo otro y lo de más allá nunca pueden ser conocidos. Cuando se presionó a Augusto Comte para que especificara alguna cuestión positiva de hecho cuyo conocimiento no pudiera alcanzar ningún hombre de ninguna manera, puso el ejemplo del conocimiento de la composición química de los astros fijos; y puede verse su respuesta apuntada en la Filosofía positiva. Pero la tinta apenas estaba seca en la página impresa antes de que se descubriera el espectroscopio y aquello que el había considerado como absolutamente incognoscible estuviera en buen camino de ser descubierto. Es bastante fácil mencionar una cuestión cuya respuesta desconozco hoy en día. Pero afirmar que esa respuesta no se conocerá el día de mañana es algo arriesgado; pues a menudo es precisamente la verdad más inesperada la que surge de debajo del arado de la investigación. Y en lo que se refiere a la aserción positiva de que nunca se averiguará la verdad, me parece que, a la luz de la historia de nuestro tiempo, eso sería más arriesgado que la aventura de Andrée.

139. La tercera estratagema filosófica para interrumpir la investigación consiste en sostener que éste, aquél o el otro elemento de la ciencia es básico, fundamental, independiente de cualquier otra cosa y completamente inexplicable —no tanto a causa de algún defecto en nuestro conocimiento sino porque no existe nada que pueda conocerse debajo de él. El único tipo de razonamiento por el cual tal conclusión posiblemente podría alcanzarse es una retroducción. Ahora bien, nada justifica una inferencia retroductiva, excepto que proporcione una explicación de los hechos. Sin embargo, no es, en absoluto, una explicación de un hecho el declararlo inexplicable. Esa, por lo tanto, es una conclusión que ningún razonamiento puede justificar ni excusar.

140. El último obstáculo filosófico para el avance del conocimiento que pretendo mencionar, es defender que ésta o aquella ley o verdad ha encontrado su formulación última y perfecta —y especialmente, que el curso habitual y acostumbrado de la naturaleza no puede romperse. "Las piedras no caen del cielo" decía Laplace, aunque habían estado cayendo en territorio habitado desde las épocas más remotas. Pero no existe ninguna clase de inferencia que pueda prestar la más mínima probabilidad a ninguna negación absoluta tal de un fenómeno inusual.


Fin de: "La primera regla de la razón", Charles S. Peirce (c.1899). Fuente textual en MS 825.

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Fecha del documento: 15 de mayo 2006
Ultima actualización: 27 de febrero 2011

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