Utopía y Praxis Latinoamericana
40 (2008), pp. 7-10


Presentación

Álvaro Márquez-Fernández


No es suficiente considerar la Razón como estructura y proceso, pura y absoluta, de relaciones lógicas y cognitivas. Quienes consideran que la Razón se desarrolla y agota únicamente en modelos racionalistas, sufren de esa esclerosis cartesiana que impide mirar el ámbito ontológico donde la vida de la Razón es un permanente discurrir entre el mundo que la in-forma y la trans-forma. Así, el universal que profesa la trascendencia de la Razón más allá de toda vida y existencia, es insustancial, incorpóreo e inmaterial. La modernidad pierde su aura, llega a su fin en ese intento de reducir la Razón a una coraza racionalista que le sirve de cuna y de ocaso.

La crisis de los modelos teleológicos de la racionalidad, permiten descubrir la cara oculta de esa secreta y reprimida "creatividad" que estimula el pensar racional liberado de los dogmas y los mitos de un discurso de la racionalidad sobre sí misma, que la convierte en antinomia y contradicción. La sin razón de la razón, pudiera ser el epitafio del racionalismo que se ha cultivado desde los logicismos. Un dominio del logos que tiende a cancelar la libertad humana para la acción, la imaginación y la creación.

Se podría decir, entonces, que es necesario liberar a la razón de un poder que la constriñe y la convierte en represora. Esto nos habla que debemos utilizar las facultades de la racionalidad para pensar creativamente en cuáles pueden ser los posibles modos de acceso a la realidad que nos sirve de realización. Y no es un proyecto solitario ni individualista, sino personal y colectivo: quizás la vía más humanística para comprender por qué la Razón es el complemento de la vida sensible que la convierte en sentimiento, emoción, ilusión, pasión, existencia sintiente.

No existe la razón unívoca; tampoco es conveniente considerar los "modelos racionalistas" como ordenes jerárquicos de la superioridad incontestable de la racionalidad. Por el contrario, es mucho más legítimo afirmar reflexivamente que la Razón es múltiple por causa de las relaciones e interacciones que animan la vida de los seres humanos que es lo que le permite sus desarrollos particulares.

Bien valdría la pena comprender, en esta época digital y globalizada, más filosóficamente el mundo de la Razón como un resultado del acontecer y aparecer del pensamiento humano como realidad subjetiva del ser. Pensamiento que se hace y recrea originariamente a través de las múltiples formas racionales que se construyen de acuerdo a las culturas y las historias donde cada uno de los pensamientos tienen sus orígenes y originalidades antropológicas. Es esa huella humana del pensamiento ideal sobre la acción racional práctica, lo que marca el logos histórico del mundo y su civilización.

A través de las múltiples formas de la Razón (más allá del radical dualismo: razón científica vs razón humanística, consideradas como dominios excluyentes y subordinados), es que nuestro acceso a la realidad nos permite ampliar los horizontes de nuestra comprensión acerca de lo particular y universal, singular y plural. Pensar el mundo humano desde la polisemia de los discursos de la racionalidad, es afrontar el mundo como apertura y realización entre lo individual y lo colectivo, privado y público, social y político, teórico y práctico, el descubrimiento y la sorpresa, lo imaginativo y utópico, la creatividad y la innovación, y un sinfín de posibilidades que convierten el mundo en un escenario donde la libertad siempre es la principal condición de vida para el pensamiento y la convivencia humana.

La Razón es el principio óntico de lo ideal y material. Se obra a través de ella porque la significamos gracias a una experiencia práctica de la vida… que nos sirve para controlar la experiencia (conocimiento científico), pero a su vez para liberar creativamente la vida (arte de vivir). La historia de nuestro ser racional se ha escrito de diversas maneras. En todas ellas el centro y la periferia de las acciones y actos humanos, están interferidos por lo que pudieran considerarse los principios lógico-racionales de los que nos valemos para argumentar o justificar, imponer o resistir, conquistar o liberar; pero también, de las abduciones, las fenomenologías, las hermenéuticas de estos sujetos que están interesados en recrear sus vidas permanentemente a través de las ideas, los pensamientos, las nuevas realidades.

Según nuestro obrar, la Razón cobra diversas y diferentes significaciones. Se afirma, entonces, que la Razón puede ser política, de igual manera se dice que es poética, artística, ética, moral, económica, técnica… Nos encontramos en una babelia de racionalidades que responden a un predeterminado canon que pudiera, incluso, oponerlas entre sí… Quizás valga la distinción entre racionalidad y racionalismo, para intentar explicar con éste último término la excesiva fuerza (dominante) a la que es sometida la Razón en un intento por despojarla de su principio universal de comprensión e intelección de la realidad.

Si atendemos a los desarrollos de los racionalismos, nos encontramos rápidamente en cada época, desde la clásica hasta la contemporánea, con modelos que han validado sus pretensiones de “racionalidad” al amparo del poder de la Razón. Hoy día asistimos al ocaso de esos racionalismos que consideraron, precisamente, la Razón un fin en si misma; desposeída del mundo de la sensibilidad y la creatividad auténtica. Está en curso la superación de una racionalidad moderna que sistemáticamente sustrae a sus dominios las condiciones ontocreadoras de la Razón múltiple, que teje como enredadera de bosque la hipótesis que nada es absoluto y concreto, invariable e inmutable, sino que toda realidad resulta de un pensamiento imaginativo y una razón creativa que se deben cultivar cada vez más en sus elementos sensibles. Es lo que Peirce considera el desideratum de la racionalidad: su razonabilidad.

En el marco de estas reflexiones, pudiéramos situar o contextualizar los diversos temas que se analizan e interpretan en esta nueva edición de Utopía y Praxis Latinoamericana, donde se aborda la importancia de la "razón creativa" a partir del pensamiento del filósofo pragmaticista Charles S. Peirce.

Los destacados investigadores invitados para esta edición especial, coordinada por la Dra. Sara Barrena del Grupo de Estudios Peirceanos de la Universidad de Navarra, Pamplona, España, bajo la asesoría del ilustre catedrático Dr. Jaime Nubiola, nos introducen en una de la tesis más novedosas y actualmente en exploración, sobre la "razón creativa" en Peirce. En cada uno de los trabajos, que el lector tiene a los ojos y a su reflexión, se nos presentan las originales ideas de este pensador a partir de una composición bibliográfica de los escritos de Peirce de impecable manufactura. No resultará excesivo decir que el trabajo de traducción que el GEP (http://www.unav.es/gep/) ha llevado adelante durante varios años de constancia, muestra sus frutos cuando observamos las continuas citaciones bibliográficas que reciben estas traducciones castellanas de los textos de Peirce entre investigadores y especialistas de las más diversas áreas del conocimiento.

Considera Sara Barrena, en su estudio, "Charles S. Peirce: razón creativa y educación", que la razón creativa es intuitiva e indagadora, es y forma parte subjetiva de la razón. Para Peirce la razón es sinónimo de "razonabilidad"; es decir, una forma de usar la razón en beneficio de quien razona sin dogmas. A través de la abducción se considera que no existen reglas previas para el conocimiento, pues se trata de considerar más el campo de las hipótesis por la suposición de lo que no es predecible de acuerdo a reglas, o de cumplir las reglas. Peirce consideró siempre el conocimiento como una práctica transgresora del sistema científico que consagra sólo la realidad dada como un hecho sin cuestionamiento permanente. Se trata, precisamente, de lograr fortalecer las estrategias que estimulan la creatividad como proceso de liberación del pensamiento sobre la reconstrucción permanente de la realidad. Una educación que se orienta desde los principios peirceanos de la razón creativa le proveerá a los estudiantes de las lógicas y de los sentimientos necesarios para enfrentar la sociedad con mayor capacidad de decisión, investigación y convivencia humana.

Fernando Andacht, en su artículo, "Self y creatividad en el pragmatismo de C. S. Peirce: 'la incidencia del instante presente en la conducta'", comparte la idea que no se puede estar en la vida sin considerar que los cambios a los que estamos sometidos, nos cambian el "sí mismo" y nuestras organizaciones mentales, sólo si las experiencias de esos cambios responden a orden espontáneo, porque nuestra consciencia de la acción está motivada por la creatividad. La imaginación y la espontaneidad nos abren continuamente las expectativas de no poseer una identidad fósil a la que le debemos un reconocimiento permanente, porque nuestra necesidad de originalidad y renovación, movernos de fronteras, es lo que nos da el impulso natural y azaroso de buscar otras formas de vida y de sentidos. El "self" no es ni único ni monológico, requiere de la exterioridad fenomenológica para producir los cambios: si todo cambia, el principal cambio es deshacernos de la identidad única. A través de la película "La vida de los otros", Andacht desarrolla la teoría peirceana de la creatividad, proceso de cancelación de la vida cercada por lo inmóvil y estático, rasgo ontológico del pensamiento de Peirce que promueve una teoría de la alteridad ya que se considera al ser en un devenir frente a los otros mundos creados y reductores.

Para Wenceslao Castañares, en su artículo, "El acto creativo: continuidad, innovación y creación de hábitos, la filosofía semiótica de Peirce" propone desarrollos cognitivos de la racionalidad y el pensamiento donde entran relaciones de valores de orden ético, lógico y estético. No puede darse un proceso de razonamiento sin que se fundamenten estas relaciones de forma estructural. Por un lado la estética y la expresividad de lo bello, la ética y el contenido de veracidad del valor y la lógica la coherencia de las verdades de hecho. Estas relaciones hacen de la razón un pensar autocontrolado, eso quiere decir que requiere de un mínimo de coherencia y completitud para poder explorar las variaciones de la vida desde la innovación y la recomposición de la reglas en la creación de los hábitos, uno de los tres elementos que considera Peirce, junto al azar y la ley, que forma parte del desarrollo evolutivo de la creatividad. Pero lo importante es destacar –considera Castañares- la postura lógico-semiótica de Peirce que permite entender su noción de la creatividad como semiosis e interpretación del signo, puesto que se entiende al signo en el contexto social de su significación donde se recrea en una continuidad que no se puede suspender. El interpretante (terceridad) cumple el rol de dotar de otras connotaciones al signo a la vez que pasa por cambios de significados que engendran nuevos hábitos. Los actos creativos son más que invención o descubrimientos (lógicos o psicológicos) para Peirce, éstos requieren de un largo esfuerzo de reflexión sobre conocimientos previos y de una perspectiva de discontinuidad e hipótesis relativistas (principio de libertad).

Nicole Everaert-Desmedt, en su artículo, "¿Qué hace una obra de arte?: Un modelo peirceano de la creatividad artística", presenta el proceso abductivo de la creatividad artística considerada como una intervención del campo de la primeridad (los sentimientos) en la terceridad (un signo). Establece que el artista no trata de captar lo real sino lo posible, a través del simbolismo que en un momento permite liberar los contenidos de la representación de la realidad, pero después los cosifica. La subversión del artista va sobre la recreación (simbolismo) de lo real, pues es en la dimensión de lo posible donde se trasciende lo conocido. Lo afirma Everaert-Desmedt, citando puntualmente a Peirce "(…) la función de una obra de arte es (…) volver inteligibles cualidades de sentimiento. Volver inteligible algo requiere la intervención de la terceridad, esto es, el uso de signos. Pero, puesto que las cualidades del sentimiento se encuentran en un nivel de primeridad, no pueden venir expresadas sino por medio de signos icónicos, esto es, de signos que remiten a su objeto en un nivel de primeridad: "El icono es el único tipo de signo adecuado para comunicar sentimientos". La creación artística también tiene un referente teológico (Dios), para quien su creación continúa incompleta y abierta, como la obra del artista.

Fernando Zalamea, discurre sagazmente en su artículo, entre "La creatividad en las matemáticas y en las artes plásticas: conceptografía de transferencias y obstrucciones a través del sistema peirceano", los aspectos formales de carácter filosófico y fenomenológico de las estructuras matemáticas y las artes plásticas en su construcción de los objetos por abstracción o concreción a través del lenguaje de los números o las figuras estéticas. La matemática es un pensamiento creador de imágenes que se potencian mientras más relacionados están los conceptos en un tránsito recursivo modal entre lo posible actual y necesario. Es un orden contingente de particulares que sugiere casi siempre un espacio subyacente a la realidad vista como autorreferida y en estratos intermedios de donde se desprende la especulación creativa. En el arte la creatividad apuesta a una subjetividad existencial del artista que crea un mundo imaginario donde la forma es quiebre y residuo de la materialidad que le sirve de referente vivencial. Lo que se expone en esa dialéctica entre lo residual del arte actual y su inestable permanencia, es un tejido de yuxtaposiciones que fragmentan la lectura de la realidad en partes, esto potencia un mirar de muchas miradas diferentes. Dos formas de creatividad que se plantean el descubrimiento de los pliegues y repliegues de la realidad.

Finalmente se presenta en la sección Ensayos un texto escrito por Charles Sender Peirce en 1903, titulado: "¿Qué hace sólido un razonamiento?". Se cuestiona por qué el rigor del pensamiento lógico es insuficiente para distinguir de hecho lo que es falso o verdadero en una experiencia de una conducta. Más allá de nuestros juicios mentales, se trata de entender que los hechos resultan de conductas que están mediadas por valores y situación que implican una correspondencia. Peirce introduce en la conducta los niveles de sensación, resolución, satisfacción, placer, entre otros que permiten estimar la relación de verdad de los hechos con el control que se puede lograr sobre la acción que comporta. Se logra la verdad a través de conjeturas racionales, de conductas controladas.

 



Fecha de la página: 23 de junio 2008
Última actualización: 23 de junio 2008

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