G. PAPINI Y EL MOVIMIENTO PRAGMATISTA EN ITALIA


William James (1906)

Traducción castellana de Izaskun Martínez (2007)



Este artículo, "G. Papini y el movimiento pragmatista en Italia" ["G. Papini and the Pragmatist Movement in Italy"], fue publicado por William James en 1906 en la revista The Journal of Philosophy, Psychology and Scientific Methods III/13 (1906), pp. 337-341 y ha sido recogido en sus obras completas: "G. Papini and the Pragmatist Movement in Italy" (1906) en Burkhardt F., Bowers F. y Skrupskelis I. (eds.), The Works of William James, Cambridge, MA, Harvard University Press, V, 1978, pp. 144-148.

Desde hace tiempo los estudiantes americanos han tenido la costumbre de volverse hacia Alemania en busca de inspiración filosófica, y sólo ahora comienzan a reconocer la espléndida actividad psicológica y filosófica que existe en Francia hoy en día; y, en cuanto a la pobre y pequeña Italia, pocos de ellos consideran necesario ni siquiera aprender a leer su lengua. Mientras tanto Italia está envuelta en la agitación de un rinascimento intelectual casi tan vigoroso como su renacimiento político. Sus hijos aún clasifican las asuntos del pensamiento de manera demasiado política, haciendo partidismo político, clerical o positivista de todas las conquistas o concesiones, sin embargo, estos son los últimos coletazos de un hábito nacido en tiempos oscuros. El antiguo genio de los italianos evidentemente no ha disminuido, y la tendencia al individualismo que les ha marcado siempre comienza a marcarles de nuevo más fuertemente que nunca, y en ningún ámbito este hecho es más notable que en la filosofía.

Como ilustración, permítanme que les dé una pequeña explicación del agresivo movimiento en favor del "pragmatismo" que la revista mensual Leonardo (publicada en Florencia, y que actualmente cumple su cuarto año) impulsa, con el joven Giovanni Papini como editor y otros nombres apenas menos jóvenes como Prezzolini, Vailati, Calderoni, Amendola y otros, que firman los artículos más destacados. Para una persona acostumbrada al estilo de artículo que habitualmente ha discutido el pragmatismo, el deweyismo o el empirismo radical, en este país, y más concretamente en esta revista, la literatura italiana sobre el tema es sorprendente, y para el que escribe, interesante y novedosa. Nuestros seminarios universitarios (donde muchos jóvenes aspirantes al doctorado audaces de pensamiento y valientes de corazón han estado todos estos años acostumbrados a aburrirse uno a otro con 'artículos' e 'informes' pedantes y técnicos, informes [formless], incircuncisos, desvergonzados y sin censurar) están produciendo, por fin, el fruto que se esperaba, un casi completo embotamiento del sentido literario en muchos de los filósofos jóvenes de nuestro país. Seguramente en ningún otro país como en el nuestro se han publicado en el mismo número de meses tanta cantidad de malos escritos filosóficos desde que se publicaron los Estudios de teoría lógica de Dewey. Alemania en esto, según creo, no es como nosotros en lo que respecta a la grosería de la forma.

En este grupo florentino de 'Leonardistas', por otro parte, en lugar de pesadez, extensión y oscuridad, encontramos agilidad, claridad y brevedad, sin carecer de profundidad y estudio (completamente al revés, en efecto), y la retozonería e impertinencia que tiene el encanto de la juventud y la libertad. El señor Papini, en particular, tiene un verdadero talento para la fraseología no técnica y cortante. Es capaz de escribir literatura descriptiva y policromática sin adjetivos, como un decadente, y aclarar un tema haciendo frías distinciones, como un escolástico. Como es el pragmatista más entusiasta de todos ellos (algunos de sus colegas tienen claras reservas) hablaré de él exclusivamente. Papini anunció un trabajo general sobre el movimiento pragmatista todavía en prensa; pero en el número de febrero de Leonardo y en último capítulo de su recién publicado volumen titulado El crepúsculo de los filósofos, ofrece su programa, y se anuncia como el más radical creyente del pragmatismo que pueda encontrarse en cualquier lugar.

El libro El crepúsculo de los filósofos se denomina a sí mismo en el prefacio un trabajo de "pasión", en el que se saldan deudas privadas del autor con varios filósofos (Kant, Hegel, Schopenhauer, Comte, Spencer, Nietzsche), y se aclaran sus clasificaciones mentales de sus próximas tonterías, para poder estar libre para asuntos constructivos. Solo diré de sus capítulos críticos que son pensamiento fuerte y están escritos con propiedad. El autor da en el clavo en lo imprescindible pero no siempre cubre todo, y más que lo que dijo a favor o en contra, queda por decir sobre Kant y Hegel. Son el prefacio y el capítulo final del libro los que muestran la pasión. El "¡Ya era hora!", que Papini grita despidiéndose de la filosofía del pasado, parece más que nada significar para él un adiós a su exagerado respeto por los universales y las abstracciones. La realidad para él existe solo distributivamente, en lo concreto particular de la experiencia. Lo abstracto y lo universal son solo instrumentos mediante los que encontramos y manejamos estos últimos.

En un artículo de Leonardo del año pasado, expone todo el ámbito y el programa pragmatista muy claramente. Fundamentalmente, dice, significa un unstiffening de todas nuestras teorías y creencias atendiendo a su valor instrumental. El pragmatismo incorpora y armoniza varias tendencias antiguas, como

Nominalismo, que significa el llamamiento a lo particular. El pragmatismo es nominalista no sólo respecto a las palabras, sino también respecto a las frases y las teorías.

Utilitarismo, o la enfatización de los aspectos y problemas prácticos.

Positivismo o el desprecio de las cuestiones verbales e inútiles.

Kantismo, en la medida en que Kant afirma la primacía de la razón práctica.

Voluntarismo, en el sentido psicológico, de la posición secundaria del intelecto.

Fideísmo, en su actitud respecto a las cuestiones religiosas.

Así, el pragmatismo, de acuerdo con Papini, es solo una colección de actitudes y métodos, y su característica principal es su armada neutralidad en medio de diversas doctrinas. Es como un pasillo en un hotel, en el que hay cien puertas abiertas por las que se accede a otras tantas habitaciones. En una puede verse a un hombre de rodillas rezando por recuperar su fe; en otra un escritorio en el que se sienta otro deseoso de destruir todas las metafísicas; en una tercera un laboratorio con un investigador buscando nuevos puntos de apoyo sobre los que avanzar hacia el futuro. Pero el pasillo pertenece a todos, y todos pueden pasar por él. El pragmatismo, en resumen, es una gran teoría-pasillo.

En el Crepúsculo el señor Papini dice que lo que el pragmatismo ha significado siempre para él es la necesidad de ampliar nuestros significados de acción, la vanidad de lo universal como tal, el uso de nuestros poderes espirituales, y la necesidad de hacer el mundo en lugar de, simplemente, mantenerse al margen de él y contemplarlo. En resumen, inspira la actividad humana de forma diferente a otras filosofías.

"El común denominador al que todas las formas de vida humana pueden ser reducidas es este: la búsqueda de instrumentos con los que actuar, o, en otras palabras, la búsqueda del poder".

Con "acción" el señor Papini se refiere a cualquier cambio en el que el hombre entra como una causa consciente, ya sea añadir a la realidad existente o a sustraer de ella. Arte, ciencia, religión y filosofía todas son otros tantos instrumentos de cambio. El arte cambia las cosas a nuestra visión; la religión a nuestro tono vital y nuestra esperanza; la ciencia nos dice cómo cambiar el curso de la naturaleza y nuestra conducta para con ella; la filosofía es sólo una ciencia más penetrante. Tristán e Isolda, el Paraíso, los Átomos, la Sustancia, ninguno de ellos copia nada real; todas son creaciones colocadas sobre la realidad, para transformar, construir e interpretarla según los intereses de la necesidad y la pasión humanas. En vez de afirmar con los positivistas que nosotros debemos hacer el mundo ideal tan similar como sea posible al actual, el señor Papini enfatiza nuestro deber de convertir el mundo actual en una copia tan cercana al ideal como nos permita. Los diversos mundos ideales están aquí porque el mundo real falla en su intento de satisfacernos. Están más adaptados a nosotros, realizan más poderosamente nuestros deseos. Deberíamos considerarlos como límites ideales hacia los que la realidad debe aproximarse eternamente.

Así, todos nuestros instrumentos ideales son todavía imperfectos. Las artes, las religiones, las ciencias, las filosofías, tienen sus vicios y defectos, y los peores de ellos son los de las filosofías. Pero la filosofía puede ser regenerada. Puesto que el cambio y la acción son los ideales más generales posibles, la filosofía puede convertirse en una 'pragmática' en el sentido estricto de la palabra, significando una teoría general de la acción humana. Fines y medios pueden aquí ser estudiados juntos, en el sentido más abstracto y más inclusivo, de modo que la filosofía puede resolverse a sí misma en una discusión comparativa de todos los posibles programas para la vida del hombre cuando el hombre es de una vez por todas considerado como un ser creativo.

Como tal el hombre llega a ser una clase de dios, y ¿dónde hemos de trazar sus límites? En un artículo titulado 'Desde el hombre a Dios' en el Leonardo del pasado febrero, el señor Papini deja trabajar a su imaginación para estrechar los límites. Su intento será llamado Prométeico o "bull-froggiano"1, según el temperamento del lector. Decididamente tiene un elemento de pavoneo literario y de impertinencia consciente, pero confieso que soy incapaz de considerarlo de otra manera que respetuosamente. ¿Por qué no deberían ser usados los atributos divinos de omnisciencia y omnipotencia por el hombre como las estrellas polares por las que puede dirigir metódicamente su propio rumbo? ¿Por qué no debería ser el apoyo divino su propio objetivo final, apoyo logrado al final mediante una actividad tan inmensa que todos los deseos sean satisfechos, y no sea necesaria más acción? Los inexplorados poderes y relaciones del hombre, tanto físicos como mentales, son ciertamente enormes; ¿por qué deberíamos ponerles límites a priori? Y, si no, ¿por qué son correctos los programas utópicos?

El programa de un Hombre-Dios es seguramente uno de los posibles grandes "programas-tipo" de filosofía. Yo mismo he ido poco a poco llegando a la completa interioridad del pragmatismo. Los escritos de Schiller y de Dewey y su escuela me han enseñado algunos de sus más amplios alcances; y en los escritos de este joven italiano, claros a pesar de toda su brevedad y audacia, encuentro no sólo un camino en el que nuestras miradas inglesas podrían ser más consistentemente desarrolladas —por lo menos eso me parece— sino también un estilo sentimental hecho a medida de las reuniones de devotos, para hacer del pragmatismo una nueva forma militante de filosofía religiosa o casi religiosa.

Su mérito supremo en estas regiones aventureras es que nunca puede volverse doctrinario antes de la verificación, o tener pretensiones dogmáticas.

Cuando uno mire hacia atrás desde el mundo actual en el que cree y vive y se mueve, e intente entender cómo el conocimiento de sus contenidos y estructura se desarrolló alguna vez paso a paso en nuestras mentes, debe confesar que las influencias objetivas y subjetivas se han mezclado de tal manera en el proceso que es imposible ahora distinguir sus contribuciones o concederle a cualquiera de las dos la primacía. Cuando un hombre ha caminado una milla, ¿quién puede decir si su pierna derecha o su pierna izquierda es más responsable? Y ¿quién puede decir si es al agua o a la arcilla a la que se le debe agradecer más la evolución del cauce de un río? Algo como esto entiendo que es la controversia sobre la verdad de los señores Dewey y Schiller. Los factores objetivos y subjetivos de cualquier cuerpo de ella que funcione actualmente están perdidos en la noche de los tiempos y son indistinguibles. Sólo la manera en la que vemos el desarrollo de una nueva verdad nos muestra que, por analogía, deben estar siempre activos factores subjetivos. De esta manera, los factores subjetivos son poderosos, y sus efectos permanecen. Así pues, en algún grado son creativos; y llevan con ello, me parece, la admisibilidad de todo el programa pragmatista italiano. Pero, sea acertado o estúpido el que el Hombre-Dios forme parte de éste, los pragmatistas italianos están extraordinariamente bien formados y dotados, y por encima de todo son un grupo de escritores extraordinariamente libres, enérgicos y no pedantes.

 



Notas

1. La bull-frog es una especie de rana grande que habita principalmente en Norteamérica y que se caracteriza por la intensidad y el volumen alto de los sonidos que emite y que produce la sensación de ser más grande de lo que de hecho es [Nota de la T.].


Fin de: "G. Papini y el movimiento pragmatista en Italia", William James (1906). Fuente textual en William James, "G. Papini and the Pragmatist Movement in Italy" (1906) en Burkhardt F., Bowers F. y Skrupskelis I. (eds.), The Works of William James, Cambridge, MA, Harvard University Press, V, 1978, pp. 144-148.

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Fecha del documento: 8 de marzo 2007
Ultima actualización: 8 de marzo 2007

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