PRAGMATISMO HECHO FÁCIL


Charles S. Peirce (c.1907)

Traducción castellana de Juan Pablo Serra (2006)



Este texto corresponde al MS 325. Se trata de un borrador de una carta dirigida al editor de The Sun. No figura la fecha ni el lugar de publicación. Por el tema del texto, puede deducirse que es un escrito tardío, redactado en los años en que Peirce estaba empeñado en clarificar una y otra vez qué es el pragmatismo. "El pragmatismo hecho fácil" aparece citado como nota a pie de página en El club de los metafísicos de Louis Menand (Destino, Barcelona, 2002, p. 234), y su importancia es secundaria respecto al gran manuscrito "Pragmatismo" (1907). No obstante, lo peculiar de este texto es su redacción sencilla, las pocas correcciones que presenta y la voluntad de Peirce de dejar constancia de la génesis del pragmatismo, que él fija en la introducción por parte del abogado Nicholas St. John Green de toda una teoría de la acción basada en la creencia, que Peirce atribuye al psicólogo escocés Alexander Bain..

Al editor de The Sun, Señor:

Existe una regla bien asentada entre los científicos según la cual, cada paso dado en la ciencia, cada nuevo resultado, debe ser atribuido a aquel que lo publica primero. Es una regla sensata, porque así la fecha de la primera publicación puede averiguarse con más facilidad y porque —si bien es conveniente asignar un descubrimiento a algún nombre— en la mayoría de casos es indiferente que se haga o no justicia estricta [al descubridor]. Se asume que aquel a quien la aplicación de esta regla no le hace justicia estaba demasiado enfrascado en su trabajo científico para preocuparse por asegurar su prioridad y que, por los mismos motivos, le traerá sin cuidado que se mencione el vocablo que sirvió a sus padres como nombre de familia.

Al mismo tiempo, cuando un paso en la ciencia implica alguna idea nueva o ampliada, como, por ejemplo, la idea de Energía, que estaba implicada en la doctrina conocida al principio como "correlación de fuerzas" o "conservación de fuerza", o como la idea de que mientras que una forma podría llegar a adaptarse indefinidamente mejor para lidiar con su ambiente, su estar peor ajustada respecto a ese fin debe parar en el punto en el que sería completamente aniquilada, estaba implicada en la doctrina de la selección natural, y como la idea de un progreso cilíndrico estaba supuesta en la Ley Periódica de los Elementos Químicos, en cualquier paso como ese, es casi auto-evidente que asignar la idea a un individuo apenas puede dar cuenta del proceso que realmente tuvo lugar.

La regla mencionada impide eficazmente que, transcurrida una generación, se olvide lo que hizo el mundo científico. La historia verdadera de lo que ocurrió no podría recuperarse consultando las memorias científicas por la razón obvia de que una memoria no es el lugar donde el científico pone por escrito las ideas que flotan por su cabeza, sino sólo sus resultados positivos y demostrados. La única manera de aprender la historia verdadera es a partir de los testigos vivientes con quienes se desahogaron los hombres de ciencia de su tiempo. Sin embargo, esa historia verdadera es más interesante desde un punto de vista histórico, psicológico y lógico.

Debo considerar como una de las circunstancias más afortunadas de una vida a la que el estudio de la filosofía científica con espíritu religioso ha llevado a la alegría, el que tuviera el honor de conocer un poco desde dentro el crecimiento temprano de algunas de las grandes ideas del siglo diecinueve. Con mucho, la más interesante de esas ideas fue para mí la idea de pragmatismo.

La filosofía es una ciencia que exige un estudio largo y concentrado antes de que uno, a lo sumo, empiece a ser experto en su manejo, si uno ha de ser preciso, sistemático y científico. Le dediqué diez años antes de atreverme a ofrecer media docena de breves contribuciones propias. Tres años después, cuando había producido algo más elaborado, viajé al extranjero y en Inglaterra, Alemania, Italia y España, aprendí de sus propias bocas lo que les rondaba por la cabeza a algunos que estudiaban a la vez ciencia y filosofía. A mi regreso, unos cuantos de nosotros —Chauncey Wright, Nicholas St. John Green, William James y otros, incluyendo a veces a Francis Ellingwood Abbot y John Fiske — nos reuníamos con frecuencia para discutir cuestiones fundamentales. Green estaba especialmente impresionado con las doctrinas de Bain, y nos impresionó al resto de nosotros con ellas; y, finalmente, quien esto escribe adelantó lo que llamamos los principios del pragmatismo. Algunos años más tarde, esto fue recogido en dos artículos aparecidos en la Popular Science Monthly (noviembre 1877 y enero 1878) y posteriormente en la Revue Philosophique.

La parte del planteamiento de Bain que más atraía a Green –y, a través de él, al resto de nosotros– era la insistencia en que lo que un hombre cree realmente es aquello en base a lo que estaría dispuesto a actuar y a arriesgar mucho. Quien esto escribe se esforzó por entrelazar esa verdad con otras que había elaborado por sí mismo, para poder hacer una doctrina coherente de la cognición. Le parecía que era necesario conectar la doctrina de Bain, por un lado, con fenómenos fisiológicos y, por otro, con distinciones lógicas. Llevaba tiempo diciéndose que los fenómenos de la conciencia eran de tres tipos: sentimiento, volición y cognición. El que esto escribe propuso enmendar esa enumeración en una particular, para poder hacerla corresponder con una división lógica.

Los predicados lógicos son de tres clases: aquellos de los que cada uno está conectado con un solo sujeto; aquellos de los que cada uno está conectado con dos sujetos, uno al que gramáticamente se denomina sujeto nominativo y otro llamado objeto; y aquellos cuyas conexiones con sujetos exceden de dos, y que son analizables como predicados, a la vez, de sujetos nominativos, de objetos directos y de objetos indirectos.

Ahora bien, los sentimientos siempre surgen como predicados de objetos singulares; y es sólo por una reflexión posterior, que ya no es sentimiento, que pueden llegar a estar conectados con dos o más sujetos. En la volición, por otra parte, hay siempre una doble conciencia, siendo simultáneamente considerada como el esfuerzo de un sujeto y la resistencia de otro. El esfuerzo sin resistencia es impensable. Igualmente en la percepción hay una doble conciencia de un ego y un no-ego. Así, existe una doble conciencia que debería reemplazar a la volición más estrecha de la antigua división de la conciencia. Por último, la cognición es la conciencia de un signo, y es una triple conciencia: del signo, del objeto real conocido y del significado o interpretación del signo que la cognición conecta con ese objeto. Esto aporta una definición de cognición, una noción más completa y distinta de aquello en lo que consiste que cualquiera que haya sido propuesta anteriormente.



Fin de "Pragmatismo hecho fácil" (c.1907). Fuente textual en MS 325.


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Fecha del documento: 5 de junio 2006
Ultima actualización: 27 de febrero 2011

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