El porvenir del pragmatismo1
La Cataluña (octubre 1912)

Pedro Guirao


Este texto de Pedro Guirao, que sería catedrático de filosofía del Instituto de Vitoria y autor de varios libros de filosofía, es una buena muestra de la hostil recepción del pragmatismo por parte de bastantes en el mundo hispánico. El artículo se publicó en la revista La Cataluña en octubre de 1912 (p. 651).


El principal defecto de esta escuela es la confusión de su punto de vista peculiar con el punto de vista de las demás escuelas filosóficas, y así vemos de ordinario que los motivos que han impelido a un pragmatista a devenir tal, son de la misma naturaleza que los que le inducirían a afiliarse a otra escuela cualquiera, no consistiendo sino en la adhesión mental a la verdad de los principios pragmáticos, del mismo modo que si expresasen la verdad trascendental del mundo.

Y precisamente porque el pragmatismo no trata de expresar esta verdad es por lo que esta confusión del punto de vista vicia el pragmatismo en su origen, haciéndole contradecirse a sí mismo y presentándole actualmente en un estado que podríamos llamar prehistórico, en que sólo se adivinan tendencias desiguales y oscuras, de una fecundidad bárbara y estrambótica, no llegando a constituir un sistema cerrado de relaciones ordenadas.

El que con sólidos argumentos pretendiese demostrar la falsedad del principio de contradicción, se encontraría con que a medida que acumulase argumentos reforzaría este principio en vez de quebrantarlo, pues todos ellos estarían forzosamente basados en el principio combatido. Lo propio pasa con el pragmatismo, cuya esencia consiste precisamente en conferir a las relaciones útiles todas las propiedades de las relaciones verdaderas, relegando al mundo de la irrealidad todas aquellas que no responden a una utilidad personal del yo, ya sea esto por la mera sustitución de la investigación del origen del conocimiento en función de la verdad por la investigación de su fin en función del utilitarismo, ya sea porque dada la conveniencia de las decisiones prontas que no dan tiempo a la investigación de la verdad, se sustituya radicalmente lo verdadero por lo útil, que es la fórmula dada por William James en "The Will to Believe". Pero tanto en uno como en otro caso, se ve que el pragmatismo no pretende explicar la realidad de las cosas, las que considera sólo como un tópico flotante, y que solo aspira a ser un instrumento útil, una especie de bastón de ciego, para andar por este mundo desconocido, que no importa conocer y que el pragmatismo no pretende explicar. El que busque en el pragmatismo un sistema de verdad, errará, y el más ortodoxo pragmatista será aquel que saque como primera consecuencia de sus enseñanzas el menosprecio de esta escuela como sistema y como verdad.

Ahora bien, ¿cuáles serán las consecuencias de tomar el pragmatismo en éste su verdadero sentido? Ante todo el poder establecerse de este modo su compatibilidad con cualquier otro sistema filosófico, y, a la manera que Bergson reserva la intuición para los fenómenos de la vida, y la inteligencia para los fenómenos de la materia, aplicar la doctrina especulativa a los actos del yo en cuanto mero sujeto cognoscitivo, y reservar la teoría pragmática a los actos del yo en cuanto sujeto dotado de actividad emocional y práctica.

Así podríamos tener una concepción del mundo basada en una filosofía especulativa, y tener, además, otra concepción de las cosas para los fines utilitarios, para la más perfecta reacción del sujeto frente a la realidad. El día que nos afiliemos a un credo político nos convendrá, según esta concepción, considerar unos bandidos a los del partido contrario, porque así se vigorizará nuestra personalidad dentro del propio partido; el día que nos enamoremos, nos convendrá atribuir a la mujer amada un cúmulo de perfecciones vagas y misteriosas que hagan nos sea la vida imposible sin ella, porque este ídolo falso nos asegurará un hogar de tranquilidad verdadera; el día que montemos un establecimiento nos convendrá imaginar nuestros géneros como los mejores, porque así podremos llevar más fácilmente este convencimiento al ánimo de los parroquianos. ¿Qué sería de un político que aplaudiese los actos de sus adversarios, del hombre que no contrapusiese su amada a las demás mujeres como algo totalmente diferente, o de un tendero que indicase a sus parroquianos otro establecimiento donde poder encontrar los géneros más baratos?

Esta doble actitud del yo frente a la realidad no contradiría en lo más mínimo la esencia del pragmatismo, pero ¿contradiría la doctrina especulativa complementaria en que la ley rigurosa de la contradicción pesa como el "Vae victis" sobre cualquier otra concepción del mundo que no sea la forjada?

Aun considerando muy difícil una tal conciliación, dejemos sin resolver este punto, y veamos cuáles serían sus resultados. Si pudiese establecerse la coexistencia lógica de dos doctrinas tales, ciertamente que podría considerarse como un triunfo de la ciencia, si no habría que probar de hallar un matiz del pragmatismo que permitiese esta compatibilidad, sacrificando el valor utilitario de algunos principios pragmatistas por el interés social y mediato de la fecundidad de los principios filosóficos lentamente elaborados en el seno de los siglos. Hay que insistir aquí otra vez en que lo esencial es conservar siempre el punto de vista pragmático y que, en este caso, por lo tanto, no puede hallarse la solución en el anonadamiento de la filosofía especulativa.

Si ni a pesar de estos tanteos pudiese hallarse la necesaria compatibilidad, habría que renunciar al pragmatismo, con lo cual se daría el caso, único en la historia de las ideas, de un sistema que perece a manos de los mismos principios que le dieron vida y sería un caso curiosísimo de patología lógica el estudio de la naturaleza y del extraordinario poder de estos principios que con la misma mano esparcen muerte y distribuyen la vida.

Sería este suicidio de un sistema una tragedia tan extraordinaria, que más vale confiar en una futura compatibilidad que constituiría el triunfo del pragmatismo, pero como no hay que olvidar el punto de vista pragmático, sería triunfo sin gloria, pues estribaría tan sólo en un resultado de adaptarse este sistema a nuestros intereses prácticos1, y de presentar caracteres tan peculiares que la atención se varía naturalmente impelida a sacarlo del caos de la percepción y asegurarle un lugar fijo a lo largo de la línea simbólica que en la mente representa el flujo de las cosas.

Tenemos, pues, en resumen:

El pragmatismo actual se contradice abiertamente por falsedad de su punto de vista.

Hay que hacerlo compatible con algún sistema especulativo, amoldándolo a éste.

De no ser ello posible, hay que renunciar al pragmatismo.

De ser posible, el triunfo de este sistema sería un hecho.

Pero este triunfo sería, prácticamente considerado, un triunfo sin triunfo, una mera adaptación a las leyes del pensamiento.



Notas

1.Véase en el capítulo XXI de los Principios de psicología de William James la parte dedicada a las condiciones de la creencia en los objetos teóricos.


Fecha del documento: 26 de febrero 2010
Última actualización: 16 de marzo 2010
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