Charles Sanders Peirce. Razón e invención del pensamiento pragmatista
Anthropos, nº 212 (2006), pp. 140-150

Peirce y la psicología


Marta Morgade

 

En 1872 Charles Sanders Peirce anuncia ante la Academia Nacional de Ciencias Americana parte de los resultados de las investigaciones que realizaba (W3. Ítem 48). Entre varios estudios, Peirce llevaba unos meses dedicando parte de su tiempo, como investigador del Coast Survey y del Observatorio Astronómico de Harvard, a realizar mediciones de fotometría. Trataba de conseguir, entre otros objetivos, un catálogo de estrellas inspirado en el que hizo siglos atrás Ptolomeo (W3. Ítem 69). En el contexto de ese estudio ofrece resultados del todo novedosos para la psicología sobre la percepción del color. Años antes ya había publicado (W3, Ítem 41), en el mismo contexto, otros estudios sobre la percepción del color que son considerados como las primeras investigaciones experimentales que se realizaron en la psicología estadounidense (APA-Street, 1994).

El interés de esas investigaciones parecía aparentemente lejano a la psicología americana de la época, pero son hoy el más claro ejemplo de las características que presenta la relación de Peirce y la psicología. Normalmente la historia de la psicología nos dice que Peirce era un autor alejado, en su trabajo, de la disciplina psicológica; en algunos casos se afirma su rechazo de esa disciplina en el terreno de la ciencia, pese a que realizó numerosas investigaciones experimentales de psicología (Morgade, 2004). Sin embargo, en la actualidad la psicología recupera parte de sus aportaciones en disciplinas distintas a ella en el seno de las explicaciones y teorías psicológicas más de moda; como es el caso de la psicología cultural, la psicología cognitiva, etc. (Rodríguez y Moro, 1998, y Gomila, 1998). Es un encuentro paradójico entre lo que Peirce trabajó y dijo de la psicología, y lo que la psicología actual recupera.

No obstante, esa aparente contradicción está siendo aclarada en las últimas investigaciones históricas sobre la producción del autor americano (Cadwallader, 1992, y Behrens, 1993). En la obra de Peirce nos encontramos estudios, investigaciones, y ensayos sobre psicología, en algunos casos bastante novedosos para la época. Además, era habitual en su vida diaria la relación con los profesionales más destacados de la psicología, americanos y europeos, relaciones que procuraron intercambios provechosos para todos, incluido el propio Peirce y su pensamiento (Morgade, 2002). El retrato que queda tras estos últimos hallazgos es el de un Peirce muy interesado por la psicología, que investiga y teoriza sobre ella, y no sólo como curiosidad, sino en el seno de su trabajo para los centros de investigación de los que formó parte. Estos resultados dan luz a las relaciones entre la psicología y Peirce, aclarando la historia y procurando esquemas de comprensión para las propuestas psicológicas que están recuperando la obra de Peirce hoy en día.

Peirce, por tanto, no es ajeno a la psicología, pero parece que ha existido un periodo bastante amplio en el que la disciplina psicológica descuidó la obra de Peirce. Además, la recuperación de Peirce para la historia del pensamiento americano desatendió su trabajo en psicología a falta de estudios profundos y rigurosos sobre la calidad de las aportaciones que Peirce hizo a esa disciplina. Ni siquiera la originalidad de sus investigaciones, como la que se anuncia al inicio de este trabajo, fueron descritas en la historia de la psicología (Morgade, 2004). Finalmente, esos trabajos han permanecido como parte de los resultados de ciencias en las que se era más consciente de su labor como científico, por ejemplo: física, astronomía, lógica, etc. (Swets, 1974).

Ante tales circunstancias, voy a tratar de presentar, en este trabajo, algunos de los detalles que reúne esa relación, que he anunciado, Peirce y una psicología americana que empezaba a nacer. Pero también, prestaré atención al presente, proyectando en el momento actual las conexiones que la obra de Peirce tuvo con la psicología de su tiempo. Se trata, por tanto, de perfilar una relación que existió, y que ahora se empieza a conocer.

2. Líneas de trabajo en psicología

Como se ha podido ver, en los artículos sobre la biografía de Charles S. Peirce, la formación, y actividad profesional e intelectual del pensador americano fue multidisciplinar. Desde el inicio de sus estudios estuvo interesado por disciplinas de muy diversos ámbitos. Ese perfil variado daba cobertura a trabajos dedicados a la psicología, entre otros campos, algo que tenía lugar por interés personal de Peirce, pero también como parte de su labor de investigador en el Coast Survey.

Peirce se encuentra con la psicología en su labor como científico experimental, utilizando algunos de los hallazgos de la joven disciplina; por ejemplo, la psicofísica. Pero, por otra parte, también deduce el lugar de la psicología en su pensamiento filosófico, en su sistema de las ciencias (Bosco, 1962; Apel, 1981, y Morgade, 2004). Tanto su metafísica como su teoría del conocimiento dan a la psicología un lugar importante dentro de disciplinas científicas con un futuro más prometedor, en palabras del propio Peirce (CP 8.249-315, 1897-1909).

Podemos encontrar escritos de Peirce en sus años de universitario, así como en sus primeros años trabajando en el Coast Survey, en los que hace referencias precisas al estado de la investigación y de la teoría psicológica de su tiempo. Peirce se preocupa por señalar, con argumentos rigurosos, los elementos más positivos de las aportaciones de diversos autores europeos y americanos; por ejemplo Wundt o Fechner (W2. Ítem17). Es más, Peirce avisa de la importancia de ciertos descubrimientos de la psicología alemana para el desarrollo de las investigaciones que su padre, Benjamin, dirigía en el Coast Survey (Fisch, 1964).

Esas primeras menciones a la psicología estaban enfocadas, en gran parte, a la psicofísica y psicología fisiológica. Temáticamente estaba especialmente interesado por los avances de la psicología de la percepción, no era casualidad, dada su labor profesional y su formación teórica. En tanto investigador experimental utilizaba con frecuencia la observación y medición como método principal de su trabajo. En el contexto de sus actividades era particularmente relevante estudiar la naturaleza de la percepción desde la psicología (Almeder, 1970, y Rosenthal, 1977). De sus estudios psicológicos sobre la percepción se deben destacar los que realizó sobre percepción del color ya que son considerados, actualmente, por la Asociación Americana de Psicología (APA), los primeros estudios experimentales de psicología que se realizaron en EEUU (APA-Street, 1994). También cabe destacar los que haría años después sobre los umbrales de sensibilidad, concepto que él se encarga de investigar experimentalmente. Peirce realiza este estudio en el contexto de su trabajo en la Universidad Johns Hopkins, y se convirtió en el primero realizado en dicha universidad (Jastrow, 1930). Un hito con importancia histórica pues G. S. Hall siempre afirmó que el primer laboratorio, e investigación psicológica, de la universidad americana fue el suyo en la Johns Hopkins. Parece evidente que la historia de la psicología ha seguido trasmitiendo el relato que Hall expuso en una de las revistas que dirigía (Hall, 1895). El trabajo de Peirce quedó, solamente, en los relatos de la Academia Nacional de Ciencias Americana, formando parte de su labor como científico natural, alejándolo de las fuentes documentales de la psicología.

Ha sido habitual que las investigaciones psicológicas de Peirce pasaran inadvertidas para el relato histórico de la psicología, por diversos motivos. Primero, por que Peirce los realiza en el contexto de su trabajo como astrónomo y geodésico, presentado sus resultados en las academias de ciencias generales, y no en el contexto de las asociaciones de psicología, que en los primeros años no existían. Segundo, porque Peirce nunca reclamó, en los contextos de estudio de lo psicológico, su lugar como iniciador de tales investigaciones experimentales. Dejaba en manos de algunos de los psicólogos que se formaron con él reivindicar los resultados de las investigaciones (p. ej.: Jastrow, Ladd-Franklin, Cattell, Mitchell, etc.). Tercero, por una razón común a su olvido general en el pensamiento americano, no sólo en psicología, los numerosos avatares de su vida y obra.

Una anécdota ilustrativa del destino que tuvieron sus investigaciones, en psicología de la percepción, viene a suceder a partir del anuncio que iniciaba este artículo. En el contexto de sus investigaciones de fotometría y percepción del color, podemos encontrar el descubrimiento de un efecto perceptivo denominado actualmente Belzold-Brucke, por los autores que lo anunciaron en 1873 (Lillo, 1993). Peirce fue el primero en anunciarlo públicamente (1872), pero el contexto elegido para hacerlo, la Academia Nacional de Ciencias, y la publicación tardía de su anuncio, en la década de los 80 del siglo XX (W3 Ítem 48), ha impedido el reconocimiento de Peirce como primer descubridor. Algo similar ocurre en el caso de sus investigaciones sobre los umbrales de sensibilidad.

Pero no debe pensarse que esos estudios constituyeron meras anécdotas en su vida como científico, más bien al contrario. Peirce inició esas investigaciones muy temprano, en muchos casos en su casa, y sólo años después en la Universidad, y en el propio Coast Survey, las realizó sistemáticamente (W5. Ítem24). Por otra parte esas investigaciones formaran parte de los argumentos más determinantes para defender la existencia de procesos psicológicos inferenciales inconscientes, una afirmación que se enfrentaba a la opinión de autores claves en la psicología de la época, Fechner, o el propio W. James (CP 8.55-90). Las afirmaciones de Peirce sobre este tema no sólo se han corroborado años después, sino que además adelantaban novedades metodológicas y teóricas de la psicología posterior (Behrens, 1993; Cadwallader y Cadwallader, 1974). Tanto en el terreno de la psicología de la percepción, como en otros campos de la psicología, Peirce apuntó novedades teóricas, pero también aportaciones metodológicas a la investigación experimental. Novedades que no nacían de la aplicación de los métodos de las ciencias naturales a la psicología, algo habitual en el conductismo. Nacían de la consideración de lo psicológico opuesto a cualquier lógica mecanicista. Sus conocimientos sobre la matemática y lógica probabilística los hubo de aplicar al conocimiento de lo psíquico, terreno fértil para el azar, y la consideración de los hábitos en tanto principios explicativos de la evolución de lo psicológico (CP 6.102-166).

En el ámbito teórico, la existencia de procesos psicológicos inconscientes y su carácter inferencial, será retomada como argumento a favor de la continuidad de la mente, así como en la defensa de la percepción, con su carácter inferencial no autocontrolado, en el origen de las primeras abducciones del pensamiento (CP 5.1-211). Peirce llega afirmar que las inferencias inconscientes, presentes en los primeros pasos de la percepción, son las primeras abducciones. Una afirmación que rechazaba cualquier mecanicismo y necesitarismo, en la psicología, opción que se empezó a generalizar entre algunos de los psicólogos de la época y que está en el inicio de la psicología conductista, o la psicología cognitiva posterior (Brennan, 1969).

La continuidad de la mente era un principio metafísico que le impedía a Peirce otorgar a lo físico y lo psíquico la categoría de sustancias distintas. El Ser presentaba en su continuidad dos caras, lo físico y lo psíquico. Igualmente, esa continuidad atravesaba cualquier explicación de los procesos psicológicos, incluida la percepción, en la que no podemos definir discontinuidades, como las que ocurrían si existieran los umbrales de sensibilidad no perceptibles. La posibilidad de procesos inferenciales inconscientes permitía entender que el sujeto perciba diferencias de sensibilidad aunque no fuera auto-consciente en todo momento de esa percepción (inferencia). Sin embargo, esa continuidad del ser, entre lo físico y lo psíquico, no implicaba que se estudiaran con la misma metodología, dada las características distintas que tienen en su presentación (Apel, 1998; Bosco, 1962).

Peirce discutió en profundidad sobre todas estas cuestiones con los psicólogos más importantes de la época. Hablamos de W. James, J. M. Cattell, Wundt, Helmholtz, Baldwin, Dewey, etc. Siempre se sintió más cercano a las propuestas de Baldwin y a las de Dewey (1916), pero se enfrentó claramente a James; por ejemplo en lo que respecta a su teoría de la percepción. James no creía en la existencia de procesos inferenciales inconscientes. Peirce era heredero de Kant, de Darwin, y del pensamiento inglés, y en su síntesis original se enfrentaba a cualquier teoría psicológica que no asumiera la naturalización del sujeto kantiano que la psicología de Wundt (1867) en sus primeros escritos (Fernández, 1995 y 2003), Helmholtz, o aun Baldwin venían afirmando, y que el propio Peirce puso a prueba en sus estudios. Un sujeto activo, pero producto de la evolución de la mente. Una evolución que abarcaba la consideración de la filogénesis, la ontogénesis, y por supuesto la historiogénesis de lo psicológico, del ser en general. No existe, por tanto, una ruptura entre el terreno de la libertad y la naturaleza, como en Kant, tampoco existe una separación entre el sujeto animal, pasivo, atado al reino de la naturaleza kantiana, y el sujeto libre constructor de su propio destino. El sujeto en todos sus procesos, en todas sus funciones contempla todos los niveles de génesis: filogénesis, ontogénesis, microgénesis e historiogénesis (Morgade, 2004)

En concreto, esa naturalización del sujeto está presente claramente en trabajos tan originales e incomprendidos en la época como "La ley de la mente" o "La esencia cristalina del hombre" (CP 6.102-163 y 238-271, 1892). En ellos se hace referencia no sólo a sus estudios psicológicos, también a la obra de Baldwin, o de Helmholtz. El pensamiento de Peirce con respecto a la psicología comprende opciones funcionalistas y pragmatistas que no triunfarían en su tiempo, igual que ocurrió con Baldwin (Baldwin, 1930; Sánchez, 1999). Sólo bastantes años más tarde estas propuestas se están redescubriendo a través de teorías de enorme parecido (Rosenthal, 1997)

Antes de señalar la actualidad de sus propuestas, hemos de destacar otras vías de su trabajo en el terreno de la psicología. La naturaleza de la conciencia y la personalidad fueron objetivo de su interés. Las referencias a estos temas están en diversos ensayos, y sobre todo en muchas de las cartas que Peirce intercambió con autores, psicólogos incluidos, de su tiempo (CP 8.270-305, 1897-1909). Gran parte de esos intercambios aún permanecen sin publicar, tan sólo podemos aproximarnos a sus ideas de forma provisoria. Los ejes que atravesaban las ideas que sobre la conciencia y la personalidad mantenía serían, en principio, tres. Primero, el principio de la continuidad de su metafísica, algo que alcanzaba a cualquier explicación de la psicología. Hablamos antes de la continuidad presente en la naturaleza y génesis de los procesos conscientes e inconscientes, hablaríamos ahora de la relación entre comunidad y persona (Morgade, 2004). Segundo, la naturaleza social del hombre, incluida su conciencia y su identidad como persona. Peirce entendía que un yo aislado es incomprensible, es necesario la comunidad como otro igual a mí y como otro al que referirse. Tercero, el carácter semiótico, y por tanto mediado, de todo lo psicológico, una consideración actualmente muy de moda, y que Peirce exponía en todos sus escritos sobre psicología. Los procesos de mediación están implicados en cualquier función psicológica que refiere siempre a algo distinto a ella misma. La comunicación, el lenguaje, la memoria, la atención, la percepción, la conciencia, y aun, la persona, refieren a la realidad, al mundo. Igualmente están mediados por esa realidad, y ese mundo social (Rosa, 2001; Rosenthal, y Bourgeois, 1988).

Con respecto al tercer eje, el análisis semiótico de lo psicológico podemos encontrar varios trabajos de Peirce a lo largo de toda su obra. Algunos de los más esclarecedores aplicaban las tres categorías esenciales a los fenómenos psicológicos, sensación, conocimiento y voluntad, redefinidas a partir de su triada:

Parece, pues, que las verdaderas categorías de la conciencia son: primero, la sensación, la conciencia que puede ser incluida en un instante de tiempo, la conciencia pasiva de cualidad, sin reconocimiento o análisis; segundo, la conciencia de una interrupción en el campo de la conciencia, el sentido de resistencia, de un hecho externo, de algo distinto; tercero, la conciencia sintética, que vincula al tiempo, el sentido de aprendizaje, el pensamiento (CP 1.377, 1885)

Estos análisis, e ideas, llegaron a través de Royce al pensamiento de autores como Mead o Morris, y están, aunque a veces de forma poco explícita, en la línea que lleva desde los trabajos de Peirce a la introducción de la semiótica en la psicología actual (Houser, 2002). El carácter triádico de lo psicológico está anunciado en Peirce, por ello no es extraño que, aunque a través de vías indirectas, se llegue a Peirce en la psicología actual.

Las propuestas de Peirce sobre la psicología rompen la idea representacional de la psicología cognitiva de los últimos años, y se acerca a la comprensión de lo psicológico en su carácter semiótico (Riba, 1995 y 1990). Con ello, las propuestas de la psicología cultural más de moda, y también, el psicoanálisis encuentran en la semiótica peirceana una vía de trabajo e interpretación (Andacht y Gil, 1995).

Son también interesantes ciertos trabajos que desarrolló con sus alumnos, principalmente Marquand (Peirce, 1887; Ketner, y Stewart, 1984), que son considerados como los primeros estudios sobre computación de los procesos psicológicos. Peirce argumenta, a partir de su lógica y su metafísica, contra la posibilidad de simular de forma completa el pensamiento y el razonamiento humano. La naturaleza de su metafísica y teoría lógica no admite una explicación mecanicista sobre lo psicológico. No obstante, desarrolla las primeras máquinas lógicas, simulaciones de los razonamientos que se dan en el hombre; máquinas de computar signos.

Otras vías que Peirce trabajó en la psicología, y que podemos rastrear desde sus primeros escritos hasta su labor como profesor en la Universidad Johns Hopkins, son los dedicados a los primeros estudios americanos sobre la creatividad y el genio desde una perspectiva psicológica (Jastrow, 1886). Peirce en este tema no sólo se limitó a teorizar; en sus análisis sobre la creatividad también realizó estudios diferenciales sobre las características personales de los hombres más ilustres de la historia. Si bien estos trabajos los realizó, con sus alumnos de la universidad, para poner a prueba la lógica de los estudios probabilísticos en el terreno de las disciplinas psíquicas, en una nueva aportación suya a la metodología en psicología o la historia, su estudio le interesó a Peirce personalmente.

Peirce estuvo preocupado desde joven por definir qué es un "Gran Hombre" motivado por las ideas de su padre, quien siempre creyó que su hijo Charles estaba destinado a ser un "gran hombre" en la historia de la ciencia. Afirmaciones paternas que marcaron de manera trágica la visión de Peirce sobre su destino. Más allá del terreno vital, sus consideraciones sobre el origen de un "gran hombre" estaban enfrentadas a máximas esenciales de su pensamiento. Peirce hace un análisis probabilístico de los elementos que definen a un gran personaje de la ciencia, evitando cualquier tipo de explicación mecánica, pero explica su propio destino desde la herencia de caracteres de sus antepasados con teorías cercanas a las de Galton y también a las de Lombroso (CP 7.248, 1901 y CP 7.539-560, s. f.). Eran teorías muy alejadas de la teoría evolucionista darwiniana o, incluso, de la defendida por el propio Peirce, en la que el azar y el amor evolutivo (el lugar del hábito en la evolución) era esencial. Sus propuestas en el terreno de la percepción eran originales y novedosas en su tiempo (Björkman, 1994), pero los estudios de los grandes hombres no son de destacar, al contener explicaciones y asunciones superadas y contradictorias. Sin embargo, podemos rescatar estos primeros estudios sobre la genialidad en lo que respecta a sus aportaciones metodológicas, es decir, a la aplicación de la probabilidad en el estudio de variables psíquicas (p.ej. Merikle, Joordens, y Stolz, 1995).

En este breve repaso de algunas de las líneas maestras de su trabajo en la psicología no hemos profundizado en la importancia de las relaciones que Peirce mantuvo con los psicólogos de la época. Encuentros y relaciones que permiten rastrear la influencia de Peirce en la psicología posterior, y por tanto, actualizar el relato de la historia de la psicología sobre Peirce. No nos vamos a detener a destacar aquí cuáles fueron y de qué manera se desarrollaron por problemas de espacio, tan sólo destacar algunas de sus consecuencias. A través de intercambios epistolares y reuniones privadas, muchas de ellos de carácter personal y no sólo profesional, con los grandes autores de la psicología de su tiempo (James, Hall, Royce, Munsterberg, Baldwin, Wundt, Helmholtz, etc.), Peirce logró mantener actualizado su conocimiento sobre la psicología, atender a las novedades y proponer teorías propias enormemente interesantes (Rosenthal, 1977; Merikle, 1992). El estudio sobre esos intercambios está por hacer, apenas se ha sacado a la luz parte de los que mantuvo con James. Dado el carácter íntimo de estos intercambios, la influencia sobre sus contemporáneos se ha mantenido oscurecida, tal como hemos dicho, por ejemplo, respecto a Mead (Houser, 2002). Con relación a sus alumnos en la universidad diremos que algunos de ellos deben ser considerados como auténticos discípulos de Peirce en el terreno del pensamiento psicológico (Ladd-Franklin, Jastrow, Marquand o aun Dewey en algunos aspectos). Esto último cobra importancia cuando tratamos de seguir cuál puede ser la importancia de las propuestas peirceanas en la historia de la psicología, atendiendo al lugar que ocuparon sus discípulos. Jastrow por ejemplo, fue secretario en la APA, y posteriormente presidente de esa asociación (Jastrow, 1930).

Para calibrar el lugar que Peirce ocupa en la psicología hasta hace unos años, vamos a detenernos, brevemente, en ciertos datos sobre la historia de la psicología y la psicología actual.

3. Visión en la historia

En trabajos anteriores (Morgade, 2002 y 2003) ya hemos detallado el recuerdo que de Peirce se hace de la psicología a través de los relatos históricos. A tenor de lo que recogen los trabajos históricos más conocidos se puede decir que Peirce no tiene ninguna importancia en la psicología. Apenas se señala su relación con James en el famoso Club Metafísico de Harvard (Fisch, 1964) que dio lugar al pragmatismo, pero la importancia del propio Peirce en dicho club fue mínima, se nos dice en la mayor parte de las ocasiones. Sólo algún trabajo señala que Peirce fue el padre del pragmatismo, pero se atribuye a su mal carácter o a su pensamiento eminentemente lógico la razón por la cual Peirce no tiene ningún lugar en la psicología (Cadwallader, 1992). Esa imagen debe ser rechazada atendiendo a los datos sobre sus investigaciones en psicología, y también dada la influencia que tuvo en autores destacados de la propia historia de la Psicología, tal como se ha indicado más arriba.

Si vamos más allá de los relatos históricos, y nos adentramos en los trabajos psicológicos concretos que citan a Peirce, vemos como Peirce es un autor que tan sólo aparece de forma destacada en la última década. Las bases documentales de la psicología apenas recogen trabajos que contengan referencias a Peirce, si exceptuamos los diez últimos años. Y concretando los trabajos en los que es recuperado en la actualidad podemos decir que casi en exclusiva se debe a su aportación en el análisis de los signos: la semiótica (Castañares, 2000). La influencia de la semiótica sobre psicología actual, también el psicoanálisis, es cada vez mayor, y la recuperación de Peirce para la psicología se centra en esa influencia. Es decir, en la aportación que la semiótica hace al estudio de lo psicológico, y no tanto a los trabajos propiamente psicológicos que Peirce hizo. Además, las citas y referencias a la semiótica de Peirce en muy pocos casos dan cuenta de los escritos en los que Peirce ya utilizaba la semiótica en el estudio de lo psicológico. Puede más, entonces, esa imagen antipsicológica que se ha presentado de Peirce que la realidad de algunos de sus manuscritos. Parece que Peirce se sitúa actualmente en la Psicología aunque él no lo quisiera (Riba, 1990).

Por tanto, Peirce y sus propuestas sobre la psicología están siendo recuperadas. Pienso que lo más correcto sería decir que se está descubriendo en general, y en el caso de algunas propuestas, como la semiótica se está redescubriendo. La aportación de la teoría de la percepción y del estudio experimental de la percepción de Peirce, ya en su tiempo, apenas tuvo importancia explicita. Se atribuyó a sus alumnos las novedades metodológicas, y las aportaciones teóricas fueron olvidadas (Fullerton y Cattell, 1892; Boring, 1943). Con respecto al estudio del carácter mediado de lo psicológico, y las posibilidades de las herramientas semióticas para el estudio de lo psicológico, sí tuvo influencia en algunos autores, aunque en muchos casos de manera poco explicita, el caso de Mead es un buen ejemplo, o también el de Morris (1934/1972). Con la recuperación de la semiótica en lo psicológico descubrimos en autores como Mead la influencia de uno de los padres de la semiótica: Charles S. Peirce.

Así, más que un olvido de Peirce en la psicología, parece haber ocurrido una falta de interés, ya en su época, sobre ciertas teorías como las de Peirce o Baldwin, en cierto sentido similar. En ese olvido pesaron mucho sus circunstancias vitales y también las características de sus propuestas, muy alejadas de las que triunfaban en su tiempo. Sin embargo, no pienso que hubiera un olvido intencionado en la psicología. Excepto avatares concretos, como el relatado sobre el laboratorio de Hall en la Johns Hopkins, fue el propio Peirce quien no reivindicó su lugar en la psicología que se institucionalizó. Quizás el único momento concreto en el que sí existió un interés por parte de Peirce en las instituciones universitarias, con respecto a la psicología, se refiere a la plaza que pudo haber ocupado en la Johns Hopkins y que finalmente fue a parar a manos de Hall (Fisch y Cope, 1952). Si Peirce hubiera ocupado ese lugar podría haber marcado de forma explícita la labor que en psicología se hizo en uno de los centros de formación más importantes de la época. De hecho, si atendemos a los seminarios del Club Metafísico de la Johns Hopkins, que Peirce inició, vemos el cambio que se dio al tratamiento de lo psicológico, también el resto de disciplinas, en esa universidad. En el discurso de inicio de curso tras la marcha de Peirce, G. S. Hall defiende que en la ciencia americana no había lugar para el trabajo que Peirce realizaba, tanto en sus formas como en su contenido. Peirce cree que la psicología ha de ocupar un lugar importante en la ciencia, pero no debe convertirse en un estudio de carácter físico, mecánico. La aplicación por parte de Peirce de la probabilidad al estudio de lo psicológico comprende una diferenciación entre el estudio de lo psíquico y lo físico pese a la continuidad asumida de ambos lados del ser. Por otra parte, debe ser un estudio riguroso que atienda a ciertos elementos de la biología, de la lógica y aún de una metafísica. Sin embargo, para Hall lo psicológico debía asumir métodos, principios y teorías de las ciencias naturales, y a la vez tenía que conservar el carácter filosófico y moral de la América victoriana (Morgade, 2004).

4. Proyección actual. Realidad y posibles vías

Tras años de desencuentros entre Peirce y la Psicología, en los últimos años se está produciendo el acercamiento entre ambos. Como señalábamos se ha originado un incremento significativo de los trabajos psicológicos que refieren a la obra de Peirce. Y, si bien en muchos de los casos las referencias señalan el lugar de Peirce únicamente como padre de la semiótica, encontramos otros trabajos preocupados por recuperar y analizar la actualidad de las proposiciones del propio Peirce sobre la semiótica.

El contexto en el que la recuperación de las propuestas psicológicas de Peirce, sobre todo en lo relativo al análisis semiótico de lo psicológico, se relaciona con la psicología cultural, donde el concepto de mediación, así como el carácter triádico de las funciones psicológicas está totalmente asumido (Uslucan, 2004). Por otra parte, la naturaleza social, por tanto cultural e histórica, del conocimiento y de la génesis del propio sujeto, algo que Peirce comprendía en sus escritos, llevan nuevamente a la Psicología Cultural a la recuperación de la obra de Peirce.

Aún queda por investigar muchos de los escritos de Peirce sobre psicología, en el entramado de manuscritos y cartas que permanecen sin investigar. No es raro, entonces, que otro foco importante de los estudios más actuales sean de carácter histórico-teórico. En ellos, tras situar a Peirce entre algunas de las propuestas pragmatistas, y funcionalistas, que tuvieron menos eco en su momento, como es el caso de Baldwin, se exploran todas las vertientes del trabajo de Peirce relativas a la psicología americana en sus inicios (Morgade, 2003).

De la mano de esas últimas investigaciones tiene lugar la recuperación, y actualización, de sus estudios sobre percepción, personalidad, conciencia, así como análisis de la cognición y el pensamiento (Baranski, y Petrusic, 1994; Merikle, et al 1995; Moxley, 1997). Las corrientes teóricas de la psicología que realizan estos estudios son variadas, y no únicamente la psicología cultural como ocurría en el caso de las propuestas semióticas. Encontramos estudios realizados por psicólogos cognitivos, psicólogos constructivistas, modelos ecológicos, como el de J. Gibson (Morgade, 2004), y también psicólogos conexionistas.

Aunque sin duda alguna la vertiente psicológica que más sigue produciendo en el terreno de las publicaciones científicas se refiere al psicoanálisis. En este caso no hablaríamos de recuperación y actualización de la obra psicológica de Peirce, sería más bien de una utilización de los análisis semióticos en el terreno de la teoría psicoanalítica.

Con respecto a las aportaciones instrumentales y metodológicas que Peirce realizó a la psicología, he de señalar que casi todas sus aportaciones han sido asumidas e integradas. Sin embargo, no por ello dejan de tener valor su estudio. En su tiempo todas las novedades que Peirce realizó se adelantaban décadas. El triste final de sus últimos años hizo posible que algunas de ellas se perdieran, y sólo en la actualidad, en análisis historiográficos, podemos decir que Peirce anunció cambios que la investigación psicológica habría de asumir ulteriormente (Boring, 1943)

Aún quedan muchos caminos por explorar sobre la relación de Peirce con la psicología. Podemos resumirlas en dos vías principales. Primero se explora históricamente los trabajos psicológicos de Peirce, a través de sus manuscritos, cartas, conferencias, etc. De ese trabajo surge una actualización del relato histórico en psicología, analizando tanto la validez de sus propuestas como la influencia en la psicología posterior. Segundo, la utilización de parte de sus propuestas en otros campos del saber en psicología, con ello se lleva la obra de Peirce mucho más allá de sus formulaciones originales, en lo que sería una continuación de la historia.

 


Bibliografía



Fecha de la página: 19 de noviembre 2007
Última actualización: 27 de agosto 2009

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