EL MATRIMONIO ENTRE LA RELIGIÓN Y LA CIENCIA


Charles S. Peirce (1893)

Traducción castellana de Carmen Ruiz (2001)



Este texto fue publicado el 16 de febrero de 1893 en The Open Court (Vol. VII, pp. 3559-3560) y fue reproducido en CP 6.428-434.


6.428. ¿Qué es la ciencia? El diccionario dirá que es un conocimiento sistematizado. Sin embargo, las definiciones del diccionario suelen apoyarse demasiado sobre derivaciones; lo que es lo mismo que decir que ignoran demasiado los últimos pasos de la evolución de los significados. El mero conocimiento, aunque sea sistematizado, puede ser un recuerdo muerto; mientras que por ciencia todos entendemos habitualmente un acervo vivo y creciente de la verdad. Podríamos decir incluso que el conocimiento no es necesario para la ciencia. Las investigaciones astronómicas de Ptolomeo, a pesar de ser falsas en gran parte, deben ser reconocidas por todo matemático moderno que las lea como verdaderas y genuinamente científicas. Lo que constituye la ciencia, entonces, no son tanto las conclusiones correctas, como un método válido. Mas el método de la ciencia es en sí mismo un resultado científico. No surgió del cerebro de un principiante: fue una conquista histórica y un logro científico. De tal manera que este método no debería considerarse como esencial al comienzo de la ciencia. Sin embargo, lo que es esencial es el espíritu científico, que está determinado a no descansar satisfecho con las opiniones vigentes, sino a continuar hasta llegar a la verdad real de la naturaleza. Para la ciencia una vez que está erigida en este sentido entre la gente, la ciencia en cualquier otro sentido es su heredera aparente.

6.429. Y, ¿qué es la religión? En cada individuo es una especie de sentimiento, o percepción oscura, un profundo reconocimiento de un algo en el Todo circunambiental, que, si él intenta expresarlo, se revestirá a sí mismo de formas más o menos extravagantes, más o menos accidentales, pero siempre reconociendo lo primero y lo último, el A y el W, así como también una relación a ese Absoluto del yo individual, como un ser relativo. Pero la religión no puede residir en su totalidad en un individuo solo. Como todas las especies de la realidad, es esencialmente un asunto social, público. Es la idea de toda una iglesia, unificando todos sus miembros en una percepción orgánica y sistémica de la Gloria del Supremo, - una idea que crece de generación en generación y que reclama una supremacía en la determinación de toda conducta, privada o pública.

6.430. Ahora, a medida que la ciencia se desarrolla, se hace más y más perfecta, considerada como ciencia; y ninguna persona religiosa puede con facilidad ser tan estrecha de miras como para negarlo. Mas a medida que la religión pasa por las diferentes etapas de su historia, temo que debemos confesarlo, rara vez ha sido vista tan vital como para hacerse más y más perfecta, incluso juzgada desde su propio punto de vista. Como una flor cortada, su destino es marchitarse y morir. El sentimiento vital que le dio origen pierde gradualmente su pureza y su fuerza prístinas, hasta que algún nuevo credo lo aplasta. Así sucede de la manera más natural que aquellos que están animados por el espíritu de la ciencia siempre tienden hacia delante, mientras que aquellos que están inmersos en la religión de corazón se inclinan más bien a mirar hacia atrás.

6.431. Mientras esta doble transformación se ha ido desarrollando, la religión se ha visto obligada a definir su posición; y, al hacerlo, se ha comprometido inevitablemente con proposiciones variadísimas, las cuales, una a una, han sido, primero cuestionadas, después atacadas, y finalmente destronadas por la ciencia que avanza. Al ver tal abismo abierto ante sus pies, la religión en un primer momento retrocedió con violencia, y finalmente lo ha saltado; satisfaciéndose lo mejor que podía con un credo revisado. En la mayoría de los casos el salto no parece haberle hecho daño; sin embargo pueden haber surgido heridas internas. ¿Quién puede dudar que la iglesia realmente sufriera a causa del descubrimiento del sistema de Copérnico, aunque la infalibilidad de alguna manera consiguiera escapar por un estrecho agujero? De esta manera, la ciencia y la religión se ven forzadas a adoptar actitudes mutuamente hostiles. La ciencia, para los especialistas, parece tener poco o nada que decir directamente de la religión; pero ciertamente alienta una filosofía que, si no en otro aspecto, es al menos opuesta a la tendencia dominante de la religión por estar animada por un espíritu progresivo. De ahí surge, también, una tendencia a burlarse de las cosas que no pueden verse.

6.432. Sería ridículo preguntarse a quién se le puede imputar esta situación. No puede echarse la culpa a fuerzas elementales. La religión, por la misma naturaleza de las cosas, rechaza continuar sus transformaciones sucesivas con la suficiente rapidez para mantenerse siempre de acuerdo con las convicciones de la filosofía de la ciencia. Ha llegado el día, sin embargo, en el que al hombre a quien la experiencia religiosa le mueve con más devoción puede reconocer este estado de la cuestión. Mientras que uniéndose a la esencia de la religión, y en tanto que sea posible a la iglesia, que es todo menos esencial, digamos que cuasiesencial [pennesential], para ella, pondrá a un lado esa timidez religiosa que está siempre empujando a la iglesia a retroceder desde los caminos en los que el Gobernador de la historia está conduciendo a las mentes de los hombres, una cobardía que la ha mantenido inmóvil a través de los siglos como el mojón y el límite de su fe tan pequeña, y de buena gana irá hacia delante, segura de que la verdad no puede separarse en dos doctrinas enfrentadas, y que cualquier cambio que el conocimiento pueda obrar en su fe podrá sólo afectar a su expresión, pero no a la profundidad del misterio expresado.

6.433. Tal estado mental puede llamarse con mucha propiedad una religión de la ciencia. No es que sea una religión a la que la ciencia o el espíritu científico mismo hayan dado origen; pues la religión, en el sentido propio del término, puede surgir solamente de la sensibilidad religiosa. Pero es una religión, tan fiel a sí misma, que se está animada por el espíritu científico, confiando que todas las conquistas de la ciencia serán sus propios triunfos, y aceptando todos los resultados de la ciencia, así como los mismos hombres de ciencia los aceptan, esto es, como pasos hacia la verdad, que por un tiempo puede parecer estar en conflicto con otras verdades, pero que en tales casos simplemente esperan ajustes que con toda seguridad vendrán con el tiempo. Esta actitud, cuando sea observada, es una que la religión asumirá no como dictado de la ciencia, menos por compromiso, sino simple y únicamente por una confianza más audaz en ella misma y en su propio destino.

6.434. Y, entre tanto, la ciencia sigue su camino con firmeza. Lo que tiene que ser su meta es precisamente lo que no debe buscar determinar por sí misma, sino dejarse guiar por la mano firme de la naturaleza. Las consideraciones teleológicas, digamos, los ideales, deben dejarse a la religión; la ciencia solamente puede permitirse el ser impulsada por causas eficientes; y la filosofía, en su carácter de reina de las ciencias, no debe preocuparse, o no debe parecer que se preocupa, si sus conclusiones son saludables o peligrosas.


Traducción de Carmen Ruiz




Fin de: "El matrimonio entre la religión y la ciencia". Traducción castellana de Carmen Ruiz, 2001. Original en: CP 6. 428-434.

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Fecha del documento: 20 agosto 2001
Ultima actualización: 4 de marzo 2010


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