LA VERDAD SEGÚN EL PRAGMATISMO DE C. S. PEIRCE1


Elena Lugo (1970)





Comúnmente se interpreta el pragmatismo norteamericano como un pensamiento superficialmente filosófico que postula una misión mecanicista del universo, en donde los objetos aparecen provistos de carácter exclusivamente económico para un ser humano reducido a ente práctico sin dimensiones ontológicas, estéticas o éticas2. Se cree que la filosofía pragmatista centra su atención en la acción y racionaliza un estilo de vida materialista y subjetivista. Una definición general de la noción pragmática de la verdad parece confirmar esta interpretación. Para los pragmáticos una idea o una proposición es cierta cuando satisfacer una necesidad vital o cuando opera según un plan previsto. No obstante la definición simplista, tal noción de la verdad es un tanto más compleja si se considera que quienes la proponen difieren entre sí en cuanto el carácter específico de la verificación requerida y la extensión del campo de la experiencia en que dicha verificación se ejecuta3.

Me parece, sin embargo, que un análisis de la teoría de la verdad según viene enunciada en las obras principales de C. S. Peirce —precursor del pragmatismo norteamericano— contrarresta suficientemente la identificación de pragmatismo y el utilitarismo del pueblo norteamericano. Esta identificación resulta de una visión estrecha del sentido pragmático de la acción y de la insuficiente apreciación de los valores éticos y consideraciones teoréticas sobre el universo, que prestan sentido a la actividad humana. Confío poder señalar, aunque sea brevemente, cómo la formulación del pragmatismo partió de espíritus teóricos y que la afirmación del valor instrumental de los conceptos es ajena a un behaviorismo psicológico en donde la mente humana se resuelve en fuerzas mecánicas.

La exposición de la famosa teoría de la evolución por Darwin centró la atención de los pragmatistas en la idea de que en el mundo no se dan seres inmutables, sino procesos. De esta proposición se deduce, en primer lugar que el inmutable mundo del ser, que la metafísica tradicional estudiada con tanto ahinco, era algo ficticio; y en segundo, que la facultad de pensar no es algo (definitivo) dado al hombre, sino que posiblemente consiste en un instrumento de adaptación al medio. Por esto Peirce, y a mi entender sus principales seguidores, William James y John Dewey, expresaron serias dudas en cuanto a la insistencia racionalista de que la razón aprehende instintivamente la verdad sin referencia a nuestro comportamiento ante las cosas que nos rodean. El pragmatista propone, a su vez, una teoría más bien psicológica, que formal, según la cual las propiedades de la evidencia congnoscitiva se explican en términos de la experiencia práctica más que según la claridad y distinción de la idea. Para ellos el pensamiento es un propósito que deriva de una misión teológica de la humanidad. Su auténtica realización en el mundo se manifiesta en su función de amoldar el futuro de acuerdo con su proyecto o fin de carácter ético.

La noción de propósito funciona en mi ensayo como una idea central desde la cual la acción, lo instintivo, lo racional, el destino del hombre, y particularmente verdad, como temas del pragmatismo de Peirce, encuentran su significación filosófica. Lejos de subordinar los valores espirituales —ético, estético, teorético— a lo utilitario y subjetivista en el hombre, Peirce los reconoce como el fundamento de la inquietud práctica, en la cual sin embargo estos valores se realizan concretamente.

Para abordar el tema de la verdad en el pragmatismo* de C. S. Peirce se precisa una breve referencia a su orientación moderadamente realista en la metafísica4. Según él, a la actividad de cada objeto corresponde un principio intrínseco que designa con el término Aristotélico-Tomista de "posibilidad". Objetivamente hablando, explica Peirce, "posibilidad implica un algo aún sin desarrollar, sin presentarse como objeto determnado, pero capaz de tal en un momento futuro en cuanto las condiciones de su presentación se den... implica pues una capacidad de realización, y si ésta se entiende en un sentido activo conmata una tendencia inherente hacia la actualización5. Al luego hablar del carácter propio de una cosa, Peirce, como pragmaticista, no se referirá a otro factor sino a la posibilidad como potencia real o fuente de actividad... "como potencia real la cosa se encuentra allí, piénsese en ella o no"6. Si se interpreta como hábito, la posibilidad indica una mayor estabilidad o una ley en la actividad (esta noción de hábito nos será útil luego para entender la actividad humana). Conviene señalar que para Peirce un ente o cosa en el universo no es más que una peculiar unidad de posibilidades reales sin el substrato Aristotélico como punto de referencia o inherencia. Sería desde luego interesante presentar una exposición más amplia de la metafísica de Peirce, pero la limitada extensión de este estudio no lo permite.

Sin olvidar por un momento la insistencia de Peirce sobre la función de la potencialidad real, regulativa del curso y constitutiva del término de la investigación, examinemos las condiciones subjetivas que también ayudan a determinar el objeto en su contenido y evidencia.

Hemos visto que Peirce afirma que el conocimiento no necesita lo que Descartes denominaba un fundamento absolutamente cierto o idea clara y precisa que resista toda duda y desde la cual se deducen otras ideas igualmente evidentes7. Peirce introduce la noción de abducción, como sustituto a todo fundamento —sea el intuitivo-deductivo cartesiano— del pensamiento "Abducción", nos explica Peirce, "representa la espontánea conjetura de una razón —instintiva o la simple interrogación... la creencia irresistible que conduce al hombre a la ejecución de sus funciones propias... "encarnar sus ideas en las creaciones artísticas en los instrumentos y en sistemas teoréticos"8. Esta energía instintiva capacita al hombre para investigar "los secretos de la naturaleza durante todo el curso de su pensamiento científico; la mente humana tiene que haber estado armonizada (attuned) con la verdad de las cosas para así descubrir las mismas. Es la fuente de toda verdad lógica"9. Peirce demuestra que el instinto constituye la primera etapa de la investigación y donde se selecciona una hipótesis entre otras, no sólo teóricas sino también prácticas, y se inicia un procedimiento de verificación de la hipótesis. Así es que el instinto estimula una investigación que también incluye una reflexión crítica —no de laboratorio o lógica— sino según el "desarrollo del auto-control en el comportamiento del hombre"10.

¿Cómo funciona un ideal del comportamiento humano en cuanto criterio de la verdad, o cómo sabemos que una investigación logra su objetivo? Examinemos el análisis que ofrece Peirce de la abducción como principio regulativo de la actividad cognoscitiva. Esta tarea nos exige una distinción inmanente a la actividad cognoscitiva ya cumplida, que es el juicio: juicio como acción, juicio como voluntad, y juicio como propósito.

Tendremos que asumir, con Peirce, que el juicio no es otro elemento de la cosa conocida en cuanto tal, aunque sí sea la fórmula del cumplimiento natural de una investigación. Peirce propone que se entienda el juicio como la realización del propósito de la investigación, capaz de su propia corrección. El juicio rebasa los esquemas de la lógica formal y se presta como expresión de la verdad pragmática.

Juicio-acción. El juicio no es sólo significación o representación, consciente de un objeto, sino que implica un acto, "un ejercicio de energía", o sea una "afirmación (o negación) que no constituye un incremento de significado11. Este acto nace de una compulsión de unir o de separar en un modo específico el predicado de su sujeto... "es un acto de la conciencia en que reconocemos una creencia o hábito intelectual, resolución virtual"12.

Surge aquí la creencia —abducción— una vez más como criterio regulativo de la constitución pragmática de la verdad. Precisemos este carácter. En su ensayo "La Fijación de la Creencia", Peirce define a ésta como un hábito interior (recuérdese el uso análogo de "hábito" para designar el carácter de posibilidad en las cosas) que nos predispone a una cierta orientación hacia los objetos que nos rodean13. Este hábito no es directamente observable sino que se define en término de las condiciones que lo estimula y se valora en virtud de los efectos producidos bajo su influencia. Puesto que las condiciones pertenecen al orden práctico o concretamente sensorial, también los efectos se han de evaluar en este nivel. Ya que los objetos son conocidos en virtud de la creencia y ésta a su vez se define en virtud de su constitución sensible14. Antes de ofrecer su operación concreta, los objetos se determinan en una interpretación de esta afirmación como representativa de una teoría subjetivista o arbitraria consideremos el juicio como voluntad, y propósito. Veremos entonces que la creencia como un hábito de acción no ha de referirse exclusivamente a las cosas externas sensibles15.

Juicio-voluntad. En el acto de afirmación o negación que constituye el juicio se encuentra un segundo factor de gran importancia para la cuestión de la verdad: voluntariedad. El juicio resulta ser un acto en referencia a uno mismo en cuanto que el sujeto del mismo asume responsabilidad por la verdad allí enunciada o meramente aproximada... "más que la aprehensión de un significado, el juicio, es la afirmación de una proposición como propia responsabilidad, no sólo ante uno mismo sino ante una comunidad indefinida de investigadores"16. Peirce insiste en que el hombre es esencialmente un posible miembro de la sociedad en y a través de la cual logra su plenitud. No es por tanto mi experiencia sino nuestra (la de la comunidad de investigadores), experiencia la que constituye la verificación de un juicio.

El objeto se cnoce en virtud de la opinión final de un número ilimitado de investigadores. Dicho de otra manera, la determinación de la realidad es el resultado de la investigación de la comunidad finita que, ensayando por un tiempo indeterminado todos los métodos que la realidad (como posibilidad real) permita, llegarán a una formulación de la verdad. El método (o métodos) científico representa, en Peirce, la antítesis del individualismo, y del filósofo intuitivo que descansa en principios evidentes "a priori" o en una percepción concebida como infalible. Más bien representa el espíritu de colaboración de unos investigadores que conciben su evidencia como un factor objetivo y como resultado esencialmente provisional y corregible17. Este espíritu asegura el progreso hacia la verdad. Luego examinaremos críticamente esta noción de la verdad como un ideal al alcance de una infinitud de hombres en búsqueda aparentemente ciega.

Juicio-propósito. En vista de la mencionada armonía pre-establecida entre la creencia (hábito) y los secretos de la naturaleza (verdad), podemos anticipar el propósito del juicio como un elemento esencial en nuestro estudio. Peirce no es partidario de soluciones fáciles o simples. Sus afirmaciones en cuanto al propósito del juicio nos introduce a su pensamiento maduro en el cual la orientación ética y estética de su pragmaticismo aparece con mayor precisión, pero no menos problemática.

Peirce se refiere a la verdad como un ideal regulatico de la investigación, como el límite ideal que ésta busca realizar18. Exceptuando las verdades matemáticas por ser abstractas, este límite o propósito parece eludir una determinación exacta o apuntar a un "algo más" (beyond) que quizás no pueda enunciarse verbalmente sino referirse como un ideal ético o estético19. El verdadero significado de una idea o juicio depende de cuál sea la influencia unificadora que ésta imparta a la conducta práctica, bajo todas las condiciones o circunstancias en que ésta se manifiesta20. Al referirse a los fines del hombre, Peirce precisa un poco mejor el carácter del ideal ético-estético que deterina como "la suprema tarea y deber de fundir nuestra personalidad del cosmos y la comunidad humana... de reconocer su relación con el todo, no a través de la razón sino a la intención"21.

Aparentemente la raíz del ideal ético-estético no es otra que la intencionalidad instintiva y multidimensional que, armonizando al hombre con el cosmos, orienta la pluralidad de investigadores e invita a la tolerancia de varios puntos de vista. Pero se puede objetar, que este sentimiento carece de suficiente precisión para regular la investigación y juzgar sus resultados. Puede estimular e inquietar al hombre por el saber, mas no servirle de criterio. Peirce confía en que, según se progresa en la investigación, el sentimiento se transforma en principio regulativo, pues "el pensamiento se corrige a sí mismo, y mientras lo hace va mejorando su procedimiento. No sólo corrige sus conclusiones, sino también sus premisas"22. Por esto la verdad parece ser un factor normativo que se va auto-postulando a medida que el pensamiento se autocritica. ¿Pero en qué consiste la medida crítica, sino en una regla lógica que se va aplicando unívocamente a la manera de una comparación entre un ideal y su realización? Tal regulación le parece a Peirce un tanto abstracta, un mero esquema para las verdades de la razón (y no de hecho) que deja de aclarar la intención, el propósito y la posibilidad de su aplicación. ¿Cómo no caer en un psicologicismo-satisfacción personal como criterio de la verdad —o es un "sociologismo", palabra que introduzco para expresar una visión en que la verdad se mide por su función social— o en mero romanticismo estético en que la verdad se identifica con una armonía imaginativa con el resto del cosmos?

En algunos pasajes de sus trabajos en que Peirce nos dice que "...la persona dedicada seriamente a la investigación metódica descubrirá el modo de controlarla, parece acercarse a una posición subjetiva de evaluación"23. Es cierto que Peirce atribuye a la investigación un propósito objetivo (su realismo moderado se lo permite), pero también insiste en qeu ese propósito lo establece y juzga el investigador. Aunque la verdad que se busca sea un límite ideal y, aparentemente independiente del investigador, éste es sin embargo quien, en virtud de su sensibilidad de experto (hábito adquirido) y de su instinto hacia la armonía con el cosmos (hábito natural), constituye el principio directivo hacia la verdad. Peirce reconoce que esta verdad será humana y no divina, discursiva y no intuitiva24, y añado yo sin carácter necesario ni universal. A pesar de todo no creo que se pueda decir que Peirce identifica la verdad con un interés exclusivamente arbitrario y subjetivo. Veamos por qué.

La sensibilida adquirida o innata cobra un carácter de permanencia a través del curso de una vida y por eso no es un simple suceso de ésta. Representa esta sensibilidad una adopción de un fin último de acción sin ninguna otra consideración ulterior. Citemos a Peirce en este punto "sensibilidad que es un sentir íntimo personal pero de orden estético... un tipo de simpatía intelectual o un sentido de haberse encontrado un Sentir que uno puede comprender, o sentir razonable... No puedo indicar con exactitud en qué consiste, pero sí que es un modo consciente que pertenece a la categoría de calidad"25. Con estas alusiones a las propiedades estéticas, intelectuales categorizables, Peirce cree haber eludido la acusación de arbitrariedad subjetiva en su noción de la verdad como norma. Tendrá su noción un carácter de anticipación consciente y directiva de una continuidad progresiva de juicio, pero aún no parece ayudarnos a reconocer el cumplimiento (verdad) de la misma.

La experiencia científica, la comprensión de la investigación científica como método, y el análisis de inducción, condujo a Peirce a no esperar criterios absolutos, caminos reales hacia la verdad que no sean la capacidad de corrección de una razón que aproxima indefinidamente la verdad. El sentimiento intelectual selecciona los descubrimientos relevantes y los obstáculos auténticos a la búsqueda. Trataré ahora de ofrecer una evaluación conclusiva a mi ensayo.

Resumen y Conclusión. Tradicionalmente una proposición ha sido considerada verdadera cuando lo que expresa concuerda con la cosa sobre lo que se juzga. De entenderse esta correspondencia como mera reproducción, como lo hacen los pragmatistas, no sólo tendríamos una misión simplista del proceso congnoscitivo sino que caeríamos en la contradicción de tener que conocer y a la vez usar como criterio del conocimiento el dato real. Peirce se plantea el problema de verificar una vedad que no sea una representación y en el de conocer el significado de adecuación y concordancia entre el entendimiento y una cosa. La verdad es algo conocido, pensado o dicho sobre la realidad. No existe la verdad cuando no hay conocedor, idea o actuación, aunque se puede decir que la verdad sea posible o virtual en el cosmos. La actualidad cognoscitiva se rige por una creencia o hábito intelectual que funciona de la misma manera que la potencialidad real presta un carácter directivo o intrínseco a la actividad del cosmos.

La verdad de una idea o un juicio no es una propiedad estática de aquélla o de ésta. La verdad no "es" sino que le sucede a una idea. Es así, como un juicio es verdadero no por el hecho de ser afirmado, sino por ser comprobado, o sea, se hace cierto por su verificación a través de la constatación progresiva de la comunidad de investigadores. Comprobación o verificación significa las consecuencias prácticas de una ideal y éstas son a su vez las que tenemos en mente siempre que decimos que nuestras ideas concuerdan con la realidad. Antes de comprobar la verdad del juicio, éste no nos afecta para nada, no tiene consecuencias para nosotros. De estas consecuencias, la más noble, las que distinguen el pragmaticismo de Peirce del utilitarismo, son la exaltación estética de armonía con el cosmos y Dios, y la compenetración ética con la comunidad de investigadores.

Mientras la interpretación corriente afirma que el pragmatismo es una revuelta anti-intelectual, una patética dependencia en la "voluntad a producir", el pragmatismo (-cismo) de Peirce demuestra la futilidad de un mero acto volitivo o experiencia sensorial que no quede vinculado con la razón que plantea el problema. Esta es desde luego una razón descrita en terminar de su fundamental dinamismo —"creencia", hábito intelectual o "sensibilidad", o "instinto racional"—. Peirce insiste que la razón opera teóricamente aunque se dirija a fines prácticos. Es por esto por lo que él cree firmemente en la posibilidad de considerar y resolver problemas suscitados hasta ahora en la metafísica se han originado a causa de confusiones que pueden atribuirse a diferencias de métodos de investigación o de esquemas lógicos. Peirce cree resolver los dualismos o eliminar las contradicciones aplicando su criterio pragmático del "significado" (meaning), es decir, las consecuencias prácticas"26. Peirce admite sin embargo que siempre quedarán términos imprecisos en la lógica y en la conversación ordinaria. Todo término es un signo inventado por el hombre para servir un propósito particular y entre los mismos algunos prestan ese servicio precisamente en virtud de su imprecisión o indeterminación objetiva, por ejemplo, Dios y las referencias a valores éticos o estéticos ya señalados.

Confío haber demostrado que el pragmatismo (o pragmaticismo) representa un principio metodológico por el cual toda proposición teorética, expresada lingüísticamente en el indicativo es una forma confusa del pensamiento cuya aclaración y significado se encuentra en su tendencia intrínseca —y no en vista de una deducción accidental— a suscitar necesariamente una máxima de acción expresada en una proposición condicional en el modo imperativo27. Reconozco que esta posición implica una limitación de la amplitud del pensamiento en que reduce todo conocimiento al orden práctico, y esta tendencia a su vez implica una desconfianza en la capacidad de la razón teórica de captar la realidad y de expresarla en conceptos universales. Es evidente que el sentido práctico del método pragmático necesita para su propia aclaración y uso efectivo una interpretación del "hábito" hacia la verdad y de la armonían preestablecida entre éste y el cosmos. Sólo una filosofía especulativo teórica hubiera podido ofrecer dicha aclaración. Peirce la menospreció.

Queda claro entonces que el método pragmático hace al pensamiento consistir en la viviente inferencia metabólica de los símbolos que suscitan resoluciones generales de acción. Sin embargo admito que en cuanto al propósito final del pensamiento y, por eso, fundamento de toda actividad humana, no puede ofrecer una determinación exacta. Este como acabamos de selañar queda fuera del alcance de la filosofía de Peirce. De acuerdo con la etapa alcanzada en su pensamiento filosófico, Peirce afirma que sólo la auto-disciplina o dominio de sí asegura una mayor participación cognoscitiva de la obra de Dios. Vemos la orientación ética del pensamiento humano. El fin del holmbre nos es, entonces, la acción dirigida a la manipulación del universo visto como una totalidad de fenómenos exclusivamente sensibles, sino la contemplación de un cosmos (estético) que presupone el dominio de sí y el espíritu de comunidad (ético) indispensable a la investigación de ese cosmos. Esta visión ético-estético distingue a Peirce y su filosofía de la corriente material-sensualista con que desafortunadamente se interpretan los logros de la cultura norteamericana.





Notas

1. Charles Sanders Peirce, filósofo norteamericano nacido en Cambridge, Massachussetts, en 1839 y fallecido en Melfor, Pennsylvania en 1914. Sus obras sobre temas metafísicos, lingüísticos, lógicos y científicos aparecen póstumamente publicados especialmente: entre ellos merecen atención, Collected Papers of Charles Sanders Peirce (1931-35), editado por Charles Hartshorne y Paul Weiss. Su pensamiento, influenciado por Kant y Damin, constituye una primera y fundamental etapa del pragmatismo.

2. Según Peirce, el movimiento pragmático surgió de las discusiones de un grupo de colegas que se reunían en Boston hacia 1870 y constituían un "Metaphysical Club".

3. No está al alcance del presente ensayo la elaboración de esta observación, pero sí se puede señalar que mientras Peirce se preocupa por problemas metafísicos y lógicos a los que aplica un tipo de verificación regulado por la razón, y más que por el instinto, William James (1842-1910) presta su atención a problemas religiosos y morales que interpreta como carentes de verificación universal, y John Dewey (1859) concentra su atención en el valor instrumental de la razón como medio de constituir una mejor sociedad. Le preocupaban especialmente los problemas de la educación.

* C. S. Peirce prefería denominar su método filosófico como pragmaticismo para diferenciarlo de la noción de pragmatismo que gradualmente cobró el significado de filosofía más que de método empírico.

4. Peirce reconoce en esta orientación la influencia de Duns Scotus.

5. Collected Papers of Charles Sanders Peirce (seis volúmenes), editados por Charles Hartshorne y Paul Weiss, Harvard University Press, 1931-35, vol. 6, p. 364.

6. Collected Papers, vol. 6, p. 365.

7. Collected Papers, vol. 5, p. 267.

8. Collected Papers, vol. 6, p. 476.

9. Collected Papers, vol. 6, p. 477.

10. Collected Papers, vol. 6, p. 478.

11. Collected Papers, vol. 3, p. 435.

12. Collected Papers, vol. p. 436.

13. Collected Papers, vol. 5, p. 367.

14. Elaborando sobre el tema nos dice PEIRCE en su How to Make Our Ideas Clear; "realidad, como toda otra cualidad, consiste en los efectos sensibles que producen las cosas que participan en la misma. El único efecto que las cosas reales tienen es el causar creencias, puesto que todas las sensaciones que éstas existan emergen en y para la conciencia bajo la forma de creencia. A menos que queramos reducir la noción de creencia a un dato puramente sensible, se interpretará la proposición sobre la similitud entre lo real y lo sensible en cuanto al hecho que ambas producen una diferencia en cuanto que realidad sea igual a sensibilidad.

15. PEIRCE distingue en su ensayo "La fijación de la creencia" (Collected Papers, vol. 5, p. 367) entre la creencia práctica-expectativa de un ejercicio físico para la verificación, la creencia que exige un tipo de percepción imaginativa, y otra que no exige ningún tipo de sensación o verificación sino precisamente la ausencia de tal, ejemplo: la creencia en Dios y la armonía entre razón y "secreto" de la naturaleza.

16. Collected Papers, vol. 5, p. 546.

17. Collected Papers, vol. 5, p. 130. Este elemento comunitario en la filosofía de Peirce es la raíz de varias nociones dentro de la misma, a saber: a) de su visión de la razón como hábito y no como intuición; b) del experimento científico como un proceso ni aislado ni auto-suficiente, sino vinculado a una compleja cadena de verificación; c) de su identificación de la definición pragmática de la verdad con el hábito más que con la experiencia inmediata; y d) de su teoría del sentido común.

18. Collected Papers, vol. 2, p. 322.

19. Collected Papers, vol. p. 323.

20. Collected Papers, vol. 6, p. 476.

21. Collected Papers, vol. 5, p. 113.

22. Collected Papers, vol. 5, p. 575.

23. Collected Papers, vol. 5, p. 447.

24. Collected Papers, vol. 5, p. 448.

25. Collected Papers, vol. 5, p. 450.

26. Recuérdese que "significación" no es idéntico ni a las acciones ni a las sensaciones como tal sino en la corrección misma entre antecedente y consecuente, en la relación actual o posible de la idea y la consecuencia. Consiste el pragmatismo en una regla de interpretación expresada a la fórmula condicional "se... entonces...".

27. Collected Papers, vol. 5, p. 402.


Fin de: Elena Lugo, "La Verdad según el Pragmatismo de C. S. Peirce" en Nuestro Tiempo 191 (1970), pp. 122-134.

Fecha del documento: 2 mayo 2006
Última actualización: 2 mayo 2006


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