CONCLUSIONES
El lugar olvidado de La Ideología de Miguel García de la Madrid


Julia Fernández Tellechea

Miguel García de la Madrid vivió entre 1783 y 1839, y tuvo que sufrir, por lo tanto, una España trágicamente agitada y tumultuosa, dividida en conservadores —o absolutistas— afrancesados y liberales: un país y unas circunstancias poco propicias para la reflexión1. El autor de La Ideología fue jurista, segundo alcalde constitucional de Madrid, profesor, pero sobre todo fue un liberal moderado preocupado por su entorno, por las libertades y la educación, y comprometido hasta la cárcel con el progreso de su país.

García de la Madrid escribió diez obras de las que cinco fueron publicadas durante el trienio liberal (1820-1823), también cinco son de temática jurista, ocho las de naturaleza y fin pedagógicos, y una, sólo una, La Ideología, de contenido filosófico. La vocación pedagógica de sus obras y por lo tanto su humilde pretensión científica o doctrinal, el escaso éxito de que disfrutaron y la ausencia en ellas del menor indicio de originalidad, justifican de sobra su ausencia en la mayor parte de repertorios bibliográficos de la época.

La naturaleza didáctica de La Ideología aparece expresada por el propio autor en la breve Nota de veintiuna líneas con la que se abre; en ella García de la Madrid nos proporciona dos pistas claves para dilucidar la originalidad y el valor de las reflexiones que vierte a lo largo de la obra: La Ideología nació para ilustración de la materia de Lógica que impartió como catedrático sustituto de Lógica de los Estudios Nacionales de San Isidro de Madrid durante algún curso entre 1806 y 1814, y resultó plagada de referencias a otros autores y a otras obras "para manifestar a los tercos que mis opiniones no son nuevas". No puede reprochársele al autor la falta de originalidad: nunca la pretendió —una obra didáctica no puede referir reflexiones especulativas, ha de ser sintética—, ni la fingió.

Del análisis de la estructura formal y funcional del texto de La Ideología, y por lo tanto de, primero, su alusión a una segunda parte por el momento desconocida y de la que no llega a definir su contenido; segundo, el número de páginas, notas e ilustraciones que dedica al estudio de los signos arbitrarios, palabras o términos; y tercero, la fallida redacción por culpa de un incesante baile terminológico, de unas citas torpes e incompletas, de una exposición desintegrada en tres partes (texto principal, notas e ilustraciones) y la molesta atención a asuntos que nada tienen que ver con el contenido principal. De todo ello se dedujo la conjetura doble de que La Ideología es sobre todo una obra de gramática filosófica, y, más importante, que la deslavazada elaboración del texto es prueba de que Miguel García de la Madrid no tenía un pensamiento suficientemente madurado de la materia sobre la que pretendía instruir a través de la obra.

Ambas conjeturas resultaron —a la luz del estudio del contenido efectivo de La Ideología y en concreto del desarrollo de los conceptos de ideología, idea, signo y lógica— ciertas.

El que La Ideología sea una obra de gramática filosófica es un acierto, y lo es porque coincide con la preocupación gramática de la ciencia de la ideología, y en general de toda la filosofía gnoseológica desde el siglo XVI. Coincide también con la ideología retratada por Destutt de Tracy la atención a las ideas y a los signos, e incluso el uso del término "lógica" (que no su noción).

Sí, hay pequeños detalles que remiten a la ideología, a Locke, a Condillac, a Degèrando, a Laromiguière, etc., pero estos detalles quedan subrayados en el texto más por la metodología de la investigación, esto es, por el afán con que se buscan, que por su prodigalidad o claridad.

Al final del capítulo anterior se cuestionaba si no es perverso juzgar una obra filosófica sólo desde su adecuación al modelo. Sí, puede resultar perverso, pero en este caso el método queda sobradamente justificado por el planteamiento y título con que Miguel García de la Madrid escribe sus reflexiones. Además, ya con la lectura de las quince primeras páginas de La Ideología resulta evidente que este método es además del único posible, el más benévolo, puesto que no hay modo de interpretar el texto: los anacronismos, eclecticismos, bailes terminológicos, las incoherencias, etc., hacen que resulte imposible abordar con éxito el texto, o siquiera encontrar un hilo conductor que lleve a una sola conclusión clara acerca de las muchas cuestiones que se plantean en el texto.

No se le puede reprochar a Miguel García de la Madrid la falta de originalidad, además, este Trabajo de Investigación no la pretendía, tan sólo quería valerse de La Ideología para reconstruir históricamente la semiótica. Pero lo que sí se le puede reprochar es su evidente desconocimiento de muchas de las cuestiones importantes que aborda en La Ideología; y es legítimo el reproche porque cuesta imaginar que incluso el más talentoso de sus alumnos pudiera haber aprendido algo de la lectura de esta obra.

¿Cuál es el lugar olvidado de La Ideología? Su lugar es insignificante y mínimo, puesto que ni tan siquiera puede ayudar a la reconstrucción de la influencia ideológica en España2. No obstante, y quizás por aquello de que "de todo se aprende", el lugar, aunque insignificante, debe de ser cercano: prueba de lo que no hay que hacer, La Ideología junto con las impresiones que al inicio de su hallazgo causaron en el profesor Zellweger y en la autora de este Trabajo de Investigación, puede servir de ejemplo acerca de la urgente necesidad de una rigurosa y amplia investigación histórica de la semiótica. Así, cuando Zellweger afirmó que con la Ilustración X García de la Madrid se adelantaba a las reflexiones de Wilhelm, Ogden y Richards, hubiera podido decir que también se adelantó a ellos Locke.

Por último, es preciso establecer también el lugar de Miguel García de la Madrid. Y al respecto, más aun a sabiendas de su formación exclusivamente jurídica y de que La Ideología fue su única aventura filosófica, sólo puede decirse que la figura de Miguel García de la Madrid ilustra a la perfección el siguiente párrafo de Luis Martínez Gómez en el apéndice de la Historia de la filosofía de Hirschberger:

No es fácil tarea encerrar en cuadros esquemáticos la filosofía española del siglo XIX. Es siglo anárquico en filosofía como en la vida pública. [...] Siglo de descomposición, que ofrece, en medio del tumulto general, potentes personalidades inútilmente gastadas muchas veces, y el recio fondo de una raza a punto siempre para el heroísmo. Nuestro pensamiento filosófico es pobre y, excluida muy pocas figuras de relieve, pude decirse mero vaivén de influjos externos3.

A pesar de todo, de no haber encontrado lo que con tanto deseo ha buscado, este Trabajo de Investigación concluye con que Miguel García de la Madrid fue uno de estos héroes de personalidad potente.

 

 


Notas

1. "La inseguridad social de la vida española en las primeras décadas del siglo XIX, con sus azorantes virajes y sus extremados radicalismos, constituía un ambiente poco favorable para el desarrollo del pensamiento filosófico"., Rodríguez Aranda, L., El desarrollo de la razón en la cultura española, Aguilar, Madrid, 1962, p. 272.

2. Su valía en comparación con otras obras españolas de influencia sensualista o ideóloga es nula. Ejemplos estudiados de mayor o menor influencia ideóloga y sensualista son: Elementos de gramática castellana (1818) de Juan Manuel Calleja, Gramática filosófica de la Lengua española (1831) de Jesús Muñoz Capilla, Elementos de Gramática General con relación a las lenguas orales, o sea, exposición de los principios que deben servir de base al estudio de las lenguas (1832) de Francisco Lacueva, o Principios de Gramática General (1835) de Gómez Hermosilla. (Para el estudio de estas obras se remite a los siguientes autores y obras, recogidos en la bibliografía: Gómez Asencio, Gramáticas y categorías verbales en la tradición española (1771-1847), a Calero Vaquera, Historia de la gramática española (1847-1920), y a Mourelle-Lema, La teoría lingüística de la España del siglo XIX).

3. Hirschberger, J., Historia de la filosofía, Herder, Barcelona, 1956, tomo II, p. 434.

 

 

 


Fecha del documento: 11 de septiembre 2008
Última actualización: 11 de septiembre 2008


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