LA LÓGICA DE 18731


Charles S. Peirce (1873)

Traducción de Miguel Ángel Fernández (2008)





Este texto, tomado de CP 7.313-367, fue recopilado por los editores de los Collected Papers a partir de fragmentos de los manuscritos MS 360 a MS 396 de acuerdo con la clasificación de Richard Robin. Fueron también los editores quienes dividieron el texto en epígrafes y pusieron título a cada uno de ellos: Investigación, Lógica, Observación y razonamiento, Realidad, Tiempo y pensamiento, Creencia y Pragmatismo. Las notas describen someramente el contenido no publicado de los manuscritos originales. Puede considerarse un texto germinal respecto al método científico de investigación y a la operatividad del razonamiento para la fijación de creencias aceptables. Fue empleado, parcialmente, por Peirce en la elaboración de los ensayos "La fijación de la creencia" (1877) y "Cómo aclarar nuestras ideas" (1878), como reconoció el propio autor en 1909 cuando se planteó revisar aquellos dos artículos para publicarlos bajo un mismo título.

 

1. INVESTIGACIÓN2

313. La primera de las distinciones que la lógica supone es aquella entre la duda y la creencia, una pregunta y una proposición. La duda y la creencia son dos estados de la mente que se perciben diferentes, así que podemos distinguirlos por la sensación inmediata. Nosotros casi siempre sabemos, sin necesidad de experimento alguno, cuándo estamos en duda y cuándo convencidos. Ésta es una diferencial tal como la que hay entre el rojo y el azul, o el placer y el dolor. Si fuera ésta toda la distinción, no tendría prácticamente significado alguno. Pero, de hecho, la mera distinguibilidad sensible conlleva una importante diferencia práctica. Cuando creemos3, hay una proposición que de acuerdo con alguna regla determina nuestras acciones. Así que si se conoce nuestra creencia, la forma en que nos comportaremos será deducida con certeza. Pero en el caso de la duda tenemos esa proposición más o menos distintamente en nuestra mente, pero no actuamos en base a ella. Hay algo más aparte de la creencia que la duda, es decir, no concebir la proposición en absoluto. Ni tampoco la duda está totalmente libre de efecto sobre nuestra conducta. Nos hace vacilar. La convicción nos determina a actuar de una forma particular mientras que, por sí sola, la pura ignorancia inconsciente, que es el verdadero contrario de la creencia, no tiene efecto alguno.

314. Puede concebirse que la creencia y la duda tengan sólo una distinción de grado4.

315. La duda viva es la vida de la investigación. Cuando la duda descansa, la investigación debe detenerse…5

316. De esta noción surge el deseo de llegar a un establecimiento de opinión [que] es una conclusión que será independiente de todas las limitaciones humanas, independiente del capricho, de la tiranía, de los accidentes de la situación…, -una conclusión a la que llegaría todo hombre que persiguiera el mismo método y que lo llevara lo suficientemente lejos. El esfuerzo para producir un establecimiento de opinión tal se denomina investigación. La lógica es la ciencia que enseña si tales esfuerzos están correctamente dirigidos o no lo están.

317. Hay una diferencia importante entre el establecimiento de la opinión que resulta de la investigación y cualquier otro establecimiento de la misma. Porque la investigación no fijará una respuesta a una pregunta ni a otra sino que, por el contrario, en un principio tiende a desestabilizar las opiniones, a cambiarlas y a confirmar una opinión determinada que depende solamente de la naturaleza de la investigación misma. El método para producir la fijación de la creencia que se adhiere obstinadamente a la propia creencia de uno mismo, tiende solamente a fijar aquellas opiniones que cada hombre ya sostiene. El método de la persecución tiende solamente a extender las opiniones que resultan aprobadas por los gobernantes; y, excepto en la medida en que los gobernantes son proclives a adoptar opiniones de una índole determinada, no determina, en absoluto, qué opiniones llegarán a establecerse. El método de la opinión pública tiende a desarrollar un particular cuerpo de doctrina en cada comunidad. Alguna convicción más ampliamente extendida y profundamente enraizada desplazará gradualmente a las opiniones opositoras, viéndose de alguna manera modificada por éstas en la contienda. Pero diferentes comunidades, alejadas de la influencia mutua, desarrollarán cuerpos de doctrina muy diferentes, y en la misma comunidad habrá una tendencia constante a variar que puede, en cualquier momento, arrastrar a todo el público. Lo que sabemos del crecimiento, en general, muestra que esto tendrá lugar; y la historia nos lo confirma. La temprana historia de las ciencias, antes de que empezaran a ser realmente investigadas, especialmente de la psicología, de la metafísica, etc., ilustra, al igual que todo, el efecto puro de este método de fijar las opiniones. Las numerosas especies de doctrinas bien definidas que han existido sobre tales temas y su progresiva sucesión histórica dan a la ciencia de la historia de la filosofía un parecido considerable con la de la paleontología.

318. Por lo que ninguno de estos métodos puede, de hecho, alcanzar su fin de establecer las opiniones. Las opiniones de los hombres actuarán unas sobre otras y el método de la obstinación será infaliblemente seguido por el método de la persecución y éste cederá, con el tiempo, ante el método de la opinión pública; y esto no produce un resultado estable.

319. La investigación difiere por completo de estos métodos en que la naturaleza de la conclusión final a la que conduce está, en todos los casos, destinada desde el principio, sin referencia al estado inicial de creencia. Que dos mentes investiguen independientemente cualquier cuestión y, si llevan el proceso lo suficientemente lejos, llegarán a un acuerdo que ninguna investigación ulterior podrá alterar.

320. Pero esto no será verdad para cualquier proceso que alguien pueda elegir llamar investigación, sino solamente para la investigación que se haga de acuerdo con las reglas apropiadas. Aquí, en consecuencia, encontramos que hay una distinción entre la investigación buena y la mala. Esta distinción es el tema de estudio de la lógica. Algunas personas dudarán de si cualquier tipo de investigación resolverá todas las cuestiones. Sin embargo, yo me abstengo de discutir el asunto, porque me vería así conducido a anticipar lo que viene después, y porque tras cualquier demostración que pudiera dar todavía descansaría sobre algún supuesto y es tan fácil ver que la investigación asume su propio éxito como que asume cualquier otra cosa.

321. La lógica es la doctrina de la verdad, de su naturaleza y de la manera como se descubre.

322. La primera condición del aprendizaje es saber que somos ignorantes. Un hombre comienza a investigar y a razonar consigo mismo en cuanto realmente se cuestiona algo y cuando está convencido no razona más. La geometría elemental produce pruebas formales de las proposiciones que nadie duda, pero no puede llamarse propiamente razonamiento a lo que no nos lleva de lo conocido a lo desconocido, y el único valor de las primeras demostraciones de la geometría es que muestran la dependencia de ciertos teoremas de ciertos axiomas, algo que no está claro sin las demostraciones. Cuando dos hombres discuten una cuestión, al principio cada uno se esfuerza en suscitar una duda en la mente del otro, y ésta es, a menudo, la mitad de la batalla. Cuando la duda cesa no tiene sentido seguir discutiendo. Por lo que la investigación real comienza cuando una duda genuina comienza y termina cuando esta duda concluye. Y las premisas del razonamiento son hechos indudables. En consecuencia, es inútil decirle a un hombre que comience dudando de las creencias familiares, a menos que digas algo que le haga dudar de ellas realmente. De nuevo, es falso decir que el razonamiento debe fundamentarse o bien en primeros principios o bien en hechos últimos. Pues no podemos ir más allá de lo que somos incapaces de dudar, pero no sería filosófico suponer que algún hecho particular nunca llegará a ponerse en duda.

323. Es fácil ver qué sería la verdad para una mente que no pudiera dudar. Esa mente no podría contemplar nada como posible excepto aquello en lo que creyera. Por todas las cosas existentes querría decir sólo lo que pensaba que existía, y todo lo demás sería lo que querría decir por no-existente. En consecuencia, sería omnisciente en su universo. Decir que un ser omnisciente está necesariamente desprovisto de la facultad de razonar, suena paradójico; sin embargo, si el acto del razonamiento debe estar dirigido hacia un fin, cuando se alcanza ese fin el acto se hace naturalmente imposible.

324. La única justificación del razonamiento es que establece dudas, y cuando la duda finalmente cesa, no importa cómo, se alcanza el fin del razonamiento. Que un hombre decida no cambiar nunca sus opiniones existentes, que obstinadamente cierre sus ojos a toda evidencia contraria a ellas, y si su voluntad es lo suficientemente fuerte para no vacilar en su fe, no tiene ningún motivo en absoluto para razonar, y sería absurdo para él hacerlo. Ese es el método número uno para alcanzar el fin del razonamiento, y es un método que se ha practicado mucho y ha contado con mucha aprobación, especialmente por personas cuya experiencia ha sido que el razonamiento sólo lleva de una duda a otra duda. No hay ninguna objeción válida a este procedimiento cuando simplemente prospera. Es verdad que es totalmente irracional; es decir, es estúpido desde el punto de vista de los que razonan. Pero asumir este punto de vista es una petición de principio. Sin embargo, de hecho, no prospera; y la primera causa del fracaso es que personas diferentes tienen opiniones diferentes y el hombre que ve esto empieza a sentirse inseguro. Es, en consecuencia, deseable producir unanimidad de opinión y esto da lugar al método número dos, que es el de obligar a las personas por el fuego y la espada a adoptar una creencia, masacrar a todos los que disienten de ella y quemar sus libros. Esta forma de llegar a un consenso católico se ha demostrado muy exitosa durante siglos, en algunos casos, pero no es practicable en nuestros días. Una modificación de éste es el método número tres, cultivar una opinión pública con la oratoria y la predicación y alentando ciertos sentimientos y pasiones en las mentes de los jóvenes. Este método es el que generalmente tiene más éxito en nuestros días. El cuarto y último método es el de razonar. Nunca se adoptará cuando cualquiera de los otros tenga éxito y él mismo sólo ha tenido éxito en ciertas esferas del pensamiento. No obstante, aquellos que razonan piensan que debe tener éxito finalmente, y así sería si todos los hombres pudieran razonar. Esto es lo que podemos decir en su favor. El que razona contemplará las opiniones de la mayoría de la humanidad con una indiferencia desdeñosa; éstas no alterarán en lo más mínimo sus opiniones. También ignorará las creencias de aquellos que no están informados, y entre el pequeño residuo él puede honestamente esperar alguna unanimidad respecto a muchas cuestiones.

325. Espero que ahora esté claro para el lector que el único fundamento racional para preferir el método del razonamiento a los otros métodos es que fija la creencia con más seguridad. Un hombre que proponga adoptar el primer método puede hacerlo consistentemente simplemente porque escoge hacerlo. Pero si vamos a decidir a favor del razonamiento, deberíamos hacerlo sobre unos fundamentos racionales. Ahora bien, si la creencia ha sido fijada, no importa cómo, la duda, de hecho, ha cesado, y no hay ningún motivo, ni racional ni de otra índole, para razonar más. En consecuencia, cualquier establecimiento de opinión, si es completo y perfecto, es completamente satisfactorio y nada podría ser mejor. Es la peculiaridad del método del razonamiento, que si un hombre piensa que no se quemara si pone la mano en el fuego, el razonamiento no confirmará esa creencia sino que la cambiará. Ésta es una gran ventaja para la mente del racionalista. Pero el abogado de cualquiera de los tres primeros métodos, podrá decir (si cualquiera de estos métodos diera una creencia fija), o bien que sabe mediante su método que el fuego quemará, por lo que el razonamiento es inferior a su método en que permite a un hombre, por un momento, dudar esto, o bien que él sabe que el fuego no quemará, por lo que el razonamiento nos confunde a todos. En consecuencia, en cualquier caso, él concebirá que aquello que al racionalista le parece la gran ventaja del razonamiento, es el gran fallo. Por lo que el único fundamento para una decisión honesta entre los métodos debe ser que uno, de hecho, tiene éxito mientras que los otros se resquebrajan y se disuelven. Pope expresa la filosofía del asunto perfectamente:

La verdad pisoteada se alzará de nuevo
Suyos son los eternos años de Dios
Mientras que el error… se retuerce de dolor
Y muere entre sus adoradores.
2. LÓGICA6

326. Es el quehacer del lógico estudiar la naturaleza del cuarto método de investigación y descubrir las reglas para llevarlo a cabo con éxito. El tema completo será dividido en tres partes en la exposición que aquí se ofrece al lector. La primera tratará de la esencia de la investigación en general, sea cual sea la mente que la lleve a cabo y sea cual sea el tema al que se aplica. La segunda tratará acerca de aquellas máximas de la investigación que resultan necesarias debido a la peculiar constitución del hombre en sus sentidos, y en su naturaleza mental. La tercera ofrecerá un leve esbozo de los métodos especiales de la investigación que son aplicables en las diferentes ramas de la ciencia, y que surgen de las peculiaridades del tema investigado. Entonces, en esta primera parte no tenemos nada que hacer, en términos amplios, con la naturaleza de la mente humana. Sólo en la medida en que haya algunas facultades que deban pertenecer a cualquier mente que pueda investigar en absoluto, éstas deberán someterse a nuestra consideración. Toda investigación, por ejemplo, presupone el paso de un estado de duda a un estado de creencia; y, en consecuencia, debe haber una sucesión en el tiempo en los pensamientos de cualquier mente que pueda investigar. En el cuarto método de investigación una cierta creencia predeterminada aunque no conocida previamente será un resultado seguro del proceso; no importa cuál haya sido la opinión del investigador al comienzo. Se sigue que, durante la investigación, algunos elementos del pensamiento, que no estaban causados por pensamiento alguno que estuviera presente en la mente en el momento en que se comenzó la investigación, deben haber brotado en la mente. Tales ideas nuevas que brotan en la mente y que no han sido producidas por nada en la mente, se llaman sensaciones. Toda mente capacitada para la investigación debe, en consecuencia, estar capacitada para las sensaciones. Pero si todos los pensamientos fueran de este tipo, la investigación sería prácticamente un proceso involuntario. Podremos querer investigar pero no podríamos cambiar el curso que la investigación tomase. En consecuencia, no habría distinción entre un método correcto y un método incorrecto de investigación. Ahora bien, hemos visto, en el capítulo último, que esta distinción es esencial para el cuarto método de investigación y, de hecho, es lo único que lo distingue del tercero. En consecuencia, debe haber pensamientos que están determinados por pensamientos previos. Y esta facultad de producir pensamientos a partir de otros debe pertenecer a cualquier mente que pueda investigar. Sin una sucesión de ideas en el tiempo, es claro que no hay razonamiento posible. Procederé a mostrar que sin ésta y sin la determinación de una idea por otra, no hay pensamiento posible en ningún sentido propio de la palabra.

3. OBSERVACIÓN Y RAZONAMIENTO7

327. Puesto que el único propósito de la investigación es el establecimiento de opinión, hemos visto que cualquiera que investigue, es decir, que conduzca una
investigación con el cuarto método, asume que ese proceso le conducirá, si se lleva lo suficientemente lejos, a cierta conclusión, que no conoce de antemano, pero que ninguna investigación ulterior cambiará. No importa cuáles puedan ser sus opiniones al comienzo, se asume que él concluirá en una creencia predeterminada. Por lo que parece que, en el proceso de la investigación, deben brotar en la mente ideas y elementos de creencia completamente nuevos, que no estaban ahí antes.

328. Algunos pensamientos son producidos por pensamientos previos de acuerdo con leyes regulares de asociación8, de forma que si se conocen los pensamientos previos, y se da la regla de asociación, se puede predecir el pensamiento que se produce de esta manera. Ésta es la operación elaboradora del pensamiento, o el pensar par excellence. Pero cuando surge una idea en la mente, que no tiene esta relación con ideas anteriores, sino que es algo nuevo para nosotros, decimos que está causada por algo fuera de la mente, y llamamos al proceso por el que brotan estos pensamientos, sensación. Y aquellas partes de la investigación que consisten principalmente en proveer estos materiales para que el pensamiento los elabore, combine y analice, se denominan observaciones. Entonces, la primera cosa que debe señalarse es que, puesto que la investigación nos conduce desde cualquier estado de opinión que nos pueda ocurrir que tengamos hasta una opinión que está predeterminada, debe ser que la investigación implica a la observación como una parte de ella y, de hecho, la conclusión a la que finalmente llegamos depende última y completamente de las observaciones.

329. Podemos detenernos aquí para hacer una aplicación práctica de este principio. Ningún argumento, que pretenda revelarnos un hecho totalmente nuevo, puede ser posiblemente correcto sin que esté basado en una nueva evidencia. Los metafísicos son dados a este tipo de razonamiento; incluso aquellos que mantienen más enérgicamente que todo nuestro conocimiento viene de los sentidos. Especialmente, los que escriben sobre la naturaleza de la mente humana han construido un gran cuerpo de doctrina sin la ayuda de ninguna observación ni de ningún hecho, excepto aquellos que son familiares a todo el mundo. Estas cosas excitan justamente nuestra sospecha. Cuando Hobbes, por ejemplo, nos persuadiría de que ningún hombre puede actuar de ninguna otra manera que no sea por placer, es claro que esta creencia modificaría profundamente nuestras nociones acerca del hombre, y nuestros planes de vida; pero cuando se pregunta qué fundamenta esta importante conclusión, y aprendemos que no es más que el simple hecho –si puede dignificarse con este nombre– de que todo hombre desea hacer lo hace, nos lleva a sospechar, inmediatamente, que hay algo de sofística en el proceso por el que una conclusión tan novedosa pueda sacarse de una premisa tan familiar. Así que, cuando los necesitaristas modernos mantienen que todo acto de la voluntad procede del motivo más fuerte, establecen un principio del que se esperaría que diera lugar a una ciencia psicológica tan exacta como la mecánica, y que fuera capaz de reducir las acciones humanas a un cálculo preciso. Pero cuando encontramos que los defensores de este principio no han hecho ningún experimento para probar su ley, nos inclinamos con fuerza a pensar que ha habido algún malabarismo del razonamiento que les ha permitido, así, crear algo a partir de nada.

330. Una observación, como la hemos definido, es meramente una idea que surge en la mente y que no ha sido producida por ideas previas. Ésta no es la descripción completa de la observación como la entienden los hombres de ciencia y debemos tener cuidado de que la palabra no nos lleve a conclusiones que no estamos autorizados aún a sacar. Por ejemplo, un sueño, un presentimiento o alguna imaginaria inspiración de lo alto pueden, en la medida que hemos visto hasta ahora, implicar completamente nuevos elementos de pensamiento y, en consecuencia, ser una observación en el sentido de nuestra definición, por lo que no estamos aún autorizados para decir que tales cosas no puedan ser el fundamento de un razonamiento legitimo. Ésta es una cuestión que tendremos que examinar de nuevo cuando lleguemos a considerar aquellas máximas de la inferencia que dependen de la peculiar constitución del hombre.

331. Pero la observación, por sí sola, no puede constituir la investigación; porque si lo hiciera la única parte activa que tendríamos que representar nosotros en este método de investigación sería simplemente la disposición para observar y no habría distinción entre un método correcto y un método incorrecto de investigación. Pero hemos visto que esta distinción es esencial para la idea de investigación y que es, de hecho, lo único que separa a éste del tercer método de investigación. Por lo tanto, debe ser que, además de la observación, también hay un proceso elaborador del pensamiento por el que las ideas dadas por la observación producen otras en la mente9. Además, las observaciones son muy variadas y nunca se repiten o se reproducen exactamente por lo que no pueden constituir esa opinión establecida a la que la investigación lleva. Dos hombres, por ejemplo, pueden estar de acuerdo en una opinión y si preguntas en qué basan sus opiniones quizás aleguen el mismo hecho. Pero sigue la pista del asunto un poco más; pregúntales de nuevo sobre qué fundamentos creen ese hecho y llegarás, eventualmente, a premisas diferentes. Dos mentes, por ejemplo, pueden haberse formado el mismo juicio sobre el carácter de una persona determinada y, aún así, pueden haber basado sus opiniones sobre la observación de su comportamiento en ocasiones diferentes. La rotación de la Tierra fue primero inferida a partir del movimiento de los cuerpos celestes; pero después, el modo en que un largo péndulo, si se le permitiera oscilar, giraría gradualmente y cambiaría su dirección de oscilación, ofreció una prueba completamente nueva; y hay determinados movimientos muy pequeños de las estrellas que, si se les pudiera observar con la suficiente exactitud, mostrarían otro fundamento para la misma conclusión. De hecho, el hecho que un hombre observa no es, en ningún caso, precisamente el mismo hecho que otro hombre observa. Un astrónomo observa que la luna pasa por delante de una estrella de forma que la oculta en un determinado instante en su observatorio, otro astrónomo observa que la misma estrella se oculta en un determinado instante en su observatorio. Estos dos hechos no son el mismo, porque se refieren a distintas estaciones de observación. Lo que es tan claro respecto a la observación astronómica, porque estamos acostumbrados a la precisión del pensamiento acerca de esto, es igualmente verdadero respecto a los hechos más familiares. Tú y yo vemos un tintero sobre la mesa; pero lo que tú observas es que hay una determinada apariencia desde donde estás sentado y lo que yo observo es que hay una determinada apariencia desde donde estoy sentado. El hecho con el que estamos de acuerdo, que hay un tintero ahí, es lo que concluimos de las diferentes apariencias que nosotros respectivamente observamos. Podemos intercambiar el sitio y ni siquiera así alcanzaríamos a captar las observaciones del otro; porque entonces entra la diferencia en el tiempo. Puedo observar que ahora hay una apariencia tal como la que tú describes que ha existido unos momentos antes; pero yo no puedo observar si había una apariencia tal antes de haber ocupado tu lugar. Es innecesario multiplicar estos ejemplos, porque la reflexión más superficial los ofrecería en gran número; pero los que han sido aducidos son suficientes para mostrar que las observaciones son, para cada hombre, totalmente privadas y peculiares. Y no sólo no puede hombre alguno hacer las observaciones de otro hombre, o reproducirlas; sino que ni siquiera puede, en un momento, hacer aquellas observaciones que él mismo hizo en otro momento. Pertenecen a la situación particular del observador y al instante particular del tiempo.

332. De hecho, si distinguimos cuidadosamente aquello que se da primero a la sensación de la conclusión que inmediatamente sacamos de ello, no es difícil ver que observaciones diferentes ni siquiera son en sí mismas tan similares; porque, ¿en qué consiste la similitud entre dos observaciones? ¿Qué significa decir que dos pensamientos son similares? Sólo puede significar que cualquier mente que las comparase a la vez, afirmaría que son similares. Pero esa comparación sería un acto de pensamiento que no estaría incluido en las dos observaciones respectivamente; porque las dos observaciones que existen en tiempos diferentes, quizás en mentes diferentes, no pueden juntarse para compararse directamente en sí mismas, salvo sólo con la ayuda de la memoria, o de algún otro proceso, que produzca un pensamiento a partir de pensamientos previos y que, en consecuencia, no es una observación. Puesto que, en consecuencia, la similitud de estos pensamientos consiste totalmente en el resultado de la comparación, y la comparación no es observación, se sigue que las observaciones no son similares excepto en la medida en que se dé la posibilidad de algún proceso mental aparte de la observación.

333. Sin embargo, sin insistir sobre este punto que puede encontrarse demasiado sutil, queda el hecho de que las observaciones no son las mismas en el sentido en que las conclusiones a que dan lugar son la misma. Todos los astrónomos, por ejemplo, estarán de acuerdo en que la Tierra está a ciento treinta y ocho o ciento treinta y nueve millones de kilómetros del Sol. Y, aún así, uno basará su conclusión en las observaciones del paso de Venus delante del disco solar; otro en las observaciones del planeta Marte; otro en experimentos con la luz combinados con observaciones de los satélites de Júpiter. Y esto mismo es igualmente verdadero respecto a la mayor parte de los asuntos ordinarios de la vida.

334. Ahora bien, ¿cómo es que la irrupción en la mente de pensamientos tan desemejantes nos conduce inevitablemente, aunque a veces tras un largo tiempo, a una conclusión fija? Indudablemente ocurren disputas entre aquellos que persiguen un método apropiado de investigación. Pero estas disputas llegan a un fin. Al menos esto es lo que asumimos cuando nos adentramos en la discusión, porque a menos que la investigación conduzca a una opinión estable, ésta no nos haría ningún servicio en absoluto. Nosotros creemos respecto a toda cuestión que intentamos investigar que las observaciones, aunque puedan ser tan variadas y desemejantes en sí mismas como sea posible, tienen algún poder para suscitar en nuestras mentes un estado predeterminado de creencia. Esto nos recuerda la especie de necesidad que se conoce como destino. Los cuentos de hadas están llenos de ejemplos como éste: Un Rey encierra a su hija en una torre porque ha sido avisado de que ella está destinada a sufrir alguna desgracia al enamorarse antes de cierta edad y resulta que los mismos medios que él ha empleado para prevenir esto son justo los que llevan la profecía a su cumplimiento. Aunque hubiera seguido un curso de acción diferente, la idea parece ser que igualmente se habría producido el resultado destinado. Entonces, el destino es aquella necesidad por la que un determinado resultado acaecerá con seguridad según el curso natural de los acontecimientos independientemente de cómo podamos variar las circunstancias particulares que preceden al acontecimiento. De la misma manera nosotros parecemos destinados a llegar a la conclusión final. Porque cualesquiera que sean las circunstancias en las que se hacen las observaciones y por las que se modifican, éstas nos llevarán inevitable y finalmente a esta creencia.

335. La extrañeza de este hecho desaparece por completo cuando adoptamos la noción de las realidades externas. Decimos que las observaciones son el resultado de la acción sobre la mente de las cosas externas, y que su diversidad es debida a la diversidad de nuestras relaciones con estas cosas; mientras que la identidad de la conclusión a la que la mente se ve conducida por ellas se debe a la identidad de las cosas observadas, sirviendo el proceso del razonamiento para separar en las múltiples observaciones que hacemos de la misma cosa el elemento constante que depende de la cosa misma de los variables y diferentes elementos que dependen de nuestras variadas relaciones con la cosa. Afirmo que esta hipótesis despeja la extrañeza del hecho de que, independientemente de que las observaciones sean diferentes, den un resultado idéntico. Despeja la extrañeza de este hecho al ponerlo en una forma y bajo un aspecto en el que se parece a otros hechos con los que estamos familiarizados. Estamos muy correctamente acostumbrados a pensar que las causas siempre preceden a sus efectos y a descreer del destino, que es una necesidad imaginaria por la que algún acontecimiento futuro, como si dijéramos, fuerza a las condiciones que le preceden a ser tales como aquellas que lo suscitasen. Las naciones occidentales están plena y correctamente convencidas de que no hay tal necesidad intrínseca e incondicionada que suscite los acontecimientos. Ésta es la razón de que parezca extraño aseverar que la conclusión final de la investigación está predestinada y de que sea satisfactorio para la mente encontrar una hipótesis que asigne una causa que preceda a la creencia final que respondería de la producción de la misma, y de la verdad de esta noción de las realidades externas no puede haber duda. Incluso los idealistas, si se entienden correctamente sus doctrinas, normalmente no han negado la existencia de cosas externas reales. Pero aunque la noción no implica error y es conveniente para determinados propósitos, de ello no se sigue que nos brinde el punto de vista desde el que es adecuado mirar el asunto para entender su verdadera filosofía. Despeja la extrañeza de un determinado hecho al asimilarlo a otros hechos familiares; pero ¿no es este hecho de que la investigación nos conduce a una conclusión definida realmente de un carácter tan diferente al de los acontecimientos ordinarios del mundo, a los que aplicamos la causalidad, que tal asimilación y clasificación del mismo lo pone bajo una luz que, aunque no totalmente falsa, no obstante no pone en una prominencia debida la peculiaridad real de su naturaleza? Que la observación y el razonamiento producen una creencia estable a la que denominamos la verdad parece un principio que debe ser situado a la cabeza de todas las verdades especiales que sólo son las creencias particulares a las que la observación y el razonamiento nos conducen en tales casos. Y es difícilmente deseable combinarlas con las otras por medio de una analogía que no sirve para ningún otro propósito.

4. REALIDAD10

336. La cuestión es, "Si correspondiéndose con nuestros pensamientos y sensaciones, y en algún sentido representadas por ellos, hay realidades, que no son sólo independientes de tu pensamiento, y del mío, y del de cualquier número de hombres, sino que son absolutamente independientes del pensamiento en su conjunto". La opinión final objetiva es independiente de los pensamientos de cualesquiera hombres particulares, pero no es independiente del pensamiento en general 11. Es decir, si no hubiera pensamiento, no habría opinión y, en consecuencia, ninguna opinión final.

337. Todo lo que experimentamos directamente es nuestro pensamiento – lo que pasa por nuestras mentes; y esto sólo en el momento en que está pasando. Aquí vemos pensamientos que determinan y causan otros pensamientos; y se produce una cadena de razonamiento o de asociación. Pero el principio y el final de esta cadena no se perciben distintamente. Otra imagen con la que, a menudo, se habla del pensamiento, y quizás más adecuadamente, es la de una corriente. En particular, hemos dirigido la atención al punto hacia el que el pensamiento fluye, y el cual finalmente alcanza: un determinado nivel, como si dijéramos, de un recipiente determinado, donde la realidad se hace inmutable. Ha alcanzado su destino y esta permanencia, esta realidad fija, que todo pensamiento se esfuerza por representar e imaginar, la hemos situado en este punto objetivo, hacia el que la corriente del pensamiento fluye.

338. Pero este asunto, a menudo, se ha contemplado desde un punto de vista opuesto; dirigiéndose particularmente la atención a la fuente y al origen del pensamiento. Se dice que todos los demás pensamientos se derivan, en última instancia, de las sensaciones; que todas las conclusiones del razonamiento son válidas sólo en la medida en que son verdaderas respecto a las sensaciones; que la causa real de la sensación, en consecuencia, es la realidad que el pensamiento presenta. Ahora bien, tal realidad, que causa todo el pensamiento, parecería ser totalmente externa a la mente –al menos a la parte pensante de la mente, distinguida de la parte sensitiva; porque podría concebirse que es , de alguna forma, dependiente de la sensación.

339. Hay aquí, entonces, dos modos opuestos de concebir la realidad. El que ha sido desarrollado antes con alguna extensión, y que resulta naturalmente de los principios que se han planteado en los capítulos previos de este libro, es una idea que estaba oscuramente en las mentes de los realistas medievales; mientras que el otro era el principio motor del nominalismo. Yo no pienso que estas dos concepciones sean absolutamente irreconciliables, aunque ambas hayan sido tomadas desde puntos de partida muy separados entre sí. La concepción realista enfatiza, particularmente, la permanencia y fijeza de la realidad; la concepción nominalista enfatiza su externalidad. Pero los realistas no necesitan, y no deben, negar que la realidad existe externa a la mente; ni lo han hecho históricamente, como algo general. Aquello, que es lo que es, es externo a la mente, independientemente de cuáles sean nuestros pensamientos respecto a cualquier asunto; igual que aquello, que es lo que es, es real, independientemente de cuáles sean nuestros pensamientos respecto a esa cosa particular. Así, una emoción de la mente es real, en el sentido de que existe en la mente seamos o no distintamente conscientes de ella. Pero no es externa porque, aunque no depende de lo que pensemos acerca de ella, depende del estado de nuestros pensamientos acerca de algo. Ahora bien, el objeto de la opinión final, que hemos visto que es independiente de lo que cualquier persona particular piense, puede muy bien ser externo a la mente. Y no hay objeción en decir que esta realidad externa causa la sensación, y que por la sensación ha causado toda aquella línea de pensamiento que ha conducido finalmente a la creencia.

340. A primera vista parece, sin duda, una afirmación paradójica que "El objeto de la creencia final, que existe sólo en consecuencia de la creencia, produciría él mismo la creencia"; pero ha habido muchos casos en los que hemos adoptado una concepción de la existencia parecida a ésta. Que el objeto de la creencia existe es verdadero sólo porque la creencia existe; pero esto no es lo mismo que decir que comienza a existir por primera vez cuando la creencia comienza a existir. Decimos que el diamante es duro. Y, ¿en qué consiste la dureza? Consiste meramente en el hecho de que nada lo rayará; en consecuencia, su dureza está totalmente constituida por el hecho de que algo se frote con fuerza contra ello sin rayarlo. Y si fuera imposible que algo se frotase contra ello de esta manera, carecería de significado decir que es duro, al igual que carece totalmente de significado decir que la virtud o cualquier otra abstracción es dura12. Pero, aunque la dureza está enteramente constituida por el hecho de que otra piedra se frote con el diamante, no concebimos que empiece a ser duro cuando se frota con esta otra piedra; por el contrario, decimos que es realmente duro todo el tiempo y que ha sido duro desde que comenzó a ser diamante. Y, sin embargo, no había ningún hecho, ningún acontecimiento, nada en absoluto, que lo hiciera diferente de cualquier otra cosa que no fuera tan dura, hasta que se le frotó con la otra piedra.

341. Así que decimos que el tintero que está encima de la mesa es pesado. Y, ¿qué queremos decir con esto? Sólo queremos decir que si se le quita el soporte, caerá al suelo. Esto, quizás, puede que no le ocurra nunca –y, sin embargo, decimos que es realmente pesado todo el tiempo; aunque no haya ningún aspecto de ningún tipo en el que sea diferente de lo que sería si no fuera pesado, hasta que se le retire el soporte. Lo mismo es verdadero respecto a la existencia de cualquier otra fuerza. Sólo existe en virtud de una condición, la de que algo ocurrirá en determinadas circunstancias; pero no concebimos que comience a existir por vez primera cuando estas circunstancias surgen; por el contrario, existirá aunque las circunstancias nunca lleguen a surgir. Y, ahora bien, ¿qué es la materia misma? El físico está perfectamente acostumbrado a concebirla meramente como el centro de las fuerzas. En consecuencia, existe sólo en la medida en que estas fuerzas existen. Puesto que, en consecuencia, estas fuerzas existen sólo en virtud del hecho de que algo ocurrirá en determinadas circunstancias, se sigue que la materia misma sólo existe de esta manera.

342. Ni siquiera es esta concepción peculiar sólo de los físicos y de nuestras concepciones del mundo externo. Se dice que un hombre sabe una lengua extranjera. ¿Y qué significa esto? Sólo que si la ocasión surge, las palabras de esa lengua vendrán a su mente; no significa que estén, de hecho, en su mente todo el tiempo. Y, sin embargo, no decimos que sólo sabe la lengua en el momento en que se le ocurren las palabras particulares que va a decir; porque de esa forma él nunca podría estar seguro de saber toda la lengua, si sólo supiera la palabra particular necesaria en el momento. Por lo que su conocimiento de algo que existe todo el tiempo, existe sólo en virtud del hecho de que cuando una determinada ocasión surge, una determinada idea vendrá a su mente.

343. Se dice que un hombre posee determinadas potencias y susceptibilidades mentales y le concebimos como constantemente dotado con estas facultades; pero éstas sólo consisten en el hecho de que él tendrá determinadas ideas en su mente en determinadas circunstancias; y no en el hecho de que él tenga determinadas ideas en la mente todo el tiempo. Es perfectamente concebible que el hombre tuviera facultades que nunca se realizaran: en cuyo caso la existencia de las facultades depende de una condición que nunca ocurre. Pero, ¿qué es la mente misma sino el foco de todas las facultades? Y, ¿en qué consiste la existencia de la mente sino en estas facultades? ¿Cesa de existir la mente cuando duerme? Y, ¿es un hombre nuevo el que cada mañana se despierta?

344. Parece ser, entonces, que la existencia de la mente, igual que la de la materia, de acuerdo con estos argumentos, que han llevado a esta concepción que sostienen todos los psicólogos, así como los físicos, depende sólo de unas determinadas condiciones hipotéticas que pueden ocurrir por primera vez en el futuro, o que puede que no ocurran en absoluto. En consecuencia, no hay nada extraordinario en decir que la existencia de realidades externas depende del hecho de que la opinión se estabilizará finalmente en la creencia en ellas. Ni, tampoco, en que estas realidades existían antes de que la creencia surgiera e, incluso, fueron la causa de esa creencia, al igual que la fuerza de la gravedad es la causa de la caída del tintero –aunque la fuerza de la gravedad consista meramente en el hecho de que el tintero y otros objetos caerán.

345. Pero, si se nos preguntara si no existen algunas realidades que sean completamente independientes del pensamiento; yo, a mi vez, preguntaría qué se quiere significar con tal expresión y qué puede significarse con ella. ¿Qué idea puede vincularse a aquello de lo que no hay idea? Porque si hubiera una idea de tal realidad, es el objeto de esa idea del que estamos hablando y el que no es independiente del pensamiento. Es claro que está bastante más allá del poder de la mente el tener una idea de algo completamente independiente del pensamiento –tendría que extraerse ella misma de sí misma para ese propósito; y puesto que no hay tal idea, no hay significado en la expresión13. La experiencia de la ignorancia, o del error, que tenemos, y a la que llegamos por medio de la corrección de nuestros errores, o ampliando nuestro conocimiento, nos capacita para experimentar y concebir algo que es independiente de nuestras propias concepciones limitadas; pero como no puede haber una corrección de la suma total de las opiniones, ni ninguna ampliación de la suma total del conocimiento, no tenemos los medios, y no podemos tenerlos, de adquirir una concepción de algo independiente de todo pensamiento y de toda opinión.

5. TIEMPO Y PENSAMIENTO14

346. Cualquier mente que tenga el poder de la investigación y que, en consecuencia, pase de la duda a la creencia, debe hacer que sus ideas se sigan unas de otras en el tiempo. Y si fuera a haber algún tipo de distinción entre un método correcto y un método incorrecto de investigación, ésta debe tener algún control sobre el proceso. Por lo que debe haber algo tal como la producción de una idea a partir de otra que estaba previamente en la mente. Esto es lo que ocurre en el razonamiento, donde la conclusión es traída a la mente por las premisas.

347. Podemos imaginar una mente que razonase y que no supiera nunca que razonaba; no percatándose nunca de que su conclusión era una conclusión, o que se derivaba de algo que iba antes. Para tal mente podría haber un método correcto y un método incorrecto de pensamiento; pero no podría percatarse de que hubiera tal distinción, ni criticar en ninguna medida sus propias operaciones. Para estar capacitada para la crítica lógica, la mente debe percatarse de que una idea está determinada por otra.

348. Ahora bien, cuando esto ocurre, tras la primera idea viene la segunda. Hay un proceso que sólo puede tener lugar en un espacio de tiempo; pero una idea no está presente en la mente durante un espacio de tiempo –al menos no durante el espacio de tiempo en que esta idea es reemplazada por otra; porque cuando el momento de su estar presente pasa, no está más en la mente en absoluto. En consecuencia, el hecho de que una idea sucede a otra no es algo que en sí mismo pueda estar presente en la mente, al igual que no puede decirse que las experiencias de todo un día o de un año están presentes en la mente. Es algo que puede recrearse; pero que no está presente en ningún instante puntual; y que, en consecuencia, no puede estar presente en la mente en absoluto; porque nada es presente salvo el momento pasajero, y lo que contiene. En consecuencia, el único modo en que podemos percatarnos de un proceso de inferencia, o de cualquier otro proceso, es porque produce alguna idea en nosotros. En consecuencia, no sólo es necesario que una idea produzca otra; sino que es también requisito el que un proceso mental produzca una idea. Estas tres cosas deben encontrarse en toda mente lógica: Primero, ideas; segundo, determinaciones de ideas por ideas previas; tercero, determinaciones de ideas por procesos previos. Y no se encontrará nada que no aparezca bajo uno de estos tres encabezamientos.

349. La determinación de una cosa por otra, no sólo implica que la primera se sigue de la última, sino que se sigue de acuerdo con una regla general, en consecuencia de la cual, a toda idea tal le seguiría tal otra. Por lo que no puede haber determinación de una idea por otra excepto en la medida en que las ideas pueden distribuirse en clases, o tener algunas semejanzas. Pero, ¿cómo puede una idea asemejarse a otra? Una idea no puede contener nada salvo lo que está presente a la mente en esa idea. Dos ideas existen en momentos diferentes; consiguientemente lo que está presente en la mente en una, está presente sólo en ese momento, y está ausente en el momento en que la otra idea está presente. Por lo que, literalmente, una idea no contiene nada de otra idea; y en sí mismas no pueden tener semejanza. Ciertamente no se asemejan la una a la otra excepto en la medida en que la mente pueda detectar una semejanza; porque existen sólo en la mente y no son nada salvo lo que se piensa que son. Ahora bien, cuando cada una está presente en la mente, la otra no está en la mente en absoluto. Ninguna referencia a ella está en la mente, y ninguna idea de ella está en la mente. Por lo que de ninguna de las dos ideas cuando está en la mente se piensa que se asemeja a la otra que no está presente en la mente. Y una idea no puede ser pensada excepto cuando está presente en la mente. Y, en consecuencia, no puede pensarse que una idea se asemeje a otra, hablando estrictamente.

350. Para escapar de esta paradoja, veamos cómo hemos sido llevados a ella. La causalidad supone una regla general y, por lo tanto, similitud. Ahora bien, en la medida en que suponemos que lo que está presente en la mente en un momento es absolutamente distinto de lo que está presente en la mente en otro momento, nuestras ideas son absolutamente individuales y sin similitud alguna. Por lo tanto, es necesario que concibamos un proceso como presente en la mente. Y este proceso consiste de partes que existen en diferentes momentos y de una forma absolutamente distinta. Y durante el tiempo que una parte está en la mente, la otra no está en la mente. Para unirlas, tenemos que suponer que hay una conciencia que atraviesa el tiempo. Por lo que de la sucesión de ideas que ocurre en un segundo del tiempo, no hay más que una conciencia; y de la sucesión de ideas que ocurre en un minuto de tiempo, hay otra conciencia, y de esta manera, quizás, indefinidamente. Por lo que puede que haya una conciencia de los acontecimientos que ocurrieran en un día completo o en toda una vida.

351. Según esto, dos partes de un proceso separado en el tiempo – aunque están absolutamente separadas, en la medida en que hay conciencia de la una, de la que la otra está completamente excluida –sin embargo, no están separadas, hay una conciencia más general de las dos juntas. Esta concepción de la conciencia es algo que toma tiempo. Parece imponérsenos para escapar de las contradicciones que acabamos de encontrar. Y si la conciencia tiene una duración, entonces no hay nada que sea una conciencia instantánea; sino que toda conciencia se refiere a un proceso. Y ningún pensamiento, por simple que sea, está, en ningún momento, presente en la mente en su totalidad, sino que es algo que vivimos o experimentamos como hacemos con los acontecimientos de un día. Y como las experiencias de un día están hechas de las experiencias de espacios de tiempo más cortos, así cualquier pensamiento está hecho de pensamientos más especiales que, a su vez, están hechos de otros y así indefinidamente.

352. Puede ser, de hecho, muy probablemente, que haya algún espacio mínimo de tiempo dentro del cual, en algún sentido, sólo pueda existir un pensamiento indivisible y como no sabemos nada de ese hecho en la actualidad, podemos contentarnos con la concepción más simple de una continuidad indefinida en la conciencia. Puede verse fácilmente que cuando esta concepción se comprende, el proceso de la determinación de una idea por otra resulta explicable. Lo que está presente en la mente durante la totalidad de un intervalo de tiempo es algo que, generalmente, consiste de lo que había en común en lo que estaba presente en la mente durante las partes de ese intervalo. Y esto puede ser lo mismo que lo que está presente en la mente durante cualquier intervalo de tiempo; o, si no lo mismo, al menos parecido –es decir, los dos pueden ser tales que tengan mucho en común. Estos dos pensamientos, que son similares, pueden estar seguidos por otros que sean similares y acordes con una ley general por la que a todo pensamiento similar a cualquiera de estos le sigue otro similar a aquellos que le siguen. Si pensamientos sucesivos tienen algo en común, puede que pertenezca a cada parte de estos pensamientos, por pequeña que sea, y, en consecuencia, puede decirse que está presente en cada instante. A este elemento de la conciencia que pertenece a un todo sólo en la medida en que pertenece a sus partes se le denomina la materia del pensamiento.

353. Hay, además de esto, una causalidad, que atraviesa nuestra conciencia, por la que el pensamiento de cualquier momento singular determina el pensamiento del momento siguiente, no importa lo pequeños que puedan ser estos momentos. Y esta causalidad es, necesariamente, de la naturaleza de una reproducción; porque si un pensamiento de un tipo determinado continúa durante una determinada medida de tiempo, como debe hacerlo para llegar a la conciencia, el efecto inmediato que produce esta causalidad debe también estar presente durante todo el tiempo, por lo que es una parte de ese pensamiento. Por lo tanto, cuando este pensamiento cesa, aquello que continúa tras él en virtud de esta acción es una parte del pensamiento mismo. Adicionalmente a esto debe haber un efecto producido por el seguimiento de una idea tras una idea diferente; de otra forma no habría proceso de inferencia excepto el de la reproducción de las premisas.

CREENCIA15

354. Hemos visto que una inferencia es el proceso por el que una creencia determina a otra. Pero una creencia es ella misma un hábito de la mente en virtud del cual una idea da lugar a otra. Cuando digo que sé francés, no quiero decir que en la medida en que lo conozco tenga yo en mi mente todas las palabras que lo componen, ni siquiera una sola de ellas. Sino sólo que cuando pienso en un objeto, se me ocurrirá la palabra francesa para éste y que, cuando una palabra francesa se presente a mi atención, pensaré en el objeto que significa. Lo que es verdadero del conocimiento es igualmente verdadero de la creencia, ya que la verdad o falsedad de la cognición no altera su carácter respecto a esto. Yo estoy convencido de que el ácido prúsico es veneno, y siempre lo he estado. Esto no significa que siempre haya tenido la idea del ácido prúsico en mi mente, sino sólo que en la ocasión adecuada, al pensar en beberlo, por ejemplo, la idea de veneno y todas las otras ideas que esa idea acarrease, surgirían en mi mente.

355. Por lo que hay tres elementos del conocimiento: los pensamientos, la conexión habitual entre los pensamientos y los procesos que establecen una conexión habitual entre los pensamientos. Ya hemos visto que una idea no puede estar instantáneamente presente, que la conciencia ocupa tiempo y que no tenemos conciencia en un instante. Así que en ningún momento tenemos un pensamiento. Pero ahora aparece, además, que en referencia a una creencia no sólo no podemos tenerla en un instante, sino que no puede estar presente en la mente en ningún período de tiempo. No consiste en nada que esté presente a la mente, sino en una conexión habitual entre las cosas que están sucesivamente presentes. Es decir, consiste en ideas que se siguen unas de otras de acuerdo con una regla general; pero no en el mero pensar en esta regla general, ni en la mera sucesión de las ideas unas de otras, ni en ambas cosas juntas. En consecuencia, un pensamiento debe ser un signo de una creencia; pero nunca es una creencia él mismo. Lo mismo es obviamente verdadero respecto a una inferencia; e incluso una idea simple tiene valor intelectual para nosotros no por lo que en sí misma es sino porque está en lugar de algún objeto con el cual se relaciona. Ahora bien, una cosa que está en lugar de otra es una representación o un signo. Por lo que resulta que toda especie de conocimiento actual tiene la naturaleza de un signo. Se encontrará muy ventajoso considerar el asunto desde este punto de vista, porque muchas propiedades generales de los signos pueden descubrirse gracias a un conjunto de palabras y cosas semejantes, que estén libres de los embrollos que nos dejan perplejos en el estudio directo del pensamiento.

356. Examinemos algunos de los caracteres de los signos en general. Un signo, en primer lugar, debe tener algunas cualidades en sí mismo que sirvan para distinguirlo, una palabra debe tener un sonido peculiar diferente del sonido de otra palabra; pero no importa qué sonido sea, en la medida en que sea algo distinguible. En segundo lugar, un signo debe tener una conexión física real con la cosa que significa de forma que esté afectado por esa cosa. Una veleta, que es un signo de la dirección del viento, debe realmente girar con el viento. Esta palabra en esta conexión es una palabra indirecta; pero a menos que haya una forma u otra de conectar las palabras con las cosas que significan, y de asegurar su correspondencia con ellas, éstas no tendrán valor como signos de esas cosas. Todo lo que tenga estos dos caracteres es adecuado para convertirse en signo. Es, al menos, un síntoma, pero no es realmente un signo a menos que se use como tal; es decir, a menos que se interprete para el pensamiento y se dirija él mismo a alguna mente. Puesto que el pensamiento es él mismo un signo, podemos expresar esto al decir que el signo debe ser interpretado como otro signo16. Veamos, sin embargo, si esto es verdadero del pensamiento mismo, que deba dirigirse él mismo a algún otro pensamiento. Hay algunos casos en los que no es difícil ver que éste debe ser el caso. Yo no tengo la creencia de que el ácido prúsico es venenoso a menos que, cuando la ocasión particular se presente, sea llevado a la creencia adicional de que ese ácido particular es venenoso; y a menos que sea llevado adicionalmente a la creencia de que es una cosa que debe evitarse beber. Porque todas estas cosas son necesarias para que yo actúe en base a mi creencia. Una creencia en base a la cual no se actúe, deja de ser una creencia.

357. Puede ser que, finalmente, llegue a una creencia que sea, directamente, un motivo para la acción sin la intervención de una creencia más especial. En este caso, ¿cómo se dirige la creencia misma a un signo? Cuando se dice que una persona actúa en base a una creencia determinada, el significado es que sus acciones tienen una determinada consistencia.; es decir, que poseen una determinada unidad intelectual. Pero esto implica que son interpretadas a la luz del pensamiento. Por lo que, incluso, si una creencia es un motivo directo para la acción, aún así es una creencia sólo porque esa acción es interpretable de nuevo. Y, de esta manera, el carácter intelectual de las creencias es dependiente, al menos, de la capacidad de una traducción interminable de signo en signo. Una inferencia se traduce ella misma directamente en una creencia. Un pensamiento que no sea capaz de afectar a la creencia de manera alguna, obviamente no tiene significado ni valor intelectual en absoluto. Si afecta a la creencia, entonces se traduce de un signo en otro al interpretarse la creencia misma. Y, en consecuencia, este carácter de los signos, que deben ser capaces de interpretación en todos los sentidos, pertenece a todos los tipos de conocimiento. Y, consiguientemente, ningún conocimiento es tal o tiene significado intelectual por lo que es en sí mismo, sino sólo por lo que es en sus efectos sobre otros pensamientos. Y la existencia de un conocimiento no es algo actual, sino que consiste en el hecho de que bajo determinadas circunstancias algún otro conocimiento surgirá.

7. PRAGMATISMO17

358. En toda mente lógica debe haber primero, ideas; segundo, reglas generales según las cuales una idea determina a otra, o hábitos de la mente que conectan las ideas; y tercero, procesos con los que se establecen tales conexiones habituales.

359. Una creencia es una conexión habitual de ideas. Por ejemplo, decir que yo creo que el ácido prúsico es un veneno, es decir que cuando me ocurra la idea de beberlo, la idea del mismo como veneno, junto con todas las otras ideas que siguen a ésta, surgirá en mi mente. Entre estas ideas, u objetos presentes ante mí, está el sentido de negarme a beberlo. Esto, si estoy en una condición normal, será seguido por una acción de los nervios, cuando sea necesario, que apartará la taza de mis labios. Parece probable que toda conexión habitual de ideas pueda producir un efecto tal sobre la voluntad. Si esto es realmente así, una creencia y una conexión habitual de ideas son una y la misma cosa.

360. En una mente que sea capaz de una crítica lógica de sus creencias debe haber una sensación de creer, que servirá para mostrar qué ideas están conectadas. El reconocimiento de que dos objetos presentes se vinculan como uno es un juicio. Todas las ideas surgen en los juicios. Éste es claramente el caso si están causadas por ideas previas. Si son sensaciones, entonces inmediatamente causan otras ideas y se conectan con éstas en los juicios. El valor intelectual de las ideas reside evidentemente en las relaciones de unas con otras en los juicios y no en sus cualidades en sí mismas18. Todo lo que me parece azul puede parecer rojo y viceversa y, sin embargo, todo lo que ahora encuentro verdadero de esos objetos, lo encontraría igualmente verdadero entonces, si nada más cambiase. Aún percibiría las mismas distinciones en las cosas que percibo ahora. El significado intelectual de las creencias reside totalmente en las conclusiones que puedan sacarse de ellas y, en última instancia, en sus efectos sobre nuestra conducta. Porque no parece haber ninguna distinción importante entre dos proposiciones que no pueda dar nunca resultados prácticos diferentes19. Únicamente la diferencia en la facilidad con que una conclusión se pueda alcanzar a partir de dos proposiciones debe considerarse como una diferencia en sus efectos sobre nuestras acciones.

361. Se muestra entonces que el significado intelectual de todo pensamiento reside, en última instancia, en su efecto sobre nuestras acciones. Ahora bien, ¿en qué consiste el carácter intelectual de la conducta? Claramente en su armonía con el ojo de la razón; esto es, en el hecho de que la mente al contemplarlo encontrará en él una armonía de propósitos. Con otras palabras, debe ser capaz de una interpretación racional para un pensamiento futuro. Por lo que el pensamiento es racional únicamente en la medida en que se recomienda a sí mismo a un pensamiento futuro posible. O, en otras palabras, la racionalidad del pensamiento reside en su referencia a un futuro posible20 .


Notas

 

1. Este capítulo pertenece a un grupo de manuscritos asociados en Widener IB2-8 con la adición de una cita en la presente nota. Estos manuscritos parecen ser varios borradores parciales de un libro que se titularía "Lógica". Un grupo de capítulos incluye varios con fecha de marzo, 1873, y un capítulo de otro grupo tiene la fecha "1 julio 1873". Otros pueden haber sido escritos en 1872; en una carta a su hermano Henry de fecha 24 de noviembre de 1872, William James dice, "Charles Peirce…, el otro día, nos leyó una admirable capítulo introductorio a su libro sobre lógica" ([Perry] I, 332). Algunos de los manuscritos no tienen encabezamiento, pero probablemente pertenecen a este empeño. A las partes sin fecha se le atribuye aquí circa 1873.

Los contenidos del presente capítulo deben compararse con "La Fijación de la Creencia" (1877), 5.358-387, y "Cómo aclarar nuestras ideas" (1878), 5.388-410. Varias páginas del grupo de manuscritos del que se ha tomado el presente capítulo contienen pasajes que se encuentran en el primero de estos dos artículos. En 1909 y 1910 Peirce trabajó en una revisión de estos dos artículos, para publicarlos bajo un mismo título. Un borrador de este trabajo se titula, Ensayos dirigidos hacia la Interpretación de nuestros pensamientos (Título provisional del volumen); Mi Pragmatismo (Título provisional del Ensayo), dispuesto en dos capítulos", Widener IB2-11. En la primera página del borrador, en un prefacio a la obra, Peirce dice: "La parte principal de este ensayo, -las caracterizaciones de la creencia y la duda, el argumento respecto al objetivo efectivo de la investigación, la descripción de los cuatro métodos dirigidos hacia ese objetivo, con las críticas a los mismos, la discusión de la función propia del pensar y la consiguiente máxima para alcanzar la claridad de los conceptos, -reproduce prácticamente al pie de la letra un documento que les leí, -debe haber sido en 1872-, a un grupo de jóvenes que acostumbraban reunirse, en aquel tiempo, una vez cada dos semanas en Cambridge, Massachussets, bajo la denominación de "El Club Metafísico", -una denominación elegida para alienar a aquellos que se alienaran". Esta página está encabezada "6 abril 1909 2 AM, SIGNIFICADO, Pragmatismo". Cf. 5.13 y [Bibliografía] G-1909-1. [Nota de CP]

2. Los párrafos 313-314 son el "Capítulo 1 (Resumen ampliado)", con las citas añadidas en 313n3 y 314n4. Los párrafos 315-316 son un resumen de los primeros pocos capítulos. Los párrafos 317-325 son el contenido de un manuscrito sin título. Ver 313n1. [Nota de CP]

3. "…Los caracteres de la creencia son tres. Primero, hay una determinada sensación respecto a una proposición. Segundo, hay una disposición a estar satisfecho con la proposición. Y tercero, hay un impulso claro, en consecuencia, de actuar de determinadas maneras". De "De la Realidad" (Ver 313n1). [Nota de CP]

4. "La duda tiene grados y puede aproximarse indefinidamente a la creencia, pero cuando dudo, el efecto del juicio mental no se verá en mi conducta tan invariablemente o en su extensión total como lo hará cuando creo. Por lo que, si estoy perfectamente confiado en que una compañía de seguros cumplirá con sus compromisos, les pagaré una determinada suma por una póliza pero si pienso que hay algún riesgo de que la incumplan, no les pagaré tanto". De un fragmento (ver 313n1). [Nota de CP]

5. En la porción omitida del manuscrito Peirce perfila brevemente tres de sus cuatro "métodos para efectuar el establecimiento de la opinión". El primero es "adherirse obstinadamente a cualesquiera que sean las propias opiniones existentes de uno mismo". El segundo es por persecución. El tercero es "por el desarrollo natural de la opinión", que fracasa cuando "una comunidad establece contacto con otra. Entonces se ve que el resultado es bastante accidental y dependiente de las circunstancias que lo rodean y de las condiciones iniciales, y la creencia se desestabiliza por completo". (para 1/3 p 195).

"De esta manera, de nuevo, se impone al hombre la convicción de que la opinión de otro hombre, si ha derivado por el mismo proceso que la suya propia, es tan buena como ésta, y de que adopta como suya la opinión del otro hombre. Entonces, él dice nosotros en el sentido del mundo ilustrado". (para 2/3 p 195).

El cuarto método de Peirce se discute en nuestro siguiente párrafo. (para 3/3 p 195). [Nota de CP]

6. De "LÓGICA, Capítulo 4 (… borrador)" (ver 313n1). [Nota de CP]

7. De "LÓGICA, Capítulo 4. – De la Realidad (primer borrador)", con una cita añadida en 331n9. Ver 313n1. [Nota de CP]

8. Ver Libro III, Capítulo 2, "Asociación" en el presente volumen. [Nota de CP]

9. La investigación implica, además de la sensación, “la producción de nuevas creencias a partir de las viejas de acuerdo con leyes lógicas. Este proceso es el proceso lógico, pero, por extensión del significado de una palabra familiar, también lo llamo inferencia". De "De la Realidad", el mismo manuscrito citado en 313n3. [Nota de CP]

10. Un manuscrito sin título originalmente en un párrafo, con una cita añadida en 336n11. Ver 313n1. [Nota de CP]

11. "La opinión final estable no es ningún conocimiento particular, en tal o cual mente, en tal o cual momento, aunque una opinión individual pueda casualmente coincidir con ella. Si una opinión coincide con la opinión final estable, es porque la corriente general de la investigación no la afectará. El objeto de esta opinión individual es lo que sea pensado en ese momento. Pero si se piensa algo distinto que eso, el objeto de esa opinión cambia y, por ello, deja de coincidir con el objeto de la opinión final que no cambia. La perversidad o la ignorancia de la humanidad puede que haga sostener por verdadero esto o aquello, durante el número de generaciones que sea, pero no puede afectar a lo que sería el resultado de una experimentación y un razonamiento suficientes. Y esto es lo que se quiere significar por la opinión final estable. En consecuencia, ésta no es una opinión particular sino que es completamente independiente de lo que tú, yo, o cualquier número de hombres pueda pensar acerca de ella; y, en consecuencia, satisface directamente la definición de realidad". De "Lógica, capítulo 6" 10 de marzo, 1873 (ver 313n1). [Nota de CP]

12. Cf. 5.403. [Nota de CP]

13. Cf. 5.255. [Nota de CP]

14. Un manuscrito sin título originalmente en un párrafo. La fecha es difícilmente legible, pero probablemente es 6 de marzo, 1873. Un manuscrito con fecha 8 de Marzo, 1873, parece ser un borrador alternativo, pero en la opinión del editor el manuscrito que se imprime aquí es superior al borrador posterior. Ver 313n1. [Nota de CP]

15. "Lógica, capítulo 5", 10 de marzo de 1873, originalmente en un párrafo. Ver 313n1. [Nota de CP]

16. Cf. 5.253. [Nota de CP]

17. Capítulo V, "Que el significado de pensamiento reside en su referencia al futuro". Un borrador del capítulo IV, "La concepción, esencial en Lógica, del tiempo", fechado "1 de julio, 1873", parece pertenecer, junto con este capítulo V, a partes de una serie. Ver 313n1. [Nota de CP]

18. Cf. 5.287ff. [Nota de CP]

19. Cf. 8.33 (1871) y 5.400 (1878). [Nota de CP]

20. El manuscrito termina sin un punto. [Nota de CP]


Fin de: "La lógica de 1873", Charles S. Peirce (1873). Fuente textual en MS 360 a MS 396 y CP 7.313-367.

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Fecha del documento: 27 de febrero 2008
Ultima actualización: 24 de febrero 2011

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