LECCIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA1


Charles S. Peirce (c. 1896)

Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia (1997)*





La actitud científica

43. Si tratamos de formar nuestras concepciones sobre historia y vida, observaremos tres clases de hombres. La primera reside en aquellos para quienes el asunto principal es la calidad de los sentimientos: estos hombres crean arte. La segunda, en los hombres prácticos, quienes llevan sobre sí los negocios del mundo: no respetan sino el poder, y sólo en la medida en que es ejercido. La tercera, en hombres para los que nada parece grande, sino la razón: si la fuerza les interesa, no es en su realización, sino que en sí tiene una razón y una ley. Para los hombres de la primera clase, la naturaleza es una pintura; para los de la segunda, es una oportunidad; para los de la tercera, es un cosmos, tan admirable, que el penetrarlo en sus caminos parece para ellos la única cosa que hace su vida digna de vivirse. Estos son los hombres a los que vemos poseídos por la pasión de aprender, tal y como otros hombres tiene la pasión de enseñar y diseminar su influencia. Si no se entregan a sí mismos completamente a su pasión de aprender, es porque ejercen su autocontrol. Estos son los hombres científicos por naturaleza, y son los que tiene algún éxito real en la investigación científica.

44. Si tenemos que definir la ciencia, no en el sentido de empaquetarla dentro de una casilla artificial donde pueda ser encontrada de nuevo por alguna marca insignificante, sino en el de caracterizarla como una entidad histórica viviente, debemos concebirla como aquello acerca de lo cual los hombres que antes hemos descrito se ocupan a sí mismos. Como tal, no consiste tanto en conocer, ni tampoco en "conocimiento organizado", cuanto en la investigación diligente dentro de la verdad por causa de la verdad, sin ningún tipo de interés, ni siquiera por el interés del deleite de contemplarla, sino por el impulso de penetrar en al razón de las cosas. Este es el sentido en el que este libro lleva el título de Historia de las ciencias. Parece como si ciencia y filosofía hubieran sido cambiadas en sus cunas. Pues no es conocer, sino el amor de aprender, lo que caracteriza al hombre científico; mientras que el "filósofo" es un hombre con un sistema con el cual piensa el que da cuerpo a todo lo que es la mejor forma de conocer. Si un hombre se abrasa por conocer y se dispone a comparar sus ideas con los resultados experimentales con la intención de hacer correctas sus ideas, cualquier científico lo reconocerá como a un hermano, sin importar cuán pequeño sea su conocimiento.

45. Pero si un hombre se ocupa en investigar la verdad de alguna cuestión con algún propósito ulterior, tal como hacer dinero, o corregir su vida, o beneficiar a sus amigos, puede hacerlo mejor que un científico, si usted quiere -es algo que no vamos a discutir ahora-, pero no es un científico. Por ejemplo, hay muchos químicos que se ocupan exclusivamente del estudio de las materias del tinte. Descubren hechos que son útiles para la química científica, pero no se cuentan entre los auténticos científicos. El químico genuinamente científico procura aprender tanto sobre el erbio -cuya extrema rareza le hace carecer de importancia desde el punto de vista comercial- como sobre el hierro. Está más ansioso por aprender acerca del erbio si el conocimiento acerca de él completara su idea acerca de la ley periódica, que expresa la relación mutua de los elementos.


La imaginación científica

46. Cuando un hombre desea ardientemente conocer la verdad, su mayor esfuerzo será imaginar que esa verdad puede existir. No puede continuar su pretensión por mucho tiempo sin encontrar que la imaginación desenfrenada lo llevará con seguridad a descarriarse. A pesar de todo, sigue siendo verdad, que, después de todo, nada sino la imaginación es lo que puede ayudarle para vislumbrar la verdad. Puede mirar de hito en hito estúpidamente los fenómenos; pero en ausencia de la imaginación no los conectará juntos de un modo racional. Del mismo modo que para Peter Bell la hierba llamada prímula no es nada más que una prímula, así para miles de hombres una manzana que cae no es más que una manzana que cae; y compararla con la luna sería para ellos "fantasioso".

47. No es exagerar el decir que, inmediatamente detrás de la pasión de aprender, no hay cualidad tan indispensable para el avance exitoso de la ciencia que la imaginación. Encuéntrenme un pueblo cuya primera medicina no está asociada a la magia y los encantamientos, y yo les encontraré un pueblo exento de toda capacidad científica. No hay magia en el Papiro Ebers medicinal. El impasible egipcio no ve en la enfermedad más que el desarreglo del órgano afectado. Nunca hubo una verdadera ciencia egipcia.

48. Hay, sin duda, productos de la imaginación sin valor para la ciencia, más imaginación artística, más sueño de oportunidades de ganar. La imaginación científica sueña en explicaciones y leyes.


Ciencia y moralidad

49. Un científico debe ser alguien concentrado en un solo propósito y sincero consigo mismo. De otra manera, su amor a la verdad se disiparía de una vez. Por consiguiente, difícilmente puede ser otra cosa que un hombre honesto y honrado. Es cierto que unos pocos naturalistas han sido acusados de robar especímenes, y algunos hombres han estado lejos de lo correcto, jurídicamente hablando, al defender sus teorías. Amabas faltas tuvieron que ser excesivamente nocivas para su capacidad científica. Pero en su totalidad, sin embargo, los científicos han sido los mejores de los hombres. Por tanto, es completamente natural que un joven que quiera llegar a ser científico tenga que ser una persona de buena conducta.

50. Con todo, de muchas maneras una mirada exagerada a la moralidad es desfavorable para el progreso científico. Presentaré solamente una de esas maneras. Sin duda, no agradará a algunas personas que se hable de moralidad, en cuanto puede incluir un elemento potencialmente negativo. Para ellas buena conducta y conducta moral son una y la misma cosa -y me acusarán de hostilidad a la moral. Considero la moral como muy necesaria, pero es un significado de buena vida, no necesariamente coincidente con buena conducta. La moralidad consiste en el folklore de la conducta recta. Un hombre ha sido educado para pensar que debe comportarse de ciertas maneras. Si actúa de otra manera, se siente a disgusto. Su conciencia le aguijonea. Ese sistema de moral es la sabiduría tradicional de las edades de la experiencia. Si alguien se escapa de él, se hará víctima de sus pasiones. No es inocuo para él ni siquiera razonar acerca de él, excepto de un modo puramente especulativo. Por ello, la moralidad es esencialmente conservadora. Buena moral y buenas maneras son idénticas, aunque la tradición imputa menos importancia a estas últimas. El gentleman está imbuido de conservadurismo. El conservadurismo es un hábito y es una ley del hábito el que tiende a desplegarse y a extenderse a sí mismo más y más por la mayor parte de la vida. Por este camino, el conservadurismo en moral conduce al conservadurismo en las buenas maneras o buena educación y, finalmente, al conservadurismo acerca de las opiniones de tipo especulativo. Además, el distinguir entre opiniones especulativas y prácticas es la marca de los intelectos más cultivados. Descender más abajo de este nivel es pasar a través de reformadores y racionalistas a cada instante -gente que propone remodelar los diez mandamientos de la ciencia moderna. De aquí resulta que la moralidad conduce a un conservadurismo al que ofende todo punto de vista nuevo, e incluso toda investigación nueva, sin importar cuán especulativa sea. El peso moral global de una tal comunidad se lanzará contra la ciencia. Investigar la naturaleza es para un turco algo indigno de un buen musulmán; de la misma manera que la familia de Tycho Brahe miraba su interés por la astronomía como indigna de un noble (véase Thomas Nash en Pierce Pennilese a propósito del carácter de un noble danés).

51. Esta tendencia se exagera enormemente de un modo necesario en un país en el que el gentleman, o exponente reconocido de las buenas maneras, tiene el lugar de hombre más instruido. Para ellos el espíritu investigador no puede decir que los gentlemen sean un montón de locos ignorantes. Al peso moral que lucha contra el progreso en la ciencia se añade el de una enseñanza superior. Dondequiera que haya una numerosa clase de profesores académicos, provistos de buenos ingresos y considerados como gentleman, tiene que languidecer la investigación científica. Dondequiera que los burócratas sean la clase más preparada, el caso será peor.


Matemáticas

52. Las primeras preguntas que el hombre hace acerca del universo son naturalmente las más generales y abstractas. Ni es verdad, como ha sido afirmado tan a menudo, que esas sean las preguntas más difíciles de responder. El responsable de ese error es en gran medida Francis Bacon, por haber manifestado que las inducciones más generales han de ser alcanzadas por pasos sucesivos, sin tener nada más que su imaginación y no teniendo carta de apoyo de la ciencia moderna para afirmarlo. La historia no sostiene en manera alguna esta teoría. Los errores acerca de cuestiones muy generales se han debido a una circunstancia que voy a exponer a continuación.

53. La más abstracta de todas las ciencias es la matemática. Que esto es así ha quedado de manifiesto en nuestros días, porque todos los matemáticos ahora ven claramente que las matemáticas se ocupan de cuestiones puramente hipotéticas. En cuanto a lo que pueda ser la verdad de la existencia, a los matemáticos [qua matemáticos; es decir: en cuanto matemáticos, N. del T.] les importa un cacahuete. Es verdad que los primeros matemáticos no podían ver con claridad que esto es así. Pero para todos los que no lo veían, era tan verdad de las matemáticas en los primeros días, como lo es ahora. Quizá los primeros matemáticos pudieron haber estado más inclinados a aseverar rotundamente que dos líneas rectas en un plano cortadas por una tercera, de tal manera que la suma de los ángulos internos de un lado sea menor que dos ángulos rectos, se encontrarían en una distancia finita de ese lado si son alargadas suficientemente: aunque, de hecho, no encontramos esta tendencia en Euclides. Pero sea como fuere, los primeros matemáticos ciertamente no tenían una tendencia mayor que los modernos a investigar sobre la verdad de ese postulado, sino todo lo contrario. Lo que en realidad hicieron, por consiguiente, fue simplemente deducir consecuencias de suposiciones que no tenían fundamento, ya sea que se dieran cuenta de que tal era la naturaleza de su trabajo o no. Las matemáticas eran pues en verdad, tanto para ellos como para nosotros, la más abstracta de las ciencias, separadas de toda investigación sobre su verdad existencial. Por consecuencia, la tendencia a atacar los problemas más abstractos en primer lugar, no porque fueran reconocidos como tales, sino porque eran así, condujo a las matemáticas a ser el primer campo de investigación.

54. Encontramos algunos pueblos que se inclinan más a la aritmética; otros, a la geometría. Pero en uno y otro caso se alcanzó un método correcto de razonar, antes de que hubieran transcurrido muchos siglos de investigación real. El razonar tuvo que ser al principio desmañado, y un caso aislado tuvo que ser innecesariamente desunido de otros muchos. Pero no obstante todas las influencias, estaban presionando al pensador a hacer uso de un diagrama, y tan pronto como lo hizo, estuvo siguiendo el método correcto. En efecto, el razonamiento matemático consiste en construir un diagrama que esté de acuerdo con un precepto general, observar determinadas relaciones entre las partes de ese diagrama no explícitamente requeridas por el precepto, mostrar que esas relaciones se mantendrán para todos esos diagramas, y formular esa conclusión en términos generales. Así pues, todo razonar necesariamente válido es de hecho diagramático. Esto, sin embargo, está lejos de ser obviamente verdad. No había nada para dirigir la atención de los primeros razonadores hacia la necesidad de un diagrama en tal manera de razonar. Al encontrar que con sus meditaciones interiores podían deducir la verdad concerniente, por ejemplo, a la altura de un pilar inaccesible, por lógica sacaban la conclusión de que el mismo método podía ser aplicado a investigaciones positivas.

Por este camino, los éxitos tempranos en las matemáticas conducirían de forma natural a malos métodos en la ciencia positiva y, en especial, en la metafísica.


La ciencia como guía de conducta

55. Hemos visto ya cómo el éxito en las matemáticas tuvo que crear necesariamente una confianza, por entero infundada, en el poder del hombre para deducir o sacar la verdad gracias a la meditación interna sin la ayuda de la experiencia. Entre ambas cosas, su confianza en lo que hay en el interior y la absoluta certeza de sus conclusiones, condujeron a la confusión de una razón a priori y la conciencia. En efecto, la conciencia, asimismo, rehúsa someter sus "dicta" (dichos) a la experimentación, y hace una distinción dual absoluta entre correcto y erróneo. Un resultado de esto es que los hombres comenzaron a racionalizar acerca de cuestiones de pureza e integridad, lo cual a la larga, a través de la decadencia moral, es desfavorable para la ciencia. Pero lo que es peor, desde nuestro punto de vista, comenzaron a mirar la ciencia como guía de la conducta, es decir, ya no como pura ciencia, sino como un instrumento para un fin práctico. Resultado de esto es que todo probable razonar es menos preciado. Si una proposición ha de ser aplicada a la acción, ha de ser abrazada o creída sin reservas. No hay espacio para la duda, la cual solamente puede paralizar la acción. Pero el espíritu científico exige a un hombre que sea pronto en cualquier instante a vaciar toda su carga de creencias, en el momento en el que la experiencia esté en contra de ellas. El deseo de aprender le prohíbe estar absolutamente seguro de que sabe todo. Más allá de la ciencia positiva, sólo puede descansar en la experiencia; y ésta nunca puede desembocar en certeza, exactitud, necesidad o universalidad absolutas. Pero es con lo universal y necesario, es decir, con la ley, que la (con)ciencia se concierta a sí misma. Así, el carácter real de la ciencia es destruido tan pronto como es transformada en un coadjutor de la conducta, y en especial todo progreso en la ciencia inductiva es llevado a un punto de estancamiento.


Moralidad y razonamiento fingido

56. El efecto de mezclar investigación especulativa con cuestiones de la conducta viene a resultar finalmente en una especie de creencia medio fingida, que se engaña a sí mismo con respecto a su carácter real. La conciencia en realidad es propia del hombre subconsciente, esa parte del alma que es muy distinta en los diferentes individuos, una especie de estado de conciencia comunitario, o espíritu público, no absolutamente único y el mismo en los diferentes ciudadanos y con todo no de alguna manera independiente de ellos. La conciencia ha sido creada por la experiencia, como todo conocimiento lo es; pero es modificada por posteriores experiencias solamente con lentitud secular.

57. Cuando uno comienza a razonar acerca de su conducta, el primer efecto es librarlo a sus pasiones y produce la desmoralización más espantosa, sobre todo en materia sexual. Así, entre los griegos, llevó a la pederastia y a la precedencia de mujeres públicas por encima de las esposas privadas. Pero en último término la parte subconsciente del alma, por ser más fuerte, recobra su preponderancia e insiste en enderezar todos los asuntos. Entonces, los hombres continúan diciéndose a sí mismos que regulan su conducta por la razón; pero aprenden a mirar hacia delante y ven qué conclusiones traería un determinado método, antes de dar su adhesión a él. En resumen, ya no es el raciocinio el que determina cuál debe ser la conclusión, sino que es la conclusión la que determina el razonamiento. Esto es un razonar fingido. Dicho brevemente, como la moralidad supone autocontrol, los hombres aprenden que no deben entregarse a sí mismos sin reserva a ningún método, sin considerar a qué conclusiones les conducirá. Más esto es enteramente contrario al concentrarse-en-un-solo-propósito que es requisito en la ciencia. Para que la ciencia pueda tener éxito, sus seguidores tienen que apresurarse a entregarse a sí mismos a discreción a la investigación empírica, antes de conocer cuál pueda ser su decisión. No debe haber reservas.

58. El efecto de ese fingimiento es que los hombres llegan a mirar el razonar como decorativo, o a lo sumo, como una ayuda secundaria en asuntos menores -un punto de vista no del todo desapropiado, si las cuestiones de conducta han de interesarnos sólo a nosotros. Ellos, por consiguiente, piden que sea llano y fácil. Si, en casos especiales, es indispensable un razonamiento complicado, rentan un especialista para que lo lleve a cabo. El resultado de este estado de cosas es, por supuesto, un rápido deterioro del vigor intelectual, muy perceptible de una generación a otra. Esto es justo lo que está pasando entre nosotros ante nuestros ojos; y a juzgar por la historia de Constantinopla, es marchar hasta que la raza llega a un fin despreciable.


El método de autoridad

59. Cuando la sociedad está dividida en banderas, ya peleándose, ya aliándose, subordinada ahora por un momento la una a la otra, el hombre pierde sus concepciones de la verdad y la razón. Si ve que un hombre afirma lo que otro niega, si le atañe, quiere escoger su lado y se pone a trabajar por todos los medios a su alcance para silenciar a sus adversarios. Para él, la verdad es aquello por lo que lucha.

60. El siguiente paso que se puede esperar en un desarrollo lógico no interrumpido por ocasionales incidentes consistirá en reconocer que una autoridad central debe determinar las creencias de la comunidad entera. Hasta donde llegan moral y religión, este plan llena admirablemente su propósito de producir uniformidad. Pero para poder hacer esto es deseable que haya otra autoridad menos absoluta, la cual declare -no infaliblemente pero sí con el peso del aprendizaje colectivo- las proposiciones con que la ciencia de vez en cuando aclara algunas dudas razonables, y que han de favorecer las indagaciones de investigadores competentes. El valor de tales servicios en el desarrollo de las ciencias es inmenso; aunque van acompañados de desventajas muy serias al no permitir los estudios no-oficiales el peso que debería concedérseles. La historia de la ciencia está llena de tales ejemplos.


Ciencia y continuidad

61. Uno de los peores efectos de la influencia de la moral y el razonamiento religioso sobre la ciencia está en que las distinciones sobre las que ambas insisten son duales, y que su tendencia es ignorar todas las distinciones que no sean duales y, en especial, la concepción de la continuidad. La religión reconoce a los santos y a los condenados. No admitirá de buena gana un tercer tipo de suerte. La moralidad insiste en que una motivación es buena o mala. Que el abismo entre ambos términos sea superado por un puente y que la mayoría de las motivaciones estén en alguna parte cercana a la mitad del puente, es por entero contrario a las enseñanzas de todo sistema de moral que alguna vez haya albergado el corazón y la conciencia de un pueblo.

62. No es necesario avanzar mucho en la lectura de la obra filosófica de alguien cuya formación haya sido la de un teólogo, para ver cuán desvalidas están tales mentes para enfrentarse con la continuidad. Ahora la continuidad, no es mucho decir, es la concepción líder de la ciencia. La complejidad de la concepción de la continuidad es tan grande como para hacerla importante dondequiera que se presente. Ahora bien, entra dentro de toda ley fundamental y exacta de física y de lo psíquico que conocemos. Las pocas leyes de química que no implican continuidad parecen en su mayor parte ser verdad muy rudamente. Parece no ser exagerado afirmar que si fueran conocidas las verdaderas leyes, se encontraría a la continuidad involucrada en ellas...


El método analítico

63. Los primeros problemas que se sugieren por sí mismos al investigador de la naturaleza son demasiado complejos y difíciles como para arriesgar una conclusión rápida, incluso si es que se puede sacar una conclusión satisfactoria y segura concerniente a ellos. Lo que puede hacerse, sin embargo, y de hecho se hace, es en primer lugar sustituir esos problemas por otros mucho más simples, mucho más abstractos, de los cuales hay una buena perspectiva de encontrar probables soluciones. Así pues, las soluciones razonablemente ciertas de estos últimos problemas arrojarán una luz más o menos clara sobre algunas cuestiones concretas, que son en cierto sentido más interesantes.

64. Este modo de proceder es tal método analítico al cual la física moderna le debe todos sus triunfos. Ha sido aplicado con gran éxito en las ciencias físicas. (También así, los economistas políticos clásicos, especialmente Ricardo, siguen este método.) Es reprobado por todo el ejército hegeliano, que piensa que debe ser reemplazado por el "método histórico", que estudia problemas complejos en toda su complejidad, pero que no puede presumir de ningún éxito distinguido.


Tipos de razonamiento2

65. En la ciencia hay tres tipos fundamentalmente diferentes de razonamiento: deducción (llamada por Aristóteles sunagvgh o anagvgh), inducción (para Platón y Aristóteles epagvgh) y retroducción (la anagvgh de Aristóteles, pero mal entendida a causa de un texto corrupto, y, en cuanto mal entendida, traducida usualmente por abducción)3. Además de esas tres, la analogía (la paradeigma de Aristóteles) combina los caracteres de la inducción y la retroducción.

66. Deducción es el modo de razonar que examina el estado o condición de cosas afirmado en las premisas, forma un diagrama o esquema de ese estado de cosas, percibe en las partes de ese diagrama relaciones no explícitamente mencionadas en las premisas, se satisface a sí mismo con experimentos mentales sobre el esquema de que esas relaciones siempre subsistirán, o por lo menos lo harán así en un determinado número de casos y saca la conclusión de su necesaria, o probable, verdad. Por ejemplo, supongamos la premisa de que hay cuatro puntos marcados sobre una línea que no tiene extremos ni bifurcación. Entonces, por medio de un diagrama,

FIGURA

podemos concluir que hay dos pares de puntos tales que recorriendo la línea en cualquier dirección de uno a otro punto del otro par, un punto del segundo par será pasado un número impar de veces y el otro punto un número igual (o cero) de veces. Esto es deducción.

67. Inducción es ese modo de razonar que adopta una conclusión como aproximada, porque resulta de un método de inferencia que generalmente debe conducir a la verdad a largo plazo. Por ejemplo: un barco entra en el puerto cargado de café. Yo, catador de café, subo a él. Quizá no examinaré más de un centenar de granos, pero han sido tomados del medio, de lo alto y de lo bajo de los costales en cada parte de la bodega. Concluyo por inducción que todo el barco, toda la carga, tiene aproximadamente el mismo valor por grano, que los granos de mi ejemplo. Poder hacer esa inducción es indagar el valor de una ratio (razón).

68. Retroducción es la adopción provisional de una hipótesis, porque toda posible consecuencia de ella es capaz de verificación experimental, de tal manera que la perseverante aplicación del mismo método hace esperar que revele su desacuerdo con los hechos, si se da tal discrepancia. Por ejemplo, todas las operaciones de la química fallan al tratar de descomponer hidrógeno, litio, glucinio, boro, carbono, nitrógeno, oxígeno, flúor, sodio... oro, mercurio, talio, plomo, bismuto, torio y uranio. Provisionalmente, suponemos que esos cuerpos son simples; en caso contrario, una experimentación semejante detectaría su naturaleza compuesta, si es que acaso se puede detectar. A eso le llamo retroducción.

69. Analogía es la inferencia de que una colección de objetos no muy grande que concuerdan en varios aspectos, pueden también concordar en otro respecto. Por ejemplo, la Tierra y Marte concuerdan en tantos aspectos, que no parece inverosímil que puedan concordar en estar habitados.

70. Los métodos de razonar de la ciencia han sido estudiados por diversos caminos y con resultados que difieren en puntos particulares importantes. Los seguidores de Laplace tratan el asunto desde el punto de vista de la teoría de las probabilidades. Tras las correcciones debidas a Boole4 y otros5, ese método produce sustancialmente los resultados asentados antes; Whewell6 describía el razonar tal y como aparecía a un hombre que conversa profundamente con varias ramas de la ciencia como sólo un genuino investigador puede conocerlos, al añadir a ese conocimiento un pleno conocimiento de la historia de la ciencia. Esos resultados, como podría esperarse, son del más alto valor, aunque hay importantes distinciones y razones que él pasó por alto. John Stuart Mill se esforzó por explicar el razonar de la ciencia dentro de la metafísica nominalista de su padre. La lucidez superficial de ese tipo de metafísica hacía muy popular su lógica entre los que piensan, pero no lo hacen profundamente; los que conocen algo de la ciencia, pero más desde fuera que desde dentro, y que por una razón u otra se deleitan en las teorías más simples, aun cuando fallen al explicar los hechos.

71. Mill niega que hubiera algún tipo de razonamiento en los procedimientos de Kepler. Dice que es una mera descripción de hechos7. Parece imaginar que Kepler tuvo todos los lugares de Marte en el espacio, dados por las observaciones de Tycho, y que todo lo que él hizo fue generalizarlas y así obtener una expresión general para ellas. Aun cuando eso hubiera pasado, sería inferencia. Si Mill hubiera tenido tanto conocimiento práctico de la astronomía como lo tuvo para sostener discusiones de los movimientos de las estrellas dobles, hubiera visto esto. Pero caracterizar así la obra de Kepler es mostrar total ignorancia. Sin duda, Mill nunca leyó De Motu (Motibus) Stellae Martis, que no es fácil de leer. La razón es que apela a todos los poderes del razonamiento para el ejercicio más vigoroso desde el comienzo hasta el final.

72. Lo que Kepler dio fue una amplia colección de observaciones de los lugares aspectuales (apparent) de Marte en diferentes tiempos. Por tanto conocía que, de modo general, la teoría ptolemaica concuerda con los aspectos (appearances), aunque hubiera varias dificultades en hacerlos coincidir exactamente. Además, estaba convencido de que la hipótesis de Copérnico debía ser aceptada. Ahora bien, esa hipótesis, tal y como Copérnico mismo entendió sus primeros esbozos, tan sólo modifica la teoría de Ptolomeo en la medida en que concede a todos los cuerpos del sistema solar un movimiento común, únicamente lo que se requiere para anular el movimiento supuesto del Sol. Parecería por lo tanto, a primera vista, que podría no afectar en absoluto los aspectos. Si Mill hubiera llamado a la obra de Copérnico mera descripción, no hubiera estado tan lejos de la verdad como lo estuvo. Pero Kepler no entendió el asunto igual a como lo hizo Copérnico. Dado que el Sol estaba tan cerca del centro del sistema y tenía dilatado volumen (incluso Kepler supo que su diámetro tenía que ser por lo menos quince veces el de la Tierra), Kepler, mirando el asunto dinámicamente, pensó que tenía que ver algo con que los planetas se movieran en órbitas. Esta retroducción, aun siendo como era vaga, costó gran labor intelectual y fue la más importante de toda la obra de Kepler. Ahora bien, éste observó que las líneas del ápside de la órbita de Marte y de la Tierra no son paralelas, y utilizó diversas observaciones muy ingeniosas para inferir que tal vez se cortaban en el Sol. Por consecuencia, debía suponerse que la descripción general del movimiento sería más simple referida al Sol en cuanto punto fijo de referencia, que cuando se refería a cualquier otro punto. Por ese motivo, sacó la conclusión de que los tiempos convenientes para tomar observaciones de Marte a fin de determinar su órbita eran cuando apareciera opuesto al Sol -el verdadero Sol- en lugar de cuando estaba opuesto al supuesto (mean) Sol, tal y como había sido la práctica. Llevando hasta el fin esta idea, obtuvo una teoría de Marte que satisfacía las longitudes para todas las oposiciones observadas por Tycho y él mismo, trece en total, a la perfección. Pero, por desgracia, no satisfacía las latitudes y era totalmente irreconciliable con las observaciones de Marte cuando estaba lejos de la oposición.

73. En cada estado de su larga investigación, Kepler tiene una teoría que es aproximadamente verdadera, dado que satisface aproximadamente las observaciones (es decir, cerca de 8', lo cual es menos que lo que las observaciones de Tycho podrían proclamar decisivamente como un error), y procede a modificar su teoría, tras la más cuidadosa y juiciosa reflexión, con el intento de hacerla más racional y más cercana a los hechos observados. Así, habiendo encontrado que el centro de la órbita divide en dos partes la excentricidad, encontró ahí una indicación de la falsedad de la teoría del "equant" y sustitutos, para esta aparato o mecanismo artificial, el principio de la descripción uniforme de las áreas. Por consiguiente, al encontrar que los planetas se mueven más deprisa a los noventa grados de sus ápsides de lo que deberían hacerlo, la cuestión es si se debe a un error en la ley de las áreas o a una compresión de la órbita. Con ingenio, probó que se trata de esto último.

74. Así, no modificando nunca su teoría caprichosamente, sino siempre con un motivo sólido y racional para cada cambio que hace, se sigue que cuando por fin llega a una modificación -de la más sorprendente simplicidad y racionalidad- que satisface exactamente a las observaciones, se sitúa sobre un fundamento lógico diferente del que estaría si hubiera sido sacado al azar (o el lector conoce ahora como) y ha sido establecido para satisfacer la observación. Kepler muestra su agudo sentido lógico detallando todo el proceso mediante el cual llegó a la verdadera órbita. Es éste el mayor ejemplo de razonamiento retroductivo que jamás se haya realizado.


El estudio de lo inútil

75. (...) el economista político a la antigua usanza adoraba, como el único capaz de redimir a la raza humana, el glorioso principio de la codicia individual, aunque, como ese principio requiere para la acción hipocresía y fraude, por lo general produce algunos arranques de concesiones inconsistentes con la virtud, como un soborno para el vulgar Cancerbero. Pero es fácil ver que el único tipo de ciencia que favorecería este principio sería el que fuera inmediatamente remunerativo, con gran preferencia por el que se pueda mantener en secreto, como las modernas ciencias de teñido y perfumería. Los descubrimientos de Kepler hicieron posible a Newton, y éste hizo posible la física moderna, con la máquina de vapor, la electricidad y todas las demás fuentes de estupendas fortunas de nuestra época. Pero los descubrimientos de Kepler no hubieran sido posibles sin la doctrina de las cónicas. Ahora bien, contemporáneos de Kepler -mentes tan penetrantes como Descartes o Pascal- habían abandonado el estudio de la geometría (en la cual incluían lo que ahora llamamos cálculo diferencial, si bien no tenía entonces ninguna existencia) porque decían era tan totalmente inútil. El futuro de la raza humana estaba casi temblando en la balanza, pues si la geometría de secciones cónicas no hubiera sido trabajada en gran medida y hubiera prevalecido su opinión de que sólo las ciencias aparentemente útiles debían ser favorecidas, el siglo diecinueve no hubiera tenido ninguna de las características que le distinguen del ancien regime.

76. Lo que distingue a la ciencia verdadera es el estudio de cosas inútiles, pues éstas serán estudiadas sin la ayuda de científicos. Emplear tales escasas mentes en ese trabajo es como hacer funcionar una máquina de vapor quemando diamantes.

77. La Universidad de París alentó estudios inútiles del modo más efectivo posible, al entrenar los hombres necesarios para estar casi seguro de producir una gran proporción de las mentes que serán de gran ayuda en tales estudios. Al mismo tiempo, no sólo proveyó una vida segura no sólo a los que en verdad tienen éxito, sino también a aquellos cuyos talentos son de clase inferior. Por otro lado, como todas las universidades, establece un nivel (standard) oficial de verdad, y mira con desagrado a todo el que lo cuestiona. Precisamente así, las universidades alemanas durante toda una generación rechazaban sin consideración a todo el que no ensalzara su rancio hegelianismo, hasta que llegó a producir hedor en las narices de cualquier hombre de sentido común. Después cambió la moda oficial y un hegeliano es tratado hoy en Alemania con la misma estupidez arrogante con la que antes era tratado un antihegeliano. Por supuesto, las así llamadas "universidades", cuyo propósito no es la solución de grandes problemas, sino meramente la preparación de una selección de jóvenes para ganar más dinero que sus conciudadanos no tan favorecidos, no tienen para los intereses de la ciencia nada del valor de las universidades medievales alemanas, aunque ejercen la misma influencia nefasta casi en el mismo grado.

78. Las pequeñas academias de la Europa continental están razonablemente libre de la mayor falta de las universidades. Su defecto es que mientras hacen mucho indirectamente por sus pocos miembros, ofrecen poca ayuda a los jóvenes, excepto el dar un tono general de respetabilidad a la ciencia pura.

79. Las corporaciones más grandes dan mucha menor ayuda a los individuos, pero comienzan a ayudarlos mucho antes. Tienen una utilidad diversa aunque limitada cuando están especializadas, como la Unión de Químicos Alemanes. Pero puede dudarse si la Royal Society ha sido tan útil a la ciencia como la Académie des Sciences francesa.


Il lume naturale (La luz natural)

80. Al examinar los razonamientos de aquellos físicos que dieron a la ciencia moderna el impulso inicial que ha asegurado su saludable vida desde entonces, somos sacudidos por el peso, grande, aunque no absolutamente decisivo, que concedían a los juicios instintivos. Galileo apelaba a il lume naturale en los estadios más críticos de su razonamiento. Kepler, Gilbert y Harvey -para no hablar de Copérnico- confiaban sustancialmente en un poder interno, no suficiente para alcanzar la verdad por sí mismo, pero que proporciona no obstante un factor esencial entre las influencias que llevan sus mentes a la verdad.

81. Es cierto que la única esperanza de razonamiento retroductivo que pueda alcanzar alguna vez la verdad es el que pueda existir una tendencia natural a un acuerdo entre las ideas que se proponen ellas mismas a la mente humana y las que pertenecen a las leyes de la naturaleza.


Generalización y abstracción

82. La operación más importante de la mente es la generalización. Existen algunas cuestiones excesivamente difíciles de lógica teórica conectadas con la generalización. Por otro lado, hay algunas lecciones valiosas que escapan a ese rompecabezas. Si miramos cualquier obra temprana sobre matemáticas y la comparamos con otra más tardía sobre el mismo asunto, lo que más nos asombra es ver la dificultad que los hombres tuvieron en la primera captación de concepciones generales, mismas que, luego de familiarizarnos con ellas, son simplemente cosas naturales.

Que un egipcio haya sido capaz de pensar en sumar un quinto y un quinto, y con todo no haya quedado contento con llamar a la suma dos quintos, sino que tuvo que llamarla un tercio más un quinceavo, como si no hubiera podido concebir una suma de fracciones a no ser que sus denominadores fueran diferentes, parece una estupidez perversa. Parece muy sorprendente que los decimales hayan sido tan tardíos en introducirse, y que, cuando llegaron, el llamado punto decimal haya sido escrito como si la relación de la unidad a las décimas fuera de algún modo peculiar, mientras que lo requerido era simplemente alguna marca colocada en el lugar de la unidad, de tal modo que en lugar de 3.14159 [lo que] debería escribirse es 314159. Es asombroso que Descartes haya creído necesario retomar problemas de la geometría analítica cuatro veces, de acuerdo con los diferentes cuadrantes entre los ejes de coordenadas en los que el punto que había de ser determinado podía encontrarse. Lo que los primeros matemáticos no vieron en todos esos casos es que algún rasgo que ellos estaban acostumbrados a insertar dentro de sus teoremas era plenamente irrelevante y podía ser omitido sin afectar en el menor grado la fuerza lógica de cualquier paso de la demostración.

83. Otra operación relacionada muy cercanamente con la generalización es la abstracción, y su uso es quizá más característico del razonamiento matemático que la generalización. Consiste ésta en asir algo que ha sido concebido como un epos pteroen, una palabra alada, ligera, un significado no habitado, pero a través del cual algún otro es discernido, y convertirlo en una palabra atrapada, un etos apteroen, un significado en el que quedamos como el principal sujeto del discurso. De este modo, el matemático concibe una operación como algo que opera por sí mismo. El concibe la colección de lugares de una partícula móvil como un lugar ella misma que puede ser ocupada en un instante por un filamento, el cual a su vez puede moverse, y el conjunto de todos esos lugares, considerado como posiblemente ocupado en un instante, es una superficie, y así sucesivamente.

84. La conexión íntima entre generalización y continuidad ha de ser señalada8


La evaluación de la exactitud

85. Para cada línea de la investigación científica hay en un estado dado de su desarrollo una medida (standard) apropiada de certeza y exactitud, tal que resulta inútil exigir más e insatisfactorio tener menos. Esta es una parte de la economía de la investigación. Cuando Phoenix9 hizo su famoso estudio de la ruta de San Francisco a la Misión de Dolores, la distancia requerida era la suma de dos partes, de las cuales una quedaba a las suposiciones del conductor, mientras que la otra estaba determinada muy costosamente con una precisión trascendental. En la medida en que una parte de la distancia era en extremo incierta, no era útil gastar mucho dinero en investigar la otra parte con precisión, pues hay una relación entre el valor de una certeza incrementada de un renglón del conocimiento y el costo de tal incremento de certeza, que nos permite determinar si es mejor gastar nuestro genio, energía, tiempo y dinero en una investigación o en otra.

86. Si un resultado ha de usarse meramente para confirmar el resultado de una investigación independiente, puede tener un alto valor, aunque su probabilidad no sea muy alta. Pero, si ha de ser utilizado solamente en combinación con otros resultados, se ganaría muy poco incrementando su probabilidad más allá de las probabilidades de los otros. Por supuesto, el conocimiento que va a ser sometido a metas especiales puede necesitar más precisión que otros conocimientos. Así, es rentable determinar el lugar de un millar de estrellas con la mayor precisión, y dejar cientos de miles sólo localizadas de manera aproximada, y otras solamente registradas en fotografías. Pero cuando es inalcanzable un alto grado de exactitud y probabilidad, no hay razón para rehusar aceptar el conocimiento que podamos alcanzar. El que no podamos alcanzar una gran certeza sobre la vida y enseñanzas de Pitágoras no es razón para hacer a un lado con enojo el tema, como si no supiéramos nada, tal como hizo el doctor Ed. Zeller10.


Ciencia y fenómenos extraordinarios

87. Por sus procedimientos, la ciencia está confinada a la investigación del curso ordinario de la naturaleza. No quiero decir que no pueda investigar objetos individuales, como la Tierra. Pero todas sus explicaciones deben limitarse a la suposición de que acaecen dentro del curso ordinario de la naturaleza. Puede obtenerse un resultado estadístico.

88. Podemos encontrar que tal o cual proporción de partos de vaca tienen cinco patas. Pero nunca sacar la conclusión, con alguna probabilidad, que la ratio (razón) es estrictamente cero, y aun cuando supiéramos que la proporción de hombres con muslos de oro es exactamente cero, no sería en ninguna manera una prueba en contra de que Pitágoras tuviera el muslo de oro. Pues algo puede ser verdad para un hombre, o un número de hombres, e incluso puede acontecer a la larga en un número finito de casos de una serie infinita. Ahora bien, un número finito dividido por la infinitud es exactamente cero. Que Pitágoras tuviera un muslo de oro es un testimonio de la historia. Es asegurado por Aristóteles, la más alta autoridad, por los dos Porfirios y Jamblico después de Nicómaco, por Herodoto, Plutarco, Diógenes Laertio, Aelio, Apolonio11, etcétera. Es un testimonio más fuerte que el que tenemos de la resurrección de Jesús. Entonces, ¿tenemos que admitir como una parte de la ciencia de la historia que Pitágoras tenía un muslo de oro?

89. Hacer esto sería hacer una inferencia retroductiva. Ahora bien, una conclusión retroductiva se justifica sólo al explicar un hecho observado. Una explicación es un silogismo, cuya premisa mayor, o regla, es una ley conocida o regla de la naturaleza, u otra verdad general; la premisa menor, o caso concreto, es la hipótesis o conclusión retroductiva, y la conclusión, o resultado, es el hecho observado (o establecido de otro modo). Tal explicación, en este caso, sería algo así:

Todos los hechos acerca de Pitágoras (como no sea los mantenidos en secreto o insignificantes) hubieran sido reportados por sus biógrafos antiguos. Que Pitágoras tuviera un muslo de oro era un hecho concerniente a Pitágoras no secreto ni insignificante.

Que Pitágoras tuvo un muslo de oro tenía que ser reportado por todos sus antiguos biógrafos.

90. Pero este silogismo puede ser rechazado de una vez sobre la base de que supone que tenemos conocimiento estadístico acerca de tal tipo de hechos en cuanto son totalmente contrarios al curso normal de la naturaleza. Si se replica que no se podría (respecto a la divulgación del hecho) hacer diferencia entre si era natural o no, contesto que no es el propósito garantizar eso. Solamente trata de mostrar que no hay diferencia entre hechos naturales y sobrenaturales a este respecto; desde el cual, la única inferencia justa es que una tal proposición no puede ser conocida ni en hechos naturales.

Tal es el caso. No podemos decir que cada uno de los hechos públicos notables de Pitágoras fuera reportado, sino que todo fenómeno hubiera sido comentado si hubiera aparecido al pueblo en un casi primitivo estado de civilización. Nadie puede pensar que el muslo de oro fuera tratado como un aquilatador moderno hubiera tratado un lingote de oro. Tal vez era flexible y quizá su apariencia áurea fuera superficial. Uno de estos días encontraremos algo entre los antiguos persas, corasmianos o brahamanes que dé sentido a esta historia. Por el momento, sólo ilustra la imposibilidad de la ciencia cuando habla acerca de un hecho que está fuera del curso de la naturaleza. Pitágoras fue sin duda un hombre maravilloso. No tenemos ningún derecho en absoluto a negar que los poderes supremos pusieron una marca física en él, tan extraordinaria como su personalidad. La ciencia no puede negar un milagro como tampoco puede afirmarlo.

91. Pero aunque la ciencia no puede inferir una violación particular del curso ordinario de la naturaleza, es posible que encuentre evidencia de que tales violaciones son tan frecuentes y usuales como para que este hecho sea en sí mismo una parte del curso ordinario de la naturaleza. Por esta razón es adecuado que la ciencia busque, por ejemplo, las evidencias del cumplimiento de las oraciones, etcétera. Eso es algo abierto a la investigación experimental, y hasta que se haya instituido esa investigación, nadie está autorizado a preferir cualquier opinión como resultado.


Razonando a partir de muestras

92. Algunas personas parecen suponer que el estado o situación de la cosa afirmada en las premisas de una inducción hace probable el estado o situación de las cosas afirmadas en la conclusión.

El hecho de que el ensayo de Macaulay sobre Bacon fuera admirado en sus días, muestra cuán escasamente se percibía lo absurdo de tal postura. Incluso John Stuart Mill sostiene que la uniformidad de la naturaleza hace que un estado de cosas se siga de otro. Pasa por alto la circunstancia de que si así fuera, debería seguirse necesariamente, ya que en verdad no se le puede asignar una probabilidad definida, sin consecuencias absurdas. Asimismo, pasa por alto el hecho de que el razonamiento inductivo no invariablemente infiere una uniformidad; puede inferir una diversidad. Miro las tiradas de dados; advierto que alrededor de la mitad son impares y la otra mitad son pares, y que se siguen unos a otros con la máxima irregularidad. ¿Cómo puede algún principio de uniformidad dar razón de la verdad de semejante inducción? Mill nunca aclaró en qué sentido tomaba la frase "uniformidad de la naturaleza" cuando hablaba de ella como base de la inducción. En algunos pasajes claramente está pensando en una uniformidad especial, según la cual una característica dada es como si perteneciera a toda la especie, un género, una familia, o una clase, si pertenece a los miembros de ese grupo. En este sentido, como en otros pasados por alto por Mill, no hay duda de que el conocimiento de una uniformidad refuerza una conclusión inductiva; pero de igual modo queda fuera de toda duda que tal conocimiento no es esencial para la inducción. Pero en otros pasajes, Mill sostiene que no es el conocimiento de la uniformidad, sino la uniformidad misma, la que sostiene la inducción, y más aún, que no es una uniformidad especial, sino una uniformidad general de la naturaleza. La mente de Mill fue aguda y vigorosa, pero no era certera en sentido matemático, y es desde este punto de vista que me veo forzado a explicar su no ver que esa uniformidad general no puede ser definida así, de modo que no aparezca por un lado manifiestamente falsa, y del otro que no presta soporte de la inducción, o ambas cosas. El dice que piensa que bajo circunstancias similares ocurrirán acontecimientos similares. Pero esto es vago. ¿Significará objetos semejantes en todos los aspectos o sólo semejantes en uno? Pero evidentemente dos objetos reales diferentes no son semejantes en todos los aspectos menos en uno. ¿Significaría eso que objetos suficientemente semejantes en otros aspectos son semejantes en cualquier respecto? Pero esto sería decir, por otro camino, que dos objetos diferentes no son semejantes en todos los aspectos menos en uno. Esto es obvio verdadero, pero no tiene relación con la inducción, cuando tratamos con objetos de los cuales sabemos bien que, como todas las cosas existentes, son semejantes en muchos aspectos y desemejantes en otros.

93. La verdad es que la inducción es razonar a partir de una muestra tomada por azar de la totalidad del lote. Una muestra es un azar o casualidad, con tal que haya sido tomada por un mecanismo, artificial o psicológico, que a largo plazo permita que cualquier otro individuo de la totalidad sea tomado tan a menudo como cualquier otro. Por consiguiente, juzgar de la composición estadística de todo un lote a partir de una muestra es juzgar por un método que será correcto por término medio a largo plazo, y, por el razonamiento de la doctrina de las posibilidades, estará cerca de lo correcto más a menudo que lo contrario.

94. Que esto justifica la inducción es una proposición matemática, más allá de toda disputa. Ha sido objetado que el tomar muestras o realizar muestreos no puede ser azar en ese sentido. Pero eso es una idea que se aleja de los simples hechos. Treinta tiradas de un dado constituyen una muestra aleatoria aproximada de todas las tiradas de ese dado, y todo lo que se requiere es que la casualidad sea aproximada.

95. Esta explicación de lo racional de la inducción se distingue de otras en que tiene como consecuencias dos reglas de la inferencia inductiva, que a menudo son violadas, aunque algunas veces se insiste en ellas. La primera es que la muestra tiene que ser aleatoria. Sobre esto no trataré aquí. La otra regla es que el carácter de lo que con respecto a la frecuencia proporcional se ha muestreado, no debe ser determinado por la índole de la muestra particular. Por ejemplo, no debemos tomar una muestra de un hombre eminente, estudiarlo, encontrar que tiene ciertos caracteres y concluir que todos los hombres eminentes los tienen. Primero debemos decidir a partir de qué carácter nos proponemos examinar la muestra, y sólo después de esa decisión examinar la muestra. La razón es que cualquier muestra será peculiar y desemejante al porcentaje del lote muestreado en innumerables aspectos. Al mismo tiempo, será como el promedio de la totalidad en muchos otros aspectos.

96. Para ilustrar la necesidad de esta regla tomaré una muestra al azar de personas eminentes. Se trata de un verdadero azar, pues consiste en tomar el primer nombre de las páginas 100, 300, 500. 700 y 900 del Philip's Great Index of Biography:

nacidomuerto
Francis Baring17401812 septiembre 12
Vizconde de Custine17601794 enero 3
Hipostrates (de edad incierta)
Marqués de O.15351594 octubre 24
Teocrenes14801536 octubre 18

Puedo ahora, violando la regla precedente de predesignación, sacar las siguientes inducciones:

  1. Tres cuartos de esos hombres nacieron en un año cuya fecha termina en cero. Por tanto alrededor de tres cuartos de todos los hombres eminentes nacieron probablemente así.
  2. Tres hombres eminentes de cuatro murieron en otoño. De hecho, sólo uno de cuatro.
  3. Todos los hombres eminentes murieron en un día del mes divisible por tres. De hecho, sólo uno de cada tres.
  4. Todos los hombres eminentes murieron en un año cuya fecha doblada e incrementada en uno, da un número cuya última cifra es la misma que la que se halla en el lugar de las decenas de la fecha misma. De hecho, solamente uno de cada diez.
  5. Todos los hombres eminentes que estaban vivos en un año que terminara en cuarenta y cuatro, murieron a una edad que, después de restarle cuatro, es divisible entre once. Todos los demás murieron a una edad que, aumentada en diez, es divisible entre once.

97. Esta regla es reconocida en la exigencia de los físicos de que una teoría debe proporcionar predicciones, que han de ser verificadas, antes de que se les conceda una importancia cualquiera. Los médicos, que merecen especial mención por la razón de que desde los tiempos de Galeno tienen su propia tradición lógica, también reconocen esta regla, si bien oscuramente, en su trabajo contra el razonamiento: post hoc, ergo propter hoc...


El método de los fenómenos residuales

98. El llamado "método de los fenómenos residuales" es tan sencillo que difícilmente llama la atención. En cualquier estadio temprano de la ciencia, cuando hay pocas observaciones de una materia dada, y éstas son toscas, se hace una ley con ellas; cuando las observaciones se incrementan en número y son más exactas, la ley es establecida no para mantenerla exactamente. Las divergencias con respecto a esa ley están cimentadas o fundamentadas ellas mismas para seguir una ley que puede mostrar ahora ser verdadera. Pero en una fecha más tardía se encuentra que esa ley tiene interferencias; que hay aún divergencias más minuciosas, y éstas a su vez están fundamentadas para seguir una ley. Todas las sucesivas leyes así fundamentadas pueden ser reales, o simplemente fórmulas empíricas...


Observación

99. Ya he hecho notar que una definición de la ciencia en general, que exprese una concepción en verdad inteligente de ella en cuanto entidad histórica viviente, tiene que considerarla como la ocupación de una clase especial de hombres: los científicos. La misma observación puede hacerse extensiva a las definiciones de las diferentes ramas de la ciencia. Los hombres que se dedican a una determinada rama se agrupan en común. Se entienden unos a otros; viven en el mismo mundo, mientras que los que se dedican a otra rama son para ellos extranjeros.

100. Al examinar más de cerca el asunto se encontrará que lo que produce los modos del pensamiento de los estudiosos de una rama especial de una ciencia peculiar es que su experiencia se ubica en una región peculiar. Y la causa de ello es que están entrenados y preparados para realizar una clase peculiar de observaciones. El hombre que en forma continua realiza análisis químicos vive en una región de la naturaleza diferente a la de los demás hombres. Lo mismo es más verdad todavía para los hombres que usan constantemente el microscopio.

101. Se añade a esto que las ciencias deben ser clasificadas de acuerdo con los medios peculiares de observación que emplean,

102. Así también, los grandes hitos en la historia de la ciencia han de ser colocados en los momentos en que fueron introducidos nuevos instrumentos, u otros medios de observación. Astronomía antes del telescopio y astronomía después del telescopio. Astronomía prefotográfica y astronomía fotográfica. Química antes del abalanza analítica exacta, y después.


Evolución

103. La teoría evolucionista en general arroja gran luz sobre la historia, y en particular acerca de la historia de la ciencia, tanto sobre su historia pública como en la consideración de su desarrollo en un intelecto individual. Tan grande es la luz arrojada sobre la teoría de la evolución en general por la evolución de la historia, especialmente la de la ciencia, ya sea pública o privada.

104. Las principales teorías de la evolución de los organismos son tres. Primero, la teoría de Darwin, según la cual todo el intervalo entre el mono y el hombre fue recorrido por sucesivas variaciones en la reproducción puramente fortuitas e insensibles. Los cambios de la totalidad siguen un determinado curso simplemente porque un cierto aumento del cambio en cierta dirección destruye la especie en conjunto, como resultado final del debilitamiento progresivo de su poder reproductivo. Segunda, la teoría de Lamarck, según la cual todo el intervalo fue recorrido por una sucesión de cambios muy precisos. Pero no tuvieron lugar en la reproducción, que no tiene absolutamente nada que ver con este asunto, excepto el guardar el promedio de plástica individual en su juventud. Los cambios no han sido fortuitos sino totalmente el resultado de los esfuerzos de los individuos. Tercera, la teoría de la evolución catastrófica, según la cual los cambios no han sido pequeños y no han sido fortuitos; pero tuvieron lugar sobre todo en la reproducción. Según este punto de vista, cambios repentinos del medio ambiente tuvieron lugar de tiempo en tiempo. Esos cambios colocaron a ciertos órganos en desventaja, y se realizó un esfuerzo para usarlos por nuevos caminos. Tales órganos eran en particular aptos para variar espontáneamente en la reproducción y cambiar por el camino en le que se adaptaran mejor a su modo reciente de ejercitarse.

105. No obstante las enseñanzas de Weismann, parece muy probable que los tres modos de evolución hayan actuado. Y también que el último haya sido el más eficiente. Estos tres modelos de evolución orgánica tienen sus paralelos en otros campos de la evolución.

106. Permítasenos, por ejemplo, considerar la evolución de las normas de pesos y medidas. Para definir la palabra pound (libra) en el Century Dictionary12 hice una lista de alrededor de cuatrocientas "libras" que han estado en uso en diferentes partes de Europa -indudablemente una lista muy incompleta, pues estuvo limitada en gran medida a ciertas provincias sobre las que yo podía encontrar información. Cada libra individual o vara de medir es copiada de vez en cuando; al final el modelo viejo es destruido. La medida de cada copia es imperceptiblemente mayor o menor que su prototipo anterior inmediato. Si pues esas variaciones, a través de una suma gradual, no pueden producir una norma mucho más pequeña, sin que esa norma sea destruida como inconveniente, mientras que no tendría lugar esa destrucción incrementando la norma, el promedio de las normas irá creciendo lentamente según la evolución darwiniana. Si hubiera una disposición, por parte de los propietarios de libras, de recortarlas y hacerlas más ligeras, aunque no lo bastante para ser notado, y si esas libras recortadas o disminuidas fueran copiadas y las copias disminuidas, se produciría un aligeramiento gradual de la libra según la evolución lamarckiana. Pero es muy improbable que cualquiera de los dos factores haya sido un factor considerable en la evolución actual de pesas y medidas. En la medida en que sus circunstancias siguen sin cambio, las comunidades humanas son en exceso conservadoras. Nada sino el despotismo de un gobierno moderno con una policía moderna puede causar un cambio en pesas y medidas. Pero en cada época se presentan cambios que inducen a tomar nuevos caminos. Los negocios tienen que adaptarse a nuevas condiciones, y bajo tales influencias nos encontramos con que todos los hábitos de las comunidades que han llegado a ser inapropiados, con el cambio se hacen bastante maleables. De este modo, puede llegar a crearse una nueva libra o yarda que es un compromiso entre un deseo de retener los viejos modos y uno de agradar a los recién llegados.

107. En la evolución de la ciencia, un modo darwinista de evolución podría, por ejemplo, en que a cada requerimiento de un juicio hecho a la mente -digamos, por ejemplo, un juicio con relación a algunas cuestiones tan delicadas como el matrimonio de los clérigos- pueda tener lugar una ligera modificación fortuita del juicio; el juicio modificado causaría una ligera modificación correspondiente del hábito de creencias, de tal manera que el siguiente requerimiento fuera influido por la modificación fortuita, aunque partiría más o menos de ella en el caso de una nueva modificación fortuita. Sin embargo, si con esta suma de modificaciones una opinión casi insostenible fuera alcanzada, o sería violentamente cambiada o sería débil desde el punto de vista asociacional y no apta para ser requerida. El efecto a la larga consistiría en que la creencia sería removida lejos de tal posición insostenible. Es posible que tal tipo de influencia pueda afectar nuestros sentimientos instintivos; pero no puede haber nada de este tipo en la ciencia, que es controlada y exacta. Pero sin duda se presentaría un nuevo tipo de evolución darwinista. Supongamos que estamos estudiando fenómenos de los cuales hemos sido incapaces de lograr una explicación satisfactoria. Varias explicaciones tentativas se presentan en nuestra mente y cada ocurrencia es modificada por omisión, inserción o cambio en el punto de vista, de modo casi fortuito. Finalmente, una de ellas presenta tal aspecto, que somos inclinados a descartarla como imposible. Entonces, toda la energía del pensamiento que previamente había sido concentrada en la consideración de esa explicación, se distribuye entre las otras explicaciones, hasta que al final una de ellas resulta enormemente fortalecida en nuestras mentes.

108. La evolución lamarckiana tomaría, por ejemplo, la forma de una modificación perpetua de nuestra opinión esforzándose por conseguir que esa opinión represente los hechos conocidos cuanto más y más observaciones se vayan recogiendo. Esto es ir progresando todo el tiempo con respecto, por ejemplo, a nuestro cálculo del peligro de infección de tisis. No obstante, después de todo, no jugaría un papel prominente en la evolución de la ciencia. Las revistas de física -digamos por ejemplo los Anales de física, de Poggendorf, y los Beiblätter (Suplementos)- publican cada mes un gran número de nuevas investigaciones. Cada una de ellas es una contribución distinta a la ciencia. Cada una representa una labor sólida, buena, bien entrenada, de observación e inferencia. Pero en cuanto a modificar lo que es ya conocido, el efecto promedio de la investigación ordinaria puede llamarse insignificante. Sin embargo, en cuanto tales modificaciones no son fortuitas, sino que son en su mayor parte movimientos hacia la verdad -correctamente entendidas, todas serían así-, no hay duda de que de década en década, aun sin espléndidos descubrimientos o grandes estudios, la ciencia avanzara muy perceptiblemente. Vemos que es así en ramas de la física que permanecen largo tiempo sin una conquista decisiva. Así fue, por ejemplo, con respecto a la clasificación de los elementos químicos en el lapso que va de Berzelius a Mendeleef, como muestra la valiosa historia de Venable13. Esta es una evolución de tipo lamarckiano.

109. Pero no es éste el camino por el que la ciencia progresa principalmente. Avanza a brincos, y el impulso para cada salto es o algún nuevo recurso proveniente de la observación o bien algún nuevo modo de razonar acerca de las observaciones. Ese nuevo modo de razonar puede, quizá, ser considerado como un nuevo modo observacional, desde el momento en que llama la atención sobre las relaciones entre hechos que antes habían pasado inadvertidas.

[Yo fui] ilustrado por los descubrimientos de Pasteur14, quien comenzó a aplicar el microscopio a la química. El mostró los cristales del ácido tartárico orientados hacia la derecha y la izquierda. Los dos tipos tienen exactamente las mismas propiedades, excepto por lo que hace a la dirección de rotación del plano de polarización y en su relación química con otros cuerpos "ópticamente activos". Dado que ese método de mostrar cristales individuales era tan lento, Pasteur buscó otros medios. Se encontró que los fenómenos de tipo apropiado tenían el mismo efecto. El microscopio que eso se debía a organismos vivos que Pasteur comenzó a estudiar. En ese tiempo, el mundo médico estaba dominado por el dictum de Claude Bernard, de que una enfermedad no es una entidad, sino meramente una suma de síntomas15. Era pura metafísica que solamente cerraba con barricadas la investigación en esa dirección. Pero había una generación que daba gran valor a la metafísica nominalística. Pasteur empezó con la filoxera. Encontró que influía la "actividad óptica" del azúcar. Esto apuntaba a un fermento y, por consiguiente, a una entidad. Comenzó a extender la doctrina a otras enfermedades. Los médicos, dominados por la metafísica de Claude Bernard, elevaron todo tipo de objeciones sofísticas. Pero el método de los cultivos y la inoculación probaron el asunto, y aquí vemos nuevas ideas conectadas con nuevos métodos de observación y un buen ejemplo del proceso usual de la evolución científica. No procede por pasos insensibles.


Algunos dichos a priori

110. Los últimos cincuenta años nos han enseñado la lección de no jugar con los hechos y no confiar en principios y métodos que no estén lógicamente fundamentados en hechos y que sirven sólo para excluir testimonios de consideración.

111. Tal era por ejemplo la máxima de Claude Bernard de que una enfermedad no es una entidad; doctrina puramente metafísica. Pero la observación de los hechos nos ha enseñado que una enfermedad es, en la mayoría de los casos serios, no sólo una entidad, sino como una familia humana consistente en padre, madre e hijos.

112. Tal era la máxima o dicho de la antigua psicología que identificaba el alma con el ego, declaraba su absoluta simplicidad y sostenía que sus facultades eran meros nombres de divisiones lógicas de la actividad del hombre. Eso era una fantasía no adulterada. La observación de los hechos nos ha enseñado que el ego es una mera onda u ola en el alma, un rasgo superficial y pequeño, que el alma puede contener varias personalidades y es tan compleja como el cerebro mismo, y que las facultades aun cuando no sean exactamente definibles y no están absolutamente fijadas, son tan reales como las diferentes circunvalaciones del córtex.

113. Tales eran los dicta (las máximas) por medio de los cuales el criticismo interno de los documentos históricos había sido llevado a tal altura, que a menudo subía el rechazo de todo testimonio que había llegado hasta nosotros, y lo sustituía por un sueño fuera del cerebro crítico. Pero las investigaciones arqueológicas han mostrado que los testimonios antiguos pueden ser de fiar en su mayoría, con una pequeña concesión a los cambios en los significados de las palabras. Cuando dijimos que Pitágoras tenía un muslo de oro, hemos de recordar que para los antiguos oro no significaba un elemento químico de peso atómico 197,5, gravedad específica de 19,3, que se funde a 1.045° centígrados y que forma compuestos salinos de los tipos Aux y Aux3. Significaba algo de lustre metálico, más caliente en su color que el electro y más frío que el cobre. Los descubrimientos del doctor Schliemann el primer shock que recibió el "alto criticismo", Desde entonces ha recibido otros.

114. Tal fue el dicho de Laplace que las piedras no venían del cielo.

115. Tales fueron los dichos según los cuales cada cosa de la naturaleza de poderes extraordinarios conectada con estados psicológicos, de los que el trance hipnótico es un ejemplo, debían ser censurados como engaños. Al hecho de que la existencia de la telepatía no pueda decirse que esté establecida, todos los científicos están obligados, al observar los datos, a admitir que presenta por lo menos un serio problema que requiere un tratamiento respetuoso.


La insuficiencia del conocimiento científico

116. Las personas que conocen la ciencia principalmente por sus resultados -es decir, que no tienen ninguna relación con ella como búsqueda viva- son aptas para aceptar la noción de que el universo ya está totalmente explicado en sus rasgos principales y que sólo aquí y allá el edificio del conocimiento científico deja ver algunas grietas.

117. Pero de hecho, no obstante todo lo que se ha descubierto desde la época de Newton, aquel dicho de que somos niños pequeños que recogen hermosas piedrecillas en la playa mientras el océano yace a sus espaldas inexplorado, sigue siendo sustancialmente tan verdadero como siempre y lo será aunque recojamos las piedrecillas con palas mecánicas y las transportemos en furgones. Una ratio infinitesimal puede ser multiplicada indefinidamente y seguirá siendo siempre infinitesimal.

118. En primer lugar, todo lo que la ciencia ha hecho es estudiar aquellas relaciones entre objetos que fueron puestos en lugar prominente, y concebir que habíamos sido dotados con un cierto conocimiento original de dos instintos: el de alimentar, de avanzar (feeding), que trajo con el conocimiento elemental de las fuerzas mecánicas, del espacio, etcétera, y el de engendrar, producir, educar (breeding) que trajo consigo el conocimiento elemental de motivos psíquicos, del tiempo, etcétera. Todas las demás relaciones de las cosas, con referencia a las cuales debemos suponer un dilatado almacén de verdad, son para nosotros meros objetos de ciencias falsas, como la astrología judicial, quiromancia, la doctrina de las signaturas, la doctrina de las correspondencias, la magia y otras parecidas.

119. En segundo lugar, aun dentro de los verdaderos límites a los que nuestra ciencia ha sido confinada, es en conjunto superficial y fragmentaria. Necesita el conocimiento de la constitución de la materia y de la electricidad. La conservación de las fuerzas, tal como la enunció Helmholtz por primera vez, es insostenible; es un problema difícil si puede ser universalmente verdadera en cualquier sentido. Para reforzarla Helmholtz insistió muchísimo en las discontinuidades: teoría todavía más objetable desde cualquier punto de vista. La mente, tanto en cuanto pequeño entendimiento como materia, y la relación entre ambas es un enigma. Las fuerzas que conocemos tal vez sean una pequeña parte de todas las que están operando. Nuestra ignorancia de las cosas pequeñas y grandes, de tiempos distantes y de operaciones lentísimas. Ignoramos de igual modo las operaciones rapidísimas que, sin embargo, sabemos tienen lugar. Nuestra ciencia es totalmente mediana y mediocre. No se puede exagerar su insignificancia comparada con el universo.


La incertidumbre de los resultados científicos

120. Es un gran error suponer que la mente del científico activo está rellena con proposiciones, si no probadas más allá de toda duda razonable, al menos extremadamente probables. Por el contrario, el científico toma en consideración hipótesis casi salvajemente increíbles, y las trata con respeto por el momento. ¿Por qué hace esto? Simplemente porque una proposición científica cualquiera está siempre expuesta a ser refutada. Una hipótesis es algo que parece ser verdad y que es capaz de verificación o refutación por comparación con los hechos.

La mejor hipótesis, en el sentido de ser la que más se recomienda a sí misma ante el investigador, es aquella que puede ser fácilmente refutada si resulta falsa. Esto excede con mucho al mérito frívolo de ser verosímil, prometedora o apta. Pues, después de todo, ¿qué es una hipótesis prometedora? Es la que está de acuerdo con nuestras ideas preconcebidas. Más éstas pueden ser erróneas. Sus errores son precisamente lo que el científico está empeñado más en cazar. Pero si una hipótesis puede con facilidad y rapidez ser desembarazada o despejada para poder seguir adelante y dejar el campo libre para el esfuerzo principal, es una inmensa ventaja.

121. La retroducción procede según la esperanza de que hay aquí suficiente afinidad entre la mente del razonador y la naturaleza para hacer la conjetura no enteramente desesperanzada, con tal que cada conjetura sea revisada comparándola con la observación. Es verdad que la concordancia no demuestra que la conjetura sea correcta; pero si es falsa, equivocada, debe en último caso descubrirlo. Además, el esfuerzo ha de hacerse para realizar cada hipótesis, lo cual no es más que una cuestión, tan cerca de una apuesta imparcial cuanto sea posible.


La economía de la investigación

122. El doctor Ernst Mach, quien tiene uno de los mayores defectos que puede tener un científico, el de dirigir su caballo a la muerte, hace justamente eso con su principio de economía en la ciencia16. Pero, por supuesto, es una doctrina de la economía de la investigación. Uno o dos de sus principios pueden desecharse con facilidad. El valor del conocimiento es, para los propósitos de la ciencia, en un sentido: absoluto. No puede ser medido, se dice, por dinero; en algún sentido es verdad. Pero el conocimiento que conduce a otro conocimiento es más valioso en proporción al problema que resuelve en el camino del gasto para avanzar, que otro conocimiento. Teniendo un cierto fondo de energía, tiempo, dinero, etcétera, todos los cuales son artículos comerciables para gastar en la investigación, la cuestión es cuánto debe ser concedido a cada una; y para nosotros el valor de esa investigación es la cantidad de dinero que nos pagará para gastarlo en ella. Relativamente, por consiguiente, el conocimiento, aun el de tipo puramente científico, tiene un valor en dinero.

Este valor se aumenta con la abundancia y precisión de la información, pero es evidente que se incrementa muy poco a poco según el conocimiento se hace más pleno y preciso. Así pues, el costo de la información aumenta con su plenitud y exactitud, e incrementa más y más rápidamente cuanto más precisa y plena es. Puede ocurrir, por tanto, que no compense el conseguir una información sobre un tema dado; pero de todos modos, tiene que ser verdad que no compensa (en cualquier estado de la ciencia) continuar la investigación más allá de un cierto punto de plenitud y precisión.

123. Si tenemos un número de estudios en los que estamos interesados, debemos comenzar por el más remunerativo y llevarlo adelante hasta que se torne igualmente remunerativo que el comienzo de otro; llevar adelante ambos en tal proporción que ambos sean igualmente remunerativos hasta que cada uno de ellos no sea más remunerativo que un tercero, y así en lo sucesivo.

124. Si dos o más clases de conocimiento están relacionadas de tal manera que una pueda reemplazar a la otra, hasta el punto de que la posesión de una hace a la otra menos provechosa, disminuirá la investigación de la otra e incrementará la investigación del todo.


Traducción de Fernando C. Vevia (1997)



Notas

* (N. del E.) Reproducido con el permiso de Fernando C. Vevia. Esta traducción está publicada en Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 47-76.

1. Manuscrito de notas para una Historia de la ciencia, proyectada, pero no llevada a cabo, de 1896.

2. Véase vol. 2, libro III.

3. Peirce usualmente llama a esto abducción; a veces, hipótesis.

4. Laws of Thought.

5. Incluyendo C. S. Peirce. Véase el "Paper" 1, vol. III.

6. The Philosophy of the Inductive Sciences, 1840.

7. Ibid. Libro III, cap. 2-3.

8. Véase vol. 6, libro I, cap. 7.

9. En su Phoenixiana, "Official Report".

10. Der Philosophie der Griechen [sic], p. 279.

11. Peirce parece que apoya su autorizada opinión en A History of Greek Philosophy de Zeller, 1881, vol. 1, p. 328, n. 4. Las referencias de Zeller no son tan precisas, y las autoridades citadas no son independientes. La copia anotada de Peirce es ahora, a través de un regalo de su esposa, propiedad de la Biblioteca del Colegio de Harvard.

12. Véase 209. Peirce escribió las definiciones de términos de mecánica, matemáticas, astronomía, astrología, pesos y medidas, lógica, metafísica, los relativos a las universidades, y varios de la psicología, para el Century Dictionary, edición 1889.

13. The Development of the Periodic Law. Easton, Pa., 1896.

14. Véase Oeuvres de Pasteur, vol. I, p. 83, París, 1872.

15. Leçons de pathologie expérimentale, 2ª lección, París, 1872.

16. "Economical Nature of Physical Inquiry" en Popular Scientific Lectures, 1895.




Fin de "Lecciones de la historia de la ciencia", C. S. Peirce (c.1896). Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia. En: Charles S. Peirce. Escritos filosóficos, F. Vevia (tr., intr. y notas), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 47-76. "Lessons from the History of Science" corresponde a CP 1. 43-125.

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Fecha del documento: 8 de mayo 2001
Ultima actualización: 24 de febrero 2011

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