LAS CATEGORÍAS


Charles S. Peirce (1893)

Traducción castellana de Miguel Ángel Fernández (2022)



MS 403 (1893): En este manuscrito está contenido el primer capítulo, "Las Categorías", del primer libro del manual de lógica que Peirce proyectaba en 1893 con el título Cómo razonar: una crítica de los argumentos (también conocido como La Gran Lógica). Este Libro Primero, Del Razonamiento en General, se inicia con una Introducción sobre “la gran ley de la asociación de ideas”. La traducción del segundo capítulo, titulado "¿Qué es un signo?", ya ha sido publicada en esta sección. En MS 403 Peirce revisa y pule concienzudamente su trabajo original de 1867, del que, además, desglosa significativamente los párrafos dedicados a los signos que, ampliados, constituirán el mencionado capítulo segundo. Señala el camino a su Lógica considerada como Semiótica, su tercer y definitivo libro de lógica que tampoco llegó a publicarse. Esta traducción se ciñe al texto de MS 403 transcrito por Joseph Ransdell y publicado en la página web Arisbe, aunque omite los párrafos correspondientes intercalados por Ransdell de "Las Categorías" de 1867 para poder facilitar una lectura continuada y una mejor comprensión del texto mismo.


La ley del pensamiento es la ley de asociación de ideas. La asociación de ideas consiste en su combinarse entre ellas y en su extenderse unas dentro de otras. Este es un proceso de unificación. Kant, el padre de la filosofía moderna, dijo que la función de las concepciones es la de reducir a la unidad la multiplicidad de las impresiones sensitivas.     

La sensación es múltiple de muchas maneras. Presenta, en primer lugar, una multitud de cualidades, originalmente (como el autor mostrará la razón para creerlo en otro trabajo) mucho mayor que ahora. Porque la sensación actúa como el pensamiento al reducir esta multitud. Presenta, en segundo lugar, una multiplicidad de excitaciones de la sensación; y presenta, en tercer lugar, una multiplicidad de conciencias, segregadas ahora en personas distintas, tal como nos parece a nosotros. Y en este parecer hay algo de verdad, mucha verdad, aunque la personalidad, en sus dos acepciones —la unificación de todas las experiencias del cuerpo, y el aislamiento de diferentes personas— está muy exagerada en nuestras formas naturales de pensar, formas que tratan de inflar a la persona, y hacer que se piense a sí misma como mucho más real de lo que verdaderamente es. Una persona es, en verdad, como un racimo de estrellas, que parece ser una estrella a simple vista, pero que escrutada con el telescopio de la psicología científica se encuentra, por un lado, que es múltiple dentro de sí misma y que, por otro lado, no tiene una demarcación absoluta respecto a una condensación vecina.

En el proceso de unificación se distinguen grados. La concepción universal que está más próxima a la sensación es la concepción del presente, en general. Es una concepción porque es universal. Representa al objeto de la atención, en general1. Pero el acto de atención no considera que su objeto tenga una talidad particular; solamente atrapa un fenómeno pasajero, como haría uno con una mosca, y hace un Ello de ello. Denominaremos a esta concepción, Sustancia. Es la gestación de un Ello a partir de un grupo de sensaciones.   

De una manera parecida, así como la Sustancia es la idea generalizada de la excitación de la sensación, así podemos generalizar la cualidad de la sensación. Entender un fenómeno consiste en afirmar que algo es verdadero. A la ocasión de la excitación se le une una modalidad; y la concepción, no de la modalidad, sino de la unión, da lugar a la concepción que llamamos Ser.  

Si decimos "La estufa es negra", la estufa es la Sustancia, de la que su negrura no ha sido diferenciada; el es, aunque deja a la Sustancia tal como fue vista, declara que va a racionalizar su confusión [confusedness], lo que hace, en alguna medida, inmediatamente después, al aplicarle la negrura como una cualidad.

Los doctores medievales hablan de praecisio, por lo que significan praescissio, o pre-escisión; y así tenemos en lógica la palabra precisión, como nombre de la misma operación que se denomina, de otra manera, abstracción, extracción. Lo que se significa, según nos dicen, es aquel tipo de separación mental que resulta de la atención a un elemento de una idea, y de la exclusión del resto. Puede ponerse en duda que este sea el análisis más satisfactorio de la operación. Puede ser menos objetable decir que en la abstracción suponemos una parte del fenómeno, sin hacer ninguna suposición particular sobre ninguna otra parte. Así, puedo suponer que la silla en la que estoy sentado no ejerza acción ninguna con la luz, de forma que sea bastante invisible. Entonces se dice que prescindo de su rigidez, etc. y le extraigo su color y visibilidad. A continuación, puedo suponer que el espacio tenga cuatro dimensiones. Personalmente, yo no creo que el espacio tenga cuatro dimensiones; y con todos los hábitos de una vida entera contemplando tres dimensiones, quizás no pueda claramente imaginar cuatro dimensiones. Pero conozco perfectamente bien, a consecuencia de haber estudiado el tema diligentemente, cómo aparecerían las cosas en cuatro dimensiones; es decir, puedo con cierta lentitud y esfuerzo fabricar las sucesivas apariencias que se presentarían, si pudiera caminar por un espacio semejante. Se han hecho dibujos y modelos de qué aspecto tendrían tales cosas. Zöllner creía, realmente, que había cuatro dimensiones. En consecuencia, puedo abstraer de la tridimensionalidad del espacio.

El proceso de abstracción, o precisión, debe ser cuidadosamente distinguido de los otros modos de separación mental, uno de los cuales, la disociación, es una separación más completa, mientras que el otro, la discriminación, es una separación menos completa.    

La discriminación es una mera distinción de significado. Así, es imposible suponer que haya color sin suponer que haya una superficie. En consonancia, aunque uno pueda fácilmente suponer que la sensación de color exista sin ninguna idea del espacio, el color, como algo objetivo, en el sentido que lo entendemos, no puede suponerse sin tres dimensiones, por lo menos. Pero uno puede perfectamente bien discriminar el color del espacio; porque esto consiste meramente en reconocer que el color abarca algo que no abarca necesariamente la suposición del espacio.

La disociación es imaginar una cosa sin imaginar otra; y la posibilidad de hacer esto depende de la naturaleza de nuestra experiencia previa, de nuestra preparación para ponernos con la imaginación en situaciones inéditas, y de otros accidentes de la vida. Un hombre puede ser bastante incapaz de disociar elementos de la experiencia que otra mente mejor preparada puede disociar sin dificultad. Muy pocas personas pueden imaginar el espacio sin imaginar el color; pero todos pueden  suponer que existen espacios incoloros, y lo hacen.

La precisión no es un proceso recíproco. Ocurre frecuentemente que aunque A no puede ser prescindido de B, B puede ser perfectamente bien prescindido de A. La razón de esto es como sigue. Las concepciones elementales solo surgen con ocasión de la experiencia; esto es, se producen de acuerdo con leyes generales, cuya condición es la existencia de ciertas impresiones. Ahora bien, si una concepción no reduce a la unidad las impresiones de las que se sigue, es una mera adición arbitraria a estas últimas. Pero si las impresiones fueran definidamente comprehendidas sin la concepción, esta última no las reduciría a la unidad. Aquí las impresiones (o concepciones más inmediatas) no pueden ser definidamente concebidas o percibidas, hasta la exclusión de una concepción elemental que las reduzca a la unidad. Por otro lado, una vez que se ha obtenido la concepción no hay, en general, ninguna razón por la que las premisas que la han ocasionado no debieran ser obviadas; y, en consecuencia, la concepción explicativa puede frecuentemente ser prescindida de las concepciones más inmediatas y de las impresiones.

Los hechos ahora recogidos proporcionan una base para un método sistemático de investigación de cualesquiera concepciones universales elementales que puedan ser intermedias entre la multiplicidad de la sustancia y la unidad del ser. Se ha mostrado que la ocasión de la introducción de una concepción universal elemental es o bien la reducción de la multiplicidad de la sustancia a la unidad o, si no, la conjunción de otra concepción con la sustancia. Y además se ha mostrado que los elementos conjuntados no pueden suponerse sin la concepción, mientras que la concepción puede suponerse generalmente sin estos elementos. Ahora bien, la psicología empírica descubre la ocasión de la introducción de una concepción, y nosotros solo tenemos que ratificar qué concepción reside ya en la idea que está unida por la primera concepción a la de sustancia, pero que no puede suponerse sin esta primera concepción, para tener la siguiente concepción de la secuencia por la que la ¿razón?2 debe pasar al desandar el camino desde la concepción de Ser a la de Substancia.

Puede señalarse que, en este proceso, no se recurre a la introspección. Nada se asume respecto a los elementos subjetivos de la conciencia que no pueda ser inferido con seguridad a partir de los elementos objetivos. Algunos psicólogos asumen que aquello que está directamente en la mente es la cosa más fácil de conocer. Pero esto es una falacia. ¿No sabe el lector que es posible estar enfadado sin saber que uno está enfadado? Hay diferentes maneras en que una cosa pueda estar en la conciencia. No es bastante con estar en la conciencia; las impresiones deben elaborarse como percepciones, antes de que puedan ser utilizadas.

La concepción de Ser surge cuando algo es afirmado; cuando se juzga como verdadero. Cuando hacemos un juicio, en primer lugar pensamos acerca de algo; y luego pensamos que algo es verdadero de esa cosa. Esto es, pensamos que la Sustancia que estamos pensando tiene una Cualidad3. La cualidad es pues la primera concepción en el orden para pasar del Ser a la Sustancia.

La cualidad parece, a primera vista, estar dada en la impresión, pero no se debe confiar en tales resultados de la introspección: juzgamos que una concepción es aplicable a otra, experimentada más directamente. Pero la otra concepción, que es menos experiencial y más ideal, esto es, ¿mejor-?4 conocida de la forma en que una idea es conocida, esto, afirmo, se considera que tiene un tipo de Ser ideal independiente de su ser materializado en esa cosa particular. Por ejemplo, al observar una abeja o una hormiga, exclamo, qué sagacidad, qué extraño instinto. La abeja o la hormiga, que juzgo que poseen esa mente seminconsciente, se conocen experiencialmente; pero, al igual que todo lo experimentado, tiene algo inescrutable acerca de ello que ninguna descripción, por elaborada que sea, puede revelar por completo. Cuando exclamo que reconozco un cierto tipo de mente en ello, es claro que debo haber tenido ya alguna idea de una mente. Si digo, tiene instinto, debo ya tener una idea de instinto. Porque si este animal fuera el único objeto que sugiriese esa idea, no podría separar la idea de ese animal en particular; y si no tuviera tal idea separada no podría atribuirla, ni afirmarla, ni juzgarla de ese animal. Debo, entonces, tener un pensamiento abstracto, una idea de instinto; y esa idea, traída de mis reflexiones previas, es aplicable a esta cosa que veo ante mí —eso no es visto, sino que es más bien una teoría para dar cuenta de lo que veo. Lo mismo es verdadero de todo otro juicio. No está dado en la sensación; es una teoría de la impresión-sensación. Este es el caso incluso con lo que se denominan cualidades de la sensación. Miro la estufa negra. Hay una sensación directa de negrura. Pero si juzgo que la estufa es negra, estoy comparando esta experiencia con experiencias previas. Estoy asociando la sensación con una idea familiar derivada de objetos negros anteriores. Cuando me digo a mí mismo que la estufa es negra, estoy haciendo una pequeña teoría para dar cuenta de su apariencia. Puedes decir que la teoría está algo vacía, si quieres; esto es, que es solo la impresión pensada de nuevo. Ahora bien, ha sido puesta en otra forma de pensamiento: Es en la manera de pensarla, al menos, una teoría en forma.

La mejor manera de pensar claramente es la de pensar con diagramas visuales, mejor que con palabras o con imágenes auditivas. Supongamos que fuéramos a comparar dos metales, uno como el oro, fácil de rayar pero difícil de quebrar, el otro un acero pulido (como un espejo o un cristal), difícil de rayar pero fácil de quebrar. Hagamos un diagrama de este estado de cosas

 

  Cualidad de ser rayable
Intensidad alta    
 
Oro
 
 
  Intensidad baja
Cualidad de ser quebrable   Acero

 

Vemos que, para representar distintamente las relaciones de las cualidades, debemos tratar esas cualidades como objetos a los que las cosas están conectadas. En el diagrama anterior (y no podríamos hacerlo más simple y que mostrara las mismas relaciones) tenemos diez objetos separados entre los que se trazan 12 líneas. Dos de los objetos son las cosas, oro y acero; dos son las cualidades, blandura y fragilidad; dos son las intensidades; y los cuatro restantes, representados por los puntos negros, son los hechos.

    Cuando una cualidad es pensada como un objeto distinto, se dice que es pensada abstractamente, y se le llama una abstracción; y a los nombres que se forman a partir de los adjetivos y que expresan tales abstracciones se les llama nombres abstractos. Es un gran error en lógica confundir la abstracción en este sentido con la operación de precisión, o separación en la suposición (hipótesis). Muchos pensadores hablan de "meras" abstracciones, implicando algún grado de desdén. Pero pensar abstractamente, en el sentido de aislar caracteres y pensarlos como objetos distintos es la única manera de pensar clara y eficientemente. Las matemáticas se posibilitan solo al pensar de esta manera. Algunas personas tienen la noción de que tal pensamiento es fútil y falso. Sería falso pensar que "blandura" y "fragilidad" son cosas en el mismo sentido en que las mesas y las sillas son cosas. Pero si una silla o una mesa es una cosa más real que la blandura y la fragilidad, ¿qué hace que sea así? ¿Es el ajuste adecuado y la fricción lo que mantiene a las diferentes piezas unidas por un tiempo? ¿Estás muy seguro de que una mesa o una silla está ahí cuando nadie la está viendo o usando? En cualquier caso, ¿no es la característica importante de la silla o de la mesa el hecho de que podemos pensar sobre ella para enlazar las ideas de una manera análoga a la conexión de las experiencias? Si se acepta esto, pregunto si esta misma característica no pertenece también a las palabras "blandura" y "fragilidad". ¿No son ellas, o sus equivalentes, muy útiles en el diagrama anterior? ¿No es esa utilidad justificación suficiente, más bien la mejor justificación concebible?

Una palabra que nos ayuda a comunicar nuestros pensamientos es algo bueno; pero ciertamente una palabra que nos ayuda a pensar es algo aún mejor. Ahora bien, las "abstracciones" nos ayudan a pensar claramente. Una abstracción es una herramienta del pensamiento.

El estudiante debe resolver esto por sí mismo; y se requiere una profunda meditación. Dirá: sí, "blandura" y "fragilidad" son palabras convenientes; pero no hay tales cosas. Son ficciones convenientes. Con la misma razón, podrías decir que "silla" y "mesa" son palabras convenientes, pero meras ficciones; y hay algunos escritores, como Ernst Mach, que en verdad dicen justo eso. Pero decir eso es ignorar la distinción entre la verdad y la ficción. Digo que para un metal ser blando es estar conectado con una cualidad singular, la de blandura. El estudiante dirá "No puedes significar eso literalmente". Pero esa palabra implica que hay un método más verdadero de pensar. Por el contrario, no es concebible ningún método más verdadero de pensar. El objetor se imagina que los pensamientos pueden ser como las cosas. Los pensamientos no pueden ser como cosas no pensadas. Un pensamiento verdadero es aquel que responde a la cosa natural, que conduce a resultados minuciosamente en armonía con la naturaleza. La perfecta conveniencia de la expresión es toda la verdad que es concebible. No puedes concebir un pensamiento que sea como algo no pensado. La semejanza es pensamiento. Esto es tan verdadero, que es imposible que palabra alguna signifique algo que contemple cualquier otra cosa. Por eso, cuando hablamos de cómo las cosas son realmente, nos engañamos si nos imaginamos que posiblemente puedan significar algo más que cómo son más conveniente y adecuadamente pensadas.

Nosotros no pensamos que los objetos sean en sí mismos rojos o azules. Pensamos que rojo y azul son solo nuestras sensaciones, y que las cosas en sí mismas simplemente adoptan vibraciones más rápidas o lentas del éter. Pero cuando pensamos así, ¿supones que hemos apartado de nuestro pensamiento el elemento de la sensación, y estamos pensando de las cosas como si no fueran sentidas? No, en absoluto. Si fuéramos a borrar de nuestras ideas el elemento sensible, dejaríamos nuestras mentes en blanco. Si es menos verdadero pensar que las cosas son rojas o azules que decir que están vibrando de una cierta manera, solo puede ser porque la primera manera de pensar conduce a alguna inconveniencia a la que no conduce la segunda.

Toda esta discusión tiene la intención de mostrar al estudiante que es perfectamente correcto decir que una cualidad es un objeto único con el que una cosa puede estar conectada o no, y que objetar que esto no es literalmente verdadero de las cosas en sí es como intentar quitar las capas de una cebolla para llegar a la cebolla misma.

Los viejos Escotistas —o Dunces, como se les llamaba— llevaron las abstracciones al descredito de una manera de la que su maestro, Duns Escoto, es difícilmente responsable, al utilizar abstracciones verbales cuando lo que se necesitaba eran teorías positivas. Así, según Molière, dirían que el opio ponía a la gente a dormir porque tenía una virtud soporífera. Eso era mera verborrea. Claro. Pero saltar de desdeñar ese tipo de discurso a desdeñar las abstracciones no era más que repetir el mismo error, propiamente, el de no distinguir entre abstracciones útiles y abstracciones inútiles. Decir que el opio tiene una virtud soporífera era una expresión útil para algunos propósitos; pero no podía ocupar el lugar de una teoría fisiológica. Una de las lecciones que la lógica tiene que enseñarnos es cómo hacer abstracciones útiles y cómo limitarlas a aquellas aplicaciones en que son útiles.

El estudio de la psicología, de la que encontramos conveniente tomar prestados unos pocos principios, nos muestra que nunca podemos saber, ni siquiera pensar, que una cosa tenga una cualidad sin pensar, o haber pensado, en otras cosas participando de esa cualidad y aún de otras que la precisan, o que al menos la poseen en menor medida. Esta es la creencia natural del sentido común de la mayoría de los hombres; y parece confirmarse por medio de una detenida observación. Hay solo unos pocos pensadores que no lo aceptan. Esta es la doctrina que debería estrictamente llamarse la doctrina de la relatividad del conocimiento5.

Hay una verdad correspondiente respecto a la existencia. Es decir, las cosas solo pueden poseer cualidades en virtud de sus interacciones mutuas. Esta proposición puede denominarse la doctrina de la relatividad de los hechos. Por ejemplo, una cosa no puede ser dura, excepto en virtud de resistirse a otras cosas; y si solo hubiera un átomo en el universo, decir que ese átomo es duro sería una frase sin significado. Contra la atracción a distancia, algunos hombres han propugnado que una cosa no puede actuar donde no está; pero, ¿qué puede significar decir que una cosa está en un lugar, excepto que las fuerzas que ejerce sobre otras cosas están centradas en ese lugar? ¿Es la sensación una excepción de este principio? ¿Puede una cosa sentir por sí misma sin referencia a ninguna otra cosa? No pretendemos preguntar esto como una cuestión de hecho; solo pretendemos preguntar si significa algo decir que una cosa meramente siente. Esta es la cuestión, porque decir que una cosa siente y decir que siente por sí misma es una y la misma cosa. Indudablemente, sentir es algo; pero la sensación es continua, y no es solo en sí y para sí. Se ha sugerido que quizás la anestesia no destruye la sensación, sino solo la memoria de la sensación. Pero una sensación perfectamente aislada, instantánea, que no se recuerde en el tiempo, que no dure ni siquiera un momento por breve que sea —en otras palabras, una mera sensación— puede declararse un sinsentido.

Así, la ocasión de la introducción de la concepción de Cualidad es la Relación; y, así, la relación es la concepción siguiente en el paso del Ser a la Sustancia.

No podemos suponer que las cosas estén relacionadas sin que tengan cualidades correspondientes; pero podemos suponer que tienen cualidades sin ninguna relación particular. Por ejemplo si A atrae a B, hay ciertas cualidades que A y B poseen ipso facto; deben ser móviles, etc. Pero si A es azul y B es dulce, aunque deban tener, quizás, algunas relaciones, no necesita suponerse que tengan ninguna relación particular.

Una cosa no puede estar relacionada con otra sin que sean reunidas por alguna representación o razón mediadora. Supongamos que un hombre asesina a otro dándole una bebida envenenada. Esto supone que hay alguna regularidad, o tendencia a la regularidad, por la que las personas que beben pociones parecidas experimentan efectos parecidos; si no fuera así, la pócima y la muerte serían una mera coincidencia. Cierto, la coincidencia misma es una relación, aunque es otro tipo de relación. Pero que una cosa sea subsiguiente a otra implica un sistema general de relaciones entre acontecimientos, que constituyen el tiempo. Incluso las relaciones de semejanza y contraste implican regularidades en la manera en que los objetos afectan a la mente comparadora.

La razón de esto no es necesariamente una buena razón; es simplemente una representación según la cual una de las dos cosas relacionadas se corresponde con la otra.

La representación misma debe tener su razón, y así sucesivamente en series interminables. De hecho, en la idea de regularidad, está implicada la idea de una multitud interminable. Ni tampoco es posible concebir definidamente una multitud interminable excepto por medio de una regularidad. Así, a partir de la idea de la representación racional nos vemos llevados, instantáneamente, a la de la multiplicidad de la Sustancia.

De esta manera hemos obtenido el siguiente sistema de concepciones:

SER
 
  Cualidad
ACCIDENTE
Relación
  Representación
SUSTANCIA
 

 

Se encontrará que estas concepciones son de una importancia fundamental en lógica.

Las tres concepciones de Cualidad, Relación y Representación son numéricas. La Cualidad es primero, en el sentido de lo original, lo fresco. La relación es simplemente la otredad, o dualidad. La Representación es mediación, o tercero.

No hay nada caprichoso en esta conexión de las concepciones con las de los números; por el contrario, las concepciones no se aprehenden verdaderamente, no se conciben en toda su generalidad, hasta que no se ve que son esencialmente nada salvo las primeras vocales (letras) de aquella fórmula misteriosa, "Pito, pito, gorgo…rito", etc. Lo llamo misterioso porque, aunque sea un mero sinsentido, a partir de ello han evolucionado todos los misterios de los números, y todas las sutilezas de la metafísica.

Los tres accidentes llevan uno a otro por un autodesarrollo natural del pensamiento lo que, sin embargo, no se muestra claramente cuando se formula con brevedad.

Debemos empezar con lo Primero: aquello que es primero debe ser fresco, nuevo; y aquello que es primero y nuevo debe ser vívido. Aquello que es primero debe ser original y libre; porque ser dependiente es ser segundo. Aquello que es libre debe ser ilimitado y, en consecuencia, de una variedad interminable. La viveza espontánea e interminablemente variada es la multiplicidad de la cualidad pura.

Lo primero, o uno, es múltiple: para ser múltiple, no debe estar fijado; debe ser nuevo. Para no estar fijado sino ser nuevo, debe acabar de acaecer. Para acabar de acaecer, debe ser segundo. La segundidad implica determinación por un primero. Que esto sea original y espontáneo, debe ser una determinación arbitraria. Para ser arbitrario, debe ser ciego. La determinación ciega y arbitraria es la Fuerza. El primero de un segundo es segundo de ese segundo; hay acción y reacción, en un sentido general, o Relación.

Libertad y determinación solo pueden coexistir como extremos de aquello que no es ni absolutamente libre ni arbitrariamente forzado. Hay un Tercero, o mediador, entre ellos. Ahora bien, aquello que media de tal manera que, por medio de ello, la fuerza se hace vívida y retorna a la reacción es Mente, o representación.

Una línea tal de pensamiento podría, sin supervisión, llevar casi a cualquier sitio. Es meramente un intento de comprimir en unas pocas palabras un desarrollo que podría llenar un libro. Expuesta prolijamente no parecería tan arbitraria.

Las relaciones son de dos grandes géneros:

1º Aquellas cuyo fundamento es una cualidad prescindible o interna.

2º Aquellas cuyo fundamento es una cualidad imprescindible o relativa.

En el primer caso, la relación es una mera concurrencia de los correlacionados en un carácter, y el relacionado y el correlacionado no se distinguen. En el segundo caso, el correlacionado está dispuesto contra el relacionado y hay, en algún sentido una oposición.

Los relacionados del primer tipo se ponen en relación simplemente por su acuerdo. Pero el mero desacuerdo —sin un acto que lo reconozca— no constituye una relación y, en consecuencia, los relacionados del segundo tipo solo se ponen en relación por una correspondencia de hecho. Están realmente relacionados. (En el caso del contraste, el hecho es un hecho mental).

Respecto a los géneros de las Representaciones, o Signos, merecen un capítulo aparte6.


Notas

1. El autor, ya en 1867, asignó esta importancia fundamental a la atención, en lo que ha sido totalmente confirmado por investigaciones psicológicas más recientes (Nota de C. S. Peirce)

2. Ilegible en el manuscrito (Nota del traductor).

3. Cualidad se utiliza aquí para un carácter que no se considere relativo a un segundo objeto. La palabra cualidad tiene varios significados tan próximos que ha devenido en un término bastante vago. Viene del latín qualitas, una palabra inventada por Cicerón para traducir la palabra griega de Aristóteles poiotês, “talidad”. Aristóteles da una cierta definición de ella, que se denomina el sentido “predicamental” ; puesto que en ese sentido la adoptó como predicamento, o categoría, este Príncipe de los Filósofos. Propiamente, la define como (1) un carácter, (2) tiene un contrario, (3) admite diferencias de grado, y (4) es un aspecto en que las cosas concuerdan o difieren. Este es el sentido más apropiado de la palabra; pero ningún escritor nunca la confinó consistentemente a este significado. Aristóteles muy a menudo la utiliza para un carácter que pueda ser objeto de un juicio moral; y los buenos caracteres son los que, más a menudo que los malos, se denominan cualidades. Este ha venido a ser el significado más familiar en francés; y es muy común en los escritores antiguos de nuestra lengua (inglesa). Este es uno de los innumerables ejemplos en que Aristóteles es al autor de expresiones que oímos en la calle. De significar rango o excelencia, cualidad llegó a usarse en lógica para expresar la excelencia en la aprehensión de una idea, esto es, su claridad y distinción: También se dice que las proposiciones tienen la cualidad de ser afirmativas o negativas. Kant utiliza el término para el grado de intensidad. Hubo una disputa escolástica sobre la intención y la remisión de ¿…?, que concernía a cualidades (Nota de C. S. Peirce).

4. Ilegible en el manuscrito (Nota del traductor).

5. Sin embargo, esta designación se aplica más frecuentemente a la doctrina que acertadamente se llama fenomenalismo, propiamente, la doctrina de que las verdaderas relaciones de nuestros pensamientos con sus sustratos reales externos nunca pueden ser conocidas. Muchos de los que profesan creer en la “relatividad del conocimiento” en realidad niegan que las relaciones, como tales, puedan ser conocidas, a menos que sus correlatos estén inmediatamente presentes a la mente. No admiten que un hombre pueda tener un conocimiento directo de que algo actúa sobre él a menos que esa cosa esté en su mente. Pero los hombres se anuncian como pensadores laxos cuando denominan a la creencia en la incognoscibilidad de las relaciones  “la doctrina de la relatividad del conocimiento” (Nota de C. S. Peirce).

6. Véase "¿Qué es un signo?" (Nota del traductor).



Fin de "Las categorías" (1893). Traducción castellana de Miguel Ángel Fernández (2022). Fuente textual en MS 403.


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Fecha del documento: 3 de octubre 2022
Ultima actualización: 6 de octubre 2022

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