La filosofía de la experiencia: William James

Francisco Larroyo (1946)

Se reproduce aquí la sección segunda del capítulo IV "Las direcciones pragmáticas"del libro de F. Larroyo, Historia de la filosofía en Norte-América (Stylo, México, pp. 69-86). Se trata de un libro que aspira a integrar la cultura norteamericana con la latinoamericana. Merece la pena transcribir aquí también el "Prólogo":

"Las relaciones entre Estados Unidos de Norteamérica y Latinoamérica han sido hasta ahora, predominantemente, de carácter político y comercial. Existe incluso una nutrida literatura acerca de estas relaciones internacionales. La discusión en torno de la manera de concebir y tomar partido acerca del problema del panamericanismo es un vivo ejemplo de este estado de cosas.

Los vínculos culturales, en cambio, son, en su conjunto, pobres y deficientes. Acaso sólo en el dominio del arte se ha promovido y fomentado un intercambio digno de consideración.

Dentro de los nexos culturales, las relaciones filosóficas en particular han sido raquíticas en extremo. Fuera del movimiento filosófico del pragmatismo, de trascendencia mundial, la Filosofía norteamericana es poco conocida en los países de Latinoamérica. No es hipérbole el señalar que, en general, se ignoran los filósofos profesionales de aquende y allende el río Bravo.

Y sin embargo, nada más fructífero para la evolución y progreso de la Filosofía en el Nuevo Mundo que un esfuerzo común y de colaboración en esta rama del saber. Precedente digno de elogio en este sentido lo tenemos, nada menos, en las grandes direcciones de la Filosofía en Norteamérica. La escuela de los Pragmatista de Chicago y la de los Realistas de Columbia, para no mencionar otras más, confirman cuán eficaz en la Filosofía es laborar coordinadamente en las tareas enderezadas a plantear y resolver las cuestiones del conocimiento y del valor de la vida.

El autor del presente opúsculo, ha pensado, al redactar este trabajo que la literatura filosófica en lengua española venía careciendo de una exposición de conjunto de las fuentes y direcciones del pensamiento filosófica en Norteamérica. Ojalá este inicial esfuerzo cumpla el cometido de despertar el interés por conocer la vida y doctrina de los grandes clásicos de la Filosofía norteamericana y de avivar las relaciones filosóficas entre este país y las naciones de Latinoamérica".





1. CARACTERÍSTICA

La filosofía de James constituye el mejor rendimiento de la Filosofía norteamericana. En James1, en efecto, se anudan todos los hilos de las corrientes más fértiles de la especulación en Norteamérica. Y no sólo: el gran pensador ha heredado, asimismo, numerosas ideas de la Filosofía europea, particularmente de Lotze y Renouvier. La filosofía de James no se halla orientada, de preferencia, en los resultados de la ciencia natural. Más bien, los principios de aquélla se comprenden, en sentido pragmático, partiendo de los grandes postulados de la conciencia moral: de lo que el hombre es como esencia librevolente. La filosofía de James halla su radical fundamento en la ética, en la acción moral y teorética de la humanidad y su significación práctica de esta acción. Le anima la firme convicción de que el espíritu, la persona humana es la fuente y designio de la creación (la personalidad como relación de personas y el personalismo como llave maestra de la Filosofía), pues el punto de partida de todo filosofar reside en el concepto de actividad creadora, de realización de valores humanos. Por ello, la Filosofía es propiamente Antropología: hace objeto de investigación a la naturaleza humana y convierte la idea de persona en principio universal, de parecida manera como enseñaron Kant, Lotze y Renouvier2.


2. JAMES PSICÓLOGO

W. James se convierte pronto en un psicólogo de fama internacional. De inmediato se incorpora a la nueva psicología empírica que rechaza la vieja doctrina de las facultades del alma. Con Wundt, quiere que la Psicología sea una "psicología sin alma". "A fuerza de servir, dice James, hállase el alma fuera de uso, su época de boga ha pasado. Preciso es que la Filosofía halle principios menos vacíos para explicar las múltiples formas de experiencia".

Apropiándose la definición de Ladd, concibe la Psicología, como la descripción y explicación de los estados de conciencia, entendiendo por estados de conciencia, sensaciones, deseos, emociones, conocimientos, razonamientos, decisiones, voliciones y otros hechos de análoga naturaleza. En la explicación de éstos debe ser comprendido el estudio y la determinación científica, en la posible medida, de sus causas, condiciones e inmediatas consecuencias3.

En semejante estudio de la vida consciente James toma en cuenta el factor fisiológico y enfoca las cuestiones desde un punto de vista evolucionista y pragmático. "Para estudiar la conciencia, preciso es colocarla en el medio físico con el que traba conocimiento; separarla de él sería falsearla. El gran error de la antigua Psicología racional fue el erigir al alma en ser absoluto, espiritual puro, dotado de ciertos números de facultades que no debía sino a sí mismo, suficientes a explicar por sí solas las diversas funciones de la memoria, la imaginación, el razonamiento, la voluntad, etc.; sin que se creyese necesario relacionar estas funciones con fenómenos particulares del Universo con los que nada tendría que ver. La Fisiología moderna, más rica y profunda, ha visto entre nuestras facultades interiores y la constitución de las cosas una adecuación que llega hasta el detalle y a la cual debemos el poder vivir y desarrollarnos en la Naturaleza. Ya es posible fijar que nuestras aptitudes para contraer sin cesar hábitos nuevos, para abstraer las propiedades generales de las cosas y asociarlas a sus consecuencias ordinarias, son precisamente las facultades que necesitamos para gobernarnos en un mundo en que la uniformidad y la variedad se mezclan constantemente, y además, que nuestros instintos y emociones son adaptaciones a detalles muy precisos para la vida. Por lo común, todo fenómeno que afecta nuestro bienestar, nos "interesa" y nos excita en un primer encuentro; un objeto peligroso nos atemoriza a pesar nuestro; el veneno nos encoge el corazón; un objeto indispensable provoca nuestros deseos. En suma: el mundo y el espíritu han evolucionado conjuntamente, lo que equivale a un recíproco ajuste; armonía que, tal como se da, parece resultar de un extenso cambio de influencias e interacciones entre dentro y fuera. De aquí el número de teorías evolucionistas, de las que no puede aún decirse que sean definitivas, bien que al menos hayan servido para que nuestro objeto se renueve adquiriendo frescura y riqueza, originando al par muchedumbre de nuevas cuestiones.

La principal consecuencia de este punto de vista, ciertamente moderno, hállase en la convicción de continuo acendrada, de que la vida mental es, ante todo, teleológica, o sea, que nuestros diversos modos de sentir y pensar son cuanto son, porque nos sirven para modelar nuestras reacciones frente al mundo exterior. Entre las fórmulas recientes, pocas tan útiles a la Psicología como la de Spencer, de que la vida psíquica y la física tienen una misma esencia, a saber, "la adaptación de relaciones internas a relaciones externas". En los animales inferiores y en los niños, la conciencia se adapta a objetos inmediatamente presentes, pero, a medida que progresa y evoluciona, va adaptándose a objetos más o menos alejados en el espacio y en el tiempo por procesos de razonamiento cada vez más complejos y precisos.

El fin primero y fundamental de la vida psíquica es, pues, la conservación y defensa del individuo; secundariamente se manifiesta aun en fenómenos accidentales bastante numerosos, pudiendo, si está mal "adaptada", llevar hasta la destrucción del ser que debe servir. En su sentido más amplio debería estudiar la Psicología todas las especies de actividades mentales, tanto las inútiles y nocivas como las "adaptadas", estudio el primero que constituye una rama especial, la "Psiquiatría", que se ocupa de las enfermedades mentales, y el otro que tiene por objeto la actividad inútil o sea la "Estética".

La conciencia — que no se compone de partes, ni consta de átomos psíquicos—, posee cuatro propiedades fundamentales:

1º Cada "estado" aparece con la pretensión de ser un aspecto de una conciencia personal.

2º Dentro de cada conciencia personal cambian sin cesar estos "estados".

3º La corriente de la conciencia es continua, y

4º La conciencia es selectiva; se halla interesada en unas partes de su objeto, elige de entre sus variados estados.

La conciencia no es pasiva, sino activa o reactiva, como se pone de manifiesto particularmente en los fenómenos de la atención y de la voluntad; no consta de miembros más o menos separables: la conciencia fluye, es una corriente (stream of conciousness)4. Ningún estado de conciencia es reversible, es decir, no puede volver a ser idéntico a sí mismo. Unas veces estamos viendo, otras oyendo; ya razonamos o queremos, bien recordamos o esperamos; amamos, despreciamos, y así, en cientos de modos, sabemos cómo nuestra mente se halla ocupada alternativamente. Pero, ¿cómo siendo estos complejos estados combinación de otros más simples, habrán de estar sometidos a ley diferente que la seguida por estos últimos? ¿No serán las mismas las sensaciones de un objeto que es siempre el mismo? El mismo piano, tocado con igual fuerza, ¿no nos hará oír del mismo modo? ¿En la misma hierba no veremos el mismo verde; en el mismo cielo, el propio azul, y no percibiremos la misma sensación olfatoria cuantas veces apliquemos la nariz al mismo frasco de colonia? Parece sofístico el contestar con la negativa; pero así ocurre ciertamente, según nos lo hace ver una estrecha atención, ya que no hay prueba alguna de que una corriente aferente nos dé exactamente la misma sensación corporal dos veces.

En todo estado de conciencia hay un objeto focal y un objeto marginal. Al tiempo de pensar o sentir el sujeto puede estar recibiendo sensaciones por los ojos, por los oídos. Estas sensaciones son el centro o focus, los pensamientos y los sentimientos, el margen del actual campo de conciencia. Cualquier objeto de pensamiento, una imagen distante puede convertirse en foco de nuestra atención mental, aun mientras que escucháis mi disertación, es decir, que vuestra mente puede despitarse de la conferencia; en tal caso, las sensaciones de mi cara y mi voz, aun no desapareciendo en absoluto de vuestro campo consciente, pueden quedar reducidas a una posición marginal sumamente atenuada. Así también un sentimiento (en otro orden de variaciones), relacionado con vuestro propio cuerpo, puede pasar, mientras me oís, de una posición focal a otra marginal y viceversa5.

Con amplitud de criterio estudia James los procesos psíquicos fundamentales. El hábito es considerado por él en sentido psicogenético. Pues el hábito tiene una base física; todos los cambios de estructura sobrevenidos en la substancia organizada modificada verifícanse lentamente, y una vez alterada aquélla, por inercia conviértese ella misma en causa conservadora de la persistencia de la nueva forma o alteración de los nuevos hábitos consiguientes. Los hábitos son debidos a la constitución de nuestras vías orgánicas.

La asociación psíquica, declara el notable psicólogo, no tiene lugar entre representaciones, sino entre estados de conciencia. Causa de la asociación es el hábito, la ley fundamental es la vida. En esta misma ley se fundan las reacciones congénitas (miedo, amor, curiosidad, imitación, etc.) y las reacciones adquiridas. Incluso el proceso de la atención y, concomitantemente el de la memoria y el de la apercepción, enraizan en aquella ley fundamental.

Puesto que todo hecho de conciencia se traduce en conducta, el capítulo final en la Psicología ha de versar sobre la voluntad. Este último término puede ser empleado en sentido estricto y en sentido lato. En este último viene a designar toda nuestra capacidad para la vida impulsiva y activa, incluso las reacciones instintivas, y aun para aquellas formas de conducta convertidas secundariamente en automáticas y semiconscientes por frecuentes repeticiones. En el sentido más limitado, los actos de voluntad son sólo aquellos que no pueden ser realizados sin manifiesta atención; a su ejecución debe preceder una idea definida de lo que son; un fiat deliberado por parte de la mente.

Tales actos suelen caracterizarse por la vacilación y van acompañados de un sentimiento completamente peculiar de resolución, que puede o no llevar consigo una ulterior sensación de esfuerzo.

Todos nuestros actos eran considerados por los primeros psicólogos como debidos a una facultad peculiar que llamaron voluntad, sin cuyo fiat no cabría acción alguna. Pensamientos e impresiones, intrínsecamente activos, suponíanse productores de la conducta, actuantes sólo por intermedio de este agente superior. Hasta que no le pisaban los talones (a la voluntad), por decirlo así, no se daba la conducta exterior. Tal doctrina fue rechazada hace ya muchos años a causa del descubrimiento de los fenómenos de la acción refleja, en los cuales las impresiones sensibles, como es sabido, producen movimientos inmediatamente y de sí mismas.

El hecho es que no hay género alguno de conciencia, sensación, sentimiento o idea que no tienda directamente y por sí misma en algún efecto motor. Este no ha de ser siempre y necesariamente una manifestación exterior de la conducta; puede sólo ser una alteración del ritmo cardíaco o de la respiración, una modificación en la distribución de la sangre, tal como en el rubor o la palidez, una secreción lagrimal, etc. Mas, en todo caso, existirá el efecto motor donde quiera que haya conciencia. Una creencia tan fundamental como cualquier otra de la moderna Psicología, es la de que los procesos conscientes de cualquier índole, los conscientes meramente tales, deben pasar a movimiento manifiesto u oculto.

El caso más simple de tal tendencia es el de la mente poseída por una sola idea: si ésta hállase relacionada con un impulso congénito, el impulso se pasará inmediatamente a transformarse en descarga; si es una idea de movimiento, éste se dará en seguida. Este caso de la acción a partir de una simple idea háse diferenciado de los más complejos casos con el nombre de "acción ideomotora", es decir, acción si se expresa resolución o esfuerzo. La mayoría de las acciones habituales son del orden ideomotor. Así, por ejemplo, al advertir que la puerta está abierta nos levantamos para cerrarla; sin interrumpir la conversación, alargamos la mano para coger unas uvas de un plato cercano; súbitamente creemos que es tarde para desayunar y abandonamos el lecho sin decisión especial ni esfuerzo. Todos los engranados procesos que sostienen la vida, hábitos y maneras, el vestirse y desnudarse, el saludar... ejecútante de este modo casi automático sin vacilación y de modo eficiente, sin hallarse interesado en estas acciones más que el margen de la conciencia, en tanto que el foco puede hallarse ocupado en cosas completamente diversas6.

Las emociones no son, en general, causas, sino consecuencias de estados orgánicos de naturaleza vasomotora. "No reímos ni lloramos porque estamos tristes o alegres, sino viceversa: estamos tristes porque lloramos y alegres porque reímos".

Las reflexiones psicológicas de James, en fin, tropiezan con el problema de la continuidad de la conciencia individual, que él mismo llama conciencia universal sobrehumana. Con esta idea se aproxima mucho a Fechner, a quien cita reiteradamente. "¿Por qué, dice James en su obra A Pluralistic Universe, si tenemos conciencia tanto de nuestro yo, como de nuestro límite momentáneo, no ha de ser posible que constituyamos igualmente el límite de algún yo, que sería más realmente el centro de las cosas y que, a su vez, tendría conciencia de su ser tanto como de todos nosotros? ¿Es que todo y cada uno no podemos ser, en cierto modo, los afluentes de una superior conciencia en cuyo seno nos moviéramos de concierto sin saber anda actualmente?".

El paralelismo psicofísico de Fechner, "no supone que la conciencia concreta y total sea más que una hipótesis, una representación parcial de la naturaleza de las cosas"; mas que el postulado del paralelismo psicofísico o psicocerebral tiene en James significación trascendental, pues la experiencia, no sólo nos hacer ver la acción de lo físico sobre lo moral, sino la de lo moral sobre lo físico y aún más, como, entre otros fenómenos, nos lo muestra el descubrimiento de regiones psíquicas específicamente religiosas, familiares al cristianismo evangélico, y lo que hoy se llama cura mental. Así, pues, el estado cerebral del cual depende un estado psíquico puede muy bien no ser puramente físico en su origen; no existe en la naturaleza separación entre lo mecánico y lo consciente; son insensibles las transiciones entre el reflejo psíquico que se tiene por espontáneo, y el reflejo mental, que parece un fenómeno puramente mecánico.

3. LA EPISTEMOLOGÍA PERCEPCIONISTA

Dentro de la teoría del conocimiento, James hace profesión de un empirismo radical, conforme al cual sólo existe y es verdadero lo que puede ser verificado en alguna experiencia. Incluso los principios matemáticos y los principios lógicos considerados generalmente como relaciones ideales y a priori, exigen prueba y constatación en la experiencia. Para el "empirismo radical" las leyes naturales no son los principios absolutos de las cosas, las relaciones de su íntima naturaleza; para el "empirismo radical" son "hábitos relativamente invariables de las cosas mismas".

La fundamentación del empirismo radical se apoya en las nociones de percepto y concepto. Conocemos las "cosas", dice James7, por nuestros sentidos y se las llama "presentaciones", según algunos autores, para distinguirlas de las ideas o "representaciones" que tenemos cuando nuestros sentido no están en actividad. Yo mismo me he acostumbrado a usar las palabras "percepto" y "concepto" para señalar el contraste, pero los conceptos surgen de los perceptos y se introducen en ellos de nuevo, están muy entrelazados, y nuestra vida se apoya en ellos en continuo intercambio y sin discriminación, de modo que con frecuencia es difícil hacer llegar a los principiantes una noción clara de la diferencia que aquí se quiere significar. La sensación y el pensamiento se dan mezclados en el hombre, pero varían independientemente.

La gran diferencia entre perceptos y conceptos reside en el hecho de que los perceptos son continuos y los conceptos discretos. No discretos en su ser, porque los conceptos como actos son parte del flujo de sentimientos, sino discretos entre sí por sus diferentes significados. Cada concepto significa justamente lo que significa, y nada más; y si el que concibe no sabe si significa esto a aquello, muestra que su concepto está imperfectamente formado. Por el contrario, el flujo de perceptos no significa nada, y es lo que es inmediatamente. Por muy pequeña porción de él que se tome es siempre una totalidad en un momento dado y contiene innumerables aspectos y caracteres que el concebir puede recoger, aislar y, de aquí en adelante, significar. Denota duración, intensidad, complejidad, o simplicidad, interés, excitabilidad, placer y sus opuestos. En él penetran los datos de nuestros sentidos, mezclados en una proporción general en la que cada uno ocupa una parte grande o pequeña. A pesar de estas partes se mantiene intacta su unidad. Sus límites no son más distintos que aquellos del campo visual. Límites son las cosas que se interponen; pero aquí nada se atraviesa salvo partes del flujo perceptual mismo, y éstas se hallan rebasadas por aquello que ellas separan, de modo que todo lo que distinguimos y aislamos conceptualmente, perceptualmente se suma, compenetra y difunde entre sus vecinos. Los cortes que hacemos son puramente ideales. Si el lector puede desprenderse de toda interpretación conceptual y dejarse arrastrar por el mundo de la percepción, en este mismo hallará que es, como alguien ha dicho, una enorme confusión de frescas y revueltas sensaciones, libre de contradicción en su totalidad instantánea, como que se trata de una totalidad viva y presente.

De esta totalidad sensible originaria, la atención recorta los objetos, que luego el concebir designa con ciertos nombres y los identifica para siempre: en el cielo "constelaciones", en la tierra, "playa", "mar", "peña", "matorral", "pasto". En el tiempo recortamos "días" y "noches", "veranos" e "inviernos". Decimos qué es cada parte del continuo, y todos estos "qués" abstractos son conceptos.

De la realidad tenemos noticia gracias a la visión perceptual. Pero, aunque el flujo es continuo, las porciones no adyacentes están separadas por partes que se intercalan y en algunos casos esta separación parece producir una verdadera desconexión. Puede parecer así que la segunda parte no contenga ningún elemento superviviente de la primera, puede ser diferente de ella, olvidarla, estar alejada por obstáculos físicos, etc. De esta manera, cuando usamos nuestro intelecto para cortar el flujo, dividirlo e individualizar sus miembros, tenemos que tratar, por lo menos provisionalmente, con un gran número de ellos, como si no estuvieran en relación entre sí o como si sus relaciones fueran muy remotas. Los manejamos por partes o distributivamente, y consideramos la totalidad del flujo como si fuera su suma o colección. Este procedimiento estimula la noción empirista de que las partes son distintas y que el todo es una resultante.

4. EL PLURALISMO

El racionalismo se opone a esta doctrina afirmando que el todo es lo fundamental, que las partes derivan de él, que todas pertenecen a todas, que las separaciones, que aceptamos sin críticas, son ilusorias y que todo el universo, en vez de ser una suma, es la única genuina unidad de existencia, que constituye, en las conocidas palabras de D'Alembert "un seul fait et une grande vérité".

Las alternativas de este problema se llaman monismo y pluralismo. Se trata del más fecundo de todos los dilemas filosóficos, aunque sólo en nuestro tiempo se le ha articulado distintamente. ¿Existe la realidad distributiva o colectivamente? ¿En forma de partes o zonas, o sólo en un todo? Ante la pregunta acerca de la forma del ser el pluralismo significa la forma distributiva; el monismo, la colectiva8.

Para el pluralismo existen diversas concepciones del mundo (esto es, diferentes modos de estimar el valor de la vida), incluso diversas especies de realidad; lo que confirma una sana experiencia, exenta de prejuicios. Por ello, el pluralismo ofrece tres grandes ventajas respecto del monismo:

1º. Es más "científico" en el sentido de que insiste en que cuando se predica la unidad, deben indicarse las formas unitivas que puedan ser determinadas de un modo definitivo. Estas formas corren parejas con las disyunciones que pueden determinarse en las cosas. Ambas son aspectos coordinados de la realidad. Para hacer de las conjunciones algo más vital y coordinado que las separaciones, el monismo debe abandonar la experiencia verificable y proclamar una unidad que no puede ser descrita.

2º. Se aviene mejor con la característica expresión moral y dramática de la vida.

3º. No está obligado a defender ninguna cantidad particular de pluralidad, pues triunfa sobre el monismo en cuanto se descubre innegablemente que existe la más pequeña discontinuidad. "No tanto, en todo lo que el pluralismo dice al monismo; en cambio el monismo se ve obligado a probar que lo que el pluralismo afirma que no puede ser verdadero de ninguna manera: tarea infinitamente más difícil"9.

5. EL PRAGMATISMO

Semejante doctrina halla su satisfactoria explicación en el concepto del pragmatismo, que constituye la piedra angular de la Filosofía de James.

El pragmatismo es un método para plantear y resolver los problemas de la Filosofía. Consiste en interpretar todo juicio acerca de la realidad y valor de la vida por sus consecuencias prácticas. Esto, subraya James, no es nuevo en la Filosofía. El término griego "idea" (eidos) se deriva de la palabra pragma, que quiere decir acción.

Frente a este punto de vista, los clásicos temas de la Filosofía encuentran soluciones diferentes. Lo que es la verdad, la bondad, la belleza, Dios, el Universo... depende, en última instancia, de las necesidades y propósitos humanos, de no relaciones ontológicas. "Las leyes naturales, habían sido consideradas como verdades objetivas, eternas e inmutables; Spinoza hizo de ellas la propia substancia de su Filosofía; y con todo, ¿qué eran esas verdades si no formulaciones de la experiencia, convenientes y eficaces en la práctica; no copias de un objeto, sino cálculos correctos sobre consecuencias específicas? La verdad es el "dinero en caja" de una idea. Lo verdadero... es sólo un expediente en el curso de nuestro pensamiento, así como "lo justo" es sólo un expediente en el curso de nuestra conducta. Expediente es toda manera de obrar; y expediente en toda su extensión, y en conjunto desde luego; porque lo que da buen resultado con respecto a todas las experiencias presentes no quiere decir necesariamente que haya de darlo igualmente satisfactorio en experiencias futuras... La verdad es una especie de bien, no como generalmente se supone, una categoría distinta del bien y coordinada con él.

La verdad es un proceso y "se encuentra en una idea"; verdad es verificación. En vez de preguntarse de dónde viene una idea o cuáles son sus premisas, el pragmatismo examina su resultado; el pragmatismo "no se paga de apariencias y mira adelante"; es la "actitud que consiste en dejar a un lado las cosas primeras, los principios, las categorías, los supuestos necesarios, para fijarse en las cosas últimas, resultados, consecuencias, hechos". El escolasticismo preguntaba qué es la cosa, y se extraviaba entre las "quidditates", el darwinismo se inquiría cuál es su origen, y se perdía entre nebulosas; el pragmatismo se pregunta cuáles son sus consecuencias y orienta el pensamiento hacia la acción y el porvenir.

Como claramente se advierte, el pragmatismo no renuncia a considerar los viejos problemas metafísicos; ni siquiera pasa por alto las cuestiones teológicas. Si las ideas teológicas demuestran tener valor para la vida concreta, el pragmatismo las considera buenas en tal medida. El alcance de su verdad dependerá enteramente de sus relaciones con otras verdades que también han de ser reconocidas como promotoras de la acción.

Hay más: la verdad probable es la que mejor actúa en orientarnos; lo que se adapta mejor a toda parte de la vida y se combina con la colectividad de las demandas de la experiencia, sin omitir nada. Si cumplen esto las ideas teológicas; si la noción de Dios, en particular, puede llegar a demostrarlo, ¿cómo podría el pragmatismo negar en modo alguno la existencia de Dios? No podría ver significado alguno en no tratar como "no verdadera" una noción pragmáticamente tan ventajosa. ¿Qué otro género de verdad podría existir para el pragmatismo que toda esta concordancia con la realidad concreta?10.

6. LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN EN SENTIDO PRAGMÁTICO

James obtiene, asimismo, atrevidas consecuencias en la Filosofía de la Religión. La creencia (belief) es el sentido de la realidad (sense of reality). La voluntad de creer es una necesidad humana. Toda creencia que nos satisface verdaderamente, que se cumple total o parcialmente en la experiencia, es justificada y plena de valor. La creencia en un orden supraempírico, en un ser eterno y divino, tiene evidente justificación, pues es un factor en la tarea de la moralización del mundo. Poseemos, según esta doctrina meliorista, la fuerza para dignificar el mundo, que no es nada hecho, sino algo en permanente devenir11.

Considerado así el problema, es admisible que diversas religiones sean igualmente verdaderas, pues todas y cada una de ellas puede colaborar en la moralización de la vida humana. La raíz de la religión que consiste en una reacción total o integral del individuo frente a la vida (a man's total reaction upon life), es el sentimiento.

Además: la fe es una inclinación humana sumamente activa que viene a satisfacer los más hondos anhelos del género humano. Se halla a la base de las concepciones del mundo y de la vida. Por ello, pueden justificarse todas estas visiones del mundo, mediante una "escala de la fe" cuyos postulados son:

1º No hay nada absurdo en que una cierta concepción del mundo sea verdadera; no hay en ello nada contradictorio;

2º Podría haber sido verdaderamente en ciertas condiciones;

3º Puede ser verdadera, aún ahora:

4º Es capaz de ser verdadera;

5º Debe ser verdadera;

6º Tiene que ser verdadera;

7º Será verdadera, a lo menos para mí.

Evidentemente, no hay una cadena intelectual de inferencias, como en el sorites del texto de lógica. Y, sin embargo, es una pendiente de buena voluntad sobre la que se apoya habitualmente la vida humana en lo que toca a sus problemas más importantes.

La proclamación del intelectualismo de que nuestra buena voluntad, nuestra voluntad de creer, es pura perturbación de la verdad, es en sí misma un acto de fe de la especie más arbitraria. Implica la voluntad de insistir en un universo de constitución intelectualista y las ganas de impedir el éxito de un universo pluralista, pues el éxito de éste requiere buena voluntad y fe activa, teórica y práctica, por parte de todos los interesados, para que realice.

De esta manera el intelectualismo se contradice. Una objeción suficiente es la de que si estuviera realmente aquí un universo organizado pluralísticamente, o un universo de cooperación o un universo meliorista, la prohibición intelectualista de que la buena volutnad emita su voto nos impediría admitir jamás que tal universo es verdadero.

La fe queda así como uno de los inalienables derechos naturales de nuestro espíritu. Naturalmente que debe continuar siendo una actitud práctica, no dogmática. Debe marchar tolerando otras, en busca de lo más probable y con plena conciencia de riesgos y responsabilidades.

Se la puede considerar como un factor formativo del universo, si somos parte integrante de él y codeterminantes, por nuestra conducta, de lo que puede ser un carácter total12.

7. LA LIBERTAD

El postulado del universo meliorista conduce derechamente al problema de lo nuevo en el mundo. Lo mismo jamás retorna, salvo para traer lo diferente. La continua aparición de la novedad concreta en el dominio de lo humano es un hecho habitual. La biografía es la forma concreta en que todo lo que es dado inmediatamente; el flujo perceptual es la materia auténtica de cada una de nuestras biografías y produce una perfecta efervescencia de novedad en todo momento. Nuevos hombres y nuevas mujeres, libros, accidentes, sucesos, invenciones, empresas, asoman incesantemente al mundo. Es vano resolverlas en elementos antiguos, o decir que pertenecen a especies antiguas mientras que ninguna de ellas en su plena individualidad haya estado aquí antes o volverá a estar de nuevo. En el momento en que los filósofos y los hombres de ciencia se olvidan de sus abstracciones teóricas, viven en sus biografías, como cualquier otro, que los hechos se están produciendo ahora, y que ellos mismos, al realizar "trabajos originales", contribuyen a determinar lo que ha de ser el futuro.

La noción de verdad trae consigo la idea de libertad. Pragmáticamente considerada, la libertad es un postulado de la renovación moral del mundo, pues el universo meliorista está estructurado conforme a un pluralismo de poderes independientes. Tendrá éxito justamente en proporción al número de los que trabajen para su éxito. Si nadie trabaja, fracasará. Si cada uno hace lo mejor que pueda, no fracasará. Su destino pende, pues, de un sí condicional o, mejor dicho, de una cantidad de "sis"; lo que equivale a decir, en el lenguaje técnico de la lógica, que como el mundo está aún inacabado, su carácter total sólo puede expresarse en proposiciones hipotéticas, no en proposiciones categóricas.

Como miembros individuales de un universo pluralista debemos reconocer que, aunque hagamos lo mejor, los demás factores también influirán en el resultado. Si no conspiran en nuestro favor, puede ocurrir que nuestra buena voluntad y todo nuestro trabajo se malgasten. No hay compañía de seguros que pueda salvarnos o cubrir nuestros riesgos que corremos por ser parte de semejante mundo.

Tenemos que tomar una de cuatro actitudes con respecto a las demás fuerzas que actúan en el mundo:

1º Seguir el consejo intelectualista: esperar la evidencia y, en la espera, no hacer nada; o

2º Desconfiar de las demás fuerzas y, seguro de que el universo ha de fracasar, dejar que fracase; o

3º Confiar en ellas y, sea como fuere, hacer lo mejor que podamos, a pesar del "sí" condicional; o finalmente

4º Abandonarse, pasando un día en una actitud, otro día en otra.

La cuarta no es una solución sistemática. La segunda significa fe en el fracaso. En la práctica la primera puede resultar indistinguible de la segunda. La tercera parece ser el único camino sabio.

"Si hacemos lo mejor que podemos, y las otras fuerzas hacen lo mejor que pueden, el mundo será perfeccionado"; esta proposición no expresa ningún hecho real sino tan sólo el carácter de un hecho que se considera eventualmente posible. Como se presenta, no es posible deducir de él positivamente ninguna conclusión. Una conclusión requeriría siempre otra premisa de hechos, que sólo nosotros podemos ofrecer. La proposición ogirinal por sí no tiene ningún valor pragmático aparte de poder desafiar nuestra voluntad de producir la premisa de hechos requerida. Entonces, en verdad, el mundo perfeccionado surge como una conclusión lógica13.


Notas

1. Guillermo James nació en Chocorna (1842) y murió en la misma ciudad el año de 1910. Hizo sus estudios académicos en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Harvard. Obtuvo el doctorado en medicina en 1869. Desde 1873 ejerció el magisterio, primero como profesor de Anatomía y Fisiología; después de Psicología y Filosofía. Fue honrado con títulos académicos de excepción por la Universidades de Princeton, de Harvard, de Dorham, de Oxford, de Edimburgo, de Ginebra y de Padua. Llegó a dictar conferencias en Edimburgo y Oxford. Fue socio correspondiente del Instituto de Francia, de la Real Academia de Ciencias de Prusia y de otras instituciones similares de reconocida fama.

La obra literaria de James es copiosa. Su estilo es fluido y sencillo. No se halla recargado con el lastre terminológico de la filosofía profesional. Todo ello viene a favorecer su influencia difusa en el pensamiento americano y europeo de nuestro tiempo.

Obra: Principles of Psychology (1890); Psychology. Briefer Course (1892, traducido al español bajo el nombre de Compedio de Psicología); The Will to Believe (1897); Human Immortality (1898); Philosophical Conceptions and Practical Results (1898); Talks to Teachers on Psychology and to Students on Some Life's Ideals (1899, traducido al español bajo el título de Psicología pedagógica); The Varieties of Religious Experience (1902); Pragmatism (1907); A Pluralistic Universe (1910); The Meaning of Truth (1910); Essays in Radical Empiricism (obra póstuma); Some Problems of Philosophy (obra póstuma, vertida al español bajo el título Problemas de filosofía).

2. R. B Perry, The Thought and Character of W. James, 1935.

3. Compendio de psicología, Trad. española de Santos Rubiano. Madrid, 1930.

4. A. Menard, Analyse et Critique des Principes de la Psychologie de W. James, París, 1911.

5. Psicología pedagógica. Trad. directa del inglés por Santos Rubiano, Madrid, 1924.

6. Psicología pedagógica.

7. Problemas de filosofía, Trad. y noticia preliminar de Juan Adolfo Vázquez. Editorial Yerba Buena. Buenos Aires, 1944.

8. Véase A Pluralistic Universe, 1909.

9. Problemas de la Filosofía.

10. Pragmatismo. Traducción directa del inglés, por Santos Rubiano, Madrid, 1923.

11. La Voluntad de Creer. Traducción del inglés, por Santos Rubiano, Madrid, 1922.

12. Problemas de la Filosofía.

13. Problemas de la Filosofía.

 



Fecha del documento: 26 de abril 2009
Ultima actualización: 26 de abril 2009

[Página Principal] [Sugerencias]