LA LÓGICA CONSIDERADA COMO SEMIÓTICA (L 75)
Parte II [*]


Charles S. Peirce (1902)


Reconstrucción analítica de Joseph Ransdell
Traducción castellana de Sara Barrena (2004)





Versión final-MS L75.362-363

MEMORIA 11

SOBRE LA CONCEPCIÓN LÓGICA DE LA MENTE

(Esta memoria se sitúa aquí, o quizás mejor antes de la número 9, para la perspicuidad de la exposición. El asunto que trata tendrá que transformarse algo en una etapa posterior).

Si el lógico tiene que hablar de operaciones de la mente, como es deseable que haga, aunque no es científicamente indispensable, entonces debe entender por "mente" algo bastante diferente del objeto de estudio del psicólogo; y en esta memoria se desarrolla y se hace clara esta concepción lógica de la mente.

(Mi orden de disposición de las once primeras memorias está sujeto a reconsideración. Las categorías son aplicables al análisis lógico de las matemáticas. Es incluso una cuestión si este hecho no descompone mi clasificación, aunque lo he considerado cuidadosamente y he concluido provisionalmente que no. Más aún, me parece mejor dejar que las categorías emerjan primero en las memorias matemáticas antes de considerarlas explícitamente. Ésta es una cuestión de metodéutica, que no es tan exacta en sus conclusiones como lo es la lógica crítica. Pienso que la ordenación que aquí propongo es favorable a la recepción de las categorías. Pero si tuviera que decidir posponer las memorias matemáticas hasta después de las categorías, podrían estar mejor situadas como las últimas entre las once primeras memorias. En ese caso también, e incluso en cualquier caso, estaría bien situar la memoria acerca de la concepción lógica de la mente antes que la estética y la ética. La presente ordenación se ha considerado bastante cuidadosamente; y la última transposición es la única sobre la que creo que hay mucha posibilidad de que me decida. Después de la número 12 los únicos cambios posibles son cambios de límites para igualar las longitudes de las memorias).


Del Borrador E-MS L75.162-163

Si el lógico ha de hablar de la mente y de sus operaciones, debe ser en un sentido diferente de ese en que los psicólogos modernos estudian la mente. Esta concepción de la mente, que se necesita en nuestros estudios, será desarrollada en sus cuatro grados sucesivos de claridad.


Del Borrador D-MS L 75.233-235

Es casi universalmente sostenido que la lógica es una ciencia del pensamiento (en tanto que es una ciencia en absoluto), que el pensamiento es una modificación de la consciencia, y que la consciencia es el objeto de la ciencia de la psicología. El efecto de esto, si se percibe, es hacer a la lógica lógicamente dependiente precisamente de esa misma de todas las ciencias especiales que tiene más necesidad lógica de una ciencia de la lógica. De acuerdo con esto, encontramos que algunos lógicos niegan que la lógica sea una ciencia, mientras que otros mantienen que es una mera descripción de nuestros sentimientos. Cada una de estas posturas ha tenido efectos desastrosos sobre diversas ramas de la ciencia. Se me ha ocurrido que quizás la lógica se relacione con la mente en un sentido de la palabra "mente", y que los psicólogos se pregunten sobre los fenómenos de la mente en otro sentido de "mente". Está más allá de mi competencia decir qué se proponen estudiar los psicólogos; pero me es perfectamente propio determinar por análisis con qué sentido de la mente tiene que ver la lógica. He realizado este análisis; y creo que se encontrará convincente, algo nuevo, altamente interesante y decididamente enriquecedor. Además, me prometo a mí mismo que si alguna vez esta memoria recibe la atención que merece, hará algo apreciable para ayudar al movimiento que ahora comienza de sacar a la ciencia de la piel del materialismo. Me propongo mostrar que cuando un hombre realiza el más simple acto voluntario, la naturaleza de su eficiencia sobre la materia es precisamente la misma que esa que atribuimos a la verdad cuando decimos "la Verdad, aplastada contra la tierra, se levantará otra vez", en lo que la mayoría de los científicos tienen más o menos fe. Más aún haré matemáticamente evidente que decir que, aunque la materia sólo puede actuar inmediatamente sobre materia y la mente sólo puede actuar inmediatamente sobre la mente, y que sin embargo cada una puede actuar sobre la otra sin la intervención de un tertium quid, no envuelve la auto-contradicción que parece expresar a primera vista. Al mismo tiempo, muestro que no hay nada que le corresponda propiamente decir al lógico sobre la mente, lo que no puede establecerse sobre la base de la experiencia universal, sin apelar a ninguna ciencia especial.


Versión final-MS L75.363-364

MEMORIA 12

SOBRE LA DEFINICIÓN DE LÓGICA

La lógica será definida aquí como semiótica formal. Se dará una definición de signo que no se refiere al pensamiento humano más de lo que lo hace la definición de una línea como el lugar que ocupa una partícula, parte a parte, durante un lapso de tiempo. A saber, un signo es algo, A, que pone a algo, B, su signo interpretante determinado o creado por él, en la misma clase de correspondencia con algo, C, su objeto, en la que él mismo está con C. A partir de esta definición, junto con una definición de "formal", deduzco matemáticamente los principios de la lógica. También hago una revisión histórica de todas las definiciones y concepciones de la lógica y muestro no meramente que mi definición no es novedosa, sino que mi concepción no-psicológica de la lógica ha sido sostenida virtualmente de forma bastante general, aunque no ha sido generalmente reconocida.


Del Borrador D-MS L75.235-237

Defino la lógica de forma muy amplia como el estudio de las leyes formales de los signos, o semiótica formal. Defino un signo como algo A, que pone a algo, B, su interpretante, en la misma clase de correspondencia con algo, C, su objeto, en la que está él mismo respecto a C. En esta definición no hago más referencia a algo como la mente humana de la que hago cuando defino una línea como el lugar en el que reside una partícula durante un lapso de tiempo. Al mismo tiempo, un signo, por virtud de su definición, tiene alguna clase de significado. Esto está implicado en la correspondencia. Ahora bien, el significado es mente en sentido lógico. Pero muchos objetarán que los únicos signos que podemos estudiar son signos interpretados en el pensamiento humano. Respondo que por definición los pensamientos son en sí mismos signos, y que si resultara ser un hecho que todos los otros signos son finalmente interpretados en signos-pensamiento, entonces ese hecho es irrelevante a la lógica. La prueba de que es irrelevante es que todos los principios de la lógica pueden deducirse de mi definición sin tomar en ninguna consideración el hecho alegado, mucho más claramente que si se hiciera algún intento de introducir este alegato como premisa. Por tanto, a menos que este alegato sea considerado él mismo como una verdad de la lógica, lo que no es ya que no es de naturaleza formal, es perfectamente irrelevante para la lógica. También defino muy cuidadosamente lo que entiendo por ley "formal". No digo nada en la definición acerca de los principios normativos, porque no todos los principios de la lógica son normativos. En efecto, es sólo la conexión de la lógica con la estética a través de la ética lo único que le hace ser una ciencia normativa.

Es difícil escapar al argumento anterior, pero no es convincente. Para hacerlo así, estoy obligado a revisar cerca de cincuenta intentos de definir la lógica y a mostrar que su consideración sólo vuelve a conducir a ésta.

Del Borrador C-MS L75.143-147

No podemos emplear de forma segura en lógica ninguna clase de razonamiento que esté sujeto a dudas que requieran para su desaparición una ciencia de la lógica. Estamos restringidos por tanto al razonamiento matemático. Ahora bien, el razonamiento matemático requiere una noción digramática o constructiva pura de la cosa sobre la que se razona. Pero los lógicos ordinarios hablan de actos de la mente, conceptos, juicios, actos de concluir, que son ideas mezcladas en las que entran toda clase de elementos de una manera que impide cualquier razonamiento matemático estricto sobre ellos. Todas estas ideas de la mente son, sin embargo, representaciones o signos. Debemos empezar obteniendo nociones diagramáticas de los signos a partir de las cuales arrancamos, en primer lugar, toda referencia a la mente; y después de que hemos hecho esas ideas tan distintas como nuestra noción de número primo o de línea ovalada, podemos entonces considerar, si fuera necesario, cuáles son las características peculiares de un signo mental, y de hecho podemos dar una definición matemática de una mente en el mismo sentido en el que podemos dar una definición matemática de una línea recta. No podemos por ninguna definición meramente matemática construir la idea peculiar de rectitud, puesto que no es nada sino un sentimiento. Sólo podemos definir una línea recta como una de una familia continua de líneas que tienen ciertas relaciones unas con otras. Pero podría haber tal familia compuesta de líneas de las que ninguna nos pareciera recta a nosotros. De manera parecida, puedo definir el carácter formal de la mente de un modo perfectamente adecuado a todos los propósitos de la lógica. Pero no hay nada que obligue al objeto de tal definición formal a tener el peculiar sentimiento de consciencia. Ese peculiar sentimiento no tiene nada que ver con la logicidad del razonamiento, sin embargo; y es mucho mejor dejarlo fuera de consideración.

En este escrito, entonces, analizaré de forma precisa y definiré las varias clases de signos y sus características. Por supuesto no puedo trazar el desarrollo aquí. Pero puedo decir que comienzo dividiendo todos los signos en iconos, índices y símbolos. Un icono es un signo que es tal por virtud de un carácter que podría igualmente poseer si el objeto que representa no tuviera ser (aunque por supuesto no podría ser entonces un signo) y que podría igualmente poseer si nunca fuera interpretado en otro signo. De este modo una marca de tiza en una pizarra podría servir como icono de una línea geométrica. Esto es porque es larga y fina. Pero sería igualmente larga y fina incluso si la línea geométrica no tuviera ningún tipo de ser. Un icono es por tanto un signo en virtud de su propia cualidad y es un signo de cualquier otra cosa que participe de esa cualidad. Un índice, por otra parte, es un signo que es tal porque está en reacción o relación real con su objeto, y sería así, igualmente, aunque nunca fuera interpretado como un signo. De modo que una veleta es un signo de la dirección del viento. Un símbolo es un signo que es tal, no por la mera virtud de una cualidad que coincida con la de su objeto, no en virtud de ninguna conexión mecánica con su objeto, sino simplemente porque es interpretado como un signo en otro signo. Tenemos un ejemplo algo imperfecto en la manecilla de un despertador que está dispuesto para hacer que suene la campana cuando de acuerdo con el reloj sea una hora dada. Esta manecilla es un signo de que el reloj ha llegado a la hora, no porque siga a la manecilla grande, o porque sea a esa hora paralela a la manecilla grande (que puede ser el caso o no), sino porque la campana sonará cuando el reloj haya llegado a la hora que la manecilla pequeña indica. La campana es el signo que interpreta. Así cuando una persona lee un libro en voz alta, lo impreso es un signo simplemente en virtud del hecho de que la voz lo interpretará así; o si el libro se lee en silencio, la sucesión de imágenes en la mente lo interpretará así. Puede objetarse que ninguna clase de signo opera como signo a menos que sea interpretado. Esto es bastante verdadero; pero en los casos del icono y del índice es posible dejar esas circunstancias fuera de consideración, como de hecho hacemos normalmente, y así y todo tener una idea perfectamente correcta de la relación del signo con su objeto. Pero en el caso del símbolo, si se deja fuera de consideración el hecho de su ser interpretado, la peculiar relación con su objeto será dejada fuera de consideración. Una marca de tiza es como una línea aunque nadie la use como signo; una veleta gira con el viento, se dé cuenta alguien o no. Pero la palabra “hombre” no tiene relación particular con los hombres a menos que se reconozca que está así relacionada. Eso es no sólo lo que constituye el signo, sino lo que le da su peculiar relación con el objeto que le hace significante de ese objeto particular.


Versión final-MS L75.364-365

MEMORIA 13

SOBRE LA DIVISIÓN DE LA LÓGICA

Por una aplicación de lo categórico, muestro que la primera división de la lógica debería ser en estequiología, crítica y metodéutica. Hay una división que se entrecruza en las doctrinas de los términos, proposiciones y argumentos, con cuyas tres clases de signos, sin embargo, la estequiología, la crítica y la metodéutica están muy diferentemente relacionadas. Se consideran las diferentes divisiones históricas de la lógica.


Del Borrador E-MS L75.164-165

La lógica se divide primeramente en estequiología, crítica y metodéutica, que se definen en términos de las categorías. La lógica se relaciona con los términos, proposiciones y argumentos. La estequiología trata de cada variedad. La crítica no tiene relación directa sobre los términos, sobre las proposiciones explicativas o analíticas, ni sobre el razonamiento necesario como tal. Trata sin embargo de los términos sin significado y absurdos, de las definiciones irrelevantes, o de las demostraciones falaces y las deducciones probables. La metodéutica no tiene relación directa sobre términos o proposiciones ni sobre ninguna clase de razonamiento excepto ese que comienza hipótesis. Después de que la lógica crítica ha declarado que una hipótesis es justificable (siendo una hipótesis verificable que explica el hecho sorprendente), queda someter la hipótesis a la metodéutica para determinar si debería ser la primera a ser considerada entre las hipótesis justificables. No se requiere tal investigación suplementaria en el caso de una conclusión deductiva o inductiva. Indirectamente, sin embargo, la metodéutica trata de todas las clases de signos.

Se examina la historia de las divisiones de la lógica; y se muestra que mi división ha sido virtualmente aprobada de forma bastante general, excepto en tanto que ha sido desarreglada por otras divisiones que yo hago.


Del Borrador D-MS L75.237-244

En virtud de las categorías, una cosa cualquiera puede ser considerada bajo tres aspectos; primero, en su sabor peculiar; segundo, como reaccionando con un objeto; y tercero como representada. El peculiar sabor que pertenece a un signo, como tal, es sabor atribuido o significado. El objeto con el que un signo como tal reacciona es el objeto al que corresponde, o denota. El representamen que pertenece a un signo como tal es su interpretante. Consecuentemente, la semiótica formal se divide en tres ramas, el estudio de esas leyes a las que un signo debe conformarse para significar lo que tiene que significar, el estudio de esas leyes a las que un signo debe conformarse para corresponder realmente al objeto al que tiene la finalidad de conformarse, esto es, para ser verdadero, y esas leyes a las que un signo debe conformarse para determinar el interpretante al que tiene la finalidad de apelar, esto es, para promover conocimiento. Estas tres ramas han sido llamadas estequiología, crítica y metodéutica. Considero esta división como primaria, porque depende de un principio que es aplicable a cualquier cosa.

Las categorías muestran que los signos son en sí mismos de tres clases. Pues un signo puede tener como su signo-sabor, o característica significante, meramente el sabor, o cualidad, que le pertenece justo como algo tiene un sabor o una cualidad; y en ese caso estará por cualquier cosa para la que su cosa-sabor le ajuste a estar. Tal es un icono, o imagen, que representa a un objeto en tanto que se parece a ese objeto. O, en segundo lugar, un signo puede tener como su característica significante el hecho de que esté en relación real con su objeto. Entonces servirá como signo de ese objeto a cualquier interpretante que lo represente como reaccionando así con ese objeto. Eso es un índice, o, finalmente, un signo puede tener como su característica significante su ser representado como siendo un signo. Esto es un símbolo. Todos los signos meramente convencionales son símbolos; y lo son también todos los signos que llegan a ser tales porque naturalmente son tomados como tales, como las ideas. La lógica podría quizás restringirse propiamente a símbolos. No he prestado quizás la suficiente atención a las leyes formales de los índices y de los iconos para ver si su estudio debería estar separado del de los símbolos. Mi opinión no muy decidida es que todos deberían estudiarse juntos.

Pero las categorías muestran otra división de los signos, especialmente de los símbolos. Pues un signo puede ser tal que denote cualquier objeto que sea adecuado para denotar y apelar a cualquier interpretante que sea adecuado para interpretar. Eso es un nombre. Todo icono puro tiene necesariamente esta descripción. En segundo lugar, un signo puede indicar separadamente al objeto que tiene la finalidad de denotar, pero puede apelar a cualquier interpretante que pueda interpretarlo. Eso es una proposición. En tercer lugar un signo puede significar claramente qué signo interpretante tiene la finalidad de determinar. Si hace eso, debe también indicar qué objeto tiene la finalidad de denotar; porque, si significa separadamente qué interpretante ha de ser determinado, cualquiera que sea el objeto del signo es por eso indicado separadamente como el objeto del interpretante. Un signo tal que significa claramente qué interpretante tiene la finalidad de determinar es un argumento, cuya conclusión es el interpretante pretendido. Sólo los símbolos pueden ser argumentos, lo que explica la poca importancia de los iconos e índices en la lógica. De este modo tenemos una división de los signos en términos, proposiciones y argumentos; y consecuentemente hay una división entrecruzada de la lógica en la doctrina de los términos, la doctrina de las proposiciones y la doctrina de los argumentos.

Haciendo de la división anterior la primaria, la estequiología tendrá que ver directamente con los términos, proposiciones y argumentos. La crítica, sin embargo, cuya tarea es considerar si los signos se relacionan realmente con sus objetos, esto es, si son verdaderos, no puede ocuparse directamente de los términos, ya que un término simplemente denota cualquier objeto para el que sea adecuado. La metodéutica, por una razón similar, no puede tener interés directo y primario en nada salvo en los argumentos, a pesar del importante papel que la definición y la división han jugado siempre en esta rama de la lógica. Más aún, la crítica no puede tratar directamente con todas las clases de proposiciones, ya que no puede haber cuestión en cuanto a la verdad de una definición. Tampoco puede tratar directamente con todas las clases de argumentos. Pues no puede haber ninguna teoría general que pruebe la validez general del razonamiento necesario. Pues tal razonamiento hace a su conclusión evidente; y en tanto que es evidente, [no] hay duda de que puede ser eliminada. Sé que esto será discutido; pero mostraré en otra memoria que las objeciones se deben a confusión del pensamiento. De manera similar, el interés directo de la metodéutica está aún más estrechamente restringido a una única clase de argumentos. Pero se mostrará que, a pesar de estas consideraciones, la relación indirecta de la crítica y la metodéutica con esos signos que no les interesan directamente es importante.

Procederé entonces al examen crítico de los diferentes modos de dividir la lógica, y mostraré que las divisiones anteriores han sido reconocidas generalmente, y que otras no son propiamente divisiones de la lógica misma, o son meras subdivisiones de poca importancia.


Versión final-MS L75.465.366

MEMORIA 14

SOBRE LOS MÉTODOS PARA DESCUBRIR Y ESTABLECER LAS VERDADES DE LA LÓGICA

Mostraré aquí que hoy día se usan no menos de trece métodos para establecer la verdad lógica, y la mayoría sin ningún principio de elección y de una manera deplorablemente acrítica.

Mostraré que la mayoría de estos métodos son bastante inadmisibles, y que de los restantes todos menos uno deberían restringirse a una división de la lógica. El método universalmente válido es el de la demostración matemática; y ese es el único que es comúnmente evitado por los lógicos como falaz. Mostraré de la manera más clara que esta noción se debe a una confusión de pensamiento, que me propondré rastrear a través de todas sus metamorfosis. Espero dar a esto su golpe de gracia.

Los métodos para descubrir la verdad lógica pueden naturalmente no ser numerosos cuando el descubrimiento está bastante cercano a una paralización. Explico mi propio método.


Del Borrador D-MS L75.245-247

No necesita decirse que una ciencia cuyos métodos están todos en desorden está en un pobre estado. Mostraré que en el presente hay actualmente en uso seis más siete, es decir, trece métodos en uso para establecer la verdad lógica, sin contar el método de autoridad, que está realmente operativo, aunque de forma no confesada. Aunque hay algunos lógicos que son más o menos escrupulosos en su elección de los métodos, la mayoría de ellos recurren indiferentemente a cualquiera de los doce, siendo el único que evitan escrupulosamente el único generalmente válido. Pues probaré concluyentemente que la mayoría de los métodos son absolutamente inútiles, y que de los otros sólo uno es propiamente aplicable a todas las partes de la lógica. Ese método consiste en proceder a partir de los hechos universalmente observados, formulados abstractamente, y deducir sus consecuencias por razonamiento matemático. Tenemos aquí ciertas objeciones que son importantes para casi todos los lógicos, pero que intentaré mostrar que se deben meramente a una floja comprensión de las concepciones de la lógica. La primera de estas objeciones, que reside detrás de todas ellas, es que, al ser la lógica la ciencia que establece la validez del razonamiento, es una petición de principio emplear el razonamiento para establecer los principios de la lógica. A esto respondo que en tanto que toda duda se elimina con un método, no puede pedirse nada mejor. Pero debido al confuso estado de la mente de los lógicos, hacen diversos intentos para responder a esto, tales que esa duda no se elimina si cuestionamos la validez del razonamiento. La réplica es suficientemente obvia. Por supuesto, se sigue que la matemática pura no tiene necesidad de ninguna ciencia de la lógica para determinar si un razonamiento es bueno o no; y mediante una revisión de las diferentes disputas que han surgido entre los matemáticos, muestro que ese es el caso; y contrasto esto con un número de casos en la historia de otras ciencias, donde tristemente se necesitaban doctrinas lógicas.

En relación a los métodos de descubrimiento de la verdad lógica, hay pocos lógicos que muestren algún vestigio de un método definido excepto ese de leer lo que otros han escrito. Hay, sin embargo, unos pocos métodos que se han empleado, que considero. Muestro que los más exitosos de ellos consisten realmente en una aplicación inconsciente y mal definida de un método que describo.


Del Borrador A-MS L75.33-35

Los diferentes lógicos emplean no menos de trece formas diferentes para determinar qué razonamiento es bueno y cuál es malo. Yo sólo empleo generalmente uno de esos trece métodos, aunque hay uno o dos de los otros que empleo hasta un punto muy limitado como confirmatorio sólo para establecer algunos pequeños detalles. Considero la gran masa de los doce métodos como completamente no científicos e inútiles para la lógica científica, aunque hay ciertas partes no científicas e inexactas de la lógica, en las que el razonamiento se regula principalmente por el instinto lógico, donde no hay particular objeción para su uso. En particular sostengo que el método ordinario subjetivo de los lógicos alemanes —que basa la lógica en el sentimiento de logicidad hasta tal punto que el razonamiento bueno se define como un razonamiento tal como el que aprobamos deliberadamente como satisfaciendo ese sentimiento— es simplemente desastroso para la ciencia, que es mucho peor que dejar toda la cuestión a la decisión directa del instinto, y que es responsable de graves errores de procedimiento en la ciencia psíquica alemana, como por ejemplo en la lingüística, en la crítica histórica de documentos, etc.

Me propongo mostrar que todo razonamiento afirma proceder de acuerdo con un método que está calculado para llevar a la verdad, y que un buen razonamiento es un razonamiento que de hecho satisface su afirmación a ese respecto.


Del Borrador B-MS L75.10-18

Daré alguna idea preliminar del estado presente de la investigación lógica. Se mostrará que hay ahora en uso trece modos distintos de determinar si un razonamiento es bueno o malo, según mi conocimiento. Se mostrará que la mayoría de estos son inútiles. Unos pocos pueden emplearse escasamente en casos especiales a los que se adaptan. Pero sólo un método es generalmente válido. A saber, debe mostrarse que cualquiera que sea la constitución del universo, el método de razonamiento adoptado, si conduce a alguna conclusión, y si hay alguna cosa tal que alcanzar como la Verdad, debe alcanzar a la larga una conclusión verdadera. La doctrina a la que esto se opone de forma prominente es a la de que la única forma de juzgar la validez de un razonamiento es por medio de nuestro sentimiento instintivo de racionalidad. Mi posición contra esta lógica subjetiva es ésta. El instinto de racionalidad no es un simple sentimiento. Es una facultad que produce distintos juicios; y el asunto de cualquier juicio tal es que un método de razonamiento dado es bueno o malo, esto es, responderá o no responderá a su propósito tan cierta y completamente como cualquiera que pueda encontrarse. El juicio instintivo de racionalidad, por tanto, hace su declaración relativa al propósito del que razona. Por esa razón es necesario considerar separadamente los razonamientos teóricos, los razonamientos de la ciencia pura y los razonamientos prácticos, los razonamientos de una persona sobre los asuntos de la vida. Los últimos proponen actuar rápidamente según su conclusión; de modo que la cuestión pueda establecerse con algún grado de prontitud. La ciencia, por otra parte, puede estar un siglo, o cinco siglos, ocupada en una investigación. En efecto, no hay un periodo definido dentro del cual la ciencia deba alcanzar su conclusión final. Por tanto, si es bastante evidente que un método de razonamiento es tal que debe alcanzar la verdad en el largo curso de probabilidades, mientras que puede no ser tan buen método como otros donde la aproximación sea más rápida, sin embargo no puede declararse absolutamente malo para propósitos científicos. La voz del instinto mismo, cuando es interrogado atentamente, asiente a esto. Pues si consideramos dos métodos de razonamiento que el sentido instintivo de racionalidad afirme en primer lugar que están a la par, y si mostramos, como podemos, que uno de estos conducirá evidentemente a la verdad a largo plazo, si conduce a alguna conclusión y hay alguna verdad, mientras que en cuanto al otro es evidente que no hay tal necesidad, el instinto cambiará de idea y preferirá el método que el criterio objetivo prefiere. En efecto, el instinto confiesa su propia inadecuación para decidir sobre razonamientos que pueden continuarse durante muchos años. Pero en el caso de los razonamientos prácticos de una persona el caso es diferente. Para un individuo cuyo alcance es finito, no hay realmente entonces algo tal como un "largo curso" de probabilidades. La teoría objetiva no es estrictamente aplicable. Además, el instinto aquí está dentro de su dominio propio, y el instinto, dentro de su dominio propio, es mucho más agudo y seguro que cualquier teoría humana. Los razonamientos prácticos, por lo tanto, no deberían guiarse por la lógica científica, sino por el instinto; y la única lógica que les es aplicable consiste en generalizaciones no sistemáticas del instinto. Pero en la proporción en que la persona practica una ética verdadera y está animada por el propósito detrás de la Naturaleza en general, en esa proporción será posible que sus razonamientos lleguen a ser científicamente lógicos.

Un par de objeciones estrechamente conectadas, sin embargo, son aducidas frecuentemente contra el criterio objetivo en lógica; y estas son tan obvias y especiosas que pienso que debería, incluso en esta breve explicación, dar alguna idea de cómo respondería a ellas. A saber, el subjetivista dice: "tú propones determinar si el razonamiento es bueno o malo, ¿cómo? Bueno, por razonamiento. Pero, ¿cómo vas a saber que ese razonamiento es bueno a menos que confíes en el instinto? Además, el razonamiento procede a partir de las premisas; ahora bien, ¿en qué fundamentas esas premisas, si no confías en el instinto? Si dices, en la experiencia, la respuesta es que una premisa es una proposición, mientras que las experiencias son percepciones, no proposiciones. ¿Cómo sabes que tu primera proposición es verdadera para la percepción? Tampoco pueden todas tus premisas por hechos perceptuales. Debes seguir algún principio general, y eso sólo puede aceptarse si confías en el instinto". Pero esas objeciones envuelven tres errores. En primer lugar, insisten virtualmente en que si creo una sola afirmación hecha por un testigo, estoy obligado a creer todo lo que dice. En segundo lugar, pasan por alto el hecho de que es inútil e ineficaz para una corte condenar a una parte que esté más allá del alcance de su brazo. En tercer lugar, aprueban el procedimiento de un hombre que, porque no puede comprobar sus gastos de forma exacta hasta el centavo, piensa que no merece la pena en absoluto llevar cuenta alguna. Todos estos errores pertenecen a la clase de las exageraciones. La exageración es el pecado dominante del filósofo.

Consideren un caso en que el instinto de la racionalidad declare con absoluta firmeza que una proposición sigue a otra. En tal caso al hombre le parece perfectamente evidente que la consecuencia se sostiene. Pues, ¿qué es el instinto de la racionalidad? Es la disposición del alma de un hombre o constitución que hace que sostenga que ciertas cosas son razonables. Si el dictamen del instinto es tan absoluto, el hombre está forzado a creerlo, y no puede dudarlo. No es un caso de confiar en el instinto. No necesita saber que tiene tal instinto. Si alguien pregunta por qué crees esto puede propiamente responder, "por la misma razón que cuando miro una cosa roja, creo que se ve roja; lo veo, y no puedo dudarlo. No dudándolo, o habiéndolo dudado alguna vez, realmente no tengo razón para aceptarlo. No puedo evitar aceptarlo; y culparme a mí mismo por hacerlo no me permitiría dudarlo. Por tanto, no sirve de nada preocuparse". El hombre puede, bastante consistentemente, sostener que el instinto es más traicionero y engañoso. Pero aún así, eso que el instinto le requiere absolutamente que crea, debe creerlo y lo creerá con todo su corazón.

El lógico objetivista critica sus creencias en tanto que puede ejercer algún control sobre ellas. Las critica por razonamiento; y critica ese razonamiento en tanto que puede ejercer algún control sobre él. De ese modo podría concebiblemente volver sobre sus razonamientos una y otra vez de forma interminable. Pero, de hecho, pronto llega a algo que parece tan perfectamente evidente que no puede dudarlo. Ahí está obligado a parar. Quizás el siguiente día encuentre una manera de dudarlo; pero finalmente llega a algo donde parece ver de forma evidente que ninguna revisión de su opinión podría alguna vez hacerle dudar.

Cuando una consecuencia es matemáticamente evidente, no tiene sentido hablar de aplicarle algún criterio, tampoco de reforzarla (como si alguna vez pudiera haber una parte más grande que el Todo) o debilitarla (como si algo pudiera debilitar lo evidente). Ésta es la postura racional. Si se decide tomar un punto de vista exterior, el hombre está absolutamente forzado a creer la consecuencia que parece evidente. No tendría sentido decir que la fuerza de convicción podría incrementarse; igualmente no tendría sentido decir que si está incondicionalmente forzado a creerla, la fuerza puede disminuirse. ¿Cómo podrían tal incremento o disminución manifestarse a sí mismos?

En cuanto a las premisas, es evidente que la operación de formar juicios perceptivos a partir de percepciones está más allá de nuestro control, y por tanto más allá de crítica. También lo están ciertas generalizaciones a partir de la experiencia ordinaria. Como sugiere Jesús en la Biblia "aquel que entre vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra", así diría, dejemos que aquel que realmente tenga la primera duda acerca de las verdades generales de la experiencia comience el ataque a la lógica objetiva.


Versión final-MS L75.366

MEMORIA 15

SOBRE LA NATURALEZA DE LA ESTECHIOLOGÍA

Ésta contendrá especialmente una discusión de Erkenntnisslehre, qué debe ser, si es una doctrina preparatoria indispensable para la lógica crítica.


Del Borrador D-MS L75.247.248

Al concebir la estequiología, no como ha sido definida anteriormente, sino como cualquier doctrina que sea requisito como preparación para la lógica crítica, nos encontramos con el hecho de que algunos de los mejores lógicos alemanes mantienen que debería ser lo que se conoce como una teoría de la cognición, o Erkenntnisslehre. Se supone que esta doctrina se construye, en parte, sobre las verdades descubiertas por los psicólogos, tales como la asociación de ideas. En esta memoria muestro mediante análisis cuidadoso que las verdades psicológicas no son relevantes para la teoría de la cognición, sino que, por el contrario, el establecimiento de esas verdades depende de puntos especiales de la doctrina de la lógica. Me propongo mostrar que se llega a una teoría de la cognición cuando es despejada de todo lo irrelevante e inadmisible, y que entonces llega a ser una especie de gramática especulativa. Examino entonces la gramática universal tal y como se concibe generalmente, y muestro que la mayoría de sus proposiciones son meramente asuntos de ciertas lenguas especiales, algunas de las lenguas indoeuropeas, con tales otras que sucede que se les parecen. Muestro entonces que hay un modo, y sólo un modo, de alcanzar una especie de gramática especulativa, y que éste es simplemente la estequiología tal y como yo la he definido.


Versión final-MS L75.366

MEMORIA 16

UN ESBOZO GENERAL DE LA ESTEQUIOLOGÍA

Versión final-MS L 75.366

MEMORIA 17

SOBRE LOS TÉRMINOS

Esta memoria estará basada en mi escrito de noviembre de 1897.

La práctica ha mostrado que ese escrito necesita ampliarse en diversas direcciones. Además han de tenerse en cuenta importantes clases de términos apenas mencionados allí. La parte histórica, también, necesita una gran ampliación. Mi concepción misma de lo que es un término ha mejorado mucho por estudios posteriores a ese escrito, y del todo originales. El estudio de lenguas "aglutinantes" ha sido una ayuda para mí.


Del Borrador D-MS L75.249

[Esta memoria desarrollará] la doctrina de la profundidad y amplitud lógica en una elaboración mucho más completa de mi escrito de noviembre de 1867, y tomando en consideración toda clase de términos.


Versión final-MS L75.367

MEMORIA 18

SOBRE LAS PROPOSICIONES

La cuestión de la naturaleza del juicio es hoy debatida más activamente que ninguna otra. Es aquí donde los lógicos alemanes son más merecedores de atención; y me propongo tomar la ocasión de dar aquí una explicación de la lógica alemana moderna. Aunque esto parece más un asunto para un libro que para un solo escrito, sin embargo pienso que extendiendo esta memoria puedo meter en ella todo lo que es necesario decir sobre estos tratados, que pertenecen a cerca de una docena de escuelas distintas.

Mostraré entonces cómo mi propia teoría se sigue de la atención a las tres categorías; y pasaré a un elaborado análisis, clasificación, simbolización y doctrina de las relaciones de las proposiciones. Ésta será probablemente la más larga de todas las memorias, y equilibrará a la número 16, que será corta. Creo que trataré a la número 16 como un suplemento de la 15 y dividiré la 21 en dos partes a ser presentadas separadamente.

Del Borrador D-MS L75.249-250

Ninguna cuestión de lógica ha recibido en los últimos años más atención que la de la naturaleza del juicio. Aquí me propongo mostrar que mi método satisface todas las condiciones. La doctrina es que la proposición, esto es, el significado de la materia de un juicio, es un signo (considerado como idéntico a una interpretación completa de él) que designa separadamente a su objeto. De este modo un retrato con el nombre de la persona retratada debajo de él expresa una proposición. Esta proposición no necesita ser afirmada. La afirmación es un acto separado por el que una persona se hace a sí misma responsable de la verdad de la proposición. La interrogación, orden, etc., envuelven igualmente actos definidos. Surge entonces la cuestión de si una proposición no envuelve un elemento peculiar e indefinible. Muestro que sí lo hace. Pero aunque este elemento sea indefinible, es fácilmente identificado con mi segunda categoría, y la manera precisa en que la reacción entra en él es también clara.

Examino entonces las discusiones principales de la naturaleza del juicio, y muestro exactamente dónde aciertan y dónde se equivocan.

Doy además una clasificación de proposiciones.


Del Borrador A-MS L 75.43-45

Es necesario distinguir entre una proposición y su afirmación. Confundir estas dos cosas es como confundir el escribir el propio nombre ociosamente en un pedazo de papel, quizá para practicar la quirografía, con el añadir la propia firma a una acción legal obligatoria. Una proposición puede ser dicha sin ser afirmada. Puedo decírmela a mí mismo y preguntarme si la aceptaré o la rechazaré, sin estar satisfecho con la idea de hacer alguna de las dos. En ese caso, dudo la proposición. Puedo decirles la proposición a ustedes y esforzarme por estimularles para que me aconsejen si aceptarla o rechazarla, en cuyo caso la pongo interrogativamente. Puedo decírmela a mí mismo y estar deliberadamente satisfecho en basar mi acción en ella cuando surja la ocasión, en cuyo caso la juzgo. Puedo decírsela a ustedes y asumir la responsabilidad por ello, en cuyo caso la afirmo. Puedo imponer sobre ustedes la responsabilidad de su estar de acuerdo con la verdad, en cuyo caso la ordeno. Todos estos son modos en los que puede decirse la misma proposición. La palabra alemana Urtheil confunde la proposición en sí misma con el acto psicológico de asentir a ella. Esta confusión es una parte del rechazo general del idealismo, que todavía afecta considerablemente a casi todo el pensamiento alemán, reconocer que una cosa es ser y otra muy distinta ser representado.


Del Borrador D-MS L75.323-324

Una afirmación es un acto que representa que un icono representa al objeto de un índice. De este modo en la afirmación, "María es pelirroja", "pelirroja" no es un icono en sí mismo, es verdad, sino un símbolo. Pero su interpretante es un icono, una especie de fotografía compuesta de todas las personas pelirrojas que uno ha visto. "María", de la misma manera, se interpreta por una especie de memoria compuesta de todas las ocasiones en que he fijado mi atención sobre esa chica. El ponerlas juntas hace otro índice que tiene una fuerza que tiende a hacer al icono un índice de María. Este acto de fuerza pertenece a la segunda categoría, y como tal, tiene un grado de intensidad. No es que ese grado en sí mismo pertenezca a la segunda categoría: por el contrario, pertenece a la tercera. El grado no es una reacción, o esfuerzo, sino un pensamiento. Pero el grado se añade a cada reacción. Consecuentemente cada afirmación tiene un grado de energía.


Versión final-MS L75.368-372

MEMORIA 19

SOBRE LOS ARGUMENTOS

Examino primero la naturaleza esencial de un argumento, mostrando que es un signo que significa separadamente a su interpretante. Será examinado bajo todos los aspectos.

Iré luego a la importante cuestión de la clasificación de los argumentos. Mi escrito de abril de 1867 sobre esta materia divide los argumentos en deducciones, inducciones, abducciones (mi nombre actual, que será defendido) y argumentos mixtos. Considero que ésta es la clave de la lógica. En el mes siguiente, mayo de 1867, definí correctamente las tres clases de argumentos simples en términos de las categorías. Pero en mi artículo sobre la inferencia probable en los Studies in Logic de la John Hopkins, debido al peso excesivo que di en ese momento a las consideraciones formales, caí en el error de añadir un nombre, el sinónimo que usaba entonces para la abducción, a una inferencia probable que describí correctamente, olvidando que de acuerdo con mi propia explicación anterior y correcta de ella, la abducción no se cuenta entre las inferencias probables. Es singular que hiciera eso, cuando en el mismo artículo menciono la existencia del modo de inferencia que es verdadera abducción. De este modo, el único error que el artículo contiene es la designación como abducción de un modo de inducción algo parecida a la abducción, que puede propiamente ser llamada “inducción abductiva”. Fue este parecido lo que me engañó, y posteriormente me condujo a otro error contrario a mi propia afirmación previa correcta, a saber, confundir la abducción y la inducción abductiva. En reflexiones posteriores sobre la razón de la abducción llegué a ver que esta razón no era la que yo había dado en mi artículo de John Hopkins sobre la inducción; y en una explicación que publiqué en The Monist, llegué a dar la razón correcta de la abducción como aplicándose a la inducción abductiva y así, de hecho, a toda inducción. Todas las dificultades de las que me ocupé están ahora completamente eliminadas al reconocer que la inducción abductiva es una cosa bastante diferente de la abducción. Es una ilustración muy instructiva tanto de los peligros como de la fuerza de mi método heurético. Errores similares pueden permanecer en mi sistema. Estaré muy agradecido a cualquier que pueda detectarlos. Pero si sus errores se limitan a esa clase, la estructura general de la doctrina es verdadera. Vi en primer lugar que debe haber tres clases de argumentos respectivamente relacionados con las tres categorías; y los describí correctamente. Posteriormente, estudiando una de estas clases, encontré que además de la forma típica, había otra, que se distingue de la forma típica por hacer relación a esa categoría que distingue a la abducción. La identifiqué precipitadamente con la abducción, no teniendo la suficiente claridad de cabeza para ver que, aunque se relaciona con esa categoría, no se relaciona con ella en la forma precisa en que una de las divisiones primarias de los argumentos debería relacionarse, de acuerdo con la teoría de las categorías. Ésta es la forma de error a la que mi método de descubrimiento es peculiarmente propenso. Uno ve que una forma tiene una relación a una cierta categoría, y es incapaz por ahora de obtener suficiente claridad de pensamiento para hacer bastante seguro que la relación sea de la naturaleza precisa requerida. Si sólo un punto fuera oscuro, se clarificaría pronto; pero la dificultad es primero que uno está navegando en una densa niebla, a través de un mar desconocido, sin una sola señal. Sólo puedo decir que si otros, después de mí, pueden encontrar alguna forma de hacer descubrimientos de lógica tan importantes como yo he hecho cayendo en menos errores, nadie estará más sumamente encantado que yo. Mi gratitud al hombre que me muestre dónde me equivoco en lógica no tendrá límites. Hasta ahora he tenido que averiguarlo por mí mismo tan bien como he podido. Mientras tanto, obsérvese que la clase de error que he estado considerando no puede nunca equivaler a algo peor que a una clasificación imperfecta. Todo lo que he afirmado sobre la inferencia probable en el artículo de John Hopkins y en el artículo de The Monist era perfectamente verdadero.

En este escrito, además de mejoras muy importantes en la subdivisión de las tres clases de argumentos simples, con varios tipos hasta ahora desconocidos, y mucha más claridad de exposición, tendré muchas cosas nuevas que decir sobre los argumentos mixtos, que presentan muchos puntos de importancia y de interés que nunca han sido señalados. Daré una nueva clasificación de ellos basada, no en la naturaleza de sus elementos, sino en sus modos de combinación. Además de exponer mi propia doctrina de la estequiología del argumento, examinaré lo más importante de las que se oponen a ella.


Del Borrador D-MS L75.250-252

La mayoría de los lógicos alemanes que están libres de las influencias tradicionales han considerado el juicio como el elemento lógico, porque encuentran en él algo sui generis. No encuentran nada de ese tipo en el argumento. Muestro cuánta verdad hay en eso, y que realmente hay un elemento peculiar en el argumento; a saber, la tercera categoría. Muestro en qué consiste la peculiaridad de la mente alemana que conduce a esto y un número de otras posturas análogas. Analizo entonces la naturaleza del argumento, y muestro entre otras cosas que en todo razonamiento hay una lógica utens, o una llamada a una doctrina lógica vagamente definida. Muestro que se sigue de la definición de un argumento, como un signo que significa claramente a su interpretante propuesto, que un argumento debe ser un signo auto-consciente, y defino formalmente esta auto-consciencia, sin ningún recurso a la psicología o al sabor peculiar de la auto-consciencia humana. Muestro además que propiamente un argumento es auto-controlado, aunque un signo puede ser bastante similar a un argumento sin ser auto-controlado. Muestro entonces que a partir de la definición de argumento se sigue matemáticamente que todo argumento es o bien una deducción, una inducción, una abducción o un argumento que mezcla esas características. Procedo a mostrar cuáles [son] sus principales variedades, que será una de las partes de esta memoria más enfatizada. En particular distingo dos tipos en la deducción, la corolaria y la teoremática, y en la inducción tres tipos de naturalezas muy diferentes. Esta división es especialmente significativa, y nunca ha sido publicada.


Del Borrador A-MS L75.35-39

Hay tres formas diferentes en que puede calcularse que un método conducirá a la verdad, y estos tres sentidos constituyen tres grandes clases de razonamientos. La deducción es razonamiento que afirma seguir un método tal que si las premisas son verdaderas la conclusión será en todo caso verdadera. La deducción probable es, hablando estrictamente, necesaria, sólo que es razonamiento necesario que tiene que ver con probabilidades. La inducción es razonamiento que afirma seguir un método tal que, si se persiste en él, cada aplicación especial de él (cuando sea aplicable) debe aproximar al menos indefinidamente a la verdad a largo plazo respecto a la materia que se trata. La abducción es razonamiento que afirma ser tal que en caso de que haya alguna verdad averiguable respecto a la materia que se trata, el método general de este razonamiento, aunque no necesariamente cada aplicación general de él, debe finalmente aproximar a la verdad.

De estas tres clases de razonamiento la abducción es el más bajo. En tanto que es sincero, y si no lo es no merece ser llamado razonamiento, la abducción no puede ser absolutamente mala. Pues los esfuerzos sinceros por alcanzar la verdad, no importa de qué forma equivocada puedan comenzarse, no pueden fallar al final al obtener toda la verdad que sea alcanzable. Consecuentemente sólo hay una preferencia relativa entre diferentes abducciones; y la base de tal preferencia debe ser económica. Es decir, la mejor abducción es la que es probable que conduzca a la verdad con el menor gasto de tiempo, vitalidad, etc.

La deducción sólo es valiosa para rastrear las consecuencias de las hipótesis, que considera como hipótesis puras o no fundamentadas. La deducción es divisible en sub-clases de varias formas, de la que la más importante es en corolaria y teoremática. La deducción corolaria es donde sólo es necesario imaginar algún caso en que las premisas sean verdaderas para percibir inmediatamente que la conclusión se sostiene en ese caso. Los silogismos ordinarios y algunas deducciones en la lógica de relativos pertenecen a esta clase. La deducción teoremática es deducción en la que es necesario experimentar en la imaginación sobre la imagen de las premisas para hacer deducciones corolarias a partir del resultado de tal experimento hacia la verdad de la conclusión. Las subdivisiones de la deducción teoremática son de la más alta importancia teórica. Pero no puedo entrar en ellas en esta explicación.

La inducción es la forma de razonamiento más alta y más típica. En mi ensayo de 1883 sólo reconocía dos formas lógicas de inducción pura estrechamente relacionadas, una de las cuales es sin duda la más alta. Desde entonces he descubierto otras ocho formas que incluyen esas casi exclusivamente usadas por los razonadores que no son expertos en lógica. De hecho, Norman Lockyer es el único escritor que he encontrado que en su mejor obra, especialmente en su último libro, se limita habitualmente a la forma más alta. Sin embargo, algo de su trabajo, como por ejemplo ese sobre la orientación de los templos, es lógicamente pobre.

Además de estos tres tipos de razonamiento hay un cuarto, la analogía, que combina las características de los tres, que sin embargo no puede ser adecuadamente representado como compuesto. También hay razonamientos compuestos donde un argumento de un tipo está unido a un argumento de otro tipo. Tal por ejemplo es una inducción fortalecida por la consideración de alguna uniformidad conocida. Las uniformidades son de cuatro clases principales de las que Mill sólo reconoce una distintamente.

Los cuatro métodos de inducción de Mill son una división heterogénea, en absoluto científica, y, en parte, de utilidad muy insignificante. Sin embargo es mejor que ninguna clasificación de las inducciones en absoluto.


Del Borrador A-MS L75.35-53

La deducción necesaria, en el sentido más estrecho, es bien corolaria o teoremática.

El razonamiento corolario es ese en el que sólo es necesario considerar qué significan las premisas para encontrar que la conclusión es tan verdadera como ellas. El razonamiento teoremático es razonamiento en el que esto no es suficiente, sino que es necesario realizar experimentos en la imaginación para asegurarnos de que la conclusión es verdadera. Por ejemplo, para probar que si todos los triángulos de igual área tienen la suma de sus ángulos iguales entonces la diferencia de la suma de dos ángulos rectos debe ser proporcional al área del triángulo, imaginaremos que un triángulo es cortado en algún número de triángulos iguales. Entonces fácilmente nos satisfacemos al experimentar que cuando un triángulo se añade a un polígono de modo que se incrementa el número de lados en n, la suma de los ángulos se incrementará en n-2 veces dos ángulos rectos. Consecuentemente si se añaden m triángulos de modo que se incrementa el número de lados en n la suma de los ángulos se incrementará en n-m veces dos ángulos rectos. Ahora bien, cuando un triángulo grande es cortado en a pequeños triángulos, a-1 triángulos se unen a a triángulos como para no incrementar el número de lados. De aquí que el triángulo grande tendrá la suma de sus ángulos igual a la de uno de los triángulos pequeños disminuido en a-1 veces dos ángulos rectos o la suma de los ángulos del triángulo grande menos dos ángulos rectos será a veces la suma de los ángulos de los triángulos pequeños después de que cada una de las a-sumas haya sido disminuida en dos ángulos rectos, que era la proposición a ser probada.


Del Borrador E-MS L75.163-173

La naturaleza del argumento se examina de forma completa en todos sus aspectos. Todos los argumentos son deducciones, inducciones, abducciones o argumentos mixtos. Mis primeras explicaciones eran correctas en este aspecto. Pero en mi escrito Studies in Logic en John Hopkins, sobreenfatizando formalidades, fallé al distinguir entre abducción y una variedad de inducción previamente pasada por alto o poco señalada que podía ser llamada "inducción abductiva"; como consecuencia de eso, ese escrito, aunque es correcto hasta donde llega, y aunque cubre completamente la cuestión de la que afirma tratar, pasó completamente por alto un modo de inferencia indispensable, la abducción, habiendo yo descrito previamente esa inferencia correctamente. La deducción es inferencia necesaria; pero si se aplica a la probabilidad, entonces, aunque permanece necesaria en sí misma, concluye una probabilidad. Esto da la doctrina de las probabilidades. La inducción es una clase totalmente diferente de investigación, que procede, por medio del experimento, para obtener una respuesta a una cuestión previamente propuesta. Tiene dos especies: la extensiva, donde la pregunta es cuánto, y la comprensiva, o abductiva, donde la cuestión ha de ser contestada mediante sí o no (o es meramente susceptible de una respuesta vaga). La abducción se distingue de la inducción abductiva en que no es, propiamente hablando, experimental, esto es, hace sus observaciones sin referencia a ninguna cuestión previamente propuesta; por el contrario, ella misma comienza una pregunta, o hipótesis problemáticamente propuesta, que explique una observación sorprendente. Ya que apenas he salido del error en esta materia, ilustraré en la presente nota la diferencia entre abducción, inducción abductiva y deducción probable.

Supongan entonces que, estando sentados en un coche de la calle observo un hombre enfrente de mí cuya apariencia y comportamiento unen características que me sorprendo de encontrar juntas en la misma persona. Me pregunto a mí mismo, ¿cómo puede ser esto? Supongan que encuentro esta respuesta problemática: quizás es un ex-sacerdote. Él es la misma imagen de tal persona; presenta un icono de un ex-sacerdote. Aquí hay un argumento icónico, o abducción de ello. En segundo lugar, se me ocurre ahora que si es un ex-sacerdote, debería tener tonsura; y para comprobar esto, le digo algo calculado para hacer que se quite el sombrero. Lo hace y encuentro que en efecto está tonsurado. Aquí hay por fin una indicación de que mi teoría es correcta. Ahora puedo decir que presumiblemente es un ex-sacerdote, aunque sería inexacto decir que hay alguna probabilidad definida de que lo sea, ya que no sé con qué frecuencia podría encontrar un hombre tonsurado que no fuera un ex-sacerdote, aunque evidentemente mucho más a menudo de que lo fuera. Sin embargo la suposición es ahora apoyada por una inducción inductiva, una forma débil de argumento sintomático o indicial. Está sobre una base ampliamente diferente a la que estaba antes de mi pequeño experimento. Antes, descansaba en el endeble apoyo de la similaridad o acuerdo en el "sabor". Ahora, los hechos han sido obligados a cederle confirmación corroborando una predicción basada en ella. La creencia en la teoría descansa ahora en la reacción fáctica a la teoría. En tercer lugar, mientras el sombrero del hombre está quitado, leo en su copa un nombre que ha sido pegado en ella. No tengo duda de que es el nombre del hombre. No entro en la cuestión de cómo llego a confiar tanto en eso. En tanto que no tengo duda, no importa cómo la duda llega a ser destruida. Salgo del coche y voy a llamar al canciller de la diócesis; y él me dirá la verdad que igualmente creo de forma implícita. Pregunto al canciller, "¿quién es Michael Wo-Ling Ptah-Hotep Jerolomon?" (perdón por mi tontería). Él responde, "Es un ex-sacerdote". " ¿Es la única persona con ese nombre?" "No, hay, o puede haber, quince. Catorce de ellos residen en esta ciudad y son ex-sacerdotes. El decimoquinto se fue hace veinte años al Tíbet y no se ha sabido de él desde entonces". Parece pues que el nombre leído en el sombrero, aunque no tiene ningún "sabor" acusado de ex-sacerdote, ni tampoco ninguna conexión causal tal con que el hombre sea un ex-sacerdote como lo era la tonsura, sin embargo como consecuencia de este conocimiento llega a ser un símbolo de que el hombre es un ex-sacerdote; pues un símbolo es un signo que llega a ser significativo simplemente en virtud del hecho de que será así interpretado. De este modo, podría concebiblemente haber sido un accidente que el hombre estuviera tonsurado, pero ahora que el nombre Michael Wo-Ling Ptah-Hotep Jerolomon significa para mí una probabilidad de más de catorce a uno de que sea un ex-sacerdote, debo pensar que la probabilidad de que sea un ex-sacerdote sólo sobre esa base es de más de catorce a uno. No hay salida a eso. Es de lo que yo me considero cierto. Es sólo una probabilidad. Ahora bien, en cuarto lugar, combinando los argumentos en un argumento mixto y considerando, lo que es lógicamente relevante, que no tengo ningún interés serio en la cuestión, estoy satisfecho con considerar el argumento mixto como prueba, y con despachar la cuestión hasta que pueda adquirir más importancia. (Aunque la ilustración es tonta, cubre muy bien el caso).

Los argumentos mixtos son de tres clases. El primero consiste en aquellos que tienden a establecer la misma conclusión o conclusiones contradictorias, o a establecer dos premisas a partir de las cuales, tomadas juntas, puede inferirse una conclusión; segundo, argumentos que consisten en dos partes de las que una tomada por sí misma no presta ningún apoyo a la conclusión de la otra, pero tiende a establecer un hecho que hace a la otra un argumento más fuerte o más débil. Por ejemplo, veo a dos hombres que llevan el mismo distintivo yendo juntos a las urnas hablando con gran agrado sobre el efecto de su voto; y me entero de que uno de ellos ha votado la candidatura democrática. Infiero que el otro también lo ha hecho. Pero, posteriormente, me entero de que el distintivo es el símbolo de ser miembro de una sociedad que decidió que sus miembros fueran a las urnas a pares, y que uno de cada par votara a los Demócratas y el otro a los Republicanos. Consecuentemente doy la vuelta a mi inferencia previa. Bajo este título vienen las inducciones apoyadas por uniformidades, de las que hay cuatro tipos simples. La tercera clase de argumentos mixtos son aquellos en los que las mismas premisas forman dos clases diferentes de argumentos. Se definirán e ilustrarán subdivisiones de la inducción y de la deducción.

Habiendo mostrado de este modo mi propia doctrina de la estequiología del argumento, examino otras doctrinas.


Versión final-MS L75.372

MEMORIA 20

DE LA LÓGICA CRÍTICA EN GENERAL

Una discusión completa de la naturaleza, división y método de la lógica crítica.



Versión final-MS L75.372-373

MEMORIA 21

SOBRE LAS PRIMERAS PREMISAS

Mi posición sobre esta materia viene bajo el encabezamiento general de sensacionalismo; pero sostengo que esa crítica es inaplicable a lo que no está sujeto a control. Consecuentemente, ni la sensación ni tan siquiera las percepciones son primeras premisas, sino sólo los juicios perceptivos. Someto lo que va bajo el título de prueba de inconcebilidad a un examen elaborado, sacando a la luz varias verdades útiles. También examino las pruebas de universalidad y necesidad, añadiendo primero otras ciertas características que prueban tanto la aprioridad como hacen esas. Estas pruebas han sido tomadas en dos sentidos, y hay una tercera más ventajosa que ninguna.


Del Borrador E-MS L75.173-174

Me propongo aquí demostrar que las únicas primeras premisas justificables son los juicios perceptivos, esto es, los juicios de que una percepción presente presenta una cierta apariencia. Se examinan ciertas objeciones obvias y bien conocidas. Se examinan las "deducciones" de Kant y se muestra que su posición es insostenible. Se discute la prueba de lo inconcebible. Se admite totalmente que lo que un hombre bajo ciertas condiciones dadas no puede evitar creer no es susceptible de crítica, desde su punto de vista, en tanto que esas condiciones subsistan. Pero si considera debidamente la cuestión, siempre puede dudar, y en efecto, no puede evitar dudar, cualquier cosa no apoyada por la evidencia, y no un hecho perceptivo. Examino las así llamadas pruebas de universalidad y necesidad, habiendo mostrado que otras características tienen también derecho a ser consideradas como pruebas de aprioridad. Se consideran los diferentes sentidos en que se han entendido estas pruebas, así como otros en los que pueden entenderse para mayor provecho.


Del Borrador D-MS L75.253-259

Kant dividió las proposiciones en analíticas, o explicativas, y sintéticas, o ampliativas. Definió una proposición analítica como una cuyo predicado estaba implicado en el sujeto. Ésta era una definición objetable debido a la total ignorancia de Kant de la lógica de relativos. La distinción es generalmente condenada por los escritores modernos; y lo que tienen en la mente (casi siempre bastante confusamente) es justo. El único fallo que tiene la distinción de Kant es que es ambigua, debido a su ignorancia de la lógica de relativos y consecuentemente de la naturaleza real de la prueba matemática. Él tenía la elección de hacer una de dos distinciones. Dejar que las definiciones en todas partes fueran sustituidas por lo definido en la proposición. Entonces le estaba abierto decir que si la proposición podía ser reducida a una idéntica meramente añadiendo agregados a sus sujetos y componentes a su predicado era una proposición analítica, pero de otro modo era sintética. O podía haber dicho que si podía probarse que la proposición era verdadera por necesidad lógica sin más hipótesis era analítica, pero de otro modo era sintética. Kant habría supuesto que estas dos explicaciones son equivalentes. Pero no lo son. En tanto que su definición abstracta es ambigua, miramos naturalmente a sus ejemplos para determinar lo que quiere decir. Volviéndonos ahora a la edición de sus obras de Rosenkranz y Schubert, Vol. II (Critik der reinen vernunft), p. 702, leemos "Mathematische Urtheile sind ingesammt synthetisch". Eso ciertamente indica el primero de los dos significados, que en mi opinión da, también, la división más importante. La explicación, sin embargo, es inusualmente extravagante para venir de Kant. De este modo el "Urtheile" de los "Elementos" de Euclides debe considerarse como matemático; y no menos de 132 de ellos son definiciones, que son ciertamente analíticas. Kant mantiene también que 7+5=12 es un juicio sintético, lo que no podría haber hecho si hubiese estado familiarizado con la lógica de relativos. Pues si escribimos "G" para "el siguiente más grande que", la definición de 7 es 7=G6 y la de 12 es 12=G11. Ahora bien es parte de la definición de "más" que Gx+y=G(x+y). Esto es, que G6+5=G11 está implicado en 6+5=11. Pero la definición de 6 es 6=G5, y la de 11es11=G10; de modo que G5+5=G10 está implicado en 5+5=10, y así sucesivamente descendiendo hasta 0+5=5. Pero más aún, es una parte de la definición de "más" que x+Gy=G(x+y) y la definición de 5es 5=G4, de modo que 0+G4=G4 está implicado en 0+4=4, y así descendiendo hasta 0+0=0. Pero esto último es parte de la definición de “más”. En breve, no se requiere razonamiento teoremático para probar a partir de las definiciones que 7+5=12. Ni siquiera es necesario tomar en consideración la definición general de un número entero. Pero Kant era bastante inconsciente de que había tal cosa como razonamiento teoremático, porque no había estudiado la lógica de relativos. Consecuentemente, al no ser capaz de explicar la riqueza de las matemáticas y el carácter misterioso u oculto de sus principales teoremas mediante el razonamiento corolario, fue llevado a creer que todas las proposiciones matemáticas eran sintéticas.

Kant, si recuerdo bien, sostiene que no es necesaria ninguna ciencia crítica para establecer la validez de las proposiciones analíticas. De todas formas esa es la doctrina correcta. Pero él anuncia, como materia de la gran crítica —Critik— (observen que Kant escribe esta palabra, tomada del inglés de Hobbes y Locke, con una 'C'), la cuestión " ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori?". Observo que Paulsen en su libro sobre Kant señala que éste nunca consideró la cuestión "¿cómo son posibles los juicios sintéticos a posteriori?", y dice que si lo hubiera hecho se hubiera visto forzado a decir que no hay juicios sintéticos a posteriori. Pero esto no es verdad. Kant considera la cuestión en la página 8 de su primera edición y la responde de una forma totalmente diferente a lo descrito por Paulsen. Es verdad que no entra en ello minuciosamente, pero sí lo hace lo suficientemente para mostrar que lo hubiera respondido a la manera general de mis memorias. Esa página de la "Critik" es una página cargada, pero está en estricta armonía con la posición general de Kant. La pregunta precisa de Kant viene ahora ante nosotros para ser respondida. Pero él no la explica de forma muy exacta. No es la cuestión de cómo los juicios sintéticos son posibles, que son los psicólogos quienes deben explicarla, sino cómo puede saberse que son verdaderos. En lugar de la división de los juicios de Kant en a priori y a posteriori, prefiero comenzar dividiéndolos en juicios inferenciales y premisas últimas. Por una premisa última debemos entender un juicio no derivado a través de un proceso lógico auto-controlado averiguable.

En cuanto a los juicios inferidos, deben justificarse mediante los métodos de argumento por los que han sido derivados; y la justificación de diferentes clases de argumento se considerará en las memorias que siguen inmediatamente a ésta.

En cuanto a las premisas últimas, mis categorías me ayudan de una forma notable a mostrar, desde la naturaleza de las proposiciones, que cada juicio así formado debe consistir en juzgar que una percepción presente tiene una cierta clase de apariencia, y que desde la naturaleza de la crítica lógica tales juicios no son susceptibles de crítica.


Del Borrador D-MS L75.325-326

No es la cuestión de cómo son posibles los juicios sintéticos, que sería una cuestión psicológica, sino de cómo pueden ser verdaderos y saberse que son verdaderos. No haré de su división de los juicios en a priori y a posteriori la principal, sino más bien la división entre proposiciones derivadas y últimas. Por una premisa última debemos entender una proposición no derivada a través de un proceso lógico auto-controlado averiguable.

Haré un análisis lógico de la naturaleza lógica, no psicológica, de la duda, y mostraré que no puede atribuirse ninguna duda a un juicio último; y mostraré además que tales juicios son necesariamente juicios perceptivos; esto es, que un juicio tal simplemente juzga que una percepción presente tiene una cierta apariencia. Esta discusión será muy elaborada y cuidadosa. Muestra que los juicios perceptivos solos no son susceptibles de crítica.

En cuanto a los juicios derivados, deben permanecer siempre abiertos a la duda; pero están justificados en la medida en que los argumentos que conducen a ellos están justificados. Me será ahora necesario entrar en una crítica detallada de todas las opiniones que se oponen a mis conclusiones. Tendré que considerar la opinión de que la crítica lógica llega hasta las primeras impresiones del sentido, como Kant y muchos no kantianos suponen.


Del Borrador D-MS L75.315-324

No es la cuestión de cómo son posibles los juicios sintéticos, que sería una cuestión psicológica, sino de cómo pueden ser verdaderas y saberse que son verdaderas las proposiciones sintéticas. Pero no haré de su división de las proposiciones en a priori y a posteriori la principal, sino más bien la división entre proposiciones derivadas y últimas. Debemos estar en guardia al definir esta distinción para no caer en una mera cuestión de psicología, como hace Kant, debatiéndose en un pantano fangoso de tierra y agua, una deducción psicológica y una deducción "trascendental" mezcladas. Por una premisa última debemos entender una proposición no derivada a través de un proceso lógico auto-controlado averiguable. No necesitamos suponer que haya alguna premisa sobre cuya derivación sea imposible ejercer algún control. Será suficiente que, de hecho, hasta donde hemos averiguado, no haya habido tal control. Las proposiciones derivadas se justifican mediante los argumentos por los que son derivables; y la justificación de tales argumentos se considerará en memorias posteriores. En relación con las proposiciones no derivadas, podemos por el momento comparar a un hombre que hace un juicio con un trozo de papel en el que hay escrita una proposición. Si alguien ha escrito ociosamente en un trozo de papel, "la luna está hecha de queso verde", él no se ha hecho a sí mismo responsable de la verdad de la proposición; y si se preguntara cómo se justifica que el papel lleve tal mentira, la respuesta obviamente suficiente sería que no puede evitarlo. De manera parecida si un hombre mira a la luna y juzga que se ve brillante, este juicio es enteramente diferente de la percepción de la que se deriva, y todavía más diferente de las primeras impresiones del sentido. Sin embargo, no tenemos la necesidad de seguir a Kant en intentar explicar cuál es el proceso psicológico. Tal conocimiento no tendría sentido, si lo tuviéramos, y la deducción psicológica de Kant es evidentemente inútil. La justificación perfectamente suficiente es que el hombre no puede evitar juzgar que la luna a la que mira parece brillante más de lo que un trozo de papel puede evitar lo que está escrito sobre él. Pues, ¿quién le va a poner peros? En tanto que guarde su opinión para sí mismo, en tanto que no puede evitar creer que la luna parece brillante, lo cree perfectamente; y en tanto que lo cree perfectamente, no lo duda en lo más mínimo, y en tanto que no puede evitar creerlo, no puede dudarlo: En resumen, aparece ante él como evidentemente verdadero; y no puede culparse a sí mismo por creer lo que es evidentemente verdadero. No puede hacer un esfuerzo para creer otra cosa. "Entonces", alguien podrá decir, "tú crees en la prueba de lo inconcebible". Pero nadie tiene derecho a hacer tal inferencia. Por el contrario es bastante presumible que soy consistente con mis opiniones; y la consistencia con lo que precisamente he estado diciendo me fuerza a declarar, no por supuesto que la prueba de lo inconcebible no merezca confianza, sino que la frase "prueba de lo inconcebible" es una confusión auto-contradictoria de palabras, y que nadie puede confiar en ella o desconfiar de ella, ya que no hay tal cosa. Si un hombre no puede evitar enteramente creer que una proposición es verdadera, es absurdo para él pretender que su no ser capaz de dudarla es su razón para creerla. No tiene ninguna razón para creerla; puesto que el razonamiento es esencialmente auto-controlado, mientras que no puede evitar creerla. Una razón sólo es operativa mientras un hombre está cambiando de opinión. Cuando ya está convencido, decimos que tiene una razón para su creencia; pero eso sólo significa que puede imaginarse que sea inconsciente de la razón y que dude la proposición y que ve, o piensa que ve, que si ese fuera el caso, el conocimiento de la razón silenciaría sus dudas. Estrictamente hablando, no está ahora bajo la influencia de la razón, y él "tiene" una razón para su creencia sólo en el sentido de haber almacenado en su mente algo que siente que actuaría como una razón si alguna vez fuera llevado a dudar de la proposición. Un hombre no tiene una razón para lo que no duda, menos aún una razón tan ridícula como que no lo duda. Sé que puede decirse que la prueba de incapacidad para dudar es una cosa y la prueba de incapacidad para concebir es otra. Pero yo lo niego. Lo que quiere decir esa gente que habla de prueba de lo inconcebible [esto es, lo que] significa para ellos [es] simplemente erigir la incapacidad para dudar en razón. Es verdad que sus mentes están en un estado confuso, como muestra su lenguaje. Se mostrará que la verdadera inconcebilidad sólo puede surgir como una consecuencia de lo que se llama auto-contradicción. Pero se dicen muchas cosas por mentes no preparadas lógicamente que son inconcebibles porque les parecen tan extrañas que no saben cómo ponerse a trabajar para construir la concepción. Por ejemplo, muchas personas dirían que el que un hombre sea el padre de su propio padre es inconcebible. Pero hay varias formas en las que tal evento podría concebirse, como por ejemplo, suponiendo simplemente que todo el tiempo formara un círculo cerrado que las dos vidas agotaran completamente. Ciertamente, a menos que haya alguna abstrusa razón para lo contrario que no me venga ahora, es bastante posible que, de hecho, el tiempo forme un círculo cerrado. Al mismo tiempo, hasta que aparezca alguna razón positiva para creer que es así, se mostrará en otra memoria que estamos justificados al no creerlo; y es simplemente porque no podemos albergar una duda sobre la materia por lo que alguna gente afirma que la idea es inconcebible; a menos que estén dominados por las asociaciones de ideas más estrechas.

Ahora bien, ¿cuáles son las cosas que no pueden dudarse? Comenzaré por abandonar el campo de la lógica pura, y por preguntar cuáles son las cosas que yo personalmente encuentro que no puedo dudar. La duda puede estar presente en un grado muy pequeño. Supongan que hay un millar de proposiciones que, en tanto puedo ver, de hecho no dudo en absoluto. Sin embargo, podría pensar al verlas colectivamente que algunas de ellas, no sé cuáles, podrían ser erróneas. Ciertamente creo que entre todas las opiniones que sostengo más firmemente hay errores, muy probablemente bastantes errores. Esto no podría ser si no tuviera la menor duda de ninguna de ellas. Hay dudas, entonces, en mi mente que son tan débiles que con toda la energía de la atención que pueda conceder correctamente al escrutinio del estado de mi mente no puedo discernirlas. Pero si hay algo que no dudo en absoluto, debe haber una proposición cuya evidencia en sí misma en su totalidad aquí y ahora. Pues aunque una compulsión pueda conformarse a una ley general, no puede tener ningún otro modo de ser que ese de la actividad directa aquí y ahora. No puede ser por tanto ninguna proposición general. Debe ser un juicio perceptivo; esto es, el juicio de que una percepción presente tiene una cierta apariencia.

Al mismo tiempo, no puedo dudar por una operación mental nada que no dude ya. No pretendo negar que una experiencia sorprendente pudiera crear dudas no previamente existentes. No puedo ni siquiera revisar la evidencia para una creencia, a menos que albergue una duda de ella. Más aún, cada duda que albergo está fundada sobre alguna razón para una creencia contraria. Pero cuando, como consecuencia de alguna ligera duda, fundada, quizás, sobre una razón no más definida que la de que me he equivocado a menudo, soy llevado a reexaminar la evidencia, sucede muy frecuentemente que descubro alguna circunstancia que crea una duda mucho más fuerte, y fundada sobre razones completamente diferentes.

Pasando ahora a la doctrina puramente lógica, una aserción es un acto que representa que un icono representa al objeto de un índice. Esto es, en la afirmación, "María es pelirroja", "pelirroja" no es un icono en sí mismo, es verdad, sino un símbolo. Pero su interpretante es un icono, una especie de fotografía compuesta de todas las personas pelirrojas que uno ha visto. "María", de la misma manera, se interpreta mediante una especie de memoria compuesta de todas las ocasiones en que he fijado mi atención sobre esa chica. El poner a estos juntos hace otro índice que tiene una fuerza que tiende a hacer al icono un índice de María. Este acto de fuerza pertenece a la segunda categoría y, como tal, tiene un grado de intensidad. No es que ese grado en sí mismo pertenezca a la segunda categoría. Por el contrario, pertenece a la tercera. El grado no es una reacción, o esfuerzo, sino un pensamiento. Pero el grado se añade a cada reacción. Consecuentemente cada afirmación tiene un grado de energía.


Del Borrador D-MS L75.259-262

Bien en este punto o más tarde en la memoria, examinaré las así llamadas pruebas [de] universalidad y necesidad que se supone que prueban el carácter a priori de ciertas proposiciones. Seguiré primero la historia de esta doctrina. Mostraré después que su afirmación es incompleta, habiendo un número de otras características que tienen igualmente derecho a ser consideradas como pruebas de aprioridad. Mostraré después que hay dos sentidos en los que la prueba ha sido entendida; y que hay un tercer sentido que hace una doctrina más defendible que otra. Muestro que puede entenderse que la prueba encarna diversas verdades lógicas; sin embargo, si alguna proposición es universal, necesaria, etc., y no hay nada para mostrar que es verdadera, la única posición lógica es que es falsa. Una primera premisa, distinta de un hecho de percepción, es inadmisible. La posición de Kant es que es fácil mostrar por universalidad y necesidad que ciertas proposiciones son a priori, pero que su verdad queda por ser probada mediante una línea abstrusa de razonamiento. Ahora bien sería absurdo admitir en ese razonamiento alguna proposición a priori en tanto que uno mantiene que ese razonamiento es necesario para apoyar alguna proposición a priori; y de hecho las premisas de Kant parecen ser de forma bastante evidente generalizaciones de la experiencia común. Pero concediendo que él probara de ese modo la verdad de una proposición a priori, se sigue que anteriormente a esta prueba era una hipótesis inútil, y que su único apoyo es un argumento puramente experiencial. Pero eso es puro positivismo; y la doctrina de Kant realmente no parece ser sino sensualismo nominalista disfrazado de tal modo que no se reconoce a sí mismo. Por supuesto, puede decirse que Kant mantiene que sólo los conceptos son a priori, no los juicios. En primer lugar, esto es directamente contrario a las propias opiniones de Kant. En siguiente lugar, la universalidad y necesidad son características de las proposiciones, no de los términos. En tercer lugar, el mismo Hume, incluso tal y como Kant lo tergiversa, [y] mucho más en su verdadero carácter, habría estado dispuesto a admitir que algunas formas de pensamiento surgen de la naturaleza de la mente. Algunas personas que han creído que ellas mismas eran kantianas sostienen que tan pronto como se muestra que una proposición es a priori, está más allá de toda crítica. Eso es del todo contrario al espíritu de Kant. Pero es bastante verdadero que si hay algo que no puedo evitar creer sin ningún tinte de duda, estoy fuera de toda discusión real de su verdad. Sin duda que para muchas personas hay tales proposiciones, si por duda entendemos cualquier duda que ellos reconozcan; y si por "poder" nos referimos a la habilidad condicionada sobre tales medios como han puesto en práctica. Las proposiciones así creídas son casi siempre falsas; pero no hay forma de que sus víctimas se desengañen en tanto que acarician ese estado de la mente. Ese parece ser el estado de todas esas personas que piensan que la filosofía y la lógica son cosas vanas; que todo lo que se requiere es un poco de buen sentido y reflexión, y que la lectura y el estudio extenso son inútiles.

La memoria previa, número 20, habrá contenido un análisis elaborado de la naturaleza lógica de la duda que será aplicado a los problemas de la presente memoria, especialmente para mostrar que los juicios fundamentados en la experiencia ordinaria de la vida de cada hombre no están sujetos a la duda de la clase ordinaria y tienen algunas de las características atribuidas a las proposiciones a priori.

Se examinarán críticamente otras opiniones.



Versión final-MS L75.373-375

MEMORIA 22

LA LÓGICA DE LA PROBABILIDAD

Trato aquí el origen y naturaleza de la probabilidad a través de mi método usual; también la conexión entre la probabilidad objetiva y la duda; la naturaleza de un "a largo plazo"; en qué sentido puede haber alguna probabilidad en el mundo matemático; la aplicación de la probabilidad a la teoría de los números. Muestro que no es necesario que haya alguna probabilidad definida de que un evento genérico dado tenga una determinación específica dada. Es fácil especificar casos donde no habría ninguna. Parece que no hay ninguna probabilidad definida de que un testigo diga la verdad. También muestro que es bastante erróneo suponer que, para los propósitos de la doctrina de las probabilidades, baste suponer que los eventos en cuestión estén sujetos a leyes desconocidas. Por el contrario, el cálculo de probabilidad no tiene sentido en absoluto a menos que a largo plazo dé seguridad a la persona que confía en él. Ahora bien, esto lo hará sólo si no hay ley, conocida o desconocida, de una cierta descripción. La persona que ha de confiar en el cálculo debería asegurarse a sí misma de esto, especialmente cuando se asume que los eventos son independientes. Se ve fácilmente que la doctrina de las probabilidades es aplicable en el curso de la ciencia. Su aplicabilidad a compañías de seguros y similares no debe suponerse en ningún caso sin importancia. Cuando se ocupa de intereses individuales, hay graves dificultades.

Se explican las reglas de la probabilidad de un modo nuevo, con la aplicación de números altos y el método de mínimos cuadrados de acuerdo con varias teorías diferentes. Se examinan los desarrollos de Pearson. Se muestra que las probabilidades inversas son falaces.

Aquí hay muchas cuestiones bajo disputa; más de las que consigno aquí. En todos estos casos pongo cuidado en explicar argumentos opuestos con toda su fuerza, y en refutarlos claramente. Esta memoria pretende formar un completo vademécum de la doctrina de las probabilidades, y ser abastecida con numerosas referencias. Será algo larga, pero espero que no de una doble longitud.


Del Borrador D-MS L75.263-268

La deducción, como tal, no es susceptible de crítica; pues es razonamiento necesario y como tal hace a sus conclusiones evidentes. Ahora bien, es inútil buscar alguna justificación de lo que es evidente. No puede volverse más que evidente. Las falacias, es verdad, pueden criticarse; pero este asunto se pospondrá hasta que se hayan considerado los modos legítimos del argumento.

Pero cuando la deducción se relaciona con la probabilidad, llega a estar abierta a la crítica, no en tanto que es deductiva sino en tanto que se relaciona con una concepción lógica que en un sentido priva al razonamiento de su carácter necesario. Por tanto examino en esta memoria la naturaleza de la probabilidad, y los procesos de la doctrina de la probabilidad. Me felicito por poner más en claro de lo que se ha hecho hasta aquí toda la cuestión, tanto del origen de la probabilidad y de la aplicación del cálculo. La probabilidad objetiva es simplemente una ratio estadística. Pero, además de eso, la duda tiene grados de intensidad, y aunque estos no tienen significación necesaria, podría ser útil para nosotros creer más intensamente en proposiciones que nos engañarían menos a menudo que en otras que nos engañarían más a menudo. A decir verdad nosotros de forma natural "pesamos" o "equilibramos razones", como si el grado de nuestra confianza en ellas fuera de hecho significante. Ésta es una cuestión que requiere examen minucioso.

En primer lugar, considerando las probabilidades como ratios estadísticas, la probabilidad está limitada exclusivamente a casos donde hay un "a largo plazo" de experiencia, esto es, una serie interminable de eventos de un carácter general, de los que alguna ratio definida tiene un carácter especial, que no ocurrirá en ninguna ley regular de intervalos. No es necesario que esta ratio permanezca constante a lo largo de la experiencia. Pero se requiere que haya tal ratio. Es fácil imaginar casos en los que no habría tal ratio; quizá incluso un universo en el que no habría tal cosa como la probabilidad. (Me esforzaré por determinar esto con certeza antes de redactar la memoria). Se dice comúnmente que hay una ley de la ocurrencia del evento, sólo que es desconocida para nosotros. Pero es fácil mostrar que la utilidad del cálculo depende de que no haya ley de la clase que tendría que ver con la aplicación. La ignorancia no es suficiente.

Las reglas de probabilidad se deducen fácilmente, implicando la concepción de eventos independientes, esto es, eventos tales que el producto del número de ocurrencias de ambos por el número de no ocurrencias de ambos iguale al producto del número de ocurrencias del primero sólo por el número de ocurrencias del segundo sólo. De esto se sigue la ley de probabilidad.

Ahora bien, en cuanto a la conexión entre probabilidad y duda, encontramos los libros atiborrados de errores. Por ejemplo se dice generalmente que la probabilidad 1 representa la certeza absoluta. Pero al contrario, la probabilidad 1 es la de un evento que en el entero a largo plazo deja de ocurrir sólo un número finito de veces. En siguiente lugar la mayoría de los libros dan fórmulas de las que se seguiría que la probabilidad de un evento del todo desconocido es 1/2. Es evidente que la probabilidad, en esta forma cruda, está bastante inadaptada para expresar el estado del conocimiento en general. La relación de evidencia real con una conclusión positiva no es una función matemática. De un saco de judías saco un puñado para probar una teoría que tengo alguna otra razón para considerar, que dos tercios de las judías del saco son negras. Encuentro que esto es casi así en el puñado y mi teoría se confirma, y ahora tengo una razón fuerte para creerla aproximadamente verdadera. Pero no es verdad que haya alguna probabilidad definida de que sea verdad. Pues ¿qué significaría una ratio tal? ¿Significaría que una vez cada tanto mi conclusión es verdadera? Eso depende de la frecuencia general de diferentes distribuciones de judías en el saco, que es un hecho positivo, no una función matemática. El cálculo matemático es razonamiento deductivo, aplicable solamente a hipótesis; y cuando se aplica para hacer el trabajo de inducción o abducción es completamente falaz. Ésta es una máxima general importante.

Esta consideración afecta al método de los mínimos cuadrados, si este método se considera de una manera teorética extravagante; pero no si se considera como un modo de formular aproximadamente una inferencia inductiva. Las ampliaciones del Sr. Pearson, aunque son excesivamente complicadas y por tanto violan la idea misma de los mínimos cuadrados, no son sin valor. Pero se requieren otras modificaciones algo similares de la probabilidad, y me esforzaré por desarrollar una o dos de ellas.

Doy en esta memoria un sumario de todo lo que el hombre científico ordinario necesita saber acerca de la probabilidad de una manera breve e inteligible. Tendrá la ventaja sobre el libro de Bertrand de ser sólida.


Del Borrador D-MS L75.311-312

Aunque la deducción no es directamente y como tal susceptible de crítica, sin embargo llega a serlo cuando trata con la probabilidad y con ciertas concepciones relacionadas. Esta crítica no es propiamente del proceso deductivo sino de esas concepciones. Examino aquí la filosofía de la probabilidad y muestro, entre otras cosas, que no es de ninguna manera verdad que todo evento contingente tenga alguna probabilidad definida. Describo la construcción de una urna de bolas blancas y negras de tal modo que no haya una probabilidad definida de que una bola sacada sea blanca. A modo de ilustración muestro que no hay una probabilidad definida de que un testigo diga la verdad. Otro punto que hago claro es la distinción entre probabilidad, unidad y certeza. Esto se ilustra con el caso de un gran número de jugadores, jugando contra una banca, en un juego perfectamente equitativo, cada uno apostando un franco cada vez hasta que su [apuesta] tenga una ganancia limpia, y entonces se retira de la mesa y deja lugar a un jugador nuevo. La probabilidad de que algún jugador dado tenga finalmente una ganancia es 1, y por lo tanto la de que todos lo hagan; y sin embargo la probabilidad de que a largo plazo la banca no pierda es 1, o en todo caso, hay una probabilidad precisamente igual de que si la banca no se retira gane también. Muestro que el “valor moral” de las probabilidades de un jugador es bastante irrelevante para las paradojas de Petersburg; y corrijo otros varios errores actuales acerca de la probabilidad. Se analizará el argumento de Hume sobre los milagros.

Se establecerán claramente reglas por las que todos los errores en el uso de la doctrina de las probabilidades [podrán ser identificados], y su uso ejemplificado.


Versión final-MS L75.375

MEMORIA 23 SOBRE LA VALIDEZ DE LA INDUCCIÓN

Esto repite lo esencial del artículo de Johns Hopkins: relegando cuestiones formales para separar secciones, tomando en cuenta tipos de inducción con los que no estaba familiarizado hace veinte años, y haciendo el todo más luminoso. Se considerarán otras opiniones más extensamente.


Del Borrador E-MS L75.176

Esta memoria repetirá sustancialmente la teoría de la inducción dada en mi artículo de los Studies in Logic de John Hopkins, pero ahora explicada en puntos esenciales más completa y claramente, mientras que las cuestiones formales se relegan a secciones especiales. Más aún, mi descubrimiento posterior de formas de inducción muy diferentes de todas las ahí consideradas, para las que la aplicabilidad de las reglas ahí desarrolladas no es evidente, hace necesaria una nueva presentación. Consideraré ahora otras opiniones de forma más completa, e ilustraré la mala influencia que han tenido sobre la ciencia.


Del Borrador D-MS L75.268-270

Se mostrará que es matemáticamente imposible que si se persiste indefinidamente en la inducción conduzca finalmente en cualquier caso a una conclusión falsa, haya una probabilidad definida o no, haya algún universo real o no, esté el universo presidido por algún poder maligno inclinado a hacer que las inducciones se equivoquen o no. Tales cosas podrían evitar que las inducciones fueran hechas, pero no podrían hacer que finalmente se equivocaran si fueran conducidas correctamente y se persistiera suficientemente. De este principio se siguen ciertas reglas de inducción para cada uno de los tres tipos de inducción. Estas reglas se formulan claramente y se ilustran históricamente.

Procedo entonces a investigar hasta qué punto las inducciones pueden fortalecerse o debilitarse por otros argumentos, que no proporcionan en sí mismos ninguna información acerca de las materias de investigación de las inducciones, pero que proporcionan información que fortalece o debilita cualquier conclusión obtenida. En particular, muestro que el conocimiento de ciertas uniformidades (de las que cuatro tipos son las más simples) puede afectar a las inducciones.

Reviso ahora todas las demás teorías de la inducción, comenzando con la de Laplace, que se propone asignar una probabilidad definida a la conclusión inductiva. Muestro que eso es erróneo y que, correctamente aplicado, el método de Laplace conduciría al resultado de que no sabemos nada acerca de la verdad de la conclusión. Examino después esas teorías de que el futuro es como el pasado, de que el universo presenta gran uniformidad, y demuestro que, suponiendo que esas premisas sean verdaderas, no ayudan en lo más mínimo a la validez de la inducción. Muestro que todas esas explicaciones realmente no significan nada excepto que una inducción mal conducida llevará a la verdad y que ellas no son verdaderas. La cuestión de si hay algún sentido objetivo en el que sean verdaderas se pospondrá para una memoria separada. Continúo considerando otras varias teorías de la inducción que en la mayor parte equivalen a negar su validez.


Del Borrador A-MS L75.39-42

La doctrina sostenida comúnmente de que la validez de la inducción depende de la uniformidad de la naturaleza, o lo que viene a ser la misma cosa, del parecido del futuro con el pasado, es errónea. Encuentro que hay no menos de ocho ideas incompatibles de en qué consiste la uniformidad de la naturaleza, que no sólo han sido propuestas sino que son ampliamente actuales. Pero la doctrina es falsa en todo sentido. El significado más usual concedido a cualquiera de las dos expresiones que resulte aprobarse a sí misma no es realmente nada sino una noción confusamente comprendida de que alguna de las formas más bajas de inducción es razonamiento válido. Esto se probará en mi libro de forma incontestable. Ahora bien, no tiene sentido decir que la validez de la inducción depende de sí misma; y es falso que la validez de las formas más altas dependa solamente de la de alguna forma más baja. Consecuentemente, la doctrina, tal y como se sostiene ordinariamente, no es sino un giro del lenguaje por el que la validez de alguna clase de inducción se repite en otras palabras. Si se otorga alguno de los otros siete significados a la expresión "la uniformidad de la naturaleza" no hay dificultad en suponer un mundo que no presentara esa uniformidad. Ahora bien, dos de los significados dados a la expresión son tales que en un mundo sin uniformidad no podría realizarse ninguna inducción, buena o mala. En tal mundo no podría haber experiencia, propiamente hablando, ni razonamiento de ninguna clase. Pero, pruebo por demostración matemática que, en el momento en que uno supone que el universo es tal que una inducción falsa se vuelve posible, la inducción pura tiene toda la validez que tiene en el universo actual, aunque no puede, quizás, ser fortalecida por el descubrimiento de uniformidades especiales. Pero un argumento a partir de una uniformidad no es inductivo; es una deducción para fortalecer una inducción lo que se hace materia de observación.

El pensamiento puede sugerir por sí mismo que la cuestión de si la validez de la inducción descansa en la uniformidad de la naturaleza o en qué es bastante inútil, sin importancia práctica. Pero tal opinión será retractada por un hombre razonable tan pronto como aprenda, como probará mi libro más allá de toda posible disputa, que de mi doctrina de la validez de la inducción se sigue necesariamente que deberían observarse ciertas reglas y precauciones en la práctica de la inducción, ante el peligro de grandes errores, cuyas reglas y precauciones son habitualmente descuidadas por todos los razonadores excepto por los más agudos y cuidadosos. Mi doctrina hace la seguridad de la inducción completamente dependiente de la honestidad y habilidad del investigador. La otra doctrina se sacude toda responsabilidad y la pone en los anchos hombros de la Naturaleza. La consecuencia es que estos tratados lógicos que hacen descansar la validez de la inducción sobre una especial constitución de la naturaleza no tienen razón para insistir, y de hecho no las señalan en absoluto, en las precauciones esenciales que son tan indispensables para la seguridad del procedimiento como usualmente olvidadas.


Versión final-MS L75.375

MEMORIA 24

SOBRE LA JUSTIFICACIÓN DE LA ABDUCCIÓN

Las categorías proveen la definición de abducción, de la que se sigue su modo de justificación, y de ésta de nuevo sus reglas. Se revisan las diferentes máximas que he encontrado en diferentes libros y se encuentra que en su mayor parte pecan sólo de vaguedad. Una cuestión no muy comúnmente estudiada es cuál es el carácter de un fenómeno que le hace pedir una explicación. La teoría del Dr. Carus de que es la irregularidad, y la del Sr. Venn de que es el aislamiento se refutan positivamente, aunque la última se defiende con algún poder. Esta refutación no se aplica a la teoría de que el carácter buscado sea el de ser sorprendente. Esto, sin embargo, está abierto a otra clase de objeción. La doctrina verdadera sin embargo es casi así.


Del Borrador E-MS L75.176-178

Historia de la doctrina. Se examinan diversas reglas que se han dado de más o menos valor. La regla de Comte de que una hipótesis debe ser "verificable" se malentiende, o resulta bastante insostenible, si se toma que significa que la verdad de la hipótesis debe ser capaz de ser directamente observada. Si se entiende correctamente, sólo equivale a esto, a que una hipótesis debe ser inteligible; ya que una hipótesis no verificable, tal como una cosa en sí misma, o tal como suponer que en la oscuridad completa todas las cosas azules se vuelven rojo brillante, simplemente no tiene significado. Considero la olvidada cuestión de qué carácter es en un fenómeno lo que hace lógicamente que ese fenómeno pida una explicación. El Dr. Carus dice que es la irregularidad. El Sr. Venn dice que es el aislamiento. Ambas opiniones pueden ser decisivamente refutadas. Otra teoría, que un fenómeno pide explicación justo en tanto que es sorprendente, o contrario a lo que podría probablemente haberse predecido a partir del conocimiento previo, escapa a las objeciones de las otras soluciones. Pero la sorpresa es una emoción que surge como una especie de sucedáneo de una explicación. Muchas otras emociones tienen ese mismo carácter, quizás todas las emociones. ¿Daremos entonces un lugar en lógica a la emoción, y diremos que toda emoción debería reemplazarse por una hipótesis científica? Esto es sustancialmente lo que Sócrates enseñó en relación al miedo; y quien no apruebe una emoción dirá naturalmente algo análogo. Pero no puede admitirse ninguna doctrina psicológica en la lógica crítica. La verdadera doctrina [se] deduce matemáticamente de las categorías. La justificación de la abducción se sigue de ella; y de esto a su vez se siguen las reglas de la abducción.


Del Borrador D-MS L75.270-275

Abro esta cuestión sumamente interesante mostrando que de los tres tipos de inducción sólo uno es de algún valor científico real. Muestro entonces que todo lo que una inducción de este tipo logra realmente es averiguar el valor de una ratio. Se sigue que la completa sustancia de la ciencia debe venir a nosotros por abducción, en el mismo sentido en que, de acuerdo con la teoría de la selección natural en su forma extensa, todo el intervalo entre el mono y el hombre ha sido atravesado por variaciones insensibles en la reproducción. La inducción, como la selección natural, meramente elimina lo no apto. ¿Cuál, entonces, puede ser la justificación para una hipótesis? En primer lugar, la abducción sólo concluye interrogativamente. Pero ésta no es respuesta suficiente a la cuestión. Las interrogaciones inútiles son tan nocivas como pueden serlo. La única justificación es esa que se ilustra a menudo al jugar al juego del whist. Quedan tres rondas de una mano. El que dirige no sabe cómo están las cartas. Pero sabe que si están de una cierta manera, un cierto director guardará la carta sobrante, mientras que si no están de esa manera, ningún director hará eso. Esto justifica que asuma para dirigir que las cartas están así. Pues sólo así puede obtener su fin. El principio es que siempre estamos justificados para suponer, con vistas a la conducta, que nuestro único fin puede alcanzarse. Pero toda creencia es creencia con vistas a la conducta. Nada tiene ningún significado aparte de los propósitos prácticos. Aparte de sus aspectos prácticos una proposición no puede ser falsa, porque una cosa sin significado no es una proposición, y como tal, no tiene espacio para ser falsa. Luego si llega a esto, que una cierta hipótesis debe ser verdadera o no hay verdad comprensible y si, como nuestras discusiones éticas y estéticas han mostrado que es el caso, la comprensión del universo es el único objetivo que un hombre puede afirmar deliberadamente que es bueno, está justificado al abrazar incondicionalmente la hipótesis que es sólo consonante con el logro de una comprensión de la verdad. No necesita decirse que las hipótesis que llenan perfectamente esa condición son extremadamente pocas. Quizás la hipótesis de que el universo está gobernado por una mente auto-consciente, en los sentidos en que "auto-consciente" y "mente" se definen lógicamente, es la única que hay. Sin embargo, prácticamente, el caso llega a menudo a eso. Las hipótesis posibles consisten en tales hipótesis como podemos hacer. "Poder" es sin duda una palabra elástica. Lo que "puede" ser hecho depende de la cantidad de esfuerzo. Sin embargo, los efectos de los esfuerzos convergen hacia un límite. Para fijar nuestras ideas tomemos un ejemplo concreto. El comandante de un ejército está en la batalla. La batalla es de tal importancia que la suma total del deber del comandante es ganar ese día. En tanto él puede entender, en el tiempo limitado que ha estado considerando la cuestión, si una cierta posición puede tomarse inmediatamente la batalla puede ganarse, pero de otro modo no puede. Entonces la lógica le ordena creer con todo su corazón y toda su alma que esa posición puede ser tomada, aunque si tuviera tiempo de hacer un reconocimiento podría ser temerario e ilógico en extremo llegar a tal conclusión meramente a partir de los datos que están actualmente en su posesión. Esto ilustra lo mucho que tiene que ver, lógicamente, el tiempo que se permite para formar una opinión con esa opinión. Ahora bien, un investigador científico está en una doble situación. Como una unidad del mundo científico, con el que él en alguna medida se identifica, puede esperar cinco siglos, si fuera necesario, antes de decidir sobre la aceptabilidad de una cierta hipótesis. Pero en cuanto comprometido con la investigación que es su deber seguir diligentemente, debe estar listo a la mañana siguiente para seguir esa hipótesis o rechazarla. Lo que la lógica requiere de él es que acepte esa hipótesis, que es el único modo que él puede ver, en ese momento, en el que habría alguna verdad comprensible, y piense en la consecuencia necesaria observable más sorprendente de ella que pueda, y que a la mañana siguiente ponga esa consecuencia bajo la prueba del experimento. Estando como está en una doble posición, como individuo y como representante de la ciencia de la raza, debería estar en un doble estado de la mente acerca de la hipótesis, a un tiempo ardiente en su creencia de que debería ser así, y sin embargo no comprometiéndose a sí mismo más allá de hacer su mejor esfuerzo para intentar el experimento. Si él es meramente escéptico, no hará la mitad de justicia al experimento; si olvida su relación con la ciencia general, no se atreverá a poner a prueba su muy querida teoría. Debe combinar las dos actitudes. Mendeleiev, preparando su ordenación aproximada de los elementos, y sobre la base de arriesgar así las descripciones detalladas del Galio, el Escandio y el Germanio, es el mismo ejemplo de lo que prescribe la lógica de la abducción.

Todo esto es bastante inexacto. Aquí sólo me estoy esforzando por dar una noción de los contenidos de esta memoria. Que debería estar abierto a cualquier acusación justa de razonamiento impreciso no está entre las dudas que más me preocupan. He empleado para mí mismo una notación algebraica para asegurar la exactitud de mi trabajo; pero no estoy decidido a hacer uso de ella en mis memorias.

Sobre esta teoría de la validez de la abducción baso ciertas reglas para la práctica de esta clase de pensamiento. Comparando éstas con las de otros lógicos observo que encuentro en sus doctrinas mucho menos que obligue a mi disentimiento que respecto a la inducción, a pesar de su concepción rígida e inelástica de esta clase de razonamiento. Sin embargo es aquí donde se encuentran, la mayoría de ellos, completamente abandonados por su concepción general de la lógica, y encuentro aquí la mía más eficazmente útil.

Versión final-MS L75.376

MEMORIA 25

SOBRE LOS ARGUMENTOS MIXTOS

Ésta es una memoria altamente importante sobre una materia de singular dificultad, aunque a primera vista uno no anticiparía alguna dificultad o interés en ella.


Del Borrador E-MS L75.178

Entre las cuestiones especialmente interesantes en esta memoria están la influencia sobre diferentes clases de inducción de los diferentes tipos de uniformidades y del argumento desde la analogía. En ambos casos, se examinarán cuidadosamente opiniones opuestas a esas que yo deduzco mediante mi método. Esta memoria es más importante de lo que podría suponerse.

Del Borrador B-MS L75.276

Considero aquí todas las clases de argumentos mixtos. Tenemos, primero, argumentos compuestos de argumentos independientes, ya sea, como podemos decir, compitiendo, esto es, conduciendo al mismo resultado, o cooperando, esto es, ambos requeridos para producir la conclusión.

Después, tenemos argumentos uno de los cuales concluye algo, no relacionado con la conclusión del otro, pero relacionándose con el argumento mismo.

Finalmente, tenemos argumentos que, a partir de premisas idénticamente las mismas, producen la misma conclusión idéntica de dos maneras diferentes. Estos son los más notables de los argumentos mixtos, y el argumento a partir de la analogía es el ejemplo principal.


Versión final-MS L75.377

MEMORIA 26

SOBRE LAS FALACIAS

No sería ventajoso dedicar una memoria especial a un tratamiento estrictamente científico de las falacias en general. Sería como un capítulo en un tratado de trigonometría que tratara de posibles errores en trigonometría. Pero ya que mi propósito es que estas memorias sean no sólo científicas sino que también sean útiles, me propongo dedicar ésta a las falacias porque pienso que, aunque no es una materia atractiva para un lógico, puedo hacer que la discusión sea útil. No intentaré un desarrollo estrictamente teórico, sino que trataré de las falacias bajo cinco títulos, de acuerdo con sus causas, mostrando bajo cada título cómo ocurren, cómo podemos evitarlas en el razonamiento original y en la controversia, cómo detectarlas y responder a otros que caen en ellas. Los cinco títulos son: primero, deslices; segundo, malentendidos; tercero, falacias debidas a las malas nociones lógicas; cuarto, falacias debidas a causas morales; y quinto, sofismas inventados para probar reglas lógicas, etc. Ésta será de un carácter enteramente excepcional entre las memorias, más incluso que la primera.

Del Borrador E-MS L75.178-179

Pocos lógicos de gran fuerza teórica han manifestado mucho interés en la doctrina general de las falacias. ¿Debería tratarse como una rama de la lógica pura? Cinco clases de falacias: primero, meros deslices, como los errores al sumar una columna de cifras; segundo, malentendidos; tercero, falacias que tienen su origen en una lógica utens poco firme o en una lógica docens defectuosa; cuarto, falacias que tienen su origen en la mala moral; quinto, sofismas que no pueden engañar a una mente sólida pero que ponen a prueba la eficacia de las reglas lógicas. Considero un deber no olvidar esta cuestión nada interesante; y no me limitaré a una consideración puramente lógica de ella, sino que diré lo que parezca probable que sea de utilidad. Primero, pueden darse ciertas reglas para comprobar nuestros razonamientos así como para corregir deslices. Segundo, la ignoratio elenchi y petitio principii son falacias que presuponen que el proceso lógico es sólido. De acuerdo con eso, no debería anotarse ningún alegato de que un argumento sea una de estas falacias en caso de que haya alguna objeción al proceso lógico, a menos que se prescinda de la objeción. Tercero, las falacias de la tercera clase son extremadamente comunes, y las observaciones bajo este título deberían ser servibles. Cuarto, las falacias de la cuarta clase son también bastante comunes; pero es evidente que ninguna medicina lógica puede alcanzar el sitio de la enfermedad. Las reglas de la buena lógica suponen buena fe. Quinto, la lógica comienza con sofismas y algunos de ellos todavía merecen atención.


Del Borrador D-MS L75.276-279

Ésta es una cuestión que ha atraído muy poco la atención de los lógicos más poderosos y consecuentemente está en la condición más deplorable. Las divido en tres clases, como sigue: primero, esas falacias que son meros deslices, tal y como en el que uno puede caer al sumar una columna de cifras, que es, en efecto, una falacia; segundo, aquellas que surgen de los malentendidos, tal como la ignoratio elenchi y petitio principii; tercero, esas que tienen su origen en una lógica utens poco firme, o más frecuentemente, en la lógica docens inexacta. A éstas pueden añadirse, cuarto, los sofismas que realmente no engañan a nadie pero que presentan problemas en lógica a menudo altamente instructivos. Hago un intento de enumerar todas las variedades. Esas de la primera clase apenas merece la pena señalarlas; sin embargo no es completamente inútil, no más de lo que sería llamar la atención sobre los modos en que hay peligro de error al realizar un cálculo algebraico. Espero que mis observaciones acerca del petitio principii sean útiles. En la tercera clase, llamo la atención sobre un número de falacias que no se mencionan en ninguno de los libros. Tal, por ejemplo, es la extensión de la doctrina del peso de la prueba a casos donde no tiene significado, pero donde los razonadores formalistas apelan a ella como una fuente de conocimiento, como si fuera una ley de la naturaleza. Otra clase de ejemplos de falacias, a las que los lógicos son especialmente propensos (y los lógicos son los razonadores más falaces del mundo), son las objeciones a los argumentos como si fueran falaces que son en realidad, sólidos, pero que son meramente malentendidos por el que objeta como argumentos de una clase diferente a la que profesan ser. Los libros están llenos de pretendidas refutaciones de falacias donde el razonamiento criticado es realmente sólido. En efecto, mi observación me lleva a concluir que personas de buen sentido cuyas mentes no están viciadas por nociones lógicas raramente caen en falacias, a menos que sean meros deslices. Por otra parte, no conozco ninguna clase de libros en los que las falacias abunden tanto como en las obras de lógica y filosofía. He leído cuidadosamente un gran número de tratados alemanes sobre lógica de una clase algo original y superior, ciertamente calculo al menos más de cincuenta de ellos. Pero no pienso que alguna vez me haya encontrado con uno sólo —ni siquiera el de Schroeder— que no caiga en algún lugar en una falacia lógica incuestionable y completamente indefendible. Esto no es verdadero de los libros ingleses, pero hay pocos lógicos ingleses de alguna fuerza. Los alemanes, pienso, son naturalmente estúpidos acerca de la lógica, aunque algunos de los más magníficos razonadores han sido alemanes. Kepler es bastante incomparable en lógica inductiva; Weierstrass y Georg Cantor magníficos en sutileza matemática, pues estos últimos son "baconianos" en Shakespeare-logía. Entre los lógicos, Leibniz, Lambert, Kant, Herbart son hombres de distinguido poder. Pero hay una tendencia viciosa al subjetivismo en los alemanes cuando tratan de cualquier asunto que ponga a prueba esa disposición. No deseo que se suponga que no admiro a los alemanes; pero cuando veo a tantos jóvenes americanos copiando todas sus faltas y adorándolos generalmente, me veo movido a decir que no son dioses.


Versión final-MS L75-378-380

MEMORIA 27

SOBRE LA METODÉUTICA

El primer asunto de esta memoria es mostrar la naturaleza precisa de la metodéutica; cómo se diferencia de la crítica; cómo, aunque considere no lo que es admisible sino lo que es ventajoso, es sin embargo un estudio puramente teórico, y no un arte; cómo es, desde el más estricto punto de vista teórico, una división absolutamente esencial y diferenciada de la investigación lógica; y cómo, por otra parte, se hace rápidamente útil para un investigador en cualquier ciencia, incluso las matemáticas mismas. Se parece fuertemente a la parte puramente matemática de la economía política, que es también un estudio teórico de las ventajas. De las clases diferentes de argumentos, las abducciones son las únicas en las que, después de que se han admitido que son justas, todavía queda investigar si son ventajosas. Pero ya que toda la tarea de la heurética, hasta donde llega su teoría, cae bajo la metodéutica, no hay clase de argumentación que la metodéutica pueda pasar por alto sin darse cuenta. Tampoco la metodéutica está limitada a la consideración de argumentos. Por el contrario, siempre se ha entendido que sus temas especiales son la definición y la división de los términos. La formación de sistemas de proposiciones, aunque ha sido olvidada, también debería evidentemente incluirse en la metodéutica. En su método la metodéutica es menos estricta que la crítica.


Del Borrador B-MS L75.279-280

La primera tarea de esta memoria es desarrollar una concepción precisa de la naturaleza de la lógica metodéutica. En la metodéutica se asume que los signos considerados se ajustarán a las condiciones de la crítica, y serán verdaderos. Pero así como la lógica crítica se pregunta si un signo corresponde a su objeto último pretendido, la realidad, y cómo, así la metodéutica mira al interpretante último que se persigue y se pregunta a qué condiciones debe ajustarse un signo para ser pertinente para su fin. La metodéutica tiene un interés especial en la abducción, o la inferencia que comienza una hipótesis científica. Pues no es suficiente que una hipótesis sea justificable. Cualquier hipótesis que explique los hechos es justificada críticamente. Pero entre las hipótesis justificables tenemos que seleccionar esa que sea apropiada para ser probada por medio de un experimento. No hay necesidad de una elección posterior después de sacar las conclusiones deductivas e inductivas. Sin embargo, aunque la metodéutica no tenga el mismo interés especial en ellas, tiene que desarrollar los principios que han de guiarnos en la invención de pruebas, esos que han de gobernar el curso general de una investigación, y esos que determinan a qué problemas dedicaremos nuestra energías. Tiene por tanto en su totalidad un carácter económico. Otros dos problemas de la metodéutica que los viejos lógicos convierten casi en su única tarea son, primero, los principios de definición y de hacer las ideas claras; y segundo, los principios de clasificación.


Del Borrador D-MS L75.329-330

Considero aquí de forma precisa qué es la metodéutica. Muestro que es permisible recurrir aquí a ciertos métodos no admisibles en estequiología y crítica. En primer lugar, la metodéutica no es sino heurética y tiene que ver sólo con la abducción. Sin embargo, incluso como heurética tiene que considerar indirectamente otras cuestiones; y se amplia a cuestiones que no son particularmente heuréticas. Es propio, por tanto, en el estudio de la metodéutica, comenzar con el estudio de la heurética. Ahora bien, se sigue de la naturaleza de la verdad, como se analizó en una memoria anterior, que no es meramente sin esperanza sino completamente absurdo esperar descubrir algo excepto tales cosas como podemos esperar que esa época revelará. En consecuencia, descubrir es simplemente acelerar un evento que ocurriría tarde o temprano si no nos hubiéramos tomado la molestia de hacer el descubrimiento. En consecuencia, el arte del descubrimiento es puramente una cuestión de economía. La economía de la investigación es, en tanto que la lógica está implicada, la doctrina conductora con referencia al arte del descubrimiento. En consecuencia, el desarrollo de la abducción, que es principalmente una cuestión de heurética y es la primera cuestión de la heurética, ha de ser gobernado por consideraciones económicas. Muestro cómo esto conduce a investigaciones metodéuticas de otras clases y al mismo tiempo proporciona una clave para el desarrollo de esas investigaciones.


Versión final-MS L75.380-388

MEMORIA 28

SOBRE LA ECONOMÍA DE LA INVESTIGACIÓN

En toda economía las leyes son fórmulas ideales de las que hay grandes desviaciones, incluso estadísticamente. En la economía de la investigación las "leyes" son meras tendencias generales en las que las excepciones son frecuentes. Al ser las leyes tan indefinidas, en el mejor de los casos, hay poca ventaja en definiciones muy exactas de términos tales como "cantidad de conocimiento". Es posible sin embargo atribuir una concepción definida a que un incremento de conocimiento sea más grande que otro. Desarrollar esto será la primera tarea de la memoria. También establezco un significado definido para la cantidad de un incremento en la difusión del conocimiento. Considero después la relación de cada uno de estos con el gasto de energía y valor requeridos para producirlos en condiciones variables del avance de la difusión del conocimiento ya obtenido. Comparando el conocimiento con un artículo material, sabemos que en el último caso un pequeño incremento dado en el suministro es muy caro, en la mayoría de los casos, cuando el suministro es muy pequeño, sabemos que como el suministro se incrementa se hunde hasta el mínimo, a partir del que se incrementa hasta un valor muy grande pero finito del suministro donde no sería posible más incremento a algún coste finito. Poniendo en lugar de suministro la cantidad de conocimiento obtenida, encontramos que hay una "ley" o tendencia general sujeta a grandes irregularidades similares a las del caso del suministro de un elemento material, pero aquí incluso más grandes. El incremento final del coste de un incremento con el incremento de logro ya conseguido está marcado, en su totalidad, en casi todos los casos, mientras que en muchos casos, al menos, hay un punto de logro en el que el coste de un incremento está a un mínimo. La misma tendencia general aparece en referencia a la difusión del conocimiento; pero se da esta notable diferencia, que los logros en el avance de las ciencias son actualmente muy comunes en la inclinación ascendente donde los incrementos están costando más y más, mientras que hay pocas ramas del conocimiento cuya difusión sea ya tan grande que un incremento dado de la difusión cueste más y más, a medida que la difusión crezca.

Pasaré después a un estudio de la variación de la utilidad (significando, generalmente, la utilidad científica) de pequeños incrementos dados de conocimiento científico y de la difusión del conocimiento en estados diversos de logro. Esto se compara con la variación de la cantidad total que será pagada por un artículo material por un pequeño incremento fijado de la demanda, o cantidad que se echa al mercado para conseguir lo que consiga, con diversas cantidades de esa demanda. Aquí, la cantidad adicional total que será pagada por el pequeño incremento de cantidad vendida corresponderá a la utilidad del pequeño aumento fijado de conocimiento científico o de la difusión del conocimiento; mientras la demanda sea igual al suministro, esta demanda, o cantidad total que se vende, corresponderá como antes a la cantidad de logro en el conocimiento científico o en la difusión del conocimiento. Pues sabemos que si se regala un artículo material la gente sólo se llevará a casa una cantidad finita. Uno tendría que pagarles para que se llevaran más. Por otra parte, hay probablemente algún precio máximo para la mayoría de las cosas, por encima del cual ninguna se vendería. Necesariamente se sigue que más allá de una cierta cantidad que se pone en el mercado, un pequeño incremento en esa cantidad disminuiría actualmente el total de lo que se recibe por su venta, mientras que por alguna cantidad más pequeña el aumento de lo que se recibe por un pequeño incremento dado de la cantidad enviada al mercado sería menor y menor. Con respecto a la utilidad científica de un pequeño avance fijo de conocimiento, la "ley" es ciertamente muy diferente a eso. En primer lugar, no hay grado de conocimiento del que un pequeño incremento fuera peor que inútil, y mientras que la tendencia general es que la utilidad de tal incremento fijado llega a ser menor y menor, sin embargo la curva tiene más bien forma de sierra, ya que como la pequeña adición de Rayleigh a nuestro conocimiento de la densidad del nitrógeno, de vez en cuando un pequeño incremento será de gran utilidad y entonces se hundirá inmediatamente hasta su nivel anterior. El avance científico de la difusión del conocimiento es difícil de determinar. No puede creerse que algún incremento de difusión sea positivamente desfavorable para la ciencia. Es favorable de dos formas; primero, preparando a más hombres para que sean investigadores eminentes; en segundo lugar, incrementando la riqueza general, y por tanto el dinero concedido a la ciencia. Me inclino a pensar que la tendencia general es que un incremento dado de difusión es menos y menos ventajoso para la ciencia cuanto más grande sea la difusión obtenida. Pero no estoy seguro de que esto sea así, al menos sin muy importantes desviaciones. El efecto general es, sin embargo, casi el mismo tanto para el avance como para la difusión del conocimiento. A saber, comenzando con una densa ignorancia, los primeros incrementos costarán más de aquello a lo que van a parar. Esto es, el conocimiento se incrementa, pero la energía científica se gasta y no se recupera inmediatamente. Pero muy pronto alcanzamos un estado de conocimiento que es beneficioso para la ciencia, esto es, no sólo se incrementa el conocimiento, sino que la facilidad para incrementar el conocimiento nos devuelve más medios disponibles para investigar de los que teníamos antes de que se gastara la energía científica necesaria. Esto se incrementa hasta un máximo, disminuye, y finalmente no hay más ganancia. Sin embargo, en el caso de la energía gastada en la investigación, si se persiste, un descubrimiento afortunado puede resultar en nuevos medios de investigación. Analizaré tanto como pueda las ventajas relativas, exclusivamente para la ciencia pura, de gastar energía (que es de tal clase como para ser igualmente capaz de ser dirigida de cualquier modo) para el avance directo del conocimiento y para la difusión del conocimiento. Encuentro esto último tan abrumadoramente más importante (aunque todas mis simpatías personales están de otro lado) de lo que me parece a mí que, por el momento, dar a la investigación, en dinero, el uno o dos por ciento de lo que se gasta en educación es suficiente. La investigación debe lograr que se haga negocio con ganancia, con lo que quiero decir que debe producir más energía científica efectiva de la que gasta. Sin duda ya lo hace así. Pero haría bien en llegar a ser consciente de su posición económica y en lograr formas de vivir de eso.

Hace muchos años publiqué un pequeño escrito sobre la economía de la investigación, en el que consideraba este problema. Alguien suministra un fondo para gastar sin restricciones en investigación. ¿En qué clase de investigaciones debería gastarse? Mi respuesta, a la que todavía me adhiero, era ésta. Las investigaciones para las que los hombres han sido preparados, los instrumentos conseguidos y un plan establecido, deberían continuarse mientras esas condiciones subsistan. Pero el nuevo dinero debería principalmente destinarse a abrir nuevos campos, porque los nuevos campos serán probablemente más beneficiosos y, en cualquier caso, serán beneficiosos durante más tiempo.

Señalaré en el curso de la memoria que la ciencia económica es particularmente beneficiosa para la ciencia; y que de todas las ramas de la economía, la economía de la investigación es quizá la más beneficiosa; que la metodéutica lógica y la lógica en general son especialmente valiosas para la ciencia, costando bastante menos energías del investigador, y ayudando a la economía de cualquier otra ciencia. Fue en la mitad del siglo XIII cuando un hombre lo suficientemente distinguido para llegar a ser Papa abrió su obra de lógica con las palabras "Dialectica est ars artium et scientia scientiarum, ad omnium methodorum principia viam habens". Esta frase memorable, cuya ornamentación gótica prueba bajo examen que no envuelve ninguna expresión sin significado ni ninguna cláusula redundante, comenzaba una obra donde la idea de esta frase se ejecutaba de forma suficientemente satisfactoria para la ciencia dominante de la edad media. Jevons adoptó la frase como lema de la mayoría de su contribución científica a la lógica; y expresaría el propósito de mis memorias, que es, sobre la base bien preparada por Jevons y su maestro, De Morgan, y por otros grandes investigadores ingleses, especialmente Boole, Whewell, Berkeley, Glanvill, Ockham y Duns Scoto, proporcionar un sólido fundamento sobre el que podamos erigir una nueva lógica adecuada para la vida de la ciencia del siglo XX.

Del Borrador D-MS L75.281-287

La economía política, en su análisis general por Ricardo y otros, es un buen ejemplo del método lógico. Su fallo principal es que no se introduce ningún coeficiente de estupidez media ni ningún coeficiente de sentimentalismo medio, que podían haber sido introducidos en las fórmulas. Por supuesto sus valores tendrían que haber sido determinados para cada clase de sociedad. La economía política va ahora bajo el nombre de economía, un cambio de título que oscurece un importante rasgo de la ciencia, que se relaciona con colecciones muy amplias de individuos cuyo carácter medio debe estar mucho más fijado que el de los individuos singulares. Los factores principales a ser considerados son la demanda a precios diferentes y el costo de diferentes cantidades suministradas. En el caso de la investigación tenemos algo análogo, aunque las medidas no pueden hacerse con precisión. La cantidad del artículo material ha de representarse por la cantidad de conocimiento de una materia dada. El precio es representado por la utilidad de una adición al conocimiento, especialmente la utilidad científica. El coste es la cantidad de energía, tiempo, dinero, etc. requeridos para producir un incremento dado de conocimiento. Las irregularidades son excesivas. Las peculiaridades del caso individual deben considerarse siempre. A pesar de todo, hay ciertas reglas generales, sujetas a frecuentes excepciones, cuya consideración está lejos de ser completamente inútil. Dos reglas tales son que, cuanto más sabemos ya de una materia menos probable es la utilidad de un incremento dado de conocimiento, y que cuanto más sabemos ya, más grande es probable que sea el coste de un incremento dado de conocimiento. Pero si por cantidad de conocimiento sustituimos el número de personas informadas, ambas reglas serán invertidas. De aquí que el conocimiento más valioso sea de lejos ese que es experiencia común. Esto no decide, en sí mismo, la cuestión entre la utilidad respectiva de difundir y avanzar el conocimiento; sin embargo pienso que es evidente que hasta que la gente sepa en general bastante para conducir los asuntos con economía razonable, es mala economía gastar mucho en el avance de la ciencia. Diez millones es una suma pequeña cuando estamos pensando en setenta millones de personas. Pero si se gastaran cien millones en enseñar a la gente de Estados Unidos algunas cosas que se conocen respecto a nuestra tarifa proteccionista, produciría una cantidad mayor para ser aplicada al avance de la ciencia. No envidio el dinero gastado en las iglesias, porque lo que se enseña en las iglesias es, en sí mismo considerado, lo más valioso de toda la verdad. Pero deseo que una décima parte de esa cantidad pudiera asignarse para difundir el conocimiento económico, porque ese conocimiento produciría la riqueza requerida para el avance y difusión de todo el demás conocimiento. Un gran capitalista generoso es un fenómeno extraño y maravilloso, mientras que la gente es naturalmente generosa hasta el punto de la extravagancia. A la luz de estas consideraciones, llega a ser una máxima de la economía de la investigación que debería darse gran apoyo a las aplicaciones de la ciencia. Pues aunque el vapor y la electricidad son cosas de valor insignificante en sí mismos, ya que la gente era casi tan buena y feliz antes de los días del vapor y la electricidad, sin embargo llegaron a ser de extremada utilidad al provocar que se hicieran grandes gastos para el avance de la ciencia pura.

Ocupándome ahora de la ciencia pura, la economía de investigación pide la apertura de nuevas ramas de conocimiento tan pronto como su estudio pueda ser realizado científicamente, más que llevar a la perfección extrema ciencias de las que ya se ha exprimido el más rico jugo. Sigan la investigación que sea prometedora: olviden esa cuyo panorama sea sombrío. Si varias hipótesis son igualmente atractivas para una investigación, y en otra sólo una, prefieran ésta última. En cualquier investigación dada, siendo otras cosas bastante iguales o incluso considerablemente en contra de la igualdad, prefieran la hipótesis que si es falsa puede probarse fácilmente que lo es; si puede ser despachada muy fácilmente, adóptenla al instante y acaben con ella. Pero mientras la sostengan, sosténganla de buena fe, para hacerle plena justicia. Entre las hipótesis elijan una cuyos elementos se entiendan bien, de modo que no puedan surgir complicaciones desconocidas con el gasto consecuente de energía. Prefieran hipótesis generales a especiales, ya que las más generales son así por ser más simples; si son así por ser más complejas, es necesario considerar la economía de probarlas más particularmente. Por ejemplo, en lugar de suponer y=a+bx+cx2+dx3+etc. y determinar los coeficientes, pregunten si "y" tiene un término constante, después si tiende a infinito con "x", después si sus incrementos son aproximadamente proporcionales a los de "x", etc.

Hay muchas razones económicas para preferir hipótesis que parecen simples. No entiendo aquí por simple que tenga sólo un elemento indeterminado, aunque esa es una base manifiesta de preferencia; sino que entiendo simple para la comprensión humana. Especialmente, al usar la abducción ya te comprometes con la hipótesis de que la verdad es comprensible para ti, y que por tanto lo que es semejante a tu mente es probable que sea verdadero. Estando comprometido con esto, apenas haces una hipótesis adicional al asumir que aquello que es más semejante a tu forma natural de pensar es más probable que sea verdadero.

Nada desconocido puede alguna vez llegar a ser conocido excepto a través de su analogía con otras cosas conocidas. Por tanto, no intenten explicar los fenómenos aislados y desconectados de la experiencia común. Es una pérdida de energía, además de ser extremadamente comprometedor. Hagan oídos sordos a la gente que dice, "los científicos deberían investigar esto porque es tan extraño". Esa es la misma razón por la que el estudio debería esperar. No estaría maduro hasta que no dejara de ser tan extraño.

No gasten su tiempo en cuestiones respecto a las cuales los hechos sean escasos y no puedan ser reunidos.

Todas estas máximas son otros tantos teoremas de lógica que me esforzaré por presentar de forma sistemática en mi memoria.

Del Borrador E-MS L75.180-181

Los principales factores son [la] relación de la cantidad de incrementos del conocimiento, primero, con la utilidad científica, y segundo, con el gasto necesario de energía, etc. Hasta qué punto hay algunas regularidades en estas relaciones. Hay mucho que aprender del estudio de la economía de la investigación, extendiéndose incluso hasta detalles del procedimiento científico. Doy lo que he sido capaz de deducir. Considero también, exclusivamente en interés del avance de la ciencia, la economía de la difusión del conocimiento. Encuentro que la ventaja para la investigación de tal difusión es, en la presente condición de las cosas, incluso más grande que la misma cantidad de energía gastada en la investigación misma, suponiendo que esa energía esté igualmente asequible en cualquiera de las dos direcciones. Si uno tiene un gran investigador es un desperdicio terrible no usarlo. Doy cuenta de ciertas investigaciones en el modo de desarrollo de grandes hombres. Encuentro que las condiciones no son diferentes a las de la producción de árboles gigantes en un bosque. En consecuencia, hay una aplicación de la economía a la preparación de hombres para llegar a ser grandes cuando se necesitan grandes hombres. Examino la cuestión de las clases de conocimiento cuya difusión es más deseable, siempre en interés del avance de la ciencia. Encuentro las ciencias normativas, incluyendo la economía, de gran importancia. Si nuestra gente pudiera sólo aprender la suficiente economía política para ver que es una ciencia difícil en la que es necesario confiar en expertos, habría mucho más dinero para gastar en la ciencia de lo que los genios del país podrían usar con el mejor provecho. La parte analítica de la economía política es directamente dependiente de la metodéutica lógica. Es una cuestión si no es una rama de la lógica.


Versión final-MS L75.389-390

MEMORIA 29

SOBRE EL CURSO DE LA INVESTIGACIÓN

Comparando las dos alas de las ciencias especiales, esto es, psicognosia y fisiognosia, y tomando la historia de su desarrollo como base, pero corrigiendo la historia en la medida que podamos para hacerla conformarse a lo que la buena lógica y la buena economía la habrían hecho, tenemos la idea de cursos racionales de desarrollo que esas ramas podrían haber seguido. Entre las dos hay un paralelismo notable; de modo que podemos formular un curso racional general de investigación. Pasando ahora al estudio de la historia de las ciencias especiales, también modificada por el mismo proceso, encontramos algunas huellas de la misma ley; o para expresarlo más claramente, es como si la ciencia especial nos mostrara una parte del esquema general bajo un microscopio. Examinando sucesivamente todas las ciencias de esta forma (o todo lo que yo sea suficientemente capaz de entender), podemos rellenar detalles y hacer la fórmula general más definida. Encontramos aquí una sucesión de concepciones que podemos generalizar en alguna medida, pero que encontramos difícil generalizar mucho sin perder sus peculiares "sabores". Llamo a esto las categorías del curso de investigación. No tienen el carácter fundamental de las categorías de la apariencia, pero parecen, a pesar de todo, ser de importancia.


Del Borrador E-MS L75.183

Esfuerzos para formular un método general, así como métodos especiales tan generalizados como sea posible. Estudios de la conexión entre, primero, clasificación natural; segundo, una fórmula general de evolución; tercero, una fórmula general en la historia del desarrollo intelectual; cuarto, la fórmula general del curso de la investigación. Investigaciones acerca del método propio para atacar la presente cuestión. Hay resultados; pero queda mucho por ser descubierto.

Del Borrador D-MS L75.298-302

Uno debe sospechar que existe una estrecha relación entre este problema y el de la clasificación; y ya que éste debería estar, pensaría uno, conectado con alguna ley que se exhiba a sí misma en la historia de la ciencia, deberíamos esperar un estudio profundo, benévolo, de la historia de la ciencia que arrojara alguna luz sobre el secreto de las categorías de la jerarquía clasificatoria. Ha sido debido a una esperanza de que éste podría resultar ser el caso y de que esas categorías jerárquicas podrían tener otras aplicaciones útiles por lo que he invertido mucho estudio en la historia de la ciencia.

El curso general de la historia de la ciencia ha sido algo como esto. Los primeros problemas científicos a ser emprendidos fueron la medicina, la neumatología, la cosmogonía, etc. que en su mayor parte parecen hoy sin esperanza. El resultado fue que comenzaron a obtenerse algunos resultados en aritmética y en las partes más simples de la astronomía, y en breve hubo algún desarrollo de la geometría. Encontramos en Pitágoras los comienzos de una verdadera ciencia de las categorías. Sus números eran categorías; esto es, elementos de los fenómenos; y tenían un cierto parecido general con mis categorías. La dualidad en la que tanto insistió era mi segunda categoría, la de reacción. Sus ejemplos muestran esto. Se fijó demasiado en el lado formal, pero ese era un buen error. Encontramos después a los griegos desarrollando una comprensión muy extraordinaria de las verdades estéticas. Un poco después, en Sócrates, encontramos una elevada ciencia ética. La lógica sigue en Platón, desarrollada completamente en Aristóteles. La metafísica también da importantes pasos; y la de Aristóteles (un mero rehacer la de Platón) es en algunos aspectos mejor de lo que es corriente en la actualidad. También encontramos en Aristóteles un decidido éxito en psicología, siendo bien planteada la doctrina de la asociación. Su mecánica era excesivamente mala. Su biología muy rudimentaria. Entonces vinieron más éxitos en las partes simples de la astronomía. Se fundó la estática. La gramática llegó a desarrollarse. De este modo el orden del desarrollo era sustancialmente, y bastante minuciosamente, el de mi tabla de clasificación de las ciencias, que yo preparé exclusivamente para expresar el estado presente de las ciencias tal y como viven hoy. La única excepción es que se hacían los principios de varias ciencias descriptivas, aunque yo las coloco al final. Omitiéndolas, y también la geometría, en cuyas adiciones estaban continuamente [texto oscuro] el orden era: aritmética, las categorías, estética, lógica, metafísica, psicología, estática, gramática.

La ciencia moderna es demasiado compleja para permitir alguna ordenación tal. La ley general es la del progreso de lo más abstracto a lo más concreto. La historia de alguna ciencia bien desarrollada exhibe la misma ley. En óptica vino primero la doctrina de los rayos y la perspectiva. La ley de la reflexión fue descubierta pronto. La ley de la refracción fue el primer descubrimiento moderno temprano en el siglo XVII. La velocidad de la luz fue averiguada en 1676. La polarización, la difracción y la dispersión fueron descubiertas alrededor del mismo tiempo, así como los fenómenos que eran realmente los de la interferencia. De este modo ya se conocían los fenómenos principales. La teoría general de ondulaciones fue sugerida por Huygens, y Hooke mostró que explicaría los colores de láminas finas. Fue aprobado por Euler. Pero hasta 1817 Young no vio que las vibraciones eran transversales. La teoría eléctrica de la luz data de 1873.

Aquí, por tanto, se desarrolló una explicación puramente geométrica de los fenómenos de la experiencia ordinaria. Luego se descubrían los fenómenos principales y se formulaban matemáticamente. Luego se iluminaba la teoría formal de la constitución de la luz y se desarrollaba matemáticamente, y finalmente surgió la teoría material de su constitución a partir de un análisis matemático de otra rama de la física.

He acumulado un considerable depósito de verdad relativa al curso del descubrimiento científico de casi todas las ramas; pero aún no lo he puesto en la forma de un sistema, como propongo hacer en esta memoria.


Versión final-MS L75.390-391

MEMORIA 30

SOBRE LOS SISTEMAS DE DOCTRINA

Bastante singularmente, parece que se me ha dejado hacer un primer intento de formular en detalle qué debería ser un sistema de doctrina. Sigo el mismo método heurético general que en la memoria número 29, tomando algunos de los sistemas existentes más perfectos, e imaginando cómo podrían ser más racionales. De esta forma desarrollo una serie de concepciones que denomino las categorías de sistemas.


Versión final-MS L75.391

MEMORIA 31

SOBRE LAS CLASIFICACIONES

Estudio la clasificación, después de algunas consideraciones generales, desarrollando actualmente un número de clasificaciones de la única clase de objetos que podemos comprender suficientemente; es decir, diferentes clases de objetos de creación humana; tales como invenciones para mantener la piel caliente, lenguajes, palabras, alfabetos, ciencias, etc. A partir de estos me propongo sacar una serie general de categorías de la clasificación.

Del Borrador E-MS L75.181-183

Toda clasificación se basa en un propósito. Si este propósito es la idea que gobierna la producción de los objetos clasificados, la clasificación es "natural". Cada clase que encarna información, en el sentido de que algo es verdadero de todos sus miembros más allá de lo que está implicado en la definición de la clase, es una clase natural. Todas las clases son más o menos naturales; y toda clasificación es más o menos natural. El estudio de la clasificación ha sido ampliamente seguido por mí a la luz de las actuales clasificaciones de objetos completa o parcialmente artificiales, de modo que su naturaleza real está menos oculta que la de las formas de naturaleza. Por objetos parcialmente artificiales entiendo lenguajes, ciencias, costumbres de diversas clases, etc. A partir de estas clasificaciones debería ser capaz de deducir una respuesta a la cuestión de si hay categorías jerárquicas universales de clasificación, como las de Agassiz. He realizado una cantidad enorme de trabajo duro que debería referirse a esta cuestión sin obtener ninguna respuesta clara. No sé si decir algo acerca de ello en esta memoria o no. Es una cuestión esquiva.

Del Borrador D-MS L75.288-298

En 1867 desarrollé una teoría de la clasificación natural que nunca publiqué, porque los naturalistas no parecían tenerle simpatía. He sido un estudiante especial con Louis Agassiz durante aproximadamente seis meses, con miras a estudiar su método de clasificación, siendo esa cuestión una rama de la lógica. Desde entonces me he esforzado por penetrar más en la cuestión, y pienso que con algún éxito. Continúo pensando que la definición que di entonces de un carácter importante es justa. A saber, si uno pregunta a un naturalista por qué considera "importante" un carácter ciertamente debe dar alguna razón: no puede contentarse con decir que le impresiona como tal. Ahora, su razón será que bien ese carácter implica a ciertos otros, por ejemplo una particular probabilidad de tomar ciertas formas, o será que ese carácter es de un orden de caracteres, tal, por ejemplo, como su relacionarse con el esqueleto del animal, que son generalmente importantes. Esta importancia debe resolverse finalmente en una importancia de la primera clase; de modo que la importancia consiste en que un carácter lleve universalmente con él ciertos otros, no siendo esos otros más que tendencias. La objeción hecha por los naturalistas era que en las familias superiores, o algunos decían especies superiores, los caracteres taxonómicos generalmente no llevan otros con ellos. Pero al decir esto estaban evidentemente limitando mucho su concepción de carácter. Pues debe haber alguna razón para considerar un carácter como importante, y es obvio que, en el último análisis, esto significa que el carácter implica algún otro. De hecho, la verdadera objeción a la definición no es, como los naturalistas me dijeron en ese tiempo, que tan pocos caracteres sean importantes, sino que, por el contrario, todos los caracteres, incluso los bastante triviales, aparecen como importantes bajo esa definición. Esta consideración conduce, al instante, a la corrección necesaria de la concepción de importancia; y ésta es una corrección muy fundamental. A saber, es que un carácter importante debe no sólo implicar otros, sino que debe implicar otro que tenga relación con el propósito en perspectiva. Esto nos trae de vuelta a la concepción de Agassiz de clasificación natural, que todo mi estudio me confirma para sostener que es correcta. A saber, toda clasificación cualquiera, sea meramente ordenando palabras en orden alfabético, hace referencia a algún propósito, o a alguna tendencia a un fin. Por una tendencia a un fin entiendo que un cierto resultado sea causado, o aproximado, y de tal forma que si, dentro de unos límites, su ser causado fuera impedido por una línea de causación mecánica, sería causado o aproximado por una línea independiente de causación mecánica. Esta definición es la virtualmente usada siempre por los fisiólogos al determinar si hay una tendencia a un fin. Toda clasificación hace referencia a una tendencia hacia un fin. Si esta tendencia es la tendencia que ha determinado los caracteres de clase de los objetos, es algo de lo que hay una concepción unitaria. Las personas cuyas concepciones están en necesidad de preparación lógica pueden tergiversar la explicación de que el fin no es causado por fuerza mecánica. Esto es porque nociones crudas e incompletas de "energía" y fuerza mecánica han tomado posesión de cabezas vacías hasta tal punto que no perciben que, de acuerdo con la ecuación general del movimiento, ningún estado de cosas se debe exclusivamente a la acción de las fuerzas, porque la ecuación del movimiento es meramente una ecuación diferencial de segundo grado; de modo que hay seis circunstancias para cada partícula que no son debidas a la fuerza. Ahora bien, en caso de que estos trillones de circunstancias presenten algún carácter general, como siempre deben presentar o el problema no atraería ninguna atención, un carácter general del resultado se debe a otros factores distintos de la fuerza; y sucede muy generalmente que los caracteres más importantes son debidos a otros factores. Tomen por ejemplo el fenómeno de la difusión de gases. La fuerza tiene muy poco que ver con ello, no estando las moléculas apreciablemente bajo la influencia de fuerzas. El resultado se debe a las estadísticas de las masas iguales, las posiciones y los movimientos de las moléculas, y sólo en un ligero grado a la fuerza, y eso sólo en tanto que hay una fuerza, casi independientemente de su carácter, excepto que sólo llega a ser sensible a pequeñas distancias. Estas características de un gas, que está compuesto de moléculas iguales distribuidas de acuerdo con una ley estadística, y cuyas velocidades también están distribuidas de acuerdo con una ley estadística, es un carácter intelectual. De acuerdo con eso, el fenómeno de la difusión es una tendencia hacia un fin; funciona en un sentido y no en el sentido contrario, y si es impedido, dentro de ciertos límites, cuando sea liberado recomenzará del modo que pueda. No sólo es un fin una idea intelectual, sino que cada idea intelectual que gobierna un fenómeno produce una tendencia hacia un fin. Es muy fácil ver mediante un examen general de la naturaleza que la fuerza es un agente subsidiario en la naturaleza. Debería haber, por lo tanto, clasificaciones naturales averiguables en la naturaleza; y Agassiz tenía razón al decir que una clasificación tal debe hacer referencia a una idea intelectual. No necesito decir que la idea misma, casi como toda idea importante y profunda en filosofía, era muy antigua. Era de Aristóteles, si no más antigua. La teoría de la evolución natural no es de ninguna manera opuesta a esto, cualquiera que sea el sabor que pueda tomar, y menos que ninguno en el sabor darwiniano. Pues la evolución natural tiene lugar de un modo, no del modo contrario; y el mecanismo darwiniano para ello es la reproducción, que es evidentemente una tendencia a un fin. Los neo-darwinianos parecen desear hacer la reproducción y la variación tan mecánicas como puedan. Ese es un esfuerzo loable, porque inevitablemente debe resultar en hacer más evidente la verdad de que no son mecánicas, en el sentido de ser gobernadas principalmente por la fuerza. No sé lo suficiente sobre biología para albergar una opinión definida de que el trabajo de clasificación esté ahora dirigido por un método equivocado. Sólo observo que los naturalistas ciertamente albergan un número de opiniones sobre la clasificación que no son verdaderas de la clasificación en general. Pero no sé cuánto afectan estos errores a su trabajo. Me figuro que el estudio de la naturaleza debe forzar ampliamente sobre ellos las ideas correctas.

Como una muestra de a qué me refiero por nociones erróneamente albergadas por los naturalistas sobre la clasificación, puedo mencionar la idea de que si dos clases se funden una en otra no pueden ser clases naturales. Si nos volvemos a las clasificaciones de obras humanas, donde los verdaderos principios de clasificación natural están fuera de cuestión, pronto encontramos refutada esta idea. Para ilustrar esto, trataré en esta memoria de los pesos encontrados por el Prof. Petrie en Naucratis y admirablemente trabajados por él. Muestro, por una aplicación de los principios de probabilidad, más allá de toda duda razonable y tan claramente que cada naturalista debe ver la fuerza de este argumento que, en ciertos casos, en los que se pretendía que los pesos se conformaran a dos modelos diferentes, un peso que tenía la finalidad de conformarse al modelo más ligero era más pesado que otro peso que tenía la finalidad de conformarse al modelo más pesado. Podemos incluso decir, a grandes rasgos, con cuánta frecuencia ocurre esto. Como consecuencia de esto, es imposible decir a qué modelo se pretendía que se conformaran ciertos pesos individuales. Las dos clases de pesos se funden, y en tanto que se trata de pesos individuales, se funden de forma inextricable, aunque puedan separarse estadísticamente. Por tanto, un naturalista no prueba que dos especies no sean clases naturales mostrando meramente que se mezclan. Daré otro ejemplo para mostrar que el principio general que parece estar debajo de la noción de los naturalistas, a saber, que un objeto no tiene partes distintas a menos que esas partes tengan límites definidos es falsa. A saber, un lago con dos islas en él ciertamente consiste de dos partes simples, si por una parte simple entendemos una parte que no incluya una isla. Pero los límites pueden trazarse como [abajo] o casi de cualquier forma.

[figuras gráficas ilustrativas omitidas]

No pretendo haber tenido ningún éxito señalado en mis estudios de la clasificación. Sin embargo lo que he averiguado parece merecer la pena. He hecho clasificaciones de invenciones artificiales cuya génesis podemos indudablemente comprender. En estos casos encontramos un curso de experiencia en el que mis tres categorías son respetadas en orden una y otra vez. En primer lugar, hay una forma con su peculiar característica de sabor. La reacción de la experiencia desarrolla un inconveniente manifiesto, de donde viene el pensamiento, resultando en una o más formas nuevas (toda novedad envuelve la primera categoría) que en el proceso del tiempo tienen que luchar con nuevas dificultades, se hace un nuevo análisis que resulta en nuevas mejoras.

No he descubierto por ahora ninguna ley particular de sucesión de problemas —al menos ninguna que debiera preocuparme de exponer.


Del Borrador D-MS L75.335-343

No pretendo haber alcanzado ningún resultado señalado en mis estudios de clasificación, que han sido, sin embargo, ampliados. Pero he averiguado algunas cosas. Pienso que debe haber algunas categorías generales de clasificación, y que puede ser que las de Agassiz se les aproximen. En efecto, allí donde las he probado, parecen responder al propósito sin convencerme sin embargo de más que de esto, de que hay alguna verdad en ellas. También debería esperar que mis categorías generales fueran de ayuda para determinar las categorías de clasificación. La clasificación, creo, se estudia mejor al clasificar diferentes ramas de las invenciones humanas y otras creaciones humanas. Consideremos, por ejemplo, los medios de los seres humanos para protegerse del frío. Evidentemente será necesario tener en cuenta el propósito de la clasificación; si, por ejemplo, el objeto es obtener una concepción de lo que se ha hecho, o decidir qué será mejor hacer en un caso dado. Pero, en cualquier caso, el primer paso debe ser ciertamente analizar las condiciones del problema. El cuerpo humano genera calor; y todo lo que se requiere es mantener la piel y el aire que se respira a ciertas temperaturas. Prácticamente, el último punto no necesita atención. Es meramente la piel la que no debe perder calor demasiado rápidamente. La primera sugerencia obvia es rodearla con un no-conductor; y si no se añadieran dificultades a este método, no se usaría nunca ningún otro. Pero han de cumplirse otras varias condiciones. La piel debe estar bajo presión atmosférica, debe proporcionársele oxígeno, debe suceder la suficiente evaporación desde su superficie, y sin embargo no demasiado rápidamente; la persona no debe ser estorbada por demasiada ropa, y el hombre no debe estar encarcelado. Teniendo en cuenta la última condición, la dependencia debe ser de algo en la naturaleza del vestido, y sin embargo teniendo en cuenta la penúltima, cuando el hombre está inactivo ese vestido no debe ser demasiado pesado. En consideración de la gran diferencia en la evolución del calor de un hombre en ejercicio y en reposo, a menos que podamos encontrar algún vestido ligero que conduzca mejor el calor cuando el hombre esté en movimiento que cuando esté quieto, debe protegerse de forma diferente en los dos estados. De este modo, si estamos haciendo la clasificación con el propósito de encontrar una buena solución al problema de mantener la piel en buena condición, la primera clase de invenciones concebibles serán unas vestimentas que pesen tan poco como sea posible, tan desprovistas de elasticidad y resistencia como sea posible, algo porosas, y que conduzcan el calor mucho mejor cuando el hombre esté en movimiento que cuando esté en reposo. Entonces surge la cuestión de si esto se llevará a cabo a través de algún material peculiar o por medio de alguna invención mecánica. Cualquiera de estos métodos requeriría alguna vestimenta que no estorbe y que sea sin embargo lo suficientemente cálida para hacer seguro y confortable que un hombre duerma sin otra protección. Esto podría inventarse; aunque sería algo caro. Pero las ropas deben cambiarse, y el hombre debe bañarse. Estas condiciones no son imposibles de cumplir. Pero un cambio químico de conductividad está por el momento fuera de cuestión. Entonces la vestimenta debe ser hecha de tal modo que el movimiento haga que se abra y admita aire. Esto sugiere ropas muy amplias capaces de ser apretadas, si uno pudiese encontrar una moda de ropas amplias que no estuvieran en el camino del que las lleva al caminar. Un hombre necesita una casa, es verdad; y hemos adoptado las prácticas insanas de vivir en una casa y comer comida caliente. Si viviéramos en el exterior, sería inseguro comer comida caliente. Una casa debería ser sólo un lugar de almacenamiento. Sin embargo, dado que el hombre quiere vivir en la casa, su plan ha sido ponerse ropa extra cuando sale. Si va a vivir en la casa, la cuestión es qué ropa debería llevar en la casa. Si la temperatura anual media es suficientemente alta, sólo necesita tener un espacio lo suficientemente amplio para almacenar suficiente aire, y ventilar sólo cuando el sol brille lo suficientemente para calentar la casa por medio de una disposición de cristales. Entonces llevará en la casa justo la ropa suficiente para compensar la diferencia y no se necesitará calor artificial. Es obvio que si hemos de vivir en la casa, las paredes deberían hacerse tan gruesas e impermeables para el calor que el calor artificial sea innecesario, excepto quizás durante las tormentas del invierno. Es singular que tampoco persigamos este modo de vida. Vivimos en casas tan mal ventiladas como para causar espantosas pérdidas de vida y hacer rara la edad anciana, y sin embargo las construimos tan horriblemente que se necesita un gran gasto para calentarlas. Llevamos ropa que es pesada, molesta e insana, sin ser lo suficientemente cálida. Ya que insistimos en vivir en tales lugares, y rechazamos hacer uso del calor del sol, que fácilmente calentaría una casa durante el invierno con el mecanismo adecuado, excepto en clima inusual, tenemos que tener el cuenta el calor artificial. Para generar calor debemos tener una fuente de energía. Preguntamos primero si hay energía para usar a nuestras puertas, y, segundo, dónde podemos encontrarla. Todo hombre tiene el sol, el viento y las corrientes de la tierra; muchos hombres tienen el poder del agua y las mareas. Todo esto podría utilizarse para calentar una casa, pues nada se hace tan fácilmente como convertir la energía en calor, pero hasta ahora no se ha hecho económicamente, excepto por el calor directo del sol, que ya he considerado. Las únicas fuentes de energía de alguna consecuencia obtenidas en la actualidad o hasta ahora son la energía muscular y la combustión. La primera es demasiado cara. Estamos reducidos a los combustibles. Entonces la cuestión es si la combustión se realizará en la casa o fuera de la casa. En el primer caso, nuestro combustible será sólido, líquido o gaseoso. En el último caso, ¿hemos de traer a la casa una sustancia caliente, digamos vapor, o hemos de traer una corriente eléctrica? Volviendo al primer caso, tenemos una clasificación cruzada, de acuerdo a si la combustión se realiza en la misma habitación que ha de calentarse, o si el aire caliente, vapor, agua caliente o electricidad han de ser llevados a través de la casa.

De este modo tenemos el principio de una clasificación de medios para mantener el calor, y nuestra tarea es volver a mirar esto y ver qué podemos aprender acerca de la clasificación. El curso de nuestra discusión ha sido éste. Comenzando con el propósito, que era algo complejo, lo analizamos; y debido a la complejidad del propósito no parecía presentarse sino una solución al problema de obtenerlo. Pero se encontró que esa solución tenía ciertos inconvenientes, que parecían deberse a la interferencia de otro propósito. De este modo surgió un nuevo problema que fue analizado y resuelto. Pero se encontró que esa solución envolvía inconvenientes. El resultado era un nuevo problema cuyas condiciones eran más simples, por la razón de que los inconvenientes habían hecho que rechazáramos algunos de los requisitos originales. Siendo más simple, surgieron media docena de métodos para resolverlo. Es evidente que cualquier discusión tal presentará un problema, donde la tercera categoría será prominente; después una solución, donde la primera categoría llegará a ser prominente; después un inconveniente, donde la segunda categoría pasará a ser prominente; después otro problema y así sucesivamente. En cada solución tenemos generalmente una subdivisión. Esto es, habrá generalmente varias soluciones.

Si ha de encontrarse algo de esta clase, digamos en la clasificación zoológica, cada rama sería una solución al problema de producir un animal. Pero surge un inconveniente en conexión con cada una, y cada clase es una solución al problema de tratar con ese inconveniente, y así sucesivamente. Esto, sin embargo, no parece estar de acuerdo con los hechos. Parece más razonable, si hemos de adherirnos a la fórmula de soluciones e inconvenientes alternos, suponer que hubo primero un moneron que, debido a reacciones con su ambiente produjo rizópodos, protozoos, etc. Que finalmente, debido a condiciones cambiadas, se produjeron respectivamente una esponja, un gusano y una hidra como soluciones al problema. Que la hidra después de dificultades menores resultó en varias formas nuevas hasta que una crisis mayor dio lugar a un crinoideo, etc.

Pero no doy un valor particular a todo esto, en su presente estado.


Versión final-MS L75.391-392

MEMORIA 32

SOBRE LA DEFINICIÓN Y LA CLARIDAD DE IDEAS

En enero de 1878 publiqué un breve esbozo sobre esta materia donde enunciaba una cierta máxima del "pragmatismo", que ha atraído recientemente cierta atención, como en efecto hizo cuando apareció en el Journal Philosophique. Todavía me adhiero a esa doctrina; pero necesita una definición más exacta para enfrentarse a ciertas objeciones y evitar ciertas aplicaciones erróneas. Más aún, mi escrito de 1878 era imperfecto al dejar tácitamente que pareciera que la máxima del pragmatismo conducía a la última etapa de claridad. Deseo mostrar ahora que ese no es el caso y encontrar una serie de categorías de claridad.


Del Borrador E-MS L75.182

En enero de 1878 publiqué un esbozo muy breve de mi doctrina sobre esta materia, incluida una máxima del "pragmatismo", que en los últimos años ha atraído alguna atención. Desarrollé ahí tres grados de claridad de las ideas. Propongo ahora tratar todo esto más completamente. Especialmente, mi anterior explicación del pragmatismo omitió cuestiones y limitaciones muy importantes. Más aún, estoy ahora preparado para mostrar que hay un cuarto grado de claridad, todavía más alto, que pienso que debería exponer claramente.


Del Borrador D-MS L75.287-288

En 1877 publiqué un artículo sobre esta cuestión en el que explicaba una doctrina llamada "pragmatismo", de la que se ha hablado desde entonces. Pero sé más acerca de la claridad de las ideas de lo que sabía hace un cuarto de siglo. Describí ahí tres grados de claridad: primero, la que resulta del uso familiar de la concepción; segundo, la que resulta del análisis lógico y se expresa por una definición formal; y tercero, la que resulta de comprender la implicación práctica de la concepción. Propongo en esta memoria desarrollar estos tres grados con plenitud y no en la manera somera de un artículo de revista. Daré la teoría completa de la definición y discutiré sus principales formas. Mostraré, espero que de forma bastante convincente, el gran daño hecho por esa definición por abstracción a la que los alemanes son tan aficionados. Por ejemplo, para definir catarro, haces que una persona piense en un hombre con un mal resfriado. Ahora quítale su pañuelo de bolsillo. Después quítale su reloj, cuchillo, libro de bolsillo, su cambio, sus llaves, los botones de la camisa, botas, guantes y sombrero. Después sucesivamente quítale sus ropas, cuerpo, y alma; y lo que has dejado es una noción hermosamente clara de catarro. Explicaré la doctrina del pragmatismo más completamente, y me pondré en guardia contra aplicaciones extravagantes. Finalmente, desarrollaré un cuarto, y más alto, grado de claridad, que resulta de una apreciación de las relaciones intelectuales de lo definido.


Versión final-MS L75.392-395

MEMORIA 33

SOBRE LA LÓGICA OBJETIVA

El término "lógica objetiva" es de Hegel; pero en tanto que rechazo el idealismo absoluto como falso, "lógica objetiva" necesariamente significa más para mí de lo que significaba para él. Déjenme explicarme. Al decir que ser y ser representado eran lo mismo, Hegel ignoró la categoría de reacción (esto es, imaginó que la redujo a un modo de ser representado), fallando de este modo en hacer justicia al ser, y al mismo tiempo estaba obligado a deformar la naturaleza del pensamiento, y falló también al hacer justicia a esa parte. Habiendo distorsionado de ese modo ambos lados de la verdad, era una cosa pequeña para él decir que Begriffe era concreto y que tenía su parte en la actividad del mundo; ya que esa actividad, para él, era meramente actividad representada. Pero cuando yo, con mi apreciación científica de la objetividad y de la naturaleza bruta de la reacción mantengo, a pesar de todo, que las ideas realmente influyen en el mundo físico, y que al hacerlo llevan su lógica con ellas, doy a la lógica objetiva un despertar como el que estaba ausente en el país de los sueños de Hegel. Me propongo en esta memoria mostrar que lejos de ser una expresión metafórica decir que Verdad y Bien son los más grandes poderes de este mundo, su significado es precisamente tan literal como lo es decir que cuando abro la ventana de mi estudio, estoy realmente ejerciendo como causa agente. Pues el modo de causación en un caso y en el otro es precisamente el mismo. De hecho, hay dos modos de causación correspondientes a la causación final y eficiente de Aristóteles, que analizo y hago claros, mostrando que ambos deben concurrir para producir un ejemplo cualquiera. La mente no es nada sino un organismo de ideas; y decir que puedo abrir mi ventana es decir que una idea puede ser un agente en la producción de un efecto físico. Esto mira naturalmente hacia una metafísica especial del alma; pero paso esto por alto, para no importunar mi presente asunto, y continúo examinando la lógica de las ideas en tanto que causas agentes físicas. Ahí encuentro la llave para las diferentes series de categorías que los estudios de las memorias número 29, 30, 31 y 32 desarrollaron.

Las tres memorias restantes son de la naturaleza de elucidaciones de metodéutica sólida, aplicándola en la práctica a la solución de ciertas cuestiones que, aunque no pertenecen a la lógica, son de especial interés en la discusión de la lógica.


Del Borrador D-MS L75.382-387

En esta memoria voy más allá de la pura lógica a la consideración de la influencia hacia fuera de las ideas. Es un hecho notable que, a pesar de los motivos viles que parecen ser los más fuertes en casi todos los hombres, sin embargo, en el todo, la Justicia y la Verdad son los poderes más grandes del mundo. Uno puede decir, si quiere, que no son poderes en absoluto: que el hecho es simplemente que los hombres están algo dispuestos a decir la verdad y a actuar justamente cuando no pueden detectar ninguna desventaja en hacerlo, y ya que su injusticia y sus mentiras se equilibran unas a otras, esto proporciona una ligera pero firme presión hacia lo que es verdadero y justo, pero que los únicos agentes son los hombres. Ahora bien, sin duda es verdad que la Justicia y la Verdad no son fuerzas físicas; y no más lo son las mentes de los hombres. Para que se produzca un efecto físico, se requiere una fuerza física. Pero eso no prueba más que la Justicia y la Verdad no sean causas de lo que prueba que las mentes humanas, que actúan precisamente de la misma manera, no son causas. Uno puede decir, si está determinado a mirar la cuestión sólo desde un lado, que la energía humana y la fuerza física dan a la Justicia y a la Verdad la única eficacia que tienen. Pero es igual de verdadero decir que la Justicia y la Verdad estimulan a sus defensores y les comunican poder. Esto no sólo es igual de verdadero, aunque no sea una verdad conectada a la investigación física, sino que tiene la ventaja sobre la otra explicación de ser la verdad pertinente cuando estamos considerando los fenómenos del avance de la Verdad y la Justicia.

Si yo, sentado en mi estudio, comienzo a sentir calor, puedo experimentar un proceso de pensamiento que termina en un deseo de abrir mi ventana. Me digo a mí mismo, si quiero mi ventana abierta, debo abrirla; y si he de abrirla, debo levantarme de la mesa; y por tanto mi pensamiento llega a hundirse en las profundidades de la consciencia. La siguiente cosa que puedo discernir claramente es que estoy al otro lado de la habitación abriendo mi ventana. Ahora bien, la teoría de moda es que mis acciones físicas son del todo explicables de principio a fin por la mecánica, que mi consciencia es meramente un aspecto interno de ciertos fenómenos físicos, y que aunque ese aspecto no existiera en absoluto, como sucede, las leyes de la mecánica harían todavía que toda mi conducta desde la cuna hasta la tumba fuera lo que es. Por mi parte pienso que esto es un flagrante disparate. No admito que sea una hipótesis admisible que la consciencia y una acción química en el cerebro sean dos aspectos de algo, porque eso implica la hipótesis de que hay algo de lo que son aspectos, y eso no puedo admitirlo porque es una hipótesis del todo inverificable, un trozo sin significado de metafísica. Un aspecto es una idea. No tiene otro ser que su ser representado. Es una posición fundamental de lógica, sin la cual no puede haber distinción de verdad y falsedad, ciertamente no falsedad, la de que ser y ser representado son enteramente diferentes. Si no hay falsedad, no es falso decir que la mente es una entidad sustancial enteramente independiente de la materia. Si hay alguna falsedad, ser y ser representado son diferentes. Ya que, entonces, un aspecto es meramente un modo de ser representado, si un cambio químico es un mero aspecto, no es un hecho real. En breve, todo el universo físico debe irse por la borda (pues un cambio químico es tan real como cualquier hecho físico), consecuentemente de nuevo no hay falsedad. Pueden decir, si quieren, que la única sustancia es la materia, y que la mente es un mero aspecto. Eso no implicará el mismo absurdo. Eso es puro materialismo. Pero me es difícil imaginar que todas las mentes fuertes que pretenden creer en el "paralelismo psico-físico" realmente no vean que es un completo disparate.

Comencemos con la teoría del materialismo puro. La mente no es nada sino el complejo de las ideas de un cerebro, y esas ideas son meros aspectos. Esa es una posición inteligible. No hay manera de echarla abajo excepto por el puro hecho. Creo que tales hechos abundan. Propongo defender esta proposición en esta memoria. Digo entonces que si no hubiera nada excepto materia, no podría haber una ley de la naturaleza. Bien, no hay leyes de la naturaleza, contestarán, sino sólo uniformidades. Me uno a la cuestión ahí. Entonces, si no hay nada excepto materia no podría haber tal cosa como razonamiento. Hay máquinas lógicas, me dirán. Sí, máquinas construidas por la mente para completar un proceso especial, proceso que están hechas para completar por la acción de la mente en la materia, pero no realizando ninguno de los procesos que la lógica critica, ni tampoco ninguna clase más alta de razonamiento matemático. Después digo, si no hubiera mente, distinta de un mero aspecto, un símbolo no podría determinar un efecto físico. Mis oponentes dirán que el hábito lo explica. A esto replico que probablemente no puedo mostrar que el hábito lo explicaría, e incluso aunque lo haga, si no hubiera nada sino materia no podría haber hábito. Finalmente, digo que si no hubiera nada sino materia, no podría haber tal poder como observamos en ideas abstractas [tales como] Belleza, Verdad, Bien. Desarrollaré estos argumentos en la memoria, y espero hacerlos convincentes. En cuanto a la objeción común al materialismo, que la materia no podría sentir, concedo que no merece la pena.

Si mis argumentos son sólidos, una idea no es un mero aspecto. Entonces estoy obligado a decir qué clase de ser tiene. Esto lo pospongo para la próxima memoria. En la presente deseo considerar la lógica objetiva, por la que entiendo los procesos lógicos de las ideas que actúan sobre el mundo externo. Me propongo dar un esbozo de esta clase de lógica, si puede llamarse lógica.


Del Borrador E-MS L75.183-184

¿Tienen las ideas algún poder en el mundo físico? El idealismo absoluto es contrario a los principios fundamentales de la lógica. El paralelismo psico-físico no tiene significado. Las dos posiciones sostenibles son materialismo y espiritualismo, entre las que deben decidir los hechos positivos. Se discutirán estos hechos. Poco peso de la investigación psíquica. Parece ser verdad que la materia puede actuar directamente sólo sobre la materia, y las ideas directamente sólo sobre las ideas. Es inadmisible un tertium quid. Sin embargo no se sigue que la materia no pueda actuar sobre las ideas y las ideas sobre la materia. La reciente investigación física tiende a favorecer esa posibilidad. Las leyes de la naturaleza son ideas. Prueba de que realmente influyen en la materia. ¿Cómo? Mente inconsciente de Von Hartmann. El proceso lógico de las ideas activas.

Versión final-MS L75.395-396

MEMORIA 34

SOBRE LA UNIFORMIDAD DE LA NATURALEZA

La vaguedad del lenguaje con el que los hombres hablan comúnmente de la uniformidad de la naturaleza enmascara inmediatamente la diversidad de un número de cuestiones distintas que se envuelven juntas en esa frase, y al mismo tiempo enmascara la gran diversidad de opiniones que se sostienen comúnmente sobre estas cuestiones. He tratado estas diferentes cuestiones en media docena de artículos diferentes; pero no hay ninguno de ellos [en el que la] explicación de mi argumentación no pueda ampliarse y mejorarse mucho, y a la que nueva materia histórica no pueda arrojar considerable luz. Más aún, deseo llevar todas las cuestiones diferentes a un foco, y considerarlas juntas. Esto, estoy seguro, hará que los pensadores sean más favorables con las opiniones que he defendido en diferentes ocasiones. Entre las cuestiones está la del nominalismo y realismo, en conexión con la cual mostraré que toda la filosofía moderna, por un accidente de la historia, ha estado ciega a consideraciones de la mayor evidencia e importancia.


Versión final-MS L75.396-397

MEMORIA 35

SOBRE LA METAFÍSICA

La gran distinción entre la filosofía aristotélica y una filosofía moderna es que la primera reconoció un modo germinal de ser inferior a la existencia, que apenas Schelling reconoce; ciertamente ningún otro filósofo moderno. Esta cuestión se considera a la luz de la metodéutica desarrollada en memorias previas. El resultado se aplica a todas las cuestiones de alta metafísica.


Del Borrador D-MS L75.308

En esta memoria defiendo esencialmente las opiniones de Aristóteles que dejan sitio para el ser real y la actuación de las ideas, distinguiéndose un esse en futuro de un esse en praeterito de un esse en praesento, y también un modo de acción sustancialmente la causa final de Aristóteles, así como la acción física que es sustancialmente su causa eficiente.

Versión final-MS L75.397

MEMORIA 36

SOBRE LA REALIDAD Y LA NATURALEZA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

Ésta aplica mi metodéutica a la discusión de una cuestión que habrá emergido repetidamente durante el curso de las memorias. Puedo decir brevemente que defiendo la opinión bien conocida de Newton. Pero se consideran otras cuestiones. No pienso que ninguna otra teoría que no ofrezca alguna explicación (una matemáticamente exacta y evidente) de por qué el espacio debería tener tres dimensiones sea satisfactoria.

Del Borrador D-MS L75.308

Sostengo, con Newton, que el tiempo y el espacio son entidades reales. Discuto la cuestión de si lo son o no, y después considero sus propiedades reales.

Versión final-MS L75.398-408

SECCIÓN 2

ESTIMACIÓN DE LA UTILIDAD DEL TRABAJO

Según mi comprensión, cualquier hombre de más de sesenta años que esté dotado de razón, es un juez mejor de sus propios poderes y de la utilidad de sus resultados de lo que podría esperarse que sería otra gente. Esto es particularmente verdadero cuando el hombre ha acumulado un gran fondo de resultados sin publicar. Sin embargo, tan pronto como tal hombre asume la actitud de buscar reconocimiento para la utilidad de su obra, pueden sugerirse sospechas respecto a la franqueza de sus apreciaciones por aquellos que, por alguna razón, están en contra de la acción que desea.

Por esa razón, me limitaré a afirmar de un modo general mi profunda convicción de la utilidad de publicar mis resultados, como algo que probablemente puede influir en algunas ciencias, pero todavía más como estimulando ellos mismos una rama más importante de la ciencia, la de la lógica, que está en el presente en una mala forma. La última clase de utilidad no disminuiría mucho si caigo en algunos errores. Más allá de afirmar la convicción no me ofrezco como testigo de la utilidad del trabajo. No hubiera ido, en efecto, tan lejos como he ido si no estuviera persuadido de que el Comité Ejecutivo debería requerir, como una de las primeras condiciones para conceder ayuda a algún trabajo, que la persona que fuera a hacerlo estuviera saturada de fe en su utilidad y valor.

Indicaré ciertas líneas de pensamiento que, si fueran seguidas por el Comité Ejecutivo, podrían determinar una opinión respecto a la utilidad del trabajo que propongo. Estas líneas de pensamiento son dos. La primera tiene que ver con el valor de mis investigaciones consideradas como contribuciones a la ciencia pura; la otra está relacionada con su probable influencia, directa o indirecta, en el progreso de otras ciencias. Aventuraré primero unas pocas sugerencias respecto a la última línea.


¿Cuál sería el grado de utilidad de una metodéutica realmente buena y sólida, suponiendo que existiera, para otras ciencias? No soy de la opinión de que una ciencia de la lógica sea del todo indispensable para cualquier otra ciencia, porque todo hombre tiene su lógica utens instintiva, que corrige gradualmente bajo la influencia de la experiencia. En efecto, el instinto, dentro de su propio dominio, está generalmente menos sujeto a error y es capaz de más sutileza que cualquier teoría humana. Quizás puede sonar como una contradicción hablar de “lógica instintiva”. Puede posiblemente pensarse que el instinto es precisamente eso que no es lógica o razón. Pero piensen en un hombre cuyo negocio sea prestar dinero. En lo que confía es en la exactitud de su fría razón; y sin embargo no es guiado por una teoría del razonamiento, sino mucho más por un intenso amor al dinero que estimula sus facultades de razonamiento. Esto es lo que llamo su lógica utens. Hay muchos campos en los que pocos mantendrían que algún modo teórico de alcanzar conclusiones podría alguna vez ser tan seguro como el razonamiento instintivo natural de un hombre experimentado. Sin embargo, si dejamos que el instinto pise más allá de sus propios límites, aunque sea por muy poco, llega a ser la cosa más inútil del mundo, un verdadero pez fuera del agua. Las ciencias se equivocan a menudo: eso no puede negarse. Su historia contiene muchos antecedentes de tiempo y energía desperdiciados que una buena metodéutica podría haber evitado. ¡Piensen en la generación hegeliana en Alemania! ¿Es el razonamiento el único asunto cuyo método no debería ser científica y minuciosamente analizado? Para mí, es extraño ver a un hombre como Poincaré (a quien menciono sólo como un caso muy notable entre muchos), quien en su propia ciencia sostenía que era una completa locura confiar en algo que no fuera el estudio más minucioso y completo, discutiendo a pesar de todo cuestiones de la lógica de la ciencia en un estilo de pensamiento que parece implicar una desaprobación deliberada del análisis minucioso en ese campo, y una confianza en una especie de grito "on to Richmond"2, quiero decir, un grito de que aquellos que no han hecho un estudio profundo son mejores jueces que aquellos que sí lo han hecho.

Muchos dirán que todo eso puede ser verdad, pero que de hecho ya estamos en posesión de un sistema científico de lógica, el de Mill. Ahora bien, me es desagradable verme forzado a desacreditar la lógica de Mill; porque, mirándola en ciertas líneas muy generales, la apruebo. El libro ha hecho sin duda mucho bien, especialmente en Alemania, que lo necesitaba más. Pero debo declarar que prácticamente ningún estudiante profundo de lógica tiene mucho respeto por él. Sin embargo, si ese libro, aunque escrito por un literato y no por un científico, por un mero defensor de una metafísica superficial, ha tenido una influencia tan beneficiosa como incuestionablemente ha tenido, ¿no parecería ser deseable que la misma materia fuera seguida, no digo por mí, sino por estudiantes científicos de ella? Seguramente, se ha hecho bastante para poner de manifiesto que hay tal cosa como una lógica estrictamente científica. Por ejemplo, la doctrina de las probabilidades no es nada más. La doctrina de las probabilidades ha sido llamada la lógica de las ciencias exactas; y hasta donde llega, eso es precisamente. Su inmenso servicio a la ciencia no será discutido por ningún astrónomo, por ningún geodesta, ni probablemente por ningún físico. Pearson y Galton han mostrado qué útil puede ser en investigaciones biológicas y psicognósicas. La utilidad de la lógica verdaderamente científica, entonces, es indiscutible. Pero que la lógica general esté hoy en mal estado parecería mostrarse suficientemente por el hecho de que es perseguida por trece métodos diferentes, y en su mayor parte por una mezcla confusa de esos métodos, de los que yo, una persona por supuesto muy falible pero sin embargo un científico que los ha sopesado cuidadosamente, afirma que sólo uno, y ese uno bajo sospecha, es de validez general. ¿No es deseable entonces que surja un interés en seguir investigaciones lógicas con un verdadero espíritu científico y mediante métodos científicos reconocidos? Si es así, ¿no es muy probable que la publicación de mis investigaciones, incluso si contienen algunos errores, estimulen tanto tales estudios como cualquier cosa que pudiera sugerirse? Aunque mis publicaciones han sido ligeras y fragmentarias, tratando con mis resultados menos importantes, ¿no han estimulado en algún grado apreciable la producción de tal trabajo? Señalo el tercer volumen de la Logik de Schroeder. Mírenlo, o pregúntenle a él y pienso que dirán que he ejercido alguna acción estimulante. Todo el mundo admira (nadie más que yo) la bella presentación de Dedekind de la lógica del número; y Dedekind, a propósito, afirma que todas las matemáticas puras son una rama de la lógica. Lean su Was sind und was sollen die Zahlen, y luego lean mi artículo sobre La lógica del número, publicado seis años antes y enviado a Dedekind, y pregúntense a sí mismos si hay algo en el primero de lo que no haya una evidente indicación en el último. No me malinterpreten. Simplemente estoy sosteniendo que mis artículos han estimulado la ciencia de la lógica. Deseo con todo mi corazón que el Comité Ejecutivo pudiera tener a la vista algún otro estudioso de lógica de capacidades ampliamente mayores que las mías. Pero incluso si lo tuvieran, considerando cuánta energía se ha gastado en obtener mis resultados, ¿no sería una pena no presentarlos al mundo?

Es mi creencia que la ciencia se está aproximando a un punto crítico en el que la influencia de una lógica verdaderamente científica será excepcionalmente deseable. La ciencia, según el panorama me parece a mí, está llegando a algo no distinto de la edad de la pubertad. Sus concepciones viejas y puramente materialistas no son ya suficientes; mientras que sin embargo el gran peligro implicado por la admisión de algunas otras, ineludible como es tal admisión, es evidentemente bastante. La influencia de las concepciones de metodéutica serán decisivas en ese momento.

Enorme como será la utilidad de la lógica en esa dirección, con tal de que la lógica en el momento crítico se haya desarrollado en esa ciencia verdadera que seguramente está destinada a venir algún día, sin embargo, su valor puramente teórico es mayor todavía. Sin duda es posible, mientras se reconozca, como uno debe reconocer, que la lógica produce verdades útiles, adoptar la postura de que es un compuesto de retazos, una colcha loca de fragmentos y parches, sin ningún valor científico en sí misma. Pero viendo que la matemática pura está tan cercana a la lógica que matemáticos eminentes la clasifican como una rama de la lógica, es duro ver como alguien puede negar el valor puramente científico a la lógica y sin embargo otorgar tal valor a la matemática pura. Probablemente hay naturalistas de la cultura tan estrechos que negarían absolutamente el valor científico de la matemática pura. No creo que el Comité se adhiera a tales opiniones. Y luego ha de considerarse ahí en la metafísica. Todo el mundo debe tener su Weltanschauung. Ciertamente influye en la ciencia en no poca medida. Pero la metafísica depende de la lógica, no meramente como alguna ciencia puede ocasionalmente necesitar apelar a la doctrina lógica, sino que, de acuerdo con los más grandes metafísicos, las mismas concepciones de la metafísica se toman prestadas de los análisis de la lógica. Ahora bien si hay tal cosa como el puro valor científico, como distinguido de la admiración que uno podría tener por un matiz nuevamente descubierto, ¿en qué puede consistir sino en relaciones intelectuales entre verdades? Si es así, entonces, a la vista de la relación de la lógica con la metafísica, y la de la metafísica con toda la ciencia, ¿cómo puede decirse que la lógica está privada de valor científico, si hay alguna cosa tal como el valor científico? Si la lógica es la ciencia que mis memorias buscan mostrar que es, es la misma piedra de toque en el arco de la verdad científica.

Poco conocidos como han sido mis artículos, creo que hay algunos hombres, cuyos juicios deben merecer respeto en el mundo de la ciencia, que testificarán respecto a la utilidad del trabajo que he hecho y respecto a la probable utilidad del que voy a hacer.


Versión final-MS L75.408-410

SECCIÓN 3

ESTIMACIÓN DEL ESFUERZO REQUERIDO PARA EL TRABAJO

Mis resultados en cada una de las tres docenas de tópicos han de ser cuidadosamente revisados; aunque en su mayor parte eso ya se ha hecho a menudo, tiene que ser puesto en orden lógico, y tiene que ser presentado en las formas completamente convincentes que merecen. Es también muy deseable que la presentación de cada uno sea tan breve y tan estrechamente limitada a lo que es pertinente como sea consistente con la completitud y la perspicuidad. Debe dedicarse una cierta cantidad de esfuerzo a su pulido literario, pues mi propósito requiere que sean leídos por personas que no son lógicos profesionales. En efecto, para personas que están dispuestas a pensar, creo que en cuanto depende de mí debería hacérselas incluso atractivas; aunque soy dolorosamente consciente de mi poca habilidad literaria.

Tomando todas estas cosas en consideración, mi experiencia de lo que puedo hacer es suficiente para permitirme decir que seis memorias al año es todo lo que debería prometer, aunque debería esperar con confianza acabar las tres docenas en cinco años.

Debería estar poco dispuesto a infligir tanto como un millón de palabras sobre un estudioso: reduciría así mi campo de influencia. Estoy seguro de que mis resultados no podrían ser presentados como merecen, con toda su convicción, en medio millón. La mayoría de las memorias podrían comprimirse hasta 20.000 palabras cada una; pero sólo mediante una condensación laboriosa e inteligente. Algunas pocas que podrían ser mucho más cortas perderían el equilibrio con otras tantas o más que inevitablemente subirían hasta 50.000 palabras cada una, dividiéndose provechosamente en dos partes. Poner el total dentro del millón, viendo que se incrementan tanto en materia a medida que la serie avanza, de manera que cada uno de los últimos cuartos de la serie es excesivamente denso en materia, va a ser una tarea que requiera todo mi vigor, pero muy necesaria.

Las personas cuya tarea es escribir, y que no se preocupan de tener demasiado que decir, pueden argumentar que 200.000 palabras al año son sólo 700 palabras al día seis días por semana, y que ese límite sólo puede establecerse por la indolencia. A esto sólo puedo responder que sería mucho más fácil hacer las memorias tres veces más largas de lo que propongo. En esa proporción, serían mejores, tomadas individualmente. Pero el todo sería demasiado. Si alguien sospecha que soy indolente, sólo tendré que presentar todos mis artículos; y se verá que he escrito en cada caso de tres a cinco veces más de lo que he incluido en la copia final.


Del Borrador E-MS L75.193-194

Cuando uno calcula que esto significa sólo de 400 a 700 al día seis días a la semana, temo que el Comité Ejecutivo pueda recibir sugerencias de que lo que estoy proyectando es indolente. Pero estoy deseando acordar el enviar con cada memoria los papeles escritos en su preparación, mostrando que es el resultado de la condensación de 1/3 o 1/5 de lo que estaba preparado para decir; y que en realidad he escrito 2.000 palabras al día (que es mi hábito regular de siempre). Cuando uno toma en consideración la cantidad de lectura cuidadosa que casi cada memoria implica, por no decir nada de la labor intelectual de revisar mis resultados y darles forma y orden lógico, no creo que nadie piense que sea prudente esforzarse por persuadir al Comité Ejecutivo de que la indolencia es mi característica.


Versión final-MS L75.410-411

SECCIÓN 4

ESTIMACIÓN DE OTROS GASTOS IMPLICADOS

Estos otros gastos son principalmente libros, aunque la persona que examine e informe de las memorias debería ser remunerada por su labor. Explicaciones históricas y exámenes críticos forman una parte esencial del plan. Los libros deben estar a mano. Mi biblioteca completa contiene sólo alrededor de 2.000 libros. Necesitaré 500 más, que costarán digamos $2.000.


Del Borrador E-MS L75.195-196

Es deseable que durante este trabajo vea ocasionalmente a algunos científicos y estudiantes de filosofía. Eso, sin embargo, no es indispensable.

Pero lo que es indispensable es que lo que se diga se diga convincentemente, y por tanto que se preste la debida atención a opiniones opuestas. Para este propósito deben criticarse libros. Ahora bien, sin importar lo familiarizado que uno pueda estar con un libro, debe tenerlo a mano para aventurarse a hacer alguna observación sobre él, excepto las más generales. Hay otros libros que son absolutamente indispensables para este trabajo. Tendría que añadir 500 volúmenes a mi actual biblioteca de cerca de 2.000. Me costarían $2.000. Podría quizás obtener el uso de ellos por cinco años acordando ceder mi biblioteca entera al final de ese periodo. Es verdad que entonces no podría beneficiar más a los estudiosos con mi instrucción, como me gusta hacer, y mis ganancias dependen de mis libros de modo que tal paso sería un último recurso. Los deberes de cada día deben venir primero; pero después de ellos mi esfuerzo supremo será dar al mundo los resultados de los estudios lógicos. Sin embargo, no sé si podría hacer tal arreglo.

Versión final-MS L75.411

SECCIÓN 5

NECESIDAD DE LA AYUDA SOLICITADA

Tengo que confesar que si la Institución Carnegie rechazara toda cooperación, yo continuaría estando animado por una fe robusta en que de algún modo mis resultados serían dados al mundo; y estoy del todo satisfecho de que esa fe esté lógicamente justificada. Podría estar equivocada; y si lo estuviera mi preocupación se limitaría a saber que he realizado mi parte. Pero aunque creo por completo que tendré éxito en cualquier caso, no tengo idea definida de cómo podría hacerlo en ausencia de la ayuda que solicito de la Institución Carnegie; y en ese sentido puedo verdaderamente decir que tal ayuda parece ser indispensable. Creo que el Comité Ejecutivo me ayudará.


Versión final-MS L75.412-413

SECCIÓN 6

PLAN SUGERIDO PARA LA AYUDA SOLICITADA

Sugeriría que cada memoria, cuando estuviera terminada, fuera enviada por mí, como manuscrito o mecanografiada, a la oficina de la Institución Carnegie y fuera inmediatamente puesta en manos de un hombre de mi propia categoría como pensador o más alta, cuyo deber sería, no entrar en alguna crítica de ella sino revisarla, digamos en una hora o dos, e informar de si parece o no una pieza de trabajo tan sólida como merece aceptarse. Sobre este informe favorable, digamos en una semana, la Institución Carnegie haría que se me remitiera una suma de dinero y se convertiría en propietaria de los derechos de la memoria enviada.

Sugeriría que si la longitud de la memoria es de 15.000 a 30.000 debería contar como una unidad; si es de más como dos unidades, y que el envío sería tanto por unidad. Ésta es una mera sugerencia como lo es, por supuesto, todo el plan.

El Comité podría ver adecuado poner un límite para el número de unidades que recibiría en un año. No pienso que bajo ninguna circunstancia pudiera exceder a nueve, y ese número sólo podría alcanzarse algún año debido a circunstancias especiales.

Las memorias serían entregadas en su orden regular dentro de la serie.

Ya que los libros se necesitarían desde el principio, si la Institución Carnegie me proporcionara 500 libros de mi elección para tenerlos por un límite de años, yo estaría de acuerdo en que mi biblioteca entera pasara a mi muerte a la escuela libre de lógica que deseo fundar o a alguna otra parte que la Institución Carnegie designara. Si este plan no es aceptable, pediría recibir de alguna forma una ayuda extra el primer año. Haciendo selección de las cuestiones, podría escribir nueve memorias el primer año; pero sería un mal plan. Las memorias deberían estar escritas en el orden de consecución.


Del Borrador E-MS L75.197-198

Sugeriría que cuando se completara cada memoria fuera enviada por mí como manuscrito o mecanografiada a la oficina de la Institución Carnegie y fuera sometida al juicio de una persona cualificada para que él informe de si representa la cantidad esperada de trabajo y pensamiento; y para que sobre su informe favorable el tesorero de la Institución Carnegie me remita una cierta suma, digamos tanto por cada memoria de 20.000 palabras, y el doble de esa cantidad si la longitud excede de 40.000. O la cantidad podría ser invariable; o podría ser estrictamente proporcional al número de palabras. Normalmente me han pagado $25 las mil palabras de escritura filosófica por la que he sido pagado. Por supuesto nada de eso fue ni de cerca tan laborioso como lo será esto. La cantidad tendría que ser suficiente para mantenernos mi esposa y yo, y para la adquisición de algunos libros. Podría haber un límite en cuanto a la cantidad de trabajo que podría recibirse en un año. Las memorias podrían publicarse separadamente, y podrían venderse en beneficio de la Institución Carnegie.

Ya que los libros que se necesitan se necesitan desde el principio, aunque sería mucho mejor que las memorias fueran preparadas en el orden pretendido de consecución, como se ha numerado arriba, sin embargo para permitirme obtener el dinero que se necesita para los libros, podría producir el primer año las memorias que fueran más rápidamente producidas, y de ese modo podría hacer nueve o diez. Esto sería un mal plan; pero ya que estoy informado de que el Comité Ejecutivo no ayudará bajo ninguna circunstancia a proporcionar los libros requeridos para el trabajo hecho bajo sus auspicios, parece ser el único plan factible. En caso de que mi información sea incorrecta, si la Institución Carnegie me suministrara libros por valor de $2.000 para un límite de años, toda mi biblioteca iría a una escuela de lógica, o se haría algún arreglo agradable al Comité.


Versión final-MS L75.415-420

SECCIÓN 7

PROBABILIDAD DE COMPLETAR EL TRABAJO

Cada memoria está completa en sí misma. La ciencia de la lógica no estará completa antes de que las ciencias de la biología y de la historia estén completas. Pero es sumamente deseable que se complete la serie de tres docenas de memorias. Habiendo sacrificado todo interés a la lógica a lo largo de toda mi vida, podría parecer que estaba insultando al Comité Ejecutivo si supusiera que su conocimiento de la naturaleza humana fuera tal que pudieran dudar de que pudiese acabar la serie en caso de que la muerte, la incapacidad total o las necesidades de la vida ordinaria no intervinieran. Sin embargo, me ha sido dicho por personas del más alto crédito que el Comité insistiría con alguna seguridad en que el todo fuese completado. Sin permitirme a mí mismo creer o no creer esto, pienso que estoy justificado al ofrecer aquella seguridad que reside en mi poder, en caso de que el Comité necesite algo del estilo.

Tengo una salud excelente y un magnífico buen estado para este trabajo. No pienso que haya mucho peligro de que pierda la salud en cinco años. Sin embargo, si el Comité piensa que lo hay, sugeriría que en los primeros seis meses, en lugar de escribir las primeras tres memorias, escriba en seis partes mensuales iguales resúmenes de cada una de las memorias de no menos de 15.000 palabras, siendo tratadas en cada parte seis memorias en orden regular. Entonces en caso de que el trabajo de escribir las memorias (que según este acuerdo sólo comenzaría al cabo de seis meses) se suspendiera de otro modo que no fuera por la acción de la Institución Carnegie, los derechos de este resumen pasarían a la Institución; pero durante esos seis primeros meses la Institución Carnegie contribuiría generosamente a ayudar a la producción de esos resúmenes. Digo "generosamente" porque habrían de obtenerse los libros. Si, por otra parte, se completara la serie de memorias, entonces, pero no antes, estaría en libertad de hacer lo que quisiera con los resúmenes. Lo que quisiera intentar sería exponer a partir de ellos una lógica para la gente, un clásico encantador para el siglo XX, esto es, como un objeto secundario, pasando la vejez sin las mortificaciones de la extrema pobreza, aunque no sea capaz de hacer de un objeto así uno primordial. Si se publicaran, digamos, la mitad de las memorias, entonces este resumen (que yo debería haber estado puliendo continuamente) podría usarse para completar la publicación. En esto no soy peculiar. Pues mi observación es que son raros los hombres que son capaces de seguir con constancia un propósito puramente egoísta; un hecho de psicología que aquellos que son capaces de ello son propensos a pasar por alto3.

Pero pienso que un plan mejor sería dedicar los tres primeros meses a escribir resúmenes de las últimas nueve memorias, omitiendo por completo las partes histórica y crítica. Eso sería una gran pérdida; porque, aunque el plan podría resultar en una presentación tolerablemente completa del argumento principal, su capacidad de convicción no sería sentida por la masa de lectores. Sin embargo, dejaría la cuestión de tal forma que un escritor con habilidad que viniera detrás de mí sería capaz de reescribir esta parte de la serie, la parte más útil prácticamente, de forma que sacara toda la fuerza del argumento. Pero debería siempre oponerme a la publicación de tales resúmenes en tanto hubiera alguna esperanza de que produjera las memorias completas.

Como una seguridad alternativa o adicional, sugeriría, suponiendo que fuera deseada otra seguridad por el Comité Ejecutivo, que se ejecutara un contrato entre la Institución Carnegie y yo por el que estaría obligado a enviar las memorias sin que los intervalos entre dos memorias sucesivas excedan de tres meses, a menos que intervenga alguna visita de la providencia (digamos una enfermedad de cinco meses, un incendio o calamidad doméstica), y aún entonces que no exceda de cinco meses. De otro modo, si fallara en esto, estaría obligado a devolver a la Institución Carnegie todo el dinero pagado hasta ese momento, además de perder los derechos de las memorias impresas. Tendría anualmente obligaciones de que ese dinero debería devolverse si ocurriera un fallo dentro de un año. Aseguraría mi vínculo poniendo en sus manos primeros tragos de las memorias para el año siguiente, que aunque no fueran satisfactorios para mí, a pesar de todo se conformarían a la rigueur4 al acuerdo. Por supuesto esto no sería sino una seguridad parcial.

Tengo el gusto de decir, para que el Comité Ejecutivo no juzgue esta propuesta ridícula, que no expreso ninguna opinión sobre ella. Estoy listo para llevarla a cabo, si se desea. Estoy muy ansioso de encontrarme con cuanta gente que se crea altamente creíble que deseen los miembros del Comité; y no se me ocurre mejor plan.

Por supuesto, en caso de que se hiciera algún contrato, la Institución Carnegie estaría obligada por sus condiciones a persistir en el acuerdo hasta el final, y a publicar cada memoria dentro de, digamos, un año a partir de la fecha de su aprobación.

Tengo una reputación de no acabar las cosas. Supongo que hay alguna base de verdad debajo de ello, pero ha sido, como toda mala reputación, exagerada a partir de toda apariencia de verdad por calumnia. Debe recordarse que estuve conectado por un largo tiempo con el Coast Survey; y será fácil para los miembros del Comité averiguar que esa oficina ha sido, en ocasiones, un verdadero semillero de intrigas y que yo, en particular, he sufrido grandes injusticias ahí. Preparé voluminosas memorias para publicar que nunca logré que fueran impresas; y entonces fui acusado, vagamente y de formas intangibles, de no tener mi trabajo listo para su publicación. Me hago responsable de la verdad de esto (excepto de las acusaciones que fueron hechas). He dado a menudo esta explicación. Si no es verdad, ¿por qué no se me invita a seguir adelante con la publicación?

Excepto en el caso de un temprano artículo sobre la lógica de las matemáticas, que llegué a la conclusión de que no sabía lo suficiente para continuar, nunca he tenido una aversión a continuar con ninguna serie de publicaciones que hubiera comenzado. Por el contrario, la aversión siempre ha estado del lado de aquellos que debían pagar por la publicación. Cuando se manifestaba tal aversión, por supuesto yo cesaba de presionar sobre el asunto.


Del Borrador E-MS L75.199-201

Comprendo que se piense que tengo una disposición a no persistir en mis empresas. Admito que he proyectado a veces planes que no llevé a cabo por una razón u otra, especialmente porque he tenido comparativamente poco interés en nada excepto en lógica y en los métodos de la ciencia; pero mi reputación en ese aspecto es ampliamente manufacturada por los intrigantes del Coast Survey. Preparé para publicación tres voluminosas memorias para el Survey. Las personas que tenían poder en el Coast Survey se negaron a imprimirlas, y luego dijeron a la gente que nunca preparé mi material para publicarlo. Desde entonces me he ofrecido repetidamente a ayudar para que esas memorias se publicaran; pero esas ofertas han sido siempre rechazadas por la razón, pienso, de que se suponía que estaban hechas con vistas a obtener alguna influencia sobre el Survey. Mientras tanto el efecto de encontrar que no podía publicar mi trabajo era que me ocupaba de la lógica, que era lo único que me preocupaba independientemente de su publicación.

Nunca he tenido aversión a continuar ninguna serie de publicaciones que haya comenzado. La dificultad ha sido siempre que no podía conseguir que se publicara más. Estoy informado de que la Institución Carnegie deseará alguna seguridad de que la serie de memorias que propongo se completará. Estoy listo por tanto para firmar un contrato por el cual, si pasaran más de tres meses sin entregar una nueva memoria hasta que la serie esté completa, a menos que muera o haya estado, según un certificado médico, enfermo, sin culpa mía, y de ese modo incapacitado durante al menos cinco meses, entonces estaré obligado a devolver todo lo que se me ha pagado; y cada año, después del primero, encontraré seguridad para tal pago; mientras la Institución Carnegie, por su parte, estará obligada a continuar el acuerdo hasta el final, y a conseguir la publicación de cada memoria dentro de un tiempo razonable a partir de que se informe sobre ellas favorablemente. Me parece que esto es una respuesta suficiente a la objeción (que me parece facticia) de que, porque he sacrificado siempre a la lógica todo interés, es probable que ahora sacrifique la lógica a la indolencia.


Versión final-MS L75.420-421

SECCIÓN 8

COSTE NETO PROBABLE

La Lógica de Mill tuvo nueve ediciones antes de que los derechos expiraran. No esperaría nada como eso. Pero sin embargo, la utilidad de estas memorias requerirá que las haga tan agradables de leer y poco tediosas como su carácter científico permita. Se hará un gran esfuerzo en esto; y será perfectamente propio que se entreguen a un editor y se vendan como libros. Con el tiempo habrá alguna venta de ellos. Ciertamente compensará en una parte considerable las remesas que se me hagan. Por el apoyo de cinco o seis años a mí y a mi mujer, la Institución Carnegie recibiría el fruto de casi cuarenta años de meditación y trabajo. Por el precio de 500 libros, tendría, después del plazo de unos años, 2.500 libros a su disposición. Pienso que sus propósitos se beneficiarían por la transacción.


Del Borrador E-MS L75.202-203

Si la Institución Carnegie adoptara un plan tal como me he aventurado a sugerir, me adelantarían algo así como el salario de un profesor durante cinco años, y a cambio tendrían el producto de mi pluma durante ese tiempo. Ahora bien la Lógica de Mill tuvo nueve o diez ediciones. Seguro que no era tan voluminosa como serán mis memorias, estaba escrita por un literato, y tenía la profundidad justa para agradar a la gente que no era muy exacta en su pensamiento. En esos aspectos mis memorias estarán en gran desventaja, sin duda. Sin embargo, habrá alguna venta de ellas; y el Comité Ejecutivo puede juzgar hasta qué punto el coste neto de la ayuda que me den podría resultar menor que la primera cantidad puesta. Puedo mencionar, como una posibilidad, que si mi esposa y yo continuamos viviendo en este encantador lugar, que tiene 60 acres aumentados con 112 acres de bosque, y una gran casa, trataría, si consigo de la Institución Carnegie la ayuda requerida, de tener una escuela de verano de lógica libre aquí, y si eso prosperara, esto es, si aprendices y maestros vinieran aquí, y el lugar pasara a mi posesión, entonces, si la Institución Carnegie tuviera algún uso para él, con pocas dudas pasaría a la Institución como un regalo. Por supuesto hay aquí diversas contingencias.


Versión final-MS L75.422-425

SECCIÓN 9

BASE DE MI PETICIÓN

Un hombre ha puesto casi cincuenta años de esfuerzo firme en un trabajo de beneficio para la ciencia. Tiene una especie de petición, vaga solamente en no estar dirigida a una parte particular, de que debería ser recompensado por lo que ha hecho. Pero la única recompensa que sería una recompensa sería la de ser capaz de completar la obra de su vida.

En esta coyuntura una de las figuras más extraordinarias de toda la humanidad deposita una enorme suma de dinero y expresa el deseo de que se use, como el segundo de seis propósitos enfatizados, "para descubrir al hombre excepcional en cada campo de estudio, donde y cuando se encuentre, dentro y fuera de las escuelas, y permitirle hacer el trabajo para el que el trabajo de su vida parece especialmente diseñado".

Compuesto como es tu cuerpo, sólo la razón determinará tu decisión. La lógica es un "campo de estudio". Si soy o no, en este estrecho campo, un "hombre excepcional" —y ser tal no es sino buena fortuna, en una dirección tal no es nada sino una carga— lo determinarán ustedes mirando probablemente el tercer volumen de la Logik de Schroeder donde mi trabajo se menciona en unos doscientos lugares. En la página 1 soy llamado el "Hauptfoerderer" o "eine grossartige Disziplin", el "Logik der Beziehungen". Aunque mis explicaciones añadidas a la anterior lista de memorias propuestas son de tal naturaleza como para excluir que muestren qué grandemente la lógica de relativos determina realmente todas mis conclusiones sobre cada cuestión de lógica, a pesar de todo la impresión que crearía una lectura de esas explicaciones, que el tema de las relaciones no constituye ninguna parte abrumadora de los temas de mis investigaciones, es del todo correcta. Si les pareciera ser verdad que los deberes de un "hombre excepcional" en el campo de la lógica tienen que ser cumplidos por mí, entonces se convertirá en uno de sus deberes ayudarme en el cumplimiento del mío para hacer el trabajo para el que "el trabajo de la vida de este hombre parece especialmente diseñado". Soy franco al decir que la idea que esa frase encarna me ha impresionado durante mucho tiempo; a saber, que los hombres parecen estar especialmente diseñados para varias clases de trabajo, y que, si es así, el trabajo para el que parece que he sido diseñado es el de desarrollar las verdades de la lógica.

Si fueran llevados a esta opinión, entonces mi petición de recompensa por la vida que he puesto hasta ahora en este trabajo, la recompensa de ser capaz de completarlo, en el sentido en que es susceptible de terminación, no es tan vaga; pero entonces encontraré en ustedes una parte definida a la que hacer esa petición, ya que al satisfacerla sólo estarán llevando a cabo una de las responsabilidades que han aceptado.

Cualquier acción que puedan emprender, es mi deber creer, y creo, que el trabajo será hecho. En todo caso, todo aquello por lo que siento mucha preocupación es porque debería hacer lo mejor para desarrollar mi parte efectivamente. No tengo disposición para preguntarme ni siquiera cuál es específicamente su obligación, de lo que ustedes son los únicos jueces, excepto en tanto que todos tendremos que rendir cuentas de aquí en adelante. Quedo pues, caballeros, sometiendo mi solicitud a su bondadosa sabiduría,

Con profundo respeto, etc., etc.

(firmado) C. S. Peirce





Notas

* Debido a la extensión del documento, la traducción del L 75 se ha dividido en dos partes.

1. Nombre médico del catarro. [Nota del T.]

2. Se trata de una referencia a un episodio de la Guerra Civil norteamericana en 1862. [Nota del T.]

3. Las dos últimas frases de este párrafo fueron añadidas por Peirce como nota a pie de página.

4. "En última instancia", en francés en el original.


Fin de: "La lógica considerada como semiótica" (L 75), Parte II. Traducción castellana de Sara Barrena, 2004. Reconstrucción analítica de Joseph Ransdell, original en: L 75.


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Fecha del documento: 15 de febrero 2004
Última actualización: 24 de febrero 2011


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