I Jornada "Peirce en la Argentina"
10 de septiembre de 2004

EL OBJETO VISTO EN EL PROCESO DE LA INTENCIONALIDAD
DE LOS SIGNOS EN LA SEMIOSIS


Víctor Bravari
(vbravari@puc.cl)




En el contexto del problema del conocimiento, o en términos peirceanos, el estado de creencia se reproduce sígnicamente en virtud de los hábitos. El punto se vuelve problemático cuando una nueva representación no responde a las expectativas habituales, entonces, una inferencia abductiva permite incorporar esta nueva representación al conjunto de representaciones pertinentes.

Peirce amplió el ámbito de incidencia de las operaciones abductivas, pasó de ser una acción que se ocupa de las relaciones probables entre lo particular y lo general, para contextualizarlo en el problema de la adquisición de nuevos conocimientos. El asunto consiste en averiguar cómo integramos nuevos conocimientos a los que efectivamente tenemos, es decir, cómo reconocemos algo que hasta ese momento no teníamos una representación, cómo es relacionado con el conocimiento anterior. Peirce lo plantea en términos semióticos, es decir, ¿cómo nos representamos algo que no conocemos?, produciendo un nuevo signo integrado al proceso semiósico, lo que quiere decir, que de ese objeto ya debemos tener algún tipo de conocimiento.

La semiosis consiste en la acción cooperativa entre tres sujetos, el concepto de sujeto se aplica indistintamente a cualquiera de los componentes del signo, considerados como soportes. El objeto, el signo y el signo ulterior, o interpretante, no son otra cosa que los sujetos del proceso semiósico. El problema que vamos a abordar restringe la atención, en un primer instante, a la relación que establece el signo con su objeto. En tanto terceridades, es preciso ver cuales son las leyes que regulan esta relación.

Semiosis y Objeto

El objeto en Peirce no está dado, por lo que el problema del conocimiento no responde a la necesidad de dar cuanta de algo presente y definido ontológicamente en su esencia. Tampoco es algo que nos provoca una rapsodia de sensaciones e ideas que hay que poner en relación para elaborar, espontáneamente, ideas compuestas como juguera, trabajo, nuez, causa o quiddidad. Pero tampoco es el resultado de algún tipo de s&ioacute;ntesis productiva o constituyente, de manera que el conocimiento pueda entenderse como conocimiento de proposiciones que subordinan toda percepción a ciertos conceptos del entendimiento.

Frente a estos asuntos, Peirce ensayaba muchas respuestas tentativas, por lo que, en ocasiones se le hace decir lo que uno quiere que diga, creo que voy a aprovecharme de esta ventaja para hacer lo mismo.

Según las teorías de las categorías, es el Segundo –los fenómenos que corresponden a la categoría de Segundidad–, el que está ligado a la existencia, el hecho, el evento aislado. Siendo lo Segundo del signo su objeto, se podría concluir con suma facilidad que es el Objeto el elemento real determinante del signo. Si vemos la carta a Lady Welby, fechada el 23 de diciembre de 19081, dice que el objeto determina al signo, determinando este último, a su vez, al interpretante. Y en otro lugar sostiene que:

A esta cosa que es la causa de un signo en cuanto tal, se le llama el objeto (en la lengua ordinaria, el "objeto real", pero más exactamente, el objeto existente) representado por el signo: el signo está determinado a tener alguna especie de correspondencia con ese objeto (5.473).

La realidad de los signos reposaría sobre la determinación que el objeto realiza sobre el signo. En otras palabras, si el reenvío referencial va del signo al objeto, el enlace causal que lo determina va en sentido inverso, del objeto al signo.

Nos encontramos con que es preciso afirmar que hay una Realidad cuyo ser no depende de nuestras representaciones, y que la noción misma de realidad es inseparable de su producción en el interior de la semiosis. A esto llama Peirce Objeto Dinámico2 .

¿Cuál es, entonces, el status del objeto? Por qué es preciso afirmar simultáneamente que el objeto es independiente del signo y que no lo es. Esta aparente paradoja encierra el núcleo mismo de la concepción peirceana de la semiosis. Supone una suerte de desdoblamiento en la representación del objeto.

Nos encontramos con que un Objeto Dinámico nos impele a producir un representamen que, a su vez, producirá un Objeto Inmediato, y cuando se estabiliza en la cadena de interpretantes un hábito, actuamos frente a este Objeto Dinámico.

Ahora bien, de este Objeto Dinámico, representamos un aspecto o cualidad, que Peirce llama Ground, y pasa a ser el primer momento cognoscitivo del Objeto. El Ground es una cualidad, un mero primero que luego, frente a otras propiedades se presenta como propiedad de algo, esto es, de un Objeto Inmediato.

El Ground es Firstness y en el sentido de que es cualidad de un objeto considerado en cierto aspecto es el primero de un segundo, en relación con otros grounds o cualidades.

Pero resulta que el término Ground no es muy afortunado: sugiere un trasfondo –o continuum– en el cual se recorta algo, mientras que Peirce entiende algo que se segmenta en un continuum todavía indiferenciado. Aunque esto, sin lugar a dudas, se presta para conjeturas.

En el proceso perceptual nunca queda claro cuando se pasa de lo primero y lo segundo a lo tercero propiamente tal. Hay una cualidad de algo presente a los sentidos y hasta ese momento permanecemos dentro de los límites de una relación diádica. Sólo es posibilidad de considerar algo como premisa de una inferencia acerca de que hay un Objeto Dinámico que puede representarse por algo otro, teniendo en cuenta al menos un carácter. Luego de eso, comienzan las interpretaciones, y cuando se ha reconocido la propiedad de algo en relación con otras propiedades, hablamos de un Objeto Inmediato.

En el Objeto Inmediato convergen los Grounds segmentados, y se presenta como el comienzo estabilizado de las interpretaciones sucesivas, es decir, es la posibilidad regulada de la formación de un hábito.

El Objeto Inmediato es aquello tal como es representado (CP 8.343) y esto trae algunos problemas si no se contextualiza en el proceso semiósico. Se dice de él que es una idea (8.183), una cualidad de sensación perceptiva como el Ground, que es un percepto (4.358) o que es el significado del signo (2.293), y por lo tanto habría que identificarlo con el Interpretante, y luego decidir si es el Inmediato, el Dinámico o el Final. Pero esto sólo indica que en el Objeto Inmediato se estabiliza –y esto ya implica el sustento de un hábito– el proceso perceptual y las correspondencias con aspectos primarios de la cognición dependen de si se trata de representar un objeto conocido o no. Aún así, en la medida en que es un comienzo es interpretable y forma parte del proceso interpretativo, con el que llegamos a un aspecto de él mediante el Ground.

El Ground es, en cierto sentido, un predicado de este Objeto, de la manera en que ‘es grande’ puede serlo. En este sentido de cualidad es un Firtness. Pero el Ground no es un Objeto Inmediato, ni es inherente a él en un comienzo, sólo adquiere generalidad al inducirnos pasar a la segundidad para darnos cuenta de la coexistencia de más cualidades, que ya se oponen mutuamente antes de oponerse a nosotros (7.533), y porque en ese momento podemos decir que algo existe y comenzar la interpretación.

Frente a estos planteamientos surge una pregunta ineludible, ¿cómo es posible que una cualidad, pura Firtness de la percepción, pueda predicarse de un segundo, si la semiosis y los signos ocurren en la terceridad constituida? Frente a esto Peirce o es poco claro, o en definitiva presenta un mismo momento de distintos procesos. Presenta al Ground como idea, que lo aproxima mucho al Objeto Inmediato, siendo plena terceridad, o es un likeness no relativo, sólo noticia de una posibilidad de algo que se entiende como Objeto Dinámico. Para dar cuenta de un Objeto Inmediato debemos estar en el ámbito de la terceridad. Hasta aquí este problema que retomaremos.

Esta modalidad define la relación del signo con su objeto y es la que, al operar el signo como mediación, debe ser producida como relación del interpretante con el mismo objeto. Este es el Objeto Inmediato. Pero el signo no sólo representa su objeto en un cierto aspecto, también representa su propia relación con el objeto: contiene de alguna manera, una representación de segundo grado, una representación de la relación entre la representación y el objeto. Esta proviene de la semiosis, y surge por ejercicio de la abducción. Nos hemos encontrado siempre en el ámbito de la terceridad, si no el paso de la cualidad al objeto como algo opuesto sería imposible.

Es la abducción la que segmenta al Objeto Dinámico, que nos impulsa a hablar, para producir el Ground del signo. Esta operación exige poner en relación el Objeto Inmediato con otros Objetos Inmediatos, o mejor, este Ground con otros Objetos Inmediatos, Grounds y signos, es decir, con la semiosis, produciendo un interpretante. El Ground no aparece sin relación a la semiosis, solo ocurre por mediación de otros signos, los previos, que sostienen la segmentación, y los posteriores, que constituyen un interpretante, ya sea este una enunciación o una acción pertinente.

No se representa la totalidad del Objeto, sino un aspecto en relación con la semiosis y luego otro, segmentado en relación a otros signos previos y representaciones anteriores. Pero la posibilidad de volver sobre el objeto está representado en la semiosis precisamente como una posibilidad, esto es el Objeto Dinámico. Entonces, ¿cuándo entramos o salimos de la terceridad, de la regularidad de los signos? Recordemos, según el justo orden de las categorías, cómo se producen las modalidades en los signos.

Según este orden de determinaciones un primero no puede determinar a un segundo, y, por tanto, tampoco a un tercero; un segundo, sólo puede determinar a un segundo o a un primero. Por tanto, sólo un tercero puede determinar a un tercero, esto es, sólo un signo puede determinar a un signo. En la relación triádica, es el signo el que determina los otros dos componentes –el objeto y el interpretante–. Si esto es así, ¿por qué Peirce afirma que el objeto determina a su signo?, ¿en qué sentido lo determina?, y ¿en qué sentido podemos conocer un objeto por sus cualidades?, es decir, realizar una abducción –matriz de la terceridad– mediante primeridades aisladas. Este problema que, aparentemente es contradictorio, sólo puede entenderse, contextualizándolo con los principios de las categorías. Si se dice que un objeto determina a su signo no puede querer entenderse en términos de segundidad, como una cosa actual existente o un hecho en bruto, pues el objeto referido por un signo es un objeto general. Si fuese un segundo, el objeto sólo podría determinar un segundo, a otro objeto fuera de la semiosis –y por lo demás el signo sólo podría señalarlo o estar en una relación física con él, es decir, sólo sería un índice–. Hay que entender que el objeto que determina forma parte de la terceridad. Lo mismo puede decirse del Ground, no puede ser el comienzo de la interpretación de un Objeto y menos, la posibilidad de acción frente a un Objeto ási sólo permanece en el ámbito de la primeridad. Esto puede entenderse porque el tercero puede producir un segundo y un primero, es decir, puede implicar a un aspecto de la terceridad como actual –el Objeto Inmediato– y a un aspecto de la terceridad como cualidad –que bien puede ser un Ground–. De hecho la eficacia de la semiosis se basa en este postulado.

Hay que entender al objeto como un signo inserto en el proceso de la semiosis, junto a otros objetos, representámenes, grounds e interpretantes.

Todo signo está puesto para un objeto independiente de él mismo; pero sólo puede ser un signo de este objeto en la medida en que el objeto tiene en sí mismo la naturaleza de un signo, del pensamiento; porque el signo no afecta al objeto, pero es afectado por éste, de tal suerte que el objeto debe ser capaz de comunicar el pensamiento, es decir, debe tener la naturaleza del pensamiento o de un signo (1.538).

Si se considera el funcionamiento de cada relación triádica en sí misma, vemos que el signo es el elemento determinante de ese funcionamiento: el objeto y el interpretante sólo pueden ser terceridades si el signo mismo lo es. Pero si se considera, no el funcionamiento interno de cada tipo de relación triádica, sino la semiosis misma, la producción y reproducción de los signos en un proceso continuo, entonces un signo es determinado por su objeto.

Queda pendiente aún si el Ground, en tanto es cualidad percibida, se identifica con el Objeto Inmediato o no, y en qué medida ocurre esto. Pues si bien es cierto que la referencia a un Ground puede prescindir de la referencia de un correlato, el Ground actúa como abstracción de un Objeto Dinámico, y esto sólo puede ocurrir mediante una abducción, pues es una cualidad general, y esta es una característica del Objeto Inmediato.

Como dijimos, en un cierto sentido, el objeto desborda los signos dentro de la semiosis y, en otro, fuera de la semiosis.

Si el Objeto Inmediato se construye con una experiencia previa, forma parte de lo que llamaremos un continuum objetual de la semiosis, un aspecto de la cadena reproductiva sígnica que engarzará un signo con un objeto y una nueva cualidad mediante un interpretante, que desarrolla una estabilidad mayor en el Objeto Inmediato. De lo contrario, si se construye desde fuera de la semiosis, como una segundidad desconocida, el Ground, el Objeto Inmediato y el Interpretante –en todos sus estadios y por lo tanto, también el significado– se identificarán, como un momento desde el que puede comenzar la cadena interpretante de la semiosis. Mediante una serie de inferencias, que segmentarán trozos de contenido familiares para incorporar este Objeto Dinámico a la cadena de Objetos Inmediatos insertos en los procesos semiósicos, esto es, cognoscitivos y conductuales. Hasta que se vuelva público y una comunidad pueda juzgar si pueden elaborarse algún conjunto de instrucciones de interpretabilidad.

La garantía de que nuestras abducciones son acertadas, se encuentran en la comunidad, en el consenso histórico y progresivo. Es el contenedor de este continuum objetual y la resistencia de la formación de un nuevo Objeto Inmediato.

De esta manera el Objeto Inmediato puede considerarse un set de instrucciones que estabilizan el significado en el proceso de la interpretación del Objeto Dinámico, pudiendo reelaborarse de manera continua y pública, teniendo a una comunidad como actor y garante de tal proceso.

El signo sólo puede representar el objeto y decir algo de él; no puede hacerlo conocer ni reconocer, pues ello es lo que quiere decir objeto de un signo en este libro; a saber, aquello cuyo conocimiento se supone para poder comunicar informaciones suplementarias que le conciernan (2.231)

El Objeto Inmediato es una cuestión de conocimientos supuestos, y el conocimiento es una cuestión de signos: se puede afirmar a la vez que el objeto es independiente del signo –de tal y tal signo– y que no lo es, porque se produce al interior de la semiosis. El Objeto Inmediato es por definición, aquello que se conoce, en el sentido de que existen representaciones previas de tal objeto en la semiosis, no aparece un objeto tal y tal y luego no hay registro de él en la semiosis. Esto ocurre porque el objeto es una ley, en el mismo sentido en que lo es un signo. Y por eso este desbordamiento del objeto es motivo de que la semiosis remita y sustituya operaciones sígnicas, exige que una abducción –independiente de la función que cumpla– segmente el Objeto Dinámico y produzca un Ground y luego lo relacione con otros Ground y así sucesivamente.

Esta ley, que asegura la generalidad y regularidad de los signos y los objetos, o en el caso de ser desconocidos, incorporarlos a la semiosis, en virtud de representaciones regulares sobre el objeto, es lo que Peirce llama hábito, pues "una ley jamás puede encarnarse en tanto que ley, salvo determinando un hábito" (CP 1.536), y el sustento operativo y legal se encuentra en una comunidad.

El hábito es el garante del objeto y de su conocimiento verdadero3, de la constitución de lo que se llamó el continuum objetual, de su conocimiento y de la interpretabilidad de los signos y de las acciones de la comunidad donde se produce(n) la(s) semiosis.

Esta comunidad, como la parte de la semiosis que efectúa las abducciones, es la garantía del conocimiento verdadero del objeto y de su legitimidad, pues el problema de la verdad se plantea a partir de actos de aserción, pero este es otro tema, y bastante más complejo que el expuesto en estas páginas.




Notas

1. "Defino al Signo como algo que es determinado en su calidad de tal por otra cosa, llamada su Objeto, y de modo tal que determina un efecto sobre una persona, efecto que llamo su interpretante; vale decir que este último es determinado por el Signo, en forma mediata" (Peirce, 1986: 102).

2. "(...) we have to distinguish the Inmediate Object, which is the Object as the Sign itself represents it, and whose Being is thus dependent upon the Representation of it in the Sign, from the Dynamic Object, which is the Reality which by some means contrives to determine the Sign to its Representation" ("Prolegomena to an Apology for Pragamtism", CP: 4.536, 1906)

3. "Lo real es aquello sobre lo que más tarde o más temprano debería desembocar finalmente la información y el razonamiento; lo que, en consecuencia, es independiente de las extravagancias del yo y del tú. El verdadero origen de la realidad muestra que esta concepción implica esencialmente la noción de una COMUNIDAD, sin límites precisos, capaz de un crecimiento definido de conocimientos" (CP 5.311).




Bibliografía



Fecha del documento: 5 mayo 2005
Ultima actualización: 5 mayo 2005

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