INTUICIÓN Y RAZÓN


Christine Ladd-Franklin (1893)

Traducción castellana de Paloma Pérez-Ilzarbe (2020)



En este artículo, publicado en The Monist (3/2, January, 211-219) en 1893, Ladd desarrolla en una dirección novedosa un tema que su maestro Charles S. Peirce había comenzado a explorar unos años antes: el de la relación entre razón e instinto. Tomando la idea de que el razonamiento no es, en general, la guía más eficaz en asuntos prácticos, Ladd apoya su discurso en una distinción tripartita entre conductas instintivas, conductas automáticas y conductas conscientemente razonadas. Preocupada por todos los puntos de vista desde los que había llegado a parecer natural la minusvaloración de las mujeres frente a los varones, aplica estas ideas para dar luz a la discusión acerca de las dos capacidades opuestas (razón e intuición) que supuestamente distinguían las mentes masculinas de las femeninas. Defiende, de paso, que cuando las mujeres tengan las mismas oportunidades que los varones para acceder a la educación, muchas de las aparentes diferencias entre unas y otros quedarán difuminadas


 

La pregunta acerca de si actuamos con más frecuencia por intuición o por razón, y la pregunta que viene a continuación, acerca de qué facultad es la guía más noble para la conducta, no tendría más interés para el público general que cualquier otro de los temas con los que el metafísico ejercita su ingenio (que la pregunta, por ejemplo, acerca de si a lo largo del día ejecutamos un número mayor de juicios analíticos o de juicios sintéticos), si no ocurriera que hay una antigua opinión según la cual razón e intuición son marcas respectivamente del modo de trabajar de las mentes de varones y de mujeres. La opinión es completamente infundada y solamente pudo haberse originado en un momento en el que la psicología del funcionamiento de la mente humana era plenamente incomprendida. Tal como los términos mismos en los que se expresa esta opinión evidencian, la opinión data del período en el que era costumbre hablar de la mente humana como teniendo bajo su control muchas "facultades" separadas y como convocando ahora a una, ahora a otra de ellas, para ejecutar sus órdenes. Ya es hora de que la creencia en la distinta cualidad de las mentes de varones y de mujeres acompañe a toda la anticuada maquinaria de las "facultades" hasta el limbo de los estilos de pensamiento y discurso viejos y caducos.


Las "Harvard Computers", asistentes de Edward Pickering en el Harvard College Observatory examinando fotografías y documentos astronómicos, c. 1890
[Fuente: Harvard College Observatory, Wikipedia]



Las "Harvard Computers" que trabajaban bajo las órdenes de E. C. Pickering en el Harvard College Observatory en mayo de 1913. En la foto aparecen en la fila superior de izquierda a derecha Margaret Harwood, Mollie O'Reilly, Edward C. Pickering, Edith Gill, Annie Jump Cannon, Evelyn Leland (detrás de Cannon), Florence Cushman, Marion Whyte (detrás Cushman), Grace Brooks. Fila inferior Arville Walker, desconocida (posiblemente Johanna Mackie), Alta Carpenter, Mabel Gill, Ida Woods [Fuente: Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics-Wikipedia]

Esta ilusión, sin embargo, como la mayoría de las ilusiones que han tenido un apoyo firme en su día, tiene una razón de ser perfectamente comprensible. No es verdad que las mentes de los varones y las mentes de las mujeres tengan una forma distinta de trabajar; pero sí es verdad que en ciertas ocasiones (y, con mucho, en la mayoría de las ocasiones) todos (varones, mujeres y negros igualmente) actuamos por intuición, y que las circunstancias de las vidas de las mujeres han sido tales hasta el momento como para hacer que sus intereses quedaran en cierto modo más exclusivamente en aquellas regiones en las que la conducta es intuitiva que en aquellas en las que es cuidadosamente pensada. No es verdad que el Creador haya hecho dos tipos separados de mente para varones y mujeres; pero sí es verdad que la sociedad, tal como está constituida actualmente, ofrece dos ámbitos de interés en cierto modo separados para los varones y para las mujeres y que la naturaleza de su conducta está necesariamente determinada por la naturaleza de la acción que se espera de unos y otras.

¿Cuál es la diferencia, para el psicólogo, entre el estado mental de un ser que actúa desde la razón y uno que actúa desde la intuición? No es una diferencia en el tipo de mente que lo controla, sino del tipo de conocimiento sobre el que se basa su conducta en ese momento. Si un individuo ha tenido a su disposición muchas proposiciones generales acerca del caso en cuestión y si su familiaridad con ellas no es tanta como para que fluyan juntas sin esfuerzo consciente, entonces debe laboriosamente unir una con otra y extraer las conclusiones que se siguen necesariamente de ellas. Si otro individuo, que ha tenido una vida distinta, tiene muchas experiencias que cubren justamente los casos que son como este y si ha aprendido a través de cientos de casos particulares que bajo estas circunstancias un cierto curso de conducta casi siempre llevará a buenos resultados, entonces puede confiar a sus manos o a sus pies la ejecución de ese curso de conducta sin ninguna ayuda de la reflexión consciente; puede seguir adelante con su novela, o cualquier otra ocupación placentera que comprometa su atención, sin el desgaste mental que supone el pensar consciente sobre las circunstancias en cuestión.




Ahora bien, las diferencias entre los procesos mentales de varones y mujeres son exactamente de esta naturaleza. Son diferencias que dependen del hecho de que el conocimiento del que disponen (es decir, las premisas almacenadas sobre las que se basa la acción) es, en cierta medida, de distinto tipo y procedente de fuentes distintas. En la medida en que el conocimiento no es de distinto tipo, la naturaleza de la acción no es de distinto tipo. Hay un inmenso número de conclusiones hasta las que tanto varones como mujeres "saltan", en cualquier momento del día; y algunas de ellas presuponen un razonamiento tan profundamente instintivo que ni siquiera la atención más cuidadosa nos permite llevarlo hasta la luz de la consciencia. ¿Cuánta gente sabe que una cierta sensación de tensión en los músculos que mueven los ojos indica una cierta distancia del objeto observado, y que una sensación distinta de tensión indica una distancia distinta? ¿Y que cuando los ojos se fijan en un punto, se juzga que los objetos del campo de visión lateral están más cerca o más lejos que este punto, según cuál de las dos imágenes distintas que proyectan en la retina sea la más brillante, la del ojo derecho o la del ojo izquierdo? La gente normal sabe que un objeto está cerca y el otro está lejos, pero no es consciente siquiera de la sensación de tensión ni de la existencia de dos imágenes; quien entiende de fisiología de la visión conoce el silogismo inconsciente mediante el cual debemos sacar esa conclusión, pero ni siquiera esas personas pueden, de ninguna manera, hacer que deje de ser instintivo (es decir, no pueden volverse conscientes de cada uno de sus pasos). En contraste, nadie, ya sea varón o mujer, puede pasar de una proposición de la geometría a otra mediante un proceso que sea en ningún sentido inconsciente, aunque una persona puede estar obligada prestar una atención mucho más forzada a lo que está haciendo que otra.


Clase de mujeres en el siglo XIX
[Fuente: Lives of Women, Conner Prairie]

Ahora, es muy posible que haya un mayor número de acciones de mujeres que tenga su fundamento en causas inconscientes, que de acciones de varones. Los temas acerca de los cuales la acción es de interés vital para ellos y ellas han sido distintos, y por tanto el conocimiento que tienen almacenado es conocimiento acerca de distintos temas. Para la mujer del pasado, que en gran medida estaba limitada a su propia casa, era el estado de ánimo de quienes convivían con ella lo que contribuía a su felicidad más que cualquier otra cosa del mundo. Era imposible que no adquiriera una fina inteligencia para interpretar cada mínimo matiz de expresión en el rostro humano. Pero este tipo de conocimiento es siempre instintivo, ya lo practiquen varones o mujeres.




Admiración, temor, asombro. Ilustración de la obra de
Charles Bell, Essays on the Anatomy of Expression in Painting, London, Longman,
1806, p. 142 [Fuente: Wikimedia]

Si ocurre que los ojos del varón más razonable del mundo le muestran una cierta curva del labio y una cierta elevación del ángulo posterior de las aletas de la nariz en la cara de la linda dama con quien está hablando, ¿traería a su mente los dibujos de la gran obra sobre la expresión de Sir Charles Bell y los teoremas generales del libro de Darwin sobre el mismo tema, y juntando esto y aquello laboriosamente, intentaría llegar a alguna conclusión razonada acerca de los contenidos mentales de la linda dama? ¿No ocurriría más bien que instintivamente cambiaría el tema de conversación, o incluso se batiría discretamente en retirada, mucho antes de tener tiempo para pensar? Los intereses de las mujeres han sido tan exclusivamente sociales que han desarrollado un sentido para la expresión física de la emoción que hace que la vida social sea para ellas un asunto de relaciones complejas, de sutil propensión al juego de las sensaciones, cosa que (excepto en el período hiper-sensible del cortejo) no es común entre los varones. Pero hay varones que están realmente al mismo nivel que las mujeres en este aspecto; y si algún varón es notablemente pobre en estas cualidades, lo reconocemos como perteneciente a un tipo bajo y brutal que está en vías de extinción.

 

Si una mujer, por otra parte, se mete en el mundo de los negocios, no fijará los precios de sus sombreros según los sentimientos que los sombreros despierten en ella tras un primer vistazo, sino de acuerdo con las fluctuaciones del mercado. La presidenta de una Compañía de Tranvías de New Hampshire no realizará sus mejoras guiada por sus intuiciones, sino por un sopesado de razones simple y de sentido común. Tampoco ocurre que todas las ocupaciones masculinas estén bajo la guía de la facultad de razonar. Si acudes a un técnico de fogones y le pides que arregle la salida de humos, ¿lo hará guiado por la razón? ¡Nada de eso! Habrá técnicos que tengan el suficiente conocimiento de las leyes que regulan los movimientos de las masas de aire caliente como para ser capaces de aplicar los principios generales a casos particulares, pero en el curso de una larga y accidentada experiencia con técnicos de fogones, nunca me ha tocado juntarme con ninguno. Su conocimiento de las salidas de humos, realmente, lo han obtenido por experiencia y lo aplican por intuición, y no hay nada más lejano a sus mentes que cualquier traza de razonamiento deductivo. No es que haya mentes de varones y mentes de mujeres, sino que hay temas teóricos y temas prácticos, y el conocimiento no es el mismo tipo de conocimiento en unos y otros.


Tranvía en Nashua, New Hampshire [Fuente: Nashua City Station]

"Intuición", en el sentido en que se usa cuando se discute sobre las mentes masculinas y femeninas, es una palabra con doble significado: cubre aquellas acciones que se llevan a cabo por instinto, o experiencia heredada arraigada desde el principio en nuestra estructura nerviosa, y aquellas que realizamos automáticamente, o por experiencia individual que se ha hecho tan familiar que puede actuar como una guía sin la ayuda de la reflexión consciente. Las distancias relativas de los objetos a los que miramos las conocemos instintivamente; el músico entrenado con la mente decidida hacia la expresión lee sus notas automáticamente; quien comienza con el piano pasa por un doloroso proceso de silogismo antes de golpear cada tecla. Todo es, en el fondo, razón; en un caso es consciente; en otro es inconsciente, pero puede forzarse hacia la consciencia; en otro, es inconsciente y ningún esfuerzo puede hacerla consciente. Por el hecho de que los intereses de una mujer quedan más que los de un varón en las regiones en las que el pensamiento es instintivo y automático, no se sigue que ella haya desarrollado habilidades peculiares de intuición. Y tampoco hay ninguna posibilidad de que las madres a veces puedan transmitir sus habilidades de intuición a algunos hijos privilegiados, como Mr. Grant Allen, en el curso de su glorificación de la mujer iletrada, ha sugerido en algún lugar; algunos varones tienen mentes poéticas y estéticas, y en las regiones de la poesía y el arte la actividad mental es en gran medida del tipo instintivo. Con las capacidades de razonar es distinto. Las buenas capacidades de razonar se pueden transmitir de la madre al hijo, pero esto es simplemente decir metafóricamente que una textura mental firme se puede transmitir. Hume y James Mill son dos hombres que se supone que deben mucho a sus madres, pero sus capacidades peculiares no se suele considerar que caen en las regiones de la intuición. Ninguna madre ha producido jamás un matemático intuitivo. Y tampoco nadie que sepa algo sobre matemáticas superiores puede suponer por un momento que, cuando un gran matemático omite pasos intermedios en un libro impreso, es que ha saltado a sus conclusiones por instinto. Es simplemente que, con su exhaustivo conocimiento de este tema concreto, los pasos intermedios le han parecido demasiado fáciles para ponerlos por escrito. Si su libro es difícil de leer, es simplemente porque ha dado por supuesta en quienes le leen una mayor cantidad de conocimiento de la que tienen.

 


Charles Grant Blairfindie Allen
(1848-1899) [Fuente: Wikipedia]

David Hume (1711-1776)
[Fuente: Wikipedia]

James Mill (1773-1836)
[Fuente: Wikipedia]

 

 


Dos mujeres haciendo música, Casimir van den Daele (1818-1880)

La cuestión de si es la intuición o la razón la facultad más noble es una cuestión sumamente carente de significado. Todo conocimiento que encuentra ocasión frecuente de ser puesto en práctica tiene tendencia a convertirse primero en automático y después en instintivo. El progreso humano consiste en hacer automática la acción consciente tan pronto como se puede hacer con seguridad, y en dejar la consciencia libre para atender a más y más complicadas combinaciones de circunstancias. Una vez que el músico ha aprendido a leer sus notas mecánicamente, ¿debemos instarle a que vuelva al período de conexión consciente entre nota y tecla, porque la razón es un don más divino que la intuición? ¿Es deseable convertir el acto de caminar en una adaptación consciente de la tensión muscular a las variaciones en la posición del centro de gravedad, para distinguirnos con la mayor eficacia de las bestias perecederas? La razón es meramente la intuición en su etapa de formación, y cuanto antes se hagan mecánicas nuestras actuales convicciones razonadas y el pensamiento consciente se libere para traer consideraciones cada vez de mayor alcance a nuestras acciones (incluyendo en este término nuestras conclusiones), antes se alcanzará una forma más alta de vida.

 

Los estudiantes de Wundt han hecho en su laboratorio, en los últimos dos o tres años, algunos experimentos que arrojan mucha luz sobre esta cuestión: han captado el automatismo en su preciso acto de formación. Se ha notado que distintos observadores diferían mucho en el tiempo de reacción que asignaban a los distintos sentidos (es decir, el tiempo requerido, por ejemplo, para oír el golpecito de una campana y presionar un botón en respuesta). Los estudiantes de Wundt encontraron que hay dos tiempos de reacción distintos: en uno, se toma un tiempo para traer el golpecito de la campana al foco de la conciencia y para decidir conscientemente qué hacer en respuesta; en el otro, el proceso es inconsciente. El primero es casi el doble de largo que el segundo y ambos son cantidades muy constantes, para cada sentido. Los números exactos, en segundos, son:

 

largo

corto

 

Sonido

216

127

N. Lange

   "

235

121

Belkin

   "

230

124

L. Lange

Luz

290

172

L. Lange

   "

291

182

Martius

 

 

De esto puede inferirse que, incluso en los asuntos más simples, la intuición es una "facultad" casi el doble de valiosa que la razón, por lo que respecta a la economía de tiempo. (Sería interesante determinar la diferencia en fatiga). Pero el punto interesante es que el experimentador puede enseñarse a sí mismo a dar uno u otro tiempo de reacción según le plazca. Si piensa en sus orejas, tiene una sensación de tensión en ellas y un tiempo de reacción largo; si dirige su atención a sus dedos (o si piensa en cosas que no le importan) no es consciente de lo que está pasando y su tiempo de reacción es corto. Está claro que cuantos más de estos reflejos cerebrales educados podamos producir, seremos capaces de llevar unas vidas más plenas y más complejas. También puede asumirse que el ser humano ideal es uno que tiene muchos reflejos cerebrales, pero es capaz de traerlos todos a la conciencia cuando la ocasión lo requiere. Las conexiones que no podemos hacer conscientes son una fuente frecuente de ilusión. Cuando movemos el ojo a voluntad, los objetos parecen permanecer estacionarios; pero cuando, poniendo el dedo bajo el párpado inferior, empujamos el ojo arriba y abajo en su cuenca, no podemos evitar percibir que los objetos se mueven arriba y abajo. El Prof. William James sugiere como un buen experimento que alguien con ojos que no tema herir debería hacer este movimiento varias veces al día, y ver si es capaz de forzar a la razón consciente a cumplir su labor y hacerle ver que los objetos no se están moviendo.


William James (1842-1910), c.1908

 

Para circunstancias perfectamente regulares (es decir, para el mundo de la naturaleza o el del carácter humano en cuanto que está gobernado por leyes fijas), la acción refleja ofrece una inmensa economía de tiempo y trabajo. Para prevenirnos frente a emergencias extraordinarias, parecería deseable que tuviéramos la capacidad de interponer conciencia en la cadena que empieza con estímulo y termina en acción. Siempre que haya que sopesar y equilibrar un gran número de consideraciones, o consideraciones de carácter abstracto, entonces la razón es la única guía adecuada.

 

 


[Getty Images] L. Gershon: "Girls have quietly out-performed boys
in school for over 150 years
", Quartz 13 de diciembre 2019

Que las mujeres no tienen ninguna deficiencia en la capacidad de poner esto y aquello junto, cuando esto y aquello son trozos de conocimiento que están en su posesión, está absolutamente demostrado por una circunstancia singular. La geometría es una rama del conocimiento completamente construida a partir de la razón abstracta, pura y limpia. La geometría se estudia, en los Estados Unidos, en secundaria, y no debe olvidarse que hay en este país (según el Informe del Departamento de Educación) tres veces más chicas que chicos que estudian secundaria. No puede decirse, por tanto (como se dice de las chicas que van a la universidad) que las chicas que van al instituto son un grupo selecto; son el auténtico meollo de las mujeres que constituyen el país. Ahora, si las mujeres no pueden razonar, deberíamos oír mucho alboroto y quejas de los profesores de las clases de geometría sobre la dificultad de enseñar esta materia a las chicas, y las chicas deberían llorar y quejarse acerca de la imposibilidad de conseguir terminar sin problemas sus demostraciones. ¿Es este el caso? Nunca me he encontrado con un profesor de geometría que pensara que sus chicos hacían las cosas mejor que sus chicas; sí me he encontrado con varios que pensaban lo contrario. Allá por 1865, el Inspector de escuelas de Su Majestad, después de viajar por nuestro país, dijo: "Los profesores me dicen todos que las chicas son completamente igual de buenas que los chicos en matemáticas; completamente". Y tampoco hay ningún efecto lamentable que se note en la salud ni en los espíritus. Un día tras otro un ejército de chicas entra sonriente en el aula y sale sonriente, completamente ignorantes de que se ha dado una vuelta de tuerca no natural a sus delicadas mentes y de que están siendo rápidamente transformadas en monstruosos productos del exceso de razón.

 

Si las chicas no muestran ningún defecto de razón en las aulas, tampoco los chicos muestran ningún defecto de intuición; de hecho, sus intuiciones acerca de cuerdas tensadas y de líneas sobre balones son habitualmente mejores que las de las chicas. He ido haciendo un registro durante muchos años de los errores cometidos por chicos y por chicas, y no he sido capaz de detectar ninguna diferencia en su carácter. Es verdad que fue un chico quien una vez estuvo una semana haciendo mal un problema de trigonometría, porque no estaba dicho expresamente en el libro que las piedras miliares de las que hablaba el problema estaban separadas una milla. Mi familiaridad profunda con su mente evitó, sin embargo, que atribuyera esta falta de intuición a sus capacidades razonadoras superiores.

 

 

 

Simplemente, el asunto es que una buena mente tiene buenas razones y buenas intuiciones por igual. Ambas cualidades se resumen en la expresiva frase popular "having your wits about you". Si tienes completa posesión de tu buen juicio, confiarás en tus instintos, cuando debas hacerlo; en tus reflejos adquiridos, cuando no haya indicios de peligro; y en tu razón, cuando el asunto requiera deliberación. Sería enormemente bueno para la raza humana si las virtudes habituales se hicieran más instintivas en los varones; y si se pusiera a las mujeres en una posición en la que pudieran reflexionar más sabiamente sobre las virtudes que están apenas en el proceso de llegar a saberse que lo son. La única razón por la que las mujeres no se conducen a sí mismas por principios de amplio alcance en su conducta cotidiana es que no han llegado a familiarizarse con las doctrinas de la economía política y de la ética abstracta. Cuando las mujeres estén en plena posesión de la educación superior, no hay peligro de que no la apliquen a la práctica, en la medida en que lleve a la práctica. La mente humana está constituida de tal modo que no puede evitar tomar en cuenta todo su conocimiento. Puede dejar de lado las proposiciones aprendidas meramente de memoria, o aquellas de cuya verdad no está absolutamente convencida, pero no lo que realmente sabe. Y tampoco hay ningún peligro de que la mujer pierda sus capacidades de intuición. El conocimiento y la habilidad que ha adquirido en asuntos sociales no la abandonarán porque se haya familiarizado con las especulaciones filosóficas, y podrá recurrir a ellos para obtener guía en las cuestiones intrincadas a las que dan lugar las complejidades de la vida moderna. Mientras el más alto deber de las mujeres fue agradar a su amo y señor, su tarea era simple; pero las mujeres ahora están alerta frente a un presentimiento de responsabilidades más amplias. Ahora son conscientes de que su más alto deber es ser el mejor tipo posible de ser humano y hacer todo lo que esté dentro de sus fuerzas para convertir el mundo en el mejor tipo posible de mundo en el que vivir. Para este fin tienen urgente necesidad de todos los dones que Dios les ha concedido; y quien pretenda mutilar su razón, alegando que la intuición es una guía agradable y poética, les estará causando un lamentable daño.


[Fuente: Library of Congress]




Fin de "Intuición y razón" (1893). Fuente textual en The Monist 3/2 (January, 1893): 211-219


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Fecha del documento: 17 de diciembre 2020
Ultima actualización: 2 de febrero 2021

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