II Jornadas "Peirce en Argentina"
7-8 de septiembre del 2006

Verdad, realidad y comunidad: una lectura realista de la teoría
de la cognición de Charles Sanders Peirce


Daniel Kalpokas
fidias@radar.com.ar




De acuerdo a cómo se lo entiende actualmente, el realismo es una posición filosófica con más de un significado. En efecto, algunos autores piensan que la tesis realista sostiene que puede haber enunciados cuyo significado entendemos y cuyo valor de verdad no seríamos capaces de determinar ni siquiera en condiciones epistémicamente ideales1. Esta comprensión semántica del realismo contrasta con la versión ontológica que sostiene que el mundo existe independientemente de nosotros, de nuestras capacidades de conocerlo y de pensarlo2. En su versión epistemológica, en cambio, el realismo es aquella tesis que sostiene que puede haber hechos que trascienden nuestras capacidades cognoscitivas3. Correspondientemente a esto, el anti-realismo se suele entender como la posición que niega por lo menos alguna de las tres caracterizaciones mencionadas. En este contexto, creo que la teoría de la cognición de Peirce y su teoría de los signos pueden ayudarnos a establecer una más adecuada comprensión de esta disputa. Sin embargo, la teoría de la cognición de Peirce presenta elementos realistas e idealistas difíciles de reconciliar. En lo que sigue, pues, propongo una interpretación de la gnoseología peirceana que pretende articular elementos realistas y anti-realistas a fin de mostrar cómo puede concebirse el realismo una vez que nos tomamos seriamente la dimensión pragmática de los signos y la comunidad indefinida de investigadores como sujeto epistémico de toda cognición posible. El resultado de ello –así lo espero- es un realismo que preserva sus intuiciones ontológicas al tiempo que incorpora algunos aspectos valiosos del anti-realismo.

Como se sabe, en su célebre artículo "The fixation of Belief" Peirce intenta caracterizar al método científico en contraste con otros tres métodos de fijación de la creencia que juzga inapropiados por diversas razones. El primer rasgo de importancia que caracteriza al método científico es este: las creencias son determinadas por algo no humano, por algo permanente sobre lo cual nuestro pensamiento no tiene efecto alguno, pero que afecta al pensamiento. Este algo externo4 y permanente tiene que ser de tal naturaleza que afecte o pueda afectar a cada hombre. De no ser así, esto es, si su ámbito de influencia se redujese a un individuo particular, entonces la verdad no sería algo públicamente asequible. Nos hallaríamos en la situación del místico que pretende conocer algo por medio de la inspiración privada procedente de lo alto. Pero una cosa así, para Peirce, no sería sino otra forma del método de la tenacidad. Así pues, aquí tenemos un segundo rasgo distintivo del método científico: el carácter público de la verdad. Ahora bien, aun cuando ese algo externo y permanente no afecte del mismo modo a cada uno de los individuos, aun así el método ha de hacer posible que los individuos arriben a una última y única conclusión. La hipótesis fundamental sobre la cual se asienta el método científico, según Peirce, es que hay cosas reales cuyas características son independientes de nuestras opiniones sobre las mismas; estas cosas afectan nuestros sentidos siguiendo leyes regulares y, aun cuando nuestras sensaciones sean diferentes, con todo, aprovechándonos de las leyes de la percepción, podemos averiguar cómo son realmente las cosas. De este modo, con tal que se tenga la suficiente experiencia y se lleve lo suficientemente lejos el razonamiento, cada cual llegará a la única conclusión verdadera5.

En "How to make our ideas clear" Peirce desarrolla su concepción de la realidad en paralelo con la noción de verdad. Su primera elucidación del concepto de realidad es el siguiente: "Podemos definir lo real como aquello cuyas características son independientes de lo que cualquiera puede pensar que son"6. Pero Peirce pretende ir más allá de esta caracterización mínima y de fuerte tono realista. Intenta aplicar la máxima pragmática a la noción misma de realidad. Dicha máxima sostiene que debemos considerar los efectos prácticos concebibles de un objeto para alcanzar una adecuada concepción del mismo7. Así pues, la realidad consiste en los efectos sensibles que producen las cosas que participan de la misma. Y el único efecto –según Peirce- que tienen las cosas reales es el de causar creencias. El problema se convierte, entonces, en el de cómo distinguir la creencia verdadera de la falsa. Pero las ideas de verdad y falsedad pertenecen al método científico. Sólo en este método puede hablarse propiamente de verdad y falsedad pues sólo en el marco del método científico tiene inteligibilidad el error. En efecto, en la medida en que se reconoce que hay algo externo, no humano, que nos afecta a todos, cobra sentido el error, pues esa realidad independiente puede corroborar o desmentir lo que pensamos acerca de ella. Ahora bien, el sujeto epistémico del método científico no es el individuo aislado, sino la comunidad indefinida de investigadores. La idea central de Peirce es que, con tal de que se lleve la investigación lo suficientemente lejos, la comunidad indefinida de investigadores arribará a una única creencia que será la solución al problema que dio inicio a la investigación. Esa creencia final es equivalente a lo que Peirce llama "verdad": "La opinión destinada a que todos los que investigan estén por último de acuerdo en ella es lo que significamos por verdad, y el objeto representado en esta opinión es lo real. Esta es la manera cómo explicaría yo la realidad"8. En este punto, Peirce mismo adelanta una posible objeción, a saber: podría alegarse que este punto de vista se contrapone a la anterior definición realista ("abstracta", la llama Peirce) que se ha dado de la realidad por cuanto parece hacer depender las características de lo real de lo que llegue a pensarse finalmente acerca de ellas. Esta es la respuesta de Peirce: "Por un lado, la realidad es independiente, no necesariamente del pensamiento en general, sino sólo de lo que usted o yo o cualquier número finito de hombres pensamos de ella; por otro lado, aun cuando el objeto de la opinión final depende de lo que esta opinión es, con todo lo que esta opinión es no depende de lo que usted o yo o cualquiera pensamos"9. Pero esta respuesta sigue teniendo un componente idealista difícil de compatibilizar con la definición realista de la realidad. En verdad, todo el artículo que estamos considerando manifiesta un cierto tono idealista o verificacionista del cual Peirce posteriormente intentaría desprenderse10. Por ejemplo, al considerar el famoso caso de la dureza del diamante, Peirce llega a decir: "No hay en absoluto ninguna diferencia entre una cosa dura y una suave, en tanto en cuanto no se someta a prueba"11. Pero es claro que si aceptamos la definición realista de la realidad según la cual las propiedades del mundo son independientes de lo que pensamos que son, esta afirmación de Peirce no puede ser cierta. Un diamante posee la propiedad de la dureza hayamos realizado la prueba o no; esto es, esa propiedad que atribuimos al diamante no depende ontológicamente del hecho de que hagamos la prueba para verificar que tal propiedad pertenece al diamante. Únicamente nuestro conocimiento de que el diamante es duro depende de la prueba en cuestión. La proposición "El diamante es duro" es objetivamente verdadera en el sentido de que su verdad no depende del hecho de que yo o cualquier número particular de hombres crea que la proposición es verdadera; pero, en cierto modo, la verdad de esa proposición sí depende de que algún investigador posible crea que es verdadera. Si no fuera posible la existencia de ningún investigador, no podría haber creencias en absoluto. Y la verdad de una creencia no depende epistémicamente del hecho de que un individuo o grupo de individuos crea que la creencia es verdadera, sino de que la creencia representa adecuadamente la realidad para la comunidad indefinida de investigadores. Pienso que en este sentido puede interpretarse la opinión de Peirce según la cual lo que la opinión final es no depende de lo que un número finito de hombres piensa que es. Esa opinión debería ser expresión de aquello que todo investigador posible podría aceptar al final de la investigación. Pero, ¿qué puede significar que la realidad no es independiente del pensamiento en general? ¿En qué sentido la realidad depende de la opinión final? Ciertamente, Peirce parece estar sosteniendo aquí cierta forma de idealismo, parece estar negando que la realidad sea ontológicamente independiente de la opinión final. Por tanto, pienso que esta concepción de la realidad que Peirce desarrolla hacia el final de "How to make our ideas clear" efectivamente está en tensión con su definición abstracta de lo real. Ahora bien, esta concesión al idealismo es problemática al menos por dos razones dentro de la filosofía de Peirce. En primer lugar, la definición realista de la realidad resulta, como vimos, esencial en la caracterización del método científico porque es precisamente la realidad independiente la que orienta la investigación, en última instancia, hacia la opinión final12. La fuerza con que se impone esta opinión final, esa fuerza que opera como el destino hacia el cual se encamina la comunidad de investigadores, proviene de la aplicación del método científico a esa realidad cuyas características son independientes del pensamiento. Si la realidad dependiera de esa opinión final, quedaría sin explicar qué es lo que orienta a la comunidad hacia la convergencia en una conclusión última. En efecto, si la realidad se disuelve en el contraste entre las creencias que tenemos aquí y ahora y las que podría tener la comunidad in the long run, entonces la realidad ya no podría orientar la investigación. Pero tampoco podría hacerlo la opinión final, puesto que en la mayoría de los casos no es asequible aquí y ahora. En cualquier caso, quedaría sin explicar qué es lo que permite a la comunidad de investigadores orientarse hacia la opinión final. Por lo demás, ¿cuál sería la causa de nuestras afecciones? Si estas provienen de los impactos que ejerce una realidad independiente, entonces podría explicarse el sentido del conocimiento por medio del papel verificatorio o refutatorio que la realidad desempeña con respecto a nuestras representaciones de ella. En este caso, el papel epistémico de la realidad permitiría explicar cómo es que llegamos a conocer el mundo que nos afecta causalmente. En cambio, si se rechaza la independencia ontológica de la realidad, si se rechaza, además, como hace Peirce, la idea misma de cosa en sí, ¿cuál sería la fuente de nuestras afecciones?

En segundo lugar, el idealismo del joven Peirce parece contradecir algunos supuestos de su teoría de los signos. Para Peirce, un signo o representamen es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de la persona un signo equivalente o, tal vez, más desarrollado13. Este signo creado, que se refiere al mismo objeto que el representamen, es lo que Peirce llama interpretante del primer signo. El objeto es lo representado en cierto aspecto. Ahora bien, aquí Peirce distingue entre objeto inmediato y objeto dinámico. El primero es el objeto tal como es representado por el signo; mientras que el segundo es la realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el signo a su representación. A diferencia del objeto inmediato, el objeto dinámico tiene una existencia independiente respecto del signo que lo representa. Es aquí donde encontramos el supuesto realista de Peirce que enlaza con la anterior definición de lo real como aquello que es independiente del pensamiento. El objeto dinámico es ontológicamente independiente de la representación sígnica. En otros términos: si no hubiera signos, el objeto dinámico no podría ser conocido, pero no por ello dejaría de existir. Con este planteamiento semiótico Peirce renuncia a la idea de cosa en sí como fuente de nuestras afecciones y explica el proceso de conocimiento en términos de la distinción entre objeto inmediato y objeto dinámico. Aquello que nos afecta y que es la causa de las creencias no es otro que el objeto dinámico. Este puede resultar desconocido en cierta etapa de la investigación, pero no puede ser incognoscible para la comunidad indefinida de intérpretes. Los efectos que la realidad produce en nosotros y que por ahora no podemos explicar deben ser necesariamente objeto de explicaciones posibles. Por otra parte, el giro semiótico-pragmatista que Peirce imprime al kantismo le permite introducir profundas modificaciones en la explicación del conocimiento. En efecto, para Kant las condiciones de posibilidad de la experiencia son al mismo tiempo condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia, esto es, de los fenómenos. Así pues, para Kant los fenómenos no eran ni ontológica ni gnoseológicamente independientes del sujeto cognoscente; mientras que la cosa en sí era independiente en ambos sentidos. De acuerdo al enfoque semiótico peirceano, la realidad (el objeto dinámico) es ontológicamente independiente del proceso semiótico. Lo que es propiamente constituido a través del proceso semiótico es solamente nuestra experiencia de ese mundo independiente. Dicho en otros términos: lo constituido es el objeto inmediato, no el objeto dinámico. Este último sólo se manifiesta a través de los diversos objetos inmediatos durante el proceso de investigación epistémicamente orientado por el objeto dinámico. Esta interpretación realista de la teoría de la cognición de Peirce explica cómo es posible que el mundo posea una función epistémica irreemplazable en la investigación y es coherente con la teoría semiótica desarrollada por el filósofo norteamericano. Según esta interpretación, pues, lo que depende del pensamiento en general es solamente el objeto inmediato, no el objeto dinámico.

Por tanto, es sólo la inteligibilidad de la realidad la que depende del pensamiento en general o de la opinión final, pero no su status ontológico14. La opinión final representa el mundo ontológicamente independiente. En la medida en que la realidad posee un papel epistémico en el proceso de conocimiento constituido por la investigación científica, puede afirmarse que la búsqueda de una representación adecuada de cómo son las cosas es la razón fundamental de que se arribe al consenso final: una opinión es verdadera porque representa adecuadamente la realidad, no porque es consensuada. Puede afirmarse, pues, que la opinión verdadera acerca del mundo es independiente de lo que sostengamos aquí y ahora, pero no lo es de lo que sostenga la comunidad indefinida de investigadores al final de la investigación. Esto capta la intuición realista según la cual la verdad de nuestras proposiciones no depende de lo que pensemos aquí y ahora; pero va más allá del realismo (al menos tal como se lo suele entender) pues tiene en cuenta y explica cuál es el sujeto epistémico involucrado en el contraste entre lo que creemos aquí y ahora y lo que podríamos llegar a creer al final de la investigación. Hay proposiciones que son verdaderas aunque actualmente no las creemos, pero no hay proposiciones verdaderas que no puedan ser creídas por la comunidad indefinida de investigadores al final de la investigación.

De acuerdo a esta lectura de la teoría de la cognición de Peirce, debemos preservar el realismo ontológico mientras que redefinimos el realismo semántico y epistemológico. Como vimos, el realismo semántico sostiene que los enunciados poseen un valor de verdad objetivo, independientemente de nuestros medios de conocerlo. Esto es, son verdaderos en virtud de la realidad independiente. En contraste, el anti-realista afirma que el significado de esos enunciados depende de lo que cuenta como evidencia de su verdad. Para el anti-realista, los enunciados pueden ser verdaderos únicamente en virtud de algo que podríamos conocer y que cuenta como evidencia de su verdad. A la luz de lo dicho sobre Peirce, puede sostenerse lo siguiente: los enunciados que hacemos sobre el mundo efectivamente son verdaderos en virtud de la realidad independiente, pero la verdad de esos enunciados no puede estar más allá de las capacidades epistémicas de la comunidad indefinida de investigadores. La verificación de la verdad de los enunciados puede estar actualmente más allá de las posibilidades epistémicas de cualquier grupo contingente de investigadores, pero no puede estar más allá de las capacidades epistémicas de la comunidad indefinida de investigadores. De esta suerte, puede sostenerse que entendemos un enunciado cuando entendemos qué lo haría verdadero, aun cuando de hecho no estemos en condiciones de verificar su verdad. Sin embargo, esa verificación siempre es posible, si no aquí y ahora, al menos al final de la investigación. Lo que no puede haber, porque es ininteligible, es enunciados verdaderos que ni siquiera la comunidad de investigadores podría verificar. Si un enunciado es formulable, es decir, si tiene sentido, entonces refiere a estados de cosas posibles que son cognoscibles; pero si se pretendiera formular enunciados cuyo valor de verdad fuera incognoscible, entonces se caería en la ininteligibilidad, pues la idea misma de algo incognoscible es –para Peirce- una idea vacía15. En consecuencia, un enunciado acerca de algo que es incognoscible carecería de sentido; en verdad, ni siquiera podría expresarse en lenguaje alguno. Algo semejante cabe decir sobre la posibilidad de hechos que trascienden nuestras facultades epistémicas. Si tiene sentido afirmar que algo es un hecho, entonces tiene que tratarse de un hecho cognoscible (aunque de facto no sea conocido). Hay, pues, hechos que están más allá de nuestras siempre particulares capacidades epistémicas, pero no puede haber hechos que estén más allá de las capacidades epistémicas de la comunidad indefinida de investigadores.

Frente a las usuales definiciones del realismo, esta manera de entender la verdad, el conocimiento y la realidad permite sostener el realismo ontológico de un modo más coherente. El mundo existe, con sus objetos y propiedades, independientemente del pensamiento (aun del pensamiento final de la comunidad indefinida de investigadores). Pero al mismo tiempo, el mundo así entendido puede ser conocido, al menos en principio, por dicha comunidad. Puede existir un desfasaje entre realidad y conocimiento en cualquier momento de la investigación , pero la noción misma de una opinión final constituye una promesa de que ese desfasaje es, en principio, eliminable. Dicho de otro modo: hay proposiciones cuya verdad nosotros, por el momento, ignoramos; pero no pueden existir proposiciones verdaderas que pudieran ser inaccesibles a la comunidad indefinida de investigadores. La introducción del sujeto cognoscente en el proceso de investigación junto con la introducción de los usuarios de signos en la semiótica peirceana nos permite elaborar un realismo semiótica y pragmáticamente transformado.




Notas

1. Cfr., por ejemplo, Dummett, M., "Realism", en Dummett, M., Truth and other enigmas, Cambridge, Harvard University Press, 1978 y García Carpintero, M., Las palabras, las ideas y las cosas, Barcelona, Ariel, 1996, cap. IV. Richard Rorty también da por buena esta manera de entender el realismo. Cfr. Rorty, R., Objectivity, relativism and truth, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, "Introduction".

2. Cfr. Devitt, M., Realism and Truth, Princeton, Princeton University Press, 1997 y Searle, J., La construcción de la realidad social, Barcelona, Piados, 1997.

3. Cfr. Nagel, T., Una visión de ningún lugar, México, FCE, 1998.

4. La idea de algo "externo" suscita suspicacias que no desarrollaré aquí. En efecto, ¿externo a qué?, podría preguntarse.

5. En Descartes: el proyecto de la investigación pura, México, UNAM, 1995, Williams asocia la concepción peirceana de la verdad con su propio programa de una concepción absoluta del mundo. La concepción absoluta del mundo sería, según Williams, una concepción del mundo tal como este es en sí mismo descrito sin perspectiva particular alguna en términos físicos. Cualquier sujeto de conocimiento, pues, podría llegar a acordar con tal concepción que no reviste rasgo idiosincrásico alguno. En mi opinión, aunque es correcta la interpretación realista de la filosofía de Peirce, es dudoso que Peirce estuviera de acuerdo con el programa fisicalista de Williams. Mientras que Williams pretende reducir los estados mentales, el significado, la intencionalidad y las creencias a estados físicos, Peirce, en cambio, le otorga al mundo el estatus de signo. Además, el realismo de los universales difícilmente tenga cabida en el fisicalismo. Por último, Williams asume implícitamente que la opinión final (equivalente a la verdad) ha de entenderse en términos de una única teoría final. No es claro que Peirce defienda tal cosa. La unidad de la verdad no parece comprometernos necesariamente con una única teoría.

6. Peirce, Ch. "How to make our ideas clear", en Buchler, J., Philosophical writings of Peirce, New York, Dover Publications, 1955, p. 36.

7. "Consideremos qué efectos, que puedan tener concebiblemente repercusiones prácticas, concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Nuestra concepción de estos efectos es pues el todo de nuestra concepción del objeto", Peirce, Ch. "How to make our ideas clear", en Buchler, J. op. cit., p. 30.

8. Peirce, Ch., "How to make our ideas clear", en Buchler, J., op. cit., p. 38. Hay una ambigüedad en el estatus de la opinión final. En la reseña de las obras de Berkeley, Peirce sostiene que en muchas cuestiones ya se ha arribado a ese acuerdo final, Cfr. Peirce, Ch., "Fraser’s The Works of George Berkeley", Hoopes, J. (ed)., Peirce on Signs, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1991, p. 123. Otra posibilidad interpretativa, no incompatible con la anterior, es la de pensar en la opinión final como una idea regulativa que hace posible la investigación.

9. Peirce, Ch., "How to make our ideas clear", Buchler, J., op. cit., p. 39. Es importante observar que en la reseña de las obras de Berkeley, Peirce cambia ligeramente esta afirmación en dirección de una interpretación realista del mundo. Dice: "Esta opinión final es, pues, independiente, no en efecto del pensamiento en general, sino de todo aquello que es arbitrario e individual en el pensamiento; es totalmente independiente de cómo pensamos ustedes o yo o un número cualquiera de personas. En consecuencia, es real todo aquello que en la opinión final se piensa que existe, y nada más", Peirce, Ch., "Fraser’s The Works of George Berkeley", en Hoopes, J., (ed), op. cit., p. 123. Aquí, lo que depende del pensamiento en general es la opinión final, no la realidad. La oración final “es real todo aquello que en la opinión final se piensa que existe” puede ser interpretado idealista o realistamente. Puede leerse como: es real porque en la opinión se piensa que existe; o llamamos real a todo aquello que podemos conocer en la opinión final.

10. Según Smith, con su teoría pragmatista de la realidad Peirce pretendía hacer justicia tanto al realismo como al idealismo. Cfr. Smith, J., "Community and reality", en Freeman, E. (ed)., The Relevance of Charles Peirce, Illinois, Monist Library of Philosophy, 1983.

11. Peirce, Ch., "How to make our ideas clear", en Buchler, J., op. cit., p. 31.

12. Una objeción parecida hace Smith. Según Smith, Peirce pasa por alto que la integridad de lo real en el presente se evapora si se identifica a esta con la opinión final. La unidad y totalidad de lo individual –señala Smith- trasciende y al mismo tiempo es un ingrediente de cada etapa de la investigación. Cfr. Smith, J., "Community and reality", en Freeman, E (ed)., op. cit., p. 57.

13. Peirce, Ch. S., "Logic as semiotic: the theory of signs", Buchler, J., (ed), op. cit., p. 99.

14. Cfr. Apel, K., El camino del pensamiento de Charles S. Peirce, Madrid, Visor, 1997, p. 111.

15. Peirce ofrece diversos argumentos en contra de la noción de lo incognoscible. Uno de ellos resulta de la aplicación de la máxima pragmática a la idea de lo incognoscible: puesto que algo incognoscible es algo acerca de lo cual no podemos tener ningún efecto sensible, la idea de lo incognoscible es completamente vacía. Cfr. Peirce, Ch. S., "Questions concerning Certain Faculties Claimed for Man", en Hoopes, J. (ed), op. cit. Otro argumento sostiene que en el análisis de toda proposición, una vez que hemos dejado a un lado los predicados, permanece siempre un sujeto indescriptible que sólo podemos señalar mediante algún índice sin que podamos describirlo. Pero algo incognoscible (Peirce pensaba aquí en la cosa en sí kantiana) es algo que no puede ser descrito ni señalado. Por tanto, ninguna proposición puede referirse a él y nada verdadero o falso puede predicarse de él. En consecuencia, todas las proposiciones que pretenden referirse a algo incognoscible carecen de sentido. Cfr. Peirce, Ch., "Critical common-sensism", en Buchler, J (ed), op. cit., p. 299.

16. Con todo, pienso que no puede suceder que, en alguna etapa de la investigación, todas las creencias sustentadas por la comunidad de investigadores sean falsas. Si ese fuera el caso, seguramente la comunidad de investigadores al final de la investigación no lograría entender a los investigadores que sustentaban creencias falsas en su totalidad. Se perdería la continuidad misma de la investigación.


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Fecha del documento: 18 de septiembre 2006
Ultima actualización: 18 de septiembre 2006

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