II Jornadas "Peirce en Argentina"
7-8 de septiembre del 2006

C. S. Peirce: realidad, verdad y el debate realismo-antirrealismo


Catalina Hernández
dchernandez@gmail.com
Carlos Garzón
carl_garzon@hotmail.com



Si bien Charles S. Peirce no adoptó los términos en los que se plantea actualmente la discusión en torno al debate realismo–antirrealismo, resulta un trabajo interesante analizar si algunas de sus propuestas filosóficas nos pueden dar luces acerca de una postura alternativa en la discusión. Nuestro objetivo en este escrito es mostrar ciertas ideas en el pensamiento de Peirce, específicamente su concepción de la realidad y la verdad, a la luz del debate mencionado. De este modo pretendemos dilucidar cómo su filosofía podría sentar las bases para sugerir una opción a las propuestas que se han presentado. Para cumplir con nuestro cometido, el orden que seguiremos será el siguiente: 1) Expondremos la noción de realidad en Peirce y sus diferentes acepciones o "modos de ser". 2) Daremos cuenta de la crítica de Peirce a la noción de realidad incognoscible. 3) Explicaremos la concepción peirceana de 'verdad' en relación con la convergencia de opinión y con el pragmatismo, y finalmente 4) Mostraremos cómo este conjunto de ideas de la filosofía de Peirce podrían aportar al debate realismo-antirrealismo. Concluiremos afirmando en qué medida las ideas peirceanas podrían constituir un modo peculiar de realismo acerca de objetos físicos, respaldado en una manera característica de entender la tesis del esquema conceptual privilegiado, que si bien a primera vista pareciera ser antirrealista, deviene en una defensa del realismo epistemológico.

Debemos advertir que este trabajo es sólo parte de una investigación más exhaustiva, y por lo tanto, en este escrito dejaremos de lado algunos puntos importantes en el pensamiento de Peirce como su teoría de la percepción, las Categorías, el continuo, entre otras. Si bien es cierto que una propuesta realista o antirrealista se funda en un conjunto de tesis articuladas, el análisis parcial que llevaremos a cabo no restringe la posibilidad de identificar el aporte de Peirce al debate a partir de las ideas que trabajaremos en el presente escrito, estas son, realidad y Verdad.

1. Realidad

En términos generales lo real o la realidad son nociones definidas en el pensamiento de Peirce por contraposición a lo ficticio, caracterizándose, en particular, por su independencia de idiosincrasias. La realidad es "aquello cuyas características son independientes de lo que cualquiera pueda pensar que son" [CP 1.878, 5.404 y Cf. 1877, 5.384; 1904, 5.430]. A primera vista, la generalidad de esta definición no nos permite comprender con exactitud qué conjunto de cosas la satisfacen. Por esta razón se requiere hacer una lectura de otros pasajes en los que Peirce sugiere una concepción más amplia de esta noción.

En las conferencias de Harvard en 1903, Peirce parece distinguir lo que hemos denominado dos "modos de ser" de la realidad:

(a) El modo de ser en tanto ser realmente (really to be) [Cf. CP 1903, 5.96]: Se trata de los objetos físicos que hacen parte de la experiencia y que impresionan los sentidos. En efecto, Peirce hace referencia a este modo de ser de la realidad en términos de objetos de reacción. Los objetos de reacción son los mismos objetos físicos y los denomina de esta forma porque nuestra interacción con ellos es ejemplificada como una lucha u oposición en la que el objeto actúa y el sujeto reacciona o viceversa. Cuando se observa que el objeto de percepción no puede ser modificado sólo con pensarlo, el objeto es un objeto de reacción, un objeto que se "impone" como hecho bruto a la experiencia. Que los objetos de reacción posean estas características los hace ser, a juicio de Peirce, ipso facto reales, es decir, que dado su carácter impositivo en la experiencia y dada nuestra incapacidad de modificarlo con el pensamiento (consciente o inconscientemente), no hay razón para dudar que sean reales.

Dada esta caracterización de la realidad con relación a los objetos de reacción (u objetos físicos) denominaremos a este tipo de realidad 'realidad-mundo'.

(ß) El modo de ser en tanto ser representación: Para dilucidar lo que se entiende por este modo de ser de la realidad, resulta pertinente leer a Peirce:

[...] la proposición general de que todos los cuerpos sólidos caen en ausencia de cualquier fuerza o presión hacia arriba […] posee la naturaleza de una representación.
Nuestros amigos nominalistas serían los últimos en discutir esto. Llegarán incluso a decir que es una mera representación, significando la palabra mero que ser representado [to be represented] y ser realmente son dos cosas muy diferentes; y que esta fórmula no tiene ningún ser salvo un ser representada [being represented]. Ciertamente posee la naturaleza de una representación. […] Y es igualmente innegable que aquello que tiene la naturaleza de una representación no es ipso facto real. A este respecto, hay un gran contraste entre un objeto de reacción y un objeto de representación. ... Si yo predijera que al soltar la piedra, se elevaría en el aire, eso sería mera ficción; y la prueba de que es así se obtendría sencillamente haciendo el experimento. ... Por otro lado, el hecho de que yo sepa que esta piedra caerá al suelo cuando la suelte ... , eso que efectivamente sé ... es la prueba de que la fórmula, o la uniformidad, en tanto que proporciona una base segura para la predicción, es, o si lo prefieren, corresponde a una realidad [Ibíd., Subrayado nuestro].

Lo que parece sugerirse aquí es que bajo el modo de ser de la realidad en tanto ser representación se encuentran cierto tipo de proposiciones (leyes o fórmulas generales verdaderas) que poseen la naturaleza de una representación. Pero, cabe preguntarse, ¿qué quiere decir que las representaciones sean o correspondan a una realidad? Si entendemos la expresión 'realidad', vista en el pasaje, como aquello que no está sujeto a idiosincrasias y es contrario a las ficciones, entonces afirmar que las representaciones son reales es lo mismo que afirmar que éstas no son ficciones y no están sujetas a idiosincrasias. Con la afirmación de que una representación es una realidad, no se interpreta aquí 'realidad' en el primero de sus modos de ser expuesto arriba1.

No obstante, esto aún no nos dice nada acerca de la diferencia entre la realidad en su modo de ser en tanto representación y en su modo de ser en tanto objetos físicos. La distinción parece obvia si nos atenemos, por un lado, a la naturaleza de los objetos físicos, y por otro, a la naturaleza de las representaciones. En efecto, es natural pensar que las fórmulas generales no son palpables o perceptibles en el sentido en que son palpables o perceptibles los objetos físicos; además, como se sugirió en (a), los objetos no son maleables por el pensamiento, algo que sí sucede con las representaciones. En efecto, el pensamiento puede crear un conjunto de representaciones que son ficciones, puede expresar dichas representaciones en distintas proposiciones, puede confundir sus valores de verdad, etc. Esto entraña otra diferencia notable entre los dos modos de ser de la realidad: las representaciones son susceptibles de valuación veritativa, mientras que los objetos físicos no. Adicionalmente, una distinción en relación con lo anterior radica en que, contrario a los objetos de reacción (objetos físicos), los objetos de representación no son ipso facto reales. Como sugerimos arriba, podemos concebir un conjunto de representaciones que no son más que una pura quimera, como lo es el ejemplo citado por el autor de la piedra anti-newtoniana.

Una vez expuestos los dos modos de ser de la realidad sugeridos por Peirce, a continuación pasaremos al segundo punto de nuestra exposición, concerniente a la cláusula que acompaña la definición de este concepto.

2. La realidad y su dependencia con respecto al pensamiento

A la definición de realidad expuesta arriba Peirce añade una cláusula de acuerdo con la cual "la realidad es independiente no necesariamente del pensamiento en general, sino sólo de lo que tú o yo, o cualquier número finito de hombres, pensemos de ella" [CP 1878, 5.408, énfasis nuestro]. Es interesante señalar que esta cláusula sugiere una relación de dependencia entre la realidad y el pensamiento que, a primera vista, podría asociarse con una postura idealista, y por lo tanto antirrealista. No obstante, en Fraser's Edition of the Works of George Berkeley (1871), una obra anterior a la formulación de la cláusula, Peirce hizo notar que la dependencia de la realidad con respecto del pensamiento no es ontológica (en cuyo caso la tesis sería idealista), sino que hace alusión a la representación que hacemos de aquello que existe. En dicho artículo Peirce sigue a Kant en su afirmación de que la acción de la mente en la experiencia se lleva a cabo a través de la intervención de conceptos necesarios como espacio, tiempo, causalidad, etc. [Cf. 8.16]. Estos conceptos son universales y su labor es organizar la experiencia sensible y determinar la forma como se nos presenta la realidad-mundo. Es, quizás, en este sentido kantiano que debe hacerse la lectura de la cláusula mencionada.

Cabe advertir que Peirce no comparte del todo la concepción kantiana, pues se muestra renuente a aceptar que la noción misma de "cosa en sí" tenga algún sentido. En la siguiente sección expondremos las razones que sustentan la idea peirceana en contra de la cosa en sí.

2.1. Realidad incognoscible

La crítica peirceana a la noción de una realidad incognoscible se deriva de su teoría pragmatista del significado. En efecto, Peirce siempre caracterizó aquella noción como carente de sentido basándose en su máxima pragmática. Como sabemos, de acuerdo con ésta, el sentido de un concepto, proposición o hipótesis se obtiene a partir de la diferencia que haría su verdad para una experiencia futura. De esta manera, cualquier concepto, proposición o hipótesis cuya aplicación o verdad no haga tal diferencia, será considerado como cognitiva y semánticamente vacío. Si aceptamos que el objeto de nuestra concepción es conocido mediante dichos efectos, entonces al reconocer el sentido pragmático de un concepto, proposición o hipótesis estamos aceptando la posibilidad de conocer el objeto de nuestra concepción. Así las cosas, afirmar la existencia de una realidad incognoscible implica la imposibilidad de cualquier efecto práctico o empírico de dicho concepto, pues, de lo contrario, sería cognoscible. En última instancia, si una noción tiene repercusiones sobre nuestra conducta o experiencia, podemos atribuirle significado, y al hacer esto le conferimos cierto grado de valor cognitivo, con lo cual negamos, en consecuencia, su absoluta incognoscibilidad. En conclusión, si la noción de realidad incognoscible tuviera sentido, esto querría decir que su significado se derivaría de sus efectos prácticos sobre nuestra conducta; pero es en sí mismo contradictorio afirmar que la realidad incognoscible tiene implicaciones prácticas, porque de ser así no sería incognoscible.

La crítica peirceana a la realidad incognoscible será de interés al momento de analizar su aporte en el debate realismo/antirrealismo. Por lo pronto debemos concentrarnos, con el mismo propósito, en otra noción importante, a saber, la noción de 'verdad'.

3. Verdad

Unas veces la verdad es definida por Peirce siguiendo las reglas de su máxima pragmática como la opinión última (ultimate opinion) que representa lo real y hacia la cual tiende a la larga (in the long run) cualquier investigación particular que el ser humano emprenda [Cf. Peirce 1878: 5.407, cursivas nuestras]; otras veces Peirce sostiene una definición de la verdad como "la correspondencia de un enunciado abstracto con el límite ideal hacia el cual la investigación ilimitada tendería" [CP 5.565, énfasis nuestro]. Estas formas de referirse a la verdad hacen depender la definición de este concepto de un proceso ilimitado de conocimiento que culminará en un acuerdo de opinión. Según las definiciones, la forma de interpretar la concepción peirceana de 'verdad' es en términos de una convergencia de opinión acerca de alguna cuestión particular. A dicha convergencia está destinada, a la larga, la comunidad de investigadores que lleven a cabo una indagación lo suficientemente buena2 y prolongada como para que los resultados que ella arroje no sean refutados.

Ahora bien, aparte de definir la verdad en términos de la convergencia destinada a largo plazo, Peirce también considera necesario definir la noción de 'verdad' en términos de duda, creencia y experiencias, nociones relacionadas con su concepción pragmaticista de la conducta.

Si sus términos "verdad" y "falsedad" se toman en sentidos tales que puedan ser definibles en términos de duda y creencia y del curso de la experiencia (...), pues muy bien: en ese caso sólo se está hablando de duda y creencia. Pero si por verdad y falsedad se quiere significar algo no definible en ningún sentido en términos de duda y creencia, entonces se está hablando de entidades de cuya existencia nada se puede saber, y a las que la navaja de Ockham afeitaría limpiamente [Peirce, 1904, CP 5.416, énfasis nuestro]

De acuerdo con estas palabras, la verdad no es una noción que se conciba más allá de la posibilidad del conocimiento. Para nuestro autor, la verdad está ligada a una concepción pragmaticista de la acción (en términos de duda-creencia), y en ese sentido, se admite la posibilidad de su aprehensión cuando alcanzamos un estado de creencia absoluta. Teniendo en cuenta lo anterior, Peirce parece rechazar una concepción de la verdad definible en términos de una correspondencia con una realidad-mundo si se concibe esta última como trascendente a cualquier posibilidad de conocimiento. Si la realidad-mundo se entendiera como aquello incognoscible y por ende sin repercusiones sobre la conducta (como mencionamos en la sección 2.1), entonces la verdad que la representa sería igualmente incognoscible y, en esos términos, un completo sin sentido [Cf., CP 5.553].

Si lo anterior es cierto, es decir, si la noción de 'verdad' definida en términos de duda y creencia deja por fuera la posibilidad de entenderla como correspondencia con una realidad trascendente, es claro que aún bajo la primera definición de ‘verdad’ expuesta en esta sección (i.e. convergencia) no se hace alusión a una correspondencia –a largo plazo– de la verdad con una realidad trascendente. Por el contrario, la realidad-representación puede llegar a identificarse con las proposiciones verdaderas y representar fielmente la realidad mundo, en cuyo caso esta última no sería incognoscible o trascendente.

4. Peirce y el debate

Una vez hemos expuesto las ideas centrales correspondientes a las concepciones peirceanas de 'realidad' y 'verdad' nos concentraremos en lo que un seguidor de las ideas de Peirce diría a propósito de algunas propuestas presentadas en el debate realismo-antirrealismo. Somos conscientes de que para desarrollar a cabalidad el quinto y último punto de este escrito es preciso definir concretamente qué se ha de entender por realismo y por antirrealismo, y no desconocemos que son varias las posturas que se han formulado en cada uno de los dos "bandos". No obstante, debemos advertir que entenderemos el debate y las partes en discusión de un modo generalizado.

Para nuestros propósitos es relevante hacer la distinción entre el ámbito metafísico y el ámbito epistemológico del realismo. Fundamentalmente, el realismo metafísico sostiene que hay un mundo que existe independientemente de nuestras representaciones, descripciones, formas de conocer o teorizar acerca del mismo. El realismo epistemológico sostiene, entre otras, la tesis según la cual conocemos el mundo como realmente es. Esta postura puede abordarse desde distintos enfoques de acuerdo a la teoría de la referencia, de la verdad o del conocimiento que se adopte. Deseamos concentrarnos específicamente en la tesis del esquema conceptual privilegiado, la cual es realista en tanto afirma que debe haber una única descripción del mundo, accesible al conocimiento humano, que lo representa tal y como es3. El antirrealismo, a su vez, puede entenderse en un sentido metafísico y en un sentido epistemológico. El primero de ellos es el conocido idealismo de corte berkeliano, en el que el mundo se concibe como un conjunto de ideas y por lo tanto se establece una dependencia ontológica del mundo con respecto a la mente. El segundo, en cambio, afirma que el discurso acerca de la existencia de un mundo independiente de nuestras representaciones es irrelevante para nuestros propósitos cognoscitivos. Lo que realmente importa bajo la postura epistemológica del antirrealismo es nuestra forma de conceptualizar aquello que llamamos 'mundo'. En este sentido el antirrealista piensa que distintos discursos inconmensurables sobre el mundo pueden sostenerse siempre y cuando cada uno de ellos sea consistente.

Veamos a continuación cómo las ideas filosóficas de Peirce con respecto a la realidad y a la verdad pueden constituir un aporte al debate realismo/antirrealismo, a la luz de las posiciones recién mencionadas.

El realismo metafísico puede verse como una tesis que versa sobre lo que hemos denominado aquí realidad-mundo (i.e. objetos físicos o de reacción). En principio, un seguidor de Peirce no entraría a discutir esta tesis si fuese leída como diciendo que el mundo no depende (en sentido ontológico) de las mentes. Recordemos que, de acuerdo a la interpretación de la cláusula añadida a la definición de realidad (su dependencia del pensamiento en general), y como Peirce mismo sostiene (Cf. 8.12ss), se debe rechazar el idealismo berkeliano; recordemos también que nuestro autor caracteriza el modo de ser de la realidad-mundo en términos de objetos de reacción no-maleables por el pensamiento, que se "imponen" a los sentidos y que cualquier comunidad estaría en condiciones de captar. Estas dos ideas sugieren que desde un punto de vista peirceano aquello que aquí denominamos realidad-mundo existe fuera de la mente.

Ahora bien, si el realismo metafísico se entendiese como afirmando que la realidad-expresión "su propia manera de ser" concluimos que ésta es imposible de conocer (à la Kant), el desacuerdo de un seguidor de Peirce con esta postura sería evidente, dada la crítica a la noción de realidad incognoscible. No obstante, cabe advertir, como Searle lo hace [1997, Cáp. 7], que el realismo metafísico aquí definido (independencia ontológica) puede ser asumido independientemente de tesis epistemológica alguna. Si esto es cierto, entonces, partiendo de Peirce se podría seguir sosteniendo el realismo-metafísico con respecto a la realidad-mundo. Ahora bien, es importante señalar que el realismo metafísico sostenido por Searle parece ser un tanto distinto al definido líneas arriba. En efecto, para este autor el realismo metafísico "es la concepción según la cual las cosas tienen una manera de ser que es lógicamente independiente de todas las representaciones humanas. El realismo no dice cómo son las cosas, sino que tienen una manera de ser" [Ibíd., 165]. Visto así el realismo metafísico defendido por Searle no parece ser equivalente a la tesis de la independencia ontológica, pues lo que él sugiere es que un realismo metafísico no sería inconsistente con el idealismo, es decir, podría implicar incluso que la realidad (-mundo) representada sea propiamente mental. Si esta lectura de Searle es correcta, entonces quien siga a Peirce no podría consolidarse como un defensor del realismo metafísico concebido de esta manera, pues, como hemos mencionado en la sección 2, Peirce no comparte en absoluto el idealismo berkeliano.

Así pues, pese a que desde la postura de Peirce uno se mostraría de acuerdo con la independencia ontológica de los objetos físicos, dado que el realismo metafísico, con las consecuencias que Searle añade, soporta tesis tanto realistas como idealistas, uno no podría ser un seguidor del realismo metafísico de este corte. De la misma manera, si el realismo metafísico implica la tesis de la realidad incognoscible, un peirceano tampoco sería un realista en este sentido. Sin embargo, si por 'realismo metafísico' entendemos la tesis de la independencia ontológica con respecto a la realidad-mundo, y sólo a esta tesis (sin ningún añadido más), un realista podría seguir a Peirce con respecto al realismo metafísico de objetos físicos. Ésta es nuestra primera conclusión.

Con relación a una de las tesis del realismo epistemológico que hemos dado aquí, a saber, la tesis del esquema conceptual privilegiado, es importante destacar la manera particular en que desde Peirce se podría estar de acuerdo con esta tesis. A partir de la definición peirceana de 'verdad' como la opinión última se sugiere la idea de un único esquema conceptual privilegiado que, en el límite ideal de la investigación, representará la realidad-mundo tal y como ella es. La diferencia de la posición de de un seguidor de Peirce con respecto a la forma en que es entendida tradicionalmente la tesis del esquema conceptual privilegiado es que, bajo ésta última, nuestra descripción del mundo es equivalente a lo que se conoce como la visión del ojo de Dios [Cf. Putnam 1990: 23; Johnston 1993: 85-6, citado por Hookway, 2002: 95], visión que, de ser alcanzada, es completamente independiente de nuestras formas de categorizar el mundo. Esta postura, entendida así, no sería aceptada por Peirce. Nuestro autor piensa que de ser alcanzada la opinión última con respecto a un asunto particular –sin importar la comunidad de investigadores y los procedimientos empleados para ello– la proposición que expresa esa opinión es verdadera en virtud de que representa la realidad-mundo que está sujeta a nuestras formas de categorización. En primer lugar, no podemos tener la visión del ojo de Dios porque no podemos ir más allá de nuestras formas de conocimiento. Pero, en segundo lugar, desde Peirce, incluso la concepción de la visión de Dios carece de sentido por basarse en el supuesto ininteligible de que la realidad tiene una manera de ser enteramente independiente de nuestro conocimiento o formas de categorizar4. Así pues, desde una perspectiva peirceana puede proponerse un único esquema conceptual determinado a largo plazo, que no se identificaría con la tesis tradicional del esquema conceptual privilegiado. Si se admite un realismo epistemológico sustentado en la tesis del esquema conceptual privilegiado entendida à la Peirce, uno sería un realista epistemológico en este sentido. Esta es nuestra segunda conclusión.

Las anteriores conclusiones nos muestran cómo las ideas peirceanas podrían aportar al debate realismo/antirrealismo, a la luz del realismo metafísico y el epistemológico que hemos presentado aquí. Hace falta observar si las concepciones peirceanas estudiadas se relacionan con el antirrealismo de corte epistemológico.

Ya hemos visto que Peirce define la verdad en términos de convergencia de opinión y cómo esto sugiere un solo esquema conceptual que representa la realidad-mundo. Aunque no hay acuerdos entre los estudiosos de Peirce acerca de los argumentos con los cuales se sustenta la convergencia de opinión5, el pragmaticismo peirceano puede darnos indicios de una posible respuesta. La opinión última hacia la que está destinada la comunidad de investigadores se caracteriza por no generar duda alguna y resultar irrefutable por la experiencia. Si esto es cierto, de haber esquemas conceptuales incompatibles habría dudas acerca de cuál de ellos representaría lo real, y la investigación no cesaría hasta disolver el carácter incompatible de las teorías o descubrir que una de ellas está errada. Otra manera de sustentar la posibilidad de la convergencia de opinión tiene que ver con el método adoptado por las ciencias para dar con sus resultados. El autor sostiene que hay un único método en la ciencia de acuerdo con el cual la duda frente a una cuestión particular genera la formulación de hipótesis. Dichas hipótesis son corroboradas por inducción de acuerdo a las implicaciones que se deducen de ellas. El método científico es un instrumento para determinar cierto tipo de respuestas y resolver ciertos problemas, el cual, al basarse en los hechos, garantiza que su seguimiento conlleve a una única conclusión sin importar las variaciones en los procedimientos de los científicos6. Los investigadores están, según nuestro autor, aplicando el mismo método, y por ello terminarán llegando a los mismos resultados.

Luego de estas consideraciones cabe preguntarse si la tesis de la convergencia de opinión puede leerse de acuerdo a una postura antirrealista (epistemológica). Para que esto sea posible la tesis debe entenderse como sosteniendo que la convergencia de opinión es meramente convencional. Esto podría afirmarse una vez aceptamos que lo real es independiente de nuestra forma de concebirlo, de la creencia, de la duda y de nuestras formas de teorizar. Si esto resulta acertado, entonces sería un milagro inusitado que nuestras descripciones de lo real coincidieran con cómo es realmente el mundo. Lo más seguro es que hubiese distintos esquemas conceptuales o diversas convergencias producto de la convención, de modo que nunca habría una respuesta definitiva a la pregunta de cuál de ellos describe a la realidad tal y como es. Sin embargo, por un lado, Peirce no define la realidad como aquello que es independiente de nuestras formas de conocer y concebirla, y por otro, según vimos en el párrafo anterior, la convergencia de opinión está sustentada por criterios pragmaticistas (duda, creencia) y por el método científico peirceano más que por un acuerdo convencional. Por estas razones no sería correcto hacer una lectura de la tesis peirceana de la convergencia de opinión que vaya de la mano con una postura antirrealista epistemológica. Ésta es nuestra tercera y última conclusión.



BIBLIOGRAFÍA

(1871) "Fraser’s Edition of the Works of George Berkeley" ----------CP 8.7 – 8.38

(1877) "The Fixation of Believe"------------------------------------- CP 5. 35- 5. 387

(1878) "How to Make Our Ideas Clear" ----------------------------------CP 5.388 – 5.409

(1903) "Lessons from the History of Philosophy" ------------------------CP 1.15 – 1.42

(1903b) "Lectures of Pragmatism" -----------------------------------------CP 5.14-5.212

(1905) "What Pragmatism Is?" ---------------------------------------------CP 5.411-5.437

(1905b) "Issues of Pragmatiscism" ----------------------------------------CP 5.438-5.463

(1906) "Truth" ----------------------------------------------------------------CP 5.549-5. 573




Notas

1. A partir de esto cabe notar la distinción que el autor sostiene entre Realidad y existencia. Todo lo existente es real, pero no todo lo real existe. Así, las leyes son reales pero no existen. [Cf. Haack, 1992].

2. Con "una investigación lo suficientemente buena" Peirce hace énfasis en el hecho de que sea responsable, que aplique de un modo correcto los experimentos y sea veraz con los resultados, es decir, en última instancia, que la investigación se rija por una ética.

3. Analizar la postura de Peirce con respecto a la teoría correspondentista de la verdad resulta un trabajo interesante, desafortunadamente por cuestiones de espacio no trataremos de ello aquí. Al respecto véase Misak [1991] y C. Hookway [2002].

4. En este sentido Peirce se anticipa al realismo pragmático propuesto por C.I Lewis [1929].

5. Al respecto Cf. [Hookway, 2002, pp. 50-51].

6. Cf. "The Fixation of Belief" en especial 5.383-387.


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Fecha del documento: 24 de octubre 2006
Ultima actualización: 24 de octubre 2006

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