II Jornadas "Peirce en Argentina"
7-8 de septiembre del 2006

Abducción colectiva1


Víctor Bravari
vbravari@uc.cl



La abducción es un tipo particular de inferencia, se trata de una respuesta a una anomalía percibida sobre un objeto, es decir, una representación habitual entra en conflicto con una representación emergente, eventualmente incorporable a la cadena de interpretantes. La naturaleza de esta operación, ya sea lógica o psicológica, se trata siempre de una operación que introducirá una modificación en un hábito o una regla.

Lo que interesa abordar en esta ponencia es la comunicabilidad de esta operación. La condición de la comunicabilidad de la abducción se sustenta en que esté operando un sistema de situaciones dialógicas de manera previa2, que permite que una comunidad comparta y participe de la estabilización de esta modificación o de la institución de un hábito o regla completamente nuevos.

Este sistema de situaciones dialógicas, además, sería un catalizador de la memoria de la semiosis, esto es, cumpliría una función cohesionadora de la comunidad en la que las inferencias abductivas tienen lugar. El reconocimiento de una anomalía o de una regularidad en las percepciones acerca de un objeto o un conjunto de objetos está mediada por la acción de este sistema de situaciones dialógicas.

El análisis conceptual de Abducción, Comunidad y Hábito, ha requerido considerar el problema de la memoria de la semiosis, llegando a la conclusión que la operación de un sistema de situaciones dialógicas, permite configurar una memoria colectiva modificable por la abducción.

Qué ocurriría con la función de la Abducción, si consideramos las críticas de Lotman a la noción de signo de Peirce. Esto es, si consideramos el funcionamiento de los signos en sistemas sígnicos, que constituyen núcleos, jerarquías, y sobre todo una memoria que administra la pertinencia de la información requerida para interpretar un objeto, generar un texto, traducirlo; o bien, cuando se trata de un objeto desconocido, estabilizar una representación en un hábito para poder actuar sobre el objeto incorporado a la semiosis, para poder manipular lo Real3.

Consideremos algunas observaciones de Lotman acerca del funcionamiento de los signos.

CONSIDERACIONES GENERALES

Peirce plantea que la realidad, el pensamiento y el entendimiento no ocurren sin mediación de los signos. Es mas, no hay acción, si no ha sido mediada por signos, ni, en consecuencia por el pensamiento. De esta suerte se produce una relación mediada entre la realidad, el pensamiento y la acción ulterior, que bien puede ser otro pensamiento o una acción propiamente dicha. Esta relación entre tres elementos, que permite dar a Peirce una estructura dinámica a la categoría de Signo, implica a su vez una doble regularidad, tanto objetiva como conductual.

Esta regularidad conforma una serie de hábitos de diversos tipos, cognitivos por desarrollar una regularidad sígnica respecto de sus objetos, conductuales por desarrollar una regularidad sígnica respecto a la acción o el signo ulterior que se articula a partir de uno anterior. Finalmente, una regularidad sígnica que reproduce estructuralmente un proceso de reenvío de un signo —o al menos un elemento sígnico— a otro.

Veamos la clásica definición de la estructura dinámica del signo de carácter triádico:

Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo más desarrollado. Este signo creado es el que yo llamo interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento del representamen. (CP: 2.228)

Este carácter triádico del signo, da cuenta de su naturaleza dinámica, esto es, el signo no sólo está constituido por tres elementos, sino que estos tres elementos se relacionan con otros elementos análogos de otros signos. Cualquier cosa que sea interpretado como signo es un signo, pero lo característico, o mejor, un rasgo que permite reconocer algo como tal, es su capacidad de relacionarlo, mediatamente, con otros signos y con elementos análogos de otros signos incorporándolos en la cadena semiósica. Un signo es

Cualquier cosa que determina a otra cosa (su interpretante) a referirse a un objeto al cual ella también se refiere (su objeto) de la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez un signo, y así sucesivamente ad infinitud (CP 2.303)

En otros términos, el diagrama del signo peirceano, está esquematizando la siguiente situación pragmática:

Nos encontramos con que un Objeto Dinámico nos impele a producir un representamen que, a su vez, producirá un Objeto Inmediato, y cuando se estabiliza en la cadena de interpretantes un hábito —que funciona como la memoria del signo—, actuamos frente a este Objeto Dinámico4.

Esto quiere decir, entre otras cosas, que no es posible representar un objeto que se presente una sola vez, sino que es necesaria cierta habitualidad con respecto al objeto. Y que algo, una información, una relación o lo que sea sólo puede ser aprehensible si se puede relacionar con el conocimiento previo de ese objeto. Es necesario, entonces, que esta información se encuentre almacenada en algún lugar, que se haya decantado en algún momento de la semiosis. Este es el hábito, producido por la semiosis y aparece en la regularidad de las acciones con respecto a los objetos representados.

Este es el problema del que no puede salir Peirce sin postular una comunidad donde los hábitos estén corporalizados y donde la semiosis sea efectivamente funcional. El hecho de que un sistema semiótico requiera de una habitualidad y de otros signos para funcionar, exige replantear el modelo sígnico de Peirce. El problema es que el hábito es la memoria de la semiosis, por lo tanto desborda las posibilidades de los signos aislados para representarse a sí mismos, requiere una estabilidad que exige un modelo más complejo y que ha motivado a las semióticas a estudiar el comportamiento de los textos, para poder salir del escollo que ha dejado Peirce sin resolver. Un hábito se constituye con respecto a un sistema semiótico completo, y sucede que un sistema semiótico nunca trabaja de manera autónoma.

Los sistemas semióticos, en efecto, no trabajan de hecho de manera aislada, sólo funcionan en un continuum semiótico, organizados en diversos niveles heterogéneos, que establecen intercambios por constricción.

El espacio semiótico se encuentra delimitado por el espacio no–semiótico, ya sea por su entorno o por otros sistemas. En estos límites se encuentran dispositivos traductores. En esto consiste el carácter de sistema cerrado —y a la vez dinámico— de los sistemas, no pueden entrar en contactos con no-textos o textos alosemióticos, sin pasar previamente por un proceso de traducción.

La función de toda frontera semiótica es la de limitar el contacto con textos extraños y seleccionar los rasgos pertinentes de un texto al traducirlo o introducirlo adaptativamente. Semiotiza lo externo para convertirlo en información pertinente al sistema.

Un texto incorporado desde otro sistema, de manera aislada o fragmentada, tiene la capacidad de reproducir los elementos semióticos y la organización del sistema semiótico al que pertenece, convirtiéndose en un catalizador —incluso incorporando segmentos ideológicos inéditos—. La memoria textual se activa por una serie de conjeturas —operaciones abductivas—, convirtiéndose en un dominio de intensa formación de sentido. Ocurre una cadena de modificaciones, cambian las representaciones de un objeto, la jerarquía de esas representaciones organizadas textualmente y luego la conducta con respecto al objeto. La abducción opera sobre información previamente organizada para modificarla. En este sentido, en el proceso de estabilización del hábito, los interpretantes se organizan espacialmente, de acuerdo a la pertinencia que los atributos representados de un objeto requieren.

La memoria de los textos adquiere una complejidad de acuerdo al nivel de organización que se establece entre los elementos heterogéneos de los sistemas semióticos, generando redundancia entre los textos. Se establece una organización asimétrica entre el centro y la periferia de los sistemas. Las estructuras, mientras más nucleares, más rígida la organización de ellos, Incluso, en niveles superiores de actividad semiótica, adquieren el carácter de conducta regular, tienen la capacidad de determinar un programa de actividad —de acuerdo a los repertorios textuales disponibles.

La interconexión entre todos los elementos del espacio semiótico no es una metáfora, es una realidad. La relación entre centro y periferia y entre espacio interno y externo, posibilita el intercambio de información y la configuración de regularidades almacenadas en forma de memoria, cuya correlación dinámica establece la conducta de los sistemas.

La asimetría estructural de los sistemas permite el intercambio de información. Esta asimetría se tensa en períodos de estabilidad y se acentúa una tendencia en períodos de dinamización. Esto estimula la generación de nuevos textos tendientes a generar nuevos espacios de hábito. De esta manera, se produce el diálogo entre sistemas generadores de textos, estableciendo un intercambio de hábitos entre estos sistemas sígnicos.

En la cultura hay mecanismos de estabilización y desestabilización que constituyen sus órganos de autoorganización en las direcciones dinámicas u homeostáticas, estimulan la generación de nuevos textos y, a su vez, restringen la producción de cierto tipo de textos.

El texto de organización heterogénea, es capaz de entrar en complejas y simultáneas relaciones con el contexto cultural, muestra tener una capacidad de condensar información, siendo el principal dispositivo de memoria. De esta manera, adquiere la capacidad de generar nuevos sentidos al establecer relaciones dinámicas con el contexto, por ejemplo, al apelar a la información previa, establecida anteriormente en el sistema en que está inserto.

El texto funciona en relación al campo de producción y al campo de recepción, supone la introducción de algo extraño, posterior al mensaje inicial.

La memoria posibilita la jerarquización de los textos y posicionarlos de acuerdo a su relación con el núcleo o la periferia.

Desde un punto de vista semiótico, la cultura es una inteligencia colectiva y una memoria colectiva, esto es, un mecanismo supraindividual de conservación y transmisión, de ciertos comunicados (textos) y de elaboración de otros nuevos (Lotman, 1996: 157).

Simplificando, podríamos identificar la memoria con la conservación de textos. Permite el dinamismo la estabilización de las representaciones y el intercambio entre sistemas, y entre sistemas y entorno.

La memoria establece metaniveles interpretativos o expectativas habituales con respecto a los objetos, que se ven modificados al incorporar textos extraños, al tiempo que el texto en cuestión es modificado, respecto a estos metaniveles interpretativos. Generalmente, se acumulará información que aparezca como pertinente, y luego comienza la producción de una serie de textos inéditos, de manera impetuosa. La generación de tales textos nuevos, responde a procesos de carácter irreversible, y ocurre en todos los niveles estructurales de la cultura. "Este proceso supone el ingreso de algunos textos en el sistema y la transformación específica, impredecible, de los mismos durante el movimiento entre entrada y salida del sistema" (Lotman, 1998: 142)

Si lo que ingresa es una representac¡ón de un Objeto Dinámico inaudito, se semiotiza de acuerdo al sistema pertinente activando textos olvidados o sin actividad, ya que el funcionamiento de la memoria tiene un fuerte arraigamiento de una acumulación considerable de cultura pasiva . Si es un objeto o representación de otro sistema, se produce un intercambio de textos que eventualmente modificará la conducta de ambos sistemas. De todas maneras, sea lo que sea que ingrese al espacio semiótico, se conserva y mantiene latente y se activa cuando un texto exige su participación en la recepción y producción de nuevos textos.


OBSERVACIONES

La Abducción sería la operación que permitiría incorporar nuevas representaciones de objetos incorporados a la semiosis o representaciones de objetos incorporables a la semiosis. La estabilización de estas representaciones en hábitos ocurre sobre un conjunto de hábitos o interpretantes finales que están jerarquizados por acción de la memoria que ellos mismos constituyen.

Sobre esta memoria opera la Abducción. Lo que posibilita la operación de la Abducción sobre esta memoria es la operatividad de las situaciones dialógicas que distribuyen las representaciones para su estabilización.



BIBLIOGRAFÍA






Notas

1. Esta ponencia ha sido producida en el contexto del proyecto Cultura de Servicio, realizado como asesoría externa a Movistar (Compañía de Telefonía Móvil). Se plantea como generalización de un proceso de semiosis asistida: incorporando nuevas representaciones de las expectativas de los clientes, para modificar el estilo de atención al cliente (generando pautas de comportamiento), modificar los procesos de servicio y los proyectos del área de soporte para mantener una regularidad del sistema en todas las zonas de contacto.

2. Lo que se comunica es la representación incorporada a la semiosis abductivamente, a través de operaciones inductivas. Agradezco la observación de Claudio Guerri.

3. "Lo real es aquello sobre lo que más tarde o más temprano debería desembocar finalmente la información y el razonamiento; lo que, en consecuencia, es independiente de las extravagancias del yo y del tú. El verdadero origen de la realidad muestra que esta concepción implica esencialmente la noción de una COMUNIDAD, sin límites precisos, capaz de un crecimiento definido de conocimientos" (CP 5.311)

4. Es decir, sobre cualidades buscamos generalidades que la expliquen, generamos hábitos inductivamente y luego actuamos sobre el objeto mediante deducción.

5. Según Lotean, esto ocurre cada vez que un cambio de comportamiento de un sistema se activa: "a medida que avanza en el tiempo, en el pasado brotan periódicamente focos de actividad: textos separados por siglos, 'al venir a la memoria' se vuelven contemporáneos" (Lotman, 1998: 154)


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Fecha del documento: 5 de octubre 2006
Ultima actualización: 31 de agosto 2009

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