III Jornadas "Peirce en Argentina"
11-12 de septiembre del 2008

Semiótica: la tradición pragmatista


Edgar Sandoval
edgar75_sandoval@yahoo.com.mx



Introducción

El proyecto de Ch. S. Peirce, vasto en su escritura, ha desprendido un sin fin de disciplinas, entre ellas la semiótica. Esta disciplina ha sido la más difundida y la más problemática, entre otras cosas, ha sido considerada como una entidad, lo cual es polémico dado su carácter inacabado, así como la naturaleza misma del signo: temporal y relacional. Esto nos obliga a ver a la semiótica como parte de un proyecto más amplio e inscribirla en el pragmatismo.

Cuando inscribimos a la semiótica en el pragmatismo al parecer el problema se soluciona y la presencia, relación y finalidad del signo se aclara. Sin embargo, surge la necesidad de definir qué entiende Peirce por pragmatismo y separarse de otras filosofías que adoptan ese mismo nombre con algunas variantes. Entre estas filosofías están las de Kant, de quien Peirce recoge algunas tesis y Morris quien intenta actualizar el proyecto de Peirce. Ambos autores relacionan también al pragmatismo con la semiótica. La semiótica para la tradición pragmatista, es decir, Peirce, como lo veremos en este trabajo, es una filosofía de la significación y de los pensamientos, así como de las creencias.

El trabajo está dividido en tres partes, que recuperan de forma cronológica el trayecto del pragmatismo. En la primera se expondrán las tesis, así como características del pragmatismo de Kant, en la segunda las tesis del pragmatismo de Peirce y por último las ideas de la pragmática de Morris. Con estas tres exposiciones intentaremos diferenciar cada momento e insistir en la importancia de la tradición pragmatista en la semiótica, su relevancia filosófica y social.

1. Pragmatismo

1. Pragmatismo El pragmatismo, como se ha señalado en reiteradas ocasiones, es la filosofía del siglo XX que incorpora a Estados Unidos en la escena filosófica. Con el pragmatismo los filósofos norteamericanos señalan un pensamiento original. Sin embargo, esta originalidad pronto se vuelve polémica. La noción creada por Ch. S. Peirce es un rescate del concepto, al parecer, usado por I. Kant en sus cursos de 1772, 1773 y 1774, en donde señala la necesidad de una antropología pragmática, en contra de una antropología fisiológica, en boga en ese momento. No es el cuerpo y sus impulsos, instintos, los que están en juego en el estudio del hombre, no lo es, porque no se trata de un estudio en sentido fisiológico, es decir, no es el estudio de la determinación natural lo que resulta relevante para Kant. Es, por el contrario, un estudio en sentido pragmático, esto es, un análisis de la determinación cultural, un estudio de las acciones, en donde lo que está en juego es la autodeterminación. La noción de acción, de mundo y tal vez de actor está en un Kant preocupado, al parecer, por un tema que será central en el siglo XX, como marco de las reflexiones de la filosofía norteamericana.

En los cursos de 1772, 1773 y 1774 Kant reintroduce un cambio con el uso de pragmatismo, se ve forzado a darle un matiz a la noción que ha utilizado en la Crítica de la razón pura y en la Crítica de la razón práctica. En esta última crítica entendía, entre otras cosas, práctico como moral. En su Antropología en sentido pragmático, entenderá, tal vez, pragmático como pensamiento y creencia relacionados a la acción.

En la Crítica de la razón práctica la acción es referida a lo moral y en su Antropología la acción está en relación con actor. Moral y actor están, a su vez, referidos al tema del conocimiento, pero a un conocimiento que Kant distinguirá, por un lado, en saber y, por otro lado, en pensamiento. Conocer, saber y pensar son tres nociones claramente diferenciadas en sus Críticas y en su Antropología. El conocimiento vale para los conceptos puros, el saber para los conceptos prácticos y el pensar, así como el creer, para los actos. Es una preocupación por señalar siempre algo anterior a los juicios, así como a los actos y esto es la imaginación y las creencias. El tema de la imaginación es fundamental para el pragmatismo, sin embargo en Kant la imaginación se sitúa en la síntesis y en Peirce en la semiosis. Kant, como sabemos, entró en una discusión por los actos, su pragmatismo refiere por tanto a examinar esta dimensión humana. Su interés son las creencias, que están atravesadas por pensamientos y por un conocimiento del mundo que hace posible la acción. Este es quizá el tema que discute en su Antropología en sentido pragmático, bajo la pregunta. ¿Cómo actuar en el mundo?

No se trata de un simple actuar, por un lado regido por la naturaleza, es decir, por los instintos, por el hambre, la sed, el apetito sexual, etcétera. Tampoco se trata de actuar, por otro lado, bajo una tiranía del tiempo presente. Para Kant estas dos condiciones están relacionadas, la forma para alejarse de ellas es salir de una determinación biológica y entrar en una autodeterminación, con ello surge la necesidad de conducirse por la razón y por el carácter para combatir los impulsos y los instintos, asimismo surge la idea de futuro para superar el presente. Razón, carácter y futuro van a estar relacionados, son los elementos para actuar. Hay un elemento más que mencionar, los actos son propios de un actor. El actor tiene que contar con razón, carácter y futuro, pero en un mundo o escenario que no conoce, no conocerá del todo porque el actor no es un individuo que actúa por el presente y para el presente, es por el contrario una expresión de la humanidad que actúa siempre en relación al futuro.

La interrogante ¿cómo actuar? no queda respondida con el uso de la razón, del carácter y del futuro, porque estos elementos sirven solamente para señalar la fortaleza y el horizonte del actor, pero no son su guía. ¿Qué es entonces su guía? Una posible respuesta es recorrer el mundo. Esto en Peirce, como lo veremos más abajo, se traduce en signos, percibir signos e interpretarlos bajo una lógica abductiva. Es, por tanto, una pregunta que interroga el cómo se debe actuar, pero que desborda el ámbito ético y moral, este ámbito ha sido tratado en su Crítica de la razón práctica. En esa Crítica, Kant, se ha preguntado cómo es posible el conocimiento moral. En la Antropología la pregunta es cómo actuar en el mundo. Kant señala que para actuar en el mundo hay que tener mundo. ¿Qué es tener mundo? Una noción que Kant introduce para responder a esta interrogante es la de experiencia, la cual es clave, de nueva cuenta para el pragmaticismo, como se verá después. Es importante señalar que se trata de una herencia que llegará al pragmaticismo y no al pragmatismo, porque éste reconocerá el tema de la experiencia, pero no venido del pensamiento alemán del siglo XVIII, sino proveniente del empirismo británico, del mismo siglo.

En su Antropología Kant desarrolla una idea que se encontraba ya en su Crítica de la razón pura y que para muchos, entre ellos Menand, es el origen del pragmatismo peirceano, esta idea refiere a la creencia que permite una vez elegido un camino no abandonarlo. Aquí la creencia se ve como hipótesis, que genera un juicio y no una acción (Menand, 2002).

En la Crítica de la razón pura, si bien está presente la noción de pragmatismo, refiere al empleo de hipótesis para dar cuenta del comportamiento de los objetos. Esta misma idea cobra fuerza en su Antropología cuando introduce el tema del carácter que es quizá un modo de creencia. Se trata de dar cuenta, con ello, del modo de comportarse de los hombres, consigo mismo y con los demás. La moral es una creencia que sirve para este comportamiento y ha sido expuesto en su Crítica de la razón práctica. En la Antropología volverá a aparecer el tema del modo del comportamiento y del actuar del hombre, pero en relación con el mundo. Son estas creencias, sus modos particulares de darse bajo la forma de hipótesis, moral y carácter, al parecer, las que va adoptar Peirce en su pragmatismo.

Pragmatismo es, entonces, un concepto que Peirce recoge de Kant, acuñado por éste para designar una nueva antropología que tenga como interés las acciones y los pensamientos que lo van a guiar en un mundo que se conoce a partir de signos. Los pensamientos son consecuencias de los signos, sus relaciones, leyes, interpretaciones y comprensión. Pragmatismo para hablar de una autodeterminación, esto es, una determinación cultural y dejar de hablar de una determinación natural o fisiológica. Esto quizá nos indica como Peirce retoma la noción de pragmatismo para hacer énfasis en el tema de los pensamientos, las creencias y crear su pragmatismo que posteriormente lo llamará pragmaticismo, como lo trataremos de ver a continuación.

2. Pragmaticismo

La noción de pragmaticismo, es bien sabido, fue adoptada por Peirce a principios del siglo XX para alejarse del uso de pragmatismo que sus contemporáneos le daban. Alejamiento necesario, a decir de Peirce, entre otras cosas, porque el pragmatismo que él buscaba fundar estaba más cerca de la filosofía alemana que de la filosofía británica, como sus contemporáneos parecían indicar.

En su trabajo de 1871 dedicado a Berkeley se expresaba ese reproche a los empiristas y su simpatía por las tesis kantianas. Tesis que van a tener diferentes momentos, uno de ellos es el que señala una máxima en torno a las acciones y los significados que le anteceden. Pero, un significado distinto a los empiristas, es decir, un significado no lingüístico, por el contrario un significado de efectos prácticos.

El uso de pragmatismo, al parecer, se empieza a dar en Peirce en 1871, en la estela del Club de los metafísicos, después tendrá reelaboraciones en "Cómo esclarecer nuestras ideas" de 1878, posteriormente en 1905 adoptará el nombre de pragmaticismo. La diferencia de nombre es sustancial, al igual que Kant, Peirce busca una filosofía interesada en las acciones y en los actores, pero a partir de sus creencias, sus hábitos y experiencias. Este interés de Peirce está encaminado a una autodeterminación como lo ven algunos autores, entre ellos Barrena, bajo el nombre de control de sí mismo, es decir, del autocontrol (Barrena, 2007).

Este interés de Peirce no se encuentra, por ejemplo, en James y en la lectura que se hará del pragmatismo, una teoría de la acción, a veces con matices importantes, como el de Joas, que señala al pragmatismo como una filosofía que se ocupa de la acción creativa (Joas, 1998).

El pragmaticismo de Peirce tendrá además una deuda con Scotto, Reid, Wright, Green. Estos últimos autores introducen, en su momento, nociones acerca del pragmatismo, que lo sitúan como una filosofía de los pensamientos, de las creencias y de las experiencias. Entonces el pragmaticismo está en relación a la lógica y a la semiótica. Es con Scotto, entre otros, como el pragmatismo es una vía para encontrar significados no de los signos o de las proposiciones, sino de los argumentos. La semiótica adquiere, de esta forma, relevancia. Sin esta inscripción, la semiótica es marginal, ininteligible e incluso absurda.

Usamos la noción de pragmaticismo para designar una filosofía que sigue el trayecto de Kant, al incorporar la noción de actos no concebidos en su presente, esto no tiene relevancia alguna; sino de actos concebidos en su futuro. Lo que está en juego, entonces, no es la noción misma de acto, por el contrario, lo que está en juego es lo que atraviesa a los actos, lo que los constituye y los vuelve objeto de análisis filosófico, no en su sentido semántico, más bien en su sentido semiótico y fenomenológico. Lo que compone al acto es el tiempo, por tanto, es el tiempo la materia de análisis filosófico, pero el tiempo que hace posible los actos no puede analizarse e interpretarse por sí mismo, no podemos descomponer al tiempo en tres dimensiones, pasado, presente y futuro y con ello sostenerlos como las causas de las acciones, es, por el contrario, el análisis de una de ellas, la dimensión del futuro, la que nos puede indicar la presencia de las acciones.

Entonces, no es el pasado o bien el presente lo que hace aparecer a los signos y su fuerza para desatar actos, es más bien un signo absolutamente extraño, un signo atravesado y constituido por la virtualidad, por la potencia, es decir, por el futuro, por el porvenir y el destino, el responsable de los actos. Actuamos no por nuestras experiencias, no por nuestros momentos presentes y lo que ello implica, situaciones, motivaciones, accidentes. Actuamos por los signos que son siempre futuros. No hay signos pasados y presentes, dimensión singular del signo. Solamente tenemos signos en relación al futuro, dimensión general del signo.

La dimensión semiótica de los actos se refiere precisamente a la naturaleza del signo, su porvenir, su capacidad de adivinar y crear un mundo siempre por hacerse. Pero este constante hacer el mundo no es un factor de la experiencia, sino un factor de la semiosis que recoge la imaginación, la creación y la creencia. Esto significa que el actuar está en permanente relación con el futuro, se actúa para el futuro, en relación a él, en condición de él. Por esa razón, actuar significa pensar. Por ello, la semiótica es una semiótica pragmatista y no pragmática, como lo veremos en la última parte de este trabajo, y su análisis es la temporalidad de los signos, que es, como hemos señalado, una temporalidad futura. Esa es la dimensión de la semiótica. Cuando descomponemos al signo en tres es, entre otras cosas, porque encontramos en la terceridad lo inherente al futuro, a saber, la ley. La noción de futuro adquiere una relevancia absoluta cuando vemos en ella la ley en convivencia con el azar. Pero, ¿De qué ley se trata? Es una ley que rige los signos y su comportamiento tríadico, Es una ley, por tanto, mental. Esta ley es lo que en el pragmatismo y ahora bajo la estela de la semiótica se llamará hábito mental, ello desprende hábitos de acción, es decir, reglas que conducen nuestro comportamiento y nuestras acciones. Al ser reglas las que determinan las acciones, estas son siempre sociales y comunitarias. "Por pragmaticismo -escribe Apel- entendía la concepción básica de una lógica normativa y metódica de la investigación científica" (Apel, 1997: 257).

Futuro en términos virtuales y no reales, esta dimensión, lo real, pertenece al tiempo presente. Pero, no es este tiempo quien produce el efecto práctico, porque carece de una idea que lo determine. Esta idea se encuentra en el tiempo futuro bajo una ley que va a determinar los actos y a los actores. Además, la determinación no es algo que escape al actor y sus actuaciones, es por el contrario un elemento que le permite el control de sus actuaciones. También es en el tiempo futuro en donde se da el pensamiento, éste no aparece en el pasado ni en el presente, en estos tiempos lo que encontramos es la aniquilación del pensar, un estado de reposo, inerte, a decir del propio Peirce y explicado por Apel en su visión de un cuarto Peirce. El presente es sólo percepción, primeridad (Apel, 1997).

Bajo este presupuesto la semiótica pragmatista descompone al signo en tres dimensiones temporales, que son al mismo tiempo tres dimensiones lógicas y ontológicas, a saber, primeridad, presente; segundidad, pasado; terceridad, futuro. Además el signo es social y no individual, esto es, el signo es comprendido en una comunidad de intérpretes y no en un estado solitario.

¿Un Peirce continuador de kant? En términos temporales sí, pero Kant resulta insuficiente al no entrar de forma decisiva en el terreno de los signos. Quien sí desarrolla esta dimensión del estudio de los signos es la filosofía británica, en especial Locke, así como el pensamiento francés, en particular Condillac y Rousseau. Peirce es quizá continuador de un Kant que alimenta una discusión epistemológica muy importante, en contra de los franceses, así como de los británicos. Un kant que sitúa una diferencia fundamental, entre fenómeno y noúmeno. Pero al hacer esta división y ganar con ello, al parecer, las disputas de empiristas, racionalistas y sensualistas, pierde una apuesta metafísica, a saber: las cosas pensadas y no conocidas. Pero, de las cosas conocidas marcará un límite para hablar de las representaciones de las cosas, esas son las cosas conocidas. La cosa en sí no se puede conocer. El tema de lo incognoscible en Peirce será el talón de Aquiles de Kant, dado que lo incognoscible es una incorporación y una división de los objetos que solamente existen para la mente. Para Peirce no hay más objetos que aquellos que existen para la mente.

Sin embargo, el proyecto que más pronto se adoptó fue el de una semiótica pragmática con los trabajos de Morris. Este autor popularizó el término semiótica, con ello lo destinó al equívoco y confusión sobre la dimensión pragmática como última consecuencia de los signos. Esto se comprende a la luz de una semiótica que, desde el conductismo, integrará tres dimensiones, la sintaxis, la semántica y la pragmática o bien desde la filosofía del lenguaje ordinario y los actos de habla que establecerá una parte performativa de la semiótica. La pragmática es, como lo veremos a continuación, un malentendido lingüístico, que se aparta de la máxima pragmática kantiana y peirceana, que es un mecanismo lógico de creación de pensamientos, creencias y que pone en juego la imaginación.

3. Pragmática

La pragmática es parte según Morris, Mead y la "Escuela de Chicago", de la semiótica, es una dimensión práctica de los signos. Esta visión psicológica y biológica del signo es la más problemática, entre otras cosas, porque extrae del signo su dimensión futura y lo sitúa en una dimensión presente y lingüística. Primeridad, segundidad y terceridad son tres modos de darse del signo en el tiempo y no tres modos de expresión lingüística.

Morris escribe: "El término pragmática permite subrayar la significación de los logros de Peirce, James, Dewey y Mead en el campo de la semiótica" (Morris, 1985: 67). Morris establece que hay una diferencia entre pragmatismo y pragmática. "Por pragmática se entiende la ciencia de la relación de los signos con sus intérpretes" (Morris, 1985: 67). Entiende por intérpretes quizá todo aquel ser vivo que pueda desprender una relación con los signos, por ello su planteamiento como él lo señala es una preocupación por los lenguajes que se establecen en esta relación. Se trata, por tanto, de una "pragmática descriptiva".

Con Morris y su pragmática tenemos una equiparación de la noción práctica en una temporalidad presente, esta temporalidad del signo no puede ser tal, porque como hemos tratado de señalar el signo existe para el futuro, en el futuro. Un conductismo extraño, el de Morris, porque toma al signo en la temporalidad presente y sitúa los actos resultado de esta temporalidad. Además concibe al signo bajo una división extraña en donde el interpretante da lugar al intérprete, el signo da lugar al vehículo signico y el representamen da lugar al designatum.

Esta sustitución de términos no es un matiz, presupone por el contrario la incorporación de un sujeto que puede manipular los signos. Un sujeto que se ubica en una situación, y su hablar se inscribe dentro de un contexto. Se pone el acento en el tema de la referencia y con ello se da cuenta que las palabras por sí solas no refieren, son las situaciones, contextos, sujetos quienes hacen referir a las palabras.

Pero estas situaciones, contextos e incluso sujetos bajo las modalidades de actores o hablantes son resultado del pragmatismo, es decir, de las creencias, de los pensamientos, de los hábitos mentales. Entonces, la pragmática toma el uso del lenguaje y de las palabras, mientras que el pragmaticismo toma a los pensamientos que crean usuarios y acciones.

La pragmática es también la consecuencia final de los significados. Esta consecuencia ha sido tomada de forma inevitable por las ciencias del lenguaje que vuelven a una noción intrínseca en el pragmatismo, pragmaticismo, pragmatista, pragmático, práctico, a saber, la de pragma. Pragma, suele traducirse como comportamiento o bien acción y refiere, como hemos señalado, al universo de los actores.

Desde esa posición, se empieza hablar de actos performativos. Austin señala que el lenguaje es siempre performativo y con ello, al parecer, cae en el error de Morris y su paso de la sintaxis, a la semántica y ésta a la pragmática. Es un error porque lo performativo no es la lengua y su tensión con el habla, sino los signos, como hemos indicado anteriormente. Si lo performativo estuviese en la lengua ello nos llevaría a presuponer una autonomía de la lengua o bien del lenguaje y sus diferentes dimensiones. El carácter perfomativo se da, en cambio, en los signos, pero como hemos indicado en su temporalidad futura y en los hábitos mentales. Presuponer algo que va a pasar y no algo que está pasando o que ha pasado, es como se traduce la máxima pragmática. Este carácter profético no lo tiene el lenguaje, aunque al igual, que la mente está regido por una ley. Pero son leyes distintas, es esa diferencia, la que nos permite hacer un reproche a la pragmática y su adopción, primero por los conductistas e interaccionistas simbólicos de Chicago, o bien la Escuela de Palo Alto; por los estructuralistas y después por los filósofos del lenguaje ordinario.

Conclusiones

El pragmaticismo de Peirce es bajo el presupuesto semiótico y, por tanto, lógico, una nueva filosofía que aún sigue con una serie de malentendidos, entre ellos, su desarrollo bajo la idea de una filosofía norteamericana y su doble momento, por un lado los aportes de James y Dewey y otros, en el seno de una filosofía que se adhiere a las tesis de Peirce y, por otro lado, en el seno de una renovación e incorporación semántica en el neopragmatismo, con Putnam, Quine y Rorty, por mencionar sólo tres figuras. En el primer momento, pragmatismo, así como en el segundo momento neopragmatismo dieron a Peirce un punto de partida y de apoyo, pero al parecer no continuaron con la semiótica y con la lógica. En ninguno de estos momentos encontramos un desarrollo de un programa de investigación sobre la semiótica o la lógica abductiva. El devenir del pragmaticismo presupone, entonces, el desarrollo de una semiótica que se deslinde de ámbito psicológico al cual fue incorporado con Morris y adopta, por tanto, un tratamiento lógico.

Encontramos diferencias importantes entre el pragmaticismo, el pragmatismo y la pragmática. No son variantes, son filosofías distintas. En el caso del pragmaticismo es una filosofía que se funda en modos peculiares de la creencia, que lo mismo nos permite conocer el mundo, que actuar en él. Un poco a la manera de Kant, pero alejado de éste cuando en el pragmaticismo se introduce el signo y la lógica abductiva.

 


Bibliografía

Apel, Karl-Otto, El camino del pensamiento de Charles S. Peirce, Madrid, Visor, 1997.

Barrena, Sara, La razón creativa, crecimiento y finalidad del ser humano según C. S. Peirce, Madrid, RIALP, 2007.

Houser, Nathan, "¿Qué es el pragmatismo y por qué es importante?"

Joas, Hans, El pragmatismo y la teoría de la sociedad, Madrid, CIS-Siglo XXI, 1998.

Kant, I., Crítica de la razón pura, Madrid, Alfaguara, 1997.

——Crítica de la razón práctica, Madrid, Alianza, 2000.

——Antropología en sentido pragmático, Madrid, Alianza, 1991.

Menand, Louis, El club de los metafísicos. Historia de las ideas en América, Madrid, Destino, 2002.

Morris, Charles, Fundamentos de la teoría de los signos, Barcelona, Paidós, 1985.

Peirce, Ch. S., La lógica considerada como semiótica, Madrid, biblioteca nueva, 2007.

—— "Lecciones de Harvard sobre el pragmatismo".


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Fecha del documento: 10 de diciembre 2008
Ultima actualización: 15 de abril 2011

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