III Jornadas "Peirce en Argentina"
11-12 de septiembre del 2008

La ética de C. S. Peirce y el puritanismo norteamericano1


Hedy Boero
hboero@gmail.com

"Truth is far more than intellectual agreement; it is the moral
harmony of the whole person with a universe in which he has
a vital stake as to questions of value and meaning.”
Paul Nagy, “Pragmatism and American Pietism"2.

La posición de C. S. Peirce sobre la ética es un tema complejo y de difícil estudio. Peirce no escribió especialmente sobre ética, durante mucho tiempo fue reacio a hacerlo y, cuando lo hizo, no siempre mantuvo la misma opinión. Hay en su pensamiento una evolución dificultosa y tensa. Si bien es un problema cada vez más estudiado por los especialistas peirceanos, no existen trabajos que lo aborden desde una perspectiva histórico-cultural. No creo que considerar la cuestión desde esta perspectiva resuelva el problema, pero sí creo que puede dar algunas pistas para su esclarecimiento. El pensamiento de un autor está íntimamente ligado a su vida, sus condiciones sociales, su ambiente cultural y la mentalidad del pueblo al que pertenece. El ambiente intelectual en el que Peirce desarrolló su filosofía estaba impregnado de diversas tradiciones, la mayoría de ellas provenientes de Europa, sobre todo de Inglaterra. Puritanismo, transcendentalismo, commonsensismo escocés, idealismo alemán, entre otros, se dieron cita en la conformación de la filosofía norteamericana. Por lo que no sería extraño encontrar elementos de esas tradiciones en la obra de Peirce en general y en su ética en particular.

En lo que sigue, quisiera presentar su concepción ética en vinculación con el puritanismo norteamericano, ya que Peirce creció en una sociedad protestante puritana; recibió una gran influencia de su padre —un hombre de profundas convicciones religiosas—; y desarrolló su pensamiento en la tradición filosófica norteamericana, cuyos inicios se encuentran precisamente en la filosofía puritana. El pensamiento puritano tuvo una influencia perdurable en las generaciones posteriores. Uno de los rasgos fundamentales del puritanismo fue haber ubicado los asuntos morales en el centro de la vida norteamericana. Se trató sobre todo de una filosofía orientada a la acción, que dio respuestas a las necesidades y problemas que surgían en el país que estaba naciendo. Lo que voy a presentar es el resultado parcial y provisional de un trabajo más amplio sobre la ética peirceana. En primer lugar, haré una caracterización del puritanismo norteamericano en sus rasgos más distintivos, con especial atención en su ética. En segundo lugar, examinaré el desarrollo del planteamiento peirceano sobre la ética.

1. El puritanismo norteamericano

Un examen histórico del pensamiento norteamericano muestra que éste ha sido siempre pluralista y que una simple generalización no puede describirlo con precisión. Los Estados Unidos han sido receptivos a una variedad de temas y movimientos intelectuales, de un modo tal que cualquier intento por reducir estos elementos a una tradición uniforme está destinada a caer en una simplificación excesiva. Sin embargo, existe una tendencia constante en la tradición norteamericana: las ideas son evaluadas pragmáticamente, y su importancia es generalmente determinada en relación a sus aplicaciones prácticas. El pragmatismo, como filosofía, fue explícitamente formulado hacia la segunda mitad del siglo XIX, pero la historia del pensamiento norteamericano indica que las raíces del método pragmático se extienden profundamente en la experiencia estadounidense3. Tampoco se puede ignorar en un examen histórico, el rol que el puritanismo tuvo en la formación de algunas de las ideas norteamericanas más importantes y originales4. Los colonizadores de Nueva Inglaterra, especialmente los puritanos de la costa de Massachussets, dejaron una huella indeleble en el carácter estadounidense.

Movidos por las persecuciones religiosas que padecían y las luchas que se dieron en Inglaterra durante los siglos XVI y XVII, los puritanos llegaron a Nueva Inglaterra con la esperanza de fundar comunidades libres, en las que practicar sus creencias religiosas y desarrollar sus ideales democráticos de sociedad. Cada nueva ciudad estaba originada en una promesa voluntaria y contractual de un grupo de familias relativamente pequeño: "en las primeras décadas, la emigración exitosa a Nueva Inglaterra traía consigo algo así como conseguir la membresía en un club exclusivo"5. Esto puede entenderse al considerar que, por encima de todo, los puritanos "deseaban construir una comunidad santa donde cada acontecimiento de la vida diera las gracias y fuese un testimonio de la majestad del ser divino"6. Para ellos, esa comunidad santa y purificada a la que aspiraban, traía consigo más que la virtud o la moralidad: también demandaba la verdad. Es por eso que la ciudad estaba dedicada a un nivel externo de verdad y excelencia, así como el cristiano individual lo estaba a nivel interno. "La ciudad era así un club muy demandante, lleno de reglas, exigencias, prohibiciones, castigos y otros controles sociales. Aun así, a un ciudadano típico la ciudad no le parecía excesivamente represiva (a menudo él deseaba más esto y era responsable de que así fuera). Además, los límites, las reglas y las formas aceptadas de creencia y conducta eran ampliamente internalizadas y voluntarias"7. Quien no respondiese a las máximas tradicionales de la comunidad era repudiado y excluido. Según afirma Paul Conkin, esa mezcla en apariencia confusa y ambivalente de viva defensa de las libertades personales y fuertes represiones e intolerancia, de insistencia en los sistemas democráticos y supuesta tiranía en la práctica, puede explicarse por cuanto: "La libertad, en una nación grande, sólo significaba el derecho de un grupo cooperativo de personas dispuestas a construir una sociedad de acuerdo a sus ideales y permanecer seguros en sus logros, a salvo de aquellos que pudieran imponer credos externos, cargas injustas o ideas no deseadas"8.

Es justamente en las comunidades de Massachussets donde se inició la filosofía norteamericana. Si bien en sus orígenes se nutrió de la filosofía inglesa, pronto se independizó de ella, pues no ofrecía soluciones a los problemas que enfrentaban los pioneros de Nueva Inglaterra. La filosofía puritana se fue configurando como "un sistema práctico enderezado a la acción, a la vez que a la ciencia"9. A esto se suma que para el puritanismo los asuntos morales eran el centro de la vida personal y comunitaria. Por lo que es también con los puritanos de Nueva Inglaterra que comienza la ética o filosofía moral norteamericana. Ellos fueron los primeros en dejar un registro escrito de sus creencias y prácticas, y fueron también los primeros en exponer sus principios y así crear un sistema influyente de ética. A comienzos de 1636, fundaron una universidad (Harvard) para formar a su clero y futuros líderes. A comienzos de 1639, poseían una imprenta y publicaron el primer libro en Estados Unidos, The Bay Psalm Book. El puritanismo de Jonathan Edwards se convirtió en el primer trabajo filosófico completamente desarrollado en tierra Americana10.

La ética de los puritanos de Nueva Inglaterra estuvo centrada en sus convicciones religiosas: "El moralismo puritano fue proyectado siempre tanto hacia afuera como hacia el interior. Éste abrazaba una sociedad completa y engendraba sus intentos incesantes de convertir a la ciudad del hombre en una réplica cercana de la ciudad de Dios por medio de un sistema educativo moralizado, una política moralizada, y una diplomacia moralizada"11. Los puritanos insistían sobre la primacía de la vida moral y veían el reino de Dios como una reunión de personas o comunidad santa, que era el vehículo dinámico para la regeneración de la vida humana. En general, estaban de acuerdo en que la vida es un proceso moral, y en ese proceso requerían tanto la sabiduría, o el recto uso del conocimiento, como la creencia en la responsabilidad casi incondicional y en la eficacia de la elección humana. Para ellos "sólo los actos racionales y deliberados tienen alguna relevancia moral. De este modo, el puritano quería que todo acto posible fuese considerado racional y voluntario, y, por consiguiente, sujeto de alabanza o censura. (…) Todas las elecciones son consistentes con la voluntad de Dios, pues todas las cosas dependen de Él"12.

Cualquier intento de definir el puritanismo estadounidense presenta problemas, pues es un movimiento dentro del cristianismo que asume muchas formas diferentes de expresión. Sin embargo, se lo puede caracterizar a través de ciertos rasgos comunes y constantes. De las diversas caracterizaciones que se pueden encontrar, me gustaría centrarme en la realizada por Paul Nagy, quien adjudica al puritanismo cuatro rasgos distintivos13.

1. El primer rasgo es el alto valor dado a la acción. El puritano es esencialmente un activista que mira hacia el futuro en la orientación total de su pensamiento y en la verdad de su vida. La acción se sitúa como base del pensamiento norteamericano, como pieza fundamental no sólo de sus intelectuales, políticos y científicos, sino también como motor de la vida ordinaria. George Santayana afirmaba que en Estados Unidos el único camino de la salvación es a través "del evangelio del trabajo y la creencia en el progreso". Es una característica de esta fe que sólo a través de la acción uno puede crear las condiciones para la propia salvación.

2. Por otra parte, el puritanismo exhibe un singular tipo de individualismo. La acción emprendida debe ser genuinamente propia. Esto se aprecia en distintos ámbitos de la vida norteamericana: en la actividad colonizadora de los pioneros, que exigía iniciativa, coraje y perseverancia personales; en el carácter sagrado que los derechos individuales tienen para los miembros de la comunidad; e incluso en la relación de uno a uno entre el individuo y su Dios.

3. Otra característica, que se complementa con la anterior, es un profundo sentido de la comunidad. Se requiere de solidaridad y puesta en común de las fuerzas y los medios para conquistar el nuevo mundo; la actividad colectiva y los derechos individuales confluyen hacia el bien común; además, si bien la redención es individual, se necesita de la comunidad para alcanzar la salvación. Nagy reconoce ese sentido de comunidad de su pueblo como sigue: "Aunque somos individualistas, somos también personas con una compulsión colectiva para formarnos a nosotros mismos dentro de grupos eficientes, trabajando hacia objetivos específicos"14.

4. Para Nagy, el último y más distintivo elemento del puritanismo norteamericano es su sentido moral. En palabras de George Santayana, "ser un americano es en sí mismo casi una condición moral"15. Los estadounidenses piensan automáticamente en categorías morales, ven todo desde la perspectiva de lo correcto e incorrecto; y, lo que es más importante, estas categorías residen en y son la responsabilidad del individuo. El individuo lleva la carga de vivir en un universo saturado de valores morales: "En un sentido típicamente pietista, es él y no la iglesia o el estado quien debe formar una conciencia moral que es tan básica para una vida con sentido"16.

Quisiera agregar a la lista de Nagy un quinto rasgo, que a mi juicio está presente en el puritanismo norteamericano y se podría llamar su sentido de la verdad. Los puritanos fundadores de Nueva Inglaterra quisieron crear una comunidad santa y purificada, que sobre todo estuviese fundada en la verdad. Prevalecía en ellos una concepción humilde y piadosa del conocimiento, cuyas raíces —igual que en la ética— pueden encontrarse en sus convicciones religiosas. Aunque a alguien le pueda resultar curioso, existe para ellos una profunda relación entre la piedad y el conocimiento de la verdad, incluso con la filosofía:

La piedad denota una postura humilde hacia Dios, y hacia la totalidad del ser o la realidad… Ya sea que lleve o no a la construcción intelectual o la descripción filosófica, fuerza al hombre a remitir a algo exterior, a ser consciente de algo más grande y más perdurable que sí mismo… La piedad puede llevar no sólo a la sumisión, la obediencia y la alabanza, sino también a la descripción humilde. Puede producir filosofía… El puritano, como cristiano piadoso, aceptaba la obligación y el desafío, así como el peligro, de la razón y la investigación esmerada17.

En la búsqueda de la verdad, reconocían sus limitaciones finitas, su carencia de una comprensión completa frente a una realidad infinita e imponente, pero no tenían razón para desesperar. El hombre no estaba perdido en su mundo, pues con suficiente esfuerzo podía encontrar siempre su camino. Por eso usualmente rechazaron cualquier forma de subjetivismo y escepticismo. Para ellos, además, el conocimiento poseía un lazo vital con la experiencia, de modo que ninguna de las creencias particulares —incluyendo las religiosas—, permanecieron estáticas: "la visión del mundo estuvo siempre en un proceso de reformulación y de reafirmación, como requerida por la nueva experiencia o necesitada por el nuevo conocimiento"18. Por eso rara vez condenaron o interfirieron con la reflexión seria o con la investigación científica, sino que les dieron la bienvenida por sus usos morales y por su completa revelación de la obra de Dios. Para ellos el problema de la verdad no era un problema formal o técnico, sino práctico: la elaboración de una respuesta adecuada a las exigencias de la naturaleza o de Dios. A través de un esfuerzo diligente el hombre podría conocer lo suficiente como "para arribar a las elecciones morales correctas, para lograr un mayor grado de rectitud y progreso. Eso es todo lo que realmente importa"19. En este sentido, para el puritanismo la verdad "es más que una propiedad intelectual del cognoscente. Es una propiedad moral del hombre como una criatura moral. En otras palabras, la verdad es mucho más que un acuerdo intelectual; es la armonía moral de toda la persona con un universo en el que tiene un interés vital acerca de las cuestiones sobre el valor y el sentido"20.

2. La ética de C. S. Peirce

Decía al inicio que Charles Peirce creció en una sociedad protestante puritana. Fue criado en el unitarianismo que profesaba su familia. Recibió una gran influencia de su padre, Benjamin Peirce, quien poseía profundas aunque poco ortodoxas convicciones religiosas, formadas bajo el influjo de Louis Agassiz y Emmanuel Swedenborg. En sus primeros años como estudiante en Harvard, Peirce estudió las Evidencias cristianas y las Lecciones sobre moral de Richard Whately, bajo la tutela de Frederic Dan Huntington21. Años más tarde, en 1862 y por influencia de su primera esposa, Harriet Melusina Fay, se adhirió a la Iglesia Episcopaliana, convirtiéndose al trinitarianismo. Peirce tuvo siempre fuertes convicciones religiosas. Aunque no fue un practicante activo toda su vida y a menudo manifestó su disconformidad en ciertas cuestiones de religión, siguió siendo un episcopaliano y un trinitariano hasta el final de su vida22.

En ese contexto creo que habría que ubicar la concepción ética de Peirce. El desarrollo de su reflexión no fue uniforme, sino dificultoso y tenso. Él mismo reconocía que durante mucho tiempo fue reticente y estuvo alejado de un estudio serio de la ética, si bien siempre se había interesado en los sistemas éticos23. En sus primeros escritos y hasta finales de la década de 1890, la concepción de Peirce fue esencialmente moralista: excluyó a la ética del conocimiento científico y le negó cualquier tipo de racionalidad. Peirce rechazaba especialmente la posibilidad de absolutos morales, la resistencia al cambio en esta disciplina, junto con su tendencia a afirmar categóricamente: "esto es eternamente recto; esto es eternamente equivocado"24. Pero el punto central de su dificultad con la ética estaba en discernir dónde cabe el pensamiento lógico en ella; dicho de otro modo, qué relación existe entre la ética y la búsqueda —científica y razonada— de la verdad25. En 1883 leyó la Ética a Nicómaco y la Política de Aristóteles, cuando era responsable de los artículos para el Century Dictionary relacionados con la moralidad, y fue por ese tiempo que comenzó a vislumbrar la importancia de la teoría ética26. Hacia el cambio de siglo, ensayó varias clasificaciones de las ciencias, entre las que adjudicó de forma definitiva un papel a la ética como una de las tres ciencias normativas —junto con la lógica y la estética—. Fue entonces cuando se le reveló "toda la intimidad de su relación con la lógica"27.

Como se puede apreciar, existen en Peirce al menos dos miradas diferentes sobre la ética. Según la primera, la ética es entendida como mera moralidad y, en ese caso, no es ni científica, ni racional. Que la ética es moralidad significa que es un conjunto de normas que se imponen al hombre, que no ha hecho experiencia de ellas y de las que por eso desconoce su razonabilidad efectiva:

La moralidad consiste en el folklore de la conducta recta. Un hombre ha sido educado para pensar que debe comportarse de ciertas maneras. Si actúa de otra manera, se siente a disgusto. Su conciencia le aguijonea. Ese sistema de moral es la sabiduría tradicional de las edades de la experiencia. Si un hombre se escapa de él, se hará víctima de sus pasiones. No es inocuo para él ni siquiera razonar acerca de ello, excepto de un modo puramente especulativo. De ahí que la moralidad sea esencialmente conservadora28.

La ética, entonces, se reduce a un moralismo en el sentido de un saber práctico que se circunscribe a lo fáctico y a la costumbre, limitándose a inspeccionar la conducta desde las normas que rigen a la comunidad, sin ningún tipo de examen crítico29. Para ser efectiva, la moralidad necesita una fuerte adhesión por parte del sujeto, que no viene del razonamiento, sino del sentimiento. Si un hombre no se encuentra a sí mismo bajo ningún sentido de obligación, es una pérdida de tiempo buscar esto mediante el razonamiento, dado que "la conciencia no es un teorema o un pedazo de información que pueda adquirirse al leer un libro; debe alimentarse en un hombre desde la infancia o será una pobre imitación del artículo genuino"30. Peirce sostuvo que sobre los temas de importancia vital, el razonamiento está fuera de lugar, y que sobre las cuestiones fundamentales de ética, el hombre prudente consulta su corazón más que su cabeza31.

Todos sabemos lo que es la moralidad: es comportarse tal como han sido ustedes educados para comportarse, es decir, pensar que deben ser castigados de no comportarse así. Pero creer que hay que pensar tal como han sido educados para pensar define el conservadurismo. No se necesita razonamiento alguno para percibir que la moral es conservadurismo. Pero, una vez más, conservadurismo significa, como ustedes seguramente estarán de acuerdo, no confiar en las capacidades de razonar de uno. Ser un hombre moral es obedecer las máximas tradicionales de su comunidad, sin vacilación o discusión32.

Visto de este modo, es lógico que Peirce criticara seriamente el estatuto científico de la ética, pues ella quedaría al margen de la racionalidad, y sería sólo un asunto de instinto, de sentimientos y de tradición.

La otra mirada que podemos encontrar en Peirce sobre la ética es aquella que aparece en su pensamiento maduro, según la cual la ética posee un estatuto científico. A comienzos del siglo XX y tras ensayar varias clasificaciones de las ciencias, Peirce se convenció de la importancia de la teoría ética y de su carácter normativo y racional. La ética es "la teoría de la conducta autocontrolada o deliberada"33. Estudia los actos voluntarios desde la perspectiva de su conformidad a un ideal, que se presenta como el fin último de todo obrar. La ética indaga fundamentalmente qué condiciones debe tener una acción para ser moralmente buena o para constituir un comportamiento admirable.

La ética es el estudio de los fines de acción que estamos deliberadamente dispuestos a adoptar. O sea, la acción recta que se halla en conformidad con los fines que estamos dispuestos a adoptar deliberadamente… Esta ética genuina es la ciencia normativa par excellence, porque un fin —el objeto esencial de la ciencia normativa— está vinculado a un acto voluntario de un modo tan primordial como no lo está a ninguna otra cosa… Por otro lado, un fin último de la acción, deliberadamente adoptado —es decir, razonablemente adoptado— debe ser un estado de cosas que sea razonablemente recomendable en sí mismo, aparte de cualquier consideración ulterior. Ha de ser un ideal admirable34.

Sobre este texto de 1903, se pueden hacer algunas consideraciones. En primer lugar, se aprecia que Peirce no sólo establece a la ética como una de las tres ciencias normativas, sino que le adjudica un papel central por su relación con el fin. Lo que hacen los fines en la vida moral es orientar la acción y darle un sentido, de modo tal que hacen inteligible a la acción y son, a su vez, el principio de nuevas acciones. La ética como segunda ciencia normativa es "la teoría del control de la conducta y de la acción en general para conformarla a un ideal", a la que Peirce propone llamar "Antética, esto es, aquella que es puesta en lugar de la ética"35. Si bien en algunos de sus escritos de 1902 Peirce dice que la determinación de tal ideal o fin es tarea de la ética, a medida que fue avanzando su reflexión adjudicó esa tarea a la estética36. La estética se encarga de decir qué es lo que guía el obrar humano, cuál es el ideal admirable, el summum bonum; mientras que la ética es la teoría de la conformidad de la acción a ese ideal.

En segundo lugar, Peirce presenta claramente cuál es el objeto de estudio propio de la teoría ética. Dicho en términos tradicionales, su objeto material —aquello que estudia— son los actos voluntarios o acciones auto-controladas del hombre; mientras que su objeto formal —la perspectiva o luz bajo la cual lo estudia— es su conformidad con los fines, es decir, la adecuación de la conducta humana al ideal que se propone, lo que Peirce denomina en el texto "acción recta". Ya se ha dicho algo sobre la conformidad al fin, cabría insistir más bien en el objeto material. Fiel a la tradición ético-filosófica, Peirce establece como objeto propio de la ética el acto voluntario, deliberado, libre o auto-controlado, de modo tal que la ética sólo puede estudiar este tipo de acciones. Si una acción del hombre no posee estas cualidades, no puede ser su objeto. En un texto de 1911, Peirce describe ese rasgo central de la conducta humana de la siguiente manera:

Dios ha creado a cada hombre libre, y no 'sujeto' a ninguna clase de conducta sino a la que él libremente elige. Es verdad que no puede estar contento sin un gobierno firme y rígido sobre sus impulsos; pero se trata de un auto-gobierno, instituido por él mismo para ajustarse a él mismo; copiado en su mayor parte, es verdad, del gobierno que sus padres ejercieron cuando era un niño, pero sólo continuado porque encuentra que responde a sus propios propósitos y no en lo más mínimo porque esté 'sujeto' en ningún sentido propio cualquiera37.

El acto voluntario no es simple gobierno, sino que es auto-gobierno. Hay aquí un paso o cambio radical respecto a la primera mirada de Peirce sobre la ética: si bien el hombre copia el gobierno ejercido en él por su comunidad, ya no lo sigue irreflexiva o a-críticamente, sino que sólo continúa ese gobierno en sí mismo en tanto ha mediado una reflexión, en tanto encuentra que responde a sus propios fines, por lo que ahora se convierte propiamente en auto-gobierno.

Por último, se puede ver en el texto citado y en conexión con lo que acabamos de decir, cómo la lógica entra a formar parte de la ética entendida de este modo. "La ciencia normativa considera el fenómeno sólo en tanto que puede ser controlado, compara el propósito con la ejecución, y averigua los principios generales de la relación entre ellos"38. Este análisis sólo se puede hacer mediante un razonamiento consciente que permita no sólo revisar las acciones realizadas y compararlas con un ideal, sino también estudiar la posibilidad de ejercer control sobre la propia conducta y el modo en que la mente debe responder a la experiencia cuando actúa bajo autocontrol39. Desde esta perspectiva, la razonabilidad y la aspiración a la verdad están presentes tanto en la deliberación personal del sujeto acerca de cómo actuar según su ideal, como en la teoría ética que reflexiona sobre dicho fenómeno, pues “las hipótesis de las que proceden las deducciones de la ciencia normativa pretenden ajustarse a la verdad positiva de los hechos"40. Además, la ética, en tanto ciencia normativa, es esencialmente prescriptiva, pues su finalidad es estudiar cómo debería obrar el hombre para alcanzar el fin y cuáles son las reglas generales que rigen ese obrar. Al mismo tiempo, la ética es una ciencia positiva, en tanto se apoya en datos de la observación y la experiencia: "la ética como ciencia positiva debe descansar en los hechos observados. Pero es una cosa bastante diferente hacerla descansar en una observación científica especial, y más aún basarla en conclusiones científicas. La única fundamentación sólida para la ética está en esos hechos de la vida cotidiana, que ningún filósofo escéptico todavía puso realmente en cuestión"41.

Conclusión

La ética puritana de Nueva Inglaterra fue la primera en ser articulada en Estados Unidos, y tuvo una influencia perdurable, tanto positiva como negativa en las generaciones posteriores. Aunque cayó en declive, y fracasó en lograr su propósito mayor de crear una comunidad duradera, uniforme en lo religioso y santa, consiguió transmitir ideas influyentes a las generaciones posteriores a través de sus escritos e instituciones. El pragmatismo de Peirce no fue ajeno a su filosofía de la acción, a su individualismo en armonía con un fuerte espíritu de comunidad, a su profundo sentido moral de la verdad y del bien. Estos rasgos impregnan la ética de Peirce en las distintas fases de su evolución, aunque —insisto— no la explican plenamente.

Considero que en su primera mirada sobre la ética se manifiesta su propia experiencia, convicciones y formación puritana. Para Peirce la ética es moralidad conservadora, no sujeta a reflexión ni a crítica, que pondrían en riesgo la subsistencia de la comunidad y del individuo como miembro de ella. Cuando Peirce habla de comunidad es muy probable que tenga en mente su propia comunidad puritana de Massachussets. Recordemos que los ideales y valores morales de la comunidad eran libremente propuestos y aceptados por sus miembros, que a través de un compromiso social más o menos tácito, quedaban subordinados a los dictámenes de la propia comunidad. Si esa sociedad aspiraba a construir una comunidad santa de acuerdo a sus ideales y a salvo de imposiciones externas, entonces era vital para ella establecer y regular sus propias pautas de convivencia y sus normas morales.

Al mismo tiempo, y para que esas normas fuesen efectivas, se necesitaba una adhesión voluntaria del individuo que, según Peirce, vendría del sentimiento más que de la razón. La creencia del sujeto y su confianza en las normas que rigen la comunidad, se asientan para Peirce en la creencia en una sabiduría tradicional, adquirida durante generaciones mediante la experiencia y que por ello no ha de ser cuestionada. Como se puede apreciar, en esta primera mirada suya sobre la ética, aparece claramente la dimensión positiva o descriptiva de la moral, pues la perspectiva que asume es la observación de los hechos que tiene ante sí, esto es, la vida cotidiana de una comunidad puritana estadounidense del siglo XIX. Como se dijo, la principal dificultad que tenía Peirce con esta forma de ética era su articulación con la lógica y la búsqueda razonada de la verdad.

En su segunda mirada sobre la ética, aparecen otros elementos del puritanismo norteamericano. Por un lado, Peirce rechazaba los absolutos morales y la resistencia al cambio en la ética. Igual que el puritanismo, poseía un sentido podríamos decir dinámico o evolutivo de la verdad. Por eso, ambos coinciden en que, tanto en la conducta del propio sujeto como en la teoría ética, ha de existir un constante proceso de reformulación, corrección y mejoramiento, requeridos por las nuevas experiencias. Por otra parte, la acción se sitúa como el centro de la reflexión ética del Peirce maduro y de la tradición puritana. La vida moral demanda el recto uso de la razón en la acción deliberada. La ciencia ética tiene por objeto esos actos deliberados, desde la perspectiva de su conformidad con el fin o ideal, por lo que, en tanto ciencia, requiere una reflexión esmerada, una búsqueda científica y razonada de la verdad en los asuntos morales.

Por otro lado y en relación con esto, se puede apreciar el lazo vital que, para Peirce y el puritanismo, poseía el conocimiento con la experiencia, es decir, con los hechos observados de la vida cotidiana. La ciencia ética a la que aspiran es al mismo tiempo normativa y positiva. No tendría sentido una ciencia prescriptiva, que estudie cómo debería obrar el sujeto para alcanzar el fin, si su conocimiento no se apoyase en los datos de la observación y la experiencia que proporcionan las formas cotidianas del obrar humano. Por último, entre Peirce y el puritanismo hay consonancia respecto a su mirada del conocimiento humano. Frente a una realidad infinita e inagotable, en continuo devenir, el conocimiento que puede alcanzar el ser humano es algo como limitado, falible y carente de una comprensión completa de toda la realidad, incluso de la realidad moral.

La evolución en la concepción ética de Peirce, que al comienzo caracterizaba de dificultosa y tensa, tal vez pueda entenderse un poco mejor si se la ubica en ese proceso, tan propio del pensamiento puritano, de búsqueda de una verdad que posee lazos vitales con la experiencia y que requiere, por ello, un examen crítico y una reformulación constante.



Notas

1. Este trabajo es realizado en el marco de los Programas de Becas MAEC-AECID.

2. P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", Transactions of the Charles S. Peirce Society XII/2 (1976), p. 174.

3. Cf. P. Kurtz, "American Philosophy", en P. Edwards (ed.), The Encyclopedia of Philosophy, Macmillan, New York, 1967, I, p. 83.

4. "Esta afirmación se sostiene como más verdadera para el pragmatismo de Peirce, James, Dewey y Mead que para el trascendentalismo de Emerson o el calvinismo ilustrado de Edwards. En cualquier evaluación extensa de los principios básicos del pragmatismo y su contribución a la historia de la filosofía, invariablemente llama la atención la manera pietista en que las ideas fueron elaboradas originalmente por sus autores". P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", p. 172.

5. P. Conkin, Puritans and Pragmatists. Eight Eminent American Thinkers, Indiana University Press, Bloomington, 1968, p. 14.

6. G. Stroh–H. Callaway, American Ethics. A Source Book from Edwards to Dewey, University Press of America, Lanham, 2000, p. 1.

7. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 15.

8. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 15. En este mismo texto, Conkin hace una formidable descripción del puritano típico (pp. 3-4).

9. H. Schneider, Historia de la filosofía norteamericana, FCE, México, 1950, p. 21.

10. Cf. G. Stroh–H. Callaway, American Ethics, p. 1.

11. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, pp. 12-13.

12. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 13.

13. Cf. P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", pp. 169-171. Otra caracterización interesante es la que realiza G. Deledalle en La filosofía de los Estados Unidos, Tecnos, Madrid, 2002, pp. 23-24.

14. P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", p. 171.

15. G. Santayana, Character and Opinion in the United States, Charles Scribner's Sons, New York, 1920, p. 168.

16. P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", p. 171.

17. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 10.

18. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 2.

19. P. Conkin, Puritans and Pragmatists, p. 11.

20. P. Nagy, "Pragmatism and American Pietism", p. 174.

21. Richard Whately (1787-1863), fue un teólogo y lógico inglés, que sirvió como arzobispo anglicano de Dublin. Su manual Evidencias Cristianas fue un texto muy conocido, traducido a varios idiomas. Whately tenía un punto de vista muy práctico y eficiente del cristianismo, que no siempre agradó a la jerarquía eclesiástica. Puede decirse que lo que él hizo fue seguir el cristianismo típico del siglo XIX, el de los teólogos que luchaban contra el racionalismo con sus propias armas. En Whately es esencial la creencia en ciertas cuestiones de hecho, que son aceptadas o rechazadas después de un examen de "evidencias". De ahí que su empeño sea siempre convencer a la facultad lógica, y que su cristianismo aparezca inevitablemente como una cosa más del intelecto que del corazón.

Frederic Dan Huntington (1819-1904), fue un sacerdote estadounidense y el primer obispo protestante episcopaliano de la Diócesis Central de Nueva York. Entre 1855-1860 fue profesor Plummer de Moral Cristiana y predicador en la Universidad de Harvard. Luego dejó la Iglesia Unitariana, renunciando a su cátedra, y se convirtió en pastor de la recién establecida Iglesia Emmanuel de Boston. Rechazó el obispado de la Diócesis Episcopal de Maine en 1868, cuando fue elegido para la Diócesis Central de Nueva York.

22. Cf. M. Fisch et al. (eds.), Writings of Charles S. Peirce. A Chronological edition, Vol. I: 1857-1866, Indiana University Press, Bloomington, 1982, p. xxxi-xxxii. Véase también H. C. Johnson, "Charles Sanders Peirce and the Book of Common Prayer: Elocution and the Feigning of Piety", Transactions of the Charles S. Peirce Society XLII/4 (2006), pp. 552-573.

23. Cf. C. S. Peirce, "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902; "The Reality of Thirdness", CP 5.111; 5.129, 1903.

24. C. S. Peirce, "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902.

25. Cf. C. S. Peirce, "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902.

26. Cf. G. Deledalle, Charles S. Peirce. An Intellectual Biography, John Benjamins, Amsterdam, 1990, p. 53.

27. C. S. Peirce, "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902.

28. C. S. Peirce, "Lessons from the History of Science", CP 1.57, c.1896 [El subrayado es mío.]; Cf. "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902.

29. Cf. C. S. Peirce, "The Basis of Pragmaticism", CP 1.573, 1906.

30. C. S. Peirce, EP 1.237, CP 8.45, 1885.

31. Cf. G. Stroh–H. Callaway, American Ethics, p. 207.

32. C. S. Peirce, "Vitally Important Truths", CP 1.666, 1898 [El subrayado es mío]. Es importante señalar que las conferencias de Peirce de 1898 en Cambridge no son el mejor lugar para estudiar su opinión sobre este punto. Peirce estaba sumamente irritado con James, que al enterarse de que intentaba abordar cuestiones técnicas de lógica, le pidió que pensara en algo más accesible. Peirce destilaba desprecio por los filósofos de Harvard por su falta de formación en lógica y hablaba insistentemente de cómo iba a limitarse a "cuestiones vitales". Los borradores de las conferencias son más mordaces que las conferencias pronunciadas, mostrando que Peirce pensó que debía tratar de mantener su ira bajo control, pero no manejarla del todo. Es en este contexto que hace las observaciones radicales de que el razonamiento está fuera de lugar en temas de importancia vital. Por eso, estos comentarios no se pueden tomar en serio si se considera que estaba herido porque se le dijo que eliminara de sus conferencias los duros razonamientos y la lógica. (Cf. C. Misak, "C. S. Peirce on Vital Matters", Cognitio, Sâo Paulo, 3 (2002), p. 74; R. Trammell, "Religion, Instinct and Reason in the Thought of Charles S. Peirce", Transactions of the C. S. Peirce Society VIII/1 (1972), p. 3-25.)

33. C. S. Peirce, "An Outline Classification of the Sciences", CP 1.191, 1903.

34. C. S. Peirce, "The Three Kinds of Goodness", CP 5.130, 1903.

35. C. S. Peirce, "The Basis of Pragmaticism", CP 1.573, 1906.

36. Cf. C. S. Peirce, "Why Study Logic?", CP 2.198, c.1902; "Pragmatism: The Normative Sciences", CP 5.36, 1903.

37. C. S. Peirce, "A Sketch of Logical Critics", EP 2, 459, 1911.

38. C. S. Peirce, "A Brief Intellectual Autobiography", en J. J. Stuhr (ed.), Classical American Philosophy, Oxford University Press, New York, 1987, p. 29 (L 107, 1904).

39. Cf. C. S. Peirce, "Logic", MS 339, anotación de 1905.

40. C. S. Peirce, "The Three Kinds of Goodness", CP 5.126, 1903.

41. C. S. Peirce, CN 3.51; CP 8.158, 1901.

 


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Fecha del documento: 10 de diciembre 2008
Ultima actualización: 10 de diciembre 2008

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