III Jornadas "Peirce en Argentina"
11-12 de septiembre del 2008

Signo y Movimiento en Charles S. Peirce


Héctor Bentolila
hrodolfo2002@yahoo.com.ar



Introducción

Charles Sanders Peirce es uno de los pensadores que más ha contribuido al giro lingüístico de la filosofía actual, pese a que, como es sabido, su obra lógico-filosófica y semiótica pertenece al siglo XIX. Esta original facultad de anticipación tiene su fuente principal en el temprano interés de Peirce por el estudio de la lógica y la tradición filosófica, en particular, por las tradiciones nominalista e idealista que, pese a sus diferencias, para el pensador americano coinciden en una visión causal del conocimiento bajo el presupuesto metafísico de la cosa-en-sí incognoscible. De sus primeros estudios sobre Kant y Berkeley, y de sus lecturas de la filosofía escolástica, a partir de Duns Escoto y Ockham, Peirce extraerá las ideas centrales que movilizarán todas sus energías intelectuales. Entre esas ideas, que lo conectan con representantes del giro lingüístico-pragmático y del giro hermenéutico, junto a Wittgenstein y Heidegger, está la sospecha de que la esencia del conocimiento tiene que ver, mucho antes que con ninguna forma de intuición o evidencia objetiva para una conciencia en general, con las opiniones y creencias lingüísticamente articuladas.

En adelante, desde una perspectiva que combina el afán de sistema con un adecuado sentido histórico, Peirce planteará su crítica radical al esquema cognitivo intelectualista de la filosofía moderna proponiendo una re-elaboración semiótico pragmática de la teoría del conocimiento. El conocimiento, asumido ahora en términos de práctica social de formación de creencias será extraído así de la esfera mentalista de la conciencia y asumido como función sígnica o mediación simbólica de la "opinión consistente sobre lo real" en la comunidad de investigación. Con este nuevo abordaje del conocimiento se asociarán sucesiva y correlativamente una teoría tridimensional del signo en cuanto semiosis infinita; una teoría de la realidad en términos de cognoscibilidad de las cosas por referencia al presupuesto realista y pragmático de la opinión última en la comunidad de investigación; una nueva lista de categorías universales del pensamiento; y finalmente, una teoría de la investigación que une los métodos de fijación de creencias y la máxima pragmática para la aclaración del significado con el a priori de las inferencias sintéticas como dimensión cambiante y productiva de la experiencia expresada en signos lingüísticos.

Asimismo, puede afirmarse que la obra peirciana excede los límites de la filosofía del sujeto solipsista acercándose a otras propuestas críticas de su tiempo como el marxismo, el existencialismo, la filosofía de la vida de Dilthey y Nietzsche y el vitalismo de Bergson (Apel, 1997, 21-34).

El siguiente trabajo se propone resaltar entonces la relevancia del pensamiento de Peirce, sobre todo su propuesta semiótica y su teoría de la inferencia, en las cuales convergen los dos motivos principales de la filosofía del lenguaje y de la epistemología actuales: la afirmación del carácter mediado del conocimiento y de la acción por los signos y el lenguaje, y el reconocimiento de la provisoriedad o falibilidad de dicha mediación. Por tal razón, nuestra exposición se detendrá primero en la semiótica peirciana y su original concepción de la semiosis o relación tridimensional del signo y, en segundo lugar, se dirigirá a la noción de inferencia en cuanto ella permite una visión dinámica de dicha relación que pone en movimiento las categorías semióticas. En ambos lugares, se destaca la importancia de la filosofía de Peirce al interpretar sus ideas de semiosis e inferencia sintética de conocimiento mediante la noción de "movimiento" o de "dimensión productiva de la experiencia".

1. Semiosis tridimensional y movimiento

Los estudiosos o intérpretes de Peirce están de acuerdo en admitir que su semiótica constituye el resultado mejor logrado de su pensamiento, puesto que, en conjunto, el resto de sus propuestas teóricas hallan todas su sentido y comprensión sobre la base del postulado semiótico de la relación sígnica o semiosis, en cuanto relación tridimensional entre "un signo, su objeto y su interpretante". Para Peirce esta relación es irreductible a cualquiera de sus miembros y supone además una "influencia tri-relativa que en ningún caso puede acabar en una acción entre parejas"; las cuales, por otra parte, sólo cobran sentido y realidad en el interior de la relación misma. Sin embargo, en esta interpretación, el potencial explicativo de la semiótica peirciana resulta en cierto modo limitado por una visión estática del signo. A nuestro entender, este potencial puede ser activado si se piensa la tridimensionalidad del signo, no de forma abstracta y esquemática, sino de manera concreta como configuración simbólica de la multiplicidad dinámica de la experiencia que el signo intenta "captar" y "detener" en el proceso de inferencia sintética de producción de creencias.

Las lecturas más empiristas de la semiótica peirciana, impulsadas por el semiotic turn de la lingüística y la filosofía del lenguaje de mediados del siglo pasado, han tendido a concebir las ideas de Peirce en términos de un "semioticismo filosófico" que disuelve el mundo y el hombre mismo en signo. Pero, aunque esta lectura encuentra su justificación en muchos textos de nuestro autor, creemos que no es del todo fundada, ya que, al compararla con la semiótica behaviorista de Morris y el pragmatismo vitalista de James -de los que el propio Peirce se aleja cada vez más- puede constatarse que sus formulaciones teóricas no reducen el estudio de los signos al mero examen de sus efectos en la conducta, ni valora el conocimiento o la creencia por la simple referencia a su utilidad. Al contrario, en sus textos referidos a la teoría del signo y en los ensayos de teoría del conocimiento de 1868-69, se vislumbra ya que Peirce, desde el comienzo, asume la semiosis como "dimensión" o "plano" de simples "relaciones de fuerza" -acciones y reacciones-; plano dentro del cual realidad, pensamiento y signo se imponen y oponen entre sí dando lugar a actos de conocimiento o creencias y a la articulación de un sistema simbólico interpretante de las mismas. A partir de esta idea de plano de relaciones, en tanto relaciones de fuerza expresables en signos podemos observar, -seguiendo a algunos intérpretes actuales (Deleuze, 1994: 275-77)-, en qué sentido Peirce se anticipa a su tiempo concibiendo una estrategia de presentación del movimiento de la experiencia.

Donde mejor se expresa la idea peirciana de semiosis, en la forma que venimos señalando, es en las Lecciones de pragmatismo (Peirce, 1978). Allí, un Peirce más maduro, presenta tras varias correcciones, su nueva lista de categorías generales y sus opiniones respecto del conocimiento y la dimensión de la experiencia mediada por los signos y el lenguaje. Lo mismo puede decirse de su Lógica considerada como semiótica, donde pone de manifiesto su convicción de que “todo cuanto existe puede ser considerado como signo” (Barrena edit., 2007:16). Así pues, cuando en las Lecciones se refiere a las Categorías como “el elemento de los fenómenos del primer rango de generalidad” (Peirce, 1978, 43), sobre el trasfondo de las categorías kantianas y hegelianas, Peirce resume su concepción general de la semiosis y del mundo desde una perspectiva cuasi-dinámica que evita deslizarse en las acostumbradas reducciones objetivistas o subjetivistas (psicológicas) de la teoría tradicional del conocimiento. Si se tiene en cuenta que Peirce intenta reunir bajo categorías generales la totalidad de la experiencia en tanto totalidad móvil, puede verse con claridad hasta qué punto, las categorías y la relación sígnica que ellas establecen definen más bien un “plano” o dimensión infinita de relaciones posibles entre representaciones. De esta manera, las categorías que Peirce descubre anuncian para él, todas las ideas o representaciones en tres clases generales:

La categoría lo Primero es la idea de aquello que es tal como es sin consideración a ninguna otra cosa. Es decir, es la Cualidad de Sentimiento. La categoría lo Segundo es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Segundo respecto de algún Primero (…) sin consideración a ninguna Ley, aunque pueda ajustarse a una ley. Es decir, es la Reacción como elemento del fenómeno. La categoría lo Tercero es la idea de aquello que es tal como es en tanto que Tercero, o Medio, entre un segundo y un primero. Es decir, es la Representación como elemento del Fenómeno. (Peirce § 66:117-18)

Ahora bien, esta manera estática de enunciar las categorías ilustra sólo los contornos o límites del plano de la semiosis o relación sígnica, pero no nos dicen todavía cómo funcionan en dicho plano. Sin embargo, al relacionar estas categorías con las divisiones del signo que Peirce elabora una y otra vez a partir de ellas, se obtiene una imagen dinámica en la cual se inscribe, aunque todavía de un modo relativamente fijo, el movimiento infinito de la semiosis. De esta forma, el filósofo americano muestra como ningún otro hasta ese momento la dimensión productiva y siempre cambiante de las prácticas que articulan la dimensión de la experiencia.

Para aclarar la manera en que se actualiza en el lenguaje la dimensión de la que hablamos, tomemos ahora la definición de signo propuesta por Peirce según la cual:

Un signo es algo que representa alguna cosa para un interpretante en algún aspecto o cualidad. (Peirce, 1974: 22)

El primer elemento que se presenta en la relación semiótica es la presencialidad o inmediatez del fenómeno; su simple ser-así sin relación, por tanto, en su mero aparecer. La simple presencialidad positiva y directa de algo en su aparecer es actualizada bajo la "cualidad de sensibilidad" (afección) y a ella corresponde por definición el ícono, o "representamen" que representa "en virtud de un carácter que posee en sí y que seguirá poseyéndolo aunque su objeto no existiera". El ícono delimita así, en el plano de la experiencia productiva la materialidad extralingüística del fenómeno tal cual es dado y sentido, hic et nunc, sin consideración de "lo ausente, pasado o futuro". Peirce se refiere a la presencialidad del icono como "verdadero representante psíquico" de la existencia de algo en general. Como tal funciona en el lenguaje introduciendo las cualidades de algo que el juicio de percepción o de experiencia captura en forma de notas predicables: por ejemplo, "siento una impresión de peso"; "siento áspero"; "veo gris"; etc.

El segundo elemento que pone en juego la semiosis está caracterizado ahora por la "lucha", en el sentido de una relación de "fuerzas" o de "resistencia", experimentada a la manera de un "choque" o "conexión real entre cosas individuales". Para Peirce cualquier conexión real comporta siempre una acción y una reacción de iguales magnitudes. En el sistema de lenguaje este choque es reproducido mediante la función del índice, o "representamen" que cumple su función "en virtud de un carácter que no podría tener si su objeto no existiera", aunque lo seguirá teniendo sea o no "interpretado como representamen". Se trata aquí de hechos perceptuales (o hechos de experiencia) captados por los signos indexicales; esto es, pronombres, adjetivos demostrativos, circunstanciales, etc.; por ejemplo: "yo siento pesado"; "esto es áspero"; "ahora es gris".

Por último, el tercer elemento de la semiosis es la "ley" o "hábito" por el cual se opera la mediación de la presencia del "algo" en tanto "que algo", cuya resistencia se impone como un "no-yo" frente a la acción de un "yo". El signo de dicha mediación es el símbolo, o "representamen" que representa más allá de cualquier similitud o analogía con el objeto cumpliendo su función "única y simplemente porque será interpretado como representamen". El símbolo, o el interpretante de "algo" que está por "otra cosa" en tanto que "algo", ya sea como "término", como "proposición" o como "argumento", no es sino el "significado operativo" de la relación semiótica que, al actuar como elemento configurante del plano de la experiencia, dispone un corte de dicho plano con el cual captura y detiene, arbitraria y provisoriamente, el movimiento infinito de la experiencia: así, por ejemplo, la representación de que "todo lo que es pesado, áspero, gris…, es generalmente piedra".

2. La inferencia sintética y la lógica del movimiento de la experiencia

Si a partir de este momento relacionamos la lectura que hicimos de la semiótica de Perice con su idea de inferencia sintética obtenemos una visión más completa de su pensamiento que nos permite interpretar su filosofía en el sentido de una lógica semiótica de la experiencia, cuya particularidad es la de "romper" con la concepciones objetivistas e idealistas del conocimiento y ver toda acción o práctica de producción de creencias desde una lógica del movimiento inmanente a la experiencia misma. En este sentido, podemos decir que cada "actualización" de la experiencia expresada por la relación sígnica o semiótica y representada en el juicio de percepción constituye solo un modo posible (y por tanto, también falible) de captar un aspecto del movimiento de la experiencia, deteniéndolo en alguna de las articulaciones simbólicas que ella misma potencialmente contiene.

Para aclarar esto, conviene tener en cuenta que dentro de la perspectiva pragmática de Peirce no puede pensarse en ninguna condición que, a priori, pueda postularse como condición de posibilidad del conocimiento o la creencia consensualmente aceptada. Más bien, para él, si hay un único a priori que puede admitirse como realmente válido es el propio procedimiento inferencial por el cual una comunidad real de investigadores o intérpretes realiza la síntesis de la experiencia mediada por los signos en el lenguaje. Pero, dicha inferencia, en cuanto proceso continuo de síntesis, remite en todo momento al plano de relaciones o dimensión de la experiencia que la semiosis actualiza. Y tal semiosis, como el proceso de inferencia mismo, no depende de ninguna conciencia o sujeto, sino que más bien pasa entre los sujetos de la comunidad de investigación. Peirce se aparta pues de la teoría moderna del conocimiento al considerar que en ella aquel se entiende como resultado de un efecto cuya causa externa: la realidad o "cosa en-sí" resulta incognoscible. Considera que, por esta vía, la teoría se veda a sí misma el acceso a su propio tema al tornar problemática cualquier explicación de sus fundamentos objetivos. En consecuencia, se pasa a buscar dichos fundamentos en la conciencia del sujeto cognoscente, convirtiendo la teoría del conocimiento en una explicación de la mente y los criterios o categorías por las cuales ésta organiza racionalmente las representaciones de las cosas.

Contrariamente a esta idea, basada en el método apriorístico de "fijación de la creencia", Peirce adopta por principio el método que él denomina científico, en cuanto exige el examen de las creencias a la luz de sus consecuencias prácticas efectivas. Entenderá de este modo el conocimiento, no como afección del sujeto por el objeto, sino como efecto de un proceso infinito y variable de inferencias ejecutadas por los participantes en la "comunidad de investigación". Es a través de dichas inferencias como la comunidad llega a establecer una opinión consistente e intersubjetivamente aceptada de le realidad que, como es sabido, Peirce no entiende en sentido metafísico u ontológico, sino pragmáticamente en tanto opinión última a la que se llegaría in-the-long-run como consenso final. Para él, la esencia del conocimiento está, justamente, en la formación de tal opinión consistente, y para reafirmar su postura, Peirce identificará esa consistencia con la unidad sintética que conduce la "multiplicidad de los datos sensoriales" -en todo momento contingente y cambiante- a la unidad semiótica de interpretación mediante el símbolo.

Asimilado a creencia u opinión, el conocimiento no tiene que ver ya con representaciones mentales de una conciencia solipsista, sino con prácticas de saber; con acciones que operan sobre las cosas y sobre nosotros mismos y terminan consolidándose en hábitos de comportamiento. En el mismo sentido, tampoco el conocimiento podrá reducirse al esquema binario de la relación sujeto-objeto, tal como era común en la filosofía moderna; más bien, el conocimiento, en tanto "acción efectiva" es el efecto resultante de la mediación del símbolo en tanto detención provisoria de la dimensión móvil de la experiencia. Peirce desarrollará esta idea en su teoría de la investigación como procedimiento en el que se combinan la síntesis abductiva o hipótesis con la confirmación experimental o inductiva.

La investigación, que se origina en la "irritación" de la duda por la "sorpresa" ante el "choque" con lo inesperado, -nueva actualización semiótica de la experiencia-, es para Peirce el intento nunca acabado de reestablecer el equilibrio o la creencia, de la cual nos saca el contacto con lo extraño. La realización de ese intento es cumplida en el movimiento infinito de inferencias de las cuales, la abducción o hipótesis es la que más interesa al filósofo, puesto que ella, a diferencia de la deducción y la inducción, es la forma más aleatoria, inmediata y contingente de razonamiento. Ella se sitúa al nivel de los juicios de percepción y, por tanto, conecta la cualidad sensible experimentada con la resistencia de la realidad y la mediación simbólica de la ley.

Si la dimensión o plano de la experiencia, como se vio más arriba, es el plano de la relación sígnica o semiótica que los signos y las categorías actualizan y, si el conocimiento es efecto lingüístico de dicho plano, entonces la abducción resulta ser relativa tanto al plano como al efecto sobre el plano, efectuando así la estabilización simbólica del movimiento de la experiencia en la síntesis productora de creencias. Por tal motivo, Peirce verá en la abducción el componente creativo del conocimiento y la prueba de la falibilidad de nuestras opiniones, pero también, un punto de partida semiótica y epistemológicamente relevantes para reformular la crítica del conocimiento en términos crítica semiótica.

Conclusión. Signo y movimiento

Desde la perspectiva que intentamos presentar, la semiótica peirciana nos permitió abordar la relaciones entre signo y movimiento a partir del análisis de sus categorías semióticas y su división del signo. También la noción de inferencia sintética, en especial la referencia a la inferencia abductiva, nos permitió aproximarnos a la esencia del conocimiento entendido como creencia u opinión aceptada intersubjetivamente, así como destacar el carácter primario de la dimensión productiva de la experiencia o plano de la semiosis.

A partir de esto, nuestra interpretación de la semiótica peirciana nos permitió ampliar la mirada sobre su teoría del signo desde una perspectiva más dinámica y, de esta manera, intentar desarrollar las categorías generales de la experiencia en términos de lógica del movimiento.

Queda aún mucho por explorar del pensamiento de Peirce, en especial, de su idea misma de semiosis, de su teoría de la investigación, y de su comprensión de la experiencia en tanto plano de relaciones de fuerzas; plano a la vez móvil y cambiante el cual sólo hemos procurado comenzar a describir en este trabajo, pero de cuyo funcionamiento todavía no podemos más que conjeturar a partir de algunas ideas e intuiciones que Peirce expone en sus últimos escritos de modo fragmentario.

No obstante, la vigencia de su planteos teóricos nos invitan a pensar y repensar nuestras prácticas de conocimiento, a indagar en nuestras creencias y en el sentido de la filosofía misma tras las rupturas que implican hoy tanto el giro lingüístico-pragmático que cierto modo anticipó, como la perspectiva pragmática con la que él examinó los problemas tradicionales de la historia de la filosófica, perspectiva que revisó y corrigió durante toda su vida.

Por último, podemos decir que la concepción de la experiencia que tiene Peirce y su aún poco estudiada concepción de la evolución y el cambio histórico constituyen un auténtico desafío intelectual para quien desee profundizar en el pensamiento de una de las mentes más prolíficas y geniales de la filosofía americana.



Referencias


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Fecha del documento: 10 de diciembre 2008
Ultima actualización: 10 de diciembre 2008

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