¿QUÉ ES LA FE CRISTIANA?


Charles S. Peirce (1893)

Traducción castellana de Mónica Aguerri (2004)


Este texto fue publicado originalmente el 27 de julio de 1893 en The Open Court, vol. 7, pp. 3743-5. Fue recogido en CP 6.435-448.



435. Resulta fácil separar la lógica de las cuestiones de las que no tenemos experiencia ninguna. Hombres ciegos al color han discutido sabiamente en más de una ocasión las leyes de la sensación del color, y han hecho deducciones interesantes a partir de esas leyes. Pero cuando se refiere al conocimiento positivo, un conocimiento como el que tiene un abogado de la práctica en los tribunales, sólo puede sustentarse en una vasta experiencia, directa o indirecta. Así, un hombre puede ser un teólogo consumado sin haber sentido jamás un movimiento de su espíritu, pero no puede contestar a la simple pregunta que encabeza este artículo si no es a partir de su propia experiencia religiosa.

436. Hay una palabra en el diccionario, solipsismo, cuyo significado es la creencia de quien cree que es la única persona existente. Si alguien adoptara tal creencia, sería difícil persuadirle para que la abandonara. Pero cuando una persona se encuentra a sí misma en sociedad con otros, está tan segura de la existencia de estos como de la suya propia, aunque mantenga una teoría metafísica según la cual todos ellos son hipostáticamente el mismo ego. De esta manera, cuando un hombre tiene esa experiencia de la que parte la religión, tiene una buena razón (dejando a un lado las sutilezas metafísicas) para creer en la personalidad viva de Dios tanto como tiene que creer en la suya propia. En efecto, creencia es una palabra inapropiada para tal percepción directa.

437. Apenas pasamos una sola hora de nuestras vidas lejos de la compañía de los hombres (incluyendo los libros), e incluso los pensamientos de esa hora solitaria se llenan con ideas que han crecido en sociedad. La oración, por otro lado, no ocupa sino un poco de nuestro tiempo; y, por supuesto, si la solemnidad y la ceremonia resultan indispensables para ello, (¿por qué observar maneras hacia el Padre celestial que un padre terrenal rechazaría por mojigatas?), nada más es practicable. En consecuencia, las ideas religiosas nunca llegan a formar la urdimbre y la trama de nuestra constitución mental como lo hacen las ideas sociales. Aquéllas se dudan fácilmente, y están abiertas a varias razones para la duda, que pueden abarcarse todas bajo una sola, a saber, que el fenómeno religioso es esporádico, no incesante.

438. En la religión esto causa una degeneración desde la percepción a la confianza, desde la confianza a la creencia, y la creencia se hace continuamente más y más abstracta. Entonces, una vez que la religión se ha convertido en un asunto público, se plantean disputas para establecer qué lemas han de elaborarse. Este asunto llega a manos de los teólogos: y las ideas de los teólogos difieren bastante de las de la Iglesia universal. Ellos sumergen la religión en disputas lógicas falaces. De esta manera, la tendencia natural es la de un continuo tensar cada vez más los estrechos límites de la doctrina, y una atención cada vez menor a la esencia viva de la religión, hasta que, después de que algún symbolum quodcumque haya declarado que la salvación de cada individuo depende absoluta y casi exclusivamente de sostener una metafísica correcta del Altísimo, la chispa vital de la inspiración finalmente se extingue del todo.

439. Sin embargo, es absurdo decir que la religión es una mera creencia. También se podría llamar creencia a una sociedad, o a la política, o a la civilización. La religión es vida, y puede identificarse con una creencia sólo en el caso de que una creencia sea una creencia viva: algo que ha de vivirse más que decirse o pensarse.

440. La religión cristiana, si tiene algo distintivo -y no ha de aspirar a ser el resultado último necesario de todo camino de progreso religioso-, se distingue de otras religiones por su precepto sobre el Camino de la Vida. Apelo al típico cristiano para que conteste a partir de la abundancia de su espíritu, y sin el dictado de los predicadores, si esto no es así. En el libro recientemente descubierto La enseñanza de los doce Apóstoles1, que data del 100 D. C. aproximadamente, vemos que mucho antes de que se insistiera en el credo de los Apóstoles o de cualquier otro, o se usara de alguna manera, se consideraba que la enseñanza del Señor consistía en la doctrina de los Dos Caminos: el Camino de la Vida y el Camino de la Muerte. Esto es lo que en esa época se consideraba como la fe salvadora, y no un conjunto de proposiciones metafísicas. Esto es lo que Jesucristo enseñó, y creer en Cristo es creer en lo que enseñó.

441. Ahora, ¿qué es el Camino de la Vida? De nuevo apelo a la consciencia del cristiano universal para testificar que es simplemente amor. En la medida en que se ciñe a una regla ética, es: Ama a Dios y ama a tu prójimo; "de estos dos preceptos pende la ley y los profetas". Puede considerarse desde un punto de vista más elevado con San Juan como la fórmula evolucionaria universal. Pero se mire con la luz que se mire, o se desarrolle en la dirección que se desarrolle, la fe cristiana es la creencia en la ley del amor.

442. "Oh", podría decirse, "¡eso no es distintivo de la Cristiandad! Esa misma idea la anticiparon los primeros egipcios, los estoicos, los budistas y Confucio". Así fue; tampoco puede considerarse suficiente para una discriminación entre religiones la nada insignificante diferencia entre el precepto negativo y el positivo. Los cristianos, en efecto, pueden afirmar que la Cristiandad posee ese destino para la verdad divina: a saber, que se anticipó desde tiempos primitivos. Cuanto más elevada sea una religión, más católica.

443. Los desarrollos más elevados del hombre son sociales, y la religión, aunque comienza en una inspiración individual seminal, sólo llega a florecer completamente en una gran iglesia coextensiva con la civilización. Esto es verdadero de todas las religiones, pero de forma supereminente de la religión del amor. Su ideal es que el mundo entero se una en los lazos de un amor común a Dios realizado en el amor de cada hombre hacia su prójimo. Sin una iglesia, la religión del amor sólo puede tener una existencia rudimentaria; y una iglesia estrecha y poco exclusiva es casi peor que ninguna. Se necesita una gran iglesia católica.

444. La iglesia invisible abarca ahora a toda la cristiandad. Todo hombre que haya crecido en el seno de la civilización cristiana cree realmente en alguna forma del principio del amor, sea consciente de hacerlo o no.

445. Permítasenos, de todos modos, extraer del elemento vital en el que estamos todos unidos todo lo bueno que pueda proporcionar: y lo bueno que puede proporcionar es simplemente todo lo que es de alguna manera posible, y algo más rico es fácilmente concebible. Permítasenos intentar, pues, con todas nuestras fuerzas, aunar todo el cuerpo de los que creen en la ley del amor en una amable unidad de consciencia. Desapruébense como inmorales todos los movimientos que exageran las diferencias, o que hacen depender el compañerismo de fórmulas inventadas para excluir a algunos cristianos de la comunión con otros.

446. Un crítico erudito me ha acusado recientemente de que hay en mis ideas metafísicas un engreimiento defectuoso. Esto no es sino una acusación de ejercer justo lo que siempre he afirmado. Absurdo era el epíteto que siempre venía a mi boca para aquellas personas que confiaban mucho en las opiniones que otras mentes, tan buenas como las suyas, negaban. ¿Puedes inducir al mundo filosófico a que se ponga de acuerdo en un credo asignable, o en condenar alguna parte específica en los credos corrientes de la Cristiandad? Creo que no, aunque sin duda puedas juntar un pequeño rebaño secuaz, muy dispuesto a seguir a su pastor en cada capricho, si es que eso te satisface. Por mi parte, pensaría que es más amable remendar ese orden tal como podría ser con el gran mundo religioso. Esto resulta fácil para un individuo cuyo estudio imparcial de la lógica científica le ha llevado a conclusiones que no están en desacuerdo con los dogmas tradicionales. Desafortunadamente, tal caso es excepcional, y la culpa recae sobre ti que insistes en tensar las líneas de las iglesias de manera tal que las pones contra el gran conjunto de los hombres educados y pensadores, aunque la religión de muchos de ellos (estás obligado a reconocerlo) sea pura e impoluta. Seguramente otra generación será testigo de una profunda reforma a este respecto. No estará permitido hacer de esas iglesias un hazmerreír permanente para las épocas venideras. Hay muchas cosas esenciales para la religión sobre las que sin embargo debería insistirse: la ley del amor no es la ley de una insistencia rabiosa e intimidatoria. Por lo tanto, me parece evidente, lo confieso, que los milagros son elementos intrínsecos de una religión genuina. Pero mucho más importante que recalcar esto es incluir en nuestra comunidad de amor a casi todo el conjunto de hombres que unen pensamiento claro e integridad intelectual. ¿Y quién sois vosotros, de todos modos, que sois tan celosos para mantener las iglesias pequeñas y exclusivas? ¿Contáis entre los vuestros a los grandes estudiosos y a los grandes santos? ¿No sois vosotros, por otra parte, incitados por los notorios embaucadores —partidarios de Mammon o de Ward McAllister— quienes consideráis la actitud de una cariátide de iglesia como una cosa refinada? Vuestro electorado, además, está lleno de muchos que, en cuanto estén un poco mejor informados y educados, se alejarán de vosotros; y en estos días esa educación llegará rápidamente.

447. A aquellos que ahora son excluidos de las iglesias, y que, en la apasionada intensidad de su deseo religioso, están hablando de fundar una iglesia para los hombres formados científicamente, un hombre como yo debe decirles, esperad, si podéis, no tardará sino unos pocos años, pero si no podéis esperar, ¡por qué entonces velocidad divina! únicamente, cuando sea vuestro turno, no tracéis líneas que excluyan algo como creer un poco menos, —o, todavía peor, que excluyan algo como creer un poco más— que vosotros mismos. Sin duda, mucha superstición acompaña a las iglesias históricas; pero la superstición es la suciedad sobre el venerable pavimento del edificio sagrado, y aquel que limpie el pavimento debería estar ansioso por arrodillarse para su trabajo dentro de la iglesia.

448. Una organización religiosa es un asunto algo inútil a menos que se le haga prestar juramento como un regimiento de ese gran ejército que toma la vida en sus manos, con todos sus encantos, en feroz lucha por acabar con el principio de la auto-búsqueda, y por hacer triunfar el principio del amor. Tiene algo más serio en lo que pensar que en la fraseología de los artículos de la guerra. Cierra filas entonces; sigue a tu coronel. ¡Mantén tu único propósito firmemente a la vista, y podrás prometerte a ti mismo la consecución de tu único deseo, que es acelerar las ruedas del carro del amor redentor!


Traducción de Mónica Aguerri (2004)



Notas

1. Roswell D. Hitchcock y Francis Brown (eds.), Nueva York, Scribners, 1884. [Nota de CP]


Fin de "¿Qué es la fe cristiana?" (1897). Traducción castellana de Mónica Aguerri. Fuente textual en CP 6. 435-448

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Fecha del documento: 18 de octubre 2004
Ultima actualización: 30 de enero 2011

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