FALIBILISMO, CONTINUIDAD Y EVOLUCION


Charles S. Peirce (c. 1897)

Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia Romero (1997)*





141. Todo razonar positivo es de la naturaleza siguiente: juzgar qué proporción hay de algo en una colección completa a partir de la proporción encontrada en una muestra. De acuerdo con esto, hay tres cosas que no podemos esperar encontrar nunca al razonar; a saber, certeza absoluta, exactitud absoluta, universalidad absoluta. No podemos estar del todo ciertos de que nuestras conclusiones sean ni siquiera aproximadamente verdaderas, pues la muestra pudiera ser dispareja con la parte no tornada como muestra de la colección total. No podemos pretender ni siquiera ser probablemente exactos, porque la muestra consiste en un número finito de instancias y sólo admite valores especiales de la proporción buscada. Por último, aun si pudiéramos asegurar con absoluta certeza y exactitud que la ratio de hombre pecador con respecto a todos los hombres fuera de 1 a 1, todavía entre las infinitas generaciones de hombres habría espacio para un número finito de hombres sin pecado sin violar la proporción. El caso es el mismo en un becerro de siete patas.

142. Ahora bien, si la exactitud, la certeza y la universalidad no se pueden conseguir por el razonamiento, sin duda no hay otros medios por los cuales puedan ser alcanzadas.

143. Alguien sugeriría: revelación. Hay científicos y gente influida por los científicos que ríen ante la palabra revelación, y ciertamente la ciencia nos ha enseñado a mirar a los Testamentos bajo tal luz que toda la doctrina teológica de las "evidencias" parece muy débil.

Sin embargo, no pienso que sea filosófico rechazar la posibilidad de la revelación. No obstante, garantizando eso, declaro, en cuanto lógico, que las verdades reveladas -esto es, las verdades que no tienen a su favor nada más que la revelación hecha a unos pocos individuos- constituyen con mucho la clase más incierta de verdades que hay.

No se trata aquí para nada de universalidad, pues la revelación es esporádica y milagrosa. No es cuestión de exactitud matemática, ya que la revelación no tiene pretensiones de ese tipo. Pero pretende ser cierta, y contra esto hay tres objeciones concluyentes. Primera, nunca podremos estar absolutamente seguros de que un dictamen dado haya sido en verdad inspirado, pues esto sólo puede ser establecido por razonamiento. Ni siquiera podemos probarlo con un grado alto de probabilidad. Segunda, aun cuando sea inspirada, no podemos estar seguros o casi seguros de que ese aserto sea verdadero. Sabemos que uno de los mandamientos fue impreso en una de las Biblias sin un no en él.1

Todo asunto inspirado ha estado sujeto a las distorsiones o matizaciones humanas.

Además, no podemos penetrar los consejos del Altísimo, o formular algo como principio que debe gobernar nuestra conducta. No conocemos sus propósitos inescrutables, no podemos comprender sus planes.

No podemos decir que no pueda creer conveniente inspirar a sus siervos con errores. En tercer lugar, una verdad que reposa sobre la autoridad de la inspiración solamente es algo de naturaleza incomprensible, y nunca estaremos seguros de que la comprendemos correctamente. Por cuanto no hay camino para evadir esas dificultades, afirmo que la revelación, lejos de aportarnos alguna certeza, proporciona resultados menos ciertos que otras fuentes de información. Esto sería así aun si la revelación fuera mucho más simple de lo que es.

144. Pero, diría alguno, usted olvida las leyes que conocemos como a priori; los axiomas de la geometría, los principios de la lógica, las máximas de la causalidad y cosas parecidas. Las tales son absolutamente ciertas, sin excepción y exactas. A eso replico: me parece que existe la prueba histórica más positiva de que las verdades innatas son en particular inciertas y mezcladas con el error, y además a fortiori no sin excepción. Esta prueba histórica no es, por supuesto, infalible, pero es muy fuerte. Además, yo pregunto ¿cómo sabe usted que la verdad a priori es cierta, sin excepción y exacta? No puede usted saberlo por razonamiento. Pues eso estaría sometido a la incertidumbre y la inexactitud. Entonces, debe añadir a esto que usted lo conoce a priori; es decir: toma un juicio a priori para su propia evaluación, sin crítica o credenciales. Esto es poner obstáculos a la puerta de la investigación.

145. ¡Ah!, nos dirían, olvida usted la experiencia directa. La experiencia directa no es ni cierta ni incierta, porque no afirma nada.

Simplemente es.

Hay ilusiones, alucinaciones, sueños. Pero no hay error en que tales cosas realmente aparecen, y la experiencia directa quiere significar sólo apariencia. No envuelve error, porque no da testimonio de nada más que su propia aparición. Por la misma razón, no proporciona certeza. No es exacta, porque deja muchas cosas en la vaguedad, aunque tampoco es inexacta, es decir: no tiene falsa exactitud.

146. Todo esto es verdad de la experiencia directa en su primera presentación. Pero cuando acontece que es criticada, es también pasado, y es representada por la memoria. Ahora bien, son proverbiales las decepciones e inexactitudes de la memoria.

147. (...) En general, pues, no podemos alcanzar por ningún camino ni certeza ni exactitud. Nunca podemos estar absolutamente seguros de nada, ni podemos averiguar con alguna probabilidad el valor exacto de cualquier medida de la ratio general.

Esta es mi conclusión después de muchos años de estudio de la lógica de la ciencia, y es la conclusión a la cual otros, de muy diferente mentalidad, han llegado también.

Creo poder decir, que no hay una opinión sostenible referente al conocimiento humano que no conduzca legítimamente a este corolario.

Ciertamente, no hay nada nuevo en él, y muchas de las grandes mentes de todos los tiempos lo han considerado verdadero.

148. En realidad, la mayoría lo admitirá hasta que comience a ver qué es lo que se implica en admitirlo -y entonces la mayoría retrocederá. No será admitido por personas totalmente incapaces de reflexión filosófica. No será admitido por mentes excelentes desarrolladas exclusivamente en dirección de la acción y acostumbradas a reclamar infalibilidad practica en materia de negocios. Esos hombres admitirán la falibilidad incurable de todas las opiniones de bastante buena gana, sólo harán excepción siempre de las suyas propias. Así pues, la doctrina del falibilismo será negada por aquellos que temen sus consecuencias para la ciencia, la religión, la moralidad. Pero dice a esos señores sumamente conservadores, a pesar de todo lo competentes que sean para dirigir los negocios de una iglesia u otra corporación, que harían muy bien en no intentar manejar la ciencia de este modo. El conservadurismo -en el sentido de tener miedo de las consecuencias- está fuera de lugar en la ciencia -la cual, por el contrario, ha sido siempre llevada hacia adelante por radicales y el radicalismo en el sentido de la vehemencia en el llevar las consecuencias hasta sus extremos. No el radicalismo, sin embargo, que está absolutamente seguro, sino el radicalismo que realiza experimentos. En verdad, entre los hombres animados por el espíritu de la ciencia es donde la doctrina del falibilismo encontrará sus seguidores.

149. No obstante, aun un hombre como ése puede muy bien preguntar si estoy proponiendo decir que no es completamente cierto que dos y dos son cuatro -y ¡que eso incluso tal vez no es eternamente exacto! Pero sería sin duda entender mal la doctrina del falibilismo suponer que quiero decir que dos veces dos quizá no es exactamente cuatro. Como acabo de hacer notar, no es mi propósito dudar que la gente puede por lo regular contar con exactitud. Ni dice el falibilismo que los hombres no puedan alcanzar un conocimiento seguro de las creaciones de sus propias mentes. Tampoco afirma ni niega eso. Solamente dice que la gente no puede alcanzar certeza absoluta en cuestiones de facto. Los números son meramente un sistema de nombres ideados por el hombre para el propósito de contar. Es cuestión de hechos reales decir que en determinada habitación hay dos personas. Es cuestión de facto decir que cada persona tiene dos ojos. Es cuestión de hecho afirmar que hay cuatro ojos en la habitación. Pero decir que si hay dos personas y cada persona tiene dos ojos habrá cuatro ojos no es una afirmación de hecho, sino una acerca del sistema de números que es nuestra propia creación.

150. Más aún, si apuramos más las cosas, permítanme preguntar si cada uno de los individuos aquí presentes piensa que no hay lugar para una posible duda acerca de que dos y dos son cuatro.

¿Qué piensa usted? Usted ha oído hablar del hipnotismo. Usted sabe qué común es. Usted sabe que un hombre de cada veinte es capaz de ser colocado en una condición en la que sostendrá los más ridículos disparates sobre verdades incuestionables. ¿Cómo sabe cada uno de los que aquí están que yo no soy un hipnotizador y que cuando escape a mi influencia podrá ver que dos y dos son cuatro es meramente una idea distorsionada, que de hecho cada uno sabe que no es así?

Supongamos que el individuo al que me dirijo tiene una magnífica salud. Le pregunto: a la vista de esta posibilidad o con la posibilidad de que usted estuviera poseído por una locura temporal, ¿arriesgaría su fortuna entera este minuto contra ciento por la verdad de que dos y dos son cuatro? Ciertamente usted no tendría obligación de actuar así, pues no haría usted muchos millones de tales apuestas antes de haber perdido. Porque, según mis estimaciones de probabilidades, no hay una sola verdad de la ciencia sobre la que podamos apostar más que alrededor de un millón de millones contra uno, y esta verdad será general y no un hecho especial. La gente dice: "Tal cosa es tan cierta como que el sol saldrá mañana". Amo esa frase por su gran moderación, pues está infinitamente lejos de lo cierto que el sol saldrá mañana.

151. Volviendo a nuestros amigos los conservadores, esos señores y señoras me dirían que la doctrina del falibilismo nunca puede ser admitida, porque sus consecuencias socavarían la religión. Lo único que puedo decir es que lo siento mucho. La doctrina es verdadera -sin reclamar absoluta certeza para ella, es sustancialmente inasaltable. Y si sus consecuencias son antagónicas a la religión, peor para la religión. Al mismo tiempo, no creo que sean tan antagónicos. Los dogmas de una iglesia pueden ser infalibles -infalibles en el sentido en el cual es una verdad infalible que es malo matar y robar - práctica y sustancialmente. Pero no veo qué uso pueda hacer una iglesia de la infalibilidad matemática, Messieurs et mesdames les conservateurs se adelantan a determinar qué debe decir la Iglesia sobre las novedades de la ciencia y no creo que hayan manejado el asunto con un éxito muy favorable, hasta ahora. Han comenzado por retroceder con horror ante las pretendidas herejías sobre la redondez de la tierra, su rotación, su geología, sobre la historia de Egipto y así lo demás, y han terminado por declarar, que la Iglesia nunca exhaló una sola palabra contra cualquiera de las verdades de la ciencia. Quizás eso sería propio de la falibilidad. Por ahora ese conocimiento de las cosas divinas insiste, que la infalibilidad es la prerrogativa de la Iglesia, pero tal vez pronto tengamos que decir que su infalibilidad ha sido siempre tomada en sentido eclesiástico. Y eso sería verdad también. No me maravillaría si las iglesias se mostraran muy ágiles en reformar sus enseñanzas durante los próximos treinta años. Aun una que principalmente cosecha entre los muy ignorantes y los muy ricos puede sentir sangre joven en sus venas.

152. Pero sin duda muchos de ustedes dirán, como mucha gente inteligente ha dicho ya: "¡Oh! Concedemos a su falibilismo la extensión sobre la que usted insiste. No es nada nuevo. Hace un siglo Franklin dijo que no hay nada cierto. Concederemos que sería una locura apostar diez años de gasto del gobierno de Estados Unidos contra un centavo en relación a cualquier hecho. Pero hablando en la práctica, muchas cosas son sustancialmente ciertas. Después de todo, ¿cuál es la importancia de su falibilismo?".

Llegamos ya a esa cuestión: ¿cuál es su importancia? Veamos.

153. ¿Cómo una cosa tan pequeña puede tener importancia, pregunta usted? Respondo: después de todo, hay una diferencia entre algo y nada. Si una teoría metafísica se ha puesto de moda, la cual descansa en la presunción de que debe alcanzarse absoluta certeza y absoluta exactitud, y si esta metafísica nos deja desprovistos de casilleros en los cuales archivar hechos importantes, de tal manera que tengan que ser arrojados al fuego -o para resumir nuestra imagen anterior: si esa teoría metafísica bloquea seriamente la vía o camino de la investigación-, entonces es comprensible que la pequeña diferencia entre un grado de evidencia extremadamente alto y la absoluta certeza sea, después de todo, de gran importancia, como remover una mota de nuestros ojos.

154. Miremos pues a dos o tres de los mayores resultados de la ciencia y veamos si aparecen de forma distinta desde el punto de vista falibilista, a como lo harían desde un punto de vista infalibilista. Pueden mencionarse a este propósito tres concepciones de la ciencia dominantes. Me refiero a las ideas de fuerza, continuidad y evolución.

155. La cuarta ley del movimiento fue desarrollada hace unos cuarenta años por Helmholtz y otros. Es llamada ley la conservación de la energía, pero en mi opinión es un nombre engañoso, implicando un aspecto peculiar de la ley, bajo el cual el hecho real que está en su base no es puesto de manifiesto claramente. En consecuencia, no es adecuado para una presentación abstracta y general, aunque es un punto de vista muy útil para muchas aplicaciones prácticas. Pero la ley, promulgada de manera general, es que los cambios en las velocidades de las partículas dependen exclusivamente de sus posiciones relativas.

No es necesario examinar ahora aquí estas leyes con precisión técnica. Es suficiente hacer notar que no dejan a las pobres partículas pequeñas ninguna opción en absoluto. Bajo circunstancias dadas su movimiento es precisamente proyectado para él.

A partir de la naturaleza de las cosas, no podemos tener evidencia ninguna tendente a mostrar que esas leyes sean absolutamente exactas. Pero en algunos casos concretos, podemos ver que la aproximación a 1a exactitud es casi maravillosa. Estas leyes han tenido un efecto verdaderamente maravilloso sobre las ciencias físicas, porque han mostrado el altísimo grado de exactitud con el cual la naturaleza actúa -al menos en configuraciones simples. Pero, como dije antes, la lógica del caso no nos proporciona ni una scintilla (chispa) de razón para pensar que su exactitud sea perfecta.

156. El ilustre Fénix (G. H. Derby), ustedes lo recordarán, escribió una serie de lecturas sobre astronomía para ser entregada al Lowell Institute de Boston. Pero debido a la circunstancia inesperada de no haber sido invitado a dar algunas lecturas en la institución, fueron publicadas finalmente en el San Diego Herald. En esas lecturas, tratando del Sol, menciona cómo una vez se mantuvo quieto a la orden de Josué. Pero, dice él, no podría ayudar pensando que se habría meneado rápidamente un poquitín cuando Josué no le miraba directamente.

La cuestión es si las partículas no podrán desviarse espontáneamente un poco -menos de lo que podamos percibir- de los requerimientos exactos de las leyes de la mecánica. Tal vez no tengamos derecho a negarlo. Para hacerlo tendríamos que exigir la exactitud absoluta del conocimiento. Por otro lado, nunca tendremos razón para suponer, que cualquier fenómeno observado es simplemente una irregularidad espontánea esporádica. Pues la única justificación que tenemos, para suponer algo que no vemos, es que ello explicaría cómo un hecho observado podría inferirse del curso ordinario de las cosas. Ahora bien, suponer que una cosa es esporádica, espontánea e irregular es suponer que se aparta del curso ordinario de las cosas. Esto es bloquear el camino de la investigación, es suponer una cosa inexplicable, siendo así que una suposición sólo se justifica si aporta una explicación.

157. Pero podemos encontrar una clase general de fenómenos que forman parte del curso general de las cosas, que son explicables no por una irregularidad, sino como efecto resultante de toda una clase de irregularidades.

Los físicos a menudo recurren a este tipo de explicación para dar cuenta de fenómenos que parecen violar la ley de la conservación de la energía. Las propiedades generales de los gases son explicadas suponiendo que las moléculas se están moviendo en cualquier dirección de los modos más diversos posibles. Aquí, es verdad, se supone que hay tanta irregularidad como las leyes de la mecánica permiten -pero en este caso, el principio es explicar un fenómeno general, regularidades estadísticas, que existen entre irregularidades.

158. Como ahí no hay nada que mostrar más que una cierta cantidad de absoluta espontaneidad en la naturaleza, a pesar de todas las leyes, nuestros clasificadores metafísicos no han de ser tan limitados que excluyan esta hipótesis, con tal que aparezcan algunos fenómenos generales que puedan ser explicados por tal espontaneidad.

159. Ahora bien, en mi opinión hay varios de ellos. De los cuales, en este momento, no tomaré más que uno.

Es el más entrometido carácter de la naturaleza. Es tan obvio, que usted difícilmente notará al principio lo que quiero decir. Es cómo ciertos hechos se nos escapan por ser tan penetrantes y omnipresentes, justamente como los antiguos imaginaban que la música de las esferas no podía oírse, porque era escuchada durante todo el tiempo. Pero, ¿no habrá alguien que amablemente diga al resto de la cuál es el carácter más marcado y entrometido de la naturaleza? Por supuesto, me refiero a la variedad de la naturaleza.

160. Ahora bien, yo no sé que sea exacto, desde el punto de vista lógico, decir que esta maravillosa e infinita diversidad y multiplicidad de las cosas sea un signo de espontaneidad. Yo soy un analista con un largo entrenamiento, como ustedes saben, y decir que eso es una manifestación de espontaneidad me parece un análisis equivocado. Yo más bien diría que es espontaneidad. No sé qué pueden ustedes deducir del significado de espontaneidad, si no es: novedad, frescura y diversidad.

161. ¿Puedo plantearles a ustedes una pequeña cuestión? ¿Puede la operación de una ley crear diversidad allí donde antes no la había? Obviamente no; en determinadas circunstancias, la ley mecánica prescribe un resultado determinado.

Podría probar esto fácilmente con los principios de la mecánica analítica. Pero no es necesario. Pueden ustedes ver por sí mismos que la ley prescribe los mismos resultados, en las mismas circunstancias. Eso es lo que implica la palabra ley. Así pues, toda esa exuberante diversidad de la naturaleza no puede ser el resultado de la ley. Ahora bien, ¿qué es espontaneidad? Es el carácter de no ser el resultado de una ley (aplicada) a algún antecedente.

162. Así pues, el Universo no es el resultado meramente mecánico de la operación de una ley ciega. El más obvio de todos sus caracteres no puede ser explicado de ese modo. Son los innumerables hechos de los que nos muestran esto, pero lo que abrió nuestros ojos esos hechos es el principio del falibilismo.

Para los que les falta apreciar la importancia del falibilismo: vemos esas leyes de la mecánica, vemos cuán extremadamente cerca han sido verificadas en algunos casos. Suponemos que lo que no hemos examinados es como lo que hemos examinado, y que esas leyes son absolutas y todo el universo es una máquina ilimitada que trabaja bajo las leyes ciegas de la mecánica. ¡Es esta una filosofía que no deja espacio para Dios! ¡No, ciertamente! Pues deja precisamente la conciencia humana, cuya existencia no se puede negar, como un flâneur (el que vagabundea por las calles) perfectamente ocioso y carente de función, sin ninguna influencia posible sobre nada -ni siquiera sobre él mismo. Ahora bien, ¿me dirán ustedes que este falibilismo no vale nada?

163. Pero para ver si realmente todo esto está en la doctrina del falibilismo, es necesario introducir la idea de continuidad o no-interrupción.

Esta es la idea conductora del cálculo diferencial y de todas las ramas útiles de las matemáticas, desempeña un gran papel o rol en todo pensamiento científico, y cuanto mayor es, tanto más científico es ese pensamiento y es la llave maestra que nos abre los arcanos de la filosofía.

164. Todos tenemos alguna idea de la continuidad. La continuidad es fluidez, el fusionarse de una parte dentro de otra. Pero lograr una concepción distinta y adecuada de ella es una tarea difícil, que, con todas las ayudas posibles, tiene que requerir días de pensamiento estricto aun para el entendimiento más agudo y entrenado en la lógica. Si llegara a conseguir darle a usted una concepción lógica de ella, sólo conseguirla producirle vértigos inútilmente. Sin embargo, puedo decir esto. Trazo una línea. Los puntos de esa línea forman una serie continua. Si tomo dos puntos de esa línea, que están totalmente juntos, se pueden colocar otros puntos entre ellos. Si no se pudiera hacer, la serie de puntos no sería continua. Puede ser así, incluso aunque la serie de puntos no fuera continua...

165. Fácilmente verá usted que la idea de continuidad implica la de infinito. Ahora bien, los nominalistas nos dicen que no podemos razonar acerca del infinito, o que no podemos razonar sobre él matemáticamente. Nada puede ser más falso. Los nominalistas no pueden razonar acerca del infinito, porque no pueden razonar lógicamente acerca de nada. Su razonar consiste en la realización de ciertos procesos, que les parece que trabajan bien -sin tener ninguna visión interna (insight) de las condiciones de su trabajar bien. Eso no es razonar de manera lógica. Naturalmente falla cuando se implica el infinito, porque razonan acerca del infinito, como si fuera finito. Pero para un razonador lógico, razonar acerca del infinito es decididamente más simple que razonar acerca de la cantidad finita.

166. Aquí hay una propiedad de una extensión continua que debo mencionar, aunque no puedo osar a perturbarles a ustedes con su demostración. Es que en una extensión continua, digamos una línea continua, hay líneas continuas infinitamente cortas. De hecho, toda la línea está hecha de tales partes infinitesimales. La propiedad de esos espacios infinitamente pequeños es -lamento el carácter abstruso de lo que voy a decir, pero no puedo evitarlo- la propiedad que distingue esas distancias infinitesimales, es que un cierto modo de razonar, que opina bien de todas las cantidades finitas y de algunas no finitas, no puede opinar bien de ellas. En concreto, señalemos un punto sobre la línea A. Supongamos que ese punto tiene alguna característica, por ejemplo, que es azul. Supongamos que hemos establecido la regla de que cada punto dentro de una pulgada con respecto a un punto azul debe ser pintado de azul. Obviamente, la consecuencia va a ser que toda la línea será azul. Pero este modo de razonar no trabaja bien con distancias infinitesimales. Después que el punto A haya sido pintado de azul, la regla de que todo punto infinitesimalmente cerca de un punto azul debe ser pintado de azul, no daría necesariamente como resultado toda la línea de azul. La continuidad implica la infinitud en sentido estricto, y la infinitud, aun en un sentido menos estricto, está más allá de la posibilidad de una experiencia directa.

167. Entonces, ¿podemos estar seguros de que alguna cosa en el mundo real es continua? Por supuesto no estoy pidiendo una certeza absoluta, pero, ¿podemos decir que ocurre eso con un grado ordinario de certeza? Se trata de una cuestión vitalmente importante. Pienso que tenemos una evidencia positiva directa de la continuidad y nada más que una. Es ésta. Tenemos conocimiento inmediato solamente de nuestros sentimientos presentes -no del futuro, no del pasado. El pasado nos es conocido por la memoria presente, el futuro por la sugestión presente. Pero antes de que podamos interpretar la memoria o la sugestión, ya han pasado, antes de que podamos interpretar el sentimiento presente que era memoria, o el sentimiento presente que se refiere a la sugestión, dado que esa interpretación toma tiempo, el sentimiento ha cesado de ser presente y ahora es pasado. Así que no podemos alcanzar una conclusión del presente, sino sólo el pasado.

168. ¿Cómo conoceremos en general que el pasado ha existido o que el futuro existirá? ¿Cómo sabemos que hubo algo o habrá algo fuera del instante presente? O más bien, alto ahí. No debo decir nosotros. ¿Cómo conozco yo que algo además de mí ha existido o que yo mismo existo, fuera del un único instante, el presente, y que todo este asunto no es una ilusión de arriba abajo? Respuesta: no lo sé. Pero estoy ejercitando la hipótesis de que es real, la cual parece trabajar excelentemente hasta estos momentos. Ahora bien, si esto es real, el pasado es realmente conocido en el presente. ¿Cómo puede ser conocido? No por inferencia, porque como acabamos de ver no podemos sacar inferencias del presente, dado que sería pasado antes de que la inferencia se realizara.

169. Así pues, debemos tener una conciencia, conciencia del pasado. Pero si tenemos una conciencia inmediata de un estado de conciencia pasado en una unidad de tiempo y si el estado del pasado involucra una conciencia inmediata de un estado ya pasado en una unidad, tenemos una conciencia inmediata de un estado pasado en dos unidades, y como esto es igualmente verdadero de todos los estados, tendremos una conciencia inmediata de un estado pasado en cuatro unidades, en ocho, en dieciséis, etcétera, en resumen: hemos de tener una conciencia inmediata de cada estado de la mente que ha pasado con un número finito de unidades de tiempo. Pero ciertamente no tenemos una conciencia inmediata de nuestro estado de mente de hace un año. De este modo, un año es más que cualquier número finito de unidades de tiempo en este sistema de medida, o, en otras palabras, hay una medida de tiempo infinitamente menor que un año. Ahora bien, esto sólo es posible si la serie es continua. Aquí pues, me parece, tenemos una razón positiva y tremendamente fuerte para creer que el tiempo es continuo.

170. Hay que encontrar una razón igualmente conclusiva y directa para pensar que el espacio y los grados de cualidad y otras cosas son continuas, al igual que creemos que el tiempo lo es. Con todo, una vez admitida la realidad de la continuidad, hay razones, razones diversas, algunas positivas, otras solamente formales, para admitir la continuidad de todas las cosas. Me estoy haciendo pesado y no quiero molestarlos con toda una presentación completa de esas razones, sino que sólo quiero indicar la naturaleza de unas pocas. Entre las razones formales hay algunas como esta: es más fácil para la razón la continuidad que la discontinuidad, de tal manera que es una suposición conveniente. Así pues, en caso de ignorancia, es mejor adoptar la hipótesis que deja abierto el mayor campo de posibilidades, pues bien: un continuum es solamente una serie discontinua con posibilidades adicionales. Entre las razones positivas, tenemos esa analogía aparente entre tiempo y espacio, entre tiempo y grado, etcétera. Hay otras varias razones positivas, pero la consideración de más peso me parece ser esta: ¿cómo puede actuar una mente sobre otra mente? ¿Cómo una partícula de materia puede actuar sobre otra a distancia de ella?

Los nominalistas nos dirán que se trata de un hecho terminal -no puede ser explicado. Ahora bien, si dijeran eso en un sentido meramente práctico, si sólo quisieran decir que conocemos que una cosa actúa en otra, pero que no podemos decir muy bien cómo tiene lugar esto, hasta la fecha, yo no tendría nada que decir, excepto aplaudir la moderación y buena lógica de semejante declaración. Pero no es eso lo que se quiere decir sino que nos encontramos con eso, chocamos contra acciones absolutamente ininteligibles e inexplicables, donde deben detenerse las investigaciones humanas. Ahora bien, eso es una simple teoría, y nada puede justificar una teoría sino la explicación que da de hechos observados. Pobre fruto de una teoría es el que, en lugar de realizar aquello que es la única legitimación de una teoría, simplemente supone que los hechos son inexplicables.

Una de las peculiaridades del nominalismo consiste en suponer continuamente que hay cosas absolutamente inexplicables. Eso bloquea el camino de la investigación. Pero si adoptamos la teoría de la continuidad, escaparemos a esa situación lógica. Podremos entonces decir que una porción de la mente actúa sobre otra, porque está en alguna medida inmediatamente presente a la otra, exactamente igual a como suponemos que el pasado infinitesimal está presente en alguna medida. Y de manera parecida podemos suponer que una porción de la materia actúa sobre otra, porque en alguna medida está en el mismo lugar.

171. Si yo intentara describirles a ustedes en su total plenitud toda la belleza científica y la verdad que encuentro en el principio de continuidad, podría decir con el lenguaje simple de Matilde la Comprometida: "La tumba se cerraría sobre mí, antes de que el tópico fuera terminado" -pero no antes de que mis oyentes quedaran exhaustos. Por eso me detendré aquí. Solamente, al hacerlo permítanme llamar su atención sobre la afinidad natural que hay entre este principio y la doctrina del falibilismo. El principio de continuidad es la idea del falibilismo objetivado. Pues falibilismo es la doctrina de que nuestro conocimiento nunca es absoluto, sino que siempre oscila corno si estuviera en un continuum de incertidumbre e indeterminación. Ahora bien, la doctrina de la continuidad es que todas las cosas nadan, flotan, oscilan (swim) en continuos.

172. La doctrina de la continuidad descansa sobre hechos observados, como hemos visto. Pero lo que abre nuestros ojos al significado de esos hechos es el falibilismo. El científico ordinario infalibilista -de cuya secta es un ejemplo muy bueno Buchner con su Kraft und Stoff (Fuerza y materia)- no puede aceptar el sinequismo, o doctrina de que todo lo que existe es continuo porque está entregado a la discontinuidad con respecto a todas esas cosas que él imagina que ha investigado con exactitud, y especialmente con respecto a esa parte de su conocimiento que él imagina que ha averiguado que es cierto. Pues donde hay continuidad, obviamente es imposible la averiguación exacta de cantidades reales. Ningún hombre sano puede soñar que la razón de la circunferencia al diámetro pueda ser averiguada exactamente por medida.

Por lo que toca a las cantidades que todavía no ha averiguado exactamente, el estilo Buchner es naturalmente llevado a separarlas en dos clases distintas: las que podrán ser descubiertas en el futuro (y entonces como ahora la continuidad quedará excluida) y las que son absolutamente no descubribles -y éstas en su total y eterna separación de la otra clase presentan una nueva fractura de la continuidad. Así, el infalibilismo científico coloca un velo ante los ojos, el cual impide que sean discernidas las evidencias de la continuidad.

Pero tan pronto como uno ha quedado impresionado con el hecho de que nunca puede ser conocida una exactitud absoluta, naturalmente se pregunta si existen algunos hechos que muestren que tal exactitud inflexiblemente discreta en verdad exista. Esta sugestión alza el borde de ese velo y comienza a ver la clara luz del día luciendo delante de él.

173. Pero el falibilismo no puede ser apreciado tal y como ha sido considerado su verdadero significado bajo la evolución. Esto es aquello sobre lo que más ha pensado el mundo en los últimos cuarenta años, aunque la idea general es bastante antigua. La filosofía de Aristóteles, que dominó el mundo durante tantos siglos y todavía tiraniza en gran medida los pensamientos de carniceros y panaderos que nunca han oído hablar de él, no es más que un evolucionismo metafísico.

174. La evolución no significa otra cosa que crecimiento en el más amplio sentido de la palabra. La reproducción, por supuesto, es simplemente uno de los incidentes del crecimiento. ¿Y qué es crecimiento? No simplemente incremento. Spencer dice que es el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo -o si preferimos inglés spenceriano, diversificación. Ciertamente es un factor importante del crecimiento. Spencer dice, además, que es el paso de lo desorganizado a lo organizado, pero esa parte de la definición es tan oscura que la dejaré aun lado de momento. Pero ¡pensemos qué idea tan sorprendente es esta de la diversificación! ¿Existe en la naturaleza algo así como incremento de la variedad? ¿Eran las cosas más simples, era menor la variedad en la nebulosa original, de la que se supone que surgió el sistema solar, que ahora, cuando el mar y la tierra hormiguean con formas animales y vegetales con sus anatomías complicadas y economías todavía más admirables? ¿Parecería como si hubiera habido un incremento en la variedad, no es así? Y sin embargo, la ley mecánica, la cual nos dice el científico infalibilista que es la única agente de la naturaleza, la ley mecánica nunca puede producir diversificación. Es una verdad matemática- una proposición de mecánica analítica, y cualquiera puede ver, sin ningún aparato algebraico, que la ley mecánica, con los mismos antecedentes, sólo puede producir los mismos consecuentes. Tal es la verdadera idea de ley. Así pues, si los hechos observados apuntan a crecimiento real, apuntan hacia otro agente, a la espontaneidad, para la cual no tiene un lugar clasificatorio el infalibilismo. ¿Y qué se quiere decir con ese paso de lo menos organizado a lo más organizado? ¿Querrá decir un paso de lo menos amarrado a lo más amarrado, de lo menos conectado a lo más conectado, de lo menos regular a lo más regular? ¿Cómo puede crecer la regularidad del mundo, si siempre ha sido perfecto todo el tiempo?

175. (...) Una vez que hayan ustedes abrazado el principio de la continuidad, ningún tipo de explicación les satisfará acerca de las cosas, excepto que ellas crecen. El infalibilista piensa naturalmente que cada cosa ha sido sustancialmente como ahora es. Las leyes, sea como fuere, siendo absolutas, no pueden crecer. O fueron siempre, o surgieron de modo instantáneo al ser por un fiat repentino, como la formación de una compañía de soldados. Esto haría a las leyes de la naturaleza absolutamente ciegas e inexplicables. No se podría preguntar su por qué y su motivo. Esto bloquearía absolutamente el camino de la investigación. El falibilista no quiere eso. El se pregunta: ¿acaso esas fuerzas de la naturaleza no pueden ser de algún modo dóciles a la razón? ¿Acaso no pueden tener un crecimiento natural? Después de todo, no hay ninguna razón para pensar que son absolutas. Si todas las cosas son un continuo, el universo debe estar siguiendo un continuo crecimiento de la no-existencia a la existencia. No hay dificultad en entender la existencia como asunto de grado. La realidad de las cosas consiste en su persistente impulsarse (forcing) a sí mismas bajo nuestro reconocimiento. Si una cosa no tiene tal persistencia, es un mero sueño. Así pues, la realidad es persistencia, es regularidad. En el caos original, donde no había regularidad, no había existencia. Todo era un sueño confuso. Podemos suponer eso en el pasado infinitamente distante. Pero a medida que las cosas fueron siendo más regulares, más persistentes, fueron menos sueño y más realidad. En último término, el falibilismo proporciona un lugar donde clasificar los hechos concernientes a esta teoría.


Traducción de Fernando C. Vevia Romero (1997)



Notas

* (N. del E.) Reproducido con el permiso de Fernando C. Vevia Romero. Esta traducción se publicó originalmente en: Escritos filosóficos. Charles Sanders Peirce. Fernando Carlos Vevia Romero (Trad.), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 85-99. La fuente original está en CP 1.141-175.

1. La "Biblia Wicked" de 1631 omitió el "no" al frente del séptimo mandamiento.




Fin de Falibilismo, continuidad y evolución, C. S. Peirce (c. 1897). Traducción castellana y notas de Fernando C. Vevia Romero. En: Escritos filosóficos. Charles Sanders Peirce. Fernando Carlos Vevia Romero (Trad.), El Colegio de Michoacán, México 1997, pp. 85-99. La fuente original está en CP 1.141-175.

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Fecha del documento: 21 de febrero 2001
Ultima actualización: 30 de enero 2011

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