DESCRIPCIÓN GENERAL DEL LIBRO Y DE SUS PARTES


Julia Fernández Tellechea


Corresponde ahora comenzar por la estructura y articulación del texto. Y para que esta primera aproximación al estudio de La Ideología sea completo, no olvide nada se ha decidido dividir la obra en cinco partes. Cinco partes ordenadas a su vez —para el mejor análisis y lectura, y por mantener el protagonismo que en su día les atribuyó Miguel García de la Madrid— en dos grupos: paratexto y texto.

La primera parte en que divide la presente investigación La Ideología —parte primera que bien podría llamarse la parte fantasma— responde al subtítulo que se lee en la portada del original de 1820: "Parte primera: de lo que se llama vulgarmente Lógica". La segunda parte es la Nota que antecede al cuerpo principal de La Ideología. La tercera parte está constituida por el texto principal de la obra, dividido a su vez en siete capítulos. La cuarta parte la constituyen las notas a pie de página. Y por último, la quinta parte en que divide este Trabajo de Investigación La Ideología, son las Ilustraciones.

Sin duda, esta partición o descripción de la obra no es la que cabría esperar tras observar el texto completo. Una primera observación del texto nos llevaría a articular la estructura en tan sólo dos partes: cuerpo principal e Ilustraciones. Pero esta sería una mera descripción formal que daría una empobrecida conclusión de la entidad de la obra. Y lo que se pretende ahora es describir toda la información que ofrece la obra, y repito, toda, y no sólo de la materia que ocupa, sino también de sí misma; de manera que es necesaria una descripción funcional —y no una simple descripción formal— que dé noticia de cómo se informan los distintos contenidos de la obra entre sí, por mínimos que parezcan, y de cómo informan al lector. Así, la estructuración de la obra, su partición y descripción, pasa, por ejemplo, por el estudio de una "parte fantasma", parte que ni existe, pero a través de la que funciona, de alguna manera, la información que proporciona el texto de La Ideología.

1. Paratextos

Tal y como indica el título, el objeto de este epígrafe65 es el estudio de los discursos que acompañan al texto informándolo, y más en concreto: el estudio de aquellas partes "escoltas" de La Ideología en cuanto que libro, que nos informan acerca del contenido del mismo eludiendo otros datos ya vistos como los que hablan de las circunstancias de su autoría.

La Ideología en conjunto66 sólo tiene dos paratextos: el título y la Nota, luego ahora se van a analizar tan sólo dos de las cinco partes de la obra. La primera parte que se va a estudiar en esta sección es la parte fantasma: la noticia que da el paratexto del título de La Ideología de que esta obra es tan sólo una primera parte de una obra mayor (noticia que como se verá aparece reforzada por otras alusiones a lo largo del texto principal). La segunda parte a analizar es la Nota que antecede al texto y que funciona como un brevísimo prólogo.

1. 2. La parte fantasma: "Parte primera: de lo que se llama vulgarmente lógica"

Es evidente: existen paratextos sin textos, es decir, referencias a obras perdidas. Y siguiendo este argumento, en el título que aparece en el original de La Ideología podrían concurrir dos paratextos, o mejor referencias, a dos obras distintas.

La Ideología o Tratado de las Ideas y de sus Signos. Parte Primera: de lo que se llama vulgarmente Lógica. Este es el título completo del original barcelonés de 1820, y lo que ahora67 interesa es su parte final: "Parte primera: de lo que se llama vulgarmente Lógica", que da noticia de lo que sin duda fue el propósito inicial y evidentemente frustrado de Miguel García de la Madrid de escribir una obra más extensa acerca de la ideología. No ha quedado constancia de que a esta primera parte siguiera otra, y salvo tres alusiones pobres —aparte de esta del título—, a lo largo de la obra no hay más testimonios de siquiera ese primer propósito del autor de elaborar una obra más vasta y articulada en varias partes de la que la presente obra objeto de investigación sería, tal y como manifiesta la portada original, la primera parte.

Las tres únicas alusiones —aparte de la del título, repito— que a lo largo de La Ideología se hacen al propósito de una obra más extensa son: primera, en la página 188, al inicio del Capítulo Preliminar el autor vuelve a escribir "La Ideología o Parte Primera del Arte de Pensar llamado vulgarmente Lógica", segunda, en la primera nota a pie de la misma página 188 en la que se dice "qué se entiende por discurso se dirá en la segunda parte de la Lógica", y tercera, y última, en la página 263, Capítulo V se lee "de todo lo cual hablaremos más por extenso en el libro siguiente".

En definitiva, nada dice Miguel García de la Madrid de cómo se articulará el proyecto en su totalidad, es decir, no informa acerca de las materias que se tratarán en la parte o partes que debería de haber seguido a esta primera. Y además, ninguna de las tres alusiones señaladas resulta clara para determinar las pretensiones del autor, es decir, si a esta primera parte hubiera seguido por ejemplo una gramática68, todo lo contrario, si acaso demuestran algo es cierta espontaneidad en la elaboración de la obra.

Así es, si sólo se hallara en el texto la alusión a una primera parte en la portada y al inicio del cuerpo principal, probablemente se habría de llegar a la conclusión de un error de redacción. Pues si en la portada del libro se lee: "La Ideología o Tratado de las Ideas y de sus Signos. Parte primera: de lo que se llama vulgarmente Lógica", en la página 188 se lee "La Ideología o Parte Primera del Arte de Pensar llamado vulgarmente Lógica". Quizá una simple errata, un punto donde debió escribirse una "o", conduzca al error de imaginar que el presente texto es sólo la primera parte de un estudio mucho más extenso. Sin embargo, las otras dos alusiones insisten en la versión de que Miguel García de la Madrid imaginó un segundo libro continuación de este.

La segunda alusión nos dice que "qué se entiende por discurso se dirá en la segunda parte de la Lógica": no hay en todo el texto (incluidas Notas e Ilustraciones) de La Ideología una definición de discurso, ni nada parecido, luego es evidente que Miguel García de la Madrid nos está remitiendo a otro libro. Lo mismo ocurre con la tercera alusión, pues nada se vuelve a decir en la presente obra acerca del modo como se "subdividen los términos con relación al uso que hacemos de ellos en los silogismos".

En conclusión, resulta evidente que este libro responde al propósito de su autor de escribir una obra mayor, de la que este libro sería su parte primera, pero parece que a este propósito no acompaña una planificación suficientemente pensada, meditada, del contenido de la obra mayor y del papel de esta "primera parte" dentro de ella. De manera que esta parte fantasma no ayuda a esclarecer el contenido del texto, pero sí que proporciona información acerca del modo como Miguel García de la Madrid aborda la redacción del libro, información que, como se verá, será de gran ayuda a la hora de concluir con el valor efectivo de La Ideología.

1.3. Un brevísimo prólogo: la Nota

La segunda parte en que este Trabajo de Investigación divide La Ideología es aquella con la que Miguel García de la Madrid abre el texto y a la que titula Nota. Pese a su breve extensión, veintiuna líneas, su análisis es muy revelador, pues en ella el autor explica el motivo de la obra, su finalidad y naturaleza.

En la Nota García de la Madrid advierte, primero, que España carece de "unos elementos de ideología" por culpa del escolasticismo y la censura; segundo, justifica la obra por su nombramiento como sustituto de la cátedra de lógica de los Estudios Nacionales de San Isidro; tercero, asegura abrir con esta obra camino, esto es, se proclama un avanzado en la materia; y cuarto, explica que para eludir la censura y demostrar que nada de lo que dice es nuevo, decidió publicar la obra con notas e ilustraciones que den fe de ello.

Miguel García de la Madrid vuelve a retratarse como un liberal en esta Nota al denunciar una España anticuada, anclada en un pasado científico e intelectual fallido, y en la que la censura abortaba cualquier intento de progreso. Pero, esto es ya anecdótico, como quizá lo sea también, después de las conclusiones a las que llegamos tras el estudio del resto de sus obras, su motivo y carácter didáctico. Claro que en esto último, en el carácter didáctico de La Ideología, convendría detenerse un poco más, pues si bien no resulta un dato asombroso en la trayectoria del autor y no distingue a la obra respecto del resto de las obras del mismo autor, sí que nos informa acerca de la manera como funciona o aspira funcionar el texto.

El motivo y naturaleza didácticas de La Ideología, aparte de sus evidentes consecuencias formales y expositivas, implican una apreciación importantísima para establecer las aspiraciones y, por lo tanto, el valor final de la obra. Esta importantísima apreciación no es más que una obviedad: una obra didáctica no es una obra científica.

La Ideología no sería una obra científica, al menos, no aspiraría a serlo, pues nace, como declara el propio autor en la Nota, para la enseñanza en la cátedra de lógica de los Estudios Nacionales de San Isidro, institución, por lo demás, de enseñanza preuniversitaria. La Ideología no se elaboró para la lectura de doctos en lógica e ideología, sino para la lectura de estudiantes preuniversitarios que poco o nada sabían de la materia. Si La Ideología hiciera justicia a esta declaración de intención didáctica de la Nota, no presentaría ni un sólo desarrollo o reflexión especulativos, todo lo contrario, frenaría estos e intentaría simplificar las ideas, conceptos y reflexiones al máximo para su mejor comprensión. Así las cosas, y de cumplir con este propósito inicial, insisto, de La Ideología de Miguel García de la Madrid no se puede esperar ninguna aportación novedosa a la materia, ni un sólo atisbo de originalidad, y su valor histórico se limitaría al estudio de la recepción de las nuevas corrientes filosóficas europeas en la convulsa España de principios del siglo XIX, o quizás incluso más limitado: al estudio de la inclusión de esas nuevas corrientes en la enseñanza media.

En cualquier caso, es aún precipitado hacer conclusiones tan importantes sin el análisis completo y exhaustivo de toda la obra. Por el momento conviene acabar antes con el análisis de la Nota, y para ello falta apenas un breve comentario sobre sus últimas palabras.

[...] sin embargo he tenido que llenarla de notas69 e ilustraciones, ya para manifestar a los tercos que mis opiniones no son nuevas, ya porque sin dichas notas e ilustraciones no habría permitido la tiranía anterior la impresión de esta obra. He querido pues publicarla con ellas, para que conozca el pueblo español cuánto trabajo costaba entonces decir la verdad.

La Inquisición española fue definitivamente abolida en julio de 1834, antes, las Cortes de Cádiz la abolieron en 1813 pero Fernando VII la reinstauró en 1814, para que en 1820 y durante el trienio liberal volviera a ser abolida. Por lo tanto, en el momento en que se publica La Ideología no existía la censura, pero es probable, más aún por lo que escribe el propio Miguel García de la Madrid70, que cuando la elaboró como catedrático sustituto de Lógica sí que estuviera activa la Inquisición y con ella la censura. Por ello tuvo que idearla así, plagada de notas y citas a otros autores, y con las ilustraciones. En definitiva, la insólita (para su tiempo) proliferación de referencias a las fuentes y las ilustraciones no respondería a un adelantado afán de rigurosidad científica, sino según escribe en esta Nota al deseo de demostrar que el contenido de La Ideología no es censurable por cuanto que no es novedoso ni atribuible en exclusividad al propio García de la Madrid.

Desde luego esto parece contrastar con la declaración del autor en la misma Nota en que dice "tuve que emprender esta obra yendo por camino no trillado o por mejor decir abriendo nuevo camino". Quizás con esta declaración lo que en realidad quiso decir García de la Madrid es que tuvo que abrir nuevo camino en España, en el San Isidro, en definitiva que él actuó en la cátedra de lógica como mero transmisor de unas ideas ya conocidas, en nada novedosas e iconoclastas.

En definitiva, de esto último y de su inicial motivo didáctico, bien podría concluirse con que lo que continúa a la Nota no es más que una asimilación de nuevas ideas filosóficas, un mero manual para la enseñanza preuniversitaria de lógica. Ha llegado el momento de comprobarlo con el estudio de las tres siguientes partes: el cuerpo principal de la obra, las notas a pie de página y las ilustraciones.

2. El texto

Corresponde a este epígrafe el estudio de las tres partes restantes: el texto principal de La Ideología, sus notas a pie de página y las Ilustraciones. Y así este Trabajo de Investigación respeta la estructura formal del original de 1820 (dividida en tres partes: La Ideología, Notas e Ilustraciones) y, sobre todo, la manera como funciona el texto, pues como se verá en la sección 2.1.2.2., las notas a pie de página aparecían en el original como una segunda parte separada del texto principal, y, como ya se deduce de lo dicho un poco más arriba, estas notas a pie de página tienen un protagonismo e importancia que trascienden el simple apoyo al texto principal.

2.1. La parte principal: La Ideología o parte primera del arte de pensar llamado vulgarmente lógica

La tercera parte de La Ideología es la parte principal, esto es, el cuerpo, el contenido propiamente dicho de la obra, que aparece al terminar la Nota bajo el título de La ideología o parte primera del arte de pensar llamado vulgarmente lógica (página 188).

En esta tercera parte Miguel García de la Madrid desarrolla en ochenta y seis páginas lo que él ha dado en llamar ideología, y lo hace distribuyendo la materia en siete capítulos. Una breve descripción del contenido de estos siete capítulos valdrá para sacar conclusiones acertadas acerca de la temática y su disposición.

Capítulo Preliminar.— El primer capítulo de La Ideología ocupa tan sólo las seis primeras páginas, y en ellas el autor comienza por definir la filosofía, deteniéndose en las nociones de causa y efecto, para luego establecer las partes en que se divide y de ahí definir y describir la lógica. Esto último, la definición y descripción de las partes en que se divide la lógica, es sin duda la única intención de este capítulo y su principal valía; de hecho la división final que realiza en el párrafo XI es la justificación del patrón que a partir de ahora va a seguir la obra.

La Lógica artificial se divide en tres partes conforme a las tres operaciones o actos de nuestro entendimiento que son: recibir o adquirir ideas o signos ideales u objetivos, combinar o comparar dichas ideas o signos de diversos modos, y expresar a los demás dichas combinaciones o comparaciones.

Y así es, a partir de aquí La Ideología va a tratar primero de las ideas, de cómo se adquieren, luego de la manera como se combinan, y por último, de las palabras a través de las cuales expresamos las ideas.

En verdad Miguel García de la Madrid no desarrolla la materia de un modo tan ordenado y sistemático como pudiera deducirse de este patrón, pero aun así se aprecia perfectamente (como se comprobará ahora en el resumen del contenido del resto de los capítulos) que es este patrón el esqueleto vertebrador de todo el texto.

Capítulo I: De las ideas y de sus especies.— Con veintiuna páginas este es el capítulo más extenso de La Ideología y en él se define el concepto de idea y se establece una clasificación de las ideas según su origen, su objeto de representación, el modo de representar dicho objeto y según su relación con otras ideas. Con estas clasificaciones Miguel García de la Madrid establece la manera como se adquieren las ideas y el modo en que se combinan y comparan.

Capítulo II: Axiomas acerca de las ideas.— De doce páginas de extensión en este capítulo se desarrollan quince axiomas acerca de las ideas. Axiomas que en algunos casos no son mas que repetición (como es el caso del axioma octavo respecto de los párrafos VI, VII y VIII del Capítulo I), en otros, simples deducciones tautológicas (como en el caso del primer axioma respecto del párrafo I del capítulo anterior) y en otros, los mínimos, auténticas inferencias (la afirmación del axioma tercero de que "no hay ideas innatas") de lo expuesto en el capítulo anterior, pero que en conjunto supone un desarrollo en profundidad y sin especulaciones de lo indicado en el Capítulo II. Termina el capítulo con una esquema titulado Clasificación de todas las ideas conforme a los axiomas establecidos en este capítulo o reducción de las varias denominaciones que se han dado infundadamente a las ideas, en el que se expone sumariamente la clasificación de las ideas que se desarrolló en el Capítulo I.

Capítulo III: De los signos en general, o sea de los diversos modos de expresar las ideas o los atributos.— El cuarto capítulo ahonda ya en la tercera parte en que dividió Miguel García de la Madrid la lógica artificial en el párrafo XI del Capítulo Preliminar: en tan sólo diez páginas se define signo y se expone una clasificación de los signos según su origen, según su relación de necesidad o no con el objeto expresado, según el objeto que expresan y según su eficacia como expresión indubitable de un objeto.

Capítulo IV: Reglas acerca de lo signos.— Con once páginas es el paralelo semiótico del Capítulo II: Axiomas acerca de las ideas, y lo es a pesar del diferente título y de la nota al pie (la número sesenta y seis) que García de la Madrid introduce en el mismo título:

No me atrevo a calificar de axiomas estas reglas por si acaso tienen algunas excepciones; y espero no se me tache de temerario por haber emprendido ilustrar una materia tan importante y tan abandonada de todos los demás lógicos.

Cuando este Trabajo de Investigación aborde el estudio del concepto de signo que se maneja en La Ideología71 se abordará la verdad o no del abandono que hasta 1820 los lógicos dispensaron al estudio de los signos. Lo que ahora nos interesa de esta nota es mostrar cómo a pesar del diferente título, este capítulo funciona exactamente igual que el Capítulo II, y es que si Miguel García de la Madrid no lo titula Axiomas acerca de los signos es por prudencia, pero en su mente, en su gestación es el mismo método que el del Capítulo II y de hecho, como en éste, en el Capítulo IV se profundizan, desarrollan, subrayan y repiten, en veinte reglas, asuntos vistos en el capítulo anterior (Capítulo III). El paralelo de este capítulo con el de Axiomas acerca de las ideas continúa porque como éste, el Capítulo IV presenta al final un esquema titulado Clasificación de todos los signos conforme a las reglas dadas en este capítulo y a lo dicho en el anterior, en el que se expone de modo igualmente sumario la clasificación de los signos desarrollada en el capítulo anterior.

Capítulo V: De las palabras o signos con que solemos más frecuentemente expresar las ideas y los atributos.— Se trata del segundo capítulo, por detrás del Capítulo I, más extenso de La Ideología, y a lo largo de sus veinte páginas Miguel García de la Madrid empieza por afirmar que la lógica trata de las palabras y por definir el concepto de palabra, y continua desarrollando lo que afirma en el párrafo IV que "debe saber el lógico acerca de las palabras":

Acerca de las palabras debe saber el lógico cinco cosas. 1ª Su origen o como se formaron y su resultado. 2º Cuántas especies hay de términos, ya se atienda a la palabra o a las palabras que son necesarias para expresar una idea o un atributo, ya al origen de estos, ya al objeto o signo objetivo representado por dicha idea o signo ideal, ya finalmente a la necesidad que hay en todas las lenguas de expresar con una misma palabra o término dos o más ideas o signos objetivos. 3º De cuántos modos puede expresar cada palabra o término su idea o atributo. 4º Qué regla se ha de observar para que exprese uno u otro con propiedad y por consiguiente, en qué consiste su abuso o ambigüedad, y cómo se evita esta. 5ª Cuántas especies hay de términos considerados según el uso que hacemos de ellos en las proposiciones y en los silogismos.

Y así es: a partir de este párrafo IV en adelante Miguel García de la Madrid va a hablar, sobre todo, del origen de las palabras y de las lenguas, a establecer una clasificación de los términos y a explicar el funcionamiento de la ambigüedad de estos y cómo evitarla.

Capítulo VI: Reglas acerca de los términos.— Con sus veinte reglas en las que se desarrollan, repiten y subrayan ideas expuestas en el capítulo anterior, no hace falta ya, después de lo visto en el Capítulo IV, repetir que este breve capítulo de siete páginas es, aun sin esquema al final, el paralelo a Axiomas acerca de las ideas respecto de las palabras o términos.

Resumidos y descritos ya los siete capítulos que integran La Ideología o Parte primera del Arte de Pensar llamado vulgarmente Lógica, ya sólo queda inferir ciertas conclusiones acerca del contenido y ahondar un poco en el estilo y dinámica con que Miguel García de la Madrid redacta el texto.

En cuanto al contenido es evidente que esta tercera parte de La Ideología trata sobre todo de la manera como se expresan las ideas: los cuatro capítulos y las cuarenta y ocho páginas que García de la Madrid dedica a los signos y a las palabras o términos, frente a los dos capítulos y treinta y tres páginas que dedica a las ideas y atributos, lo corroboran. Y aunque hay que esperar a las notas al pie y a las Ilustraciones para establecer unas conclusiones definitivas acerca del conjunto de la obra, este balance resulta revelador para establecer la significación al menos, y con prudencia, del texto principal o parte tercera: esta obra se significa sobre todo por ser una obra gramática, que entiende la gramática como una forma de conocer la manera de llegar a la verdad, y que parte, tan sólo parte, de la recién creada ciencia de la ideología72 —aunque esto, tal y como se verá al estudiar el concepto de ideología tiene finalmente una significación menor por el esencial vínculo que une la gramática y la ideología.

En cuanto a la estructura formal, recalcar que esta parte principal de La Ideología está dispuesta en un primer capítulo introductorio que da razón de lo que va a seguirle, y seis capítulos que se emparejan o funcionan de dos en dos: el primero como una exposición de realidades (capítulos I, III y V) y la pareja (capítulos II, IV y VI) como una asimilación de aquellas mismas realidades, o jugando con la clasificación que hace el propio Miguel García de la Madrid de las ideas: el primer capítulo como una idea inmediata y la pareja como una idea facticia.

Esta estructura pareada parece muy conveniente para el afán didáctico que el autor confiesa en la Nota, pues da ocasión a que el alumno —destinatario primitivo del texto— y ahora el lector, trabaje dos veces y las dos veces de maneras diferentes las mismas nociones, lo que facilita la comprensión y en el caso de los capítulos en que la materia se dispone en reglas o axiomas, la tarea de memorización. Comprensión y memorización que se ven reforzadas por las tablas sintéticas o esquemas que acompañan a los capítulos II y III y por el paralelismo en los capítulos impares (capítulos I, III y V) del desarrollo de las nociones de idea, signo y término, respectivamente, a través de clasificaciones con criterios similares.

Sí, la estructura formal, el índice, de esta tercera parte está bien planteado, demuestra, además, elaboración: otros dos ejemplos de ello son los párrafos XI del Capítulo Preliminar y IV del Capítulo V —copiados más arriba— que dan razón de lo que a partir de ellos se va a exponer. Y desde luego, este orden y sobre todo la repetición de contenidos a través de los capítulos II, IV y VI resultan muy pedagógicos, y quizás, en el caso de la repetición decanten la obra por la naturaleza didáctica en detrimento de la científica, de acuerdo a lo que se dijo respecto de la Nota. Lástima que esta sistematicidad pierda eficacia por culpa de una redacción a veces confusa y una exposición compleja.

El primer gran defecto de redacción que se observa en esta tercera parte es la falta de coherencia o constancia en los términos, en definitiva, el uso arbitrario de una u otra denominación. El caso más evidente de falta de constancia en el uso de las denominaciones es el de los atributos a los que el autor se refiere indistintamente como "atributos", "signos ideales", "signos ideales u objetivos" o "signos objetivos agregados".

Otro despropósito de redacción es que García de la Madrid se adelanta en abuso, es decir en ocasiones utiliza en su exposición conceptos aún no explicados. Por ejemplo, cuando en el párrafo IV del Capítulo Preliminar utiliza como modelo a las ideas facticias, que no se explicarán hasta el Capítulo I, o cuando en el párrafo XXIV del Capítulo I escribe García de la Madrid "según lo dicho en los dos párrafos anteriores para formar una idea compleja facticia o un signo ideal complejo facticio (...)", sin haber mencionado ni explicado antes qué es eso de signo ideal complejo facticio. Cierto es que a menudo el propio autor señala a través de una nota a pie de página el lugar donde puede hallar la razón o significado de ese concepto73, pero no parece que sea esta la manera más apropiada de proceder, todo lo contrario quizás sólo aumente la confusión.

Y es que apoyarse tan a menudo en otras partes de la obra, posponer cuestiones, remitir al lector fuera del texto, no sólo da una impresión de desorden, sino que despista al lector, y en conjunto supone falta de elaboración o de asimilación de las ideas que se exponen. A esto se refería este Trabajo de Investigación cuando dos párrafos arriba se lamentaba de que la sistematicidad de la estructura formal perdiera eficacia debido a una exposición tan compleja como la de esta obra en la que el contenido se halla disperso en tres partes tan separadas. No obstante, el estudio detenido de las notas a pie de página y de las ilustraciones lleve a otras conclusiones acerca de la oportunidad de su existencia.

2.2. La cuarta parte: Las Notas puestas a este tratado

Para iniciar el estudio de la cuarta parte en que divide este Trabajo de Investigación La Ideología, es preciso hacer antes una advertencia que acote bien el objeto de estudio de este apartado. El problema y necesidad de esta advertencia responde a una decisión editorial que ha variado la presentación de la obra en esta edición respecto al original barcelonés de 1820: mientras en el original de 1820 las notas a pie de página aparecen al final de la primera parte y como una sección separada por una portada, en la presente edición se ha optado por integrar las notas en el cuerpo del texto para facilitar así su lectura. Esta nueva presentación hace que a las primitivas Notas se sumen las notas a pie de página que Miguel García de la Madrid introdujo en el propio texto de las Ilustraciones.

Dado que la intención de este primer apartado del Capítulo II es hacer una descripción de cómo funciona el texto y de cómo se informan cada una de sus partes —para así ahondar en su elaboración y por lo tanto en su afán de originalidad y su efectivo valor histórico—, he decidido mantener en este estudio la estructura primitiva y original del autor de 1820. Esto significa que el presente Trabajo de Investigación entiende como parte cuarta sólo aquellas notas a pie de página de la presente edición que integraban la original Notas puestas a este Tratado, esto es, todas las notas hasta llegar a la nota a pie de página de la presente edición número 110, pues la numerada con el 111 pertenece ya a las Ilustraciones.

Acotado el contenido de esta cuarta parte, conviene comenzar su análisis con el estudio de la portada interior que en el original la precedía.

En esta portada interior se lee:

Notas puestas a este Tratado de las ideas y sus signos, a fin de facilitar la inteligencia de algunas proposiciones. Su autor el Dr. D. Miguel García de la Madrid. Etsi prudentia quosdam ímpetus a natura sumat, tamen perficienda doctrina est. Quintil. Cap. XII. Lib. XII. Instit. Orator. Barcelona: en la imprenta de D. Antonio Brusi. Año de 1820.

De esta portada llama la atención la justificación que se da a estas Notas, y es que mientras en la Nota al inicio de La Ideología Miguel García de la Madrid manifiesta que publica las notas “ya para manifestar a los tercos que mis opiniones no son nuevas, ya porque sin dichas notas e ilustraciones no habría permitido la tiranía anterior la impresión de estas obras”, en esta portada se dice que las notas son para facilitar la comprensión de las proposiciones que las anteceden. Quizá la falta de coherencia entre este título y la Nota responda a la lógica del dicho excusatio non petita acusatio manifesta, lo que acabaría por demostrar que La Ideología no es mas que la publicación tardía de un texto que Miguel García de la Madrid escribió mucho antes, justo cuando la censura acechaba, y que la Nota del inicio fue posterior, coetánea a la publicación en Barcelona, es decir, escrita en 1820 y en la que por lo tanto, se sentía libre de poder confesar la auténtica naturaleza de esta cuarta parte y de la quinta (las Ilustraciones).

No obstante esto último, convendría antes comprobar cuál es de verdad la auténtica naturaleza y motivo de estas Notas.

De las ciento diez notas que componen esta cuarta parte de La Ideología sólo veinte notas pueden atender con propiedad a la primera justificación, esto es, la de demostrar que Miguel García de la Madrid no dice nada nuevo. Son las notas número 5, 12, 15, 28, 19, 29, 38, 39, 56, 58, 67, 73, 76, 92, 93, 95, 105, 106, 109 y 110, es decir, aquellas notas en las que García de la Madrid cita a otros autores en apoyo a lo que escribe en el texto principal. En otras tres notas la 58, la 80 y la 106 cita también García de la Madrid a otros autores, pero en estos tres casos es para reprobarlos o al menos, manifestar su desacuerdo con ellos. También cita a otros autores en otras veintiuna notas (16, 18, 20, 32, 33, 55, 59, 65, 69, 74, 75, 76, 79, 84, 90, 91, 94, 95, 98, 99 y 103), pero estas notas no sirven para justificar lo que escribe Miguel García de la Madrid sino para ampliar la información o aclarar conceptos, al igual que las cuatro notas ( 8, 34, 47 y 56) en las que el autor cita obras de referencias, como diccionarios , para definir algunas palabras. El resto de las notas remiten a otras notas, párrafos del texto principal o incluso a Ilustraciones, o simplemente (por ejemplo la nota número 6) explican el uso que el autor hace de determinado concepto sin referencia alguna a otro autor u obra de referencia.

En suma, de las ciento diez notas de esta cuarta parte cuarenta y ocho notas, menos de la mitad, hacen referencia de una manera u otra a otros autores u obras, pero de ellas sólo veinte responden con exactitud a la necesidad de demostrar que lo que se dice en La Ideología no es iconoclasta y por lo tanto, censurable. De esto cabría deducir que la naturaleza dominante de las Notas puestas a este Tratado de las Ideas y de sus Signos no es la manifestada en la Nota, sino la que se lee en la portada de esta cuarta parte: "a fin de facilitar la inteligencia de algunas proposiciones".

Lo cierto es que extraña tanta profusión de citas y referencias a otros autores en una época en la que no era habitual hacerlo. El análisis de estas citas concluye con su precaria utilidad pues a veces son erróneas, otras demasiado genéricas y rara es la vez en la que se hace referencia al año o edición del título que se cita74, de manera que seguir la pista o consultar las obras y los autores citados se vuelve misión imposible. No parece, al menos no puede entenderse desde la actualidad, que tales citas tuvieran una finalidad ni científica ni didáctica. Y en este sentido, salvo la vanidad de mostrar erudición, sólo la necesidad de apoyarse para no ser censurado en otros autores parece convertirse en la razón más plausible a la proliferación de citas a otras fuentes que se observa en La Ideología.

Conclusión: no hay disputa entre lo expresado en la portada a esta cuarta parte y lo escrito en la Nota. Miguel García de la Madrid escribe Notas puestas a este Tratado de las Ideas y de sus Signos para facilitar la comprensión del texto principal, esto es, con un afán didáctico, y llena estas Notas de citas a otros autores efectivamente para eludir la censura. Luego y a pesar de lo que escribe Miguel García de la Madrid, la razón de las Notas no es evitar la censura, este es exclusivamente el motivo de las citas a otros autores y obras que contienen aquellas.

Ahora, una vez resuelta esta aparente contradicción se puede ahondar un poco más en la idea de estas Notas como herramienta de comprensión para subrayar aquello que se dijo en el epígrafe 2.1.1.2. acerca de que La Ideología no es una obra científica sino una obra didáctica.

En las ciento diez notas de esta cuarta parte de La Ideología, hay, tal y como hemos dicho, notas que refutan lo dicho por otros autores, notas que remiten a otras notas o párrafos del texto principal o incluso a ilustraciones, pero en su mayoría son notas a las que antecede una pregunta del estilo de "¿Qué entiende Vd. por...?", esto es, notas que amplían lo dicho en el texto principal para ayudar a la comprensión, de manera que el análisis de esta notas podrá ayudarnos a determinar el carácter científico o didáctico de la obra según los conceptos que aborden.

Y en esto las Notas puestas a este Tratado de las Ideas y sus Signos son muy elocuentes. Por ejemplo, el objeto de la nota número 8 es explicar el significado de la palabra "etimología", objeto pobre incluso para el afán didáctico en una institución docente de enseñanza secundaria del siglo XIX. Hay otras notas de objeto más elevado, como la número 18 en la que se señala qué se entiende por sensación y cuántas especies de sensaciones hay, pero en las que García de la Madrid se limita a responder con lo dicho por otros autores, Condillac y Destutt de Tracy respectivamente en el caso de esta nota número 18. Y hay finalmente notas que resultan peregrinas al hilo del texto principal y que además no son sino meras deducciones de lo en él expuesto, es el caso de la nota número 26 que alude al término "agregación" del párrafo XIII del Capítulo I y que responde a la pregunta de si "¿Puede el entendimiento o la memoria de un espíritu ser de otro?".

Si por estas Notas fuera, resulta evidente el carácter exclusivamente didáctico de La Ideología, o mejor, que ésta no es una obra científica, y no sólo por lo que se dice en la portada ("a fin de facilitar la inteligencia de algunas proposiciones"), sino porque del análisis de su contenido se deduce que no hay en ellas nada original ni especulativo y que el desarrollo de conceptos y argumentos es netamente instrumental y de menor dificultad que lo expuesto en el texto principal.

Finalmente, y antes de abordar la última parte en que divide este Trabajo de Investigación La Ideología, resulta tentador analizar la manera como se distribuyen las notas a lo largo de los capítulos para refutar o confirmar aquello que se dijo en la sección anterior (2.1.2.1) acerca del carácter eminentemente gramático de la obra y de su originalidad.

El Capítulo Preliminar tiene dieciséis notas, el Capítulo I, veintinueve notas, catorce el Capitulo II, cinco el Capítulo III y el IV, siete, el Capítulo V tiene treinta y cinco notas, y el último, el Capítulo VI tan sólo tres. Vuelven a acaparar más atención en conjunto los capítulos que tratan sobre la manera cómo se expresan las ideas, luego queda confirmado aquel carácter gramático que apuntaba la sección anterior. Pero esto es un dato poco significativo, lo verdaderamente llamativo de este cómputo es lo poco anotado que está el binomio sobre los signos, es decir, los capítulos III y IV. La razón a esto último probablemente tenga que ver con lo que se dice en la nota 66, que el estudio de los signos es una materia abandonada por los lógicos, pero hasta que no se estudie este asunto en el próximo epígrafe 2.2.4 no podemos corroborar esto que dice Miguel García de la Madrid, a pesar de que como se verá ahora, la parte de las Ilustraciones también lo corrobora.

2.3. La última parte: Ilustraciones pertenecientes a La Ideología

Efectivamente, lo corroboran: si el Capítulo Preliminar tiene seis ilustraciones, la pareja Capítulo I y Capítulo II, trece, y la pareja Capítulo V y Capítulo VI, siete, el binomio semiótico de los capítulos III y IV, tan sólo dispone de una ilustración, la XVII (que además poco aporta). Luego parece ser que en esta parte semiótica Miguel García de la Madrid es original. Pero esta no es una cuestión que se pueda dirimir con justicia en este epígrafe, conviene que sigamos con la descripción de la estructura de La Ideología.

La ultima parte en que divide este Trabajo de Investigación La Ideología la constituyen las veintidós ilustraciones75 que aparecen al final de la obra, separadas por una portada en la que se lee "Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va"76.

De esta cita podría deducirse que en estas ilustraciones Miguel García de la Madrid busca la originalidad, pero la lectura de las ilustraciones, plagada de citas a otros autores lo descarta. Quizá lo que el autor propone con esta cita es un compromiso con la verdad independientemente de que el camino que ésta señale sea o no concurrido; pero esto es sólo una interpretación posible con la que salvar la contrariedad entre la portada de las Ilustraciones y su contenido.

Con lo que no hay contradicción es con la Nota al inicio de la obra (2.1.1.2), pues el autor ilustra todo lo que dice con citas de otros autores, e incluso hay ocasiones en que, a diferencia de las Notas puestas a este Tratado de las Ideas y sus Signos, el deseo de demostrar que lo que dice no es nada nuevo ni censurable es muy elocuente: es el caso, por ejemplo de la nota a pie de página número 132 y que se refiere a la Ilustración X, en la que se lee "Para que no se crea que yo soy el inventor de este sistema o modo de formar las ideas o los signos ideales universales, llamados comúnmente modos o atributos y tenidos por ideas (...)" —y a continuación argumenta apoyándose en otros autores.

¿Es esta la única diferencia entre las Ilustraciones y las Notas, entre la parte cuarta y la quinta? No, otra de las diferencias es la extensión, mientras en el original de 1820 las Notas ocupan veintidós páginas, las Ilustraciones ocupan cincuenta y seis páginas, más del doble, luego tienen una entidad y un peso mayor, al menos si no en contenido, sí en intención. Y es que no es sólo que las Ilustraciones doblen en extensión a las Notas, sino que en la edición original de 1820 las Ilustraciones también superaban en extensión (concretamente en cinco páginas) al texto principal77. La diferencia de cinco páginas es mínima, pero que la parte subsidiaria —aquella que depende de otra— supere a la parte principal o al menos la iguale en extensión, resulta algo extravagante, y despierta la curiosidad por saber qué es lo que justifica este protagonismo y urgencia de las Ilustraciones.

Antes que nada, para determinar la naturaleza de estas Ilustraciones, y a la postre, su necesidad, se puede advertir que en nada ayuda el término "ilustración", pues las Ilustraciones no son en conjunto una serie de ejemplos que instruyen acerca de lo dicho en el texto principal, no.

Por supuesto, en esta quinta y última parte de La Ideología hay algunas Ilustraciones que ayudan a aclarar o a comprender lo expuesto en el texto principal: el ejemplo más claro de esto es la Ilustración XI en la que Miguel García de la Madrid argumenta a favor de la convicción de que no hay ideas innatas. Otras ilustraciones profundizan en asuntos tratados en el texto principal; la mayor parte de las veces esta profundización es irrelevante y hasta molesta: por ejemplo, exponer las divisiones de la filosofía que defendieron los escolásticos, el Lugdunense, Bacon de Verulamio o D'Alembert (Ilustración III), o las divisiones que hicieron de la Lógica los estoicos, Pitágoras, Cicerón, Piquer o Baldinoti (Ilustración VI), no ayuda a la comprensión, todo lo contrario, agotan al lector y además confunde (hubiera sido más acertado que Miguel García de la Madrid hubiera aprovechado estas dos ilustraciones para explicar la división de filosofía y la de lógica de las que se sirve en el texto principal); otras veces sin embargo, resulta provechosa: es el caso de la Ilustración XVIII en la que se argumenta que toda parte de la oración que por sí sola nada significa es un adjetivo y en cuyo final se inserta como ejemplo el análisis de una oración marcando las partes principales y las subalternas. Finalmente otras ilustraciones no aportan nada y son o bien mera repetición de lo ya dicho en el texto principal, como la Ilustración IX que trata de las ideas facticias y sus especies, o bien la suma de voces autorizadas a afirmaciones ya realizadas: la Ilustración VIII argumenta desde otros autores que "toda idea es tan espiritual como el alma misma".

En definitiva, Ilustraciones pertenecientes a La Ideología es en cuanto a naturaleza un gran cajón de sastre en el que tiene cabida todas aquellas ocurrencias que debieron sobrevenir a Miguel García de la Madrid después de la lectura de su propia obra. Por lo tanto, si bien por naturaleza no resulta imprescindible su existencia, tampoco puede reprobarse, y en cualquier caso, su existencia como una sección aparte es de todas las posibilidades la más acertada. Ahora bien, si se atiende al carácter o afán didáctico con el que nace la obra, la conclusión es otra.

Y es que cuando tras leer "La filosofía con respecto a su objeto suele dividirse en especulativa y práctica; pero la división (Ilustración IV) más común es en lógica, metafísica, ética y física", el lector se asoma a la Ilustración IV lo que menos espera es una disertación acerca de las distintas maneras que tienen de entender el concepto de división algunos filósofos y el vulgo. Y este no es un ejemplo aislado, la realidad es que ninguna de las ilustraciones responde a las expectativas que a raíz del texto principal, al que se supone "ilustran", se hace el lector. Por eso, resultan inoportunas, una distracción más, y por lo tanto, su extensión y protagonismo no parece justificado.

Además, parece muy evidente la naturaleza de ocurrencia, de mera anécdota, cuando se observa la manera en que se disponen las ilustraciones respecto del texto principal. Por ejemplo, la Ilustración XXII, esto es, la última, se refiere al párrafo X del Capítulo V, sin embargo, ilustraciones anteriores, como la número XVIII, XIX o XX se refieren a momentos del texto principal posteriores, cuando lo lógico es que la numeración de las ilustraciones fuera correlativa.

Todo lo que no suma ni está suficientemente integrado resta. Este es el caso de las Ilustraciones pertenecientes a La Ideología.

3. Conclusiones que se derivan de esta descripción

Se recogen ahora las conclusiones a las que se ha llegado en el análisis de cada una de las cinco partes en que ha dividido esta investigación La Ideología, para llegar desde su lectura conjunta a unas conclusiones más definitivas, puesto que como se dijo al principio cada una de las partes y sus respectivos contenidos adquieren todo su significado en comunicación con las otras partes de la obra.

Del análisis de la primera parte, la parte fantasma que se deriva del título completo de la obra, se dedujo que Miguel García de la Madrid tuvo en principio la intención de escribir una obra más amplia. Sin embargo, al no hallarse en el texto ninguna pista determinante acerca del contenido del resto de la obra, o al menos de la "parte segunda" que seguiría a esta "Parte primera: de lo que se llama vulgarmente lógica", resulta inevitable pensar que a ese propósito de una obra más amplia articulada en varias partes no le acompaña una planificación meditada, y que por lo tanto, o bien Miguel García de la Madrid pecó de negligencia en la elaboración del texto, o bien sus conocimientos de la materia no estaban lo suficientemente asentados.

Igualmente revelador ha sido el estudio de la Nota que aparece al inicio de La Ideología. Primero e importantísimo porque de ella se deduce que la naturaleza de La Ideología, su motivo, es pedagógico: nació para la enseñanza en los estudios de lógica de San Isidro de Madrid. Y segundo, porque en ella se justifica la estructura de la obra, con la inclusión de las notas y las ilustraciones, por eludir la censura.

La parte principal delata que el contenido de La Ideología es sobre todo gramático, que la construcción de los siete capítulos está bien pensada y dirigida a la mejor comprensión del lector, que sin embargo, la redacción es fallida por la falta de coherencia en la utilización de ciertos términos, por adelantar contenidos y por remitirse en exceso a las notas y a las ilustraciones.

Con las Notas puestas a este tratado se resolvió que las mismas tienen un afán didáctico, pero que, sin embargo, se hallan plagadas de citas torpes, incompletas —en el original de 1820— a otros autores sólo para demostrar que lo que se dice en ellas no es nuevo, y por lo tanto eludir así la censura, tal y como manifestó el propio autor en la Nota. Finalmente, del cómputo y distribución por capítulos de las notas a pie de página, se concluye que los capítulos más glosados son los dos últimos que tratan de la expresión de las ideas, y que los menos son los correspondientes a los signos, lo que viene a reforzar lo que el propio autor escribe en la nota 66: "Y espero no se me tache de temerario por haber emprendido ilustrar una materia tan importante y tan abandonada de todos los demás lógicos"78.

En cuanto a la última parte, Ilustraciones pertenecientes a La Ideología, las conclusiones fueron rotundas: gran cajón de sastre que no ayuda a la comprensión del texto principal, todo lo contrario, la perjudica entreteniendo las más veces al lector con cuestiones muy incidentales. Esta falta de valía se une a su desproporcionada extensión con respecto al texto principal, lo que hace suponer nuevamente que Miguel García de la Madrid no tenía muy asentada o meditada la materia de la que trata la obra.

En definitiva, y sumando las conclusiones derivadas del análisis de las distintas partes:

Primera, Miguel García de la Madrid no defrauda y vuelve a demostrar que es un hombre de su tiempo al que le duele la realidad política de su país al poner de manifiesto, primero con la Nota y después con el acopio de referencias, la necesidad de eludir de la censura.

Segunda conclusión, y entre otras razones: por el propósito fallido de elaborar una obra más amplia de la que a penas se dan noticias en esta supuesta parte primera, sino única; por el baile terminológico en el caso de ciertos conceptos; y por la naturaleza errática de Las Ilustraciones pertenecientes a La Ideología. Por estas razones y otras menores, cabe concluir con la idea de que Miguel García de la Madrid estaba en el momento de elaboración de esta obra lejos de dominar la materia sobre la que pretendía instruir.

Tercera: del cómputo de las notas e ilustraciones y de las páginas que del texto principal dedica Miguel García de la Madrid a los distintos asuntos, se deduce claramente que La Ideología es sobre todo, una obra lingüística, o mejor, de gramática filosófica —que es la denominación que, como se verá en páginas más adelante, le correspondería en su época.

Y cuarta y más importante: la falta de originalidad de La Ideología, manifestada por el propio autor en la misma Nota al inicio de la obra al decir que es un texto que nace para la enseñanza y en el que intenta demostrar que todo cuanto en él se expone no es novedoso ni original suyo.

Queda ahora corroborar todo esto con el estudio ya sí, del fondo de la obra.

 


Notas

 

65. Dada la definición que da Gérard Genette de la noción de paratexto en Seuils.

66. "En conjunto" porque intercalados en el texto principal aparecen otro paratextos, en concreto, otros títulos, pero estos informan no de la obra en su totalidad, sino de cada una de las partes en que se divide el texto: La Ideología, Notas e Ilustraciones.

67. El análisis de la primera parte del título: "La Ideología o Tratado de las Ideas y de sus Signos", es algo que este Trabajo de Investigación analizará más adelante porque incide en uno de los conceptos claves de la obra, y por lo tanto, en su valor final, y lo que interesa, insisto, en este primer epígrafe del capítulo II es analizar la manera cómo funciona el texto y no su contenido.

68. En esta intuición de una obra mayor resulta tentador el paradigma de Eléments d’idéologie del padre de la ciencia de la ideología, Destutt de Tracy, obra que comprende cinco libros: Idéologie de 1801, Grammaire genérale de 1803, Logique de 1805, Traité sur la Volonté, 1815 y Commentaire sur L’Esprit des Lois de 1819. En las conclusiones de este epígrafe primero del capítulo II, se volverá sobre esta obra porque es el referente más cercano que tuvo Miguel García de la Madrid sobre la ideología.

69. La presente edición las incluye como notas a pie de página del texto principal, pero en la edición original de 1820 aparecen al final de este texto, como una segunda parte.

70. Como se vio al inicio del primer capítulo, no sabemos las fechas exactas en las que García de la Madrid ocupó la plaza de lógica.

71. Sección 2.2.3., p. 128.

72. En todo esto se ahondará más adelante con el estudio de los conceptos claves de ideología y lógica.

73. Es el caso del primer ejemplo citado ocho líneas más arriba, la referencia a las ideas facticias que se hace en el párrafo IV del Capítulo Preliminar, pues a la noción de ideas facticias acompaña una nota al pie en la que se lee: "Qué se entiende por idea facticia se dirá en el párrafo III de dicho Capítulo I".

74. Véase la Justificación a la presente edición, p. 160.

75. Como curiosidad: la célebre obra del filósofo enciclopedista y matemático francés D’Alembert, Essai sur les éléments de philosophie (Fayard, Paris, 1986), presenta al final una extensa parte que lleva por título Éclaircissemens sur différents endroits des Éléments de philosphie, y que contine quince "ilustraciones" o éclaircissements. Miguel García de la Madrid cita en varias ocasiones en La Ideología a este filósofo y matemático, luego es muy probable que lo leyera y que sacara de su obra esta figura de las ilustraciones que él añade también al final del texto principal. Otra prueba de falta de originalidad.

76. Séneca, Sobre la felicidad, traducción de Julián Marías, Madrid, alianza Editorial, 1999, pág. 43.

77. En la edición de la obra que presenta este Trabajo de Investigación, en la que, como se dijo, se han introducido las Notas puestas a este Tratado de las Ideas y sus Signos como notas a pie de página del texto principal, no se da esta diferencia, todo lo contrario: el texto principal junto con las Notas suma ochenta y ocho páginas, mientras que las Ilustraciones suman ochenta y dos. En cualquier caso es una diferencia nimia.

78. La Ideología, p. 234.

 


Fecha del documento: 8de septiembre 2008
Última actualización: 8 de septiembre 2008


[Página principal] [Sugerencias]