LA CONCEPCIÓN DEL INFINITO


Charles S. Peirce (1859)

Traducción castellana y notas de Ignacio Redondo (2007)




Este texto forma parte del MS 53 (1853). En él, Peirce continúa desarrollando la idea expuesta en su “Ensayo” sobre Dios. Según Peirce, a pesar de que hay ideas que no pueden ser pensadas, como la idea del infinito, se puede, no obstante, pensar “algo” acerca de ellas. Es decir, se puede silogizar o concebir —esto es, se puede “pensar-en”— todo aquello de lo que pueda predicarse algo; aunque aquello que prediquemos sea su propia imposibilidad. Esta idea de que las cosas no pueden pensarse en sí mismas, sino que sólo puede “pensarse-en-ellas” a través de predicados llevará a Peirce a negar progresivamente la idea kantiana de noúmeno: jamás se da la “cosa-en-sí”, sino como representada. Merece la pena recalcar la importancia que Peirce otorga aquí a la denominada “dependencia influxual” o “influjo” [influx], que es el tipo especial de relación representativa que se establece entre sujeto y predicado en una proposición1 .


¿Qué puede ser discutido? Podemos silogizar sobre aquello que podemos definir. Podemos definir muchas cosas que no podemos concebir. Aquello que definimos no es nunca una cosa sino una idea, o una supuesta o pretendida idea. Ahora bien, podemos definir ideas que no podemos pensar. De este modo, un triángulo de cuatro lados se define como una pseudo-idea. Podemos razonar acerca de tal idea y mostrar que es un absurdo.

¿Qué es el infinito? ¿Cómo se define? ¿Qué es el infinito? No es la concepción de una cosa, ni es la concepción de la cualidad de una cosa. Si podemos pensar en un buen hombre es porque, en primer lugar, tenemos una noción de hombre y, en segundo lugar, tenemos la concepción de lo bueno y, en tercer lugar, podemos combinar una concepción con la otra. Cuando esto ocurre, expreso la síntesis diciendo que se concibe una dependencia influxual de bueno sobre hombre. La dependencia influxual tiene tres grados. 1º puede ser negativa, como cuando decimos el hombre no es bueno.2º puede ser real, como cuando decimos el hombre es más o menos bueno, o bastante bueno, o muy bueno; en definitiva, cuando posee bondad en algún grado. Y 3º es infinita cuando decimos él es perfectamente bueno. En ese caso él posee bondad más allá de toda gradación. El infinito, entonces, sólo puede ser predicado de cualidades y sólo de cualidades que se concibe que se poseen. Podemos, por tanto, analizar la concepción del infinito; podemos afirmar sus relaciones con otras concepciones, aunque nunca tengamos la concepción en sí misma.

El infinito es esa dependencia influxual de cualidad que está más lejos de la negación de lo que lo está la realidad; y es claro que toda proposición que hacemos acerca del infinito se deduce de esto. Por tanto, el hecho de que el Doble de una línea infinita sea el doble de larga que una línea finita depende de la premisa que afirma que el infinito es una dependencia influxual positiva de cualidad. Que cantidades infinitamente pequeñas puedan ser descartadas depende del hecho de que el infinito excede la realidad.

Las pseudo-concepciones o concepciones que no podemos pensar son de dos clases. La primera es cuando las concepciones en las que lo analizamos en la definición rechazan ser combinadas, cuando son contradictorias consigo mismas o con la naturaleza del alma. Y aquí, en aras del sistema, podría proporcionar una prueba formal de que tales concepciones no son concepciones de cosa alguna.

El segundo caso es cuando las concepciones elementales no rechazan ser combinadas pero nuestro poder de sintetizar es inadecuado, de manera que la combinación no puede completarse nunca. Las pseudo-concepciones de este tipo pueden tener o no tener validez objetiva; en este aspecto están justo donde están las concepciones reales. Sin embargo, su verdad en cualquier caso particular no es susceptible de prueba positiva; nunca podemos estar seguros de que lo que pensamos como infinito sea algo más que mucho. Sin embargo, en este aspecto están precisamente donde están las concepciones negativas; y siempre que suponemos una negativa suponemos efectivamente un infinito negativo.

Entonces, ¿dónde está esta concepción de lo infinito en la mente? Ciertamente no en la región de la consciencia, no más que un triángulo de cuatro lados. El triángulo de cuatro lados no está en el alma en absoluto; ¿lo está el Infinito? Si no, ¿qué se sigue de esto?

Esta no es una cuestión filosófica, y permitir que la respuesta influencie nuestra teoría sería un procedimiento como el de los realistas; y el resultado que encontraremos será una teoría realista.

Cuando una cosa influye en el alma su efecto entra en el campo de la consciencia o no. En el primer caso, llamamos a la modificación de la consciencia un pensamiento verdadero; en el segundo caso, podemos llamar a su influencia una idea inconsciente. Ahora bien, la FE dice que el infinito tiene influencia sobre el alma —como infinito. Se sigue de esto que tenemos una idea inconsciente de ello. Ahí es entonces a donde pertenece el infinito.

Cuando pensamos en una mente que piensa una cosa, nuestro pensamiento tiene 5 elementos. El análisis común los enumera así. 1º el noúmeno o la cosa considerada simplemente, 2º el objeto o cosa concebida como pensada, 3º el acto de pensar, 4º el fenómeno o pensamiento, y 5º el pensador o Ego.



 




Notas

1. Según algunos intérpretes, como André De Tienne o Joseph L. Esposito, esta idea tendrá una importancia capital en el paso de la Sustancia al Ser en la "Nueva Lista de Categorías". Cfr. J. L. Esposito, Evolutionary Metaphysics: The Development of Peirce’s Theory of Categories, Athens: Ohio University Press, 1980; A. De Tienne, L’analytique de la représentation chez Peirce. La genèse de la théorie des catégories, Bruxelles: Facultés universitaires Saint-Louis, 1996.



Fin de "La concepción del infinito" (1859). Fuente textual en MS 53.


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Fecha del documento: 24 de octubre 2007
Ultima actualización: 11 de marzo 2010

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