Este texto fue publicado por primera vez en un Simposio de The
Christian Register, Boston, el 7 de abril de 1887 [The Christian Register
Symposium, editado por S. J. Barrows; Geo. H. Ellis, Boston (1887)]. Fue
también incluido en CP 6.548-56 y en W 6. 61-64.
548. ¿Cuál es la solidez de los hechos comprobados positivamente sobre la doctrina de una vida futura? Por doctrina de una vida futura entiendo la proposición de que tras la muerte conservamos o recobramos nuestra consciencia individual, sentimiento, volición, memoria, y, en resumen, (salvo una infeliz contingencia), todas nuestras facultades mentales intactas. La cuestión es, dejando a un lado todos los aspectos principales de esta doctrina, su sacralidad y su sentimiento -en tanto que un hombre de ciencia, como tal, no tiene derecho a una opinión-, y juzgándola de la misma manera fría en la que se juzgaría una proposición física, ¿qué hechos nos llevan a creerla o descreerla?
549. Bajo el encabezamiento de la evidencia positiva directa para su afirmación se situaría la de los milagros religiosos, la de las maravillas espiritualistas, y la de los fantasmas, etc. Poco tengo que decir a todo esto. Considero que los milagros católicos modernos son los que están mejor atestiguados. Tres miembros de la English Psychical Research Society han publicado últimamente un extenso libro de mil cuatrocientas páginas, gran libro en octavo, bajo el título Phantasms of The Living. Este trabajo da unos setecientos casos de apariciones, etc., de una persona muerta a otra persona a gran distancia. El fenómeno de la telepatía, o percepción bajo condiciones que no permite la percepción ordinaria, aunque no se demuestra por completo, es apoyado por algunas observaciones destacables. Pero los autores del libro del que hablo –los señores, Gurney, Myers y Podmore- creen haber probado un tipo de telepatía por la que las personas muertas se aparecen a otras a grandes distancias. Sus argumentos más imponentes se basan en la doctrina de las probabilidades, y los he examinado con cuidado. Estoy plenamente convencido de que esos argumentos no son válidos, en parte por la incertidumbre y el error de los datos numéricos, y en parte porque los autores han sido asombrosamente descuidados al admitir casos que las condiciones de la argumentación excluyen.
550. Sin embargo, dando por supuestas todas las historias de fantasmas que alguna vez se han contado, y la realidad de todas las manifestaciones espirituales, ¿qué probarían? Estos fantasmas y espíritus no muestran sino un retazo de la mente. Su estupidez es destacable. Se asemejan a los animales inferiores. Si creyese en ellos, debería llegar a la conclusión de que, si el alma no se extinguió a la vez que la muerte del cuerpo, se redujo sin embargo a una miserable sombra, un mero fantasma, por así decirlo, de su yo anterior. Además, estos espíritus y apariciones son tan penosamente solemnes. Me imagino que, si me encontrase de repente liberado de todas las pruebas y responsabilidades de esta vida, una vez terminado mi periodo de prueba y cuando ya mi destino no pudiera hacerse ni echarse a perder, debería sentirme igual que cuando me encuentro en un buque en el océano, y sé que durante diez días no puede presentarse asunto alguno ni ocurrir nada. Debería considerar la situación como un juego estupendo, debería encontrarme en la cima del alborozo y estar extremadamente contento de dejar atrás el valle de lágrimas. En lugar de eso, estas míseras almas vuelven sin nada a sus guaridas anteriores, para lamentarse de la leche derramada.
551. Bajo el encabezamiento de la evidencia positiva aparentemente desfavorable a la doctrina, podemos tomar en consideración observaciones ordinarias de la dependencia de la acción de la mente sana sobre el estado del cuerpo. Existen, también, esos extraños casos de doble consciencia donde la identidad personal, en último término, se destruye o se cambia, incluso en esta vida. Si un hombre o una mujer, que un día es una persona, otro día otra, ha de vivir en la otra vida, ¿pueden decirme cuál de las dos personas que habitan el único cuerpo está destinada a sobrevivir?
552. En efecto, hay una enorme y formidable cantidad de hechos, que, aunque no se relacionan directamente con la cuestión de una vida futura, nos inclinan sin embargo a una concepción general del universo que no armoniza con esa creencia. Juzgamos la posibilidad de lo que no vemos por su analogía con lo que vemos. Sonreímos ante la lámpara de Aladino o el elixir de la vida, porque se parecen muy poco a todo lo que observamos. Aquellos de nosotros que nunca nos hemos topado con espíritus o con ningún hecho análogo a la inmortalidad entre las cosas que conocemos indudablemente, debemos ser disculpados si sonreímos ante esa doctrina. Hasta donde alcanzamos a ver, las formas de belleza, sentimiento e inteligencia, son los más efímeros de los fenómenos.
Además, los estudios científicos nos han enseñado que el testimonio humano, cuando no está rodeado de elaboradas comprobaciones, es un tipo frágil de evidencia. En resumen, la diferencia última entre un alma inmortal y cualquier cosa que no podamos dudar, y la insignificancia de todos los viejos argumentos de su existencia, me parece que tienen un enorme peso.
553. Por otra parte, es muy probable que la teoría de otra vida se refuerce, junto a las opiniones espiritualistas en general, cuando se reconozca la palpable falsedad de esa filosofía mecánica del universo que domina el mundo moderno. Es suficiente salir al aire libre y abrir los propios ojos para ver que el mundo no está gobernado completamente por un mecanismo, como Spencer, junto con otras mentes privilegiadas, nos haría creer. La infinita variedad del mundo no ha sido creada por ley. No es de la naturaleza de la uniformidad originar variación ni tampoco de la ley el crear la circunstancia. Al contemplar la multiplicidad de la naturaleza, miramos directamente a la cara de una espontaneidad viva. Un paseo por el campo debería hacer que nos diéramos cuenta de ello.
554. Además, está el gran hecho del crecimiento, de la evolución. Sé que Herbert Spencer se esfuerza en mostrar que la evolución es una consecuencia del principio mecánico de la conservación de la energía. Pero su capítulo acerca de esta cuestión es matemáticamente absurdo, y le declara culpable de ser un hombre que habla pretenciosamente de algo de lo que nada sabe. El principio de conservación de la energía puede, como es bien sabido, afirmarse de esta manera: todo lo que cambia puede ser causado por fuerzas que pueden igualmente ocurrir en el orden inverso (teniendo lugar todos los movimientos con las mismas velocidades, pero en direcciones opuestas), bajo el gobierno de las mismas fuerzas. Ahora, lo esencial del crecimiento es que tiene lugar en una dirección determinada, que no es reversible. Los niños se transforman en hombres, pero no los hombres en niños. Es, por consiguiente, un corolario inmediato de la doctrina de la conservación de la energía que el crecimiento no es el efecto de la sola fuerza.
555. El mundo, pues, no está gobernado evidentemente por una ley ciega. Sus características principales son absolutamente irreconciliables con esa postura. Cuando los hombres de ciencia comenzaron a comprender la dinámica, y la habían aplicado con gran éxito a la explicación de algunos fenómenos, se lanzaron a la anticipación de que el universo podía explicarse de ese modo; y por eso se fundó la llamada Filosofía mecánica. Sin embargo, un estudio posterior de la naturaleza de la fuerza ha mostrado que tiene este carácter conservador, lo que refuta por completo la noción mecánica del universo. En la medida en que puedo leer los signos de los tiempos, la perdición de la metafísica necesitarista está sellada. El mundo ha terminado con ella. Debe ahora dar lugar a algunas posturas más espiritualistas, y es muy natural ahora anticipar que otro estudio posterior de la naturaleza pueda establecer la realidad de una vida futura.
556. Por mi parte, no puedo admitir la proposición de Kant: que hay límites infranqueables del conocimiento humano; y, aunque haya tales límites con respecto a lo infinito y lo absoluto, la cuestión de una vida futura, en tanto que distinta de la cuestión de la inmortalidad, no los trasciende. La historia de la ciencia permite ilustraciones suficientes del disparate de decir que esto, aquello o lo otro nunca pueden descubrirse. Auguste Comte dijo que era claramente imposible para todo hombre aprender algo sobre la constitución química de las estrellas fijas, pero antes de que su libro llegara a los lectores, se había hecho el descubrimiento que él anunciaba como imposible. Legendre dijo de cierta proposición en la teoría de los números que, aunque parecía ser verdadera, probarla estaba probablemente más allá de los poderes de la mente humana; sin embargo, el siguiente escritor sobre la cuestión dio seis demostraciones independientes del teorema. Realmente no veo por qué los habitantes de la tierra no podrían descubrir con certeza, en un día venidero, si hay una vida futura o no. Pero en el presente percibo que no tenemos hechos suficientes en nuestra posesión que garanticen nuestra construcción de una conclusión práctica sobre ellos. Si alguien quiere creer en una vida futura, por su afecto al venerable credo de la Cristiandad o para su consuelo privado, hace bien. Pero no creo que fuese sabio sacar de esa deducción religiosa o sentimental ninguna deducción práctica —como, por ejemplo, que la felicidad humana y los derechos humanos sean de poca importancia, que nuestros pensamientos deban apartarse de las cosas de este mundo, etc.—, a no ser que tal deducción tenga el beneplácito independiente del buen sentido.
Traducción de Mónica Aguerri (2004)
Fin de "Ciencia e inmortalidad" (1897). Traducción castellana de Mónica Aguerri. Fuente textual en CP 6. 548-556
Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente mejores traducciones. En este sentido agradeceríamos que se enviaran todas las sugerencias y correcciones a sbarrena@unav.es
Fecha del documento: 3 de noviembre 2004
Ultima actualización: 30 de enero 2011