[CHARLES BABBAGE]

Charles S. Peirce (1871)

Traducción castellana de Roberto Narváez (2008)



Se trata de un obituario atribuido a Peirce que fue publicado en el diario The Nation el 9 de noviembre de 1871. Los editores de los Writings of Charles S. Peirce lo incluyeron en el volumen 2, pp. 457-459. Este breve texto ha sido comentado por algunos autores que han argumentado en torno a las posibles contribuciones de Peirce al desarrollo de las ciencias cognitivas, de la computación y de la Inteligencia Artificial, especialmente a través de ciertas indicaciones características de su teoría semiológica.

Se anuncia la muerte del Sr. Charles Babbage, el inventor de máquinas calculadoras. Nació el 26 de diciembre de 1792. Desde temprano se manifestó el poder analítico de su mente. En 1815, cuando sólo contaba veintidós años, apareció su notable Essay towards the Calculus of Functions ("Ensayo hacia el cálculo de funciones"), una especie muy general y profunda de álgebra de la cual fue el principal autor. Hacia 1822 construyó su primer modelo de máquina calculadora. Era una "máquina diferencial", es decir, que al proporcionársele los primeros pocos números de una tabla, se pondría en marcha y calcularía el resto sucesivamente, de acuerdo con la misma ley. Esto es, al menos, tan correcto como puede serlo un enunciado tan breve y sencillo. Al año siguiente el Gobierno, a petición de la Royal Society1, otorgó una subvención de 1.500 libras al Sr. Babbage para que éste pudiese proceder a la construcción de su máquina. En 1829 el Gobierno incrementó por mucho esta suma, y en 1830 asumió la propiedad de la máquina, declarando su intención de sufragar el costo de completarla. El Sr. Brunel estimó este costo en 12.000 libras, durante un periodo (febrero de 1821) en el que debieron haberse gastado entre 8.000 y 9.000 libras. Fue en 1830 cuando Babbage publicó sus Reflections on the Decline of Science in England, and on Some of Its Causes (Reflexiones sobre la decadencia de la ciencia en Inglaterra, y sobre algunas de sus causas), un ataque salvaje contra la administración de la Royal Society; contra el Sr. Pond, el astrónomo real, contra el capitán Sabine y otros científicos influyentes. Mas ocurrió tras la publicación de este libro que el Gobierno estuvo de acuerdo en proveer fondos para la máquina. En 1833 se completó una porción de la misma, suficiente para ilustrar el funcionamiento del todo. Era una pieza de maravillosa ejecución, de una precisión desconocida entonces y que hasta la fecha no tiene rival. Para realizarla había sido necesario no sólo idear nuevas herramientas, sino establecer el fundamento científico de los principios de tales herramientas, así como educar a los mecánicos que habrían de usarlas.

Ni un centavo del dinero pagado por el Gobierno llegó jamás al bolsillo del Sr. Babbage, al contrario, él siempre había anticipado el dinero para pagar a los trabajadores en tanto que se liberaban las órdenes de pago del Tesoro, de manera que usualmente se encontraba como acreedor de entre 500 y 1.000 libras. En 1833 el Sr. Babbage renunció a mantener este sistema, y en consecuencia, el ingeniero interrumpió la construcción del aparato, despidió a los trabajadores y se llevó todas las herramientas. Durante la suspensión de la obra causada por esta circunstancia, el Sr. Babbage padeció la mayor desgracia de su vida. Descubrió la posibilidad de una nueva máquina analítica, en comparación con la cual la máquina diferencial no era nada, pues si bien podría llevar a cabo el mismo trabajo aritmético que su antecesora, sería capaz de infinitamente más: consumaría los procesos algebraicos más complicados, como la eliminación, la extracción de raíces y la integración, y podría averiguar por sí misma las operaciones que fuera necesario verificar; además, el principio de esta máquina era tal que simplificaría inmensamente los medios de conseguir el objeto de una máquina diferencial.

Uno supondría que, hallándose tan desafortunado como para haber concebido una cosa semejante, Babbage habría sido al menos lo bastante sensato para guardar la idea estrictamente para sí mismo. En lugar de eso ¡de inmediato se la comunicó por escrito al Gobierno! Previamente a este hecho, todo marchaba tranquilamente; después, el Gobierno jamás entregaría un centavo más. Pero debe admitirse que el propio Sr. Babbage no parece haber estado muy ansioso de seguir adelante con la vieja máquina, cuando la nueva se inventó. Por supuesto, ninguna de las dos ha sido construida. Entre tanto, una segunda máquina diferencial ha sido terminada por un sueco llamado Scheutz. Hoy se encuentra en el Observatorio de Albany, mientras que un duplicado es usado por la oficina del Registro General en Londres. Recientemente, en este país [esto es, Estados Unidos de América] se ha inventado un importante nuevo plan para crear una máquina de ese tipo, y estimaciones cuidadosas muestran que podría costar un máximo de 5.000 dólares. Sin embargo, la máquina analítica es incuestionablemente la obra más estupenda de la invención humana. Es tan complicada que la mente de ningún hombre podría rastrear su forma de operar a través de dibujos y descripciones, y su autor tuvo que inventar una nueva notación para llevar su contabilidad. Se trata de una notación mecánica que se ha mostrado muy útil para casos más simples.

El Sr. Babbage escribió algunas obras que caben en el apartado de la economía política. Ha introducido muchos principios cuya importancia es más bien subsidiaria; pero sus libros son más valiosos por los impactantes hechos que contienen. También fue autor de uno de los Tratados Bridgewater2. Fue un hombre de ciencia resuelto y honorable, que odiaba las intrigas y la charlatanería. Era ingenioso y entretenido, y sabía cómo agradar al público; mas no lo hacía por medio alguno que bordease con el disparate. Inventaría un ballet o inventaría un autómata para jugar al gato [tit-tat-too], pero sin confundir semejantes asuntos con sus aserciones científicas. Era un verdadero genio, aunque incurría en una falta no infrecuente en los genios: la de una vanidad egregia y lamentable. Se aprecia un atisbo de esto, quizá, en la siguiente oración, la cual podría entenderse como su epitafio: "Si", dice, "es la voluntad de aquel Ser por el cual recibí los dones que me condujeron al descubrimiento de la máquina analítica, el que no me tocase vivir hasta completar mi obra, reverencio tal decisión con intensa gratitud por semejantes obsequios, consciente de que a lo largo de la vida jamás vacilé al realizar los sacrificios más duros de la fortuna, e incluso de los sentimientos, a fin de cumplir mi imaginada misión".

Una colección muy primorosamente impresa y bien organizada del volumen Three and Four Place Tables of Logarithmic and Trigonometric Functions (Tablas de funciones logarítmicas y trigonométricas de tres y cuatro lugares), del profesor James Mills Peirce (publicada por Ginn Brothers, Boston), que yace en nuestro escritorio para ser reseñado, nos recuerda otra deuda que el mundo tiene con el Sr. Babbage. La publicación de sus logaritmos en 1826 marca una época en el arte de la computación. Fueron los primeros sobre los que se realizaron los esfuerzos apropiados para evitar errores, especialmente por el examen minucioso de las láminas de estereotipos. También fueron los primeros para los cuales el acomodo, la figura y la talla de los tipos, la manera de dividir, y los colores de la tinta y el papel, se determinaron sólo después de una cuidadosa experimentación. Babbage ensayó con quince colores diferentes de papel y diez de tinta, y descubrió que la tinta más negra sobre papel de ante ligero resultaba la menos fatigosa para el ojo. Desde entonces se ha prestado mucha atención a tales puntos, lo que facilita o vuelve expedita la computación, y se han descubierto algunos principios de división del papel por líneas regladas que eran desconocidos a Babbage.

En 1841 el Sr. De Morgan llamó la atención sobre las grandes ventajas de las tablas de cuatro lugares. Pueden usarse dos veces más rápido que las tablas de cinco lugares y cuatro veces más rápido que las de siete lugares, y —como señaló De Morgan— poseen toda la precisión deseable para la navegación y la mayoría de los propósitos ordinarios. Las tablas de tres lugares constituyen una noción posterior. El Sr. T. Chappelier defendió vigorosamente su uso en 1863; y conocemos a quienes se han servido de ellas durante los últimos cuatro años con indescriptible comodidad para todo trabajo tosco de aproximación. Para la gente común que carece de los cálculos suficientes como para hacer que se mantengan en la práctica al usar tablas de hasta cinco lugares, las tablas de tres y cuatro lugares pueden ser de utilidad real en muchos casos, una vez que se ha aprendido a manipularlas.


Notas

 

1. Se refiere a la Royal Society of London for the Improvement of Natural Knowledge, fundada en 1660. Es una de las asociaciones más antiguas de su tipo en Europa [N. del T].

2. Se refiere a la obra titulada The Ninth Bridgewater Treatise. A Fragment (1ª ed., 1837). Sin embargo, a pesar del título jamás contó de manera oficial entre la serie de los tratados escritos por miembros de la Real Sociedad de Londres bajo el patrocinio de Francis Henry Egerton, miembro de la Real Sociedad y octavo conde de Bridgewater. Oficialmente se publicaron 8 entre 1833 y 1837. Su propósito fundamental, conforme a los deseos del patrocinador, era defender la teología natural contra las teorías geológicas modernas. Babbage compuso, en fin, su propio tratado independiente con el deseo de refutar varias tesis contenidas en el tercer Tratado Bridgewater, Astronomy and General Physics (1833), escrito por William Whewell (uno de los historiadores y filósofos de la ciencia que Peirce más apreciaba, por cierto). Sobre esto puede consultarse W. H. Brock, "The Selection of the Authors of the Bridgewater Treatises", en Notes and Records of the Royal Society of London, Vol. 21, No. 2, 1966, pp. 162 -179 [N. del T.].



Fin de: "Charles Babbage", Charles S. Peirce (1871). Fuente textual en W2.457-459

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Fecha del documento: 30 de junio 2008
Ultima actualización: 30 de enero 2011

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