L 482: CARTA AL REVERENDO JOHN W. BROWN


Charles S. Peirce (1892)


Traducción castellana de Sara Barrena (2010)




Esta carta (L 482), dirigida al párroco de la iglesia de St. Thomas en Nueva York, el reverendo John W. Brown, fue escrita por Peirce el 24 de abril de 1892. En ella relata la peculiar experiencia religiosa que había tenido aquel día. Algunos estudiosos, como Joseph Brent, han atribuido una gran importancia biográfica a esta carta, al considerar que la experiencia que narra explicaría, en alguna medida, el giro hacia lo religioso de gran parte de los escritos del Peirce maduro.

12 W 39th St., 24 abril de 1892

Querido y Reverendo Señor:

Esta mañana he recibido la Sagrada Comunión en St. Thomas —justo ahora, en realidad— bajo circunstancias peculiares que me parece apropiado relatar.

Durante muchos años no he comulgado y apenas he entrado en una iglesia, aunque siempre he tenido un amor ardiente por la Iglesia y una fe absoluta en que la esencia del cristianismo, cualquiera que sea, es Divina; sin embargo, no podía reconciliar mis nociones del sentido común y de la evidencia con ciertas proposiciones del credo, y sentía que ir a la iglesia me volvía sofístico y me impulsaba a jugar con cuestiones de integridad intelectual. Por esa razón, lo dejé; aunque ha sido la causa de más de una amarga reflexión. He intentado muchas veces encontrar alguna justificación para mi regreso a la comunión de la iglesia; pero no podía. Las dos últimas noches, especialmente, he yacido despierto pensando en esta cuestión.

Esta mañana después del desayuno sentí que, de todas formas, tenía que ir a la iglesia. Vagué sin rumbo sin encontrar una iglesia episcopal ordinaria, en la que fui confirmado; pero finalmente llegué a St. Thomas. Varias veces había estado allí en días laborables para mirar el presbiterio, así que no vi nada que fuera nuevo para mí. Pero esta vez —tampoco estaba pensando en Santo Tomás y sus dudas— me pareció recibir, tan pronto como entré en la iglesia, el permiso directo del Maestro para que fuera. Aun y todo, me dije a mí mismo, ¡no debo ir a comulgar sin una mayor reflexión! Debo ir a casa y prepararme debidamente antes de aventurarme. Pero, cuando llegó el momento, me vi a mí mismo transportado hasta la barandilla del altar, casi sin intervención de mi voluntad. Estoy completamente seguro de que fue correcto. De cualquier modo, no pude evitarlo.

Puedo mencionar la razón por la que no ofrezco expresar mi gratitud por la gracia que se me ha concedido mediante alguna forma de trabajo eclesiástico, y es que lo que me pareció que hoy me llamaba pareció prometerme que yo llevaría por amor al Maestro una cruz como la muerte, y él me daría fuerza para soportarla. Estoy seguro de que sucederá. Mi parte es esperar.

Nunca antes he sido místico; pero ahora lo soy. Después de darme a mí mismo tiempo para reflexionar sobre la situación, iré a hacerle una visita.

Suyo, muy sinceramente,

C. S. Peirce

No creo que sea prudente dar a conocer estas circunstancias; pero creo que es mi deber relatárselas a usted. Soy un hombre de cincuenta y dos años, y casado.




Fin de: "L 482: Carta al reverendo John W. Brown". Traducción castellana de Sara Barrena, 2010.

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Fecha del documento: 11 de marzo 2003
Última actualización: 13 de octubre 2010


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