Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios (1908)

Charles S. Peirce

 

 

Este artículo de Peirce fue publicado en The Hibbert Journal 7 (octubre, 1908), pp. 90-112. Fue incluido en los Collected Papers 6.452-91 y ha sido incluido también en Esential Peirce 2: pp. 434-450. En mi traducción he mantenido la puntuación, cursivas, etc. del texto original, así como las mayúsculas que Peirce utiliza en algunas palabras como Universo, Real, etc. El texto en su versión original apareció sin notas. Como hicieron también los editores de los Collected Papers he añadido algunas que me parece que pueden servir para facilitar una mayor comprensión del texto. He utilizado la numeración de los párrafos empleada en los Collected Papers porque puede ser de utilidad al lector a la hora de citar y manejar el texto.

En mi traducción he intentado mantener la literalidad en la medida de lo posible, aunque a veces el texto pueda resultar algo oscuro, debido al peculiar estilo de C. S. Peirce, que hace que resulte oscuro también en su versión original. He preferido mantener los términos originales ingleses en el caso de musement, que no aparece en The Oxford English Dictionary, derivado del verbo muse (meditar, ponderar, estar absorto en los pensamientos) y en el caso de muser (aquel que practica el musement) por no haber en castellano –me parece– ninguna expresión que se ajuste bien a lo que Peirce quería decir.

En la edición de este artículo en los Collected Papers se recoge un "Añadido" al Argumento Olvidado. Ese añadido pertenece prácticamente en su totalidad a un manuscrito de 1910 (MS 844), excepto el último fragmento (CP 6.491) que corresponde a otro manuscrito distinto, también de fecha 1910-11. Aparece también en esa edición un epígrafe denominado "El conocimiento de Dios" correspondiente a un fragmento de un manuscrito de 1896. Esos textos recogidos en los Collected Papers resultan a veces particularmente oscuros, sin embargo en ocasiones pueden ser de interés y contribuir a arrojar alguna luz sobre lo escrito y publicado en el artículo en The Hibbert Journal. Por ello me ha parecido oportuno recoger algunos fragmentos de esos añadidos en un Anexo a la traducción del Argumento Olvidado.

Esta traducción castellana se publicó en Cuadernos de Anuario Filosófico, nº 34, Pamplona, 1996, precedida de un amplio estudio introductorio.

 

 

Sara F. Barrena, mayo 1999

sbarrena@unav.es


I

 

452. La palabra "Dios", así "con mayúsculas" ("capitalizada" como decimos los americanos) es el nombre propio característico para significar al Ens Necessarium; según mi creencia, al Realmente creador de los tres Universos de Experiencia.

Algunas palabras se usarán aquí con mayúsculas, no como en la lengua vernácula, sino como términos definidos. Así, una "idea" es la sustancia de un pensamiento actual unitario o de una fantasía; pero "Idea", más próxima a la idea platónica de idea, denota algo cuyo Ser consiste en su mera capacidad para ser plenamente representado, independientemente de la facultad o incapacidad de cualquier persona para representarlo.

453. "Real" es una palabra inventada en el siglo trece, que significa tener Propiedades, esto es, características que basten para identificar a su objeto, y poseerlas, ya le sean atribuidas o no por algún hombre singular o grupo de hombres. Así, la sustancia de un sueño no es Real, ya que era lo que era solamente en tanto que el soñador lo soñó; pero el hecho del sueño es Real, si fue soñado; ya que si fue así, su fecha, el nombre del soñador, etc., constituyen una serie de circunstancias suficientes para distinguirlo de todos los demás sucesos, y estas circunstancias le pertenecen, esto es, sería verdadero predicarlas de él, las descubran A, B o C Actualmente o no. Lo "Actual" es aquello que es encontrado en el pasado, presente o futuro.

454. Una "Experiencia" es un efecto consciente producido de forma bruta que contribuye a un hábito auto-controlado, tan satisfactorio al reflexionar que ningún ejercicio positivo de vigor interno puede destruirlo. Empleo la palabra "auto-controlado" para "controlado por el pensador mismo", y no para "incontrolado" excepto en su propio auto-desarrollado espontáneo, esto es automático, como el profesor J. M. Baldwin1 emplea el término. Tomemos como ejemplo la sensación experimentada por un niño que al poner su dedo índice en una llama adquiere el hábito de mantener todos sus miembros lejos de todas las llamas. Una fuerza es "Bruta" cuando su eficacia inmediata no consiste de ninguna manera en su conformidad con una regla o razón.

455. De los tres Universos de Experiencia familiares a todos nosotros, el primero abarca a todas las puras Ideas, esas nadas etéreas a las que la mente del poeta, del matemático puro o de algún otro podrían dar un espacio y un nombre dentro de su mente. Su misma nada etérea, el hecho de que su Ser consista en la mera capacidad de ser pensadas, no en que alguien las piense Actualmente, salva su Realidad. El segundo Universo es aquel de la Actualidad Bruta de las cosas y los hechos. Estoy seguro de que su Ser consiste en reacciones contra fuerzas Brutas, a pesar de las impresionantes objeciones hasta que son examinadas atenta y honradamente. El tercer Universo comprende todo aquello cuyo Ser consiste en un poder activo para establecer conexiones entre objetos diferentes, especialmente entre los objetos de los diferentes Universos. Tal es todo lo que es esencialmente un Signo —no el mero cuerpo de un Signo, que no es esencialmente tal, sino, por decir así, el Alma del Signo, que tiene su Ser en su poder de servir de intermediario entre su Objeto y una Mente. Tal es también una consciencia viva y tal es la vida, el poder de crecimiento de una planta. Tal es una institución viva —un periódico diario, una gran fortuna, un "movimiento" social.

456. Un "Argumento" es cualquier proceso de pensamiento que tienda razonablemente a producir una creencia definida. Una "Argumentación" es un Argumento que procede sobre premisas formuladas de modo definido.

457. Si Dios fuera Realmente, y fuera benigno, entonces, según la verdad aceptada de modo general de que si la religión estuviera probada sería un bien más valioso que todos los demás, naturalmente deberíamos esperar que hubiera algún Argumento en favor de Su Realidad que resultara obvio para todas las mentes, tanto altas como bajas, que se esforzaran con seriedad por encontrar la verdad acerca de esta cuestión; y más aun, deberíamos esperar que este Argumento presentara su conclusión, no como una proposición de teología metafísica, sino de un modo directamente aplicable a la conducta de la vida, y llena de alimento para el crecimiento más elevado del hombre. Aquel al que me referiré como el A. O. —el Argumento Olvidado— me parece que es el que mejor cumple esta condición, y no debería maravillarme que la mayoría de aquellos que con sus propias reflexiones han cosechado la creencia en Dios han de bendecir el esplendor del A. O. por esta riqueza. Su capacidad de persuadir es no menos que extraordinaria; al mismo tiempo que no es desconocido para nadie. Sin embargo, de todos aquellos teólogos (dentro de mi pequeño ámbito de lectura) que, con loable asiduidad, rebañan todas las sólidas razones que pueden encontrar o mezclar para probar la primera proposición de la teología, pocos mencionan ésta, y la mayoría brevemente. Probablemente comparten esas nociones actuales de lógica que no reconocen otros Argumentos que las Argumentaciones.

458. Hay una cierta ocupación agradable de la mente que, por no tener un nombre distintivo, deduzco que no es tan frecuentemente practicada como merece; satisfacerla moderadamente —digamos durante el cinco o seis por ciento del tiempo en que uno está despierto, quizás durante un paseo— es lo bastante estimulante como para reembolsar el gasto. Ya que no envuelve otro propósito que el de dejar a un lado todo propósito serio, a veces me he visto medio inclinado a llamarlo ensueño [reverie] con alguna matización; pero para un estado de la mente tan opuesto a la vaciedad y a los sueños tal designación sería un desajuste demasiado atroz. En verdad, es Puro Juego. Ahora bien, todos sabemos que el Juego es un vivo ejercicio de los propios poderes. El Puro Juego no tiene reglas, excepto la misma ley de la libertad. Sopla donde quiere. No tiene ningún propósito, excepto la recreación. La particular ocupación a la que me refiero —una petite bouchée3 de los Universos— puede tomar la forma de contemplación estética, o bien la de construir distantes castillos (ya sea en España4 o en el propio adiestramiento moral), o la de considerar alguna maravilla en uno de los Universos, o alguna conexión entre dos de los tres, con la especulación acerca de su causa. Es este último tipo —lo llamaré "Musement" por regla general— el que particularmente recomiendo, porque en su momento florecerá en el A. O. Es claro que quien tome asiento con el propósito de llegar a convencerse de la verdad de la religión claramente no está investigando en la soledad científica de su corazón, y debe sospechar siempre que está razonando de modo erróneo. De modo que nunca puede alcanzar por completo el nivel de la creencia de un físico en los electrones, aunque ésta sea manifiestamente provisional. Pero dejemos que la meditación religiosa brote espontáneamente del Puro Juego sin solución alguna de continuidad, y el Muser conservará la perfecta ingenuidad propia del Musement.

459. Si uno que hubiera decidido poner a prueba el Musement como recreación favorita me pidiera consejo, le respondería lo siguiente: el amanecer y el crepúsculo invitan más al Musement; pero no he encontrado ninguna hora de las veinticuatro que no tenga sus propias ventajas para este propósito. Empieza de un modo bastante pasivo, bebiendo de la impresión de algún rincón de alguno de los tres Universos. Pero la impresión se convierte pronto en una observación atenta, la observación en meditación, la meditación en un vivo toma y daca de comunión entre uno y otro. Si se deja que las observaciones y reflexiones se especialicen demasiado, el Juego se convertirá en estudio científico; y eso no se puede proseguir en medias horas sueltas.

460. Debería añadir: observa la única orden del Juego, la ley de la libertad. Puedo atestiguar que el último medio siglo, por lo menos, no ha carecido nunca de tribus de Sir Oráculos, pregonando máximas para desechar uno u otro camino de investigación; y sería necesario un Rabelais5 para sacar a la luz toda la tontería que se ha ocultado bajo sus aires de infalibilidad. Augusto Comte, a pesar de haber producido al parecer algún pensamiento genuino incuestionable, fue con diferencia el jefe de esa banda. La moda de cada una de sus máximas particulares era necesariamente breve. Pues ¿qué distinción puede conseguirse repitiendo dichos escuchados de todas las bocas? Ninguna moda pasada parece más grotesca que un panache6 de sabiduría obsoleta. Recuerdo los días en que estaba en boga la opinión de que ninguna ciencia debe tomar prestados los métodos de otra; el geólogo no debe usar un microscopio, ni el astrónomo un espectroscopio. Los ópticos no deben entrometerse en la electricidad, ni los lógicos en el álgebra. Sin embargo veinte años más tarde, si aspirabas a ser considerado un intelecto dominante, debías poner cara larga y declarar que "no es asunto de la ciencia investigar sobre los orígenes". Esta máxima era una pieza maestra, pues ningún alma tímida, por temor a ser considerada ingenua, se atrevería a preguntar qué eran los "orígenes", aunque el secreto confesor dentro de su pecho le obligara al horrible reconocimiento de que no tenía ni idea de qué otra cosa puede el hombre investigar además de los "orígenes" de los fenómenos (en algún sentido de esa imprecisa palabra). Que la razón humana no puede comprender algunas causas es una negación anticuada, y una vez que nos vemos forzados a reconocer un elemento dado en la experiencia es razonable aguardar una evidencia positiva antes de complicar nuestro reconocimiento con restricciones. De otro modo, ¿por qué aventurarse más allá de la observación directa? En la ciencia física abundan ilustraciones de este principio. Puesto que es cierto entonces que el hombre es capaz de entender las leyes y las causas de algunos fenómenos, es razonable suponer, con respecto a cualquier problema dado, que sería correctamente resuelto por el hombre si se le dedicara suficiente tiempo y atención. Además, esos problemas que a primera vista aparecen como completamente insolubles contienen, en esa misma circunstancia, como Edgar Poe señaló en Los crímenes de la calle Morgue7, las llaves que se ajustan suavemente. Esto los adapta particularmente para el Juego del Musement.

461. Cuarenta o cincuenta minutos de pensamiento analítico e intenso dedicados a uno de ellos es suficiente generalmente para educir de él todo lo que haya que educir, su solución general. No hay ninguna clase de razonamiento que quisiera desaconsejar para el Musement; y lamentaría encontrar a alguien que lo limitara a un método de fecundidad tan limitada como el análisis lógico. El Jugador debe tener sólo en mente que las armas superiores del arsenal de su pensamiento no son juguetes sino herramientas afiladas. En un Juego cualquiera pueden usarse simplemente como ejercicio; mientras que en el Musement el análisis lógico puede alcanzar su plena eficiencia. Por eso, continuando con los consejos que se me habían pedido, yo diría, "sube al bote del Musement, empújalo en el lago del pensamiento, y deja que la brisa del cielo empuje tu navegación. Con tus ojos abiertos, despierta a lo que está a tu alrededor o dentro de ti, y entabla conversación contigo mismo, para eso es toda meditación". Sin embargo, no es una conversación sólo con palabras, sino ilustrada con diagramas y experimentos como una conferencia.

462. Las distintas personas tienen modos tan maravillosamente distintos de pensar que estaría más allá de mi competencia decir qué caminos no deberían tomar los Musements; pero un cerebro dotado de control automático, como lo es indirectamente el del hombre, está tan natural y correctamente interesado en sus propias facultades que sin ninguna duda tocará algunas cuestiones psicológicas y semi-psicológicas; tal y como ésta de esa última clase: los darwinianos, con ingenuidad verdaderamente sorprendente, han confeccionado, y con una confianza todavía más asombrosa, han aceptado como comprobada, una explicación para las diversas y delicadas bellezas de las flores, otra para las de las mariposas, y así sucesivamente; pero ¿por qué está toda la naturaleza —las formas de los árboles, las composiciones de las puestas de sol— repleta de tales bellezas por todas partes, y no sólo la naturaleza, sino también los otros dos Universos? Entre las cuestiones más puramente psicológicas, la naturaleza del placer y del dolor atraerán probablemente la atención. ¿Son meras cualidades de los sentimientos, o más bien instintos motores que nos atraen hacia ciertos sentimientos y nos hacen repeler otros? ¿Tienen el placer y el dolor el mismo tipo de constitución o se diferencian en este aspecto, en que el placer surge de la formación o del fortalecimiento de una asociación por semejanza, y el dolor del debilitamiento o quiebra de un hábito o concepción tal?

463. Las especulaciones psicológicas conducirán de modo natural a meditaciones sobre los problemas propiamente metafísicos, buen ejercicio para una mente con disposición para el pensamiento exacto. Es aquí donde uno encuentra esas cuestiones que a primera vista parecen no ofrecer ningún asidero para que la razón pueda agarrarse, pero que en seguida se someten al análisis lógico. Pero se presentarán inevitablemente problemas de metafísica que el análisis lógico no bastará para resolver. Algunos de los mejores serán motivados por un deseo de comprender los conjuntos universales de fenómenos no formulados pero en cierto modo experimentados. Sugeriría al Muser que no sea demasiado impaciente para analizarlos, para que no se pierda ningún ingrediente significativo en el proceso; sino que comience ponderándolos desde cada uno de los puntos de vista, hasta que le parezca leer alguna verdad bajo los fenómenos.

464. En este punto una mente experimentada requerirá que se haga un examen de la verdad de la interpretación; y el primer paso en tal examen debe ser el análisis lógico de la teoría. Pero un examen estricto sería una tarea un poco demasiado seria para el Musement de horas sueltas, y si se pospone habrá una amplia recompensa incluso en las sugerencias que no haya tiempo de examinar; especialmente porque unas pocas de ellas apelarán a la razón como todo menos ciertas8.

Dejemos que el Muser, por ejemplo, después de apreciar bien, en su amplitud y profundidad, la indecible variedad de cada Universo, se vuelva hacia aquellos fenómenos que sean de la naturaleza de las homogeneidades de las conexiones en cada uno de ellos; ¡y qué espectáculo se desarrollará! Como mera sugerencia de ellos puedo señalar que cada pequeña parte del espacio, por remota que sea, está rodeada justo por tantas partes vecinas como todas las demás, sin una sola excepción en toda la inmensidad. En cada estrella la materia de la Naturaleza es de los mismos tipos elementales, y (excepto por variaciones circunstanciales), lo que es más maravilloso todavía, a lo largo de todo el universo visible, prevalecen aproximadamente las mismas proporciones de los diferentes elementos químicos. Aunque el mero catálogo de los compuestos del carbono conocidos llenaría un abultado volumen, y quizás, si se conociera la verdad, sólo el número de aminoácidos sea incluso mayor, sin embargo no es probable que haya en total más de seiscientos elementos aproximadamente, de los cuales quinientos se mueven en el espacio demasiado rápidamente para ser sujetados por la gravitación de la tierra, siendo el coronio el de movimiento más lento de ellos. Este pequeño número indica la simplicidad comparativa de la estructura. Sin embargo, ningún matemático podría menos que confesar la actual desesperanza al intentar comprender la constitución del átomo de hidrógeno, el más simple de los elementos que pueden encontrarse en la tierra.

465.De las especulaciones sobre las homogeneidades de cada Universo, el Muser pasará de modo natural a la consideración de las homogeneidades y conexiones entre dos Universos diferentes, o entre los tres. Especialmente encontramos en todos ellos un tipo de acontecimiento, el del crecimiento, que consiste en sí mismo en las homogeneidades de las pequeñas partes. Esto se ve en el crecimiento del movimiento en desplazamiento, y en el crecimiento de la fuerza en movimiento. Encontramos también que los tres Universos conspiran en el crecimiento; y una característica universal de él es la disposición para los estados posteriores en los anteriores. Ésta es una muestra de ciertas líneas de reflexión que sugieren inevitablemente la hipótesis de la Realidad de Dios. No es que tales fenómenos no pudieran ser explicados, en un sentido, por la acción del azar con la dosis más pequeña que pueda concebirse de un elemento superior; pues si por Dios se entiende el Ens necessarium, esa misma hipótesis requiere que ese deba ser el caso. Pero la cuestión es que esa clase de explicación hace que sea tan necesaria una explicación mental como antes. Dime, en base a una autoridad suficiente, que toda actividad mental depende de los movimientos de las neuritas que obedecen estrictamente determinadas leyes físicas y que de este modo todas las expresiones del pensamiento, tanto externas como internas, reciben una explicación física, y estaré dispuesto a creerte. Pero si vas más lejos diciendo que esto refuta la teoría de que mi vecino y yo estamos gobernados por la razón, y de que somos seres pensantes, debo decir con toda franqueza que no tendré gran opinión de tu inteligencia. Pero fuera ello como fuere, en el Puro Juego del Musement es seguro que se encontrará antes o después la idea de la Realidad de Dios como una imagen atractiva, que el Muser desarrollará de diversas maneras. Cuanto más la pondera, más respuesta encontrará en cada parte de su mente, por su belleza, porque proporciona un ideal de vida y por su explicación completamente satisfactoria de todo su triple entorno.

 

II

466. La hipótesis de Dios es una hipótesis peculiar, en tanto que supone un objeto infinitamente incomprehensible, a pesar de que cualquier hipótesis como tal supone que su objeto se concibe verdaderamente en la hipótesis. Esto sólo deja a la hipótesis un modo de entenderse a sí misma; a saber, como vaga pero verdadera en la medida en que es definida, y como tendiendo continuamente a definirse a sí misma más y más e ilimitadamente. La hipótesis, estando por tanto sujeta inevitablemente a la ley del crecimiento, parece en su vaguedad representar a Dios como tal, aunque esto se contradice directamente con la hipótesis desde su misma primera fase. Pero esta aparente atribución de crecimiento a Dios, puesto que no es erradicable de la hipótesis, no puede, de acuerdo con esa hipótesis, ser totalmente falsa. Sus implicaciones relativas a los Universos se mantendrán en la hipótesis, mientras que sus implicaciones relativas a Dios serán en parte rechazadas, y sin embargo se considerarán incluso como menos falsas de lo que su negación hubiera sido. Así, la hipótesis nos llevará a pensar las características de cada Universo como persiguiendo una finalidad; y esto se sostendrá o caerá con la misma hipótesis. Una finalidad envuelve esencialmente crecimiento, y por tanto no puede atribuirse a Dios. Sin embargo, de acuerdo con la hipótesis, todavía será menos falso hablar así que representar a Dios como sin finalidad.

467. Estoy seguro por mi propia experiencia personal de que si una persona cualquiera, capaz de controlar su atención para llevar a cabo un pequeño pensamiento exacto, examina el argumento de Zenón acerca de Aquiles y la tortuga, llegará a pensar como yo que no es sino una despreciable trampa; por lo que sé acerca de los efectos del Musement en mí mismo y en otros, no creo que yo esté o debiera de estar menos seguro de que cualquier hombre normal que considere los tres Universos a la luz de la hipótesis de la Realidad de Dios, y prosiga esa línea de reflexión en la soledad científica de su corazón, llegará a conmoverse hasta las profundidades de su naturaleza por la belleza de esta idea y por su augusta practicidad, incluso hasta el punto de amar ardientemente y adorar a su Dios estrictamente hipotético y hasta el punto de desear sobre todas las cosas conformar la totalidad de su estilo de vida y todas las acciones que brotan en conformidad con esa hipótesis. Ahora bien, el estar deliberada y completamente preparado para conformar la propia conducta de acuerdo con una proposición es ni más ni menos que el estado de la mente llamado Creer tal proposición9, independientemente de cuánto se posponga su clasificación consciente bajo ese rótulo.

 

III

468. Este es mi pobre esbozo del Argumento Olvidado, muy recortado para que quepa dentro de los límites asignados a este artículo. Lo siguiente debería ser la discusión de su logicidad; pero nada legible de una sentada podría posiblemente traer a casa a los lectores mi prueba completa de los principales puntos de tal examen. Sólo puedo esperar hacer del resto de este artículo una especie de índice, a partir del que alguno podría posiblemente adivinar lo que tengo que decir; o establecer una serie de puntos plausibles a través de los cuales el lector tendrá que construir por su cuenta la línea continua del razonamiento. La prueba está elaborada en mi propia mente, y estoy empleando mis energías en llegar a presentarla a la censura pública. Mi actual resumen se dividirá en tres partes desiguales. La primera dará los encabezamientos de los diferente pasos de cualquier investigación completa y bien llevada, sin dar cuenta de las posibles divergencias del modelo. Tendré que mencionar algunos pasos que no tienen nada que ver con el Argumento Olvidado para mostrar que no añaden un ápice a la verdad que es traída invariablemente tal y como el Argumento Olvidado la brinda. La segunda parte expondrá muy brevemente, sin argumentar (para lo que no hay espacio), dónde reside precisamente la validez lógica del razonamiento característico de cada una de las etapas principales de la investigación. La tercera parte indicará el lugar del Argumento Olvidado en una investigación completa acerca de la Realidad de Dios, y mostrará lo bien que llena ese espacio, y cuál es su valor lógico suponiendo que la investigación se limite a esto; y añadiré unas pocas palabras para mostrar cómo podría complementarse.

469. Toda investigación cualquiera tiene su origen en la observación, en uno u otro de los tres Universos, de algún fenómeno sorprendente, de alguna experiencia que defraude alguna expectativa, o que rompa algún hábito de expectación del inquisiturus; y cada aparente excepción a esta regla sólo la confirma. Hay obvias distinciones entre los objetos de la sorpresa en los diferentes casos; pero a lo largo de este somero esbozo tales detalles no serán tenidos en cuenta, especialmente porque de ellos tratan los libros de lógica. La investigación comienza ponderando estos fenómenos en todos sus aspectos, en la búsqueda de algún punto de vista desde el que se resuelva la duda. Finalmente se alza una conjetura que proporciona una Explicación posible; con esto quiero decir que surge un silogismo que muestra el hecho sorprendente como necesariamente consecuente de las circunstancias de su ocurrencia junto con la verdad de la conjetura creíble, como premisas10. En base a esta Explicación el investigador es llevado a considerar su conjetura o hipótesis favorablemente. Como yo digo, sostiene provisionalmente que es "Plausible"; esta aceptación varía en diferentes casos —y es razonable que así sea— desde su mera expresión en modo interrogativo, como una cuestión que merece atención y respuesta, hasta, a través de todas las evaluaciones de Plausibilidad, una incontrolable inclinación a creer. La serie completa de funciones mentales entre el tomar noticia del fenómeno maravilloso y la aceptación de la hipótesis, durante la que el entendimiento ordinariamente dócil parece desbocarse y tenernos a su merced —la búsqueda de circunstancias pertinentes y su disposición, a veces sin nuestro conocimiento, su escrutinio, el trabajo oscuro, el estallido de la asombrosa conjetura, la observación de su tranquilo ajustarse a la anomalía, como si se moviera de atrás para delante como una llave en una cerradura, y la estimación final de su Plausibilidad, las reconozco como componentes de la Primera Etapa de la Investigación. A la fórmula típica de este razonamiento la denomino Retroducción, es decir, razonamiento de lo consecuente a lo antecedente. En cierto sentido esta designación parece inapropiada; ya que en la mayoría de los casos en que la conjetura alcanza las altas cumbres de la Plausibilidad —y es realmente más digna de confianza— el investigador es claramente incapaz de formular con precisión qué es la maravilla explicada; o puede hacerlo sólo a la luz de la hipótesis. En breve, se trata de una forma de Argumento más que de una Argumentación11

470. La Retroducción no proporciona seguridad. La hipótesis debe ser probada. Esta prueba, para ser lógicamente válida, debe comenzar honradamente, no como comienza la Retroducción, con el escrutinio de los fenómenos, sino con el examen de la hipótesis, y con la revisión de todos los tipos de consecuencias experienciales condicionales que se seguirían de su verdad. Esto constituye la Segunda Etapa de la Investigación. Nuestro lenguaje, durante dos siglos, ha contado felizmente con el nombre de Deducción para esta forma típica de razonamiento.

471. La Deducción tiene dos partes. Su primer paso ha de ser Explicar la hipótesis mediante el análisis lógico, esto es, hacerla tan perfectamente clara como sea posible. Este proceso, como la Retroducción, es Argumento y no Argumentación. Pero a diferencia de la Retroducción, no puede salir mal por falta de experiencia, sino que en tanto que procede correctamente ha de alcanzar una conclusión verdadera. La Explicación es seguida por la Demostración, o Argumentación Deductiva. Donde mejor se aprende este procedimiento es en el libro primero de los Elementos de Euclides, una obra maestra que es muy superior en penetración efectiva a los Analíticos de Aristóteles; y sus numerosas falacias la hacen muy instructiva para un estudiante concienzudo. Invariablemente requiere algo del tipo de un diagrama; esto es, un "Icono", o Signo que representa a su Objeto pareciéndose a él. También a menudo necesita "Índices", o sea Signos que representan a sus Objetos por estar efectivamente conectados con ellos. Pero principalmente está compuesta de "Símbolos", o Signos que representan esencialmente a sus Objetos porque así serán interpretados. Cuando sea posible la Demostración ha de ser Corolaria. Una definición precisa de Demostración Corolaria requeriría una larga explicación; pero bastará con decir que se limita a sí misma a consideraciones ya introducidas o que están implicadas en la Explicación de su conclusión; mientras que la Demostración Teoremática recurre a procesos más complicados de pensamiento12.

472. Una vez que se ha desarrollado suficientemente el propósito de la Deducción, el recolectar consecuencias de la hipótesis, la investigación entra en su Tercera Etapa, la de averiguar hasta qué punto aquellas consecuencias concuerdan con la Experiencia, y la de juzgar de acuerdo con eso si la hipótesis es razonablemente correcta, o si requiere alguna modificación no esencial, o si bien debe rechazarse por completo. Su modo característico de razonar es la Inducción. Esta etapa tiene tres partes. Debe comenzar con la Clasificación, que es un Argumento de la clase Inductiva No-argumentacional, por el que las Ideas generales se unen a objetos de Experiencia; o más bien por el que los últimos se subordinan a las primeras. A continuación vendrán las argumentaciones probatorias, las Pruebas; y toda la investigación concluirá con la parte Sentencial de la Tercera Etapa, en la que, mediante razonamientos Inductivos, se evalúan una a una las diferentes Pruebas, luego sus combinaciones, luego se hace una autoevaluación de estas mismas valoraciones en sí mismas y se expresa un juicio final sobre el resultado total.

473.Las Pruebas, o Argumentaciones Inductivas directas, son de dos tipos. El primero es el que Bacon describió malamente como "inductio illa quae procedit per enumerationem simplicem" (así al menos se le ha entendido). Puesto que una enumeración de ejemplos no es esencial para el argumento de que, por ejemplo, no hay seres tales como las hadas, o sucesos tales como los milagros. La cuestión es que no hay un caso bien establecido de una cosa así. Llamo a esto Inducción Cruda13. Es la única inducción que concluye en una Proposición lógicamente Universal. Es el más débil de los argumentos, que puede ser destruido en un momento, como sucedió hacia finales del siglo dieciocho con la opinión del mundo científico de que no caían piedras del cielo. El otro tipo es la Inducción Gradual, que hace una nueva estimación de la proporción de la verdad de la hipótesis con cada nuevo caso; y dado un cierto grado de error habrá en algún momento una estimación (o llegaría a haber, si se persistiera en la Prueba) que sería absolutamente la última en ser infectada con tanta falsedad. La Inducción Gradual es bien Cualitativa o bien Cuantitativa y ésta última depende de mediciones, de estadísticas o de cálculos14.

 

IV

474. En relación con la cuestión de la naturaleza de la validez lógica que poseen la Deducción, la Inducción y la Retroducción, como es todavía terreno de controversia, me limitaré a consignar las opiniones que estoy preparado para defender con pruebas positivas. La validez de la Deducción fue analizada por Kant15 correctamente, aunque no muy claramente. Este tipo de razonamiento se ocupa exclusivamente de Ideas Puras, uniéndolas en primer lugar a Símbolos y derivadamente a otros Signos de nuestra propia creación; y el hecho de que el hombre tenga el poder de Explicar su propio significado hace válida la Deducción. La Inducción es un tipo de razonamiento que puede llevarnos al error; pero sigue un método que, si se persiste suficientemente en él, será Inductivamente Cierto (el tipo de certeza que tenemos de que una moneda perfecta lanzada con la suficiente frecuencia, caerá alguna vez de cara) que el disminuir el error en algún grado anteriormente designado está asegurado por el poder del hombre de percibir la Certeza Inductiva. En todo esto estoy invitando al lector a mirar a través del extremo ancho del telescopio; hay una gran riqueza de detalles pertinentes que aquí han de ser pasados por alto.

475. Finalmente viene la última cuestión de la lógica Crítica16. ¿Qué tipo de validez puede atribuirse a la Primera Etapa de la investigación? Observad que ni la Deducción ni la Inducción contribuyen con el más mínimo elemento positivo a la conclusión final de la investigación. Tornan definido lo indefinido; la Deducción Explica; la Inducción evalúa: eso es todo. Sobre el abismo que se cierne entre la última meta de la ciencia e ideas tales del entorno del Hombre, como lo que le pasó durante sus primitivos vagabundeos en el bosque, que mientras su misma noción de error era todavía de lo más vago, se las arregló para comunicarse con algún compañero, estamos construyendo un puente voladizo de inducción, que se sostiene por puntales y nudos científicos. Sin embargo cada tabla de su avance es tendida primero por la sola Retroducción, es decir, por las conjeturas espontáneas de la razón instintiva; y ni la Deducción ni la Inducción proporcionan un sólo concepto nuevo a la estructura. No es esto menos verdadero o menos importante para aquellas investigaciones que promueve el propio interés.

476. La primera respuesta que naturalmente damos a esa cuestión es que no podemos evitar aceptar la conjetura con tal valor como aquel con el que la aceptamos; ya sea como una simple interrogación, o como más o menos Plausible, u, ocasionalmente como una creencia irresistible. Pero lejos de constituir, por sí mismo, una justificación lógica tal como si llegara un ser racional a desarrollarlo, este alegato, el que no podemos evitar rendirnos a su sugerencia, no significa más que una confesión de que hemos fracasado en el entrenamiento para controlar nuestros pensamientos. Es más a propósito, sin embargo, insistir en que la fuerza del impulso es un síntoma de que es instintivo. Los animales de todas las razas se alzan muy por encima del nivel general de su inteligencia en aquellas acciones que son su función propia, tal y como volar y construir nidos para los pájaros ordinarios; ¿y cuál es la función más propia del hombre si no la de encarnar ideas generales en creaciones artísticas, en utilidades y sobre todo en conocimiento teorético? Contradecir su propia consciencia de adivinar las razones de los fenómenos sería tan tonto en un hombre como sería en un pájaro volador rehusar a confiar en sus propias alas y dejar el nido, porque la pobre pequeña cosa hubiese leído a Babinet17, y hubiese estimado sobre bases hidrodinámicas que la aerostática es imposible. Sí; debe confesarse que si supiéramos que el impulso para preferir una hipótesis a otra fuera realmente análogo a los instintos de los pájaros y las avispas, sería una locura no darle juego dentro de los límites de la razón; especialmente porque hemos de sostener algunas hipótesis, o más bien han de preceder a todo conocimiento posterior a aquel que hemos obtenido ya de este mismo modo. Pero ¿es un hecho que el hombre posea esta facultad mágica? No, respondo, hasta el punto de adivinar correctamente a la primera, ni quizás a la segunda; pero es una verdad histórica que la mente bien preparada ha adivinado maravillosamente pronto cada secreto de la naturaleza. Todas las teorías de la ciencia se han obtenido de este modo. Pero ¿no pueden haber venido fortuitamente, o por alguna modificación al azar como suponen los Darwinianos? Respondo que tres o cuatro métodos de cálculo independientes muestran que sería ridículo suponer que nuestra ciencia ha venido a suceder así. Sin embargo, supongan que puede ser “explicada” así, tal como los materialistas necesitaristas suponen que un acto mío deliberado cualquiera llega a suceder. Aun así ¿qué? ¿Muestra la explicación materialista, supuesto que se conceda, que la razón no tiene nada que ver con mis acciones? Incluso los paralelistas admitirán que esa explicación deja la misma necesidad de otra que la que había antes de que fuera dada; y esto es ciertamente buena lógica. Hay una razón, una interpretación, una lógica, en el curso del progreso científico, y esto prueba indiscutiblemente a aquel que tiene percepciones de relaciones racionales o significativas, que la mente del hombre debe haber estado en armonía con la verdad de las cosas para descubrir lo que ha descubierto. Es el fundamento mismo de la verdad lógica.

477. La ciencia moderna se ha construido según el modelo de Galileo, quien la fundó, de il lume naturale. Aquel profeta verdaderamente inspirado había dicho que, de dos hipótesis, había de preferirse la más simple18, pero antes yo era uno de esos que, en nuestro orgulloso auto-concepto, creyéndonos más astutos que él, retorcimos la máxima para que significara la más simple lógicamente, aquella que añade menos a lo que ha sido observado, a pesar de tres objeciones obvias: la primera, que de ese modo no habría apoyo para ninguna hipótesis; en segundo lugar, que por lo mismo deberíamos contentarnos con la simple formulación de las observaciones especiales efectivamente hechas; y en tercer lugar, que cada avance de la ciencia que abre más allá la verdad a nuestra vista revela un mundo de inesperadas complicaciones. Mientras que aquellos que entendieron la máxima como Galileo lo había hecho pronto descubrieron el secreto, no fue hasta que la larga experiencia me forzó a darme cuenta de que los descubrimientos posteriores mostraban una y otra vez que había estado equivocado, que las escamas cayeron de mis ojos y mi mente despertó a la fuerte y brillante luz del día de que es la hipótesis más simple en el sentido de más fácil y natural, aquella que el instinto sugiere, la que debe preferirse; por la razón de que, a no ser que el hombre tenga una inclinación natural de acuerdo con la de la naturaleza, no tendría la posibilidad de entender la naturaleza en absoluto. Muchas pruebas de este hecho principal y positivo, relativas tanto a mis propios estudios como a las investigaciones de otros, me han confirmado en esta opinión; y cuando llegue a exponerlas en un libro, su conjunto convencerá a todo el mundo. ¡Oh, no! ¡Estoy olvidando aquella coraza, impenetrable para el pensamiento exacto, de la que están cubiertas filas e hileras de mentes! Pueden, por ejemplo, sacar la idea de que mi propuesta implica una negación de la rigidez de las leyes de asociación: esto iría muy a la par con mucho de lo que hoy día es corriente. No quiero decir que la simplicidad lógica sea una consideración sin ningún valor, sino sólo que su valor es apenas secundario respecto al de la simplicidad en el otro sentido.

Sin embargo, si la máxima es correcta en el sentido de Galileo, de donde se sigue que el hombre tiene, en algún grado, un poder adivinatorio primario o derivado como el de la avispa o el pájaro, entonces acuden en tropel los ejemplos que muestran que una cierta confianza peculiar en una hipótesis en conjunto —que no ha de ser confundida con una presunción temeraria— tiene un valor muy apreciable como signo de la verdad de la hipótesis. Lamento no poder dar aquí una explicación de ciertos casos interesantes y casi convincentes. El A. O. suscita esa peculiar confianza en el más alto grado.

 

V

478. Tenemos que aplicar ahora estos principios a la evaluación del A. O. Si tuviera espacio intentaría plantearlo imaginando cómo sería probablemente estimado por tres diferentes tipos de hombres: El primero de escasa instrucción con la correspondiente apertura natural, familiarizado íntimamente con el A. O., pero para quien la lógica es toda Griego; el segundo, hinchado de nociones actuales de lógica, pero prodigiosamente informado sobre el A. O.; el tercero, un hombre de ciencia instruido que, en el espíritu moderno, ha añadido a su especialidad un estudio exacto teórico y práctico del razonamiento y de los elementos del pensamiento, de modo que los psicólogos le consideran como una especie de psicólogo, y los matemáticos como una especie de matemático.

479. Debería entonces mostrar cómo el primero habría aprendido que nada tiene ninguna clase de valor en sí mismo —ya sea estético, moral o científico— sino sólo en su lugar dentro de la producción completa a la que pertenece; y que un alma individual con sus pequeñas agitaciones y calamidades es un cero excepto al ocupar su lugar infinitesimal, y al aceptar su pequeña utilidad como todo su tesoro. El verá que aunque su Dios no adapte realmente (en un cierto sentido) los medios a los fines, resulta sin embargo bastante verdadero que hay relaciones entre fenómenos que la inteligencia finita debe interpretar, e interpreta verdaderamente, como tales adaptaciones; y se llamará feliz a sí mismo por sus más amargos pesares, y bendecirá a Dios por la ley de crecimiento con toda la lucha que ésta le impone —el Mal, es decir, lo que el hombre ha de combatir, siendo una de las mayores perfecciones del Universo. En esa lucha se esforzará por realizar sólo el deber que le ha correspondido y no más. Aunque sus batallas desesperadas puedan llevar a los horrores de la derrota, y aunque pueda ver a los seres inocentes que más queridos son a su corazón expuestos a tormentos, delirantes y desesperados, destinados a ser mancillados con inmundicias, y atrofiados en su inteligencia, todavía entonces puede esperar que eso sea lo mejor para ellos, y se dirá a sí mismo que en cualquier caso el secreto designio de Dios se perfeccionará a través de su acción; e incluso todavía con el calor del combate, se someterá con adoración a Su Santa voluntad. No se preocupará porque los Universos no fueran construidos para ajustarse al esquema de algún estúpido refunfuñador.

480. Debo dejar que el lector imagine el contexto de esto. Sólo añadiré que el tercer hombre, considerando el complejo proceso de autocontrol, verá que la hipótesis, irresistible como es a primera vista, necesita sin embargo Prueba; y que aunque un ser infinito no está atado a ninguna consistencia, sin embargo el hombre, como cualquier otro animal, está dotado con el suficiente poder de entender para la conducción de su vida. Esto le lleva para probar la hipótesis a elegir el Pragmaticismo, que implica fe en el sentido común y en el instinto, aunque sólo en tanto que proceden del crisol de un criticismo moderado. En breve, dirá que el A. O. es la Primera Etapa de una investigación científica, que produce una hipótesis de la más alta Plausibilidad, cuya última prueba ha de encontrarse en su valor para el crecimiento auto-controlado de la conducción de la vida del hombre.

481. Ya que he empleado la palabra Pragmaticismo, y tendré ocasión de usarla alguna vez más, quizás puede ir bien explicarla. Hace alrededor de cuarenta años, mis estudios de Berkeley, Kant, y otros me condujeron, después de convencerme a mí mismo de que todo pensamiento se lleva a cabo mediante Signos y de que la meditación toma la forma de un diálogo, de manera que resulta acertado hablar del "significado" de un concepto, a concluir que para adquirir pleno dominio de ese significado se requiere, en primer lugar, aprender a reconocer el concepto bajo cualquier disfraz, mediante una gran familiaridad con sus casos. Pero esto, después de todo, no implica ninguna comprensión verdadera de él; por eso es un requisito posterior el que hagamos un análisis lógico abstracto de él en sus últimos elementos, o un análisis tan completo como podamos lograr. Pero incluso entonces podemos todavía estar sin una comprensión viva de él; y el único modo de completar nuestro conocimiento de su naturaleza es descubrir y reconocer justamente qué hábitos generales de conducta podría desarrollar razonablemente la creencia en la verdad del concepto (de cualquier materia, y bajo cualesquiera circunstancias concebibles); es decir, qué hábitos resultarían al final de una consideración suficiente de tal verdad. Es necesario entender la palabra "conducta", aquí, en su sentido más amplio. Si, por ejemplo, la predicación de un concepto dado nos llevara a admitir que una forma dada de razonamiento relativo a la materia de la que se afirmó que era válido, cuando de otra manera no sería válido, el reconocimiento de ese efecto en nuestro razonamiento sería decididamente un hábito de conducta.

482. En 1871, en un Club Metafísico en Cambridge, Massachusetts, solía predicar este principio como un tipo de evangelio lógico, representando al método no formulado que siguió Berkeley, y en una conversación sobre él lo denominé "Pragmatismo". En diciembre [noviembre] de 1877 y en enero de 1878 expuse esa doctrina en el Popular Science Monthly; y las dos partes de mi ensayo se publicaron en francés en la Revue Philosophique, volúmenes vi vii19. Por supuesto, aquella doctrina no atrajo particular atención, ya que, como había advertido en mi frase de apertura, muy poca gente se preocupa por la lógica. Pero en 1897 el Profesor James replanteó el asunto y lo transformó en una doctrina de filosofía20, de la que me parecieron muy bien algunas de sus partes, mientras que otras partes más prominentes las consideré —y todavía las considero— como opuestas a la buena lógica. En el momento en que el Profesor Papini21 descubrió, para deleite de la escuela Pragmatista, que esta doctrina era incapaz de definición, lo que ciertamente parecería distinguirla de cualquier otra doctrina de cualquier rama de la ciencia, llegué yo a la conclusión de que mi pobre pequeña máxima debería ser llamada por otro nombre; y de acuerdo con eso, en abril de 1905 le di el nuevo nombre de Pragmaticismo. No la había distinguido antes con ningún nombre impreso, excepto cuando, a petición del Profesor Baldwin, escribí una definición de ella para su Dictionary of Psychology and Philosophy22. No incluí la palabra en el Century Dictionary, aunque estaba encargado de las definiciones filosóficas en aquella obra, porque tengo una antipatía quizás exagerada por el réclame23.

483. Es aquella línea de meditación sobre los tres Universos, la que hace nacer la hipótesis y finalmente la creencia de que estos, o al menos dos de los tres, tienen un Creador independiente de ellos, la que he llamado a lo largo de este artículo el A. O., porque pienso que los teólogos deberían haberla reconocido como una línea de pensamiento que razonablemente produce creencia. Éste es el argumento "humilde", el más central del nido. En la mente de un metafísico tendrá un tinte metafísico; pero eso me parece que más le quita fuerza que le añade nada. Es tan buen argumento, si no mejor, con la forma que adquiere en la mente del patán.

484. Los teólogos podían no haber presentado el A. O.; porque se trata de un curso vivo de pensamiento de formas muy diversas. Pero podrían y deberían haberlo descrito, y deberían, también, haberlo defendido, en la medida en que pudieran, sin entrar en investigaciones lógicas originales, que con justicia no cabía esperar de ellos. Están acostumbrados a hacer uso del principio de que lo que convence a un hombre normal ha de suponerse que es razonamiento correcto; y por tanto deberían decir cualquier cosa que pueda verdaderamente avanzarse para mostrar que el A. O., si se desarrolla suficientemente, convencerá a cualquier hombre normal. Desafortunadamente, sucede que hay muy pocos hechos establecidos para mostrar que éste es el caso. No he pretendido tener ninguna otra base para mi creencia de que esto es así más que mi suposición, que hace cada uno de nosotros, de que mi propia disposición intelectual es normal. Estoy obligado a confesar que ningún pesimista coincidirá conmigo. Yo no admito que los pesimistas estén, al mismo tiempo, completamente sanos, y además estén dotados en normal medida de vigor intelectual; y mis razones para pensar así son dos. La primera es que la diferencia entre una mente pesimista y una optimista es de tan decisiva importancia en relación con cualquier función intelectual, y especialmente para la conducción de la vida, que está fuera de cuestión el admitir que ambos sean normales, y la gran mayoría de la humanidad es naturalmente optimista. Ahora bien, la mayoría de cada género se aparta bastante poco de la norma de ese género. Para presentar mi segunda razón, tengo que reconocer tres tipos de pesimistas. El primer tipo se encuentra a menudo en naturalezas nobles y exquisitas de una gran fuerza de intelecto original cuyas propias vidas son terribles historias de tormento debido a alguna enfermedad física. Leopardi24 es un famoso ejemplo. No podemos sino creer, en contra de sus más vivas protestas, que si tales hombres hubieran tenido una salud normal, la vida hubiera tenido para ellos el mismo color que para el resto de nosotros. Por otra parte, uno encuentra demasiados pocos pesimistas de este tipo para que afecten a la presente cuestión. El segundo es el de tipo misántropo, el tipo que se hace oír a sí mismo. Basta con traer a la mente la conducta de famosos pesimistas de esta clase, Diógenes el Cínico25, Schopenhauer, Carlyle 26, y su parentesco con el Timón de Atenas27 de Shakespeare, para reconocerlos como mentes enfermas. El tercero es el tipo filantrópico, gente cuya más viva simpatía, fácilmente excitada, llega a convertirse en ira ante lo que consideran las estúpidas injusticias de la vida. Por su facilidad para interesarse en todo, sin estar sobrecargados de pensamiento exacto de ninguna clase, son excelente material en bruto para littérateurs28: Sirva de testigo Voltaire. Ningún individuo que se aproxime remotamente al calibre de un Leibniz se encuentra entre ellos.

485.El tercer argumento, que incluye y defiende a los otros dos, consiste en el desarrollo de aquellos principios de la lógica de acuerdo con los que el argumento humilde es el primer paso de una investigación científica sobre el origen de los tres Universos, pero de una investigación que produce, no una creencia meramente científica, que es siempre provisional, sino también una creencia práctica, viva, lógicamente justificada al cruzar el Rubicón con toda la carga de eternidad. La exposición de este argumento requeriría el establecimiento de varios principios de lógica que los lógicos apenas han soñado, y en particular una prueba estricta de la corrección de la máxima del Pragmaticismo. Mi ensayo original, como había sido escrito para una revista popular mensual, asume, por ninguna razón mejor que la de que la investigación real no puede comenzar hasta que surge un estado de duda real y finaliza tan pronto como se alcanza la Creencia, que "el llegar a establecer una Creencia", o, en otras palabras, un estado de satisfacción, es aquello en que consiste la Verdad, o meta de la investigación. La razón que di para eso era tan débil, mientras que la inferencia estaba tan cercana al meollo del Pragmaticismo, que debo confesar que podría decirse con alguna justicia que el argumento de aquel ensayo es una petición de principio. La primera parte del ensayo29, sin embargo, se ocupa en mostrar que, si la Verdad consiste en satisfacción, no puede ser ninguna satisfacción actual, sino que debe ser la satisfacción que sería finalmente encontrada si la investigación se prosiguiera hasta su resultado último e irrebatible. Esto, debo señalar, es una posición muy diferente a la de Mr. Schiller y los pragmatistas de hoy en día. Confío en que se me creerá cuando digo que es sólo el deseo de evitar ser malentendido como consecuencia de mis relaciones con el pragmatismo, y de ningún modo por atribuirme alguna superior inmunidad frente al error, de la que tengo buena razón para saber que no gozo, lo que me lleva a expresar mis sentimientos personales acerca de sus tesis. Su posición decididamente indefinible, si no es capaz de caracterización lógica, me parece que se caracteriza por un airado aborrecimiento de la lógica estricta, e incluso por cierta disposición a considerar como un completo disparate cualquier pensamiento exacto que interfiera en sus doctrinas. Al mismo tiempo, me parece claro que su aceptación aproximada del principio Pragmaticista, e incluso su mismo dejar de lado las distinciones difíciles (aunque yo no puedo aprobarlo), les ha ayudado a un discernimiento poderosamente claro de algunas verdades fundamentales que otros filósofos han visto pero a través de una niebla, y la mayoría no vio en absoluto. Entre tales verdades —todas ellas antiguas, por supuesto, pero reconocidas por pocos— destaco su negación del necesitarismo; su rechazo de toda "consciencia" diferente de la sensación visceral u otra sensación externa; su reconocimiento de que hay, en un sentido Pragmático, hábitos Reales (que producirían Realmente efectos, bajo circunstancias que puede ocurrir que no lleguen a actualizarse, y que sean por tanto generales Reales); y su insistencia en interpretar todas las abstracciones hipostáticas en términos de lo que en concreto podrían llegar o llegarían a ser (no efectivamente llegarán) en concreto. Me parece una pena que permitan que una filosofía tan instintiva con la vida llegue a infectarse con semillas de muerte en nociones tales como esa de la irrealidad de todas las ideas de infinito30 y la de la mutabilidad de la verdad31, y en tales confusiones de pensamiento como esa de la voluntad activa (voluntad de controlar el pensamiento, de dudar, y de sopesar razones) con la de la voluntad de no ejercer la voluntad (voluntad de creer)32.

 

Anexo a "un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios"

 

I 1

486.Se ha esbozado hasta aquí un nido de tres argumentos en favor de la Realidad de Dios, aunque ninguno de ellos pudo, dentro de los límites de un único artículo, ser bien presentado. El primero es esa meditación del todo honesta, sincera y sin afectación, por no ser deliberada, acerca de la Idea de Dios, a la que el Juego del Musement conducirá inevitablemente antes o después, y que, al desarrollar un profundo sentido de la condición adorable de esa Idea, producirá una Creencia verdaderamente religiosa en Su Realidad y en Su cercanía. Es un argumento razonable porque concluye de modo natural en la más intensa y viva determinación (Bestimmung) del alma para conformar la entera conducta del Muser de acuerdo con la Hipótesis de que Dios es Real y muy cercano; y tal determinación del alma en relación con una proposición cualquiera es la misma esencia de una Creencia viva en tal proposición. Éste es aquel "argumento humilde", accesible a cualquier hombre honesto, que me parece que ha hecho más adoradores de Dios que ningún otro

487. El segundo argumento del nido es el que me parece que ha sido "olvidado" por los escritores de teología natural, que consiste en mostrar que el argumento humilde es el fruto natural de la meditación libre, puesto que todo corazón será embelesado por la belleza y adorabilidad de la Idea, cuando es así perseguida. Si los teólogos hubieran sido capaces de percibir la fuerza de este argumento, hubieran hecho de él una presentación tal de la naturaleza humana universal como para mostrar que la tendencia latente hacia la creencia en Dios es un ingrediente fundamental del alma y que, lejos de ser un ingrediente vicioso o supersticioso, es simplemente el precipitado natural de la meditación acerca del origen de los Tres Universos. Por supuesto, podría como cualquier otra argumentación teológica, no tener el valor o la vitalidad religiosa del "Argumento Humilde"; pues sería sólo una apología —una descripción justificativa— de las operaciones mentales que el Argumento Humilde desarrolla activa y efectivamente. Aunque éste es propiamente el argumento olvidado, sin embargo he usado a veces la abreviatura "el A. O." para el nido entero de los tres.

488. El tercer argumento del nido consiste en un estudio de metodéutica lógica, iluminado por la luz de una familiaridad de primera mano con el pensamiento científico genuino —el tipo de pensamiento cuyas herramientas literalmente incluyen no meras Ideas de exactitud matemática, sino también el aparato del manipulador habilidoso, efectivamente en uso. El estudiante, aplicando a sus propios hábitos adquiridos de investigación el arte del análisis lógico —un arte tan elaborado y metódico como el del analista químico— compara el proceso de pensamiento del Muser sobre los Tres Universos con determinadas partes del trabajo del descubrimiento científico, y encuentra que el "Argumento Humilde" no es nada sino un caso de la primera etapa de todo ese trabajo, la etapa de observar los hechos, o de reordenarlos de modos diversos, y de ponderarlos hasta que por sus reacciones con los resultados de la experiencia científica precedente se "produce" "2 (como lo llaman los químicos) una hipótesis explicativa. Notará, sin embargo, que este caso de Retroducción, innegable como es su carácter, se aparta ampliamente del funcionamiento normal de los otros casos, especialmente en tres aspectos. En primer lugar, la Plausibilidad de la Hipótesis alcanza una altura casi incomparable con las hipótesis formadas deliberadamente. Tan duro es dudar de la Realidad de Dios, cuando la Idea ha brotado de los Musements, que hay un gran peligro de que la investigación se pare en esa primera etapa, a causa de la indiferencia del Muser ante cualquier prueba ulterior de ella. Al mismo tiempo, esta misma Plausibilidad es indudablemente un argumento de no poco peso en favor de la verdad de la hipótesis.

489. En segundo lugar, aunque es una función principal de una hipótesis explicativa (y algunos filósofos dicen que la única) el provocar una clara imagen en la mente por la que puedan predecirse las consecuencias experimentales en condiciones determinadas, sin embargo en este caso la hipótesis sólo puede ser aprehendida tan oscuramente que sólo en casos excepcionales puede hacerse alguna deducción definida y directa a partir de su interpretación abstracta ordinaria. ¿Cómo, por ejemplo, podemos esperar ser capaces de predecir cuál sería la conducta, ni siquiera de [un] ser omnisciente que gobernara nada más que un pobre sistema solar durante sólo un millón de años o así? ¡Cuánto menos si, siendo también omnipotente, estuviera por eso liberado de toda experiencia, de todo deseo, de toda intención! Ya que Dios en Su carácter esencial de Ens necessarium, es un espíritu desencarnado, y ya que hay una poderosa razón para sostener que lo que llamamos consciencia es o una mera sensación general del cerebro o alguna parte suya, o en todo caso alguna sensación visceral o corporal, Dios probablemente no tiene consciencia. La mayoría de nosotros tenemos el hábito de pensar que la consciencia y la vida psíquica son la misma cosa y de otro modo se exageraría grandemente el valor de las funciones de la consciencia. (Véase el artículo de James "¿Existe la 'Conciencia'?" en Jour. Phil., Psy., and Sci. Meth. I, 447; 1904, Sep. 1. Pero la respuesta negativa no es, en sí misma, una novedad.)

490. Los efectos de la segunda peculiaridad de la hipótesis están contrarrestados por una tercera, que consiste en su influencia dominante sobre la entera conducción de la vida de sus creyentes (...).

II3

490. (...) De acuerdo con aquella doctrina lógica que este escritor formuló por vez primera en 1873 y llamó Pragmatismo, el verdadero significado de cualquier producto del intelecto reside en toda determinación unitaria que se comunique a la conducta práctica bajo toda y cada una circunstancia concebible, suponiendo que tal conducta es guiada por la reflexión llevada hasta su último límite. Esa parece haber sido virtualmente la filosofía de Sócrates. Pero aunque es "una antigua manera de pensar", en el sentido de que fue practicada por Spinoza, Berkeley y Kant, no estoy enterado de que haya sido formulada definitivamente, sea como una máxima de análisis lógico o de otra manera, antes de que yo lo publicara en 1878. Naturalmente, nadie ha oído hablar nunca acerca del pragmatismo. ¡La gente no se preocupa de métodos! Ellos quieren resultados. Dales todos los diamantes que hagas y puedes quedarte para ti el método de hacerlos. Así que no fue hasta 1898 —el Profesor James tomó para sí el antiguo asunto, lo dignificó llamándolo por su nombre en imprenta (lo que yo nunca había hecho ni siquiera cuando estaba encargado de la parte filosófica del Century Dictionary), lo renovó y lo transformó en una doctrina filosófica— cuando de hecho tuvo alguna moda. Sin embargo, no brilló con su presente refulgencia hasta que el Profesor Papini5 hizo el descubrimiento de que no podía definirse —una circunstancia que creo que la distingue de todas las demás doctrinas, de cualquier naturaleza que puedan ser, que hayan sido alguna vez promulgadas. Por tanto, creí que era un buen momento para darle a mi método una designación menos distinguida; y lo rebauticé como pragmaticismo. El pragmaticismo, entonces, es una teoría de análisis lógico, o de la definición verdadera; y sus méritos son mayores en su aplicación a las más altas concepciones metafísicas. Al mismo tiempo, estos méritos sólo pueden apreciarse como el resultado de un largo aprendizaje (...).

 

III6

492. No podemos conocer nada excepto lo que directamente experimentamos. Así todo lo que podemos de algún modo conocer se relaciona con la experiencia. Todas las creaciones de nuestra mente no son sino retazos de experiencia. Por tanto todas nuestras ideas no son sino ideas de experiencias reales o traspuestas. Una palabra no puede significar nada excepto la idea que evoca. Por eso no podemos ni siquiera hablar de nada sino de un objeto cognoscible. Lo incognoscible acerca de lo que Hamilton y los agnósticos hablan no puede ser nada sino un Incognoscible Cognoscible. Lo absolutamente incognoscible es una existencia no existente7. Lo Incognoscible es una herejía nominalista. Los nominalistas al dar su adhesión a esa doctrina que es realmente sostenida por todos los filósofos de todos los bandos, a saber, que la experiencia es todo lo que conocemos, entienden experiencia en su sentido nominalista como las meras primeras impresiones del sentido. Estas "primeras impresiones del sentido" son creaciones hipotéticas de la metafísica nominalista: yo niego de una vez su existencia. Pero de cualquier modo, incluso si existen, no es en ellas en lo que consiste la experiencia. Por experiencia debe entenderse la producción mental completa. Algunos psicólogos a los que respeto me pararán aquí para decir que, aunque ellos admiten que la experiencia es más que la mera sensación, no pueden extenderla a toda la producción mental, ya que eso incluiría alucinaciones, engaños, imaginaciones supersticiosas y falacias de todo tipo; y que ellos limitarían la experiencia a las percepciones de los sentidos. Pero yo respondo que mi afirmación es la única lógica. Las alucinaciones, los engaños, las imaginaciones supersticiosas y las falacias de todo tipo son experiencias, pero experiencias malentendidas; mientras que decir que todo nuestro conocimiento se relaciona meramente con la percepción sensorial es decir que no podemos conocer nada —ni siquiera equivocadamente— sobre cuestiones más altas, como el honor, las aspiraciones y el amor.

493. ¿De dónde vendría una idea tal como la de Dios si no es de la experiencia directa? ¿Haríais de ella una conclusión de algún tipo de razonamiento, sea bueno o malo? Por qué el razonamiento no puede proporcionar a la mente nada del mundo excepto una estimación del valor de una razón estadística, esto es, de con qué frecuencia se encuentran determinadas clases de cosas en determinadas combinaciones en el curso normal de la experiencia. Y el escepticismo, en el sentido de dudar de la validez de las ideas elementales —que es realmente una propuesta para poner a una idea fuera de juego y no permitir ninguna investigación acerca de su aplicabilidad— está doblemente condenado por el principio fundamental del método científico —condenado primero por obstruir la investigación, y condenado en segundo lugar porque está tratando algo más que una razón estadística como una cosa sobre la que razonar. No: en cuanto a Dios, abre tus ojos —y tu corazón, que es también un órgano perceptivo— y lo ves. Pero puedes preguntar, ¿no admite usted que hay engaños? Sí: puedo pensar que una cosa es negra, y con una observación más atenta puede resultar que es verde botella. Pero no puedo pensar que una cosa es negra si no hay tal cosa para ser vista como negra. Tampoco puedo pensar que una cierta acción es abnegada, si no existe tal cosa como la abnegación, aunque pueda ser muy poco común. Son los nominalistas, y sólo los nominalistas, los que se permiten ese escepticismo, que el método científico condena totalmente.



1. Véase J. M. Baldwin, Thought and Things, Macmillan, Nueva York, 1906, 261.

2. El pensamiento es para Peirce un proceso por el que una creencia, es decir, un hábito cerebral de la clase más alta que determina lo que hacemos tanto en la fantasía como en la acción, pasa de ser vaga, particular y pobre a ser más precisa, general y concreta. Un argumento, que tiende de modo racional a producir esa creencia definida, pertenece siempre a una clase general de argumentos análogos, que como un todo tiende a la verdad. Esto puede ocurrir de tres modos, de manera que los argumentos se dividen en abducción, deducción e inducción, tal y como aparece explicado en 6.468 a 6.473.

3. "Pequeño bocado", en francés en el original.

4. Como Nubiola advirtió, ésta es la única mención de España en los 8 volúmenes de los Collected Papers, lo que muestra bien la casi total ausencia de España en el horizonte cultural de Peirce: "Peirce y España pertenecen a dos mundos bien diferentes que sólo desde muy cercanas fechas empiezan a confluir". J. Nubiola, "Peirce y España: Hacia una mejor comprensión", 189.

5. Rabelais, Francois (1494-1553). Escritor, médico y humanista francés.

6. "Mezcla". En francés en el original.

7. “Tengo la impresión de que se considera insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían inducir a considerarlo fácilmente solucionable". E. A. Poe, "Los crímenes de la calle Morgue", Cuentos, I, Alianza, Madrid, 1993, 437.

8. Peirce está tratando de mostrar que el musement no es un método de análisis lógico, sino que en ese estado peculiar de la mente van surgiendo sugerencias, conjeturas, de las que alguna se presentará ante la mente como altamente plausible. Aunque eso no excluye que posteriormente se haga necesario un análisis lógico.

9. En una ocasión Peirce explica la creencia como la semi-cadencia que concluye una frase musical en la sinfonía de nuestra vida intelectual y le atribuye tres propiedades: Es algo de lo que somos conscientes; apacigua la irritación de la duda e implica el establecimiento en nuestra naturaleza de una regla para la acción, es decir, de un hábito. Al alcanzar una creencia el pensamiento descansa, en tanto que apacigua la irritación de la duda, pero al mismo tiempo es también un lugar de arranque para el pensamiento, en tanto que es una regla para la acción y su aplicación conllevará nuevas dudas. Cfr. C. S. Peirce, CP 5.397.

10. Este tipo de inferencia supone, como se ha visto en la introducción, la explicación de una circunstancia curiosa por la suposición de que es un caso de una determinada regla general. Esa suposición explica la circunstancia y por lo tanto se adopta. Por esto Peirce dice aquí que surge un silogismo que muestra el hecho sorprendente como consecuencia de las circunstancias en las que ocurre y la verdad de la conjetura creíble como premisas. Es decir, la conjetura se supone verdadera en tanto que al hacerlo se logra una explicación del hecho. Por eso la verdad de la conjetura forma parte del silogismo.

11. Véase definiciones de argumento y argumentación en 456.

12. Peirce entiende por demostración corolaria aquella que representa las condiciones de la conclusión en un diagrama y encuentra a partir de la observación de ese diagrama la verdad de la conclusión, mientras que la demostración teoremática, habiendo representado las condiciones de la conclusión en un diagrama, desarrolla un experimento ingenioso sobre el diagrama, y por la observación del diagrama así modificado, averigua la verdad de la conclusión. Cfr. CP 2.267.

13. La inducción cruda se basa en que la experiencia futura de algún asunto no estará completamente en desacuerdo con toda la experiencia pasada y pone el siguiente ejemplo: "No se ha establecido nunca ningún caso de un poder genuino de clarividencia: Por tanto supongo que no existe tal cosa". CP 2.756.

14. Para una explicación más extensa de las inducciones cualitativas y cuantitativas véase. CP 2.758 y siguientes.

15. I. Kant, Crítica de la razón pura, A154-158; B193-197.

16. Peirce considera que la lógica se divide en tres ramas. La lógica Crítica que es la lógica en sentido estricto, es la teoría de las condiciones generales de la referencia de los Símbolos y otros Signos a sus supuestos Objetos. Peirce la considera como la teoría de las condiciones de la verdad. Las otras dos ramas de la lógica son la Gramática Especulativa, doctrina de las condiciones generales de los símbolos y otros signos que tienen carácter significativo y la Retórica Especulativa, doctrina de las condiciones generales de la referencia de Símbolos y otros Signos a los interpretantes que pretenden determinar. Esta última es lo que denomina también metodología o metodéutica. Cfr. C. S. Peirce, CP 2.93.

17. Jacques Babinet (1794-1872). Físico francés que escribió sobre hidrodinámica y otras muchas materias científicas.

18. Galileo, "Dialogo Sopra I Due Massimi Sistemi del Mondo" (1632); en Le Opere di Galileo Galilei, VII, Ministero Della Pubblica Istruzione, Florencia, 1968, 143.

19. En el Popular Science Monthly, 1877 (vol 12), 1-15 y 1878 (vol 12), 286-302, se publicaron los dos primeros artículos correspondientes a una serie de seis titulada "Ilustrations of the Logic of Science". Esos dos primeros artículos, "The Fixation of Belief" y "How to Make Our Ideas Clear", han sido recogidos en CP, 5.358-387 y 5.388-410 y están traducidas al castellano en El hombre, un signo, J. Vericat (ed), Crítica, Barcelona, 1988, 175-224.

20. Véase W. James, The Will to Believe and Other Essays in Popular Philosophy (1897); en The Works of William James, VI, Harvard University Press, Cambridge, 1979.

21. CP 5.495.

22. "Pragmatic and Pragmatism", Dictionary of Philosophy and Psychology, J.M. Baldwin (ed), Macmillan, Nueva York, vol. 2, 1902, 321-323. Esta definición está también en CP 5.1-5.4.

23. "Propaganda", en francés en el original.

24. Giacomo Leopardi (1798-1837). literato italiano.

25. Filósofo griego (413-327 a. C.).

26. Thomas Carlyle (1795-1881). Escritor inglés.

27. Filósofo ateniense llamado "el misántropo". Vivió en el siglo V a. C. Shakespeare lo puso en escena en un drama que lleva su nombre.

28. Literatos. En francés en el original.

29. "The Fixation of Belief", CP 5.358-387.

30. F. C. S. Schiller, Humanism, Macmillan, Londres, 1903, 314 nota: Studies in Humanism, Macmillan, Londres, 1907, 295.

31. W. James, Pragmatism (1907); en The Works of William James, I, Harvard University Press, Cambridge, 1975, 63-79.

32. W. James, The Will to Believe and Other Essays in Popular Philosophy, 13-33.

1.Este fragmento pertenece a un manuscrito de 1910. Corresponde a los parágrafos 6.486 a 6.489 y parte del 6.490 de los Collected Papers.

2. There is "evolved" an explanatory hypothesis. He traducido "is evolved" por "produce", pero no tiene aquí un sentido de desarrollo o proceso, sino que en el surgir de esa hipótesis hay un fuerte componente de espontaneidad. La mente va observando los hechos y ponderándolos hasta que brota una hipótesis de modo espontáneo. Peirce se está refiriendo de nuevo a la abducción.

3. Este fragmento pertenece al mismo manuscrito de 1910 que el fragmento anterior y corresponde a otra parte del parágrafo 6.490 de los Collected Papers.

4. W. James, "Philosophical Conceptions and Practical Results", Pragmatism, The Works of William James, I, 255-274.

5. Véase C. S. Peirce, CP 5.495.

6. Este fragmento pertenece a un manuscrito de 1896. Corresponde a los parágrafos 6.492-6.493 de los Collected Papers.

7. Para Peirce todas nuestras concepciones se obtienen mediante abstracciones o combinaciones de conocimientos obtenidos en juicios de experiencia. Por tanto no puede haber concepción de lo absolutamente incognoscible, ya que no hay experiencia de algo así. Si se pretendiese hacer un concepto de lo no cognoscible sería un concepto de la forma "A,no-A" y por tanto contradictorio. Para Peirce, cognoscibilidad y ser no sólo son lo mismo metafísicamente, sino que son términos sinónimos. Véase C. S. Peirce, CP 5.255 y siguientes.


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Fecha del documento: 12 de mayo 1999
Última actualización: 21 de junio 2016

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